1 LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL Lo que suele llamarse «revolución industrial» transformó de arriba abajo la existencia de la humanidad y aceleró el ritmo de la Historia. Pero su aparición no fue repentina, sino consecuencia de un proceso espiritual iniciado desde mucho tiempo antes en la Europa occidental y cuyos primeros elementos fueron acumulándose durante la segunda mitad del siglo xviii en forma de descubrimientos científicos, inventos técnicos y nuevos métodos de trabajo. Muy importante fue también la influencia de los progresos de la navegación o, más exactamente, de cuanto los hizo posibles: la formación de tablas matemáticas, y la fabricación de cronómetros y otros aparatos de precisión. Así, Norbert Wiener ha podido afirmar, con justicia, que «la avanzadilla de los artífices de la revolución industrial estaba integrada, de una parte, por los relojeros que utilizaban las modernas matemáticas de Newton para confeccionar sus péndulos y sus relojes; y por otro lado, por los, fabricantes de instrumentos ópticos, con sus sextantes y sus telescopios. Ambos oficios tenían numerosos puntos comunes, exigían la construcción de círculos y rectas de precisión, y la división en grados o en pulgadas; sus instrumentos eran el torno y el cortafríos, y estos instrumentos destinados a tan minuciosos trabajos fueron los precursores de toda la actual fabricación de maquinaría asegurar el triunfo del espíritu del maquinismo, tuvieron que coincidir determinadas circunstancias. Aparecieron éstas en Inglaterra, cuyo comercio internacional comprendió claramente el interés por la fabricación masiva, mientras que los artesanos de otros países seguían trabajando en pequeña escala. Inglaterra era el país que practicaba el mayor comercio de ultramar, donde se 2 acumulaban los mayores capitales y se hallaba más avanzada la técnica económica del crédito. Tenía clientes en el mundo entero, aunque también competidores. Según vaticinaba una Memoria publicada en 1701, «el comercio con las Indias Orientales, al proporcionarnos artículos fabricados a más bajo precio que los nuestros, probablemente producirá el efecto de obligarnos a inventar procedimientos y maquilas que nos permitan producir reduciendo la mano de obra y a menor costo, y, por consiguiente, abaratar el precio de los objetos manufacturados». Indiscutiblemente, la necesidad de rivalizar con los obreros del Asia monzónica, con bajo nivel de vida y notoria habilidad manual, fue: el factor determinante que provocó gran numero de inventos técnicos en el campo de la industria textil. En 1733, John Kay inventó la lanzadera volante que permitía fabricar telas de algodón del ancho deseado, mientras que antes dicha dimensión se reducía a lo que abarcaban los brazos del operario. Cinco años más tarde, John Wyatt, en colaboración con Lewis Paul, ideaba una máquina para sustituir la rueca y el torno por la hilatura, pero este importante descubrimiento permaneció ignorado. Años más tarde (1767) John Hargreaves, ingeniaba la spinning-jenny —nombre derivado de su hija Jenny'— gracias a la que un solo obrero podía manejar hasta ciento veinte hilos a la vez. Por temor al paro forzoso, los obreros se opusieron a la divulgación de la spinning-jenny, sí bien ésta debía triunfar con los años, al propio tiempo que el invento de Thomas Highs, que consistía en una máquina de tejer, la 'water-frame accionada con volantes hidráulicos. Otro inventor, Samuel Crorapton, combinó en 1774 ciertos elementos de la Spinning~jenny y de la water-frame y construyó la mule-jenny que producía un hilo de tal finura y calidad que incluso podía tejer muselinas. Apareció en el generoso Richard Arkwrigth, que pronto abandonó su navaja de barbero para beneficiarse de una inmensa fortuna que no debía a sus propios 3 inventos, sino a haberse apropiado de los hallazgos ajenos. Hacia 1765, Arkwright construyó una máquina que facilitaba y al propio tiempo aceleraba «el proceso de hilado del algodón. Brutal e inculto, pero enérgico y notable organizador, dicho personaje representa el perfecto prototipo de la nueva clase de los industriales capitalistas surgida de la revolución. Cariyle no andaba sobrado de razón: fue el algodón precisamente lo que permitió a la Gran Bretaña costear las guerras contra Francia que llevó a cabo con sus aliados, de 1793 a 1815. Inglaterra salió victoriosa de la prolongada contienda y Richard Arkwright se hizo millonario. Ni el rey pudo negarse industria a otorgarle textil hacen un falta título de máquinas, para nobleza. las «Para máquinas se la precisa hierro, para el hierro hace falta hulla, y para todo es imprescindible que existan mejores comunicaciones.» Hasta fórmula resume a maravilla los diversos factores que constituyeron la base del nuevo industrialismo y describe las tareas que asumieron los británicos en la segunda mitad del siglo xviii. La era de la revolución industrial ofrecería al país una mayor prosperidad pero también mucha más miseria que ninguna otra; la historia de aquellos años demuestra que se tenia conciencia de tales problemas y pone de manifiesto cómo los resuelve el azar con relativa rapidez y como las soluciones se conjuntan para conducir a los seres humanos por nuevos caminos. REVOLUCIÓN EN LA INDUSTRIA TEXTIL Con anterioridad a la revolución técnica, algunos fabricantes habían decidido agrupar a los obreros en un mismo local, practicando con frecuencia la industria la de división la lana del —lavado, trabajo, principalmente desengrasado, vareo, en cardado, 4 peinado» hilado, tejido, tundido, desbrozado, etc.— y la fabricación en serie —por ejemplo, la de agujas»— excepcionales. La la artesanos que solían los alternar industria sus más eran actividades aunque extendida propietarios entre los sólo era de en la sus trabajos casos doméstica, en herramientas y del campo y su oficio manufacturero. Luego, el maquinismo precipitó la concentración laboral. En efecto, los nuevos materiales eran caros, embarazosos y complejos, y cada máquina debía ser manejada por varios operarios. En consecuencia, la producción fue concentrándose'"allí donde se disponía con facilidad de fuerza hidráulica y de este modo se fundamentaron las bases de lo que sería la fábrica moderna. Se había llevado a cabo una revolución en el hilado del algodón, pero e! movimiento no se limitó a ello sólo. No bastaba con hilar» sino que también era preciso tejer siguiendo el mismo ritmo, es decir, compensar la lentitud de producción en la artesanía, en el tejido con respecto a la hilatura. El problema fue resuelto, por Edmund Cartwright, eclesiástico, poeta y profesor de Oxford. En 1785, Cartwright registró la patente de un sistema mecánico que sincronizaba los cuatro movimientos del telar y lo ponía en movimiento mediante una máquina de vapor, el ingenio que Watt acababa de inventar. En lo sucesivo, dos telares de Cartwright, manejados por un solo aprendiz, eran capaces de tejer tres piezas y media de tela, en tanto que un obrero, por hábil que fuera, no podía tejer más que una. De ello se deduce la posibilidad de utilizar en gran escala el hilo producido y, como consecuencia, una baja en el precio de los tejidos y el aumento de la clientela. Antes se importaban de Oriente las telas de algodón, sobre todo de la India, mientras que a partir de entonces, los ingleses podían elaborar por sí mismos el algodón y producir telas de idéntica calidad que las extranjeras. «Para la industria textil hacen falta máquinas, para las máquinas se precisa hierro...» Al principio, las nuevas máquinas se fabricaban de madera, y aunque el 5 hierro fuera más idóneo, resultaba más caro en Inglaterra. En este terreno, la industria inglesa se mantuvo durante largo tiempo estancada en un nivel modesto, a pesar de los ricos yacimientos de mineral que poseía. Paralelamente, la importación de hierro, sobre todo de Suecia, alcanzaba cifras muy importantes; simplemente porque, al no disponer de grandes reservas forestales, Inglaterra producía en cantidad insuficiente el carbón vegetal imprescindible para la fundición. Sin embargo, el progreso técnico fue resolviendo e! problema, al igual que solucionara los de la industria textil. Las primeras tentativas se remontan a principios del siglo xviii. Abraham I Darby construyó una fundición en Coaibreokdale, en Escocia, y prosiguió sus experiencias hasta llegar a conseguir la transformación de la hulla en cok, ensayos que un siglo antes había emprendido Dudley. En 1709 culminaron con éxito sus trabajos, si bien fue su hijo Abraham II Darby quien en 1735 obtuvo el primer chorro de metal fundido sin emplear carbón vegetal. Por último, el perfeccionamiento de los altos hornos fue llevado a feliz término por Huntsman en 1740 y Cranage en 1766» con lo que el carbón se convirtió definitivamente en la base de la industria metalúrgica. En 1783-1784, un capataz de herrería, Peter Onions y un maestro herrero, Henry Cort, consiguieron «descarburar» la fundición, licuándola en un horno sin contacto con el Cok y añadiéndole luego un oxidante (escoria), en un horno de reverbero, a lo que se llamó puddlage. Luego, el lingote de acero era sometido a golpes de martillo para eliminar las escorias antes de ser laminado. Se iniciaba Industrial. carbón, misma tina nueva época Inglaterra poseía en cuyos región. yacimientos, Inglaterra en el proceso de revolución abundancia mineral de hierro además, descubría aparecían de este reunido: modo el en camino y una de su prosperidad que le revelaban las propias riquezas de su subsuelo, con lo que se 6 le abrían inmensas perspectivas. El empleo del carbón hizo aumentar la producción de hierro y el incremento de esta producción provocó la disminución del precio de la maquinaria, que ya se fabricaba de hierro y era utilizada principalmente para con baratas, de máquinas los más la extracción el importantes carbón recursos de la resultaba de la hulla; a por menor moderna consiguiente, precio. Inglaterra, Dos las industrias carbonera y siderúrgica, se acrecentaban conjuntamente y al mismo ritmo. Las primeras grandes empresas industriales surgen bajo la dirección de los precursores del capitalismo moderno. Richard Arkwríght, el «rey del algodón», funda una hilatura tras otra. Cuando visita sus fábricas, sueña con llegar a ser tan rico como para poder pagar toda la deuda pública del Estado británico. Uno de sus contemporáneos y colegas decía, refiriéndose a Arkrwríght: “Hizo más por su país que cualquier otra persona”. Por su parte, John Wilkinson, el «rey del hierro», logra cimentar, entre 1770 y 1790, las bases de un Estado industrial que rige con mano fuerte y autocrática». Construye los primeros puentes de hierro y concibe la idea de emplear el mismo material para la construcción naval. Los ingleses se encogen de hombros con aires de conmiseración, ya que los navíos de hierro les parecen un disparate y Wilkinson un enajenado. A pesar de ello, el «rey del hierro» no ceja en sus proyectos por descabellados que parecieran. En 1787, Wilkinson ya posee minas de hulla y de hierro, fundiciones y muelles en el Támesis. Por su parte, Mathew Boulíon ínstala en Soho, en las cercanías de Birmingham, una fábrica que en su tiempo fue famosa, consagrándose en cuerpo y alma a su empresa industrial. James Boswell le hizo una visita y lo describió como un 7 «capitán del hierro, rodeado de sus tropas». Fue precisamente Boufton quien hizo posible que Watt realizara su proyecto, JAMES WATT Y SUS CONTEMPORÁNEOS En 1690, Denis Papin, francés de origen que vivió casi siempre en Inglaterra y Alemania —fue profesor de Matemáticas en la universidad de Marburgo— volvió a considerar la idea de los antiguos griegos del período helenístico acerca de la fuerza de expansión del vapor de agua. A tal efecto, construyó una máquina en forma de cilindro donde se movía un émbolo que descansaba en una simple capa de agua. De momento, la máquina no tenía aplicación alguna para la industria. El inglés Thomas Savery la perfeccionó en 1698 estableciendo la comunicación con la masa de agua a consumir por medio de un tubo y un paso de agua; tampoco obtuvo éxito, ya que la bomba de Savery resultaba muy cara y carecía de suficiente potencia. El cerrajero Thomas Newcomen fue quien inventó la primera bomba eficaz: la máquina atmosférica, así llamada porque su acción motriz no se debía precisamente al vapor de agua sino a la presión atmosférica. El prototipo de la máquina de Newcomen data de 1712; ahora bien, la última máquina de este tipo ha funcionado hasta 1934. Tampoco James Watt, simple artesano y constructor de instrumentos de precisión para la navegación, hubiera ciertamente inventado la máquina de vapor moderna sin las teorías de Joseph Black, profesor de la universidad de Glasgow. Este observó en primer lugar que para elevar en un grado la temperatura de una cantidad dada de un cuerpo, se necesitaba la misma cantidad de calor y comprobó también que para hacer pasar el agua líquida de los 99 a los 100 grados se necesitan quinientas siete veces más calor que para 8 vaporizarla. A la luz de este descubrimiento, James Watt comprendió claramente por qué la máquina de Newcomen absorbía tanto vapor; todos sus esfuerzos tendían a mantener el vapor tan caliente y el agua de condensación tan fría como fuera posible. La primera máquina que inventó tenia un condensador aislado y una válvula, y desarrollaba una potencia tres veces superior a la de la máquina de Newcomen. En 1775, Mathew Boulton, industrial de Birmingham, se asoció con Watt para fabricar sus máquinas, cuyo mecanismo de ajuste del émbolo al cilindro era digno de un relojero, ya que apenas sí cabía en él una delgada moneda de seis peniques. Watt, que se hallaba arruinado y abrumado de deudas, recuperó el optimismo y en 1785 inventó la máquina llamada de doble efecto, en la cual el vapor actuaba alternativamente sobre ambos lados del émbolo, provocando así un movimiento de vaivén con fuerza motriz tanto al ir como al volver el pistón. El movimiento del émbolo era rectilíneo; Watt lo transformó en movimiento circular utilizando un mecanismo biela-manivela, colocado en la base de la rueda y de la piedra del afilador. En lo sucesivo, la máquina de vapor pudo ser aplicada a cualquier industria y el éxito fue de tal magnitud que, en 1781» Boulton podía escribir sin la menor jactancia a su colaborador: «la máquina ha conquistado Londres, Manchester y Birmingham>. ¿Qué había de revolucionario en el invento de James Watt? Las diferentes máquinas conocidas hasta entonces, como, por ejemplo, la mule-jenny, eran movidas por energía hidráulica, sistema que funcionaba bien, pero que ofrecía un grave inconveniente el de que las fábricas sólo podían instalarse en el campo, a orillas de los ríos o en la proximidad de saltos de agua capaces de mover las ruedas de las 9 máquinas. En cambio, una máquina de vapor podía instalarse en cualquier lugar donde el carbón pudiera obtenerse a buen precio; en una palabra, las nuevas máquinas podían montarse fácilmente en medio de las poblaciones y, gracias a ello, surgirían las grandes ciudades industriales. La máquina de vapor continuó siendo adoptada en diversos sectores y manifestaciones de tipo industrial, principalmente textil y metalúrgico, así como en las minas de carbón, donde se utilizaba para extraer el agua y facilitar así uno de los más penosos trabajos. El primer martillo-pilón de vapor apareció en 1781, y la primera fábrica de algodón movida por máquinas, en 1783, con lo que se estrechaba el círculo de participación humana en el trabajo, al propio tiempo que se ampliaba de modo fabuloso el progreso técnico y las posibilidades industriales. LOS TRANSPORTES EN LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL El mejoramiento de los transportes adquirió asimismo enorme importancia, Al no poderse encontrar en todas partes el carbón adecuado para el uso exigido, era preciso llevar el combustible al lugar donde hubiera de ser utilizado. El transporte no podía aumentar excesivamente los precios, problema que debía ser resuelto mediante sistemas de canales, y la resultante era una red de distribución muy desigual. Desde mediados del siglo xviii se pensaba y trabajaba seriamente en este asunto; en 1761 llamó mucho la atención de los economistas la construcción de un canal que unía las minas de Worsley con Manchester —once kilómetros de longitud— y que provocó un 10 brusco descenso del precio del carbón en un 50%. En el año 1830, en Inglaterra ya se explotaban, unos 8000 kilómetros de canales navegables que facilitaban el transporte de mercancías de todas clases, especialmente carbón de piedra. Las principales vías de comunicación fluvial unían las minas con las ciudades industriales, del propio modo que las hilaturas y las fábricas siderúrgicas se hallaban unidas con los puertos de exportación: Londres, Liverpool y Bristol. A finales del siglo xviii, la red de carreteras era ya muy densa en Inglaterra, aunque de calidad mediocre. El gran peso de mercancías como, el carbón y el hierro multiplicaba los baches en los caminos, bien pronto convertidos en lodazales. Se necesitaban quince días para ir de Londres a Edimburgo, y según Young se podía apostar mil contra uno «que el viajero se rompería la nuca, o por lo menos un brazo o una pierna...». Poco después, cambiaría la situación. En 1815, el ingeniero escocés John Mac Adam, director de Obras Públicas de Bristol, construyó la primera carretera de adoquines apisonados con rodillo y aglutinados con alquitrán. Conviene advertir que tanto las carreteras inglesas mecadamizadas, como las que no lo estaban, eran de propiedad privada y se hallaban atravesadas a trechos por barreras basculantes donde se efectuaba el pago del peaje con el que obtenían sus beneficios los capitales invertidos en su construcción y podían satisfacerse» además, los gastos de mantenimiento. La diligencia era la reina de las carreteras; el pesado carromato, que a menudo llegaba a pesar hasta cinco toneladas, 11 solía estar dividido en compartimientos donde se acomodaban unas quince personas y lo arrastraban cinco caballos conducidos por un postillón al que se obligaba a demostrar que no había bebido en exceso, en el momento de emprender el viaje. La correspondencia y las mercancías solían estar aseguradas merced a la iniciativa privada y, por otra parte, las diversas líneas mantenían acuerdos en relación con los hoteleros y casas de hospedaje. Hacia 1830 circulaban trescientos coches diarios y sus velocidades asombraban a las gentes, como la diligencia Vif Argent, que unía Londres con Brighíon —ochenta y tres kilómetros— en cuatro horas y media, o sea a un promedio de dieciocho kilómetros por hora, lo que constituía entonces un récord mundial. Canales y carreteras proporcionaban de este modo una distribución mucho más eficaz de las mercancías que necesitaba el país entero, no solamente al servicio de las ciudades, sino también en el campo, y no sólo en bene ficio de los personajes ricos e importantes, sino también de los pobres y los humildes. Las máquinas parecían efectuar, pues, su entrada triunfal en la vida inglesa instalándose en las nuevas fábricas, y éstas, a su vez, salpicando el paisaje de las ciudades. Con todo, se necesitaban hombres para manejar las máquinas; éstas exigían obreros, y la procedencia de los mismos era cuestión sencilla: del campo circundante. Acudían a las ciudades masas de pobres aldeanos hambrientos y desnudos, con la esperanza de poder 12 ganar el pan en las nuevas fábricas. Entre la población campesina fueron reclutados los anónimos ejércitos de la revolución industrial: humildes aldeanos y jornaleros que doblaron la cerviz y trabajaron en las máquinas; en consecuencia, casi al mismo tiempo que la revolución industrial, se producía en Inglaterra otra revolución paralela, la agraria. 13 EL PROLETARIADO INDUSTRIAL Federico Engels ORDEN en que debemos considerar las diversas categorías del proletariado resulta de la precedente historia de su origen. Los primeros proletariados pertenecieron a la industria y fueron producto directo de ellas; los trabajadores industriales, aquellos que se ocupan de la elaboración de la materia prima, ocuparán en primer término, por tanto, nuestra atención. La producción del material industrial, de las materias primas y combustibles adquirió importancia en seguida de la revolución industrial, e hizo surgir un nuevo proletariado: los trabajadores de las minas de carbón y de las minas de metales. En tercer lugar, la industria desplegó su acción sobre la agricultura, y en cuarto lugar, sobre Irlanda; y conforme a ello, se debe asignar su puesto a las fracciones del proletariado que pertenecen a ella. Encontraremos también, exceptuados quizá los irlandeses, que el grado de educación de los diversos trabajadores guarda relación, precisamente, con su conexión con la industria y que, por lo tanto, los trabajadores industriales en su mayoría los mineros ya menos y los agricultores casi nada, son conscientes de sus intereses. Volveremos a encontrar este mismo orden entre los trabajadores industriales, y veremos como los trabajadores de las fábricas, estos antiquisimos hijos de la revolución industrial, han sido, desde el principio hasta ahora, el alma del movimiento obrero, y como los restantes se unieron al movimiento en la medida en que su oficio era atacado por la revolución industrial; comprenderemos, por el ejemplo de Inglaterra, por la concordancia entre la marcha del movimiento obrero y la del movimiento industrial, la importancia histórica de la industria. Pero, ya que todo el proletariado industrial está tan enlazado al movimiento y a la población de las diferentes categorías, precisamente porque siendo todos industriales tienen mucho de común, trataremos ante todo lo que les es común... La industria centraliza la propiedad en manos de unos pocos. Ella exige grandes capitales, con los que levanta colosales establecimientos, arruina así a la pequeña burguesía artesana, y hace suyas las fuerzas de la naturaleza para la conquista de mercados y de obreros aislados. La división del trabajo, la utilización de la fuerza hidráulica y especialmente la del vapor y la mecánica, son las tres grandes palancas con que la industria, desde la mitad del siglo pasado, 14 trabaja para desquiciar el mundo. La pequeña industria creó la clase media, la gran industria creó la clase trabajadora y llevó al trono a los pocos predestinados de la clase media, pero sólo para arruinarlos un día con tanta mayor certeza. Entretanto, sin embargo, es un hecho innegable, y fácilmente explicable, que la numerosa pequeña clase media del "buen tiempo antiguo" es destruida por la industria y disociada, de una parte, en ricos capitalistas, y de otra, en pobres trabajadores. Pero la tendencia centralizadora de la industria no se limita a eso. La población se centraliza tanto como el capital; naturalmente, ya que en la industria, el hombre, el trabajador, es considerado solamente como una parte del capital, a la que el fabricante concede en compensación, por lo que le da de ganar, ciertos intereses bajo el nombre de salario. El gran establecimiento industrial requiere muchos obreros, los que trabajan juntos en un edificio; deben vivir juntos, forman ya una villa, aun cuando la fábrica es pequeña. Tienen necesidades, y para satisfacerlas es necesaria otra gente; obreros, sastres, zapateros, panaderos," albañiles, carpinteros, son admitidos, pues, en la aldea. Los habitantes de ella, especialmente la joven generación, se habitúan al trabajo de la fábrica, se familiarizan con él, y si la primera fábrica no puede ocuparlos a todos, el salario desciende, en consecuencia, se establecen nuevas fábricas. Y así surge del pequeño villorrio, una pequeña ciudad y, de ésta, una grande. Cuando más grandes son las ciudades, mayores son las ventajas de la colonización. Si tienen vías férreas, canales y caminos, la selección de obreros expertos se hace mayor; a causa de la competencia entre los obreros y las máquinas, que se tienen fácilmente a mano, los nuevos establecimientos de fábrica pueden producir más barato que una región lejana, donde la leña para construcciones, las máquinas, los trabajadores, los obreros de la fábrica, deben ser primero transportados; se tiene un mercado, una bolsa, a la cual afluyen los compradores; se está en unión directa con los mercados que dan la materia prima o aceptan las mercaderías elaboradas. De ahí el maravilloso desenvolvimiento de las ciudades industriales. Es cierto que el campo tiene la ventaja de que allí el salario es más barato; el campo y la ciudad industrial permanecen así en continua competencia, y si hoy la ventaja está de parte de la ciudad, mañana el salario se rebaja, de modo que nuevos establecimientos se ubican en el campo más ventajosamente. 15 Pero la tendencia centralizadora de la industria queda, sin embargo, con plena fuerza, y cada nueva fábrica que se establece en la campaña lleva en sí el germen de una nueva ciudad. Si este excesivo movimiento de la industria prosiguiera todavía durante un siglo, podría suceder que cada uno de los distritos industriales de Inglaterra se transformase en una sola ciudad industrial, y Manchester y Liverpool se encontraran cerca de Warrington o Newton. También en el comercio se realiza esta centralización de la población y enteramente del mismo modo; por esto un par de puertos como Liverpool, Bristol, Hull y Londres monopolizan casi todo el comercio marítimo del imperio británico. En estas grandes ciudades la industria y el comercio alcanzan su más completo desenvolvimiento y allí también sus consecuencias, con respecto al proletariado, se muestran de la manera más clara y abierta. La centralización de la propiedad ha llegado al punto más alto; aquí han desaparecido completamente las costumbres y las condiciones del buen tiempo antiguo; aquí se ha ido ya bastante lejos como para no poder pensar más que en el nombre de Oíd merry England,1 porque la Oíd England ya no se conoce más, ni siquiera a través de los recuerdos y relatos de los abuelos. Aquí hay solamente una clase rica y una pobre, porque la pequeña burguesía desaparece día a día. Esta, que fuera antaño la clase más estable, se ha vuelto ahora la más movible; consiste solamente en unas pocas ruinas de un tiempo pasado y en un número de personas que quieren convertirse en una fuerza, completos caballeros de industria y especuladores, de los cuales uno llega a rico mientras noventa y nueve quiebran, y de estos noventa y nueve, más de la mitad viven sólo de las bancarrotas. Pero la inmensa mayoría de estas ciudades está formada por proletarios. 16 ACTIVIDAD DE APRENDIZAJE 1. DESCRIBE CUÁLES FUERON LAS CARACTERÍSTICAS DE LOS CAMBIOS TÉCNICO CIENTÍFICOS QUE SE PRESENTARON EN EL SIGLO XVII Y XVIII. 2. DEFINE QUE FUE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL Y QUÉ IMPACTO TUVO EN LAS RELACIONE SOCIALES. 3. QUÉ ANÁLISIS HACE KUCZYNSKY Y ASHTON SOBRE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL 4. EXPLICA LA RELACIÓN ENTRE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL Y POBLACIÓN. 5. ¿CUÁL FUE LA APORTACIÓN DE NEWCOMEN Y JAMES WATT? 6. EXPLICA LOS CAMBIOS DE LOS TRANSPORTES EN LA REOLUCIÓN INDUSTRIAL.