Buenas tardes: Me llamo Leopoldo, familiarmente me llaman «Leito», soy el sobrino mayor de Consuelo. Mi tía Consuelo. Cuantos recuerdos y vivencias, se me pasan por mi mente, recordando mi niñez y adolescencia. En las largas temporadas de verano, que pasábamos en el pueblo con mis abuelos: Basiliso y Rafaela. Siendo mi tía mozita, mi abuela Rafaela, la encomendó la tarea de cuidarme y estar pendiente de mí. Recuerdo sus juegos en la Hoya, recuerdo sus paseos hasta el río, recuerdo los viajes a por agua a la fuente, recuerdo los viajes al huerto, con la barriguita del abuelo «Benito» (Calamares), recuerdo los comentarios del abuelo (Basiliso) sentado sobres sus rodillas. Mi tía, fue creciendo, de vez en cuando viajaba a Madrid y pasaba por mi casa, y también me cuidaba. Se echó novio (Mi tío Ángel) y alguna sesión de cine he compartido con ellos. Se casaron, tengo un recuerdo especial del día de su boda. Mi tío Ángel, que buena persona era, tan alegre, tan divertido y sobre todo ausente de la naturaleza. Recuerdo con nostalgia, en unos reyes, mi primer balón de reglamento, que me lo regaló él, era viejo, pero lo cosió y pinto de tal manera que parecía nuevo. El único defecto que tenía, era el olor a pintura que desprendía. Pero de verdad, me hizo ilusión. Los años iban pasando, nacieron mis primos Miguel Ángel y Marimar. Con los cuales hemos pasado muchas veladas junto a mis hermanas y yo. Ya que mis padres subían al Escorial a menudo, a compartir con mis tíos comidas y meriendas. La vida según nos vamos haciendo mayores, hace que los encuentros se vayan alargando, y que cada uno vaya sacando como pueda a su familia adelante. Y que solo nos viéramos en acontecimientos patronales (Bodas, comuniones, entierros, etc.). Pero de todas formas, siempre he sabido de ti, y he convivido (desde la distancia), ya que a través de nuestros padres adoptivos (tío Pedro y tía Piedad) que ya sabes es donde nos recurrimos todos (ya que siempre han estado) (El tío Pedro hasta que murió y la tía sigue ahí) Y he estado contigo, en tus sufrimientos, enfermedades y momentos de dolor. Y hoy, 60 años después (junto con mi mujer María) estoy compartiendo contigo, este momento y este día tan importante para ti (con familiares y amigos). Tengamos un recuerdo para familiares y amigos que no han podido estar con nosotros. Gracias tía, por ser un ejemplo de superación de tomarse la vida, de la manera que te la tomes. De ser alegre, despreocupada, que hace que te vea tremendamente feliz. Y me cabe saber que una vez leamos tu libro, lo comprobaremos. Te deseo, mucha salud y que todo lo que te quede de vida, te encuentres más rosas que espinas. Un beso de tu sobrino Leito.