Lilian moller gilbret Si además de ser capaces de recordar la comodidad que supone poder pedir los ladrillos en palets o de apreciar las ventajas que suponen los modernos andamios, sois de los que entran en la cocina y saben valorar la comodidad de usar una batidora eléctrica, alojar botellas o alimentos en la puerta del frigorífico o no tener que agacharse ni tocar la tapa del cubo de basura para usarlo, seguid leyendo esta biografía, para saber a quién debemos estos adelantos. Pero antes reflexionemos en lo injusta que a veces es la historia, y sobre todo con las mujeres, como lo ha sido con la protagonista de este artículo: la ingeniara americana Lillian Gilbreth. A nadie le sorprende ya encontrar más alumnas que alumnos en las escuelas de arquitectura o ingeniería, o a una mujer dirigiendo la construcción de un edificio. Desde el año 2004 podemos por fin ver a una mujer en la lista de los Premios Pritzker de Arquitectura, la británica de origen iraquí Zaha Hadid (¡bravo Zaha!). Sin embargo es difícil encontrar una figura femenina para incorporar en esta sección, que desde luego pienso que hace falta. Una mujer que no haya significado algo por ser mujer, sino por su propio trabajo. He pensado, entre otras figuras, en Matilde Ucelay Maórtua, la primera mujer que obtuvo el título de arquitecto en España en 1936 y que también en el año 2006 recibió merecidísimamente el premio nacional de arquitectura a los 92 años. Pero en realidad quería a una mujer que haya aportado algo más que ser la primera mujer en hacer algo, y que además estuviese relacionada con la construcción, y al final he optado por presentaros la biografía de una extraordinaria mujer, una de esas personas que tiene un puesto propio en la historia, y que no sólo destacó en su trabajo por ser mujer, al contrario, en muchas ocasiones como veremos, fue a pesar de ser mujer, y no sólo eso, a veces ni siquiera su nombre aparecía en sus trabajos, por ser el nombre de una mujer. La vida ejemplar de Lillian Gilbreth, además de una injusticia histórica, es algo que se debe conocer (en Estados Unidos se conoce), pero tal como fue. Sería también una injusticia en sentido contrario no citar a su marido Frank, pero en el lugar que le corresponde. Lillian, mientras vivió Frank ocupó aparentemente un segundo puesto tras él, aunque como veremos sus méritos no correspondían con ese lugar. Las aportaciones, en cualquier caso de Lillian Gilbreth al mundo de la construcción, y al mundo laboral y doméstico en general son importantísimas desde el punto de vista de mejorar el rendimiento de las tareas además de las condiciones personales de los trabajadores. Lillian Gilbreth es, en cualquier caso, un ejemplo a conocer en la historia de la ingeniería. Esta biografía está dedicada a ti, que siendo brillante en el desarrollo de tu profesión no has renunciado a ser madre, y que además, has sabido valorar y hacer feliz al hombre que siempre te ha apoyado. Lillian Evelyn (Möller) Gilbreth (Oakland, 1878-Phoenix, 1972) ingeniera, psicóloga, profesora y madre de familia numerosa es, fundamentalmente, la madre de la moderna gestión empresarial. Ella y su marido Frank Bunker Gilbreth (1868-1924) fueron los pioneros en algunas técnicas de gestión empresarial que aún se emplean actualmente en la construcción y en otras industrias. Lillian fue además una de esas primeras supermujeres, capaces de combinar una carrera brillante con una vida familiar clásica: fue una prolifica autora, obtuvo diferentes licenciaturas y fue la madre de doce hijos. Quizás encontremos a veces que es mejor recordada por su maternidad, ya que dos de sus hijos, Frank Gilbreth Jr. y Ernestine Gilbreth Carey, escribieron los populares libros Cheaper by the Dozen (1949) en y Belles on Their Toes (1950), que fueron llevados a la gran pantalla en más de una ocasión, y en los que cuentan sus experiencias en el seno de una familia grande y famosa, aunque Lillian Gilberth no solamente fue madre de familia. La joven Lillian Evelyn Möller fue una alumna destacada en el instituto y decidió en principio estudiar música y literatura, aunque su padre no veía por ningún lado la necesidad de que una mujer accediese a una enseñanza superior, siendo de los que pensaban que le bastaban los conocimientos que le sirviesen para llevar una casa eficazmente. Pero Lillian le convenció para que la dejara asistir a clase en la Universidad de California, en Berkeley mientras viviera en casa y atendiera las tareas domésticas, y ya que estudiaba allí un primo suyo. Cuando en 1900 ella obtuvo su B.A. (Bachelor of Art, es decir, licenciatura en la rama de letras) en literatura, se convirtió en la primera mujer que recibió el alto honor de pronunciar el discurso en la ceremonia de graduación de la Universidad de California. Después se trasladó a Columbia, pero una enfermedad la obligó a regresar a casa en California, tras un año, en dónde volvió a la universidad obteniendo en 1902 su Master en Literatura, que celebró con unas vacaciones en barco. En Boston, donde estuvo una temporada antes de embarcar fue donde conoció a su futuro marido Frank Gilberth. Frank le propuso matrimonio a Lillian tres semanas después de su regreso de Europa, y una vez juntos empezarían al tiempo que su vida matrimonial algunos de los estudios más importantes en cuestiones de dirección de empresas. Frank Gilbreth era un hombre eminentemente práctico y con talento que llegó a montar su propia empresa constructora habiendo empezado de albañil, y que, aun no habiendo ido nunca a la escuela, siempre había estado interesado en las investigaciones para mejorar los rendimientos en el trabajo. Tras casarse con Lillian, Frank montó una consultoría de empresas en la que su mujer colaboraba. En 1910 se fueron a vivir a Rhode Island, después de que Lillian convenciera a Frank para que vendiese su empresa constructora y se dedicasen por entero a la investigación. Lillian estudió en la Universidad de Columbia. En principió quiso estudiar Inglés, pero el famoso crítico Brander Matthews no admitía mujeres en sus clases, así que se decantó por la psicología, que estudió con Ashley Thorndike. En su tesis doctoral, que leyó en 1915 con cuatro chiquillos a cuestas, y que se tituló Psychology of Management, Lillian marcó las pautas para los lógicos y sistemáticos principios de la moderna gestión empresarial, poniendo el acento en la importancia de las relaciones humanas así como la necesidad de reconocer las diferencias entre los distintos trabajadores y sus necesidades particulares desde el punto de vista psicológico. Los conceptos de justicia y felicidad estaban asimismo incluidos en un mismo análisis e interpretación de su visión de la gestión empresarial. Lo que hacía a las ideas de Lillian Gilbreth diferentes y únicas era precisamente el punto de vista que la psicología le ofrecía de la gestión empresarial, y la integración que hizo de ambas materias, siendo por lo tanto la pionera de lo que ahora se denomina psicología de la organización industrial. Este trabajo, debido a los prejuicios de su editor, que era reacio a publicar el trabajo de una mujer, se publicó bajo con el nombre de su autor en la ambigua forma de L. M. Gilbreth. Aun así, Lillian Gilbreth comenzó a tener una gran reputación como experta en el campo de la gestión industrial. Si Frank se preocupaba en los aspectos técnicos de la eficiencia del trabajo, a Lillian le interesaba el aspecto humano del mismo. Las ideas de Lillian que durante su vida no fueron aplicadas en toda su dimensión, indicaban la dirección a la que se dirigiría la moderna gestión empresarial. Ella enunció que los trabajadores estaban motivados por diferentes factores los que llamó incentivos indirectos, entre los que se incluye el dinero, e incentivos directos, entre los que se encuentra la satisfacción propia del trabajo. Su trabajo junto a su marido ayudó a crear la standardización, los incentivos salariales y la simplificación del trabajo. Lillian fue de las primeras en darse cuenta de que los efectos de la fatiga y del estrés en el rendimiento laboral. Hay que pensar, por todo esto en que los trabajos de los Gilbreth son una mezcla de la aplicación de los conocimientos eminentemente prácticos de Frank y la sensibilidad y la preparación académica de Lillian, ambos trabajaron desde el principio como verdaderos socios, apasionados para encontrar la mejor manera de desarrollar cualquier tarea para incrementar su eficacia y productividad en la industria. Podemos decir que lo más importante es la simplificación del trabajo, o mejor dicho, la racionalización del trabajo, basadas en respecto y la dignificación tanto de la trabajador como del propio trabajo, es lo que alguna vez se ha definido como la aplicación organizada del sentido común. Hay que reconocer que la idea, según parece, fue preconizada por Frank cuando contaba diecisiete años (o al menos eso es lo que nos ha llegado, yo personalmente veo más el talento de Lillian en todas estas investigaciones), cuando empezaba a trabajar como albañil. Sea como fuera, los Gilbreth estudiaron las maneras más fáciles y más rápidas de llevar a cabo las tareas manuales. En su libro Bricklaying Sistem (Sistemas para asentar ladrillos), Frank llegó a estudiar los movimientos que un albañil hacía para asentar un ladrillo, desde que tomaba este con su mano hasta que lo asentaba en la fábrica, y según sus estudios pudo reducir el número de movimientos necesarios de 18 a 4, logrando pasar, en ciertos trabajos de 120 ladrillos por hora a 350. Además diseñó y patentó un andamio especial con plataformas para colocar los ladrillos y el mortero, además de otros inventos, como el sistema de empaquetamiento de ladrillos que hoy conocemos como palets. Además los Gilbreth llevaron a cabo numerosos estudios acerca de la eficiencia industrial en los años siguientes, acerca de los principales factores que afectan a la productividad de los trabajadores así como la manera de mejorarla. Encontrando que una de las mejores maneras de incrementar la productividad era la de crear un organigrama, asignando a cada trabajador las tareas más adecuadas para su aptitud. Estos estudios además pasaban por el diseño de las herramientas, los diagramas de flujo de los procesos, análisis de movimientos y micro movimientos usando cámaras de cine, la cronociclografía usando técnicas especiales de iluminación, maquetas de los trazados de las factorías, mediciones de tiempo, etc. Los Gilbreth denominaron therblig (palíndromo de Gilbreth) a cada uno de los movimientos fundamentales o básicos en cada tarea, de cuyo estudio y análisis se llega a la optimización de la tarea. Ambos esposos compartían los mismos objetivos en lo que se refiere a aplicar todo lo que descubrían acerca del conocimiento de la gestión científica a cualquier campo fuera de la industria, en este sentido emplearon esfuerzos y talento en ayudar y desarrollar con eficacia algunas técnicas quirúrgicas y métodos de rehabilitación para personas con minusvalías. Los Gilbreth impartieron talleres en su propio domicilio en los cuales directivos de empresas aprendían a usar sus técnicas, además de sus trabajos como asesores, en cuya calidad también viajaban y visitaban las empresas en las cuales sus técnicas eran aplicadas. Fanáticos de la eficacia como eran, a veces desarrollaron métodos que podríamos calificar de heterodoxos, que experimentaban en la organización de su propio hogar fuese sobre ruedas. No sólo aplicaron los principios de la gestión científica empresarial en su propia casa, sino que ésta les servía de laboratorio, haciendo que el hogar de los Gilbreth pareciese mini-factoría. Un apunte divertido en el cuaderno de bitácora de la familia Gilbreth y que nos podría aclarar bastante podía ser algo como esto: Frank filma en un tomavistas a sus hijos trabajando en las tareas de la casa, para encontrar la forma de mejorar la ejecución de las mismas (por ejemplo, lavar platos) más rápida y eficazmente. El proceso se refleja en unos gráficos que se cuelgan el cuarto de baño de forma que hasta los hermanos más pequeños puedan verlos cada mañana y los deben recordar mientras se lavan los dientes, se lavan, se peinan o hacen sus camas. Por la tarde, cada niño debe anotar su peso y reflejarlo en una gráfica, tras rellenar en otros cuadros datos tales como el cepillado de dientes, en lavado de la cara o la ejecución de los deberes. El consejo de familia se reúne semanalmente para elaborar un presupuesto doméstico y para asignar las tareas habituales. Los hijos que quieren obtener más dinero proponen trabajos (pintar la cerca, limpiar el jardín) para lo cual hacen ofertas económicas, y como en una subasta pública el trabajo lo hace quien oferta el presupuesto más bajo. Se crean comités familiares para hacer las compras o para controlar el consumo eléctrico o de agua tomando nota de si alguien se deja una luz encendida o un grifo abierto. Se designan a los encargados de comprar los regalos de cumpleaños y otras ocasiones. El hogar de los Gilbreth estaba mejor organizado que algunas empresas en las que he trabajado. Como consecuencia de su trabajo en común, Lillian y Frank publicaron varios libros, en que desarrollaron sus estudios sobre la gestión y la sistematización del trabajo, tales como Concrete System (1908), Motion Study (1911), A Primer of Scientific Management (1912) además del mencionado Bricklaying System (1909). Sin embargo, en todos estos libros encontramos que no figura Lillian como coautora, debido a la mentalidad de los editores que no confiaban en que el público aceptara estas obras si sabía que estaban escritos por una mujer. Lillian siempre aceptó esta situación sin importarle que no se reconociera su labor públicamente, y yo algunas veces pienso si no lo hacía a propósito, es decir, conocedora de los prejuicios de la sociedad de su época utilizaba a su marido para que sus trabajos pudiesen ser publicados. Pero Frank murió en 1924 a los cincuenta y seis años, y Lillian tuvo que continuar sola su trabajo además de sacar adelante a su docena de hijos. Y al principio realmente no fue fácil, ya que muchos empresarios rechazaron hacer negocios directamente con una mujer, y en esa época muchos contratos de asesoría se cancelaron o sencillamente no se renovaron. Lillian no se acobardó por eso y promovió sobre todo el trabajo en casa con los talleres para directivos, lo que le permitía estar más cerca de sus hijos, esto no era tampoco tarea fácil, ya que muchos directivos eran también renuentes en lo que se refiere al magisterio femenino en el mundo de la gestión. Siendo asesora de los grandes almacenes Macy's de Nueva York, Lilian llegó a trabajar como vendedora, para tener una visión subjetiva de las condiciones de trabajo. Tuvo tanto éxito en esta tarea que la empresa la contrató para impartir cursos a sus directivos. Tras el éxito en Macy's, Lillian Gilbreth recibió bastantes encargos de otras empresas, para dar cursos a sus directivos, así que desde entonces empezó a dar cursos regularmente tanto en diferentes colegios y universidades como fueron Bryn Mawr, Rutgers y Purdue University. En 1926 fue la primera mujer que formó parte de la American Society of Mechanical Engineers. En 1935 ingresó como profesora de gestión empresarial (management) en la Escuela de Ingeniería de Purdue, fue también la primera profesora de esta escuela, en la que permaneció hasta 1948. En su despacho de consultora de empresas, trabajó con GE y con otras empresas en la mejora de las cocinas y de los electrodomésticos. Ella llegó a crear nuevas técnicas para ayudar a las mujeres discapacitadas a llevar a cabo las comunes tareas domésticas. Durante la Gran Depresión, Lillian fue incluida por el presidente Hoover en el Comité de Emergencia para el Desempleo. Ella no sólo trabajó en él sino que creó su propio programa a nivel nacional que llamó Share de Work, destinado a crear nuevos puestos de trabajo, y el cual se desarrolló con gran éxito. También colaboró con el Gobierno de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, cuando hizo falta reconvertir la industria de distinto tipo en industria armamentística. A Lillian Gilbreth le debemos también mucho de la estética y racionalidad de un elemento que hay en todas nuestras casas: la cocina. En este periodo trabajó también en los estudios que había comenzado años atrás en lo referente a los trabajadores de hogar, aplicándolos a mejorar su trabajo ahorrando tiempo y energía, cosechando en este campo también muchos éxitos, son inventos suyos cosas que ahora nos parecen muy simples talos como la batidora eléctrica, las repisas en el interior de las puertas del frigorífico o el famosícimo cubo de basura con pedal (¿utilísimos verdad?). The Homemaker and Her Job (1927) y Living with our Chilren (1928) son las publicaciones que dedicó a esta materia, y ambos libros muestran el gran conocimiento que tenía Lillian Gilbreth de las necesidades individuales, cuyo cumplimiento debe estar incluido siempre en los principios de la gestión empresarial. Lillian Gilbreth fue pionera por tanto también en la ergonomía, disciplina que estudia la adecuación de los elementos y herramientas de trabajo al trabajador, y concretamente en el trabajo doméstico; en este sentido puso siempre énfasis en su creencia de que los hogares deben ser lugares felices donde se consiga el cumplimiento de las necesidades así como un cierto grado de libertad. Hoy día, en la mayoría de las casas occidentales, los diseños de Lillian no está destinados ya a las empleadas de hogar, ni siquiera a las mujeres solamente, sino a toda la sociedad, teniendo en cuenta el cambio tan positivo que en este sentido nuestra sociedad ha experimentado. Lillian Gilbreth fue, en definitiva, una grandísima mujer, de la que si buscamos información en algunos manuales o enciclopedias sólo encontraremos una referencia a su apellido por haber estado casada con Frank Gilbreth, y en algunos casos ni siquiera eso, ya que el único "Gilbreth" que aparece es Frank Bunker, del que me atrevo a asegurar que aun siendo un hombre con algunos valores encomiables, si entró en la historia se debe a haber conocido a aquella joven californiana antes de partir en un crucero a Europa, aquella joven que demostró verdadero talento y capacidad de trabajo, aquella joven que sabía lo que quería y sabía conseguirlo, sin quitar protagonismo a su marido y sin salirse en ningún momento del lugar que una sociedad machista parecía otorgarle. Su vida profesional duró hasta que había sobrepasado los ochenta, y durante ella viajó por innumerables lugares dando conferencias y publicando trabajos sobre todas las cuestiones relativas a la gestión empresarial. Además del Presidente Hoover, formó parte de comités de asesoramiento de todos los presidentes hasta Johnson, siendo considerada en 1938 como una de las doce mujeres capaces de ocupar el puesto de Presidente de los Estados Unidos. La American Society of Mechanical Engineers (de la que como he dicho fue la primera mujer miembro) le concedió en 1944 la Gantt Gold Medal (que también fue otorgada a su marido Frank a título póstumo) y en 1966 la Medalla Hoover. Fue miembro también de la American Psicológica Association. Murió con noventa y dos años, habiendo recibido una veintena de titulaciones Honoris Causa. Su capacidad para combinar una carrera profesional y una familia propició que en 1944, la publicación California Monthly la definiera como un genio en el arte de vivir.