de lo eterno a lo transitorio: diosa, mujer y esclava

Anuncio
DE LO ETERNO A LO
TRANSITORIO: DIOSA, MUJER
Y ESCLAVA. ANTAGONISMOS
DE UNA TRAYECTORIA.
Sonia Botía Fernández
CONGRESO LAS DIOSAS 2015
1
INDICE
1. INTRODUCCIÓN
2. NOCIONES IDENTITARIAS
3. LAS DIOSAS DE CADA MUJER, DE JEAN SHINODA BOLEN
4. LA DIOSA Y LA ESCLAVA. VICENTE FERRER Y LA INTERPRETACIÓN DE
VARIOS TEXTOS.
5. PIGMALIÓN Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA DIOSA TRIPARTITA: DIOSA, MUJER
Y ESCLAVA DE SUS CONCEPCIONES.
2
1. INTRODUCCIÓN
Mi postulado parte del pensamiento dicotómico. He querido dar juego al tema que
presento desde esa línea por constituir diferenciaciones bipolares que se estructuran por
sí y para sí mismas. La bipolaridad la posiciono en el determinismo de una línea
indivisible, contínua, irregular.
El mundo, es un universo de contrastes. Desde el momento en que nos situamos, nos
definimos y delimitamos, comienza el tránsito de lo que consideramos uno frente al
otro, a lo colectivo, a lo inalcanzable, a la masa. Es en este lugar donde se me ocurrió
situar mi presentación, fundamento de la descripción de un tránsito dibujado en los
propios esquemas de pensamiento de pares opuestos: Yo-tú, hombre-mujer, diosaesclava.
El punto de partida lo he dibujado desde la visión de la diosa-mujer-esclava como un
todo inseparable, intercomunicado, sin puntos de fractura entre una y otra, un todo
desde el que se delimita y realimenta a modo de feed-back en un trayecto conceptual de
donde lo " eterno", la conceptualización de la mujer-diosa, en su trono inalcanzable
torna "transitorio", viniendo a un nuevo espacio de acción y derivación, el espacio del
consumo.
Parto de definir y redefinir posturas, posicionamientos en línea o zig zag...Somos
hombre o mujer, divinos o humanos, determinados por los cánones de conciencia de
nuestra mater originaria, centro de vida y destierro, diosa y esclava, mujer humillada,
dolor y lucha ,fortaleza y vida, más que vida en palabras del maestro George Simmel.
Por un lado, lo eterno, la concepción mística, celestial de la mujer-diosa, envuelta en
halos de poder universal, ser inmortal, inalcanzable, tótem intocable, divinidad adorada
de las civilizaciones que, vestida de leyenda, persigue sus días y sus noches. Estela de
una cosmovisión concreta, determinada por continuidad en el mundo estructurado de
sus nociones identitarias con el todo estelar. Es este el espacio donde se puede encontrar
esa línea de conexión entre las dos. Existe una evolución donde podemos conectar a
ambas.
Quiero dar forma a una figura que considero fundamental , y que, tras siglos de
coexistencia en entornos rurales, sobrevive en numerosos contextos del mundo, y no nos
vayamos muy lejos para poder observar el poder que detentan actualmente, un poder
invisible para las grandes urbes donde la identidad de la mujer se entreteje entre la
fugacidad del aquí y ahora.
Sitúo pues, en el espacio de vida de lo eterno a la matriarca, centro de poder emocional,
la encarnación comunitaria, carnal de la divinidad eternizada, superviviente en culturas
tradicionales. La madre que domina, mujer poderosa en sus espacios concretos. Cabeza
de decisiones fundamentales en los grupos. Es un elemento de muchas comunidades
3
rurales actuales. Aquí la mujer con poder, casi Diosa, no esclava, todo lo contrario, es
poderosa en su determinismo familiar, centro neurálgico de decisión jerárquica.
Así mismo, quiero dar voz a todas las mujeres que, fruto de mi convivencia en el centro
donde trabajo desde hace años un centro de consumo, una gran superficie, que he
recopilado a modo de síntesis a esas mujeres como verdaderas amazonas de un contexto
de lucha sin tregua. Son las abuelas que, a la vez que mujer, esclavas por la derivación
de conceptos, diosas que modelan la sociedad del futuro, luchadoras incansables,
invisibles por lo general, necesarias para la coexistencia emocional. Son sujetos reales
de mis definiciones. Diosas por tener a sus pies las decisiones de sus descendientes más
directos, dadoras de vida, constructoras de continuidad emocional. Mujeres en todo su
sentido, desde lo más profundo de su significación, y esclavas del propio sistema que las
deja en un lugar invisible, cuando su labor es de vital importancia. La mater creadora,
entregada emocionalmente, generadora de energía social, unificadora y potenciadora de
vida.
Por otro lado, lo transitorio se dibuja en otro contexto. Ahora deriva hacia el contexto
actual, de la urbanidad, de lo fugaz, los espacios de la diosa-imagen, de la fugacidad,
puro instante de vida, ilusión visual que anida a modo de conciencia inconsciente, de
derivación estelar de mecanismos de vida etérea, del mundo del consumo.
En el tránsito de lo místico puro a lo efímero, asistimos a conflictos entre divinidades,
de las deidades antiguas que otorgaron protagonismo a la cultura griega. Se ha
producido un repliegue de lo eterno a lo efímero, el culto al instante, el imaginario
colectivo que se desvanece por momentos, volviendo a resurgir inesperadamente.
Lo divino resurge a modo de supervivencia, en término antropológico. .
Asistimos a la omnipresencia de los no lugares, teorizados por Marc Augé, son los
espacios de lo efímero, del culto al instante, y las nuevas deidades emergen, resurgen
con diferentes máscaras, bajo diversas facetas, reencarnadas en otro espacio y tiempo.
4
2. NOCIONES IDENTITARIAS.
Y es aquí que hilo con la noción de identidad. Qué somos en este contexto de vida
etérea, de dinamismo casi delirante, de espacios que se mueven constantemente en los
imaginarios colectivos?
Somos esclavas de definiciones, cánones, estigmas, a la vez, diosas en una cultura de la
imagen y del instante.
Somos mujer y concepto, carne y alma en un mismo destello.
Fugacidad y eternidad, fugaces y eternas en nuestras conciencias. La máter, el ama, diosa
creadora que determina los pasos del universo, estela de la memoria colectiva universal, la
tierra madre, mujer, tótem, sagradas y humilladas. Somos almas dignas de adoración y, por
otro lado, los seres más humillados y desterrados en la historia.
Somos un universo de contrastes elaborados desde un elemento unificador
Somos corazón, la clave emocional de las culturas, con poder, y , por otro lado, la otra
faz de esa maravilla, creación...modelaje, y guía, génesis, pilar de las sociedades, base
de creación de las culturas.
Somos estructurantes y desestructurantes de esos círculos difusos que llamamos
identidad.
Por un lado, estrella, diosa venerada, protagonista del escenario colectivo. En las
sociedades tradicionales, donde su arraigo es mucho mayor, donde su poder deriva del
culto a la "madre".
DIOSA E
IMAGEN
DIOSA
MUJER
DIOSA Y
MADRE
DIOSA Y ESCLAVA
CONCEPTUAL
Por otro lado, mujer en redefinición en los escenarios del consumo, donde el individuo es
imaginario oculto tras el brillo ensordecedor de la masa.
5
Diosa y madre, culto a la mujer como portadora de vida, de eternidad
Diosa e imagen en una sociedad donde se rinde culto al instante, a lo fugaz.
De lo eterno, la cosmovisión colectiva, a lo fugaz, lo transitorio, el culto al instante.
La diosa-mujer-esclava como figura de antagonismos y, a su vez, generadora de
contradicciones se deja contemplar por las miradas inciertas de la cultura del consumo.
E n u n e x tre m o , E n u n p u n to E n o tro e x tre m o ,
s it u a m o s a L a in c ie r t o , la la E s c la v a
D io s a
M u je r
La línea que desvela la interconexión de las tres es difusa
La mujer se halla en una definición difusa:
A veces deificada, convirtiéndose en un ser endiosado por la cultura del instante,
A veces esclavizada, esclava de la imagen.
Levita fragmentada entre derivación de contrastes.
A veces emerge, se hace visible
A veces queda sumergida en los túneles de lo abominable
La trayectoria diverge según los contextos, según los significados que la cultura le
asignen, según las construcciones conceptuales, según los donde se refleje, virtuosa o
denigrada, universo de contrastes, delirio de un antagonismo
Quizás el resultado sea un yo fragmentado por el poder de las tres figuras, en búsqueda
de equilibrio, de sentido
6
ESQUEMA DESCRIPTIVO DE LA SINERGÍA QUE TRASCIENDE LOS
UNIVERSOS DESDE LA GÉNESIS DE LA TRAYECTORIA TRIPARTITA HASTA
LA DETERMINACIÓN CULTURAL
CGONENTESIXSQULVADRMI GENSI ARTESNDLVI CO CONTEXSQULADRMI
7
3. LAS DIOSAS DE CADA MUJER, DE JEAN SINODA BOLEN.
"Siempre he pensado en un mito como algo que nunca
existió pero que siempre está sucediendo."
Jean Huston
Doctora en medicina y analista junguiana verdaderamente admirable. Su filosofía
humanista establece un vínculo único entre las deidades griegas y la mujer del mundo
actual. Se produce una recuperación de los conceptos psicológicos de personalidad de
las diosas más relevantes del Olimpo y se da una traslación en el espacio y tiempo hasta
situarlas en los momentos donde la mujer está en proceso de definición constante.
La evolución de las concepciones es tal que la autora sitúa los arquetipos en espacios de
análisis diverso, hasta conseguir una equidad con prototipos de personalidad diferente.
Las deidades se reencarnan en la mujer actual, dando lugar a diferentes personalidades,
correspondientes a los rasgos de ellas. Ya esclavas, ya divinas, ya liberadas, ya
oprimidas.
Cito textualmente:
Sucede que cuanto más compleja es una mujer más probable es que tenga dentro de sí
muchas diosas activas, la tarea consiste en decidir cuál de ellas cultivar y cuál superar.
Explica que cuando una mujer comprende sus propios patrones internos puede llegar a
superar toda una serie de dicotomías restrictivas, tales como:
Masculino/femenino-madre/amante-profesional/ama de casa.
Estos patrones internos toman forma de siete diosas arquetípicas que son otros tantos
tipos de personalidad. Se trata de que cada mujer identifique a sus diosas dominantes,
que van desde la autónoma Artemisa y la fría Atenea hasta la nutritiva Démeter y la
creativa Afrodita, pasando por Hera, diosa del matrimonio, o Perséfone, reina del
mundo subterráneo, o Hestia, prototipo de la mujer paciente.
Sus análisis son de una gran riqueza. Los estados que realiza la autora de las
trascendencias de los prototipos de mujer y los patrones delimitantes de las siete diosas
que utiliza de base para su línea de acción son dignos de analizar a su vez.
14. Hay una heroína en cada mujer
Existe una heroína potencial en cada mujer. Esta es la dama principal de la propia
historia de su vida en un viaje que empieza con su nacimiento y continúa a lo largo de
su vida. Mientras recorre su itinerario personal, encontrará sin duda sufrimiento:
Sentirá soledad, vulnerabilidad, incertidumbre; y se encontrará con límites. Puede que
8
encuentre también un sentido a su vida, desarrolle su carácter, experimente el amor y la
gracia, y aprenda la visión.
La heroína toma forma a través de sus decisiones, de su capacidad para la fe y el amor,
y de su aptitud para aprender de la experiencia y comprometerse. Cuando surgen
dificultades, si considera lo que puede hacer, decide que lo hará y se comporta
conforme a sus valores y sentimientos, está actuando como la protagonista-heroína de
su propio mito.
(...) Para ser una heroína en su propio viaje heroico, una mujer debe empezar con la
actitud de que cada cosa que se elige tiene importancia. En el proceso de vivir desde
esa premisa, algo sucede: Una mujer se convierte en una persona que toma decisiones,
una heroína que moldea lo que llegará a ser. O bien crece, o bien es disminuida por lo
que hace o no hace y por las actitudes que mantiene. (Pág. 361-362)
El capítulo 2: Activando las diosas, es especialmente significativo por establecer un
lazo esencial entre el entorno y la personalidad de cada diosa-mujer. El entorno familiar
es fundamental para determinar el tipo de mujer-diosa que será en el futuro. Aquí nos
muestra con gran acierto la determinación que la cultura ejerce sobre la creación de la
personalidad en ellas.
Cito textualmente:
Todas las diosas son patrones potenciales en la psique de todas las mujeres, aunque en
cada mujer concreta algunos de estos patrones están activados (Energetizados o
desarrollados) y otros no. La formación de los cristales fue una analogía de la que
Jung se sirvió para ayudar a explicar la diferencia entre patrones arquetípicos (que son
universales) y arquetipos activados (que están funcionando entre nosotros) : un
arquetipo es como el patrón invisible que determina la configuración y estructura que
adoptará un cristal cuando se forma. Una vez que el cristal cobra su forma realmente,
el patrón ya reconocible es análogo al arquetipo activado.(Pág. 48)
(...) Del mismo modo, qué dioses o diosas (pueden estar presentes varios al mismo
tiempo) se activan en una determinada mujer, en un momento específico, depende del
efecto combinado de una pluralidad de elementos que interactúan entre sí:
predisposición de la mujer, familia y cultura, hormonas, otras personas, circunstancias
no elegidas, actividades escogidas y fases de la vida.(Pág. 48-49)
Una diosa puede volverse activa y brotar a la vida cuando el arquetipo es provocado
por una persona o un acontecimiento.(Pág. 54)
La mitad de la vida es una época de transición que suele marcar el comienzo de un
cambio de diosa. En algún momento, a mitad de los treinta o a mitad de los cuarenta,
9
palidece la intensidad del arquetipo predominante de los años anteriores, lo cual
permite que emerjan otras diosa.(pág.58)
4. LA DIOSA Y LA ESCLAVA. VICENTE FERRER Y LA
INTERPRETACIÓN DE VARIOS TEXTOS.

NOSOTRAS, DIOSAS Y ESCLAVAS
Uno de los olores que le gusta a Gulab es el de la sal.
Y el tacto.
Porque es suave y áspera a la vez.
Gulab es una muchacha, tiene dieciséis años, pero una voz que va más allá, como de
otro tiempo. En silencio, al lado de su madre, ambas sentadas, las manos cogidas,
parece una niña que vive un momento especial de reencuentro familiar. También el
lugar es especial. El aula del instituto público de Mudigubba, en la zona rural de
Anantapur. Un edificio modesto, en la soledad de un descampado próximo a la
carretera, con un patio de tierra endurecida, agrietada, donde algunos árboles mantienen
una posición heroica de reclutas de sombra, con sus hojas contadas. Los pupitres son de
piedra de pizarra. A Gulab también le gusta esa textura fresca. En toda su modestia, el
lugar tiene el aura de un lugar querido.
Nosotros estamos sentados en la posición de los alumnos. Algunos, chicos y chicas,
asoman con discreción por las pocas ventanas abiertas, pues hay que mantener el sol a
raya. La mayoría ha ido a comer. Gulab y su Asmathbee, de cuarenta y ocho años, están
sentadas en el lugar que normalmente ocuparía la persona que impartiera clase. Y es ahí,
cuando habla, cuando su presencia se transforma. Crece. Deja de tener el tamaño de una
10
niña. Gulab es ciega de nacimiento. Gran parte de su cara está afectada por un gran
tumor. Es un rostro en el que predomina la pincelada sobre la línea. Ella vela con un
paño, por momentos, esa parte. Viste con gusto. Se toma mucho interés por su ropa. Su
estilo, sus colores. Se despierta muy temprano, hacia las cinco de la mañana, para
limpiarse y arreglarse. Pero lo que al final le interesa, lo que centra su presencia, es lo
que dice, lo que quiere expresar. Es la voz de una mujer sabia. Ha vivido y sentido cosas
que no están a nuestro alcance. Ha convertido sus problemas en valores.
Hace unos años, pocos, las niñas ciegas como Gulab no tenían ningún futuro. No por sí
mismas. La educación era inviable en castas y lugares marginados. Con Gulab había un
condicionante añadido. Un rechazo por su aspecto físico. La palabra que más oía a su
alrededor era: «¡Monstruo!». Y desde pequeña tuvo que asimilar que ella era la
destinataria de eso terrible que oía. En este caso, la familia fue decisiva. Su madre es
costurera. A Gulab le gustaba mucho oír el canto mecánico de la Singer, un contacto
entre la madre y ella. Y la radio. Le apasiona la radio. Y todas las músicas posibles. Y
las voces de la naturaleza. El viento. La lluvia. Hay tantos vientos como instrumentos
musicales. Y la lluvia tiene sentimientos, puede venir triste o alegre. ¿Oír cuentos? No,
prefiere las historias familiares. La memoria de las voces anónimas. Despierta con los
gallos. Le entristece mucho oír el lamento de los perros.
Gulab tiene muy desarrollados los sentidos. También el de la vista, solo que ve hacia
dentro. Puede reconstruir lo que le ha pasado. La experiencia inolvidable en la escuela
de la Fundación, que abrió los primeros centros con una pedagogía avanzada para las
diferentes discapacidades. Allí conoció a Alba, una voluntaria catalana, ciega ella
también de nacimiento. Había llegado a ser deportista de esquí sobre nieve. Pero adonde
quería llegar Alba, por encima de las altas montañas, era precisamente a la India. Y
Gulab aprendió mucho con ella y con otras voluntarias. A distinguir los colores, por
ejemplo. A cuidarse de sí misma. A leer en braille. Recuerda muy bien la primera vez
que llegó allí y conoció a Vicente. No se le escapa una fecha. Era un sábado, el 11 de
noviembre de 2000. Es un portento para las cifras (puede hacer operaciones complejas
en segundos). Y para las lenguas. Ese es su sueño. Ser profesora de idiomas. Las
palabras la quieren. Se quedan siempre con ella. Aprender idiomas. Enseñarlos.
Traducirlos. Transmigrarlos.
Todo iba bien para Gulab. Después de estudiar en el centro de la Fundación, el siguiente
paso era ir, con una beca, a un instituto de alta calidad educativa. En la gran ciudad de
Hyderabad. Junto con Bangalore, centro también de innovación tecnológica, espejos de
la India emergente. Gulab reunía todas las condiciones y más. Lo que nunca se imaginó
es que sería rechazada por su aspecto. La dirección alegó que la presencia física de
Gulab tendría efectos negativos en los otros estudiantes. Otra vez resonaba el estigma de
la infancia: «¡Monstruo!».
Su voz es tan especial. Es una voz que parece contener toda la musculatura humana de
la historia. Va cambiando su cuerpo. Su rostro es bello, de una belleza convulsa. No
puedo dejar de pensar en la historia de Joseph Marrick, aquel ser extremadamente sensible, marginado, que inspiraría El hombre elefante de David Lynch.
Al principio, a Gulab, se le vino el mundo abajo.
Hubo una gran campaña de solidaridad. Y Gulab adquirió fuerza, se rebeló contra
aquella injusticia. Le ofrecieron una especie de acuerdo solapado. Podría ir a
Hyderabad, tal vez a otro sitio de educación especial.
Gulab sorprendió a todos. O a casi todos. No aceptaba ese parche. Se iría a su tierra, a
un instituto público normal. Y allí está. Con una calificación de 329 puntos sobre 500.
No se le escapa una cifra.
11
Le pregunto si admira a algún personaje histórico. Esas preguntas que se hacen por
preguntar. Y me responde de inmediato:
Durgabai Deshmukh.
¿Quién es Durgabai? Una luchadora.
Cuando me documento, me encuentro con un personaje extraordinario. Una niña de
Andhra Pradesh a la que obligaron a casarse con ocho años. Pero se liberó de las
ataduras muy pronto. A los doce años recogía fondos para la lucha independentista de la
India y se encontró de frente con Gandhi. Estuvo en prisión en tres ocasiones. Puso en
marcha el Andhra Mahila Sabha, una red vanguardista de asistencia social. Prestó
especial atención a la educación de la infancia con discapacidades, empezando por la
ceguera. Tenía el don de la palabra. Fue premio especial de la Unesco.
Pero antes, en su época de activista por la libertad de la India participó en la célebre
Marcha de la Sal, en 1930. Al principio, ridiculizaron a Gandhi por esta iniciativa. Pero
cuando cientos de miles de personas se dirigieron hacia la costa y las salinas para coger
un puñado de sal prohibida, ese día el Imperio Británico supo que iba a perder la India.
12

LOS SARIS DE MILLET
Las plantas del cacahuete forman una trama verde en los campos rojos de
Anantapur. Hileras de mujeres cultivan una belleza convulsa. En este
momento, toda la atención cósmica se concentra ahí. La composición de los
colores de sus saris
Por no tener, no tenemos ni monzón.
Anantapur tiene algo de llano en llamas. Es el segundo distrito más seco de la India. El
índice pluviométrico se aproxima peligrosamente a un trago por metro cuadrado: un
cuarto de litro al año. En verano hay días de tanto calor que te acuerdas de los habitantes
de Comala que en el infierno pasaban frío y volvían a casa por una cobija. Las montañas
también tienen carácter. Las cimas no son en pico, sino en forma de crestas negras o de
dentaduras de piedras blanquísimas. El distrito tiene una extensión de 19.130 kilómetros
cuadrados, donde viven más de cuatro millones de personas. La capital, del mismo
nombre, ronda el medio millón de habitantes. Pertenece a Andhra Pradesh, el quinto en
extensión de los veintiocho estados de la república federal democrática de la India, y
que se acerca a una población de ochenta millones de habitantes. En la India vive la
sexta parte de la población mundial. La densidad demográfica es de 335 habitantes por
kilómetro cuadrado; 93, en España.
La gente del distrito de Anantapur se gana la vida mayoritariamente con la agricultura.
Hace unos años se identificaba como el "lugar remoto" o la "tierra olvidada". En una
India en vertiginosa mutación, y donde los "números negativos" y los "números positivos" se aproximan al infinito, orbitan y chocan, Anantapur cargaba con una premonición
de desahucio. En medio siglo, sería un desierto.
Hay un proverbio en telugu, el idioma oficial, que dice: "Si la tierra da suerte, un pie es
suficiente". Tradicionalmente, el paisaje agrario de Anantapur era el de los campos de
cacahuetes. Ha habido un gran cambio, con la expansión de cultivos y frutales más
13
rentables, como el mango. También la ganadería se ha extendido, gracias sobre todo al
sistema de microcréditos. Otros distritos de Andhra Pradesh son más arroceros. Pero en
Anantapur, más seco, sigue habiendo grandes extensiones de plantas de cacahuetes. Es
lo que ahora miro fascinado por una rendija abierta entre la geopolítica y el cambio
climático. En mi infancia, en el puerto atlántico, comíamos mucho maní. Lo
descascábamos y rumiábamos con placer compulsivo las tardes dominicales. Llegaban
en sacos en las bodegas de los barcos, pero no sabíamos de dónde. Me gusta imaginar
ahora que vendrán de la India. Las plantas del cacahuete forman una trama verde en los
campos rojos de Anantapur. Hileras de mujeres, en un avance laborioso, inclinadas con
sachos que prolongan sus brazos para escardar, cultivan una belleza convulsa. En este
momento, toda la atención cósmica se concentra ahí. La composición de los colores de
los saris. La historia de los colores. Pigmentos milenarios, pigmentos pop-art. Si hay
treinta y dos vientos, ahí hay treinta y dos colores. Verdes, azules, lilas, violetas, rojos,
azafranes, naranjas, oros. Simetría en los movimientos. Una voluntad de estilo popular,
una acción performativa sobre la tierra. Trabajan. No es decoración. Allí están,
ayudando a Millet, pintándolas, Chagall, Vermeer, Ravi Varma, Frida Kahlo, Paul Klee,
Artemisia, Mark Rothko, Van Gogh, Chagall otra vez. Va mi propia sombra y dice:
—¡No son más que campesinas trabajando, estúpido!
—Las dos cosas son reales. Son diosas y mujeres pobres. Trabajan y están creando algo
que antes no existía. Eres una sombra un poco resentida.
—¿Algo nuevo? La cosecha de cacahuetes, si no la mata la sequía. Toda la vida llevan
oyendo eso. Que son diosas y madres. Trabajan para todos. Para los dioses, para los
hombres, para los hijos. Si sobra algo, se lo comen. Cuando enviuden, serán invisibles.
A muchas las dejarán tiradas.
—Lo que dices es verdad. Pero espera un poco, sombra. ¿Hizo mal Millet en pintar Las
espigadoras? Hay voces que me apremian. Tenemos poco tiempo.
Mejor así. Millet se pondría de rodillas, que es lo que hay que hacer ante su cuadro de
las espigadoras, al que dio vida, una segunda vida, la cineasta Agnès Varda. Ese filme
que se adentra en lo invisible, en la profundidad habitada de la pobreza contemporánea,
para dar vida al pueblo espigador de nuestro tiempo, esa elegancia en el expurgar de los
vertederos frente a la vulgaridad del despilfarro del capitalismo impaciente.

EDIPO REINA
Es una de las potencias emergentes, pero la India, para la mujer, aparece casi a diario
en los informativos como una especie de “yacimiento catastrófico”. Violaciones,
matrimonios infantiles forzados, trata y explotación laboral... En el imaginario
cultural, se habla de las mujeres como diosas. En la realidad, las diosas son mujeres
maltratadas. Hay un dato escalofriante: la segunda causa de mortalidad son los
suicidios de mujeres jóvenes.
En el libro 'Vicente Ferrer. Rumbo a las estrellas, con dificultades' (RBA) seguí las
huellas de Vicente Ferrer (1920-2009) desde su adolescencia republicana en España
hasta su lucha para transformar la desértica Anantapur, en la India, en un territorio de
la esperanza. La clave de esa revolución del siglo XXI ha sido el situar a la mujer en el
corazón y la vanguardia de la comunidad.
Aquí se cuentan en primera persona algunos testimonios de ese tránsito: entre la
opresión y la re-existencia.
Retratos de mujeres indias de la mano del fotógrafo Ángel López Soto.
14
El pastor que había encontrado a Edipo en el bosque, cuando era un bebé abandonado:
—¡Ay de mí! Estoy a punto de declarar la cuestión terrorífica.
Y Edipo dice:
—Y yo de oírla, pero hay que oírla.
Un grupo, media docena de chicas, pueden llegar a coser doscientos pantalones tejanos
por día. Lathamma tiene veinte años. Se casó a los dieciséis. A esa edad empezó a
trabajar en esa fábrica de pantalones, en Bangalore. Le pagan seis mil rupias al mes
(unos cien euros). Entra a las nueve de la mañana y termina a las cinco de la tarde.
Cuando llevaba cinco meses embarazada, eso fue en 2010, no se sentía muy bien. Así
que regresó al pueblo, con su familia. Su marido, Sekhar, de veinticinco años, trabaja en
la construcción, también en Bangalore.
Ah, se me olvidaba. Cuando estaba embarazada de tres meses, la madre la llamó por
teléfono y le dijo: "No vayas a trabajar tal día porque hay un eclipse y eso puede ser
malo para la criatura".
Lathamma no le prestó atención o se olvidó. Eso es cosa de viejos, pensó. Se acordó el
día del eclipse, porque ella trabaja al lado de una ventana. Y el sol quedó oculto durante
unos minutos.
Antes del parto, le habían hecho una ecografía. Le dijeron que la niña tenía el labio
leporino. No sabía muy bien lo que era, ni le explicaron mucho, ni entendió del todo lo
que le explicaron. Ella pensaba que, al final, todo saldría bien.
Cuando dio a luz no le enseñaron a la criatura. Supo que era una niña. Ella insistió hasta
verla. La gente que la vio en el hospital decía: "¡Ha nacido un demonio!". Eso decían.
Todos. Casi todos. Y a su marido le decían lo mismo. No los médicos. La gente que
estaba hospitalizada o que venía de visita. Decían: "Esta niña es un demonio, no va a
vivir".
"Me visitó un pediatra y me dijo que tenía que aprender a darle leche a la niña con
mucho cuidado, para que no se encharcasen los pulmones. Así que tenía que quedarme
allí unos días más. Pero la familia me convenció de que era mejor llevarme la niña a
casa.
En el camino empezaron a decirme cosas para convencerme. Íbamos para el pueblo en
un rickshaw. Mi suegra, mis padres, mi marido y yo con la niña. El conductor era una
persona conocida. A los quince kilómetros, se detuvo en una zona deshabitada, con bosque. Me convencieron de que les entregase la niña. “No te preocupes —me dijeron—,
no le vamos a hacer nada. No llores. Es mejor dejarla porque tal vez es un demonio. En
el pueblo, los vecinos te harán la vida imposible. Y ella no vivirá. Los ojos se le pondrán
en la frente. La boca no estará en su sitio”. Todo lo que contaban era cada vez más
terrible. Yo no dejaba de oír las voces del hospital: “¡Qué horror, qué fea! Es un
demonio”.
Yo me quedé en el vehículo.Nos fuimos. En ese momento no pregunté nada.Estaba ida.
La habían dejado enterrada hasta el cuello, al lado de un árbol. La encontraron unos
pastores. Llamaron a una ambulancia del gobierno y desde el hospital llamaron a un
trabajador social de la Fundación. Él fue quien nos localizó.
Yo sabía por lo que era, claro. Le pregunté si el bebé había aparecido muerto. Y él,
Sanjappa, me dijo: “No, no ha muerto. Venid a verlo”.
La niña estuvo tres meses en el hospital hasta que se fue recuperando. En ese tiempo,
hablaron mucho con nosotros. Sobre todo conmigo. Mi visión fue cambiando. Cada día
que pasaba, iba viendo de forma diferente a la niña. Los médicos me dijeron que la operarían y que tendría mucho mejor aspecto. Pero yo ya la veía más linda.
15
Sindu tiene ahora tres años. Empieza a hablar. Juega y se enfada si no le hacen caso.
Tiene carácter. Es muy inteligente. Y muy presumida. Mira. Ayer le pusimos esta
pulsera en el tobillo"

CHITTICHILAKAMMA
Mi nombre es Sivaratna. ¿Edad? Ahora tengo 19 años. Cuando me contagié
tenía doce, era una niña. Nunca imaginé lo que nos iba a pasar
Quinta historia de mujeres en India extraída del libro 'Vicente Ferrer. Rumbo a
las estrellas, con dificultades', de Manuel Rivas, sobre el trabajo del más
famoso cooperante español
¿La India, el peor país para las niñas? No sé. No creo que sea exagerado eso que se dice.
Lo espeluznante no son los encabezamientos de los informes sino lo que los informes
dicen. Supongo que en otros países del mundo tampoco les debe ir demasiado bien a las
mujeres.
16
Mi nombre es Sivaratna. ¿Edad? Ahora tengo diecinueve años. Cuando me contagié
tenía doce, era una niña. Nunca imaginé lo que nos iba a pasar en estos cinco años.
No, no se preocupe por Sreenidhi. El padre está pendiente. La niña es como un pájaro.
Parece increíble. ¡Teníamos tanto miedo! Hace poco que echó a andar y ya sube por
todas partes, trepa por los árboles, anda por las ramas, pero no se cae, no se lastima. Es
como si la naturaleza nos quisiera compensar el sufrimiento tan grande que pasamos.
Voy a cantarle la canción, ya verá cómo se acerca:
Chittichilakamma,
loro pequeñito,
¿te ha pegado tu madre?
¿Has ido al jardín?
¿Has traído fruta?
¿Te la has guardado
o te la has comido?
Ve, aquí está. No para quieta. Es elástica. Eres como Chittichilakamma, el loro
pequeñito, ¿eh?
Fue al hacerme este tatuaje en la mano. Utilicé la misma aguja que había utilizado mi
madre. Mi madre es costurera. Hace saris. Unos saris preciosos. Ahora que la vida
parece sosegarse un poco para nosotros, quiero ser costurera y aprender a hacer esos
saris de seda. Mi madre se sentía muy débil, muy enferma. Fue a algún médico, pero no
había forma de saber lo que tenía. Hasta que un día, en la Fundación, le hicieron la
analítica y supo que estaba infectada de VIH. Y luego nos analizaron a nosotros, a los
hijos. Mi hermano pequeño y yo también estábamos contagiados por el virus.
Nuestro padre trabajaba como jornalero. Somos de un pueblo llamado Puttokuntra,
donde viven unas doscientas familias. A veces, él y otros iba a trabajar fuera. Como
peones, en la ciudad. El caso es que él se contagió de VIH. Lo sabía. ¡Lo sabía y no dijo
nada!
Él contagió a mi madre. Y luego caímos mi hermano y yo. ¡Sin saber nadie nada de lo
que estaba pasando! Odié a mi padre. Él ha fallecido, murió cuando la niña tenía cinco
meses. Pero nunca pude perdonarle.
No me lo dijeron directamente. Hablaron dos o tres veces con mi madre. Cuando al fin
me dieron la noticia de que estaba infectada, me encerré en una habitación. No quería ni
ver ni hablar con nadie. Me pasé los días llorando. No podía entenderlo. Juré que nunca
me casaría. Que nunca confiaría en un hombre. Luego empecé a asistir a reuniones en la
Fundación. Nos hablaban. Nos daban esperanza. Nos decían que esto no era el fin del
mundo. Que podíamos reconstruir nuestras vidas. Que podíamos levantarnos. Había
tratamientos nuevos. El VIH no era una peste incurable ni una maldición divina. Pero lo
que más me chocó en aquel momento es que también nos decían que podíamos llevar
una vida normal. Que podíamos vivir el amor. Que podíamos tener hijos. ¿Hijos? ¿Y el
virus qué?
En esas reuniones conocí a Surehbabu. Él se había contagiado a los veintiséis años.
Había tenido relaciones sexuales de riesgo, sin preservativos. Estuvo muy enfermo, a
punto de morir. Perdió en poco tiempo cuarenta kilos de peso. Cuando coincidimos en
las reuniones, empezaba a recuperarse. Un día cruzamos las miradas y nos sonreímos.
Me gusta cómo es. Dulce, silencioso, cariñoso. Los dos hemos renacido y conocemos la
fragilidad de la vida y también su fuerza. Nos casamos en una fiesta sencilla, en un
templo que nos gusta, en Thirupathi. Fuimos las dos familias en autobús. Nos hicimos
muchas fotos. Comimos. Bailamos.
17
Yo tenía miedo a quedar embarazada. Pero los médicos del hospital de Bathalapalli me
daban confianza. El tratamiento de antivirales tuvo efecto. La niña nació sin VIH. Esta
vez lloré de alegría. Y en año y medio los análisis de seguimiento han dado negativo.
Pero no vamos a tener más hijos. Me he hecho ligadura de trompas. La vida ya nos ha
dado a Sivaratna.
Sí, tenemos ayudas. El gobierno nos facilita los antivirales de primera línea. Y cuando
necesitamos algo más, nos apoya la Fundación. Surehbabu trabaja en el suministro de
agua. Yo he empezado a estudiar. Sí, quiero estudiar. Aprender a hacer saris, pero
también estudiar. Como mi niña.
18

UNA JAULA EN DELHI
Nagalakshmi huyó de la prostitución tras años de vejaciones y torturas
Segunda historia de mujeres en la India extraídas del libro 'Rumbo a las
estrellas, con dificultades' sobre el trabajo de Vicente Ferrer Lathama, Sindu y
el labio leporino
No, si me tapo la cara no es por religión. No quiero que me la veas. Los ojos no
importan. Así sabrás que digo la verdad. No importa si lloro. Y así puedo ver yo
también. Leer tu cara.
Dices que eres un escritor, pero eres un hombre.
No me ha quedado muy buena impresión de los hombres, sean quienes sean. Aunque,
bueno, uno, gracias a uno pude escapar. Sí, debo ser justa, uno me ayudó. Me dijo: "Tú
no puedes estar aquí". Se arriesgó. No, yo no podía seguir allí. No creo que hoy estuviese viva. Pero otras tampoco podían seguir allí. En aquel burdel, como esclavas.
Me casaron a los doce años. Me casaron con mi tío, de cuarenta y cinco años, el
hermano de mi madre. No había tenido aún mi primera menstruación. No sabía nada
de sexo. Ni siquiera nos hicieron una foto de boda. Me llevaron a vivir a una cabaña
compartida, donde vivían una hermana de mi marido y una hermana del marido de la
hermana de mi marido, con sus hijos. Desde el principio me trataron como a una criada. No me querían. Yo trabajaba y trabajaba. Pero, aun así, mi marido me pegaba. Me
puse muy enferma. Me vinieron a buscar mis padres. Cuando me puse mejor, trabajaba
para alimentar a mis padres. Ellos son muy mayores, salía a pedir. Una vez me visitó
una mujer y me habló de ir a trabajar a una ciudad grande, al servicio doméstico,
19
donde ganaría unos miles de rupias. Al principio, me negué. Pero me visitaba, me hablaba de mi miseria y de la vida diferente que podría llevar.
Yo le daba vueltas y vueltas. Todo el día pensando. Me abandonó mi marido, no tengo
nada en qué apoyarme. ¿Qué hago aquí? Al fin le dije a la mujer que sí. Vino a
buscarme y fuimos en tren a una ciudad llamada Kadiri. En la casa donde me llevó
había un joven, que me vigilaba todo el tiempo. Fue allí donde me compraron, según
supe luego. Me vistieron con un burka y me llevaron en un rickshaw a la estación del
tren. Los billetes eran para Delhi. Me llevaron a una casa grande. La señora dijo que
era la madre del joven de Kadiri. Tampoco eso era verdad. Me vistió, me dio de comer,
me llevó a una peluquería donde me cortaron el pelo. «Te van a poner guapa», me dijo.
En el centro de estética había una chica que conocía, de cerca de mi pueblo. Llevaba
una minifalda y me dijo que yo tendría que vestirme igual. Estaba muy asustada.
No entendía. ¿Por qué tenía que vestirme así? Ella me explicó toda la realidad.
No me puse la minifalda. Me vestí con un sari. Y la dueña se enfureció. Me dijo a la
cara: "Eres estúpida, te he comprado por setenta mil rupias. Si quieres volver, trabaja
para pagarlas". Me golpeó sin parar con un palo hasta destrozarme el sari y vestirme
como ella quería. Yo no podía comer. Me negaba a acostarme con los clientes.
Entonces me ató a un poste, en medio de la sala, machacó guindillas verdes y me las
metió en los ojos. Yo pedía agua, pero ella amenazaba a quien quisiera ayudarme. Tuve
que aparentar que le haría caso. Fueron tres años de suplicio. Yo no hacía lo que ella
quería y volvía a golpearme. Pensé en el suicidio. Iba a hacerlo, matarme. Durante un
tiempo me mostré dócil, para que ella se confiase. Ella se fue a una fiesta y un
vigilante habló conmigo. Él había visto todas las palizas. Me dijo: "Tienes que huir, tú
no puedes seguir así". Y me dio el dinero para poder comprar un billete de tren.
Fue así como volví a Anantapur. En el pueblo, nadie me respetaba. Mi madre había
muerto. Mi padre solo me hablaba si le llevaba algún dinero. La gente no sabe la
realidad de estas cosas. Si te ha pasado algo malo, piensan que eres culpable. Pero
también hay otra gente que es de otra pasta, que no se deja engañar por las apariencias.
Gente que emigró y que conoce las amarguras. Fue entonces cuando oí hablar de la
Fundación. Me acerqué al centro de asesoramiento en Gandlapenta. Conté lo que me
había sucedido. Eran mujeres que escuchaban, trabajadoras sociales. Me trataban como
persona. Pude visitar los talleres, de saris, de imprenta, de incienso, de compresas,
donde trabajaba gente que había pasado por situaciones terribles. Estaban contentas,
vivían otra vida. Estaban protegidas y entre ellas se ayudaban. A mí me dieron un
préstamo para abrir un pequeño quiosco. Estamos organizadas. Nos reunimos.
Denunciamos las redes de prostitución. Y nos damos cuenta de que somos fuertes
porque no nos callamos. Cuando nos han querido hacer daño, reaccionamos unidas. Y
si hay algún caso de corrupción policial, o de desatención, hemos ido a los jefes. Si
uno no escucha, acudimos a otro. A la administración. Ahora nos respetan.
Si me cubro, no es por ocultarme. Así tampoco sabrás qué ha pasado con mi rostro, si
soy bella o no. Tengo treinta años, mi nombre es Nagalakshmi. Soy dalit. No volveré a
casarme. No confío en los hombres.
En el libro Vicente Ferrer. Rumbo a las estrellas, con dificultades (RBA), Manuel
Rivas siguió las huellas de Vicente Ferrer (1920-2009) desde su adolescencia
republicana en España hasta su lucha para transformar la desértica Anantapur, en la
India, en un territorio de la esperanza. La clave de esa revolución del siglo XXI ha sido
el situar a la mujer en el corazón y la vanguardia de la comunidad. Aquí se cuentan en
primera persona algunos testimonios de ese tránsito: entre la opresión y la reexistencia.
20
5. PIGMALIÓN Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA DIOSA TRIPARTITA.
ESCULTURA, MUJER Y ESCLAVA DE SUS CONCEPCIONES.
Pigmalión y su Diosa encarnada: Angelo Bronzino
En la mitología griega PIGMALIÓN (en griego antiguo Πυγμαλίων) es un rey de
Chipre que además de ser sacerdote, era también un magnífico escultor. Su obra
superaba en habilidad incluso a la de Dédalo, el célebre constructor del Laberinto. Se
destacó siempre por su bondad y sabiduría a la hora de gobernar.
Durante mucho tiempo Pigmalión había buscado una esposa cuya belleza
correspondiera con su idea de la mujer perfecta. Al fin decidió que no se casaría y
dedicaría todo su tiempo y el amor que sentía dentro de sí a la creación de las más
hermosas estatuas.
Así, realizó la estatua de una joven, a la que llamó Galatea, tan perfecta y tan hermosa
que se enamoró de ella perdidamente. Entonces, soñó que la estatua cobraba vida.
Ovidio dice así sobre el mito en el libro X de Las metamorfosis: «Pigmalión se dirigió a
la estatua y, al tocarla, le pareció que estaba caliente, que el marfil se ablandaba y que,
deponiendo su dureza, cedía a los dedos suavemente, como la cera del monte Himeto se
ablanda a los rayos del sol y se deja manejar con los dedos, tomando varias figuras y
haciéndose más dócil y blanda con el manejo. Al verlo, Pigmalión se llena de un gran
gozo mezclado de temor, creyendo que se engañaba. Volvió a tocar la estatua otra vez,
y se cercioró de que era un cuerpo flexible y que las venas daban sus pulsaciones al
explorarlas con los dedos.»
21
Cuando despertó en lugar de la estatua se hallaba Afrodita, que le dijo "Mereces la
felicidad, una felicidad que tú mismo has plasmado. Aquí tienes a la reina que has
buscado. Ámala y defiéndela del mal". De esa forma Galatea se transformó en una
mujer real.
Este simbolismo nos dice mucho acerca de la bipolaridad entre la diosa, la mujer que
Pigmalión creó en su conciencia, modelada en el inconsciente a su medida, la mujer
ideal con la que todo hombre sueña, y la esclava. Diosa convertida en mito inalcanzable
desde el momento en que se encarna y torna mujer verdadera. La díada se convierte en
cierto modo en la tríada de la que hablo en mi trabajo.
De alguna manera Pigmalión realiza una construcción ideada en su sí mismo de una
diosa imaginaria, y, al convertirla en objeto de sí mismo, hace de ella una esclava a la
que somete y absolutiza. Ya sea desde el universo imaginario de la conciencia, ya
cuando se convierte en mujer de carne y hueso. El vínculo de la diosa imaginaria-mujeresclava de su creación permanece latente en el "Efecto Pigmalión". Rey de los
imaginarios colectivos de los hombres como dueños de las mujeres-estatua a las que
modelan a su imagen y antojo. Es una demostración de la lateralidad de la mujer
absolutizada, la mujer esclavizada por la conciencia del "Otro varón".
Desde la creación de un mito, de una diosa inalcanzable, hasta la materialización de sus
deseos, Pigmalión es una representación de la dialéctica existencial del vínculo entre
hombre y mujer, un vínculo que esclaviza, a la vez que libera, un vínculo complejo de
perspectivas opuestas pero complementarias. Así es la mujer que crea el mito: Ideada en
los caminos de la ensoñación, dibujada y modelada desde los recovecos más profundos
del opuesto, a la manera de un artesano que compone su obra ideal. La idealización nos
puede engañar, así, en el momento en que desaparece la imagen de la Diosa, y se
presenta como mujer, el mito se difumina.
El presente se nos muestra como una traslación de la imaginería donde el mito de
Pigmalión se encarna en las estructuras de conciencia de la colectividad masculina. La
idealización de la mujer en los imaginarios de lo masculino nos acerca a las
tranferencias donde la ritualización de los conceptos que hace del vínculo hombre-mujer
se encarna en la mujer-imagen de los espacios del consumo. Un salto donde los
presupuestos de lo que debe tener sentido como mujer idealizan de nuevo para elaborar
cánones donde las diosas imperan en el mundo de la imagen, el mundo del consumo y la
publicidad. La presencia del mito condiciona los presupuestos conceptuales y los
vínculos con la diversidad del ser mujer-diosa y esclava, ahora de la imagen colectiva.
Supervivencia de un pasado que los determinismos publicitarios se han encargado de
traer al presente.
22
23
Descargar
Colecciones de estudio