Resumen de “Apología de Sócrates” Sócrates comienza hablando a los atenienses, comenta las falsedades que se han dicho acerca de él, basándose en la acusación que decía que debían de proveerse de ser engañados por él debido a su “facilidad para hablar”. Argumenta que se limita a decir la verdad y que si a eso se le considera ser hábil a la hora de hablar entonces si que se consideraría así. A continuación explica su intención de contar toda la verdad, aunque sin cuidar demasiado la forma pero si el contenido y además el utilizar las expresiones que él siempre ha utilizado ya que no va a cambiar el discurso debido a ello, ya que jamás había estado de acusado en un juicio y no sabía sino que palabras utilizar. Divide a sus acusadores en dos grupos y aquí comienza una introducción a su defensa ya que se produce antes de empezar a defenderse de ambas acusaciones. Los primeros acusadores eran aquellos que ya desde hace mucho tiempo le acusaban ante la gente de Atenas cuando ellos eran niños y jóvenes o cuando él no estaba delante. Los últimos acusadores eran aquellos que le han acusado recientemente y que le han llevado a los tribunales o aquellos que han sido convencidos por los primeros y tratan ahora de convencer a otros. Ahora es cuando realmente comienza su defensa, cuando trata de refutar la acusación legal de los primeros acusadores que alegaban que“Sócrates comete delito y se mete en lo que no debe al investigar las cosas subterráneas y celestes, al hacer más fuerte el argumento más débil y al enseñar estas mismas cosas a otros”. Una de las refutaciones que hace es presentar como testigos a la mayor parte de la gente que se encontraba en el juicio, pidiéndoles que se informasen unos con otros de sí alguno de ellos le habían oído hablar acerca de esos temas. Otra refutación la hace al negar que él cobraba dinero para educar a los hombres ya que no era un sofista y puesto que no sabe formar a una persona. A continuación se le pregunta “¿qué has hecho entonces para suscitar esos infundios?” ya que de algún sitio tendrían que haber nacido tales tergiversaciones, a lo que Sócrates responde que se debe a cierta sabiduría, tal vez, la propia del hombre y explica una de las razones más potentes por las que se ganó tantas enemistades. Comenta que un viejo y ya fallecido amigo suyo llamado Querefonte preguntó al oráculo si existía alguien más sabio que Sócrates a lo que el oráculo respondió que no existía nadie más sabio, por lo que después de pensar mucho acerca de esto, se puso a investigar. Pensaba que si encontraba a alguien más sabio que él el oráculo estaría equivocado. Se dirigió a un conciudadano que pasaba por ser sabio pero que al examinarlo descubrió que no lo era. Debido a esto intentó hacerle entender que no era un sabio, es más, se lo demostró por lo que se ganó su enemistad, esto mismo lo realizó con más individuos que pasaban por ser más sabios aún que el primero, con poetas los cuales no hacían poesía por sabiduría sino por una habilidad especial contrastada con un momento de inspiración, y con artesanos los cuales no sabían ni una palabra de su oficio y que por tanto caían en el mismo defecto que los anteriores. Explicando esto demostró como se había ganado un gran número de enemigos por simplemente intentar encontrar la verdad. Además de todo ello los jóvenes que le escuchaban cuando este examinaba a estos “sabios hombres” intentaban tomar ejemplo examinando a otros los cuales acudían a reprocharle y además se dedicaban a calumniarle. Debido a todo esto le acusaron; Meleto, en nombre de los poetas, Ánito, en nombre de los políticos y Licón, en nombre de los oradores. Es ahora cuando pasa a defenderse de los segundos acusadores los cuales le acusaban de “Delinquir corrompiendo a los jóvenes y no creyendo en los dioses en los que la ciudad cree sino en otras divinidades nuevas”. Aquí Sócrates mediante un grandioso juego de palabras logra demostrar que Meleto es el que delinque ya que bromea con asuntos serios, sometiendo a juicio a las personas y simular inquietarse por cosas que jamás le han preocupado. Para ello llama al estrado a Meleto y le pregunta si no es cierto que considera muy importante que los jóvenes sean lo mejor posible, a lo que Meleto responde afirmativamente. Mediante un conjunto de preguntas falsas para llegar a la verdad se llega a la conclusión de que para Meleto los hacen mejores a los jóvenes todos los atenienses excepto Sócrates, ya que jueces, miembros de la asamblea y jurado eran ciudadanos atenienses, Sócrates saca en conclusión que jamás se ha interesado por los jóvenes, le pide que le explique si es mejor vivir entre ciudadanos buenos o malos sabiendo que los malvados hacen daño a los que les rodean y los buenos hacen el bien, a lo que Meleto responde “claro está”, Sócrates evidentemente le contesta diciendo si tan ignorante le cree como para no saber que pervirtiendo a uno de los que le rodean se expone a recibir algún mal de él. A continuación Meleto le acusa de no creer en los dioses ya que afirma que “el sol es una piedra y la luna tierra”, Sócrates refuta esta acusación de manera similar a la anterior, es decir, con una lógica de palabras. Le responde que esas ideas no han salido de su persona ya que todo ello está escrito con anterioridad y cualquier joven puede hacer uso del libro en el que se encuentren esos datos. Finalmente Meleto yerra al afirmar que no hay nadie que crea en cosas propias de divinidades y que no crea en divinidades, ya que si Sócrates enseña cosas acerca de divinidades, poniendo un ejemplo, no es congruente pensar que no crea en divinidades, a través de estos argumento consigue desacreditarle por lo que se deduce que cree en los dioses, contrariamente a lo que se le acusó en un principio. Por tanto la acusación de Meleto queda refutada totalmente. Sócrates sigue argumentando y deja ver como da más importancia a la rectitud moral que a la vida en sí misma, ya que aseguran, sus enemigos, que quitarle la vida a uno o desterrarle son grandes males, pero peor mal es intentar condenar a muerte a un hombre de manera injusta. Da bases de que las acusaciones recibidas son obsoletas, como por ejemplo el cobrar por enseñar, ya que solo entonces tendría algo de dinero y bienes materiales, algo que no es así dada su pobreza, y por esto insiste en que los bienes como la riqueza no tienen comparación con la inteligencia o la sabiduría. Se puede observar claramente su oposición a la política, a lo cual argumenta un ser interior que se revela para disuadirle de alguna cosa o de hacer algo. De manera contraria a la política si podría dar consejos particulares pero nunca acudir a asambleas para aconsejar a la ciudad sobre asuntos públicos y defender las causas justas, además no solo atentaría contra sus principios sino que hubiera muerto hace mucho tiempo de haber sido así. A la hora de defenderse ante el tribunal cualquier otro hombre a diferencia de él habría intentado atacar al lado sentimental pero Sócrates aún teniendo tres hijos y esposa no hace subir a ninguno a tribuna para suplicar su absolución ya que posee dignidad y ha de guardar su reputación, aunque más tarde da la impresión de desear la condena inculpatoria. Es declarado culpable, hecho que para nada le irrita, es más, le extraña el resultado de la votación ya que esperaba una amplia diferencia de votos y no un resultado tan reñido. Explica que no ha podido convencerles de su inocencia y de no haber causado daño a nadie de manera voluntaria debido al corto plazo de un día en el que se da curso al juicio. Mileto propone la pena de muerte y Sócrates, que explica que hay que proponer en verdad según el merecimiento propone la manutención en el Pritaneo. Sabiendo que no hace daño a nadie se encuentra muy lejos de hacerse daño así mismo pero que castigo elegir; prisión, destierro, multa, será esta última a la que se acoge ofreciendo como fianza una mina de plata. A raíz de los dos veredictos de los cuales el jurado ha de declinarse se celebra una votación, en esta nueva votación es condenado a muerte con mayor diferencia de votos en contra que en la vez anterior, pero este no cambia de parecer y dice haber sido condenado por falta de osadía y desvergüenza, por no lamentarse, llorar u otras cosas indignas. Una frase que hace referencia es aquella que dice “prefiero morir habiéndome defendido como lo he hecho a vivir habiéndolo hecho de forma osada y desvergonzada”. Habla con sus condenadores primero, avisándoles que aunque mueran otras gentes les van a reprochar el no vivir rectamente ya que el más honrado es aquel que se prepara para ser lo mejor posible. Habla con quienes han votado su absolución, explicándoles que su condena a muerte es probable que sea un bien ya que quién muere queda reducido a la nada y entonces ni siente ni padece o bien que por que la muerte solo es un cambio de morada. Terminando les pide que cuando sus hijos sean mayores se les reproche si les preocupa más el dinero que la virtud o si creen que son algo sin serlo. Sócrates en ningún momento muestra miedo a la muerte, de la cual expone las virtudes de la misma como se puede observar en su siguiente intervención “si es la ausencia de toda sensación, como es el caso de quién duerme sin soñar, entonces la muerte es para nosotros un estupendo beneficio” o en esta otra “la muerte es un tránsito a otro lugar que allí se encuentran todos los que han muerto” (haciendo eferencia a nombres de “semidioses”). Cree que lo sucedido no ha sido casual, sino aquello que podría ser mejor para él, morir y librarse de las tribulaciones de la vida. En su última intervención en tono irónico reflexiona sobre si la muerte o la vida es lo mejor para nadie, exceptuando quizá a dios.