2. Pensar en términos relacionales

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2. Pensar en términos relacionales
l.
En ningún campo se aplican mejor estos principios que en la construcción
del objeto, la operación sin duda más importante y, sin embargo, más
ignorada, en particular en la tradición dominante, que se organiza en torno
a la oposición entre la "teoría" y la "lnetodología". El paradigma (en el
sentido de realización ejemplar) de la "teoría" teórica es la obra de Parsons,
un meltingpot conceptual resultante de la recopilación meralnente teórica (es
decir, ~~jenaa cualquier aplicaciÓn) de algllHas grandes obras (Durkheim,
Parcto, Weber, etc.) reducidas a su dimensión "teórica" o, mejor dicho,
profesoral o, tal vez, al \neofuncionalislTlo de Jeffrey Alexandcr, que es más
cercano a nosot.ros. Producto de la enseflanza, estas recopilaciones eclécticas
y clasificatorj;ts sirven para la enseflanza, y solamente para ello. Por otra
/"
parte, est.a/ 1ai,\." lnclo( 1o 1ogr;l)lln
cata/ I1ogo ( e prcceptos que no compelen HI.
a lat.epistemok>gía, como reflexiÓn encaminada a explicar los esquelnas de:
la práctica cicntífica,! desde el punto de vista tanto de sus errores como dc
sus aciertos, 11itampoco a la teoría científica. Aquí, pienso en I:<lz;lrsfeld.La ¡
pare:ja Parsol1s-Lazarsfeld (y, entre ambos, Me!·I~m,con sus teorías de mediano alcal]C-e) cOllstiruyÓ una cspecie de¡ holding "cicntífico", socialmcnte muy
poderoso que dominÓ, durant.e treindl aÚos, el escenario de la sociología
mundial. La divisiÓn "teoría"-"rnet.oclología" constituye, por oposiciÓn epistemológica, una oposición constit.utiva de la división social del trab<~o
científico en un momento dado (como la oposiciÓn entrc profesores e
investigadores). Creo que se debe rechazar categÓricamente esta divisiÓn en
instancias separadas, porque estoy convencido de que no es posible restaurar
lo concreto mediante la combinación de dos abstracciones.
En efecto, las elecciones técnicas más "empíricas" son inseparables de las
elecciones más "teÓricas" de construcción del objeto. Siempre es en función
(k cierta construcción del objeto que se impone tal método de muestreo,
dclnlllin;\(];¡ l<-cnicade acopio o de análisis de datos, ete. Más precisamente,
11/1 dalo
nllpírico cualquiera sÓlo puede funcionar como prueba o, como
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IU.\!'I iF\ 1.\',
dicen los anglosajoncs, COlllo1'1IÚII'IIU', (:11 IlIlIcj(·)II.k 1111(IWIP" de Illp"Ic:;IS
derivado de un cOI~unto de pn:misas 1("("ricas. A hOLI
11, (O( I 1111J( Ila
frecuencia se procede COlTIO
si fuera evidcnte aquello (1'11" 1)\II".Ic CILllholarsc
COlno p-oidence. Esto, en función de una rutina cultuiml illlpllCSLte inculcada,
las más de las veces, por la educación (los famosos cursos de "methodology"
de las universidades estadounidenses). El fetichismo de la e-vidence conduce
a rechazar trab.uos empíricos que no aceptan como evidente la definición
misma de evid.ence: cada investigador no reconoce el estatus de datos (data)
sino a una fracción ínfirna de lo dado; tampoco lo hace como debiera ser,
con aquello que tiene den:cho a la existencia científica en virtud de su
problemática (lo cual es perfectamente normal), sino sólo con lo que está
respaldado y garantizado por la tradiciÓn pedagógica a la cual pertenece y
solarnente por ésta.
Resulta significativo que puedan construirse "escuelas" o tradiciones alrededor de una técnica de acopio de datos. Por ejemplo, en la actualidad,
algunos etnometodÓlogos sólo admiten el an;ilisis de conversaciÓn que se
reduzca al análisis de un texto extraído de su contexto, ignorando por
completo los datos que pueden calificarse de elllográficos relativos al entorno
inrnediato (lo cual se designa, tradicionalmente, con el nombre de situación),
para no mencionar los datos que permitirían ubicar la siruaciÓn dentro de
la estructura social. l~stos "datos", que suelen confundirse con lo concreto
mismo, son en realidad producto de una formidable abstrau:iÓn -lo cual
sucede invariablemente, puesto que lo dado siempre es construido-, pero
que, en este caso, se trata de una abstracciÓn que se desconoce como tal. Así,
tcndremosmonomaniacos
de las distrihuciones estadísticas, del análisis del
discurso, de la observación participante, de la entrevista libre (ojJen-ended) o
profundizada (in-rlejJth), de la descripciÓn etnogrMica, ete. La rígida adhesión
a uno u otro de estos métodos definirá la pertenencia a una escuela; por
ejemplo, los imeraccionistas se identifican por su culto a la "etnografía", y
los etnólogos, por su pasiÓn exclusiva hacia el an;ilisis de la conversaciÓn. iY
se considerará una ruptura radical con clmonoteísmo metodológico el hecho
de combinar el an;í.lisis del discurso con el análisis etnográtlco! Habría que
llevar a cabo el mismo análisis con respecto a lastécnicas de an;ilisis, el análisis
de variables Imílliples, el de regresiÓn, el jJath analysis, el ndwo'J'k anaJysis, el
facto)' analysis. Aquí, nuevamente, impera el monoteísmo. Ello se debe, sin
duda alguna, a que da la apariencia de una base metodolÓgica a la arrogancia
propia de la ignorancia: la más elemental sociología de la sociología enseÚa
que, con mucha frecuencia, las condenas metodológicas son una manera de
convertir la necesidad en virtud, de aparentar ignorar (en el senrido activo
de la palabra) aquello que simplemente se desconoce.
También habría que analizar la' retórica de la presentación de los resultados que, cuando se transforma en exhibi<)ón ostentatoria de datos, métodos
y procedimientos, sirve a menudo para enmascarar errores elementales de
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I'I',\;C;\I{
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rf:RMINOS REL.l.CIONALES
'''Il.,>lllheíoll del ••1'1'1", ell Lllllo que, por el contrario, al ser nledida
(olllonne al\>.\ P;lI,11111'1,
••.\ de este exhibicionisn10 del datll:m brutu'llt, la
exposiciÓn riglllosa y económica de los resultados pe1'linentes suscita con
trn:uencia la desconfianza de los fetichistas del pmtocolo (en el doble sentido)
de una forma de evidence ... Pero, con el propósito de convertir en precepto
positivo todas estas críticas, me limitaré a decir que es necesario cuidarse de
todos los rechazos sectarios que se ocultan detrás de las profesiones de fe
demasiado exclusivas, e intentar, en cada caso, movilizar todas las técnicas
que, dada la definición del ol~ieto, puedan parecer pertinentes y que, dadas
las condiciones prácticas de acopio de los datos, sean utilizables en la práctica.
Podemos, por (jemplo, emplear el an,íJisis de las correspondencias para
llevar a cabo un an;iJisis del discurso (como lo hice en el caso de los discursos
publicitarios de \as diferentes empresas de producción de inmuebles industriales), o combinar el análisis estadístico más clásico con un conjunto de
entrevistas profundizadas II observacioncs etnográticas (como lo hice en La
En (in, la investigación es una cosa muy seria y difícil para que
distinción).
podamos darnos el h~io de confundir la rigidez-, que es 10 contrario de la
inteligencia y la inventiva, con eJligor, y prescindir de tal o cual de los
recursos que puede obTcer el conjunto de las tradiciones intelectuales de la
disciplina, y de las disciplinas afines, como la etnología, la economía y la
historia. Me dan ganas de advertir: "prohibido prohibir" o "cuídense de los
perros guardianes metodológicos". Desde luego, la extrema libertad que
predico, y quc me parece ser mero sentido comÚn, tiene por contraparte una
extrerna vigilancia sobre las condiciones de empleo de las técnicas,
sobre su pertinencia con respecto al problema planteado y sobre las condiciones de su aplicación. Descubro con frecuencia que nuestros apÓstoles del
rigor metodológico se muestran bastante indulgentes, incluso descuidados,
en el ernpleo mismo de aquellos métodos de los que prelelHkn ser defensores ...
Lo que haremos aquí tal vez les parezca irrisorio. Pero, anle todo, la
construcción del ol~jeto -por lo menos de acuerdo con mi experiencia como
investigador- no es algo que se lleva a cabo de llna vez por todas, mediante
una suerte de acto teórico inaug'ural, yel programa de análisis u observaciones a través del cual se efeclíia dicha construcción no es un plan elaborado
de antemano, como el de un ingeniero: se trata de un trabajo de larga
duraciÓn, que se realiza poco a poco, mediante retoques sucesivos y (o(\;¡ ulla
serie de correcciones y rectificaciones dictadas por lo quc ILunamos la
experiencia, es decir, este cOI~junto de principios pr:1Cli,(l.\(1'1(' orientan las
elecciones minÚsculas y, sin embargo, decisivas. Por 1;\111", 5(>10has;ílldosc
en una idea un tanto exaltada y muy poco n~ali~;L\,1<- b i I\\,'~,I i:~;\ci('llI,podr;í
i r del ;dlcs en
alguien sOl'prenderse de que dediquemos tanlo 11011\1''' ,1.!i:',(1l1
apariencia Ínfimos -incluso insignificanl ('s "1111< • h , Ileo,l ¡,)! 1 d(' s;I1)('1'si el
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111
Esta atención a los detalles de los procedimientos
de Lt ill\ (',',1 Ig;l<i(')n, cuya
dimensión propiamente
social (cómo encontrar buenos inl"oll 11;)(j. )fes, cómo
dirigirse a ellos, cómo exponerles los propósitos de la investigaciÓn y, más
generalmente,
cómo "penetrar" en el entorno estudiado, ete.) no es la menos
importante,
deb(Tía tener el efecto de ponerlos en guanlia contra el
fetichismo de los conceptos y de la "teoría", el cual tiene su origen en la
propensión
a considerar
los instnunentos
"teóricos"" como aquéllos de
habitus, campo, capital, cte., en sí mismos, en vez de hacerlos funcionar, de aplicarlos.
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1
~
Sin embargo, no basta con emplear las grandes palabras de la "gran teoría"
para escapar al modo de pensamiento
realista. Por c;jemplo, con respecto al
poder, se fÓnnularán intelTogantes sustancíalistas y realistas de localización
(a la manera de los antropólogos
culturalistas que se preguntaban
sin cesar
el
el
1
!
La noción de campo es, en cierto sentido, la estenografía conceptual de
un modo de construcción del ol~jeto que habr;i de regir -u orientartodas
las decisiones pr;icticas de la investigación. Funciona como un recordatorio:
debo verificar que el objeto que rne propongo estudiar no esté atrapado en
una red de relaciones a las cuales deba la esencia de sus propiedades. A través
de la noción de campo, se tiene en cuenta el primer precepto del método,
que exige combatir por todos los medios la inclinación inicial a concebir el
mundo social de modo realista o, como diría Cassirer, de manera slIstanr:ialista (véase Substa1/zbegrilf 111ld FU1/htio1/sbeg'JiU): es menester pensar en téJ'minos relru:io1/ales. Ahora bien, resulta m;is C;ícil pensar en términos de realidades hasta cierto punto palpables, como grupos e individuos, que en
términos
de relaciones. Por ejemplo, resulta más accesible concebir la
diferenciación
social en fÓnna de grupos definidos como poblaciones, recorriendo a la noción de clase o, incluso, a la de antagonismos
entre estos
grupos, que en forma de un espacio de relaciones!. Los ol~jelos ordinarios de
la investigación son realidades ser-¡aladas al invesligador por el hecho de que
"se hacen notar" en cierta fÓnna, "al plarHear problernas" (por ejemplo, "las
madres solteras del ghetto negro de Chicago"). Y, las m;ís de las veces, los
investigadores
toman corno objetos los problemas planteados por poblaciones delimitadas en UIla forma m;ís o menos arbitraria, obtenidas mediante
divisiones sucesivas de una categoría prccslablecida,
tales como "los ancianos", "los jóvenes",: "los inmigrantes"" ele. Así tendremos, por ejemplo: "los
jóvenes de los suburbios occidentales de Villeurbanne". (En todos eslos casos,
lo primero que habría que hacer sería tomar como objeto el trabajo social
de construcción
del objeto preconstruido:
ahí es donde se encuentra
el
verdadero punto de ruptura.)
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IlIlgiiíSlico, si entre los burgueses o los pequeii.oburglleses, ete. A fin de J'()(uper con este modo de pensamiento -y no por el
gusto de aplicar ulla nueva etiqueta a viejos odres teóricos-, hablaré del
campo de poder (en vez de clase dOlllinante, concepto realista que designa
a una población muy tangible de detentadores de esta realidad, igualmente
tangible, que recibe el nombre de poder): entendiéndose con ello las relaciones de fuerza ~ntre las posiciones sociales que garantizan a sus ocuparlles un
quantum suficiente de fuerza social-o capital- para que estén en condiciones
de participar en las luchas por el monopolio del poder, del cual son una
dimensión capital las luchas por la definición de la fonna legítima del poder
(pIenso,
..
, Io, en Ios en f'rentanllentos
..
,
, " y "1
por t:]emp
entre ".anlstas
)urgueses "
en el siglo XIX).
Dicho esto, una de las dificultades dd análisis relacional estriba en que, la
mayor parte del tiempo, no se pueden aprehender los espacios sociales sino
b<úo la forma de distribuciones de propiedades entre iudividuos. Esto,
porque la información accesible está ligada a individuos. Así, para entender
el subcampo de! poder económico y las condiciones socioeconÓmicas de su
reproducción, nos vemos obligados a interrogar a los doscientos ernpresarios
franceses más importantes. Sin embargo, es indispensable cuidarse de la
regresión hacia la "realidad" de las unidades sociales preconstruidas. Para
ello, les sugiero que recurran a este instrumento muy sencillo y muy cómodo
de los rasgos pertinentes de un
de construcción del ol~jeto que es el c1l(1.(l1'O
conjunto de agentes o instituáones; por (:jemplo, al analizar diferentes artes
marciales (la lucha, e! judo, el karate, de.), distintos establecimientos de
enseii.anza superior o diferentes periódicos parisinos, escribiré el nombre de
cada una de las instituciones en un renglón y abriré una llueva columna toda
vez que descubra una propiedad necesaria para caracterizar a una de ellas,
lo cual me obligará a investigar, en todas las dem,Í,s, la presencia o ausencia
de dicha propiedad. Esto, en la fase puramente inductiva de localización.
Luego, habrá que eliminar las superposiciones y reunir las columnas reservadas a rasgos estructural o funcionalmente equivalentes, de tal manera que
pueda retener todos aquellos rasgos -y solamente éstos- que sean capaces
de discriminar m,Í,so menos claramente a las distintas instituciones, o sea,
los rasgos pertinentes. Este instrumento tan sencillo tiene la virtud de obligar
a conceptualizar en términos relacionales tanto las unidades sociales consideradas como sus propiedades, las cuales pueden caracuTizarse en términos
de presencia o ausencia (sí/no).
Al costo de semejante trab~jo de construcción, qtlc 110 sc lleva a cabo sino
mediante una larga serie de tanteos, se construVCII, poco a poco, espacios
sociales que, aunque sólo se pueden CO!l(l("1 !,;tío b l<lI'lna de relaciones
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dedo, constituyen la esencia dclllllll\(lo s()(ial. I,().~1"11111('.1"'1 (Icllqll(l, a
un trab~o que acabo de publicar accrca de las gl;lIld." (',( 1",LIS dondc
explico, mediante una especie de crónica muy resumid;1 d(' 1111;1
íllvntigación
cuya realización tomó cerca de dos décadas, cómo se pasa de la nH)I}ografía,
que tiene todo e! aspecto de cientificidad, a un verdadero objeto construicic::
el campo de las instituciones escolares asegura la reproducción
del campo
de! poder. Es menos fácil evitar la trampa del objeto preconstruido
cuando
se trata, por definición, de un ol~jeto que me interesa, sin que conozca con
precisión el verdadero motivo de este "interés". Veamos el caso de la Escuela
Normal: el conocimiento
inicial que yo pueda tener de ella, el cual es tanto
más pernicioso cuanto se experimenta
como desmistificado
y desmistificador, genera toda una serie de interrogantes
sumamente ingenuos que cua]quier estudiame de la Normal encontrará interesantes porque "se le ocurren
espontáneamente"
a] normalista que se interrogue acerca de su escuela, es
decir, acerca de sí mismo: ¿Tienen los literatos nOITnalistas un origen social
más elevado que los ciemíficos? ¿Contribuye el orden de ingreso a determinar la elección de las disciplinas, ¡natemáticas o física, filosofía o letras, cte.?
De hecho, la problemática
espontánea,
en la cnal interviene un poderoso
factor de complacencia narcisista, suele ser aÚn más ingenua. Para corroborar
esto, harán bien en consultar las obras con pretensión científica que, desde
hace unos veinte aÚos, han sido dedicadas a talo cual gTan escuela. A] final,
se podd, escribir un grueso volumen repleto de hechos en apariencia
perféctament.e científicos, pero que no tocarán lo esencial, a saber, al menos
corno lo creo, si ]a Escuela Normal, a la cual pueden unirme vínculos
afect.ivos, positivos y/o negativos, producto de mis inversiones anteriores, no
es, en realidad, m{ls que un punto ubicado ell un espacio de relaciones
ol~ietivas (un punto del que, por ot.ra pane, habrá que det.erminar el "peso"
en la estructura); y si, más precisament.e, la verdad de esta instituciÓn radica en ]a red de relaciones de oposiciÓn y competición
que la asimilan al
cor~junto de las inst.it.ucioncs de enseÚanza superior, y que unen est.a red
rnisma al conjunto de las posiciones dent.ro del campo del pode¡', posiciones
a las cuales el paso por las grandes escuelas permite el acceso. Si es cieno
que lo real es relacional, resulta muy faClible que yo no sepa nada de una
instituciÓn acerca de la cual creo saberlo todo, porquc ella no es nada fuera
de sus relaciones con el todo.
De ahí, los problemas de estrategia que siempre se present.an, y que habrán
de resurgir una y otra vez en nuestras discusiones sobre proyectos de
investigaciÓn: ¿conviene más:esrudiar de rnanera extensiva el cor~junt.o deelementos pertinentes
del objeto cons/ruicIQ\ o estudiar imensivamemeun
fragmento
limitado de este cor~uT\to teórico que carece de justificación
científica? La elección que cuent.a con mayor aprobación social, en nornbre
de una idea ingenuamente
positivista de la precisión y la "seriedad", es la
PENSAR EN TÉRMINOS REL'\CIONALES
173
segunda: la de estudiar "a fonclo un objeto muy preciso y circunscrito", como
opinarían los asesores de tesis. (Sería demasiado fácil demostrar cómo las
vinudes pequefloburguesas
de "prudencia",
"seriedad", "honestidad",
ete.,
que podrían
practicarse
por igual en la gestión de una contabilidad
comercial o un empleo administrativo,
se transforman
aquí en "método
científico". )
En la práctica, se planteará la cuestión de los límites del campo, asunto en
apariencia positivista, al cual es posible dar una respuesta teórica (el límite
de un campo es el límite de sus efectos 0, en el otro sentido, un agente o
una institución forma parte de un campo en la medida en que suti'c y produce
efectos en el mismo), contestación
susceptible de orientar estrateg'ias de
investigación encaminadas a encontrar respuestas fácticas. A consecuencia
de ello, uno casi siempre se cnfrentará a la alternativa: <ln;í.lisis inrcnsivo de
una fracción prácticamenre
tangible del ol~jetoo análisis extensivo clel objeto
verdadero. Pcro la ganancia científica inherente al conocimiento
clel espacio
dentro del cual se aisló el objeto estudiado
(por ejemplo, una escuela
particular), que es preciso tratar de enrender, así sea somerarnente
e, incluso,
a falta de algo mejor, mediante informaciones
de segunda mano, radica en
que, al saber lo que uno está haciendo y conociendo la esencia de la realidad
de la cual se abst'mjo un fragmento, se hace posible por lo rnenos identificar
las grandes líneas de fuerza del espacio cuya coacción se c:ierce sobre el punto
considerado
(un poco a la manera de los arquitectos del siglo XIX, quienes
realizaban, con carboncillo, admirables bocetos del cor~junto del eclificio
donde se encontraba
ubicada aquella parte que deseaban representar
con
todo detalle). Y, sobre todo, se evita el riesgo de buscar (v "encontrar")
en
el fragmento estudiado mecanismos o prin(~ipios que, en j:ealidad, se hallan
fuera de él, en sus relaciones con otros objetos.
Construir el objeto implicl también que se asuma, ante los hechos, una
postura activa y sistemática: para romper con la pasividad cmpirista, que tan
sólo ratifica las preconstruccioncs
del sentido comLÍn, no es menester proponer grandes construcciones
teóricas vacuas, sino abordar un caso empírico
con la intenciÓn de c9nstruir un modelo -el cual no necesita adoptar una
forma matemática
o 'formalizada
para ser riguroso-,
combinar los datos
pertinentes
de tal manera que funcionen como un programa de investigaciones que planteen preguntas sistern:llicas, aptas para suscitar respuestas
igualmente sistemálicas, en fin, construir un sistema coherente de relaciones,
<¡ue deberá probarse como tal. Se trata de investigar sistemáticamente
el caso
parl icular, constituido en "caso particular de lo posible" como dice BacheLtnl, p;II'a despejar SIlS propiedades
generales o invariantes que sólo se
Plw<len <lescnhril 11I(,<li:III«'eslc tipo de investigaciÓn (el hecho de que esta
inlel\('j"lJl ('si,', ,11I1C11I1(1,)
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•. de !()s lr:tl);¡jos (k los historiadores se debe,
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que se impone al sociÓlogo).
EIJ'azonamiento
analógico, que se apoya CIl la illlll/' 1011 1.1I011;IlLi de las
homologías (fundada, ella misma, en el cOllocimiento de LI."I<-yesillvariantes
de los campos), es un formidable instrumento
de cOllslrllu:iÓIl del o~jeto:
posibilita sumergirse por completo en la particularidad
del caso estudiado
sin ahogarse, como lo hace la ideografía empirista, y cumplir con el propósito
de genemlizar:iÓn, que es la ciencia misma, 110 mediante la aplicación de
grandes construcciones
formales y vacuas, sino a través de esta manera
peculiar de conceptualizar
el caso particular,
consistente
en concebido
realmente como tal. Este modo de pensamiento
se aplica en una forma
totalmente lÓgica dentro y por medio del recurso al método ('olllj){J'/'(llivo, que
permite conceptualizar
CII términos relaciollales un caso particular constituido en caso particular de lo posible, apoy;índose en las homologÍas estructurales cxistentes entre campos diferentes (el campo del poder universitario
y el campo del poder
religioso, a trav(~s de la homología propia de las
relaciones profesor-illteleCl ual y obispo-teÓlogo) o entre estados dislilllos del
mismo campo (el campo religioso en la Edad Media y eIl la actualidad).
Si este seminario funciona como lo espero, se presentará
C0ll10 una
realización social pr;Íctica del método quc intento promover: ustedes escucharán a personas que, a pesar de que estén trab;~jando con ol~icros extremadamente variados, ser;Ín sometidas -,v se someterána ¡lIJa intcrrogación
siemprc orientada
por los mismos principios; dc esta manera, el modw
ojJC'J'andi quc dcsco transmitir
sc lranslllitir;í cn ulla forma cn cicrto modo
práctica, sin CJuc haya neccsidad de explicitado tcóricamente,
IlIcdialllc su
repetida aplicación a casos diferentes. Cada quien, al escuchar a los dcmás,
pensará en su propIa investigaciÓn, y la situación de comparaciÓn institucionalizada así crcada (clnlÚodo, al igual <¡\le la llIoral, sÓlo funciona si logra
inscribirse en los mecanismos de un universo social) la obligará, al mismo
tiempo y sin contradicciÓn alguna, a particularizar
su oJ~jeto, a percibido
como un caso particular (esto, en oposiciÓn a uno de los errores In;ís
comunes de la ciencia social, a saber, la universalización del caso particular),
a generalizarlo, ya descubrir, mediante la ;¡plic:ación de prcgulltas generales,
los rasgos invariantes quc pucda ocultar bajo la apariencia de singularidad.
(Uno de los efectos lII;ís directos de este modo de pensamiento
sería el de
excluir la sernigencralizaciólI,
quc conduce a producir conceptos concrelosabstractos, result.antes de la introducciÓn clandestina, en el discurso científico, de palabras o hechos autóctonos no analizados.) En la época en que yo
era más directivo, recomendaba
con insistencia a los investigadores
que
estudiaran por lo menos dos ol~jetos: por t:jemplo, en el caso de los historiadores, aparte de su objeto principal, es decir, determinado
editol' del siglo
~TVIII o los coleccionistas
del Segundo Imperio, el equivalente contemporáneo de este objeto -una editorial parisina o un grupo de coleccionistas-,
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