Temo la prudencia de los imbéciles - sportalde-jga

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«TEMO LA PRUDENCIA DE LOS IMBECILES.
AMO LA LOCURA DE LOS RESPONSABLES»
ANA DE LA VEGA - 1992
La frase que pone título a este artículo es de Pedro Durán Farell, y he de
reconocer que hacía tiempo que no me sentía tan provocada por una idea
como por la que se desprende de tal exposición. Chapeau, don Pedro,
después de leer su entrevista (1) me he enamorado de usted. Dejar
transcurrir el tiempo junto a un hombre así debe ser una de las locuras
más responsables que pueda imaginar.
Una locura responsable puede ser el ideal para mantener viva la vida;
pasar por aquí sin ver esa opción, sin olerla, dejarla marchitar, es dejar
marchitar cuanto tenemos, aun sin saberlo.
Está bien lo de utilizar como fondo patrones éticos, basados en distintas
ideologías que le garanticen a uno la seguridad de no equivocarse: es
necesario partir de un buen punto de referencia. Pero intentar vivir con
intensidad, intentar crear algo distinto cada día, con toda la capacidad de
improvisación que eso supone, se hace del todo imposible a personas que
adopten patrones de conducta intransigentes y rígidos, escondiendo la
mayoría de las veces tras ellos una prudencia que hace sospechar.
Cambien los términos: temo la locura de los imbéciles, y temo, diría yo
también, la prudencia de los responsables.
Actuar frente a una escala de valores establecida con extremada rigidez
impide cualquier respuesta emocional, que sería en sí misma la que daría
en cualquier sentido sus posibilidades racionales. Es desde la rigidez
extremada que sobreviene una inacción total ante cualquier propuesta
satisfactoria, retadora o agradable.
Recuerdo a un gran psicólogo que decía en su exposición que cuando el
ser humano se deja llevar por esquemas de comportamiento que emanan
de su fuerza interior, no tendrá una actuación diferenciada de la que surja
de un exceso de análisis.
1
Empresa 2000. Octubre 92. «Entrevista con D. Pedro Durán Farell».
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Cuando se tienen tan interiorizados los patrones de conducta, se actúa de
una forma incontrolada ante cualquier toma de decisión. A una persona
que actuara, ante cualquier sentido, de tal modo, podríamos calificarla de
persona responsable, puesto que confía en las bases éticas de su
comportamiento espontáneo.
Basándonos, pues, en los criterios de una persona de este perfil, podríamos apostar con los ojos cerrados por el ser humano que es capaz de
actuar bajo una escala de valores que, más que analizada o pensada, es
sentida en todo su interior, que puede ser por lo tanto vivida como una
emoción, cerrándole así el paso a toda elucubración.
«El que vive amenazado por el miedo a equivocarse, la mayoría de las
veces optará por no actuar. Quien no hace nada no se equivoca. Quien
reprime sistemáticamente sus emociones e ilusiones elimina con mayor
facilidad desilusiones y ansiedades. Quien busca desesperadamente la
certeza en sus ideas y comportamientos vivirá instalado en la no acción, la
no decisión, y en un descontrol permanente y regresivo de sus
sentimientos.» (2)
Aceptar la naturaleza de un comportamiento asentado sobre una base de
responsabilidad humana es aceptar la realidad de cada uno y poder
sentirnos felices con nuestra vida.
Resumiendo lo expuesto, D. Pedro, yo también amo profundamente la
locura que pueda abordar cualquier ser humano responsable, lo que
elimina, asimismo, la fuente de angustia continua que paraliza bajo una
prudencia excesiva a cualquier persona incapaz de aceptar como punto de
referencia su maravillosa naturaleza, creada por el Sumo Hacedor.
2
Corbella, Joan. «Pensar o viure emociones».
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