¿Podemos fomentar el “respeto” en nuestros hijos? Lic. Vivian Saade En los últimos años hemos escuchado constantemente noticias que hablan sobre faltas de respeto de nuestros niños y jóvenes; y aunque nos mostramos consternados, en muchos de los casos no hemos sabido qué hacer. Como otros valores, el respeto, aunque afectado por influencias externas, se aprende principalmente en la casa y nos toca a nosotros como padres inculcarlo y modelarlo, independientemente del trabajo que le corresponda a los Colegios. Tener esto presente nos ayudará a trabajar para revertir aquello que sigilosamente se nos ha escapado y que tanto daño está generando. Recordar de quién y cómo aprendimos a respetar nosotros. Ir un poco atrás en nuestra historia y recordar como aprendimos nosotros este valor y los beneficios que nos trajo. El respeto se gana dándonos a respetar y tratando a otros con respeto. A veces sólo les enseñamos a nuestros hijos a ganarse respeto, por el medio que sea, (golpeando, gritando, insultando) sin hablar del paso más importante que es el de tratar a los otros con respeto, generando así que nos traten con respeto automáticamente. Mostrar respeto propio, respeto a los mayores, a la autoridad, a las leyes. Tal vez no liguemos que estos vienen de la mano; pero si yo burlo las leyes incluso las sencillas como pasarme un alto, o permitir que mis hijos les pongan apodos a los amigos o maestros, estamos permitiendo que eventualmente nos pierdan el respeto a nosotros, a los otros o incluso a un director de colegio. Comunicar respeto sin palabras (con la mirada y el tono de voz). Podemos mostrar respeto verbal, pero además, con todo nuestro ser; los hijos nos leen mucho más de lo que creemos y si les damos su lugar desde pequeños, aprenderán a dárselo ellos mismos y a los demás. Respetar y tolerar personas con ideas o visiones diferentes a las nuestras. Cuidarnos de criticar o burlarnos de personas con formas de pensar o actuar diferentes. No promover chismes y tratar de acallarlos cuando los escuchemos. Permitir la expresión de pensamientos y sentimientos negativos. Permitir que los hijos expresen que están en desacuerdo con nosotros o que se enojen por problemas que tienen fuera de casa, pero recordarles que la libertad de enojarse termina cuando invaden la libertad del otro (no pego, no le grito a otro, no ofendo). Permitir desacuerdos. Mientras estos se den en un ambiente de respeto, es sano tener diferencia de opiniones, fomentar que nos verbalicen sus razonamientos y aceptar cuando tienen razón. Resolver los conflictos sin violencia. Cuidarnos mucho nosotros de no caer en la violencia física o verbal cuando estemos enojados o resolviendo desacuerdos con quien sea que estos sean. 1 Tratar a nuestros hijos como tratamos a los amigos. Generalmente a nuestros amigos los cuidamos y pensamos como dirigirnos a ellos cuando estamos enojados, o nos ponemos felices de compartir con ellos cuando tenemos algún triunfo. Practiquemos esto con nuestros hijos Respetar, tomar en serio sus opiniones, sus emociones y sus decisiones. Estar cerca cuando tengan que tomar decisiones y permitirles ejecutarlas aun cuando no sean acertadas pero el riesgo sea pequeño. En caso de que estas conlleven algún riesgo físico o moral, ser firmes y decir “no”. Con la práctica desde chicos, estarán mejor preparados conforme vayan llegando las grandes decisiones. Respetar la privacidad de nuestros hijos (puerta cerrada, pertenencias personales). No leer sus diarios o cartas, permitir que tengan privacidad pero irlos monitoreando de rato en rato. Lo más importante, dejar nuestra puerta abierta para que ellos puedan acercarse cada vez que lo quieran. Demostrar respeto al escuchar, al hablar, al actuar. Promover que hablen con nosotros, no interrumpirlos, validar lo que nos dicen, mirarlos a los ojos. Practicar buenos modales: Gracias, por favor, lo siento. Empezar a modelar nosotros, y tener paciencia, a veces los niños chicos tardan en emularnos, pero si es natural para nosotros, para ellos también lo será. Practicar pedir permiso, disculpas, perdón. Aceptar frente a ellos nuestros errores como parte de nuestra humanidad, enseñando con esto humildad. Enseñar cómo pensar y tomar decisiones, no qué pensar ni qué decidir. Permitir que desde pequeños vayan tomando decisiones y se confronten con sus consecuencias buenas o malas. Al llegar a la adolescencia de igual manera lo harán y estarán mejor preparados. Estimular, dar ánimo sin presionar o empujar. Reconocer siempre el esfuerzo sin importar el resultado. El seguir esforzándose eventualmente los llevará al éxito. Evitar juzgar, criticar, invalidar sus ideas y sentimientos. Siempre validar lo que sienten sin minimizarlos o invalidarlos. Si desde nuestro punto de vista lo que hacen o dicen podría ser mejor, podemos hacer sugerencias pero partiendo del respeto. Evitar comparar a sus hijos; la vida no es una competencia ni un concurso. Respetar sus capacidades. Impulsarlo a que se rete él solo para llegar a su máxima capacidad. Evitar el uso del sarcasmo y la burla. Esta es la primera falta de respeto que podemos hacer, y generalmente un niño que ha sido objeto de burlas, aprovechará la primera oportunidad en la que otro esté en desventaja para repetir este comportamiento. Mensajes importantes: creo en ti, confío en ti, eres importante, tú puedes. Lo que uno cree de sí mismo, es lo que refleja, lo que vive y lo que lo acompañará para toda la vida. 2