El término subcepción hace referencia al proceso perceptivo a través del cual el sujeto responde ante estímulos débiles, es decir, ante estímulos cuya intensidad sobrepasa ligeramente los umbrales sensoriales mínimos y que, por tanto, pueden no ser captados conscientemente por él. El hecho de la subcepción parece estar basado, al menos en parte, en el distinto valor que adquieren los umbrales para la reacción perceptiva consciente y para la reacción perceptiva no consciente. Algunos estudiosos del tema también llaman a la subcepción percepción subliminar o subliminal (algunos autores consideran oportuno distinguir entre la sucepción y la percepción subliminar o subliminal; en estas notas las tres expresiones se consideran sinónimas). Al margen de la denominación utilizada, el texto que viene a continuación (extraído de: VV. AA. La imagen. Madrid, Universidad Nacional de Educación a Distancia, 1992, p. 283) muestra las inquietantes ‘aplicaciones’ de este fenómeno relacionado con la percepción: “En medios de comunicación como el cine y la televisión, las técnicas subliminales reciben el nombre específico de taquitoscopia. Los primeros experimentos con la taquitoscopia que se conocen datan de principios de siglo. Fue el científico O. Poetzle quien sentó las bases de una técnica que consiste en la intercalación de imágenes aisladas dentro de una película. Estos fotogramas no tienen relación alguna con el resto del filme. Su paso es tan rápido que no da tiempo a descubrir su presencia. No obstante, esas imágenes llegan al cerebro y la reiteración de las mismas con un ritmo continuo provoca una respuesta que depende del mensaje que estos fotogramas contienen. En la Alemania nazi se ensayaron sistemas de proyección subliminal con mensajes propagandísticos en torno a la ideología hitleriana. En 1957, se llevó a cabo en un cine de Nueva Jersey un célebre experimento. Se utilizó un proyector especial que permitía introducir una imagen subliminal cada 1/150 de segundo. En la película se insertaron dos tipos de mensajes: ‘compra palomitas’ y ‘bebe Coca-Cola’. La experiencia se extendió durante seis semanas. Fueron 45.700 espectadores los que la sufrieron. El consumo de palomitas durante el descanso aumentó un 18 por 100 y el de la bebida refrescante, a pesar de la época de frío en que se realizó la prueba, aumentó otro 18 por 100. La divulgación del experimento en Nueva Jersey trajo como consecuencia la prohibición de la taquitoscopia en los códigos de ética publicitaria. Sin embargo, el cumplimiento de esta norma –imperante también en nuestro país- es de difícil vigilancia. En la televisión norteamericana se viene usando la taquitoscopia desde hace tiempo con casi total impunidad. En las Navidades de 1975, se descubrió casualmente la emisión de mensajes subliminales con el anuncio de un juguete. El mensaje era escueto: ‘consíguelo’. En el anuncio de unas medias emitido por Televisión Española, se encuentran fotogramas aislados que contienen flechas y estrellas. En este caso, no se trata de incitar directamente a la compra del producto anunciado. Esas imágenes subliminales son más bien un cebo visual, un gancho para prender la atención del espectador. Descubrir la presencia de imágenes subliminales es ciertamente difícil. Cada material debería revisarse fotograma a fotograma para comprobar su presencia. Eso hace de la taquitoscopia una técnica de un alcance inquietante. Eduardo García Matilla expresa así su temor a un uso indiscriminado de las imágenes subliminales: ‘No hace falta ser excesivamente mal pensados para suponer que los que todos conocemos pueden estar interesados en difundir sus mensajes políticos, comerciales o ideológicos camuflados dentro de las películas, de los telediarios o de los partidos de fútbol. Así, con total impunidad conseguirían una manipulación más eficaz de la voluntad del individuo. Está claro que resulta imprescindible protegernos lo antes posible de esa amenaza, sin esperar nada de la ética y la moral de quienes han demostrado ya, en muchas ocasiones, desconocer el significado de estas palabras’”.