Una planificación responsable para la Ciudad Por el Arq. Julio Keselman Como arquitecto, como profesional actuante, como ex presidente de la Sociedad Central de Arquitectos, me preocupan los temas urbanos de Buenos Aires. Las autoridades de la ciudad no han tomado aún, lamentablemente, la resolución de ordenar el futuro desarrollo de la ciudad y sus distintas áreas. Parece no tenerse en cuenta que el crecimiento de una ciudad debe estar sujeto a normas y códigos, no es solamente producto del deseo de desarrollarla, no debe ser la sumatoria de distintas intervenciones, sino adoptar una respuesta orgánica y unificadora para su futuro, que satisfaga a sus habitantes y se centre en la ciudad que queremos. Debe dejarse de hacer ciudad de a pedacitos incoherentes entre sí, para dar una respuesta racional y ordenada. Como ejemplo basta citar una de las propuestas recientes a gran escala sin criterios de planificación: Puerto Madero II, zona próxima al área central, con una ocupación de tierra y funciones que olvidan la realidad de esos predios, con la situación caótica no resuelta de la villa 31, asentamiento que creció desde sus 4000 habitantes originales a los casi 40.000 de hoy, con viviendas de situación precaria pero de mampostería de varios pisos, sin infraestructura urbana, ni accesos, ni comunicación, enclavada en pleno corazón de Buenos Aires, frente a la parte más desarrollada y comprometida urbanamente de la ciudad: Avenida del Libertador, Retiro y Puerto Madero. En el Comité Ejecutivo del Plan Estratégico de la Ciudad de Buenos Aires, en el que represento a la Sociedad Central de Arquitectos, se trabajó con el objetivo de desarrollar, justamente, una estrategia para el crecimiento futuro de la ciudad. Hay estudios, por ejemplo, sobre las posibilidades de desarrollo del área sur, la reconversión de tierras sobre las márgenes del Riachuelo, para el que debería haber una política común entre las administraciones de sus dos orillas, Ciudad y Provincia de Buenos Aires, con programas comunes de desarrollo y recuperación. En este sentido debe buscarse una política de bases comunes con los municipios que rodean a la Ciudad, sobre aspectos tales como el tratamiento y uso de las tierras, el transporte, la salud y la educación básicamente. Las políticas de recuperación del suelo deben ser muy claras y precisas para que realmente se vayan agregando a la ciudad tierras vacantes que hoy no se usan ni como espacios verdes, ni para construir viviendas, ni para dotar a la ciudad de la infraestructura necesaria como para que Buenos Aires no tenga las falencias actuales, que reducen su valor. Hoy se pone énfasis en temas culturales, muy valiosos, pero no debe dejarse de lado el pensamiento urbano. Para eso es esencial contar con el Plan Urbano Ambiental aprobado, un instrumento que lleva ya más de seis años de elaborado, y que debe ir actualizándose a medida que se vayan desarrollando las áreas, lo mismo que el Plan Estratégico. El área sur, con su Corporación específica, debería ser un ejemplo de desarrollo urbano con una cantidad de usos previstos, funciones y características que, una vez completada la etapa de crecimiento, logre una organicidad, un equilibrio urbano que se aleje de las fragmentaciones entre sectores de muy distinto carácter. Para lograrlo es preciso que los proyectos urbanos surjan de un equipo de estudio a partir de una Secretaría de Planeamiento Urbano. No es concebible que una ciudad como Buenos Aires no cuente hoy con un equipo de urbanistas, arquitectos, ingenieros, técnicos, geólogos, sociólogos: un organismo de Planeamiento con toda la fuerza política, presupuestaria y de decisión, con propuestas permanentes para el equilibrio de la ciudad. Proyectos como los de la autopista ribereña, con grandes gastos en difusión, y estudios, no se concretan. Esta es una caries de 3 km de extensión en el trazado de la autopista Buenos Aires - La Plata, que debió haberse previsto al planificar Puerto Madero, actualizando sus accesos desde el área central para evitar los congestionamientos en sus puentes, únicas vías de comunicación , ente dos ciudades hoy distintas y paralelas. La gran responsabilidad para las autoridades es tener a sus espaldas el crecimiento y desarrollo de la ciudad. No se puede, por no tener las cosas urbanamente resueltas, parar la construcción. En cambio, la dinámica de la ciudad debe ir acompañada por la dinámica de la infraestructura, las dos deben abastecerse para que crezcan equilibradamente. La gente necesita espacios públicos, pero hay una falta de cultura urbana, y crearla es una responsabilidad que le cabe a las autoridades municipales. Es vergonzoso ver el estado de los espacios verdes después de un fin de semana soleado; no puede haber parques sin servicios sanitarios, como sí existían en el rosedal hace cien años. En vez de encorsetar las plazas entre rejas hay que educar a la gente para que cuide plantas y flores, en un proceso de culturización urbana que debe emanar tanto de nuestras autoridades como de nuestras instituciones. Nuestras instituciones profesionales, por su historia, su circunstancia y su inserción dentro de la comunidad, tienen la obligación de colaborar y tomar posiciones con respecto a los atropellos que sufre la ciudad por los motivos que sean. Deben influir sobre las fuerzas políticas para que se vuelva a tener un plan regulador, enriquecido, con claridad sobre la ciudad que queremos, que no nos obligue a detener la construcción por presiones, sino que permita implementar infraestructuras para que la ciudad se siga desarrollando con su lógica y su dinámica. Que la arquitectura responda a las actuales exigencias, la población tome conciencia de su cultura urbana, y los chicos puedan volver a tener su lugar en el espacio público, volviendo a los cuidadores de las plazas, y no a las plazas encerradas. Un plan urbano, y su organismo técnico de actualización y aplicación, será el primer paso hacia esta ciudad dinámica y vivible que todos queremos.