Capítulo II El Concilio Vaticano II y la situación del mundo Apéndices Segunda Parte Apuntes de +Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia, para el Curso Breve sobre el Magisterio Social del Episcopado latinoamericano, en la UCA-ICEU, Especialización en Doctrina Social de la Iglesia. II. La DSI del Episcopado Latinoamericano contemporáneo El Concilio Vaticano II y la situación del mundo 11. Hablar de la Doctrina Social del Episcopado Latinoamericano contemporáneo supone la existencia de una conciencia eclesial, regional o continental, que se muestra en los Concilios realizados a partir del siglo XVI, para actuar en estas tierras las orientaciones del Concilio de Trento, o enfrentar los tiempos nuevos. Así, los Concilios Limenses (1551-1772) , o el Concilio Plenario de América Latina, celebrado en Roma en 1899 . Pero supone, sobre todo, remontarnos al Concilio Vaticano II (1962-1965). Y, por tanto, a la constitución pastoral “Gaudium et Spes”, sobre la Iglesia en el mundo de este tiempo (7-12-1965). Eran tiempos en que la pregunta “¿Iglesia, qué dices de ti misma?”, exigía plantear también otra pregunta: “¿Iglesia, qué le dices al mundo?” De allí que, mientras Juan XXIII convocaba al Concilio y se desarrollaba su primera Sesión, ello no lo detuvo para publicar dos encíclicas sociales señeras: “Mater et Magistra” (15-05-1961) y “Pacem in terris (11-04-1963). El Concilio tampoco lo detuvo luego a Pablo VI para publicar la encíclica “Ecclesiam suam” (6-8-1964), visitar a las Naciones Unidas donde pronunció su célebre discurso sobre la paz (4-10-1965) , y poco después del Concilio publicar la encíclica Populorum Progressio (26-03-1967). 12. Ello supone, también, ubicar a América Latina en el mundo de entonces: la guerra fría entre las dos más grandes potencias, EEUU y la Unión Soviética, que entrañaban dos concepciones antagónicas de la sociedad, el proceso de descolonización en África y Asia, el marxismo triunfante en buena parte del mundo, incluso con la experiencia cubana en las narices de los EE UU, los regímenes de facto que pululaban a América Latina, las guerrillas revolucionarias de liberación cuyo arquetipo el Che Guevara pretendía moldear en Bolivia, la idea del desarrollo en auge que suscitó un optimismo casi mesiánico, etc. Todo lo cual influenciaba en los hombres de la Iglesia, especialmente en el clero, y suscitaba su reflexión y acción en relación al campo político-social, no siempre sin contradicciones internas y externas. El Papa y los Obispos latinoamericanos 13. Al hablar del magisterio social del Episcopado latinoamericano, no podemos disociarlo del magisterio impartido por los Papas en las entonces novedosas visitas a nuestro continente a partir de Pablo VI, ni tampoco de las orientaciones de los mismos a los Obispos latinoamericanos en sus visitas ad Limina. Y ello, por varias razones: a) por la íntima relación del Colegio Episcopal que une al Papa y a los Obispos; b) porque el magisterio papal asume muchas veces los planteos de los Obispos latinoamericanos; c) porque responde a cuestiones que los Obispos le plantean al Papa en sus informes para las Visitas ad Limina. Pablo VI en Bogotá y Medellín (agosto 1968) 14. En el contexto eclesial y mundial recién descrito sucintamente, se inscribe la primera visita del Papa Pablo VI a América Latina, en agosto de 1968, para participar en Bogotá del Congreso Eucarístico Internacional e inaugurar en Medellín la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. Entre todos los discursos pronunciados en Bogotá , sobresale la exhortación de Pablo VI dirigida a las clases dirigentes del país. A poco más de 450 años del sermón de fray Antón Montesinos, volvía a resonar en el continente una voz profética, en un foro mucho más solemne, pronunciado por una autoridad muy superior que, si bien no tiene las rispideces del sermón de Montesinos, posee una incisividad mucho mayor: “Y a Uds., hombres de las clases dirigentes, ¿qué les podemos decir?... No rehúsen nuestra palabra, aunque les parezca paradójica y hostil. Es la palabra del Señor. A Uds. se les pide generosidad. Es decir, la capacidad de sustraerse al inmovilismo de su posición, que puede ser o parecer privilegiada, para ponerse al servicio de quienes tienen necesidad de la riqueza de Uds., de su cultura, de su autoridad. Podría recordarles el espíritu de la pobreza evangélica, la cual, rompiendo las ataduras de la posesión egoísta de los bienes temporales, estimula al cristiano a disponer orgánicamente la economía y el poder en beneficio de la comunidad. Tengan Uds., señores del mundo e hijos de la Iglesia, el espíritu instintivo del bien que tanto necesita la sociedad. Que vuestro oído y vuestro corazón sean sensibles a las voces de quienes piden pan, interés, justicia, participación más activa en la dirección de la sociedad y en la prosecución del bien común.Perciban y comprendan con valentía, las innovaciones necesarias para el mundo que los rodea; hagan que los menos pudientes, los subordinados, los menesterosos, vean en el ejercicio de la autoridad la solicitud, el sentido de la medida, la cordura, que hacen que todos lo respeten y que para todos sea beneficioso. La promoción de la justicia y la tutela de la dignidad humana sean vuestra caridad. Y no olviden que ciertas crisis de la historia habrían podido tener otras orientaciones, si las reformas necesarias hubiesen prevenido tempestivamente, con sacrificios valientes, las revoluciones explosivas de la desesperación” . La voz de los viejos Santos Padres volvía a resonar por los labios de Pablo VI . Sin embargo, para una apreciación más justa de la exhortación de Pablo VI a los dirigentes del país, conviene tener presente la que dirigió el mismo día a los campesinos de Colombia . 15. En el discurso inaugural de IIª Conferencia General, Pablo VI dio a los Obispos reunidos orientaciones relativas a la incidencia social del Evangelio que merecían ser tenidas en cuenta durante las deliberaciones : a) ponderó las orientaciones sociales de varios episcopados latinoamericanos y de congregaciones religiosas; b) distinguió entre soluciones técnicas y orientaciones pastorales en lo social; c) ponderó los testimonios de pobreza evangélica de algunas diócesis, la vocación de la Iglesia a la pobreza, y la urgencia de atender a los pobres; d) frente al elogio que por entonces se hacía de la violencia, la condenó sin medias tintas: “ni el odio ni la violencia son la fuerza de nuestra caridad…. Distingamos nuestras responsabilidades de las de aquellos que por el contrario, hacen de la violencia un ideal noble, un heroísmo glorioso, una teología complaciente”; e) bregó por la paz en todos los órdenes; f) propuso el amor como fuerza transformadora; g) defendió la familia . La Conferencia de Medellín (agosto-setiembre 1968) 16. Las Conferencia fue rica en doctrina social. Damos sobre ella sólo una mirada a vuelo de pájaro. Destaco especialmente los primeros cinco documentos: 1º). Justicia (nn. 1-23); 2º). La Paz (nn.1-33); 3º). Familia y demografía (nn. 1-21); 4º). Educación (nn.1-31); 5º). Juventud (nn. 1-20). No los analizo aquí, ni hago una síntesis de los mismos. Sería interesante que el alumno procure leer al menos un documento completo y hacer un análisis del mismo, especialmente de los dos primeros. De los documentos de Medellín, tenemos el eco en los respectivos documentos del Episcopado argentino, reunido un año después en San Miguel, para adecuar sus orientaciones a nuestro medio, al que me referiré en la Tercera parte. Juan Pablo II: su visita a Méjico y la Conferencia de Puebla (enero-febrero 1979) 17. El discurso inaugural de Juan Pablo II de la IIIª Conferencia, reunida en Puebla (28-01-1979), es especialmente rico en orientaciones sociales, en particular por lo que toca a la “Verdad sobre el hombre” . Tampoco lo analizaré aquí . Para leerlo debidamente, convendrá tener en cuenta el contexto de los demás discursos pronunciados por el Papa durante su visita a Méjico , especialmente: al Barrio Las Minas , al Cuerpo diplomático , a los Indios , a los estudiantes , al Barrio pobre Santa Cecilia , a los trabajadores en Guadalajara , a los trabajadores de Monterrey . Para apreciar la enseñanza social de Juan Pablo II en América Latina hasta mediados de los años 80, puede consultarse “Mensajes sociales de S. S. Juan Pablo II en América Latina” . Igualmente, “Juan Pablo II habla a los Obispos de América Latina” La Conferencia de Puebla (enero-febrero 1979) 18. La visión socio-cultural de la realidad de América Latina, que traza Puebla, es por momentos escalofriante, especialmente el subtítulo “Compartir las angustias” . A treinta años de Puebla, sería interesante realizar una lectura crítica de dicho texto y comparar la situación entonces descrita con la del momento presente: qué mejoró, qué empeoró, que hubo entonces de retórico, qué no se previó. El magisterio social está ampliamente presente en el DP; especialmente en los párrafos sobre: a) la verdad sobre el hombre: la dignidad humana” (nn. 304-339); b) la evangelización de la cultura (nn.385-443) ; c) evangelización y religiosidad popular (nn. 444-469); d) evangelización, liberación y promoción humana (nn.470-506); e) evangelización, ideologías y política (nn.507-562); f) la Tercera Parte: La evangelización en la Iglesia de AL – Comunión y participación (nn. 563-1127); g) la opción preferencial por los pobres (nn. 1134-1165). La Instrucción sobre la Teología de la Liberación (1984) 19. Desde fines de los años 60, especialmente en ámbitos teológicos y pastorales de América Latina, se venía imponiendo la “Teología de la Liberación”, como una manera nueva de hacer teología desde la realidad de opresión vivida en el continente. La palabra, sin embargo, cubría diversos pensamientos y tenía distintos significados, no siempre conciliables entre sí, ni todos acordes con la fe católica. En tal clima, la Congregación para la Doctrina de la Fe, el 6 de agosto de 1984, promulga la Instrucción sobre “Algunos aspectos de la “teología de la liberación” . Ésta fue recibida con mal humor por no pocos clérigos y religiosos, muchas veces sin haberla leído. La palabra “liberación”, que ciertamente es de raigambre bíblica, obraba en muchos de manera mágica. También el hecho de que se tratase de “teología latinoamericana”. Era finalmente una “teología nuestra”. No había mucho que discutir. Los sentimientos primaban sobre la razón. No se percibían las diferencias entre una posición teológica y otra. Ni se quería ver que en algunos casos las fuentes de las que se partía para hacer teología eran ajenas a la fe cristiana y hasta contrarias a ella, y, por tanto, también lo eran sus conclusiones. De allí el fastidio de muchos: ¿por qué esta Instrucción viene a arruinar un hallazgo tan precioso para la liberación de nuestros pueblos? La Instrucción advierte sobre algo obvio que no se quería ver: la pluralidad de sentidos que recubre la palabra “teología de la liberación”: “Partiendo de este acercamiento (a los pobres, víctimas de la opresión), se pueden distinguir muchas maneras, con frecuencia inconciliables, de concebir el significado cristiano de la pobreza y el tipo de compromiso por la justicia que el mismo comporta. Como todo movimiento, las “teologías de la liberación” (en plural, advertencia mía) presentan posiciones teológicas diversas; sus fronteras doctrinales no son bien precisas” (III,3; EV 883). Dos años después (22-03-1986), la misma Congregación publicó otra Instrucción “Libertatis conscientia” , que muchos disgustados quisieron ver como una retractación de la anterior, y que entonces aplaudieron. De hecho, esta Instrucción ya había sido prometida en la primera, y contempla una materia mucho más amplia. Desde entonces, el trigo se ha ido separando de la paja. Para la conferencia de Santo Domingo (1992), la teología de la liberación era un hecho prácticamente purificado de escorias y poseído serenamente. En la Asamblea del Sínodo de América (Roma 1997) sólo una Superiora General de habla inglesa hizo un reclamo solemne en al aula sinodal porque nadie allí hablaba de la teología de la liberación. ¿A cuál de todas ella se refería? ¿Sabía de qué hablaba? La Conferencia de Santo Domingo (octubre 1992) 20. Lo mismo que en las dos Conferencias anteriores, merece ser destacado el discurso inaugural de Juan Pablo II sobre “Nueva Evangelización, Promoción Humana, Cultura Cristiana”, pronunciado el 12 de octubre de 1992. Es especialmente rica de doctrina social la parte dedicada a la Promoción Humana . Lo mismo vale de la parte destinada a ello en el documento final (DSD 157-227). Está subdividida en los siguientes títulos: 1º) la promoción humana, una dimensión privilegiada de la Nueva Evangelización (159-163); 2º) los derechos humanos (164-168); 3º) Ecología (169-170), 4º) la tierra don de Dios (171-177); 5º) empobrecimiento y solidaridad (178- 181); 6º) el trabajo (182-185); 7º) la movilidad humana (186-189); 8º) el orden democrático (190-93); 9º) el nuevo orden económico (194-203), 10º) integración latinoamericana (204-209); 11º) la familia y la vida (210-227). El Sínodo de América (noviembre-diciembre 1997) 21. Dentro de la preparación de la Iglesia para el Gran Jubileo del año 2000 del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, Juan Pablo II dio importancia a la enseñanza de Doctrina Social y a los Sínodos continentales preparatorios. Entre ellos tiene especial interés la Asamblea especial del Sínodo para América, celebrado en Roma en diciembre de 1997, cuyo tema fue “Encuentro con Jesucristo vivo, camino para la conversión, la comunión y la solidaridad en América”. La exhortación postsinodal “Ecclesia in America” (22-1-1999), elabora las proposiciones elevadas al Papa por la Asamblea, y si bien la enseñanza de orden social está a lo largo de todo el documento, buena parte se agrupa especialmente en el cap. V: “Camino de solidaridad (nn. 5265). Recomiendo pasar revista a los diferentes subtítulos de este capítulo . La Conferencia de Aparecida (2007) 22. En cuanto a esta Conferencia, conviene tener presente, primero, el discurso inaugural de Benedicto XVI , donde trata de la relación entre la Iglesia y la política, siguiendo los conceptos de su primera encíclica Deus caritas est” , si bien no la cita . Segundo, merecen ser tenidos en cuenta los capítulos 8: “Reino de Dios y Promoción de la Dignidad humana” (nn.380-427); cap. 9: “Familia, personas y vida” (nn. 431475); cap. 10: “Nuestros pueblos y la cultura” (nn 476-546).