Labios gruesos y

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Labios gruesos y...
por JAPE
Estaba muy preocupado. Lo sé porque Carlos
solo se queda quieto cuando algo realmente
serio le preocupa. ¿Qué pasa chama? —indagué.
— Nada brother, que la vida es del cará…
—Ya lo sé…; pero dime que parte de ese
cará es el que ahora te golpea —insistí de
modo persuasivo.
—Compadre que… (tomó impulso para
confesarse) …que sin querer escuché la conversación de unas amigas que estaban discutiendo sobre los tipos «buenotes» de una telenovela.
—¿A ti te interesa ese tipo de cosas?
—No mi hermano, es que la opinión que he
escuchado ahí me ha dejado frito, y lo peor es
que la jevita que me tiene loco, estaba ahí, ¡y
comparte esa idea!
—Alégrate de que comparte una idea, y no
a uno de esos protagonistas.
No escuchó mi intento de chiste, pero sí
tomó un segundo aire y me dijo, lleno de evidente desconcierto:
—¿Tú sabes que ahora a las mujeres les
gustan los tipos con los labios gruesos y el fondillo duro?
Casi le espeté una carcajada en la cara.
Pero conozco lo complejista que es mi amigo.
Un joven que, a pesar de su edad, tiene muy
claro (gracias a su padre) los cánones de lo
que debe y tiene que ser un «macho remacho».
Pensé que lo mejor era entrarle al asunto por
otra parte.
—Mira Carlos (le dije con pose de científico
y creo que hasta engolé un poco la voz), lo primero es ubicarse en que nunca te puedes llevar por comentarios de mujeres. Siempre sueñan con los galanes más disímiles, tienen
novios que se parecen a estos galanes, pero
al final se casan con el más gordo y más calvo de sus pretendientes. No exactamente porque es lo que les gusta. Siguen soñando con
su galán, pero en realidad los únicos que se
casan y forman un hogar son los gordos y calvos.
Carlos pareció interesado en mi disertación
y se quedó atento como esperando más. Aproveché y volví a la carga: —En esos juicios del
gusto femenino (y masculino también) mucho
influye la estética de la moda que imponen los
medios de comunicación. En tiempos de nuestros abuelos, el biotipo codiciado por las
damas era el de los tipos duros al estilo de
esos personajes de Humphrey Bogart o Steve
McQueen, de rostro impenetrable, patilla descuidada, pelo sobre lo corto y mal peinado, con
porte y aspecto un poco ajado. Sus gestos, y
todo en ellos, estaba bien planeado. Nada
podía denotar visos de feminidad.
«Actualmente es otra la estética. Los tipos
duros al estilo de Brad Pitt, Leonardo di Caprio
o Wentworth Miller (el Michael Scofield de Prison Break) tienen una proyección diferente.
Estamos en la era del unisex… ¡Como Cama-
cho: lo mismo hembra, que macho!».
—Pero es que… —dijo Carlos tratando de
rebatir mis planteamientos con algún argumento. No me dejé quitar la iniciativa. Volví a la
carga:
—La estética no solo ha cambiado con respecto a los varones. Te cuento que hace tiempo para muchos hombres la mujer ideal era
aquella de enormes senos y delgadas piernas,
tipo tubo de pasta de dientes. Ese gusto aún
se mantiene, pero fue desplazado por la presencia de las voluminosas caderas propias de
la piel morena. Resulta que en libros antiguos
de medicina, algunos traseros de las africanas
eran tratados como una malformación congénita. Conozco cientos de hombres atrapados
por la belleza estética de esas «malformaciones congénitas». Ahora gusta también la mujer
delgada, sin exuberancia en ningún lugar. En la
moda, como en la vida, todo va y viene…
—¡Sí, pero en lo que la moda regresa a mi
estética, me quedo sin coger cajita!
—No, mi amigo. Lo de coger cajita depende
de ti; y de que a tu amiga le alcance el cerebro
para ver en su pareja más allá de unos labios
gruesos y un fondillo duro.
Carlos se veía más sereno. Había recobrado un poco de su tranquilidad. Quise entonces
rematar mi disertación agregando un consejo:
—De todas formas Carlos, existe la silicona. Con ella podrías resolver esos atributos
que no tienes. Claro está, ya no se trata de
moda o estética. Eso tiene otro nombre, que
también es válido… pero que a tu padre no le
va a gustar.
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