“La Meseta castellana educó mi atracción por los paisajes que no parecen tener fin” 168 ALBERTO REGUERA TEXTO: César Combarros FOTOS: Miriam Chacón El pintor segoviano continúa ganando presencia en el mercado internacional, y este año exhibirá su trabajo en España, Portugal e Italia, mientras prepara el asalto a Hong Kong A caballo entre Madrid y París, Alberto Reguera (Segovia, 1961) ha forjado una trayectoria singular en el panorama creativo español. Desarrollando el concepto de ‘pintura expansiva’, sus pinturas desbordan el espacio del propio lienzo e invitan al espectador a formar parte de ellas y a redescubrirlas en función de su propia perspectiva. Representado en galerías de Madrid, París, Zürich, Portugal y Bélgica, recientemente incluso la casa de subastas Sotheby’s despachó una pieza suya (titulada ‘Velours’), en la sesión donde Sorolla alcanzó su cotización más elevada de la historia. Criado entre Segovia, Palencia y Valladolid, Reguera participó en julio en una colectiva en su ciudad natal, y su trabajo viajará en breve a Italia y Portugal, mientras prepara sendas individuales en Hong Kong y París. ¿Siempre tuvo clara su vocación? ¿Cuáles fueron sus primeros acercamientos al mundo del arte y cuándo supo que quería transitar por esa senda? Desde muy pequeño, en Castilla, observaba las cosas cotidianas y los paisajes, emocionándome y sorprendiéndome por ciertas formas y colores, deteniendo mi mirada en detalles que aparentemente no tenían importancia. Me fijaba mucho en los relieves de los esgrafiados de las casas segovianas y en los intensos colores de los campos palentinos; impactos visuales de la infancia que quedaron en mi retina. Siempre quise hacer algo que saliera de la rutina, de la norma convenida. Con los juguetes componía algo que nunca estaba en el libro de instrucciones. Así que hay una continuidad entre esa focalización y la idea de hacer algo creativo. He pintado desde siempre, pero la dura decisión de intentar dedicarme profesionalmente a ello la tome a los 22 años, cuando viajé a París para asistir a unos cursos sobre arte contemporáneo en el Louvre. ¿Qué le llevó a salir de Castilla y León? Los primeros años de mi infancia los pasé entre Segovia y Palencia, con mi hermano Juan Ignacio y mis padres, Francisca y Cecilio. Una etapa dulce, donde tienes todo y no te falta nada, con unos padres cultos, entregados a sus dos hijos. Conservo muy buen recuerdo de ellos y de mi hermano. En Castilla y León adquirí una formación. Terminé Historia Moderna en Valladolid pero sabía que, para responder a muchas incógnitas personales que me planteaba, sobre técnicas y estética artística, la respuesta estaba donde se fraguaba el arte contemporáneo. Quería conocer de primera mano y en directo estos ‘laboratorios’, pero sentía miedo a dar el salto. Afortunadamente, pudo más el impulso y mi vocación artística que la prudencia. En resumen, completé mi formación entre París (Ecole du Louvre) y Madrid, en los Talleres de arte Actual (en el Círculo de Bellas Artes), una forma diferente de impartir el arte contemporáneo. ¿Actualmente, mantiene vínculos con Segovia, Palencia o Valladolid? En Palencia conservo muchos amigos, algunos incluso del parvulario. Otros, la mayoría, de las clases del instituto Jorge Manrique; éramos un grupo muy unido y lo pasábamos muy bien fuera y dentro de las clases. En Valladolid tengo parte de mi familia, y en Segovia también, y cuando puedo viajo a Burgos, donde vive mi único hermano con su mujer y mis tres sobrinos. ¿La eterna batalla de los creadores españoles en general y de la región en particular es conseguir aquí el reconocimiento que sí alcanzan fuera? Ahora vivimos tiempos nuevos, en los que todo se sabe muy rápido. Cuando comencé a exponer en París y en Bruselas, desde media- 169 dos de los 80, la difusión tenía otro ritmo. Menos mal que algunos generosos periodistas locales lo contaban, y con una enorme profesionalidad, debo añadir. Ahora es diferente. Mi última individual en Singapur se conoció inmediatamente, y fue muy bien contada por los medios regionales. Con esto quiero decir que los que tienen poder de decisión de reconocerte o no, se enteran al instante. Luego cada museo o galería tiene su esquema de acción, que hay que respetar. ¿Qué artistas han influido más en su trayectoria? Desde pintores clásicos como Claudio de Lorena, Caspar David Friedrich, Monet y Christian Dahl, hasta abstractos líricos franceses como Schnneider o Nicolas de Stael, por poner dos ejemplos. También músicos clásicos como Haydn y Erik Satie, y contemporáneos como Brian Eno, porque creo la sinestesia: visiono sus sonidos plásticamente, y convierto en color sus notas musicales. La asociación de disciplinas hace que mi creatividad fluya más en el momento de la acción. ¿Situaría el romanticismo y el paisajismo abstracto como la base de su pintura? En los fondos de algunas de mis obras se pueden observar homenajes a algunos artistas románticos antes citados. El punto de partida en mi trabajo reside en mi admiración por los abstractos líricos franceses. Ese lirismo fusionado con mis vivencias de paisaje exterior (entendiendo el viaje como un modo de vida) desemboca en abstracciones que encierran capas de materia superpuesta y texturas con pigmentos, que constituyen paisajes abstractos. El peso de los paisajes en su obra, donde refleja algunas imágenes de Noruega o Nueva Zelanda ¿es fruto de su herencia castellana particular? Mi temprana relación con el paisaje castellano, con los enormes espacios que éste nos enseña, constituyen instantáneas que perduran en mi imaginación. Sin duda, estos paisajes castellanos educaron mi atrac- 170 ción por los paisajes que no parecen tener fin, como las enormes extensiones australianas o los mares noruegos. Adaptando, por ejemplo, las composiciones de mi admirado Rothko a estas dimensiones, para luego transformarlo en una obra. En todas estas instantáneas encontramos elementos comunes, como las franjas solapadas de fragmentos de la naturaleza, o la captación de determinados momentos atmosféricos que singularizan cada obra. Años atrás colaboró en diversos proyectos con poetas como Francisco Pino y Andrée Chedid, o con músicos como Bart Spaan. ¿Qué le aportan esos intercambios? Con Francisco Pino mantuve una colaboración muy especial. Sus ‘Poemas de la mirada ultima’ me inspiraron cinco serigrafías, editadas por Sen en 2002, en Madrid. En París conocí a Andrée Chedid, una poeta egipcia muy reconocida en Francia, y mi galerista de allí editó un pequeño libro con un poema titulado ‘Pour saluer à Alberto Reguera’, inspirada en unos formatos que pinté en 2002. Con Bart Spaan hice dos performances en el Stedelijk Museum de Amsterdam, la última en 2001; la inspiración era recíproca; con obras inspiradas en su música y viceversa, y se editó un cd con la reproducción impresa de mis obras titulado ‘Silencios’. Sigo en contacto con músicos muy contemporáneos, elaborando nuevos proyectos donde se mezclan la música actual de DJs con mis instalaciones pictóricas. También colaboro con informáticos y artistas que me ayudan a ‘extender’ mi pintura por el espacio, pero proyectada de forma digital. Comentaba recientemente que “hay un mercado real para precios razonables” y que su secreto ha sido no exagerar nunca los precios. ¿Cuáles son las mejores vías de venta y difusión de su trabajo? La mejor vía para vender una obra es una galería, donde exista reciprocidad en el trabajo entre artista y galerista. Que éste trabaje e intente situar a sus artistas con dignidad en el difícil y competitivo mercado del arte. Una buena galería de arte es también una vía para difundir, como lo son un museo, las secciones de cultura en prensa e internet. Ahora es muy normal que un artista tenga su propia web, y ayuda mucho a tener una visión global de su trayectoria. Por otra parte, soy muy escéptico con algunas casas de subastas. En otras ocasiones ha asegurado que se plantea su trabajo como una carrera de fondo. ¿Cuál es entonces la meta? La meta es poder tener la oportunidad de seguir haciendo proyectos, poder continuar viviendo de este trabajo y contar con los adecuados medios y su digna difusión. ¿Qué proyectos tiene en cartera? Del 30 de julio al 2 de agosto participaré en una exposición colectiva en Segovia, titulada ‘OXIGEN-arte’. En 2008 tuve obra en una exposición colectiva sobre el objeto en el Ministerio de Cultura francés, en su sede central parisina, y la muestra viaja este año al Museo de Arte Contemporáneo de Acri (Italia), con obras de Pierre Buraglio, Damien Cabannes, Anne Rochette. También participaré en la feria de arte contemporáneo de Lisboa (ArteLisboa) y para 2010 estoy preparando sendas individuales para Hong Kong y París. TEXTO: Paco Alcántara FOTOS: Miriam Chacón Medinaceli puede presumir de ser la localidad española con menos habitantes -apenas ochocientos- que cuenta con una galería de arte abierta todo el año. Un galerista en el oriente soriano Hasta hace menos de una década llegaron a competir cuatro establecimientos dedicados a la exposición y venta de obras de arte, aunque ahora solo se mantiene el que regenta José Martínez. “Aquí se sobrevive, pero muy bien”, comenta con bastante sorna este singular personaje que, tras veintiún años en el negocio, reconoce la parte positiva de vivir en un pueblo. “Enseguida se aprende que existen muchas cosas prescindibles”. Medinaceli es el nombre de este recoleto establecimiento, de apenas veinte metros cuadrados, que se encuentra en la llamada Plazuela de la Cárcel, junto a la impresionante plaza mayor de esta localidad, donde se celebra cada año el Toro Júbilo. Esta localidad se alza junto a la carretera N-II, en la frontera más oriental de la provincia de Soria, lindando con Zaragoza y Guadalajara. “Por aquí pasa mucha gente y “aunque muchos vienen ligeros de equipaje, sin mucho dinero que gastar -aclara tan singular empresariootros sí saben admirar una buena pintura y compran”. La mayoría de los cuadros que se exponen durante esta temporada están firmados por el pintor Gonzalves, aunque también se pueden ver plumillas de los rincones favoritos del propio Martínez. El propietario de la Galería Medinaceli, nació en este pueblo y, como otros lugareños, emigró a Cataluña, “pero regresé, y no vine solo”. Atraídos por el impresionante paisaje que se divisa desde esta antigua frontera entre moros y cristianos, que se levanta sobre una muela en el extremo oriental de Soria, en la década de los setenta del siglo pasado arribó un grupo de jóvenes pintores. Eran discípulos de Pedro Bermejo, quien decidió asentarse en la antigua ciudad romana, donde encontró la tranquilidad, la inspiración y el entorno adecuado para expresar su creatividad. En su taller confluyeron una veintena de jóvenes artistas variopintos, entre ellos José Martínez. Durante casi un cuarto de siglo, “Medinaceli fue un gran centro generador de los más diversos estilos pictóricos”, rememora el marchante de arte, “pero ahora se nota la crisis económica”. El también galerista José Luis Arense recordaba cómo “el extraordinario interés por el arte pictórico, sin duda entre otros varios motivos más intrínsecos, fue especialmente fomentado por los concursos de pintura rápida que cada año se celebraban durante el verano”. Atrajeron a la villa un gran número de artistas que, en un principio, competían con los ya asentados y después algunos, atraídos por la belleza del entorno, fueron incorporándose poco a poco a la vida artística del pueblo. 173 ARENSE Precisamente, el establecimiento con mayor proyección artística fue la galería Arco Romano que, desde 1977 y durante algo más de un cuarto de siglo, regentó Pepe Arense. Tras su muerte, a finales de 2007, la tienda cerró. El historiador del arte Juan Manuel Bonet, buen amigo de tan bohemio personaje, dejó escrito: “aquello era realmente como Nueva York en la vieja Castilla, en la ciudad del cielo incorporada por Ezra Pound a sus Cantos, y cantada en verso, en clave más de por aquí, por Gerardo Diego o por su amigo Bernabé Herrero”. Según recuerdan las hermanas Goig, con las que Arense colaboró en la proyección turística de esta parte de la provincia, “tenía una de las mejores galerías de España, frente al arco imperial de triple arcada donde él, patricio romano, seleccionaba los cuadros, los iluminaba con mimo, convocaba a la ceremonia de la inauguración y Pilar, su hermana, colocaba con la misma elegancia, los platillos con las viandas para 174 agasajar a los concurrentes”. Arense dirigía también un pequeño restaurante, “necesario complemento para la pasión albergada en el piso alto. Un establecimiento que él convirtió en algo tan exquisito como la galería”, añaden estas mujeres, que colaboraron con él durante más de una década. En sus robustas paredes de piedra colgaron sus obras artistas como Jesús Alonso, Juan Cruz-Plaza, Silvina Benguria, Andréa Bloise, Frank Carmelitano, José Carmona, Lola Del Castillo, Dis Berlin, Damián Flores, Rómulo Macció o Fernando Mastretta. Las hermanas Goig recuerdan que ya en 1980, el pintor expresionista americano Frank Carmelitano expuso sus obras en “Arco Romano”. ATRACCIÓN No fue una casualidad, durante años el artista americano repartió su tiempo entre Madrid y Medinaceli. A este prolijo creador se debe la iniciativa del monumento poundiano allá existente, dicen que el único de su género en todo el mundo”. Aseguran que desde Medinaceli se toca el cielo. Eso debió de pensar, también, el acuarelista y grabador austriaco Reiner Schiestl. Desde hace más de veinte años, Reiner acude todos los veranos desde Innsbruck, en ocasiones acompañado de alumnos de aquella tierra, por la que se diseminan, con su caja de acuarelas para inmortalizar en sus láminas el paisaje adusto de estas parameras. Además de haber pintado como nadie el paisaje soriano, este pintor contribuyó a la bibliografía local con una guía turística ilustrada por sus propias fotografías. No es el único artista foráneo que quedó extasiado por las “más portentosas puestas de sol que se puedan imaginar”. El artista sudamericano Rómulo Macció también compró casa en la parte alta del pueblo y pasa largas temporadas. No será el último que se sienta atraído por una paisaje tan imponente como el que se contempla desde el arco romano de Medinaceli. 176 ÁNGEL CORELLA TEXTO: César Combarros FOTOS: Miriam Chacón El bailarín y coreógrafo madrileño estrenó en el Teatro Real ‘La bayadere’, en el bautismo de fuego de la compañía Corella Ballet Castilla y León “El arte es una conexión directa entre las almas de los seres humanos” Hace nueve años, Ángel Corella (Madrid, 1975) tuvo un sueño. Primer bailarín del American Ballet Theatre, en Nueva York, y estrella invitada del Royal Ballet de Londres, del Ballet de Australia, de la Scala de Milán, del Ballet de Tokio o del Kirov Ballet de San Petersburgo, soñó con llevar su pasión por la danza más allá de su carrera profesional. Poner en marcha una compañía estatal de danza clásica de primer nivel, tras décadas de carencias, y crear una escuela multidisciplinar con la que captar y formar a nuevos talentos era su gran proyecto, que ahora cobra forma en la localidad segoviana de La Granja de San Ildefonso, con una escuela que comenzará a andar previsiblemente el curso 2009/2010, y con el Corella Ballet Castilla y León, que tras su presentación en las ‘Noches Mágicas de La Granja’ se puso de largo en el Teatro Real de Madrid, con el estreno de ‘La bayadera’. ¿Cuándo empezó a interesarse por la danza? Ha sido algo que siempre ha estado ahí y desde que era chiquitito lo tuve muy claro. Mi madre cuenta que con dos años, cuando todavía tenía el chupete en la boca, ya bailaba como John Travolta, que era lo que se llevaba entonces. No hay un momento en el que dijera ‘quiero ser bailarín’, tras ver actuar a un bailarín o un ballet, porque en España no existía tradición de ballet clásico. ¿Cómo llegó a esta disciplina? Mis hermanas empezaron a bailar; la mayor lo dejó porque era demasiado sacrificado y a ella le gustaba salir de fiesta con las amigas y no privarse de la comida, y Carmen continuó y sigue en la compañía como subdirectora artística. Mi madre me llevaba con ellas a sus clases de danza y me sentaba allí, pensando que yo me iba a poner a romperlo todo, pero me quedaba sentado viendo la clase hasta el final. Un día, mientras mi madre hablaba con la profesora empecé a hacer giros y saltos que todavía no habían enseñado a las chicas, y así es como empecé. En alguna ocasión ha hablado de “la locura de la danza”. ¿Hay que estar un poco loco para dedicarse a una profesión tan exigente? Somos un poco sadomasoquistas. No tenemos una niñez, ni una juventud, ni una adolescencia normal; nada es normal en el mundo de la danza. Tienes que renunciar a muchas cosas y es un mundo muy sacrificado, pero al mismo tiempo muy gratificante. Escuchar a 4.000 ó 5.000 personas chillando cuando acabas de poner un pie en el escenario es una sensación que no se puede describir. Al mismo tiempo supone una responsabilidad muy grande, pero es una adrenalina que te sube por el cuerpo; casi como una droga natural, que te hace volar. ¿Qué parte de la danza se aprende y cuál debe ser inherente a los alumnos? La parte técnica, con muchísimo trabajo, se aprende; requiere un montón de horas al día, desde las diez de la mañana hasta las siete de la tarde. La parte artística… (vacila) también se puede llegar a aprender. Pero el alma del bailarín es mucho más difícil; puedes guiar a un bailarín para que la descubra, pero es necesario nacer con ella. 177 Hay bailarines que son muy abiertos y otros más introvertidos que cuando salen al escenario se convierten en otra persona. Al contrario de lo que la gente piensa, yo soy muy tímido, pero cuando salgo al escenario no hay quien me pare. Si se cumplen los plazos, para el curso escolar de 2009/2010 pondrá en marcha en La Granja una escuela de Danza Clásica. ¿Cómo surgió ese proyecto? La primera idea era crear una compañía como el American Ballet Theatre, la Scala de Milán o el Bolshoi, porque aquí en España hace veinte años que no tenemos una compañía de danza clásica. El principio del proyecto era crear una compañía, pero al mismo tiempo necesitas poner en marcha una escuela porque la base de la compañía tiene que estar ahí. Durante los últimos nueve años hemos trabajado para crear la compa- 178 ñía, intentando recaudar el dinero suficiente, porque es muy costosa, y en febrero del pasado año seleccionamos a medio centenar de bailarines, que posiblemente en el futuro se incrementen hasta los 70 u 80. ¿A qué achaca la carencia de una compañía de ballet clásico estos años? No lo sé. En realidad ha sido un cúmulo de casualidades. Cuando Maia Plisiétskaia dejó el Ballet Nacional de España, le encargaron su dirección a la única persona que entonces tenía un poco de nombre aquí, Nacho Duato, que hizo lo que mejor sabía hacer: convertirlo en una compañía de neoclásico contemporáneo, que ha llegado a ser una de las mejores de su especialidad en todo el mundo, pero claro, no puedes privar a un país y al público de la danza clásica. Si vas al Teatro Real podrás disfrutar de cualquier ópera del repertorio clásico, pero na- da de ballet; tienes que esperar a que traigan a una compañía del extranjero, que cuesta miles y miles de euros (millones a veces) y viene una vez cada seis o siete años. Para el público eso no es justo. Ése ha sido el problema y desde el Gobierno central nadie ha tomado la iniciativa, que finalmente tuvo que partir de manos privadas. Ahora ya se están dando cuenta de que era necesario, y esperamos que con la creación de la compañía, que ya se la hemos dado hecha, aparezcan esos apoyos para que el proyecto siga adelante cada vez con más fuerza, y cada vez podamos hacer más espectáculos de repertorio. ¿Cuál es la mayor dificultad que ha tenido que superar en este camino? Al principio había falta de entendimiento institucional sobre lo necesaria que era una compañía. El arte en general no es como el deporte, que genera millones de aficionados. La danza clásica y el arte en general se ha convertido en algo más minoritario, porque aunque hay interés y afluencia de la gente, al carecer de los suficientes apoyos y contar con recintos de aforo más reducido que el fútbol, por ejemplo, es necesario poner las localidades a un precio más alto. Yo creo que se ha hecho elitista por la falta de apoyos pero ahora eso puede cambiar gracias a la Junta de Castilla y León, al INAEM (que esperemos que el año que viene nos apoye un poquito más) y a las empresas privadas que nos esponsorizan. La gente se está empezando a concienciar de lo importante que es el arte y la danza clásica en cualquier país del mundo, lo que pasa es que cuando la llama se ha apagado, volver a encenderla es mucho más complicado. ¿Considera que ahora todo puede resul- tar más sencillo? Con el primer estreno en La Granja al aire libre tuvimos unas críticas increíbles, representando tres ballets de repertorio clásico de los mejores coreógrafos del mundo, y cuando presentemos ‘La bayadera’ en el Teatro Real todo será más obvio. Entiendo este primer año como de prueba, de puesta en marcha, para que todo el mundo compruebe que ésta no es una compañía pequeña que afronte montajes sencillos con escenografías para salir del paso. ‘La bayadera’ es una producción muy grande y costosa, que nos ha costado poner en pie, y espero que sobre todo el Gobierno central vea la importancia del proyecto, porque hemos estado trabajando sin los medios necesarios. ¿Por qué se decantó por ‘La bayadera’ para esta puesta de largo? En estos últimos años, en España teníamos muy buenos bailarines principales en el extranjero, pero en una compañía lo difícil es crear un cuerpo de baile fuerte y sólido. Yo he trabajado con las mejores compañías del mundo y sé lo que es tener un cuerpo de baile fuerte y sólido, y quería que el primer ballet que montásemos me permitiera decir: ‘Esto es de lo que estoy hablando; contamos con un cuerpo de baile fantástico’. Y lo hemos conseguido. ‘La bayadera’ es uno de los pocos ballets donde el cuerpo de baile tiene que ser impecable. En el segundo acto, ‘El reino de las sombras’, 24 chicas tienen que estar iguales, perfectas; hay un momento en el que todas están paradas con sólo una pierna en el suelo y la otra arriba, aguantándola muchísimo tiempo. Es uno de los ballets de repertorio más difíciles para el cuerpo de baile, y hemos querido empezar con él 179 para que todo el mundo vea que ésta no es una compañía donde sale Ángel Corella a bailar y el cuerpo de baile lo forma gente un poco mediocre. Todos (con énfasis) los bailarines que están en nuestro cuerpo de baile, solistas y principales, podrían ser principales en cualquier otra compañía. ¿En su proyecto de escuela contempla que la enseñanza de la danza se pueda compaginar con los estudios reglados? Sí, la escuela va a ser integrada para niños desde los once hasta los 18 años, donde se puedan formar en todo lo relacionado con el mundo de la danza, desde clases de repertorio clásico, pasos a dos, zapatillas de punta para las chicas, escenografía, crítico de danza… pero también en las asignaturas del colegio. Queremos aportar una visión global, porque en muchos casos un bailarín se puede lesionar o simplemente descubrir que es una profesión demasiado dura pero que quiere seguir unido al mundo de la danza y no sabe en qué. Es el caso por ejemplo de nuestro magnífico general ma- 180 nager, Matthew Bledsoe, que es todavía un bailarín fantástico y sabe mejor que nadie lo que se necesita en la profesión. ¿Cómo llegó este proyecto global a Segovia? Más bien fue Segovia la que llegó a nosotros, porque fue el antiguo alcalde de La Granja, Félix Montes, quien quería que La Granja se volviera a convertir en un lugar cultural, vivo, como cuando la familia real, con Felipe IV y Felipe V, venía aquí de vacaciones a disfrutar del arte, que antiguamente era el deporte nacional. Aquí se juntaban muchísimos artistas y músicos como Farinelli. Ahora querían revivir eso y el alcalde de La Granja y Patrimonio Nacional nos cedieron el Palacio de Santa Cecilia, un lugar paradisíaco en el que instalaremos las sedes de la compañía y la escuela. ¿Tienen intención de colaborar con la Escuela Profesional de Danza de Castilla y León? Sí, hace unos meses estuve allí dando una clase magistral, y queremos poner en mar- cha espectáculos para los colegios, con los que se pueda introducir a los chicos de alguna forma en el mundo de la danza. Queremos ofrecerles espectáculos que estén diseñados exclusivamente para ellos, como escenas de ‘El cascanueces’, la secuencia del balcón de ‘Romeo y Julieta’, explicarles por qué Rothbart quiere engañar a Sigfrid en ‘El lago de los cisnes’… Representar para ellos pasajes que les permitan entender lo que es el mundo de la danza, que les permitan soñar. Hay que tener en cuenta que hay mucha gente totalmente perdida y que a lo mejor un 20 por ciento de la clase se puede aficionar a la danza, y quizá un dos ó tres por ciento de esos chicos quiera ser bailarín. ¿Sigue adelante la posibilidad de colaborar en el futuro con la OSCyL? Sería algo fantástico, porque nosotros en este momento no tenemos orquesta y la Sinfónica de Castilla y León tiene muy buen nivel y está muy bien considerada. Si vamos a un teatro donde no hay orquesta y pudiera venir con nosotros sería fantástico. ‘Metrópolis’ resurge en la Seminci TEXTO: César Combarros FOTOS: Rubén Cacho y E. M. La Orquesta Sinfónica de Castilla y León, dirigida por Winfried Mitterer, interpreta en el Auditorio de Valladolid la partitura original de Gottfried Huppertz de la película 'Metrópolis'. El festival vallisoletano acogió el estreno en Europa de quince minutos inéditos del clásico de Fritz Lang, desaparecidos desde hacía medio siglo, y el Auditorio del Centro Cultural Miguel Delibes albergó un pase de la película con acompañamiento musical en vivo de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León La Semana Internacional de Cine de Valladolid vistió sus mejores galas el 29 de octubre para celebrar un acontecimiento muy especial: el día de ‘Metrópolis’. El clásico dirigido por Fritz Lang en 1927 se convirtió en protagonista absoluto de una jornada inolvidable, que arrancó a mediodía con el estreno en Europa de quince minutos inéditos del filme, que habían permanecido desaparecidos durante el último medio siglo, y se completó al filo de la medianoche. Fue entonces cuando los 1.700 espectadores que abarrotaban el Auditorio de Valladolid, en el Centro Cultural Miguel Delibes, comenzaron a abandonar el recinto tras disfrutar de una sesión única, con la proyección de la película y el acompañamiento musical en directo de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, bajo la batuta de Winfried Mitterer. La primera entrega de la jornada tuvo lugar en la Sala Miguel Delibes del Teatro Calderón, donde se presentaron cuatro secuencias que suman alrededor de quince minutos de duración, pertenecientes al montaje definitivo de ‘Metrópolis’. Estas secuencias permanecían inéditas desde 1959, la última vez que se proyectaron en un cineclub de Buenos Aires (Argentina), y su hallazgo el pasado verano abría las puertas a un remontaje de la versión restaurada del film, el único declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad, en su apartado de Memorias del Mundo (2001). La directora del Museo del Cine ‘Pablo Ducrós Hicken’, dependiente del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (Argentina), Paula Félix-Didier, llevó en mano a Valladolid una copia digitalizada de parte del material recuperado, y apareció acompañada del cineasta y restaurador Luciano Berriatúa, 183 La directora del Museo de Cine de Buenos Aires, Paula Félix-Didier y el director y restaurador Luciano Berriatúa presentan quince minutos inéditos de ‘Metrópolis’. que fue quien alertó a la Fundación Murnau de la fiabilidad del descubrimiento. INCREDULIDAD “Al encontrar la copia nos entusiasmamos y escribimos a la Fundación, que nunca nos contestó –explicó Félix-Didier. Nos quedamos perplejos y un compañero se desplazó a Madrid y se puso en contacto con Luciano, a quien le mostró el material”. Así lo corroboró el restaurador, que fue el encargado de telefonear personalmente a la Fundación Murnau “hasta en cinco oca- 184 siones”, para decirles que el material existía. “Han sido tantas décadas buscando este metraje que infinidad de personas e instituciones ya habían dado falsas alarmas anteriormente, y en la Fundación ya estaban convencidos de que era imposible que una copia íntegra de la película hubiera salido de Alemania, por lo que nunca la buscaron”, explicó Berriatúa. Félix-Didier recordó el complejo recorrido de la copia en 16mm que ahora ha aparecido, cuyo itinerario comenzó poco después del estreno en Alemania. “La ver- sión original de ‘Metrópolis’ se vio en Alemania tan solo cuatro meses. Debido a las reacciones de la crítica, que fueron muy malas, se recortó la película hasta llegar a la versión norteamericana, que es la única que se ha conservado con el paso del tiempo, pero un distribuidor argentino que tenía un acuerdo con la UFA (la productora) se llevó una copia a Buenos Aires, con la versión hispanohablante del film. Tiempo después, el coleccionista Manuel Peña Rodríguez se hizo con la copia, y acabó donándola en los años 60 al Fondo Artístico Nacional, de Imágenes de los quince minutos inéditos del metraje de Metrópolis donde pasó en 1992 al Museo del Cine Pablo Ducros Hicken. La llegada a la dirección de ese centro de Paula Félix-Didier, en enero de este año, hizo que se revisara el caso de la copia, debido a la insistencia del director del departamento audiovisual del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba), Fernando Martín Peña, y revisando el celuloide confirmaron el hallazgo. Tras duras negociaciones, los responsables del museo bonaerense y la Fundación Murnau alcanzaron en mayo de 2009 un acuerdo para limpiar y recuperar los fotogramas nuevos, puesto que la copia recuperada se encuentra en un pésimo estado, al haber circulado por todo el país durante los años 50, con sucesivas proyecciones. El proceso de restauración del nuevo material del film de Fritz Lang podría prolongarse durante dos años, según Berriatúa, quien aseguró que “es preciso un retoque digital que en algunos casos se hará fotograma a fotograma, porque se parte de una copia en 16mm, lo cual reduce cuatro veces la calidad que daría una copia en 35mm”. EL CONCIERTO La jornada especial programada por el festival se completó por la noche, con puntualidad exquisita los integrantes de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León aparecieron en el escenario a las 21.30 horas, liderados por el director de orquesta Winfried Mitterer, que antes de esa velada ya había dirigido la partitura original del filme en otras dos ocasiones con la Orquesta Sinfónica de Loja, en Ecuador. La Agencia Ical pudo conversar con el maestro antes del recital, y aseguraba que tener a ochenta músicos sobre el escenario realizando este esfuerzo “es algo impresionante”. “A las orquestas sinfónicas les gusta interpretar estas obras porque atrae a un público que, de otra forma, no acudiría a una sala de concierto, porque son más cinéfilos”, apuntó. El maestro Mitterer también se refirió al “renacimiento” que está viviendo en los últimos años la interpretación de partituras originales en directo, un formato que calificó como “novedoso”, y que en la Seminci ya se pudo disfrutar en ediciones pasadas con la proyección de películas como ‘Napoleón’, de Abel Gance, o ‘La aldea maldita’, de Florián Rey, con dirección musical en vivo de Carmine Coppola y José Nieto, respectivamente. Con la Sinfónica de Castilla y León Mitterer utilizó el mismo esquema de trabajo que con otras formaciones: “La primera etapa de los ensayos consiste en armar la obra como si fuera una gran sinfonía. La segunda es la sincronización; ésa es cuestión del director”. De hecho tiene tomadas unas mil referencias para saber, al milímetro, “si tengo todo cuadrado, o no”. El maestro se deshizo en elogios con la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, y resaltó que “en muy poco tiempo han realizado un gran esfuerzo técnico, musical y mental, porque hay que pensar en muchas indicaciones”. Tras sólo tres días de trabajo conjunto, manifestó en público sus “respetos a estos profesionales, porque estoy muy contento con los resultados”. La música original de Gottfried Huppertz fue reconstruida para orquesta por Berndt Heller, e incluye numerosas referencias de los acontecimientos que suceden en la pantalla. Como también destacó el archivero de la OSCyL, Julio García Merino “el compositor identifica mediante temas y motivos musicales no sólo a todos los personajes, también objetos y lugares como los jardines eternos, o la máquina corazón, que es la fuente de energía de la ciudad”. La premiere de ‘Metrópolis’, con una pompa acorde con tan inmensa producción tuvo lugar un diez de enero de 1927 en el Palacio de la UFA, en Berlín. La música, compuesta por Gottfried Huppertz, fue interpretada en vivo por la Orquesta Sinfónica de la UFA, conducida por Otto Härzer. Casi un siglo después, otro alemán, Winfried Mitterer, dirigió esta partitura al frente de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, en el Centro Cultural Miguel Delibes, de Valladolid. 186 JOSÉ LUIS GARCÍA SÁNCHEZ TEXTO: César Combarros FOTOS: Juan Lázaro El realizador salmantino prepara junto a David Trueba la adaptación de ‘Los muertos no se tocan, nene’, de su añorado Rafael Azcona “Asistimos a la muerte del cine como lo hemos conocido desde los años 30” Sus padres se lo llevaron a Madrid siendo un niño, y José Luis García Sánchez (Salamanca, 1941) confiesa tener “un sentido crítico muy fuerte” hacia su tierra, hacia ‘Castilla la Vieja’, a la vez que explica que le gustaría que sus paisanos fueran “más libres”. En abril estrenó una nueva adaptación de su querido Valle-Inclán en los cines (con el título ‘Esperpentos’) y en TVE (titulada ‘Martes de carnaval’), con un reparto de lujo encabezado por Pilar Bardem, Julio Diamante, Juan Diego, Jesús Franco y Juan Luis Galiardo. Sin rodeos ni medias tintas, socarrón y directo, en esta entrevista con Ical repasa su trayectoria y añora al desaparecido Rafael Azcona, con quien colaboró con frecuencia. ¿Qué caminos le llevaron al cine? Supongo que el mismo que te lleva a la literatura o al arte. Entré en contacto con el cine como todo el mundo, en las salas, y luego ya más en profundidad en los cineclubs de la facultad y por los caminos de la progresía: para intentar cambiar el mundo ibas a una sesión de cine- club. Era lo más parecido a la guerrilla urbana que había entonces. Allí conocí a Patino y empecé a ejercer como ayudante; así comprendí que el cine podría llegar a ser un oficio, aunque realmente nunca he vivido del cine. En sus inicios también apostó con fuerza por el teatro, como cofundador de Los Goliardos. Todo procede de lo mismo: el deseo de cambiar las cosas y juntarte con gente para hacer algo. Es el clima de una época. La oferta que tenía un universitario medio en 1962 un fin de semana era ir con una chica a un baile que acababa a las diez de la noche, ir al cine a ver un repertorio limitadísimo de películas, muy raramente ir a un teatro, o hacerlo tú. No había más posibilidades. O escribías poesía tú solo en casa pero se te cansaba la muñeca, o si querías pasar del onanismo a la colectivización ahí tenías el teatro, que era una actividad euforizante. ¿Cómo accedió a la Escuela Oficial de Cinematografía (EOC)? Al terminar los estudios me presenté en la Es- 187 cuela sin saber muy bien por qué; yo no lo tenía muy pensado y en realidad me pagó la matrícula un amigo. Era un chollo porque costaba como 140 pesetas al año, exhibían películas sin censurar que no se veían durante todo el año, te dejaban rodar y además había tías. Yo nunca quise acabar. Hacía todo lo posible para que me suspendieran pero sólo te podían suspender tres veces y había que tener cierto cuidado. ¿Cree que la generación de su hijo (Víctor García León) lo ha tenido más fácil que la suya para dedicarse al cine? Se trata de accesos distintos. Yo entré en una profesión que estaba muy poco nutrida, con muy poca gente, y llevo treinta años siendo de los treinta mejores directores del cine español, pero porque había muy pocos. Ahora cada año salen quince nuevos y es más difícil. Es mucho más fácil hacer la primera película, pero es mucho más complicado hacer la segunda y ya no te digo la tercera. Sucede igual que en la prensa, que ahora resulta más fácil acceder a un periódico pero mucho más complicado hacer carrera en él. Los jóvenes están mucho más preparados y tienen las cosas mucho más fáciles aparentemente, pero el mismo hecho de no ser joven te quita la mayor posibilidad que siempre han tenido los jóvenes, que es crear tus propios medios. Con ‘Las truchas’ se alzó con el Oso de Oro en Berlín en 1978, con un jurado presidido por Patricia Highsmith y con Sergio Leone y Theo Angelopoulos. ¿Qué supuso aquel reconocimiento? Lo resumió muy bien la criada que trabajaba en casa de mis padres. Cuando le preguntaron qué había pasado, dijo: ‘¡Que le ha tocado el premio!’ Highsmith era muy partidaria de la película, y en el jurado había una directora rusa, Larisa Shepitko, a quien también le había gustado mucho. Que una película le guste mucho a dos jurados supone una gran suerte, y luego yo qué sé de por qué se dan los premios. Es una película que no se emite desde hace mucho tiempo y sospecho que en el fondo es muy femenina, porque he ob- 188 servado que les gusta más a las mujeres que a los hombres. Se trata de una película muy destructiva y muy rara. Es una película muy divertida que procuramos hacer aburrida; no queríamos hacer reír, sino que la gente notara que el aburrimiento que estaban viendo era muy divertido. ¿Cómo ha cambiado su concepción del oficio desde que comenzó? Esencialmente no ha cambiado. Creo que hay que hacer absolutamente todo lo que te propongan, salvo que sea una cosa inicua; uno debe dirigir las cosas que escriba y lo que le encarguen, aunque no lo haya escrito. Yo he observado que las películas que he hecho sin escribirlas me salen mucho peor, o sea que debo ser mal director de oficio, aunque a lo mejor soy mal director de todo, pero creo que saber dirigir no tiene nada que ver con saber escribir. Son dos oficios distintos. ¿En esa dualidad se siente más cómodo escribiendo o dirigiendo? Ahora uno tiene que ser polivalente porque la profesión ha cambiado. Estamos asistiendo a la muerte del cine entendido como películas de 90 minutos, psicológicas y que acaben bien, que es de lo que nos hemos estado nutriendo desde los años 30 hasta ahora. Antes las películas no eran de 90 minutos, sino de un rollo, y quizá vuelvan a ser así. La profesión va a tener que acomodarse a esos caminos. ¿Por qué ha decidido volver a Valle Inclán con ‘Martes de carnaval’? Ya no recuerdo el origen, pero sé que Rafael (Azcona) y yo nos dijimos: ‘Ya que nos ponemos a encargarnos algo, vamos a encargarnos lo que más nos guste’, y lo que más nos gustaba de obra literaria era esto; a él quizá le gustaba más Kafka, pero yo mandaba más que Rafael. ¿Qué le aporta la literatura de Valle que no encuentre en otros autores? Tiene una limitación: fuera de la Península Ibérica se le comprende mal, pero con ese reductivismo que también afecta a Cervantes. Valle Inclán es uno de los pocos escritores en España que ofrece una estética, una visión completa del mundo. Pérez Galdós te puede contar muy buenas historias, pero no te aporta un universo propio. Además Valle coincide plenamente con mi visión de las cosas; yo me sumo a él porque desde pequeño he visto que todo lo que contaba era cierto. Esa iglesia, el ejército… ¿Tras ‘Divinas palabras’ (1987) y ‘Tirano Banderas’ (1993), cree que cierra una etapa con el escritor gallego? Si alguien me ofreciera hacer más Valles los haría, pero pienso que no seguiré por ese camino. Ahora tengo otro autor que me gusta más, que es Rafael Azcona, y voy a hacer ‘Los muertos no se tocan nene’. ¿Había charlado con el propio Azcona sobre esa adaptación? Sí, sí. Tuvimos una primera conversación, me pidió que escaneara su obra y se la mandé. Me riñó mucho por haber leído la antigua y no la moderna, y se me murió el pobre. ¿Cómo era trabajar codo con codo con Azcona? Era una tarea estupenda. Nunca coescribía un guión si no compartía los puntos de vista. Si llegaba un momento en el que discutía con alguien, él se profesionalizaba, se marchaba a casa, lo entregaba, lo cobraba y no hablaba con nadie; pero si trabajaba contigo, la jornada comenzaba por la mañana desde la lectura del periódico. Yo estuve años comiendo con él y con Fernando Trueba sin saber para qué. En 2001 también codirigió ‘Lázaro de Tormes’ junto a Fernando Fernán Gómez, a quien también perdimos a finales del pasado año. ¿Se podrán llenar los huecos que han dejado ambos? No les podremos recuperar, pero sin duda vendrán otros que serán igual de estupendos y de maravillosos porque afortunadamente el ser humano no desaparece. Yo adaptaré ‘Los muertos no se tocan, nene’ junto a David Trueba, que es el nuevo Azcona, y entre todos tenemos que procurar que lo sea. El nuevo Fernán Gómez podría ser Juan Diego, o vete tú a saber por dónde nos llega. TEXTO: César Combarros FOTOS: Miriam Chacón LOLA HERRERA La actriz vallisoletana se volcó en la comedia musical con ‘Seis clases de baile en seis semanas’, que presentó en el Teatro Calderón de su ciudad natal “No quiero hacer ningún drama más, necesito una dosis generosa de humor” Han pasado muchos años desde que las Hermanas de la Cruz vistieron a la pequeña Lola Herrera (Valladolid, 1935) de muñeca y la metieron dentro de un coche de juguete en una función escolar. Ella no lo sabía entonces, pero acababa de tomar contacto con la que sería la profesión de su vida, el teatro, un oficio al que lleva dedicada el último medio siglo y sin el cual no concibe el futuro. “Yo no me pienso marchar de los escenarios mientras mi cabeza y mi cuerpo respondan”, asegura en esta entrevista con Ical, unos días antes de estrenar ‘Seis clases de baile en seis semanas’ en el Teatro Calderón de su ciudad natal. ¿Cuándo sintió el veneno del teatro en las venas? Encima del escenario. Yo trabajaba en Radio Madrid y se me brindó la oportunidad de estrenar en el Teatro de la Comedia de Madrid con Manuel Dicenta y otros actores muy importantes de la época. Cuando se me pasó el susto descubrí que encima del escenario me pasaban cosas que no me habían sucedido nunca y que me gustaban. Renuncié a la radio y me quedé en el teatro; así fui poniendo nombre a lo que en principio eran sensaciones desconocidas y comencé a disfrutar del mundo de la interpretación. Tengo entendido que en su infancia era muy aficionada a cantar en concursos radiofónicos. De pequeña nunca tuve muy claro lo que quería ser. Fui descubriéndolo poco a poco. Hasta los 14 años canté en concursos y gané cuatro o cinco premios. Luego sentí la necesidad de salir de Valladolid en busca de no sabía muy bien qué, y en Radio Madrid me llegó la oportunidad. Soy una persona intuitiva y casi siempre me he dejado llevar por un sexto sentido. Lo cierto es que lo que empezó como una curiosidad luego ha sido y es la pasión de mi vida. En 1953 debutó en el cine con Rafael J. Salvia en ‘El pórtico de la gloria’. ¿Fue antes de su salto a Madrid? Sí, mucho antes. Suevia Films convocó un concurso para rodar una película protagonizada por el cantante mexicano José Mojica. Había unas 270 candidatas y me eligieron a mí. Luego estuve un curso en la escuela de Elorrieta y regresé a Valladolid, donde hacia 1958 coincidí con Chico Ibáñez Serrador, que estaba con la compañía de su madre a punto de salir de gira por América. Mantuve unas conversaciones con él que me abrieron los sentidos, y una de las cosas que tuve clara fue que tenía que marcharme de Valladolid para hacer algo de lo que me interesaba. La verdad es que fue un acierto. Un buen soporte para su trabajo fue también la entonces emergente televisión, que apostaba por el teatro en la programación. 191 La televisión entonces estaba empezando y no existían los guionistas específicos del medio, así que cuando comenzaron a emitir se echó mano del teatro y yo hice mucho teatro en televisión, como casi todos los actores del momento. ¿Cómo ha cambiado su concepción de la profesión desde sus inicios hasta ahora? No ha cambiado. He ido descubriendo cosas pero la ilusión por el trabajo, la entrega, el estudiar la psicología de un personaje… siguen intactos. A medida que vas teniendo más experiencia y vives más cosas, eso lo aplicas a tu trabajo. Los actores, como todo el mundo, nos vamos adaptando a los cambios, pero la base, que es la pasión por lo que haces, el rigor y la entrega, es la misma desde el principio. ¿Tiene el teatro garantizada su pervivencia o considera que está amenazado por la dictadura del audiovisual? El teatro está amenazado desde que apareció hace siglos, pero yo pienso que todo el aluvión actual de tecnologías que permiten enlatar todo y estar cada vez más lejos de la realidad, privilegia al teatro, que es una experiencia en vivo y en directo. El teatro es otra cosa, tan sumamente diferenciada que creo que con el tiempo no sólo no le va a perjudicar sino que le va a beneficiar. No creo que nunca llegue a ser masivo, siempre será de minorías, pero es un tesoro que no se perderá nunca. Últimamente ha pasado de actuar en la 192 comedia musical para cine ‘¿Por qué se frotan las patitas?’ a un montaje lleno de humor y ternura como ‘Seis clases de baile en seis semanas’. ¿Cómo se encuentra alejada de terrenos dramáticos? Divinamente. Me encuentro feliz. No quiero ningún drama más. Si puedo, que podré, no quiero más que los dramas ineludibles que te tocan en la vida. Indudablemente quiero hacer comedia, tratar desde el humor los temas que sean, que se pueden tratar todos, pero no quiero hacer ningún gran drama más. Lo tengo clarísimo. Por mi edad sé que no me voy a quedar aquí toda la vida; todavía me encuentro con capacidad y con ganas pero no sabes si en cualquier momento te va a tocar cualquier enfermedad que te impida seguir al mismo ritmo, así que ahora pretendo disfrutar al máximo el tiempo que esté en la profesión. Eso no quiere decir que no haya disfrutado con los dramas, que lo he hecho, pero han sido demasiados y necesito una dosis generosa de humor. ¿Qué le atrajo de ‘Seis clases de baile en seis semanas’? Siempre me ha gustado bailar. Soy de una época en la que se bailaba mucho y encontrarme con esta obra ha sido una alegría más, porque se me había olvidado lo gratificante que es bailar. Es muy bonito unir un paso con otro al compás de la música y que encaje, algo que hice toda mi juventud. Dejé de ir a sitios de baile cuando nacieron las discotecas, que borraron toda huella ante- rior; ahora el ruido de las discotecas es ensordecedor y no puedes seguir una música armoniosa según yo la entiendo. ¿Cree que el teatro le ha ayudado a conocerse a sí misma? Sí. Sí, sí, sí. Al teatro le debo muchísimas cosas. Es una profesión riquísima, que te enseña todos los días, desde que empiezas hasta supongo el día que termines. Es una sucesión de conocimientos y de situaciones que no acaba nunca. Yo soy una persona curiosa, que me implico hasta el cuello en lo que hago, y no he podido elegir mejor profesión. ¿A quiénes citaría como sus maestros? A todos los buenos, a toda la gente buena que he admirado, y tengo mucha capacidad de admiración. En la época en que comencé en el teatro y durante muchísimos años he tenido la suerte de trabajar con gente buenísima que me ha enseñado todo lo que sé. Luego han empezado a venir los jóvenes y ése es otro aprendizaje muy interesante. Ahora mismo estoy trabajando con Juanjo Artero, que por edad podría ser mi hijo y es de una generación muy distinta, pero resulta que los cómicos somos muy parecidos. La gente que tiene pasión por esto la tiene recién nacido para la profesión o a los cien años. Es un aprendizaje y un intercambio continuo con la gente con la que trabajas. Lo bonito es que haya generosidad, algo muy importante en cualquier profesión y en esta en particular. Ésa debería ser la primera lección. Con medio siglo de teatro a sus espaldas, ¿Se imagina una vida alejada de las tablas? No, no me la imagino. Yo no me pienso marchar si mi cabeza y mi cuerpo responden. No me pienso marchar porque lo decida yo, lo decidirá mi cuerpo. Si estoy con mis cinco sentidos y energía suficiente iré haciendo trabajos más pequeños, acordes con las energías que tenga, pero lo importante es estar ahí. Yo no quiero ser la protagonista de nada, quiero estar en el teatro porque es lo que me gusta. Compartir con quien sea mi escenita y disfrutar con ella. Peregrinos literarios TEXTO: Paco Alcántara FOTOS: : Miriam Chacón y D. A. 194 César Gutiérrez en la librería anexa a la Casa-Museo de Antonio Machado en Segovia Casa-Museo de Antonio Machado en Segovia No son pocos los que se emocionan cuando entran en el dormitorio que ocupó Antonio Machado en la pensión de la calle de los Desamparados, durante su estancia en Segovia. Hay quienes viajan desde el mismísimo Japón a Valladolid, sólo para conocer la vivienda en la que residió Miguel de Cervantes, a principios del siglo XVII, y donde corrigió las pruebas de imprenta de la primera parte de El Quijote. Los estudiosos de la obra de Miguel de Unamuno saben que buena parte de la historia de España del primer tercio del siglos XX se haya en la extensa correspondencia epistolar, más de 25.000 cartas, que el autor de 'Niebla' recibió de numerosos personajes y que se guardan en la Casa Rectoral de Salamanca, que ocupó durante 14 años, convertida, desde 1953, en Casa Museo. Los devotos de los versos de José Zorrilla quedan electrizados cuando contemplan el sillón de rejilla donde murió el autor del más popular don Juan Tenorio un 23 de enero de 1893 y que preside el conocido como Gabinete de trabajo de la casa en la que nació el poeta a principios del siglo XIX, en Valladolid, en la antigua calle de la Pólvora, junto a la Iglesia de San Pablo. Cuenta Ángela Hernández Benito, responsable de la Casa de Zorrilla, que muchos de los visitantes que acuden a un museo de estas características, “lo hacen con cierto sentido fetichista”. La directora de la Casa Museo de Unamuno, en Salamanca, recuerda a una mujer extranjera, que se presentaba con cierta frecuencia y pedía a los vigilantes que la dejaran sola unos minutos en el dormitorio del escritor. “Entonces”, narra Ana Chaguaceda, “se arrodillaba ante la cama y salía con lágrimas en los ojos, nunca supimos los motivos”. No se conoce si algún cervantino confeso se arrodilló ante el escritorio que recrea el lugar donde Cervantes fraguó El Coloquio de los Perros y el Licenciado Vidriera. Las cerca de 20.000 personas que recorren cada año esta Casa Museo desean compartir las habitaciones que ocupó el más genial autor en lengua castellana. Alberto Campano, su conservador, da fe de la existencia de un grupo numeroso que “casi peregrina, expresamente, a Valladolid, para recorrer y admirar estas estancias”. Estos excéntricos admiradores están ávidos de pisar y ver con sus propios ojos los lugares donde residieron sus mitos literarios, observar objetos de su propiedad, conocer detalles, anécdotas y peque- 195 César Gutiérrez en la Casa-Museo de Antonio Machado en Segovia ños sucedidos del personaje que habitó esas estancias y donde pudo gestarse buena parte de la creación artística. César Gutiérrez, que tiene su librería de Viejo en los bajos la Casa de Machado, en Segovia, rememora la pasión del actual embajador ruso cuando, hace unos meses, conoció la antigua pensión, “no solo nos regaló un libro de poemas de Machado, traducido a su idioma”. También estuvo leyendo versos en voz alta en el dormitorio y “se le veía tal como el que acaba de cumplir un viejo deseo”. FANTASMA Con cierto humor, Ángela comenta alguna de las muchas anécdotas que desvela du- 196 Documentos personales de Miguel de Unamuno en la Casa Museo de Salamanca rante la visita guiada al edificio y que hacen las delicias de los turistas. “A la gente le encanta saber pequeños detalles, como que el poeta escribía de cara la pared, para no distraerse –relata- o que compuso el libreto de su Juan Tenorio en apenas 21 días. Muchos alcanzan el éxtasis cuando, casi al finalizar el recorrido, les explicamos que el fantasma de un antepasado de Zorrilla recorre las distintas habitaciones porque, desde la última reforma, se quedó sin habitación”. De hecho, algunas de las personas que aquí trabajan ha padecido situaciones extrañas: luces que se encienden solas, puertas que se abren, cuadros que se caen. Es totalmente cierto que el más genial de los literatos románticos españoles, cuando era joven tuvo una alucinación y se le apareció su abuela materna, en el cuarto donde se guardaban muebles viejos. “Me dijo con una voz que no sabré explicar dónde me resonaba, si en el corazón, en el cerebro o en el oído: Yo soy tu abuelita; quiéreme mucho, hijo mío, y Dios te iluminará”, dejó escrito años después, según relata la cicerone. La Casa de José Zorrilla recrea la vivienda de una familia acomodada del siglo XIX en una ciudad de provincias y expone muchos enseres propiedad de su familia, desde la cama en la que nació el 21 de febrero de 1817, hasta el dormitorio de su tío Zoilo, canónigo, “que se llevaba fatal con el poeta”. También advierte la conservadora de la Casa, cómo han intentado condensar Visita guiada en la Casa Zorrilla de Valladolid la intensa vida de tan prolijo creador, exponiendo desde los numerosos premios literarios que recibió en vida, hasta álbumes ilustrados que le regalaron admiradores como el Ateneo de Madrid o el periódico vallisoletano La Crónica Mercantil. ¡Cómo no!, la mascarilla funeraria del rostro del autor de 'Traidor, inconfeso y mártir', que realizó el escultor Aurelio Rodríguez-Vicente Carretero, expuesta en una de las salas, merece una vistazo, porque, “si te fijas bien, aún se puede distinguir alguna pestaña que quedó pegada al yeso”, advierte la responsable de la Casa Museo. AUSTERIDAD Asegura César Gutiérrez que tras la visita a la casa que ocupó Antonio Machado en Segovia, “cuando se ha contemplando la modestia con la que vivía este hombre, se entiende mucho mejor su poesía”. A los más mayores, la cocina bilbaína les recuerda su infancia, los curiosos se interesan por lo que costaba vivir en un lugar tan austero, “pagaba tres pesetas”, apunta el improvisado guía. En el dormitorio del poeta, junto a la mesa camilla donde escribía hasta altas hora de la noche, ha sobrevivido al tiempo la estufa de petróleo que utilizó para calentarse en los duros inviernos castellanos, “más decorativa que útil”. Porque era tal el frio que padecía el autor de Campos de Castilla en esta pensión que llegó a asegurar a su amigo Mariano Quintanilla: “Ten- go que abrir el balcón para que se caldee la habitación”. César Gutiérrez, que lleva ocho años regentando una librería de Antiguo en los bajos de la Casa del Poeta, ha visto como mucha gente se estremece cuando recorre las estancias donde nació buena parte de la obra teatral de Antonio Machado y sus dos grandes personajes, Juan de Mairena y Abel Martín. Durante su estancia en Segovia, desde 1919 hasta 1932, Machado fue inquilino en la pensión que regentaba Luisa Torrego, en la calle de los Desamparados, en pleno centro de la ciudad, junto a la Catedral. Una casa modesta en la que residía la propietaria con tres huéspedes. Uno de ellos, Pablo 197 González Bueno, veintitrés años más joven que el poeta, recordó décadas después, que una tarde Machado casi se inmoló: “Don Antonio salió despavorido de su cuarto con la cara ennegrecida. Nunca he llegado a comprender cómo la inflamación de aquel artefacto pudo producir, instantáneamen- 198 te, tales efectos”. El gran literato se trasladó a la ciudad del Acueducto, procedente de Baeza, para ocupar la Cátedra de Lengua Francesa en el Instituto General y Técnico. Además de escribir, Machado derrochó una gran actividad social en esta pequeña capital. Gracias a su amistad con Miguel de Unamuno, consiguió que el gran escritor de la generación del 98 pronunciara una conferencia en la Universidad Popular. Como muestra de la admiración que el poeta andaluz sentía por el pensador vasco, en la Casa Museo de este último se guarda una primera edición de Casa-Museo Cervantes de Valladolid Soledades con esta dedicatoria: “A don Miguel de Unamuno, al sabio y al poeta. Devotamente, Antonio Machado”. PAJARITAS Precisamente, son libros, documentos y cartas, lo que analizan con avidez los más de 550 investigadores que el año pasado acudieron a la Casa Rectoral, en la calle Libreros, de Salamanca. En la vivienda que ocupó Unamuno entre 1900 y 1914, durante su etapa de Rector de la Universidad, no solo se exponen buena parte de los enseres que le acompañaron en vida, también se ha habilitado una sala para que los Ángela Hernández Benito, trabajadora durante más de 20 años en la Casa Zorrilla de Valladolid. numerosos estudios de su obra puedan tener acceso directo a tan interesantes legajos. Desvela Ana Chaguaceda que existe un corriente de investigación que está trabajando en su pensamiento filosófico. “Acuden muchos universitarios de América Latina, también hay un grupo en el País Vasco que trabaja sobre la etapa juvenil de Unamuno, su epistolario y su faceta como poeta”. El tesoro son los más de 5.500 libros que donó, los numerosos manuscritos, fotos, dibujos y la correspondencia que mantuvo con políticos, literatos y filósofos de su tiempo. Fuera de este ambiente erudito, quienes realizan la visita guiada “conocen la compleja personalidad del autor de San Manuel, Bueno y Mártir que, entre sus muchas habilidades, era un experto en papiroflexia. En una vitrina se exponen algunas pajaritas y otros animales que enviaba a sus amigos o regalaba a sus hijos. Tanto Ángel Hernández, como César Gutiérrez, Ana Chaguaceda o Alberto Campano reconocen que el morbo, la pasión o la simple curiosidad, son razones para visitar estas Casas Museos. También afirman que trabajar en un centro de estas características los ha convertido en sedientos seguidores de estos escritores. 199