¿Cómo duermen? E n Colombia cada año llegan a Medicina Legal entre quince mil y diecisiete mil víctimas de alguna forma de delito sexual, que corresponden a tan solo entre el 2% y el 5% de los casos totales ocurridos. La mayoría de las víctimas son niñas completamente indefensas. Aún en los países que llamamos desarrollados la cantidad de víctimas que aparece en el sistema forense no pasa del 12%, lo que quiere decir que la mayor parte de las víctimas no puede denunciar el delito o simplemente toma la ruta del silencio que normalmente el abusador le impone. El abuso sexual de los niños y las niñas es el uso de estos para la satisfacción de las necesidades de un adulto, más frecuentemente un hombre, un adolescente u otro niño, sin consideración del desarrollo psicosexual ni del impacto que el acto abusivo va a causar sobre la mente y el cuerpo del niño o la niña víctimas. Muchas víctimas llegan a la vida adulta sin haber tenido ni siquiera la oportunidad de haber podido poner en palabras el dolor, la rabia, la humillación, los sentimientos de haber sido traicionadas por quien debería haberlas protegido y, por supuesto, cargando todo el peso del trauma infinitamente solas, desprovistas de solidaridad, protección y justicia. Algunas de las madres de los niños se atreven a desafiar el estigma social, los mandatos del abusador, las dificultades económicas, los altos costos de los abogados, y denuncian el delito que se ha cometido contra su hija para encontrarse con funcionarios fríos, resistentes al dolor, incapaces de entrevistar adecuadamente a los niños, ignorantes de la investigación científica a nivel mundial, sin nociones por lo menos básicas sobre el desarrollo infantil, con dificultades enormes de relación con el género femenino, con visiones prejuiciadas de las mujeres y los niños que ejemplifican con frases como: “Las mujeres siempre mienten” “Sólo quiere vengarse del marido, porque la abandonó” -“Esta es una niña mentirosa” -“Agradezca que no le quito la niña, por inventarse todo esta mentira contra el padre” “Si no acepta las visitas con el padre, le quito la custodia de las niñas” “¿No te habrás confundido y realmente te soñaste lo que estas contando sobre tu padre?” “Piense señora, que todos los niños necesitan tener a su padre.” Y muchas otras, que quedan para siempre grabadas en la mente de las víctimas y sus madres, y les confirman lo que el abusador les había pronosticado: -“Nadie te va a creer”, y constituyen una forma sistematizada de revictimización que demuestra nuestra incapacidad para proteger a los niños. No existe mayor victimización, que la falta de justicia para nuestros niños. No existe mayor victimización, que dejar a la victima sola en su dolor, dándole mayor credibilidad al abusador, solo porque es hombre y adulto. A veces me pregunto, por qué ante los casos que publican los medios de comunicación, las reacciones son extremas, por ejemplo al pedir que se autorice la pena de muerte para los abusadores. Pero cuando la víctima llega a los sistemas de Justicia y de Protección, la reacción no es la misma que se tuvo frente a la noticia. Es como si al llegar al Sistema, se invirtieran los papeles y ahora quien denuncia está sujeto a ser evaluado no ya como víctima sino como posible victimario de su propio abusador. Es como si cualquiera que se atreva a creer en los niños y en su experiencia de abuso sexual, pudiera estar loco. Una prueba de esto es la costumbre reiterativa de pedir un examen psiquiátrico-forense a la madre que denuncia, y a veces, hasta a la abuela que le cree a la nieta, asumiendo irrespetuosa e inconstitucionalmente, que por creer en el abuso sexual, podrían estar delirantes o sufrir de alguna extraña patología mental no descubierta aún por la ciencia, que haga que el niño hable de un abuso sexual imaginado, y no de una experiencia real vivida. Otra prueba es la forma como denigran, descalifican y atacan a quien por su conocimiento, preparación y habilidad, logra que el niño le cuente los eventos del abuso sexual vivido. Así se pone toda la presión sobre la víctima y no sobre el posible criminal. La hostilidad del sistema judicial y de protección, es infinita contra las víctimas, especialmente contra la madre de la niña. A veces pienso que esos funcionarios, tienen en su inconsciente la imagen de la madre perfecta y omnipotente característica de la infancia, que puede proteger de cualquier peligro a la niña, le “cobran” a la madre real su propia incapacidad de proteger a los niños del abuso sexual. Creo que muchos funcionarios no han aprendido a ver qué, de su propia historia, les impide evaluar adecuadamente los casos. Y creo que, en la mayoría de los eventos de abuso sexual, cedemos a la tentación de creer que nosotros, la especie humana adulta, somos mejor de lo que realmente somos. Especialmente cedemos a nuestra propia visión idealizada de los padres y su relación con los hijos. Negamos que el abuso sexual es una dura realidad para muchos niños y niñas, y que, de no juzgarse y protegerse adecuadamente, la víctima estará otra vez a merced del victimario, para el próximo abuso. Por eso a veces me pregunto ¿Cómo duermen? ¿Cómo no recuerdan que mientras ellos descansan plácidamente, la víctima esta otra vez a merced de su victimario? ¿Cómo duermen? ¿Cómo duermen mientras la víctima espera despierta, tal vez rezando, que esta noche el abusador no venga a su camita? ¿Cómo duermen mientras la víctima espera que, tal vez esta noche, algún adulto va a protegerla, para volver a tener la misma esperanza, la próxima noche? ¿Cómo duermen? ¿Dormiría usted si la niña fuera su hija? Isabel Cuadros Ferré Médica Psiquiatra Directora Ejecutiva Asociación Afecto contra el maltrato infantil