CONTROL SOCIAL: UN INSTRUMENTO DEL PODER

Anuncio
CONTROL, VIGILANCIA Y REPRESION
EL ESTADO EN ACTIVO
Iñaki Gik de San Vicente
NOTA PREVIA:
El texto que sigue está formado por las respuestas realizadas a unas preguntas que me hizo un
movimiento popular de Nafarroa. Amnistiaren Aldeko Mugimenduak kaleratuko duen Nafarroan
2007ko urtean eman diren eskubide urraketen bilduma. Con el título: "Nafarroan, alarma gorria"
Las preguntas son las siguientes:
1. ¿DE QUÉ ESTAMOS HABLANDO CUANDO HABLAMOS DE “CONTROL
SOCIAL”?
2. ¿PODRÍA SER UNA DE LAS BASES DEL FAMOSO “TODO ATADO Y BIEN
ATADO”?
3. ¿POR QUÉ SE HABLA TAN POCO DEL CONTROL SOCIAL?
4. EN LOS ÚLTIMOS AÑOS, ESTE CONTROL SE DICE QUE HA AUMENTADO A LA
PAR DE LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS, ¿CREES QUE ES ASÍ?
5. CONCRETAMENTE, ¿PARA QUÉ LES PUEDE SERVIR TODA ESTA
INFORMACIÓN?
6. EL ESTADO, EMPRESAS,… ¿LEGALMENTE SE PUEDE HACER ALGO PARA
EVITAR TANTO CONTROL?
7. ¿Y SOCIALMENTE?
Antes de iniciar las respuestas pienso que es necesario decir que por falta de tiempo recomiendo que
se lean otros dos textos anteriores disponibles en Internet: “Control social, control mediático y
represión”, con fecha del 12 de agosto de 1997, y “¿Podemos hablar sólo de represión cuando
hablamos de represión”, con fecha del 29 de enero de 2001. Pero muy especialmente recomiendo que
se baje de Internet y se estudie con detenimiento el imprescindible texto de Victor Serge titulado: “Lo
que todo revolucionario debe saber sobre la represión”, verdadera obra de arte, en el sentido marxista
de la palabra, escrita en 1925 gracias a un impresionante y sistemático trabajo de síntesis de los
archivos de la poderosa policía secreta zarista, la Ojrana. Una investigación que sigue manteniendo
toda su dramática actualidad ya que no ha desaparecido lo esencial de la represión burguesa, al
contrario, leyendo a V. Serge vemos cómo el tiempo transcurrido desde 1925 no ha hecho sino
acrecentar la urgencia de profundizar en las enseñanzas que este bolchevique propuso entonces. Por
último, al final de cada respuesta larga aparece una especie de resumen, que no es sino la respuesta
concreta enviada a los compañeros y compañeras de Nafarroa.
El concepto de “control social” es especialmente significativo porque habiendo surgido de la
sociología yanqui, sin embargo, una vez depurado de su contenido burgués, confirma la validez del
marxismo ya que puede ser utilizado en su nuevo contenido revolucionario como arma de crítica y
emancipación. No debe extrañarnos esta capacidad del marxismo para subsumir algunas aportaciones
de la sociología y de otras “ciencias sociales” burguesas. Sin el conocimiento desarrollado por las
clases explotadoras jamás habría podido crearse no sólo el marxismo, sino tampoco el socialismo en
su generalidad, e incluso ni siquiera las utopías prosocialistas de la Edad Media. Más aún, sin el
conocimiento de las clases y castas explotadoras no occidentales, asiáticas y de otros continentes, el
socialismo de origen europeo jamás habría arraigado en todo el planeta, adaptándose a circunstancias
sociohistóricas diferentes a las europeas. La capacidad de absorción de todo lo progresista y liberador
de la cultura humana es algo inherente a la dialéctica materialista.
1
www.lahaine.org
Fue la sociología norteamericana la que desarrolló el concepto de “control social”. Tomando la idea
básica de H. Spencer, uno de los padres intelectuales de actual neoliberalismo, cuya lectura era muy
frecuente en las universidades yanquis de la segunda mitad del siglo XIX, entre finales de este siglo y
comienzos del s. XX E. Ross inició el estudio sistemático de este concepto cuando la burguesía
norteamericana se preguntaba sobre cómo integrar en su sistema las enormes tensiones,
contradicciones y luchas sociales que se estaban librando desde hacía pocos años al aumentar
sobremanera la llegada de inmigrantes europeos con sus costumbres y también con sus teorías
socialistas, anarquistas y sindicalistas, cuando la industrialización acelerada creaba una clase
trabajadora con fuertes reivindicaciones sociales en base a estas teorías, y cuando el naciente
imperialismo yanqui empezaba a desbordar los límites de su expansión en el “patio trasero”, en las
Américas del centro y del sur.
La intelectualidad burguesa yanqui no se había planteado antes estos problemas porque no tenía
necesidad de explicar teóricamente por qué, cómo y para qué integrar a las naciones indias originarias
ya que simplemente se las exterminaba o se las condenaba a extinguirse en vida en las reservas,
verdaderos zoológicos humanos; tampoco tenía mayores problemas con las poblaciones descendientes
de los esclavos africanos porque, tras concederles la “libertad”, se les había sometido a una peor
esclavización, menos visible, más sutil y maquiavélica, la esclavización legal del apartheid práctico.
Anteriormente, la intelectualidad burguesa europea ya había tenido que resolver problemas
esencialmente iguales para lo que creó la sociología, es decir, la “ciencia social” que tiene dos
objetivos prioritarios: uno, conocer las causas de las “tensiones sociales” para desactivarlas en su raíz
e integrarlas en el sistema capitalista, y otro, luchar contra el socialismo en cualquiera de sus
expresiones, pero especialmente contra el marxismo. Desde Comte hasta cualquier escuela o
universidad actuales en las que se enseña esta “ciencia social”, ambos objetivos han sido y son una
constante, y conforme aumenta la complejización de las de las contradicciones inherentes al
capitalismo, también se crean nuevas ramas específicas de esta “ciencia”, ramas que tienen los mismos
objetivos básicos comunes pero aplicados a todos los problemas que dicha complejización va creando,
desde las nuevas formas de explotación asalariada, hasta las nuevas formas de resistencia social,
pasando por todos los problemas de orden e integración, sin olvidar otros como el consumo, la moda,
la sexualidad, etc.
Hay que decir que la sociología surgió como parte integrante de una respuesta global elaborada por la
fábrica intelectual burguesa ante los problemas estructurales que le planteaban las resistencias de las
clases, pueblos y sexos a la explotación capitalista, en primer y decisivo lugar, y luego, al problema
teórico irreconciliable e irresoluble que le planteaba el marxismo como síntesis posterior de esas
luchas previas. La sociología fue una respuesta concreta inserta en una respuesta general, en la que
también destacaban otras “ciencias” como la antropología, la etnología, la psicología, la historia, la
filosofía, la economía política, etc. Su formación siempre ha ido unida a las resistencias obreras y
populares, a las resistencias de los pueblos, y en especial a la lucha contra el marxismo.
El orden cronológico de formación de esta respuesta respondió a las necesidades urgentes del
capitalismo, empezando por las necesidades contra el feudalismo y absolutismo, y de aquí la aparición
de la filosofía y de la política; siguiendo por la necesidad de explicar el origen de la riqueza a partir del
trabajo humano negando la existencia objetiva de la explotación, de la producción de valor y de la
plusvalía, y de aquí la economía política clásica y luego vulgar; para adentrarse en la sociología
cuando irrumpió el movimiento obrero organizado, en la antropología, la etnología y la arqueología
cuando se multiplicaron las resistencias de los pueblos al colonialismo y al imperialismo y cuando, a
la vez, se agudizaron los choques inter coloniales e inter imperialistas, lo que hacía que muchos
antropólogos, arqueólogos y etnólogos pertenecieran a los servicios secretos de sus respectivos
Estados; en la medicina burguesa cuando había que sanar a la fuerza de trabajo para explotarla al
máximo, en la psicología cuando había que sanar la mente agotada de las masas, en la criminología
2
www.lahaine.org
cuando había que controlar la llamada “delincuencia”, en la sociobiología cuando había que defender
la superioridad racial de Occidente ante el mundo y de la burguesía ante las clases explotadas…
Más aún, la joven sociología yanqui que pretendía resolver los problemas de orden, control e
integración, tenía a su favor el conjunto de medidas restrictivas, algunas muy severas, aplicadas por el
Estado que pretendían restringir y seleccionar la entrada de emigrantes. Así, en la práctica, si bien en
el plano de la ideología de los sociólogos dominaba la tesis de la no ingerencia del Estado en la
“libertad individual”, de hecho, el Estado estaba presente en el inicio mismo del proceso de selección
de la fuerza de trabajo emigrante, decidiendo quien podía ser admitido y quien no. Quiere esto decir
que al margen de las discusiones abstractas sobre la libertad individual, la no ingerencia del Estado, la
independencia valorativa de la “ciencia social”, etc., en la realidad el poder de la burguesía
condicionaba el proceso entero de elaboración teórica ya que los sociólogos tuvieron que trabajar
intelectualmente sobre una “materia prima” ya condicionada y predeterminada por imposiciones
estatales. La sociología yanqui no surgió, por tanto, gracias a un pensamiento libre de toda influencia
estatal burguesa, sino sólo a partir de una previa determinación legal de su campo de estudio. Dejar
esto sentado es muy importante porque muestra cómo el origen del concepto de “control social” estaba
ya controlado de alguna forma por la burguesía.
Al ser parte de un proceso, la teoría del “control social” toma componentes teóricos ya elaborados
pero no sólo por la sociología sino también por el resto de “ciencias sociales”, práctica por otra parte
normal e inevitable porque esos conceptos son esencialmente intercambiables entre todas las
corrientes y especialidades de la “ciencia social”, tras las adaptaciones imprescindibles, debido a que
esta “ciencia” tiene además de las dos prioridades vistas también y por ello mismo una coherencia
interna que le viene de su origen y naturaleza de clase. Resulta muy significativo que Ross estuviera
también muy preocupado por la aplicación de la psicología y por el estudio de la criminalidad, pero
aún es más ilustrativo el que dedicara dos sendos estudios en 1921 y 1923 a los efectos de la
revolución bolchevique de 1917.
La vida de Edward Ross es un ejemplo práctico de la interacción entre todos los componentes de la
“ciencia social” burguesa, de la sociología, psicología, criminología, política, historia… de la misma
forma que lo había sido con anterioridad la vida de Comte, fundador de la sociología, al que Marx
rindió honores por sus conocimientos cuantitativos pero despedazó sin piedad por su pobreza
metodológica y de síntesis dialéctica, comparadas con la de Hegel. También Marx y Engels, y otros
muchos marxistas, son un ejemplo de interacción de conocimientos parciales en una síntesis superior,
pero un ejemplo no comparable con la de los sociólogos porque el marxismo se mueve en un universo
antagónico e irreconciliable con el de la sociología como veremos más adelante al analizar en detalle
lo que se oculta tras el control social capitalista. Y si bien no faltan en la sociología algunas versiones
el “control social” que tienen facetas democrático-burguesas, especialmente alrededor de la llamada
Escuela de Chicago, con el tiempo este concepto fue monopolizado por la poderosa y dominante
corriente funcional-estructuralista, el pilar central de la sociología durante medio siglo de dominación
imperialista yanqui, y que sigue activa en buena parte de las aplicaciones de la sociología a los
problemas del sistema capitalista.
Después, otras corrientes y modas sociológicas le han añadido matices nuevos, diferentes, forzadas
por, como mínimo, cinco razones interrelacionadas: una, la necesidad del capitalismo por asegurar el
correcto funcionamiento del proceso entero de realización de sus beneficios; dos, el aumento de las
luchas sociales a escala internacional con el correspondiente aumento de la vigilancia y de la represión
de los Estados, pero también de otras instituciones extraestatales y paraestatales; tres, respondiendo a
estas situaciones y a las misma necesidades económicas capitalistas, se expande la industria del
telecontrol, de la vigilancia electrónica, de la observación, clasificación y encasillamiento de las
personas, de la especialización de las represiones; cuatro, como efecto de lo anterior, la sociología
debe responder adecuando periódicamente el concepto de “control social” a las nuevas y cada vez más
complejas contradicciones, y, quinto, a la vez y debido a la propia dependencia económica de la casta
3
www.lahaine.org
intelectual burguesa, periódicamente surgen modas intelectuales más o menos “críticas” sobre el
“control social” que sin embargo no atacan su raíz burguesa.
1.- ¿DE QUÉ ESTAMOS HABLANDO CUANDO HABLAMOS DE “CONTROL SOCIAL”?
En su forma abstracta y general, sin mayores precisiones sociohistóricas y sólo desde una perspectiva
formalista y no dialéctica, por control social debemos entender la totalidad de sistemas, instituciones,
colectivos y hábitos individuales que existen en todo grupo o sociedad destinados a su autocontrol.
Siempre dentro de esta definición inicial, toda colectividad realiza un control social de sus miembros,
de sí misma, para poder subsistir, para asegurar las condiciones de reproducción de las formas
sociales ya vigentes y que deben ser interiorizadas por todos sus miembros como requisito inexcusable
para que esa sociedad o grupo, por pequeño que fuere, no termine disgregándose y disolviéndose.
Desde esta perspectiva general, la continuidad de cualquier grupo humano, el que fuere, necesita de un
autocontrol mínimo pero suficiente que garantice la reproducción de sus valores y de sus condiciones
de existencia.
Ahora bien, como toda definición incapaz de superar las limitaciones de la lógica formal, ésta apenas
sirve para algo, excepto para movernos en el nivel de abstracción en el que nos hemos movido en el
párrafo anterior. En la realidad social e histórica, sus limitaciones surgen en el mismo instante en el
que dejamos la abstracción y pisamos suelo real, las sociedades concretas minadas por contradicciones
irreconciliables entre la minoría propietaria de las fuerzas productivas, y la mayoría expropiada de
todo, excepto de su fuerza de trabajo. Con este paso a lo concreto no estamos diciendo que no existiera
control social en las sociedades anteriores a la propiedad privada, decimos que en aquellas el control
social era totalmente diferente a los que existen en éstas, y que en estas segundas se dan también
diferentes controles dependiendo de qué forma de propiedad privada existe. O para ser más exacto,
dependiendo de la dialéctica entre los modos de producción y las formaciones económico-sociales
existentes en su interior.
Usando la terminología marxista, podemos comprender más rápidamente estas cuestiones sabiendo
que en toda sociedad clasista, la ideología dominante es la ideología de la clase dominante. Quiere esto
decir que, por un lado, toda la estructura clasista esta diseñada para facilitar la explotación de la
mayoría por la minoría; por otro lado, que la ideología en cuanto conciencia invertida de la realidad
facilita que aquella, la mayoría trabajadora, se deje dominar, explotar y oprimir por la minoría
propietaria; además, esta minoría sabe cómo integrar en su poder a muchas o casi todas las personas de
la mayoría explotada mejor formadas intelectualmente, que refuerzan y legitiman la ideología
dominante; también, que toda sociedad clasista integra parte de las técnicas de control, vigilancia,
represión, etc., que han servido en sociedades anteriores, pero ahora sirviendo a otra clase dominante
que ha creado nuevas formas; y para acabar, que por tanto que la ideología dominante está reforzada
por restos y partes de ideologías que fueron dominantes y que sigue sirviendo parcialmente al nuevo
poder.
Así se ha ido creando en el capitalismo eurocéntrico un denso entramado de sistemas materiales y
morales que de mil formas y modos facilitan que la ideología dominante sigan siéndolo y con ella siga
perpetuándose el modo de producción que está en su base. El que existan contradicciones no
antagónicas entre varios de esos modos y sistemas, por ejemplo, entre el fanatismo patriarcal de la
Iglesia en contra de derechos elementales y propuestas burguesas de reconocer tales derechos -aborto, divorcio, otras formas de familia, libertades sexuales, etc.--, estas contradicciones que estallan
entre aparatos diferentes de control social cotidiano --la Iglesia y burocracias estatales en este caso-no ayudan a deslegitimar el orden capitalista sino que lo refuerzan al ampliar su base democráticoburguesa, a no ser de que existan arraigados movimientos populares, sociales y revolucionarios que
desborden por la izquierda a la timorata y tímida política sexual burguesa. Podemos poner una
inacabable lista de ejemplos de estas contradicciones entre controles antiguos y modernos, así como
4
www.lahaine.org
otra lista aún más larga de nuevos sistemas destinados a facilitar el incremento de los beneficios
capitalista.
En términos marxistas, el concepto de “control social” sólo es aceptable si se le ubica dentro del
proceso general de realización del beneficio, es decir, del proceso de producción que empieza en la
explotación asalariada de la fuerza de trabajo y acaba en la plusvalía realizada, en la ganancia, para
reiniciarse de nuevo pero a una escala más amplia, la de la reproducción ampliada del capital. A lo
largo de todo este ciclo o período de circulación del capital, los controles sociales son una parte
específica de todas aquellas medidas destinadas a desatascar los tapones que frenan la rapidez de
realización del beneficio, o lo obturan llevando al capitalismo a crisis parciales que pueden terminan
en una crisis estructural que lo colapse. El modo de producción capitalista se caracteriza por la
obsesión de acortar en lo posible el tiempo de obtención de ganancia, de beneficio. Reducirlo es ganar
más o perder menos, por esto el tiempo es oro, y por esto podemos definir la economía capitalista
como la economía del tiempo. Partiendo de aquí, en el capitalismo todo, absolutamente todo, está
sujeto a la dictadura de la velocidad creciente y de la reducción del tiempo. Los controles sociales
también, y ellos mismos son uno de los instrumentos decisivos de la obsesión burguesa por imprimir
la máxima velocidad posible a la circulación de capitales y a la obtención de beneficios.
En realidad, la tendencia a la reducción del tiempo es consustancial a toda economía mercantil aunque
sea precapitalista, y la dictadura de la velocidad termina influyendo decisivamente en la propia
metodología de pensamiento. La historia de la escritura así lo demuestra y, en líneas generales y
dentro de lo que ahora denominamos Occidente, la necesidad de reducir el tiempo de elaboración de
pensamiento racional llevó a la reducción del tiempo de escritura para, entre otras cosas, aumentar la
capacidad de almacenaje de datos y de utilización interactiva de estos, ordenándolos más fácilmente y
perdiendo menos tiempo en el proceso de su análisis concreto y de su posterior síntesis teórica. En
toda economía mercantil, la burocracia tiene aquí una de sus raíces estructurales, siendo otra de ellas la
necesidad de vigilancia y control de todo el proceso de trabajo y de la cotidianeidad misma de las
clases trabajadoras que tiene la clase propietaria de las fuerzas productivas.
Pero sólo es con el modo de producción capitalista cuando esta tendencia precapitalista se hace vital,
volviéndose obsesiva por una serie de razones que podemos resumir en la necesidad ciega de todo
capitalista privado por explotar al máximo a sus trabajadores y por ganar más que el resto de
capitalistas. Con el transcurso de los siglos, esta tendencia ha ido penetrando en la mentalidad
colectiva debido a las presiones objetivas del sistema mercantil y del capitalismo, presiones
materializadas por el creciente cúmulo de instituciones e instancias destinadas a ello. La síntesis social
e ideológica de todo esto no es otra que la aceptación pasiva o activa por las masas trabajadoras de la
temporalidad impuesta por la clase burguesa.
Los controles sociales son elementos claves para acelerar el fluir de esta temporalidad dominante, con
su ideología y forma de vida supeditadas a ella. Lo son porque tienen como finalidad lograr que la
sociedad entera sea lo suficientemente visible al poder para que detecte lo más rápidamente posible
cualquier anomalía o rareza hasta en los más recónditos huecos y agujeros privados. La lógica del
beneficio máximo en el mínimo tiempo posible exige que nada pase desapercibido a los controles
sociales, ningún acto o pensamiento, ninguna pasividad o relajo, pérdida de tensión colaboradora, y
menos aún, ninguna resistencia por pacífica que fuere. Nada de esto debe pasar inadvertido al poder.
Éste necesita detectar lo más rápidamente posibles la mínima desaceleración de los flujos económicos,
de las dinámicas de explotación del trabajo, de la circulación de mercancías y de capitales, de la
agilidad en la intervención de las advertencias preventivas, amenazas intimidatorias, disciplinas y
castigos destinados a restaurar el orden y la velocidad, disminuyendo así el tiempo de realización del
beneficio.
La fuerza social de trabajo es por tanto fichada incluso antes de haber nacido, es fichada al poco
tiempo de haber sido engendrada y cuando aún está en el vientre materno, porque éste vientre es en sí
5
www.lahaine.org
mismo una fuerza productiva especialmente valiosa y por tanto el sistema ha de conocer, controlar y
vigilar todo el proceso para que no disminuya la productividad sexo-económica de la instrumento
productivo llamado “mujer”, que en ese momento es puesto a trabajar como “madre” con la función de
producir la mercancía vital para el capitalismo: la fuerza de trabajo que en determinadas situaciones
será también fuerza destructiva o carne de cañón al servicio de la burguesía.
A partir de que la mujer comunica su embarazo al sistema medico público o privado, permanente
control social que va a acompañar a la persona desde ese momento hasta poco después de su muerte,
desde ese momento se van poniendo progresivamente en marcha sucesivos controles sociales cada vez
que esa persona tenga que dar un salto en su cualificación como fuerza de trabajo potencial o activa.
El nacimiento, el bautismo si se ha producido, los primeros informes médicos, la guardería, la escuela,
el colegio… Conforme se va formando la “persona” se produce una tensión entre su imagen y
definición oficial y su progresiva realidad en cuanto instrumento productivo. La Grecia clásica al
menos había tenido la sinceridad de reconocer mediante sus grandes obras teatrales la farsa que se
ocultaba en una sociedad que ya estaba sujeta en lo esencial a la economía mercantil. Los griegos
llamaron ‘prosopos’ a la careta que se ponían los actores en el teatro y de ahí viene el concepto de
“persona”, es decir, una farsa teatral que oculta la realidad de fondo. En la sociedad burguesa, la
“persona” o “ciudadano” oculta la realidad de la mercancía humana que tiene una fuerza de trabajo
como valor de uso con su correspondiente valor de cambio. Los controles sucesivos en los que esa
fuerza de trabajo ha de quedar encorsetada, registrada, certificada y vigilada son los que van dando
permiso para que esa fuerza humana de trabajo sea definida, cínicamente, como “persona” cuando en
realidad es sólo una mercancía.
Pero la efectividad de los controles no es absoluta sino que depende de otras dos instancias posteriores
aunque insertas en la misma dinámica. Una de las tareas de cualquier control social es la de avisar a
las “instancias superiores” de las anomalías detectadas. Dependiendo de los casos, se pondrán en
funcionamiento diversos sistemas de vigilancia más o menos especializados e intensos. Sin estas
vigilancias los controles apenas sirven para algo ya que sus descubrimientos no serían estudiados con
detalle y en profundidad, que el es objetivo de las vigilancias. No hace falta que éstas sean realizadas
desde el principio por los aparatos típicos, policiales. Muchos controles sociales, sobre todo los
extraestatales y privados, tienen sus sistemas de vigilancia, y pueden recurrir a empresas privadas.
Pero conforme aumenta la gravedad de los problemas detectados, y conforme interactúan con otros
problemas, en esta medida sí empiezan a intervenir las vigilancias estatales que podrán llegar a
desembocar en diversos grados de represiones diferentes según los casos. De la misma forma que el
control sólo tiene pleno sentido si facilita la vigilancia sobre los problemas detectados, también el
pleno sentido de las vigilancias se realiza cuando facilitan la acción de las represiones, buscando su
efectividad invisible e imperceptible o bien buscando todo lo contrario, que sea una represión masiva
y aleatoria, si así lo han decidido los aparatos especializados. Siempre existe una continuidad entre
control y represión mediatizada por la vigilancia, aunque no es imprescindible que todo fallo detectado
por un control termine a la fueraza en una práctica represiva.
Antes de seguir es necesario hacer dos precisiones que ayudan a comprender mejor lo visto hasta aquí
y lo que sigue. Una es que la lógica del beneficio penetra en toda la sociedad capitalista y no sólo en
su clase burguesa, sino en todos aquellos sujetos individuales o colectivos que viven mejor o menos
mal gracias a la explotación de otras personas, explotación material, cultural, sexual, afectiva, etc., y
que en última instancia se expresa en una mejora de las condiciones de vida del sujeto explotador, sea
colectivo o individual. Por ejemplo, la explotación patriarcal en todas sus formas, desde las del trabajo
doméstico hasta las afectivas y/o sexuales, pasando por el trabajo fuera de casa, las tareas educativas,
atención a las personas enfermas o envejecidas, etc. Otro ejemplo al respecto lo tenemos en la
comunión de intereses nacionalistas entre la burguesía y el proletariado en la opresión de otros
pueblos, aun cuando sea la clase dominante la que se lleve el grueso de las ganancias siempre queda
algo para las clases explotadas de la nación opresora.
6
www.lahaine.org
También tenemos el ejemplo de los beneficios obtenidos por el imperialismo económico en todas sus
formas, desde la economía industrial clásica, hasta la de los recursos energéticos, pasando por la
turística, informática y mediática, la cultural, etc. Los beneficios extraídos por el trato racista son otro
factor de cohesión social alrededor del sistema burgués. Tampoco debemos menospreciar el efecto que
producen las cadenas de oro del consumismo en la ficción del ascenso social de las clases explotadas.
Esta ilusión, empero, sólo oculta el subsiguiente aumento de los controles internos en la familia
patriarcal necesarios para el ahorro que más temprano que tarde debe hacerse para pagar las deudas
causadas por el consumismo.
Por su misma naturaleza dependiente de la producción de plusvalía, toda la sociedad capitalista está
estructurada para lograr que determinados colectivos y grupos, además de la burguesía, obtengan unos
beneficios materiales y simbólicos que les convierten por ello mismo en sujetos interesados en el
mantenimiento del sistema, en la aplicación concreta de sus controles y de sus disciplinas, aunque esos
sujetos sean a su vez trabajadores explotados y oprimidos. Se crean así fuertes complicidades entre la
burguesía y sectores más o menos significativos de las clases explotadas, interesados consciente o
inconscientemente en el mantenimiento e incluso mejora de sus privilegios explotadores cotidianos,
por pequeños que sean comparados con las impresionantes ganancias de la burguesía. Los ejemplos
expuestos arriba, que pueden aumentarse fácilmente, muestran el complejo entramado de intereses
particulares y generales, del sistema en su conjunto, que necesitan de la existencia de los controles
sociales, de los procesos de vigilancia que surgen a partir de ellos y de las represiones de todo tipo que
se pueden aplicar porque lo que está en juego es el beneficio en todas sus formas, beneficio que a la
vez efecto de un proceso explotador y causa de que ese proceso esté siempre en tensión interna por la
luchas entre las resistencias de las gentes explotadas y las crecientes imposiciones de las explotadoras,
luchas que en última instancia son partes de la lucha de clases, lo que a la fuerza nos remite al Estado,
a su papel de aparato centralizador de las diversas estrategias y tácticas que aplican los explotadores.
Llegamos así a la segunda precisión. Una vez analizada la complejidad --creciente-- de los controles
debido a la multiplicidad de sujetos explotadores, que se terminan homogeneizando en la división
clasista entre expropiados y propietarios, desposeídos y poseedores, vemos que siempre existe un
aparato superior que centraliza estratégicamente dicha complejidad de sistemas, buscando hacerlos
más efectivos, que no queden desbordados por las resistencias que las minan internamente. Al final de
todos los análisis concretos de estos controles y poderes funcionando por su parte, siempre llegamos a
topar con el Estado burgués que garantiza la efectividad del conjunto del sistema, que supervisa el
funcionamiento de los procesos que empiezan en los controles sociales cotidianos más nimios e
imperceptibles, siguen en las práctica de vigilancia y culminan en las de represiones. A lo largo de
estos procesos, muchas decisiones son tomadas por los sujetos explotadores directamente interesados
en los beneficios que extraen, sin tener que consultar a las burocracias estatales, ni esperar a éstas. Mas
siendo así, al final es el Estado el garante de que esos poderes concretos, esos subpoderes delegados de
otro superior, o esos micropoderes cotidianos que gozan de una relativa autonomía dentro del proceso
general de explotación del trabajo, funcionen al máximo de sus capacidades.
Teniendo en cuenta estas dos precisiones, podemos comprender más fácilmente el hecho de que hay
tantos controles sociales como necesidades tiene el sistema de conocer la disponibilidad potencial y
real de la fuerza de trabajo en sus múltiples formas de expresión, así como de conocer a la vez todos
los obstáculos e impedimentos que pueden disminuir su productividad y su cualificación, que pueden
mermar su sumisa pasividad a las disciplinas globales imprescindibles para el acelerado fluir del
tiempo burgués. La rapidez creciente que exige el capitalismo suscita resistencias; en endurecimiento
de la vida, suscita resistencias; la reducción del tiempo propio y libre suscita resistencias. El que éstas
sean conscientes, expresadas en actos y luchas sindicales y políticas, o que sean inconscientes,
expresadas en forma de malestar social difuso o palpable, delincuencias varias y hasta criminalidad, o
mediante una mezcla de ambas formas mediante estallidos espontáneos de protesta en los que laten
futuras luchas organizadas, esta amplia y multifacético escala de resistencias ha sido y es
7
www.lahaine.org
permanentemente estudiada por los equipos de sociólogos, psicólogos, antropólogos, policías,
militares y demás especialistas burgueses que forman los “gabinetes interdisciplinares” a sueldo de las
instituciones capitalistas y relacionados de mil modos con su Estado.
Junto con estas “ciencias sociales” en activo, también actúan en todo momento otros servicios más
sofisticados y especializados, más imbricados en los aparatos estatales e interestatales. Los controles
sociales aportan a estos grupos una riada de informaciones, datos y estadísticas que son analizadas al
detalle. Los resultados obtenidos son a su vez contrastados con otros que aportan los sondeos,
encuestas y estudios de tendencias sociales de todo tipo, realizados con los métodos y técnicas
sociológicas más actualizados.
En base a los resultados obtenidos, el poder en su esencia y/o los subpoderes delegados y
micropoderes que pululan entre los mecanismos cotidianos de explotación, cambian, reforman y
mejoran la efectividad no sólo de los controles, aumentándolos cada vez más, sino también de los
sistemas de vigilancia que son inherentes a esos controles, como veremos más en detalle
posteriormente. Otras veces, según las necesidades, además de crear nuevos controles, privatizan
algunos o muchos de los ya existentes, dependiendo de circunstancias que no podemos exponer ahora.
Como veremos, la privatización de controles, vigilancias y represiones es un negocio redondo para la
burguesía.
Resumiendo, hablamos de “control social” como una de las fases de un proceso global mediante el que
la minoría opresora mantiene su poder. Existen otros instrumentos, como la alienación, etc., que
interactúan con este proceso, reforzándose mutuamente. Volviendo al control social, diremos que es el
conjunto de instituciones, burocracias y aparatos del Estado, organismos sociales y civiles
relacionados directa o indirectamente con éste, desde sanidad hasta educación, etc., que permiten a la
minoría opresora adoctrinar, engañar y manipular a las mayorías oprimidas y a la vez,
simultáneamente, acceder a un montón de datos sobre su vida privada e individual pero también
colectiva, que convenientemente analizados por los especialistas del poder le permiten a éste conocer
con más o menos fiabilidad qué piensan las clases y naciones oprimidas, qué críticas hacen al poder,
qué luchan están pensando realizar, cómo y quienes las organizan. De este modo, uniendo ambos, la
manipulación y los datos, el poder dominante puede empezar a vigilar con más atención a las y los
luchadores, reprimiéndoles más fácilmente. Por esto, el control social es una parte del proceso que
acaba en la represión pasando por la vigilancia.
2.- ¿PODRÍA SER UNA DE LAS BASES DEL FAMOSO “TODO ATADO Y BIEN ATADO”?
La dialéctica de contradicciones está en todas partes, y en el tema de los controles sociales franquistas
ocurre que ellos fueron, por un lado, una de las causas del agotamiento del franquismo mientras que,
por otro lado, fueron también una de las bases que la efectividad última de la supuesta “transición”
expresada en la frase del dictador Franco de que dejaba “todo atado y bien atado” cuando nombró al
entonces todavía Príncipe Juan Carlos I su sucesor al mando de la dictadura. La contradicción entre la
responsabilidad negativa de los controles franquistas en el agotamiento de la dictadura y su
responsabilidad positiva en la continuidad del poder burgués sin siquiera una ruptura democrática
digna de tal nombre, esta contradicción no es irreconciliable sino que se explica por la misma
evolución del contexto.
Los controles sociales franquistas eran parte esencial de la represión permanente de la dictadura ya
que miles de fanáticos franquistas o simplemente colaboracionistas con la dictadura que habían
luchado en su bando, habían encontrado un sueldo seguro en ayuntamientos, ministerios, diputaciones,
sindicatos y otros aparatos del Estado. En realidad todo estaba pensado para facilitar el control social
pues la policía y sus confidentes, así como los grupos de apoyo al régimen, tenían acceso directo a
estos aparatos, vigilándolos desde dentro y vigilando desde ellos a la sociedad en su conjunto. Sin
embargo, el peso decisivo en el mantenimiento del orden lo llevaba la represión ayudada por el terror
8
www.lahaine.org
omnipresente vivido durante varios decenios legado por los masivos exterminios franquistas de toda
oposición. Prácticamente hasta mediados de la década de 1960, fue más efectiva la mezcla de
represión terror y miedo, reforzadas por la acción de la Iglesia, en el mantenimiento del orden que las
informaciones que podían salir de los controles sociales existentes, que también ayudaban. En muchas
zonas rurales del Estado, en los pueblos y en las pequeñas ciudades agrarias y con una reducida y
derrotada clase obrera, el orden se mantenía además de por la represión y por el terror paralizante,
también por la simbiosis entre el cacique de la zona, las fuerzas represivas, la iglesia, el funcionariado,
el grupo de intelectuales orgánicos al franquismo como el médico, el maestro, el abogado y el notario,
etc.
Las cosas empezaron a cambiar un poco cuanto a finales de los ’50 el régimen se vio en la necesidad
de hacer reformas, desplazando a los sectores más fanáticos, admitiendo a los nuevos “tecnócratas”,
abriendo la economía a las inversiones extranjeras y al turismo, impulsando la salida de emigrantes en
masa al exterior y dentro del Estado, etc. Hasta entonces, dicho a grandes rasgos, los controles sociales
en el Estado español habían sido los típicos de una economía atrasada, con un fuerte peso agrario
terrateniente, con pocas industrias y éstas localizadas en pocas zonas, y con nulo o muy pobre sistema
de asistencia social pública, justo de supervivencia e incultura. La autarquía franquista no había
necesitado sofisticados controles sociales, sino mayormente controles policiales, represión y miedo.
Muy lentamente, a partir de los ’60 la sociedad empezó a cambiar, especialmente en las zonas
industriales y aún más en las naciones oprimidas con fuerte base industrial, como Euskal Herria y los
Països Catalans en donde la llegada de grandes contingentes de emigrantes de otras culturas,
mayormente españoles, se sumaba a la aplastante represión de su identidad nacional.
El llamado “despegue económico” de la segunda mitad de los ’60 y comienzos de los ’70 exigió la
introducción de nuevos controles sociales, nuevas burocracias y aparatos que facilitaran tanto la
explotación como la integración de un nuevo movimiento obrero que crecía rápidamente en los nuevos
barrios industriales de las ciudades, en donde se apiñaban decenas de miles de trabajadoras y
trabajadores en condiciones pésimas, sin apenas infraestructuras y sin asistencias de ningún tipo.
Barrios obreros y populares de la margen izquierda de Bilbo, y de toda la zona de Euskal Herria bajo
dominación española, llegaron a vivir en condiciones que hoy calificaríamos como “tercer mundistas”
porque la burguesía vasca, aliada esencial del franquismo, buscaba el máximo beneficio a cualquier
precio. Mientras que otras burguesías europeas llevaban ya dos décadas de keynesianismo más o
menos socialdemócrata, reforzado por el desarrollo de las disciplinas taylor-fordistas y por un pacto
interclasista con los PCs que ya empezaba su definitiva deriva al eurocomunismo, en Hego Euskal
Herria y en el Estado español era extremo el subdesarrollo de las prestaciones asistenciales públicas,
que, para el capitalismo de entonces, era muy efectivos controles sociales.
Una de las bases de la “paz social” que había existido en la Europa burguesa hasta finales de los ’60 y
comienzos de los ’70 había sido el mal llamado “Estado del bienestar” (¿?) asentado en una densa red
de instituciones de todo tipo que además de facilitar la recomposición de la fuerza de trabajo, también
la integraban en la lógica burguesa al mantener viva la ficción de la “armonía social”. Por el contrario,
en la península ibérica a comienzos de los ’70 existían dos dictaduras, la salazarista en Portugal y la
franquista, caracterizadas ambas por su desprecio a la calidad de vida de las clases explotadas.
La burocracia franquista resultó desbordada por el auge del movimiento obrero y popular en Euskal
Herria, movimiento que en su inmensa mayoría luchaba por el reconocimiento de los derechos
nacionales vascos, y por la independencia organizada en un Estado Vasco su parte más consciente y
activa. Los movimientos populares, sociales, vecinales, culturales y euskaltzales, de ayuda a los
presos, etc., crecieron para hacer frente al atraso no sólo de las infraestructuras de todo tipo, sino
también para ayudar a la autoorganización del pueblo trabajador vasco que rechazaba la “democracia
orgánica” de la dictadura española. La gran debilidad de los controles sociales, de las instituciones
municipales, etc., facilitó en parte la fuerza de la autoorganización del pueblo trabajador. Del mismo
modo pero en el plano de la lucha sindical y obrera, la nulidad del sindicato franquista y la ausencia de
9
www.lahaine.org
libertades facilitaron la radicalización de buena parte del movimiento obrero, especialmente del que
tenía conciencia nacional vasca.
La total ausencia de sistemas de integración juvenil que desactivaran parcialmente las reivindicaciones
de la juventud vasca, facilitó que ésta se lanzara masivamente a la lucha revolucionaria, y su parte más
consciente y heroica a la lucha armada que, además, no necesitaba buscar ninguna legitimidad
adicional porque la dictadura española estaba totalmente desprestigiada por su permanente opresión
sobre Euskal Herria. Por no extendernos, el colaboracionismo sistemático de la burguesía vasca con la
dictadura durante cuarenta años había creado un abismo entre las tímidas ideas democristianas y las
reivindicaciones sociales del pueblo trabajador que se expresaban en grandes luchas obreras, vecinales
y populares que se expresaron en grandes huelgas generales.
Carente por tanto de sistemas de integración, desactivación y control de las masas trabajadoras desde
su mismo interior --recordemos que hasta el reformista PCE estaba ilegalizado, todavía--; con una
muy débil base de apoyo en la pequeña y mediana burguesía porque el PNV también estaba
ilegalizado, y con una burguesía vasco-española totalmente enfrentada a la realidad nacional vasca, en
estas condiciones, el franquismo no tenía otro recurso que multiplicar la represión y las vigilancias
mediante la masificación de los controles policiales no sólo en las calles sino en todas las facetas de la
vida. Pero los controles policiales, su vigilancia y su represión sólo son efectivos a medio y largo
plazo si cuentan con unos controles sociales que le permitan disponer de una información minuciosa y
reciente del estado real de la conciencia de las masas, de su voluntad y capacidad práctica de lucha,
sobre todo cuando se enfrentan a una nación ocupada y desde una mentalidad extranjera.
La masa de información cuantitativa que pueden obtener las fuerzas represivas no sirve de mucho con
el tiempo si no es reforzada y guiada con la información cualitativa que sólo se puede obtener tras
analizar los datos que le llegan de los controles sociales, de los partidos y sindicatos reformistas, de
otras instituciones típicas de la democracia-burguesa por reducida y autoritaria que sea. Gracias a este
aluvión de análisis, el Estado puede mejorar su doctrina y sistema represivo, o desarrollar un nuevo
paradigma represivo, con sus correspondientes estrategias y tácticas. Pero nada de eso tenía entonces
el franquismo, excepto la ciega brutalidad asesina. Es por esto que fracasó la multiplicada represión en
todos los sentidos aplicada contra el pueblo trabajador vasco.
La única alternativa posible en aquellas condiciones para la burguesía no era otra que la de negociar
con la oposición antifranquista una reforma del franquismo, dejando sin tocar los pilares de la
dominación capitalista española. Ciñéndonos al problema del papel de los controles sociales en la
“transición”, las reformas consistían en cuatro grandes novedades: una, nuevos controles políticosindicales que llenaran los vacíos dejados por la burocracia franquista; dos, nuevos controles
administrativos más cercanos a la gente, mediante nuevas administraciones regionales y autonómicas,
nuevos poderes municipales y de diputaciones, etc.; tres, nuevos controles ideológicos mediante la
“democratización” de la prensa, radio, partidos políticos, etc.; y cuatro, nuevas doctrinas, paradigmas
y sistemas estratégicos que ampliasen y modernizasen el poder represivo del Estado.
Como se ve se trataba de reforzar todos los controles más directamente relacionados con la vigilancia
de la vida política, sindical, social, ideológica y democrática, en vez de los controles más relacionados
con las condiciones de recomposición de la fuerza de trabajo, como sanidad, infraestructuras,
guarderías, pensiones, educación, etc. De hecho, actualmente y tras muchos años de “gobiernos
socialistas”, el sistema social del Estado español sigue yendo muy por detrás de la media europea,
retrocediendo en bastantes cuestiones y privatizándose en otras muchas. Incluso, en ningún momento
la Iglesia católica, que es uno de los controles sociales más reaccionarios y omnipresentes, perdió un
ápice de su poder antidemocrático.
En el conjunto del Estado español, los partidos y sindicatos reformistas asumieron fervorosamente la
tarea de controlar desde dentro al movimiento obrero, vigilándolo, desactivándolo, desmovilizándolo y
10
www.lahaine.org
depurando sin piedad a las izquierdas tanto en interior de esos partidos y sindicatos, expulsándolos, o
en el exterior, acusándolos de “provocadores”, “radicales”, “ultraizquierdistas”, etc. Lo que no había
conseguido el franquismo en década y media, de comienzos de los ’60 a finales de los ’70, lo
consiguió el reformismo entre 1978 y 1984. En poco tiempo se creó con la ayuda del Estado y el
dinero de la banca, un amplio entramado de controles político-sindicales en el interior de las clases
explotadas, precisamente cuando empezaban a sufrir muy duros ataques patronales, cuyas
consecuencias se siguen padeciendo. A la vez, el que habría podido llegar a ser un movimiento
popular y vecinal apreciable, fue también desactivado cuando se crearon los controles de las
administraciones municipales y de las diputaciones, y de los estatutos, surgiendo así una densa red de
enchufismo, burocratismo y pesebrismo institucional legitimado por elecciones democráticas pero
formado por los nuevos arribistas y yupis que antes habían sido en parte militantes del PSOE, del PCE
y hasta de izquierdas, pero también por nuevos chupópteros, muchos de ellos ex franquistas.
Simultáneamente, se crearon nuevos controles ideológicos y culturales legitimados sobre el mito de la
“libertad de expresión” definida según la democracia-burguesa sometida a la monarquía. Pulularon
decenas de nuevos periódicos y revistas, radios y, al poco, comenzaron las televisiones, mientras que
se generalizaba la apariencia de “libertad sexual” mediante el destape erótico y la pornografía, a la vez
que, oficialmente, se instauraba el laicismo constitucional en 1978. De nuevo, muchos ex militantes de
eso que llaman “izquierda reformista” se lanzaron como fieras a copar esos puestos nuevos, y desde
ellos comenzaron una implacable destrucción de los valores de izquierda que había dicho defender
hasta entonces. Surgió un nuevo control social ideológico y político que superaba con creces al
franquista, y que demostró todo su poder de alienación durante el desmantelamiento de las izquierdas
y del movimiento obrero luchador, durante el silencio sepulcral sobre el terrorismo de Estado desde la
UCD hasta el PSOE, durante la campaña de la OTAN en 1987, la loa a la cultura del pelotazo y la
corrupción, al estilo de vida de lo “Mario Conde”, la telebasura, y un largo etc. La masiva
desmovilización militante que se produjo por estas fechas, denominado “desencanto”, estuvo
estrechamente relacionado con la efectividad de estos tres nuevos controles sociales más las
consecuencias de los pactos claudicacionistas del PCE y de otros partidos reformistas.
Por último y como síntesis de lo anterior, una de las primeras tareas del primer gobierno de la UCD
fue elaborar una nueva doctrina represiva “antiterrorista”, que desde entonces fue renovada y
reforzada con mejoras sucesivas entre las que destacan las introducidas por los sucesivos gobiernos del
PSOE desde finales de 1982 hasta ahora, con el intervalo del PP. A diferencia de la represión
franquista, la “represión democrática” buscó desde los primeros días de la “transición”, además de
ampliar al máximo las fuentes de información, sobre todo cómo lograr la progresiva “colaboración
ciudadana”, cómo “aislar al terrorismo” en el Estado e internacionalmente, y cómo “legitimar al
Estado”. Los tres nuevos controles sociales que acabamos de analizar eran imprescindibles para el
logro de estos objetivos porque multiplicaban los instrumentos de ideologización y control político en
la cotidianeidad misma de las masas. Con el franquismo había existo la “manifestaciones espontánea”
a favor del dictador y las periódicas “concentraciones en la Puerta del Sol” en Madrid. La maquinaria
política de la dictadura se ponía en marcha para transportar con viajes pagados y con comida gratis a
incondiciones e incautos y a muchas personas que iban a la fuerza.
Con la “democracia” se pretendió aumentar la base movilizable y los argumentos mediante la excusa
de que ya no existía dictadura alguna y de que la “democracia” estaba en peligro por el “terrorismo”.
Bien pronto, a finales de los años ’70 se celebró la primera manifestación oficial “contra el terrorismo”
impulsada por todas las fuerzas políticas constitucionalistas y el gobiernillo vascongado. Los nuevos
controles permitían al sistema movilizar a más gente que lo que nunca había podido imaginar el
franquismo ya que, ahora, había mucha más gente cobrando sueldos de las instituciones, gente que
tenía que ser vista por sus superiores en las manifestaciones para demostrar su fidelidad al nuevo
poder. También ahora había más gente que desorientada por la machacona propaganda democraticista
contra quienes no hacía mucho tiempo habían sido “héroes” o al menos “luchadores” y, de repente,
habían sido convertidos en “terroristas”, podía terminar yendo a esos actos.
11
www.lahaine.org
No faltaban tampoco grupos sociales pasivos, conservadores en el fondo, nacionalistas españoles y
regionalistas y autonomistas vascos, que se habían mantenido en silencio y sin apoyar los primeros
descaradamente al franquismo y los segundos sin salir nunca a la calle para luchar contre él, pero que
ahora, con la “democracia” sí se atrevían a hacerlo para ir en contra del “terrorismo separatista” los
primeros, y en contra del “terrorismo” los segundos. Por último, estos grupos y otros menores tenían
ahora, además, la ventaja de que las fuerzas represivas no iban a machacarles sino a proteger su
“libertad de expresión” de los ataques de los “violentos”, unas fuerzas represivas “vascongadas”.
Precisamente fue la creación de la Ertzaintza en donde se materializó el salto cualitativo dado por la
burguesía española en la modernización de los controles sociales, de las vigilancias y de las
represiones. En el esquema represivo franquista era inconcebible la existencia de una “policía
vascongada”, pero ésta era vital si se quería avanzar en los objetivos descritos en una parte de Hego
Euskal Herria. Dicen, aunque muchas veces es falso, que no hay mejor cuña que la de la propia
madera. Este tópico fue el que se usó para crear la “policía vascongada”, que en realidad era y es
estructuralmente española y esencialmente burguesa. La creación de la “policía vascongada” fue un
salto cualitativo en comparación al esquema represivo franquista porque supuso la aparición de un
modelo nuevo, en modo alguno comparable al de la “policía vascongada” de 1937 y menos aún
comparable al de los forales, miqueletes y miñones anteriores o posteriores. También lo fue
comparando su creación con la de los simples cambios de color de uniforme de la Policía Armada
española y de tricornio de la Guardia Civil, simples cambios externos que no variaban nada en la
esencia de estos cuerpos represivos.
Como ocurre con cualquier otro cuerpo represivo, la Ertzaintza sólo podía y puede ser eficaz si forma
parte de un sistema global que integre el proceso entero que va del control social a la represión,
proceso antes expuesto. Toda la evolución al respecto en la llamada Comunidad Autónoma Vasca
camina hacia la integración más ágil e inmediata de estos niveles en un aparato centralizador dotado
de las mejores tecnologías disponibles, de modo que la Ertzaintza, como el resto de policías que
sobrecargan nuestra tierra, se enteren en el mínimo tiempo posible de toda anomalía, sea sanitaria,
administrativa o de cualquier otro tipo. La creación de controles sociales “autonómicos”, desde
educación y sanidad hasta de transportes, tiene la doble faz de agilizar los beneficios de la burguesía
vasco-españolista y de agilizar la efectividad represiva de las policías, incluida la vascongada. En la
respuesta a la siguiente pregunta analizaremos el destacado papel realizado por el reformismo vasco en
la creación de los controles sociales vascongados.
Resumiendo, en lo esencial, el franquismo dejó intactas las fuerzas represivas en su totalidad, desde
jueces y fiscales hasta policías municipales y txibatos, pasando por torturadores, etc., sobre todo el
Ejército. Son estas fuerzas las que aplican la represión pero también las que ayudan a que los controles
sociales actualizados, más aún, periódicamente exigen mejoras y ampliaciones de esos controles. De
hecho, la llamada “transición” fue lo que hizo: ampliar los controles, las vigilancias y las represiones
en cuatro grandes áreas: integrar al reformismo político-sindical en el sostenimiento de la monarquía
impuesta por el dictador Franco; ampliar las administraciones de todo tipo, desde ayuntamientos hasta
autonomías, pasando por nuevos ministerios, que funcionaban en gran medida con ex militantes
antifranquistas pasados a la “democracia”; ampliar la prensa, la radio y las TVs “democráticas”
defensoras del nuevo orden español y que empezaron una feroz manipulación propagandística contra
quienes seguían luchando, especialmente contra la izquierda independentista vasca; y por último, la
mejora de la represión gracias a las innovaciones anteriores pero también a la ayuda internacional. De
este modo, el “todo atado y bien atado” fue en realidad un logro conjunto: del franquismo y del
reformismo.
12
www.lahaine.org
3. ¿POR QUÉ SE HABLA TAN POCO DEL CONTROL SOCIAL?
Se habla tan poco del control social por cuatro razones fundamentales, además de otras menores en las
que no vamos a extendernos. La primera razón es que al sistema capitalista no le interesa que se
debata críticamente, desde la perspectiva revolucionaria, la existencia de unos controles sociales que
van extendiéndose y complejizándose, porque esos debates sacarían a la luz los naturaleza verdadera
de la democracia-burguesa como dictadura encubierta de esta clase sobre el resto de clases. La
segunda razón es que estos debates tampoco interesan a otros colectivos y grupos sociales que aun no
siendo burgueses en el sentido clasista del término, es decir, no siendo propietarios de fuerzas
productivas que viven explotando a las clases trabajadoras, sí tienen intereses materiales explotadores
que podrían verse en relativo peligro si las gentes explotadas por dichos colectivos tomaran conciencia
de lo que les sucede. La tercera razón es que también existen grupos organizados, partidos y sindicatos
reformistas, interesados en que no se descubra la naturaleza de la “democracia” que ellos ayudan a
mantener con su práctica, con su legitimación permanente, con su oposición a toda lucha que
cuestione ese orden y con él el conjunto de controles sociales que ayudan a sostenerlo. Y la cuarta
razón es que, en general, las personas dominadas psicológicamente y alienadas por la ideología
dominante tienen profundas dificultades irracionales e inconscientes para pensar fría, objetiva y
críticamente la situación que padecen.
Obviamente, estas cuatro razones, y otras menores, suelen actuar conjuntamente con mucha frecuencia
porque en todas ellas existen personas que tienen profundas resistencias inconscientes a plantearse
crudamente sus problemas vitales, prefiriendo vivir bajo la dominación psicológica de otras, bajo su
opresión política y/o explotación económica, o bajo todas a la vez, con tal de no hacer frente
conscientemente a su realidad cotidiana. En realidad, semejantes frenos irracionales que merman
brutalmente la capacidad crítica y autocrítica de las personas son introducidos en las personas
mediante determinados sistemas autoritarios, como la institución familiar patriarco-burguesa, el
sistema educativo en su totalidad, etc., y reformados y reciclados luego durante toda la vida por medio
de otros aparatos. Los controles sociales juegan un papal clave en impedir el desarrollo de la
independencia psíquica y de pensamiento de los seres humanos, destruyendo su potencia crítico y
haciéndoles dependientes de la autoridad superior. Bajo estas condiciones es muy difícil desarrollar
una crítica implacable de las cadenas que atan a las personas por la sencilla razón de que creen vivir
felices con sus cadenas que les protegen de la incertidumbre inherente a la libertad.
Empero, siendo poderoso este terror a la verdad y a la crítica, no se sostendría con tanta fuerza sin el
apoyo de las otras tres grandes razones. Por ejemplo, la burguesía tiene instrumentos suficientes como
para minimizar o reducir mucho el alcance de toda crítica revolucionaria: al ser propietaria de las
grandes transnacionales de la desinformación, de las imprentas, del papel, de los bancos que prestan
dinero, de las universidades privadas y de buena parte de las públicas, etc., puede boicotear o
simplemente impedir que se debatan determinadas cuestiones, borrándolas de las “preocupaciones” de
las masas alienadas. Esta censura real, aplastante y masiva, es reforzada por el trabajo de la casta
intelectual, experta en emborronarlo todo, en invertir las causas por los efectos, en impedir la crítica
radical y en encontrar falsos culpables.
Las fuerzas reformistas, a las que luego volveremos, también están interesadas en abortar toda
reflexión crítica sobre cómo el sistema capitalista les ha absorbido, les ha fagocitado convirtiéndolos
elementos decisivos en la alienación ideológica de las clases trabajadoras. Los reformistas no fueron
revolucionarios que de la noche a la mañana se hicieron “traidores” que “vendieron” a su clase y a su
pueblo, sino en ya venían siendo cada vez más una fuerza sociopolítica que defendía unos precisos
intereses. Son estos intereses los que les motivan a impedir todo debate esclarecedor sobre cualquier
cosa, especialmente sobre los controles sociales porque el reformismo es uno de los más dañinos
factores de aburguesamiento.
13
www.lahaine.org
Además de la burguesía y del reformismo, también intervienen activamente en contra de cualquier
esclarecimiento de las dinámicas de control social todos los grupos, colectivos, fracciones de clase,
clases enteras y hasta pueblos y naciones que están objetivamente interesados en el orden de cosas
existentes porque, gracias a él, extraen determinados beneficios materiales y de toda índole. Ya hemos
puesto antes algunos ejemplos sobre los intereses explotadores del patriarcado en general y de todo
hombre en particular, sobre los beneficios que obtienen las clases trabajadoras de las naciones
opresoras e imperialistas y sus intereses en que esa situación se perpetúe, sobre el racismo, etc.
Si nos fijamos con un poco de detalle en muchas reacciones automáticas de personas de estos
colectivos cuando se enfrentan a las críticas de las personas, colectivos, clases y pueblos que explotan
de forma directa o indirecta, veremos que sus reacciones van desde la supuesta benevolencia tolerante
y despectiva, incluso con dosis de humor paternalista en forma de chiste, a las fulminantes reacciones
de violencia brutal para acallar toda crítica, pasando por los tópicos sexistas y racistas de turno, o
simplemente el silencio y el despiste. Estas y otras muchas reacciones buscan impedir toda reflexión
crítica, todo análisis teórico independiente y radical sobre las condiciones de explotación que permiten
que ellos vivan mejor o menos mal gracias a las personas, clases y/o naciones que están por debajo,
sustentando su bienestar.
Especial mención debemos hacer aquí a la responsabilidad del llamado “reformismo duro”, el que
sigue actuando bajo la etiqueta de “comunista” pero yendo en sentido opuesto. Buena parte de los
nuevos controles sociales desarrollados tras la “transición” están dirigidos por estos “comunistas” o
por reformistas procedentes incluso de grupos que se situaban más a la izquierda, entonces, que el
propio PCE. Lo que ha ocurrido, en realidad, es que la burguesía española supo reforzar la envejecida
pequeña y mediana burguesía de la época franquista, con nuevas levas procedentes de la clase
trabajadora, militantes de izquierdas con estudios muchos de ellos, también otros de origen pequeño
burgués, que ya venían siendo formadas en las tesis interclasistas y reformistas --“reconciliación
nacional”, etc.-- del eurocomunismo, desde la segunda mitad de los ’40.
También los había maoístas, trotskistas, consejistas, luxemburguistas, múltiples tendencias
anarquistas, etc., pero que tenían en común una visión política meramente antifranquista y
democraticista en vez de anticapitalista y comunista. Así, cuando las direcciones reformistas fueron
coherentes con su estrategia histórica y aceptaron las exigencias de la burguesía, expresadas en la
constitución de 1978, culminó un proceso de aceptación del capitalismo y se inició una nueva fase.
Según los partidos, las bases aceptaron en mayor o menor grado ese paso inevitable que sus
direcciones habían estado preparando desde hacía tiempo, algunas bases ya se habían escindido, otras
lo hicieron entonces, y otras muchas abandonaron y se desintegraron en la pasividad derrotista o
girando a la derecha aún más que sus ex camaradas.
La “sangre nueva” --azul que no roja-- que ayudó a rejuvenecer a la pequeña y mediana burguesía se
integró en los controles sociales vistos, pero también en multitud de empresas pequeñas creadas al
calor de la enorme masa de “cargos democráticos” aparecidos por todas partes para modernizar la
anquilosada y obsoleta burocracia franquista. Las nuevas autonomías, diputaciones, ayuntamientos,
asociaciones de todo tipo, los cambios internos en las burocracias del Estado, engulleron miles y miles
de reformistas pero otros tantos fueron cooptados en las pequeñas empresas que proliferaron
generalmente en el sector servicios alrededor de las nuevas instituciones. La antigua camaradería en
tiempos de clandestinidad o en tiempos posteriores, servía como aval de seriedad en los tiempos de
“realismo” y “mirar por la vida”, de “desencanto”. A la vez, o un poco más tarde, las reconversiones
industriales en masa, las prejubilaciones en todas sus formas, crearon una fracción social
objetivamente conservadora pero con una ideología reformista destinada a acallar su mala conciencia,
cuando existía, y para explicar por qué seguían votando a IU o al PSOE. El chollo que era entonces
una prejubilación o un buen retiro, actuó como anzuelo y cebo para desactivar muchas luchas, para
dividir al movimiento obrero y para cerrar muchas empresas.
14
www.lahaine.org
Al poco tiempo, expandiéndose ya la “cultura del pelotazo” desde comienzos de los ’80 con el PSOE
en el gobierno, se inició lo que luego sería el gran filón del capitalismo estatal: el enriquecimiento
corrupto gracias a la compraventa de terrenos públicos para la construcción. El capital financieroinmobiliario se alió con las burocracias municipales de los “partidos demócratas” y proliferaron
infinidad de empresas de servicios dependientes de la construcción y de las infraestructuras de todas
clases, sobre todo viarias. Una burguesía en expansión y sin escrúpulos necesitaba de una nueva
pequeña y mediana burguesía sin remordimientos, así como de la colaboración de miles de concejales
en urbanismo y de alcaldes “democráticos”. UGT se pringó hasta las cachas en estos negocios sucios,
por citar un ejemplo conocido que no era sino la puntita de un gigantesco iceberg. De este modo, el
capitalismo español pudo fortalecer uno de los componentes decisivos del sistema de orden: una
pequeña y mediana burguesía satisfecha, que hace de colchón amortiguador de las tensiones sociales,
que se presenta como sueño asequible para las franjas altas del proletariado, que es una bolsa de votos
centristas y reformista mientras no se cuestionen as bases de su forma de vida ya que, en este caso,
puede gira al centro-derecha o a la derecha más reaccionaria.
En Euskal Herria, este proceso tuvo unas peculiaridades propias debido tanto a la debilidad del
reformismo españolista como a las incoherencias de una parte de la izquierda vasca claramente
manifiestas desde finales de los ’60, cuando en etapas sucesivas diversas escisiones de lo que se puede
definir como “complejo-ETA” fueron naufragando a la deriva hacia el puerto constitucionalista
español, sea en su v muelle más españolista como el PSOE e incluso el PP o en su muelle autonomista
como EA, PNV y Aralar o regionalista como NABAI. Si en el Estado español, el reformismo había
tenido muchas oportunidades para incrustarse en los nuevos controles sociales, como hemos visto,
dándoles vida, aún más facilidades existieron en las naciones oprimidas ya que en éstas era necesaria
una pátina legitimadora superior. Mientras que en Madrid, por ejemplo, bastaba con haber sido
“comunista” o antifranquista para tener más puertas abiertas en las nuevas instituciones, en las
naciones oprimidas estas puertas se abrieron más aún para los reformistas que provenían de las
izquierdas independentistas. No podemos extendernos ahora en las diferencias y similitudes entre las
descomposiciones de las organizaciones antifranquistas españolas y las de las naciones oprimidas, por
lo que nos limitaremos a constatar que en éstas los reformistas que habían sido independentistas
tuvieron un acceso casi instantáneo a las nuevas administraciones concedidas por el Estado español.
En la llamada CAV cientos de reformistas que de algún modo provenían de organizaciones vinculadas
al “complejo-ETA” tuvieron muchas oportunidades para medrar en los nuevos controles sociales, y en
la propia Ertzaintza directamente algunos de ellos. Lo que buscaba el Estado español y la burguesía
vasco-españolista era romper de cuajo la arraigada razón popular de que la violencia represiva era
española, es decir, extranjera. La mejor forma de hacerlo era vasquizar una parte de ella, ponerle
txapela roja y foto de Sabino Arana. Nada más comenzar los ’80 en el PNV y gobiernillo vascongado
dominaba la euforia triunfalista sobre la inminente e inevitable derrota de ETA a manos de la
Ertzaintza. La proliferación de controles sociales múltiples en nuestra nación responde no sólo a la
lógica capitalista, como veremos más adelante, sino también a las sucesivas derrotas de las fuerzas
represivas internacionales en su lucha contra el independentismo vasco.
En esta dinámica, la obcecación de muchos reformistas está llegando a niveles esperpénticos ya que se
acentúa su giro al derechismo más reaccionario, pasándose incluso al españolismo más imperialista.
Que se trata de una dinámica específica de Euskal Herria como nación que avanza paso a paso en su
autoorganización y centralidad endógena a pesar de todos los sacrificios imaginables, queda
confirmado por la evolución que se está produciendo en Nafarroa en donde de forma encubierta se
tiende en la práctica hacia una politización represiva de la policía foral y de las policías municipales.
Sin una tramitación oficial por ahora, UPN quiere transformar lentamente a la policía foral, o a parte
de ella, en una policía política y de hecho incluso la policía municipal de Iruñea está bastante avanzada
en esa especialización.
15
www.lahaine.org
Para concluir la respuesta a esta pregunta, si ninguna sociedad burguesa quiere esclarecer teóricamente
qué son los controles sociales por las razones arriba vista, los intereses para impedirlo son aún
mayores en los pueblos oprimidos en los que las fuerzas burguesas y reformistas colaboran
activamente con el Estado ocupante, debido a que todas las instituciones autonómicas son meras
descentralizaciones administrativas concedidas por el ocupante destinadas a garantizar el orden estatal
en esos pueblos. Los controles sociales en las naciones oprimidas tienen la misión de vigilar
doblemente: para la burguesía autonomista y regionalista, y para el Estado ocupante.
Resumiendo, se habla tan poco del control social porque no interesa hacerlo a quienes viven bien o
menos mal gracias a la explotación material, cultural, sexual, afectiva, etc., de otras personas, clases
sociales y naciones oprimidas. Los hombres con la explotación patriarcal; la burguesía con la
asalariada; la nación opresora con los beneficios extraídos con el imperialismo; los beneficios de todas
clases que tiene la casta intelectual y el reformismo por su apoyo absoluto al sistema dominante; las
ganancias de la gente con el racismo, y así un largo etcétera sin olvidar a la Iglesia y su poder
manipulador, toda esta masa de personas que consciente o inconscientemente extraen alguna clase de
beneficios de la explotación, están objetivamente interesadas en que no se hable del control social.
Además de estos intereses conscientes o subconscientes, también actúa el miedo irracional de las
personas oprimidas a luchar por su libertad, miedo introducido por al educación y reforzado por la
alienación, y que infunde pánico a la libertad. Por regla general, la mayoría inmensa de la gente
explotada necesita una ayuda colectiva en forma de ejemplo práctico para empezar a pensar crítica y
conscientemente sobre su miseria.
4. EN LOS ÚLTIMOS AÑOS, ESTE CONTROL SE DICE QUE HA AUMENTADO A LA PAR
DE LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS, ¿CREES QUE ES ASÍ?
El control social va en aumento por cuatro razones que se refuerzan mutuamente. Por falta de espacio,
aquí vamos a analizar con más detalle la tercera porque ya hemos hablado anteriormente algo de las
dos primeras y sobre la cuarta nos extenderemos en la respuesta a la siguiente pregunta. La primera es
que el capitalismo se está complejizando cada vez más para responder a sus crecientes dificultades de
acumulación ampliada. La segunda es que, a la vez, tienden a aumentar las resistencias de todo tipo y
con ellas, dialécticamente, las respuestas autoritarias de quienes salen perjudicados por esas
resistencias. La tercera es que el propio capitalismo busca nuevas ramas productivas con las que abrir
nuevos mercados y obtener más ganancias, y existe una rama económica nueva que no es otra que la
de las múltiples vigilancias, controles, espionajes, etc., en base a las nuevas tecnologías. Y la cuarta es
que, además, las tres anteriores se agudizan cuando la lucha de liberación nacional y social supera
todas las envestidas represivas, propone alternativas e impulsa una concienciación popular inaceptable
para las fuerzas reaccionarias. Por estas cuatro razones básicas, que al interactuar entre sí generan
otras razones menores, se acelera la tendencia objetiva al control social generalizado.
El capitalismo, en primer lugar, encuentra cada vez más dificultades para aumentar sus beneficios,
comparando el presente con el pasado, debido a sus propias características internas. El capitalismo
necesita invertir cada vez más dinero en tecnologías, en máquinas y en infraestructuras que ahorren
tiempo de trabajo, que produzcan más en menos tiempo, para poder vender más mercancías y más
baratas. Pero esta inflexible necesidad choca con el hecho no menos cierto de que sólo la fuerza de
trabajo humana crea valor, crea esas máquinas que hacen falta hoy para producir las máquinas de
mañana. Las locomotoras y microscopios electrónicos no caen del cielo ya fabricados, lo mismo que
los pájaros no extraen petróleo ni los peces construyen líneas férreas, por lo que los seres humanos
siguen siendo imprescindibles para el capitalismo. Ahora bien, como éste debe gastar cada vez más en
máquinas, debe pagar cada vez menos a los trabajadores, con lo que, por un lado, tarde o temprano
resurgen las luchas sociales y, por otro lado y a la vez, tiende a descender la tasa media de beneficios
netos porque las máquinas absorben cada vez más capitales.
16
www.lahaine.org
Esta contradicción esencial al capitalismo, demostrada históricamente, le obliga entre otras cosas a
administrar lo mejor posible el tiempo, a vigilar todo el proceso de producción, circulación, venta y
realización de la mercancía, y no sólo a intervenir lo más rápidamente posible allí en donde surge un
freno sino incluso a intentar prevenir ese cortocircuito para erradicarlo antes de que emerja. Se
desarrolla así con el control preventivo, la prevención de riesgos, la definición de peligros potenciales.
Actualmente, con la estrategia de “guerra mundial contra el terrorismo” estos conceptos nos parecen
totalmente novedosos, en realidad surgen de las entrañas mismas del sistema y siempre han sido la
base teórica de las disciplinas de control.
Lo que ocurre, en segundo lugar, es que con la mundialización de las contradicciones se mundializa la
obsesión por el control ya que las resistencias y luchas emergen en todas partes con mayor o menor
intensidad. Por mundialización de las contradicciones se entiende el hecho de que cualquier obstáculo,
problema o freno en cualquier parte del planeta redunda en la merma del beneficio general del
capitalismo y concreto de la burguesía de esa zona particular. A la vez, la mundialización de las
contradicciones también se desarrolla en el interior del capitalismo desarrollado, imperialista, en su
misma cotidianeidad, con lo que se generalizan casi hasta el infinito los espacios de conflicto, con una
ampliación de sus sujetos agentes siempre dentro de la contradicción irreconciliable entre el capital y
el trabajo. Por ejemplo, la ofensiva patriarcal a escala mundial refleja el endurecimiento de la
violencia machista, consciente de que la emancipación de la mujer acaba con sus privilegios. Sin el
sistema entero de control, vigilancia y represión inherente al patriarcado, éste no hubiera podido
contraatacar de manera tan salvaje a escala mundial. Otro tanto podemos decir con respecto a la
opresión nacional, el racismo y la xenofobia, reacciones que entre otras muchas cosas reflejan la
conciencia del imperialismo de que las crecientes luchas de liberación merman mucho sus beneficios
hasta aniquilarlos allí donde triunfan esas luchas. Podemos seguir poniendo ejemplos similares.
Además, en tercer lugar, es típico del capitalismo el que más temprano que tarde se solucionen los
problemas tecnocientíficos que retrasan el desarrollo de las disciplinas y de los controles,
desarrollándose las ramas productivas que garantizan las tecnologías suficientes. De la misma forma
en que hemos visto cómo se desarrollaba la “ciencia social” burguesa respondiendo a las necesidades
de esta clase, a la vez se desarrollaban las técnicas de control necesarias en cada forma de explotación.
Más aún, llega el momento en el que varios capitales concretos se percatan de que la industria del
control social es un negocio seguro, fiable y rentable por lo que deciden lanzarse a él potenciando ellos
mismos la espiral de oferta-demanda. La ciencia de la manipulación conoce muy bien cómo azuzar las
angustias e inseguridades de la gente y de las sociedades. Así, a partir de un nivel de beneficio, esa
rama incipiente adquiere fuerza y ella misma elabora las metas y los programas tecnocientíficos más
sofisticados para lanzar nuevas mercancías al mercado de los controles, las vigilancias y las
represiones múltiples. Bien pronto, el Estado burgués toma parte en el proceso e interviene declarando
esas empresas de “interés nacional”, ayudándolas con generosas subvenciones y toda clase
protecciones en la investigación, por ejemplo, del control mental o en el desarrollo de cámaras de muy
alta precisión.
Muy recientemente, una cadena de TV emitió en la mitad de un programa matutino “informativo y de
debate” de mucha audiencia una larga entrevista a un “experto en seguridad privada” sobre todo lo
relacionado con el videocontrol doméstico, en el interior de los domicilios, de las guarderías infantiles,
de los centros para cuidar personas mayores, etc., advirtiendo de los riesgos que suponía dejar esas
personas indefensas al cuidado de “desconocidos”. Para demostrarlos, la cadena de TV emitió varias
imágenes de malos tratos cometidos por algunos cuidadores. El mensaje era directo y explícito: sin
decir en ningún momento qué tanto por ciento de malos tratos hay, que probabilidad existe de que se
produzcan, etc., se aconsejaba a la audiencia que instalara videovigilancia en sus domicilios, que
aprobase la videovigilancia en las guarderías, etc., y se aportaban precios medios para domicilios
medios. La manipulación psicológica de los afectos y sentimientos humanos más normales, los que se
tienen hacia las personas queridas, es uno de los recursos más efectivos en la propaganda de todos los
17
www.lahaine.org
tiempos. Otro es el de la manipulación del propio miedo, del temor a sufrir un ataque por parte de la
persona o personas que explotamos, miedo muy generalizado entre los esclavistas romanos.
Las técnicas del control social, de vigilancia y de represión son tan viejas como las opresiones. La
observación detalla de cómo actúan y piensan las masas trabajadoras es tan vieja como el Antiguo
Egipto y Tucídides nos explica cómo era el sistema espartano de control social, vigilancia y represión.
La guerra psicológica y el espionaje están brillantemente tratados por Sun Tzu, por citar unos pocos
casos. Podemos recurrir como ejemplo a los consejos de Aristóteles sobre cómo tratar a los esclavos
para prevenir sus resistencias y para explotarlos mejor, o a los métodos romanos sobre cómo prevenir
las posibles respuestas violentas de los esclavos conociendo su origen nacional, o a los métodos de los
esclavistas europeos para romper la personalidad y la cultura de resistencia de los esclavos africanos
llevados a las Américas a fin de explotarlos al máximo durante los pocos años que sobrevivían. El
ejemplo de la esclavitud es especialmente ilustrativo porque muestra cómo la lógica explotadora lleva
en sí misma la lógica del control, vigilancia y represión preventivas, aplicadas contra la esencia del
género humano: su identidad cultural. Desarraigar a la esclava y al esclavo de su origen etno-cultural y
nacional, despersonalizarlos e imponerles el terror instintivo, animalizado, era el método básico inicial
para anular preventivamente toda remota resistencia.
Con el desarrollo de la esclavitud asalariada estos métodos se han perfeccionado aún más porque la
burguesía ha industrializado este proceso, es decir, lo ha ascendido del nivel de una simple técnica o
“arte”, al de una tecnociencia en el sentido capitalista del término “ciencia”, es decir, como parte
inserta en el capital constante. Una vez aquí, la producción industrial en serie de estas mercancías se
rige por las leyes endógenas del capitalismo, buscando crear y ampliar sus propios mercados,
incitando a la gente, grupos, fracciones de clase, clases y pueblos que viven de la explotación a que
consuman más y más técnicas que facilitan el proceso entero de explotación, opresión y dominación.
No se trata de que este mercado específico tiene una vida propia al margen del resto de sistema
burgués, no, se trata de que la totalidad del capitalismo impulsa esta industria específica y a la vez es
impulsado por ella, en una infernal espiral en la que las empresas compiten entre sí, los Estados
protegen a sus “empresas nacionales” y todas ellas se unen para controlar, vigilar y reprimir a la
humanidad trabajadora.
Cada momento del proceso controlador, vigilante y represivo requiere de sus propias tecnologías, de la
misma forma que dentro de cada momento se requieren diversas tecnologías como diversos objetivos
de control, vigilancia y represión. Por ejemplo, controlar la productividad del trabajo laboral requiere
de unos instrumentos específicos, diferentes al control de la sanidad o de la educación, o del
consumismo en los hipermercados o del tráfico. De mismo modo, vigilar comportamientos más
precisos, por ejemplo, de una mujer que tiene un amante y que es vigilada por su marido, o de un
trabajador que usa el Internet de la empresa para su correo privado, o de un grupo de jóvenes
independentistas por las fuerzas represivas, etc., estas prácticas exigen instrumentos técnicos
diferentes a los de los controles sociales, aunque es innegable que hay tecnología que sirve para las
mismas cosas. Además, como hemos dicho, la propia industria capitalista tiene razones internas que le
llevan a lanzar al mercado mejores tecnologías, muchas de ellas para varios usos pero también otras
muy especializadas, todas ellas a disposición del comprador en tiendas del ramo.
Sin embargo, todas las tecnologías tienen el mismo objetivo último: poner a disposición de quienes las
usa una serie de conocimientos sobre los “puntos débiles” de las personas controladas. Hemos
entrecomillado lo de “puntos débiles” para indicar que lo son desde y para las leyes dictadas por la
clase dominante así como desde y para las costumbres y hábitos reaccionarios, machistas y racistas de
la sociedad. Desde luego que se dan casos de personas y colectivos que usan algunas de estas técnicas
en defensa de sus derechos, estén estos reconocidos o no por la ley dominante, pero estas prácticas no
cuestionan el fondo del problema. Para comprender esta diferencia sustancial entre el uso de algunas
técnicas por las gentes explotadas en defensa de sus derechos, por ejemplo, una asamblea obrera que
decide espiar las reuniones de la patronal para saber cómo luchar contra ella --quien sostenga que es
18
www.lahaine.org
un acto “inmoral” y “anti ético” que los obreros vigilen “ilegalmente” a los empresarios desconoce o
rechaza que existen dos éticas enfrentadas, la de los explotados y la de los explotadores, y que toda
“legalidad” es la de la clase dominante--, debemos marcar la diferencia entre técnica y tecnología.
Muy brevemente, la técnica es la máquina individualmente usada, por ejemplo un micrófono oculto
que sirve para descubrir a un proxeneta, etc., mientras que la tecnología es el sistema entero, con sus
infraestructuras, su complejidad científica, etc., de modo que es imposible para las y los oprimidos
acceder al uso liberador de la tecnología entera. Pueden utilizar técnicas determinadas para fines
puntuales, pero la tecnología del control social, la vigilancia y la represión está pensada y creada para
reforzar el capitalismo. Por ejemplo, toda la red de satélites orbitales o geoestacionarios, antenas de
radioescucha, rádares y videos en autopistas y carreteras, interconexiones en tiempo real entre
hospitales, bomberos y policías, interconexiones entre diversas policías estatales, etc., semejantes
redes interactivas, cada vez más complejas y sofisticadas, son, por un lado, inaccesibles a las clases y
naciones oprimidas ya que funcionan con unas medidas de seguridad absolutas y además exigen una
especialización muy precisa en muchos casos, y, por otro lado, ambos, la especialización y la
seguridad, nos remiten siempre al control por parte del Estado burgués y del imperialismo en su
conjunto. Más aún, conforme aumentan las tensiones interimperialistas, las luchas de los pueblos y de
los Estados empobrecidos contra el imperialismo, en esta medida, se incrementan los experimentos
con la guerra electrónica a escala planetaria, apareciendo nuevas técnicas militares y sus
correspondientes tecnologías y estrategias bélicas orientadas a paralizar todos los sistemas electrónicos
del enemigo designado, es decir y en las condiciones actuales, paralizando absolutamente el país,
volviéndolo ciego, sordo y mudo.
Sin entrar ahora al debate sobre el momento de aparición del complejo industrial-militar, cuyos
remotos orígenes pueden remontarse al siglo –III si no antes, sí es innegable que en la actualidad tanto
las tecnologías del proceso de control como de la guerra electrónica, por no extendernos, serían
imposibles sin una perfecta simbiosis entre los Estados y las grandes corporaciones y monopolios
imperialistas. Grandes empresas de telecomunicaciones, grandes empresas dedicadas al mercado del
control, empresas internacionales de seguridad con sus ejércitos mercenarios, etc., son estructuras
empresariales imprescindibles para el control planetario, e inaccesibles a las gentes explotadas.
Además, sus relaciones con los aparatos estatales, con los ejércitos, con las agencias de espionaje, con
instituciones oficiales de todo tipo, son permanentes y desconocidas en la mayoría de los casos, sobre
todo cuando de por medio aparece el negocio de la venta de armas y de suministros de control
sofisticado, imprescindible para la represión de las luchas sociales y de los pueblos. Se crea así una
enmarañada mezcla de intereses económicos y políticos que muy frecuentemente supera la legalidad
burguesa restringida al marco estatal ya que opera mundialmente, aprovechando legislaciones laxas y
ambiguas de Estados títeres y de paraísos fiscales y judiciales. En este mundo, las relaciones entre los
servicios secretos y las grandes empresas monopolísticas son muy estrechas, con ramificaciones en
mafias varias.
La tecnología del control social, vigilancia y represión es la totalidad de este universo gigantesco, en
absoluto neutral, que luego se va ramificando en negocios o sucursales más pequeñas que actúan a
escala regional, en empresas de seguridad para edificios, fábricas, universidades, salas de fiesta y
alterne, etc., generalmente en manos de la burguesía más reaccionaria que mantiene negocios con las
instituciones oficiales para poner video vigilancia en todas las esquinas, conectándola con los cuerpos
represivos. Son estas empresas las que también instalan y mantienen los controles dentro de los
edificios públicos, desde universidades a hospitales y en las muy protegidas zonas residenciales de las
clases explotadoras. No hace falta decir que semejante conglomerado de intereses económicos,
políticos y militares tienen sus intelectuales y periodistas encargados de cuidar su prestigio y
apariencia “democrática”.
En cuarto y último lugar, pero como síntesis de lo anterior, los momentos decisivos en los que se
ponen a prueba las tres razones expuestas no son otros que los conflictos revolucionarios y
19
www.lahaine.org
contrarrevolucionarios, especialmente las luchas de liberación nacional, social y de género, es decir,
cuando se fusionan en una sola absolutamente todas las contradicciones del modo de producción
capitalista. Las guerra más decisivas para la humanidad, las que han permitido conquistas cualitativas
y a la vez han facilitado otros procesos de emancipación global, han sido a la vez las guerras
contrarrevolucionarias más atroces y exterminadoras porque el imperialismo mundial se ha revuelto
contra las naciones trabajadoras rebeldes e insurrectas con toda su capacidad letal. Los Estados
burgueses se preparan meticulosamente para prevenir esos conflictos, para abortarlos antes de que
nazcan, o para ahogarlos en su propia sangre en el momento del parto. Para ello necesitan dotarse de
todos los controles, vigilancias y represiones que la tecnociencia pueda producir. Actualmente, por
ejemplo, más de la mitad del potencial científico norteamericano está relacionado con la guerra
imperialista, es decir, con la síntesis práctica de todos los asuntos que estamos analizando porque no
existe ningún control social por pequeño que sea que no tenga una mínima relación con el objetivo de
garantizar la propiedad privada burguesa.
La experiencia vasca es aplastante al respecto. Sin llegar ni remotamente a la virulencia de otras
luchas de liberación, empero y considerado el panorama español y francés, europeo en general, es la
experiencia de masas que aguanta el mayor arsenal represivo global que se está aplicando en estos
momentos en el capitalismo imperialista, en el mal llamado “centro” o “norte”. Hay que tener en
cuenta que a diferencia de otros conflictos originados por la opresión nacional, la lucha
independentista vasca afecta radicalmente a todas las contradicciones capitalistas, es decir, a la
explotación asalariada, a la opresión política y a la dominación patriarcal por la fuerza práctica y
teórica de la izquierda independentista. Cuando se reconoce que Euskal Herria es el laboratorio
represivo de Europa, el pueblo-cobaya sobre el que se experimentan en vivo y masivamente nuevas
tecnologías de control, vigilancia y represión, se admite indirectamente que ello es debido a la
intensidad de una lucha que no puede ser derrotada por las represiones normales, que ayer eran las más
modernas pero que hoy están ya superadas. Más aún, el hecho de que no se trate ya de una lucha que
se limita a resistir pasivamente, a la defensiva, como un boxeador agotado y al borde del k.o. que se
protege entre las cuerdas esperando la campana, sino de un proyecto creativo y ofensivo de
construcción nacional liderada por el pueblo trabajador, semejante salto cualitativo explica por qué el
Estado español multiplica el contenido preventivo de su estrategia represiva, de los controles y de
todas las tecnologías que se usan.
Resumiendo, el los últimos años se está incrementando todo el proceso de control, vigilancia y
represión por cuatro razones: porque aumentan los problemas del capitalismo a nivel mundial; porque
aumentan las resistencias a nivel cotidiano de las gentes; porque se ha creado una industria específica
para satisfacer este aumento del control, que a su vez incita a una mayor venta; y último y como
síntesis, que Euskal Herria ha pasado de la fase de resistencia pasiva a la fase de construcción nacional
hacia un Estado vasco independiente, una República Socialista Vasca. Estas cuatro razones generales
se refuerzan mutuamente, de modo que, en realidad, son los grandes Estados imperialistas los que
establecen estrechas alianzas con las grandes corporaciones y monopolios industriales del ramo para
multiplicar la producción y venta de toda la tecnología necesaria para el control, vigilancia y
represión, y, a la vez, para expandir un clima social de ansiedad, temor y miedo al “terrorismo” y de
nuevo empieza a ser poco a poco al “comunismo”, para justificar el aumento de los controles.
5. CONCRETAMENTE, ¿PARA QUÉ LES PUEDE SERVIR TODA ESTA INFORMACIÓN?
Les sirve para impedir que los procesos de emancipación individual o colectiva sigan creciendo, e
incluso para impedir que nazcan, abortándolos. No vamos a extendernos ahora en el análisis de cómo
funciona el proceso de control, vigilancia y represión a nivel individual, vamos a centrarnos en cómo
los poderes burgueses, y especialmente el Estado, intentan aplastar las resistencias de todo tipo
utilizando como ejemplo la experiencia vasca reciente. Ya hemos dicho que una de las novedades
introducidas en los controles a finales de los ’70 fue la de elaborar una nueva doctrina represiva, y en
20
www.lahaine.org
los títulos citados al comienzo de este texto ya nos extendimos más en muchas cuestiones relacionadas
directamente con lo que ahora estamos estudiando.
Los sistemas de control social estaban informando al Estado español de la aceleración de la tendencia
ascendente de los sentimientos de identidad vasca. Hay que tener en cuenta que el Estado español
tiene en tierras vascas, como mínimo, tres niveles de control social: el suyo propio, es decir, sus
aparatos específicos, mayormente represivos, de inteligencia político-miliar, pero también las propias
burocracia estatales que si bien han sido supuestamente transferidas en parte al Régimen Foral de
Nafarroa y al Estatuto de la CAV, siguen sin desaparecer. Además, tiene a su disposición la totalidad
de las informaciones, datos y conclusiones sobre la evolución de los sentimientos colectivos que
extraen y elaboran las administraciones forales y autonómicas creadas con la descentralización de
finales de los ’70. Estas instituciones son parte supeditadas a la totalidad superior que es el Estado
español, no son entidades independientes, en modo alguno, sino que dependen del Estado dominante
que no tiene ningún problema para acceder a toda la información que le necesita o interesa,
especialmente la represiva y las valoraciones político-militares que pueden hacer. Por último, el
Estado tiene a su disposición las propias valoraciones, análisis y estudios que pueden hacer los
partidos constitucionalistas y españolistas asentados en Euskal Herria, necesitados ellos mismos de
contar con el apoyo del Estado.
Desde luego que existen otros muchos sistemas de información, como los de la propia Iglesia católica,
que pese a su inmerecida fama de “vasquista” es parte de la Iglesia española, uno de los pilares
esenciales del nacionalismo imperialista español, sobre todo con grupos muy reaccionarios como el
OPUS DEI con implantación en Nafarroa y otros sectores de las tierras vascas. También tiene a su
disposición los estudios periódicos que realizan para consumo interno los grandes bancos y empresas,
consultorías privadas y otras organizaciones burguesas que reflejan las inquietudes del empresariado y
defienden los intereses estratégicos del capitalismo. No debemos olvidar tampoco la función de la
industria político-mediática de la manipulación desinformadora, los grandes grupos de prensa y radioTV., que tienen en Euskal Herria uno de sus puntos estratégicos. Junto a estos aparatos también
funcionan los partidos reformistas y sindicatos reformista medianos y pequeños y un sin fin de
organismos sociales directa o indirectamente relacionados, dependientes o conectados de algún modo
con todo lo anterior.
De este modo, por vías múltiples pero relativamente ordenadas y clasificadas pues no es la misma
información la que llega de los canales socioeconómicos que la que llega desde los represivos o desde
los culturales, etc., va llegando al Estado una masa de datos que son estudiados y sintetizados. Sin
lugar a dudas todos confluían en una sola dirección: el sentimiento nacional vasco había resistido
todos los ataques sufridos desde finales de los ’70. Más aún, el salto producido a mediados de los ’90
con la Alternativa Democrática y fundamentalmente con el paso del espíritu de resistencia a la práctica
de construcción nacional, mostraba una decidida voluntad de avance del independentismo. La
inquietud cundía en el bloque de clases dominante, en el que la burguesía vasca tenía un papel central,
porque la voluntad de independencia tenia y tiene una de sus bases de apoyo en el aumento del
soberanismo, opción más difusa que el independentismo, el primer paso para llegar a éste, pero mucho
más concreta y radical que el mero autonomismo y foralismo. Había que acabar con los restos de
democracia efectiva que seguían permitiendo a la izquierda independentista aparecer cada vez más
como el único referente creíble frente al fracaso socialmente asumido del estatutismo y de la foralidad.
Las ilegalizaciones, cierres y detenciones buscaban eso. Pero más que eso.
La contraofensiva general iba destinada a destruir la (re)construcción de la identidad vasca que se
estaba produciendo al calor de una mejora en toda serie de movimientos populares, sociales,
sindicales, culturales etc., que sin pertenecer muchos de ellos a la izquierda abertzale trabajaban y
trabajan para ayudar a vertebrar una fuerza autoorganizativa que avance en la construcción nacional.
La excusa básica del sumario 18/98 se basa en la creencia de que los colectivos y las personas
acusadas y condenadas en ese sumario, además de pertenecer supuestamente a ETA o ser
21
www.lahaine.org
colaboradoras, también estaban a sus órdenes, seguían sus criterios y órdenes sobre la creación de un
amplio movimiento popular. Como analizaremos en la respuesta a la última pregunta, siempre existe
un desfase insalvable entre lo que interpreta el Estado nacionalmente opresor en base a las
informaciones de que dispone, y lo que realmente piensa y hace la nación oprimida. En este caso,
como en el resto de apreciaciones estatales, la tesis básica del sumario 19/98 yerra en si misma, y lo
hace por simple incapacidad e impotencia del andamiaje conceptual, de la estructura interna del
pensamiento español en sus esferas más representativas, para poder calibrar correctamente la
diferencia cualitativa que existe entre la dinámica de (re)construcción de la identidad vasca y de
autoorganización al margen del Estado español y de sus sucursales autonomistas y foralistas, y la
racionalidad estatal española.
No es que ésta sea absolutamente irracional, sino que su racionalidad no le llega para poder penetrar
en la racionalidad superior del pueblo al que oprime. La capacidad de comprensión racional del
pensamiento español sobre lo que está sucediendo en Euskal Herria es lo suficientemente sólida,
dentro de su cortedad, como para percatarse de que pese a todas las represiones sigue avanzando el
amplio abanico de proyectos soberanistas e independentistas, y también simplemente demócratas. Los
datos al respecto ofrecidos por todos los controles sociales son tan apabullantes que no se pueden
negar. El error consiste, y aquí radica la impotencia del Estado como pensador colectiva de la
burguesía española y centralizador estratégico de sus diversos intereses, en que cree que puede
aplastar a la izquierda independentista. Desquiciada y desbordada por la reiteración de sus fracasos,
cuyas causas reales no puede comprender nunca, la racionalidad española se revuelve furiosa
retrocediendo a lo que realmente sabe hacer: la represión inquisitorial, las detenciones masivas, los
malos tratos y las torturas, los años de cárcel salvaje, la mentira sistemática y la propaganda más
manipuladora que pueda imaginarse.
La Ley de Partidos Políticos del 27 de junio de 2002 es un paso más en esta huida hacia delante
especialmente significativo. Tras constatar que las anteriores medidas no habían detenido la tendencia
en ascenso, la Ley de Partidos buscaba barrer la presencia institucional de la izquierda abertzale,
romper su contacto oficial y público con las masas para impedir que fueran conocidas sus propuestas
de construcción nacional. Ya estaba en tramitación también en cierre de las herrikos y centros
populares, así como se había pretendido cegar, enmudecer y ensordecer al independentismo cerrando
sus medios de prensa y sus organizaciones militantes. Las ilegalizaciones que le siguieron y la trampa
marrullera que se escondía debajo de las conversaciones políticas con ETA se inscriben en la
ampliación de las tácticas represivas, así como la oleada de detenciones posteriores al final del alto el
fuego unilateral por parte de ETA, que no sólo simples venganzas anunciadas en esas mismas
conversaciones si no claudicaba la izquierda vasca.
Desde luego que inmersos ya en esta vorágines de represiones, es imposible separar con precisión
dónde empieza y acaba la tarea específica de los controles sociales, dónde las de las vigilancias y
dónde las de las represiones. De hecho se trata de un sistema en pleno funcionamiento en el que la
interacción de sus partes también funciona con ritmos y fases diferentes según los casos desiguales
pero manteniendo un neto contenido de proceso combinado. Aún así, debemos detenernos un instante
en las vigilancias porque son ellas las que permiten que el Estado tenga acceso a informaciones que no
las puede obtener por los simples controles sociales cotidianos. Por ejemplo, los controles en carretera,
los seguimientos, las escuchas de las comunicaciones, los registros, las informaciones más precisas
que obtienen las fuerzas represivas hablando con sus colaboradores y txibatos, investigando en centros
universitarios, fábricas y empresas, centros oficiales, centros sociales, movimientos populares,
archivos y registros de todas clases en los que están anotadas y clasificadas infinidad de datos que
convenientemente tratados permiten acceder a muchas realidades.
Por otra parte, los métodos actuales del telecontrol, video vigilancia y escucha a distancia; las diversas
formas de rastreo aleatorio y selección inmediata de conversaciones gracias a programas
computarizados; la microelectrónica en el seguimiento de coches y personas, en la grabación de
22
www.lahaine.org
imágenes dentro de las viviendas con diversos métodos, estas y otras tecnologías simultáneamente de
control y vigilancia permiten al poder disponer de muchas más informaciones a partir de las cuales
reelaborar sus doctrinas represivas.
Pero lo que más debe preocupar a las personas, clases y pueblos explotados es, además de la represión
física, obviamente, también el conocimiento que adquiere el explotador sobre las debilidades de las
masas explotadas. Cualquiera que haya leído un poco de historia militar sabe que el conocimiento de
las debilidades del enemigo puede suponer la victoria sobre él. Las doctrinas contrainsurgentes del
imperialismo hacen especial insistencia en el conocimiento de las debilidades de las fuerzas
revolucionarias para aprovecharlas al máximo, manipularlas y exacerbarlas buscando crear fricciones
internas, minar la moral de los combatientes y muy especialmente aumentar la efectividad de la guerra
psicológica, que no sólo propagandista. La guerra psicológica ha sido estudiada al detalle muchas
veces y será estudiada de nuevo cada vez que el poder opresor la innove y perfeccione.
Las doctrinas contrainsurgentes estudian minuciosamente todo el comportamiento colectivo de un
pueblo. Tienen a su disposición las “ciencias sociales” burguesas, desde economistas hasta
arqueólogos y antropólogos. Estos últimos, por ejemplo, investigan las raíces sociales de la memoria
colectiva del pueblo oprimido, de los componentes democráticos de su identidad nacional, los creados
por el pueblo trabajador a lo largo de sus luchas, para poder destruirlos mediante la potenciación de
sus componentes reaccionarios, los creados por las sucesivas clases dominantes, e introduciendo
culturas extranjeras reaccionarias, desnacionalizadoras. Las “ciencias sociales” permiten a la burguesía
elaborar los nuevos objetivos y tácticas de la contrainsurgencia, descubrir cómo intervenir contra la
referencialidad y de la legitimidad de las izquierdas revolucionarias entre el pueblo oprimido para
impedir que se reproduzca en su interior, para que empiece a retroceder logrando que las nuevas
generaciones de jóvenes sean cada vez más apolíticas, más indiferentes y reaccionaria, más miedosas y
egoístas impidiendo así la renovación militante de las organizaciones revolucionarias.
Por esto, es en las situaciones de opresión nacional, de invasiones imperialistas tanto militares como
socioeconómicas y culturales, es cuando más se confirma el papel de las “ciencias sociales” para los
intereses del capital. Por ejemplo, todo el arsenal intelectual producido por la industria del
pensamiento español está volcado en el objetivo de (re)crear su nacionalismo e imponerlo al pueblo
vasco y al resto de pueblos que oprime. La imposición de una identidad extranjera no es la única
táctica sino que viene reforzada por la penetración de una serie de costumbres artificiales, modas
mercantiles destinadas a incrementar el consumismo en base a referencias exteriores que expresan una
forma de vida exclusivamente centrada en lo mercantil. Simultáneamente, se reducen las ayudas a la
recuperación de la lengua nacional vasca, se gasta cientos de miles de euros en culturilla de
tonadilleras y folclóricas españolas o en grupos internacionales, mientras que esas ayudas públicas
podrían haberse repartido desde una perspectiva de (re)construcción de la identidad vasca. Estos y
otros muchos ejemplos, que muestran también la indiferencia de las fuerzas autonomistas al respecto,
indican que en vez de la famosa interculturalidad lo que se está imponiendo en la cultura española y
francesa, y que en vez de la convivencia de identidades lo que se está haciendo es el arrinconamiento
de la identidad vasca, asfixiándola.
Las “ciencias sociales” son imprescindibles para las doctrinas contrainsurgentes porque, mal que bien
y siempre dentro de la ontología, epistemología y axiología burguesas, descubren los puntos débiles
del pueblo oprimido, sus miedos y sus temores profundos, explotándolos. También crean ilusiones y
sueños fantasiosos e interclasistas sobre las excelencias de una “democracia” inexistente. A partir de
esto y más, los aparatos del Estado elaboran objetivos próximos, y uno de los prioritarios es el de la
“colaboración ciudadana”, es decir, facilitar la rápida obtención de informaciones más precisas y el
aumento de los ojos vigilantes. La “colaboración ciudadana” es un objetivo inherente a todo proceso
de control generalizado, y los antiguos textos político-religiosos de la Antigüedad insisten en el pueblo
creyente debe colaborar en comunicar a su dios, a los sacerdotes, al rey, al príncipe o a quien fuera
todo aquello que puede suponer un peligro para el orden establecido. La Iglesia católica sabe que la
23
www.lahaine.org
confesión es mucho más que la contrición individual de los pecados, es también una masiva
colaboración del creyente con el poder religioso. La “colaboración ciudadana” viene a ser lo mismo
pero en el plano laico, y la recompensa no es el cielo sino el dinero, que el cielo en la tierra.
Un ejemplo perfecto sobre cómo funciona y qué beneficios obtiene el poder con el proceso entero de
control, vigilancia y represión en cuanto totalidad de instrumentos y fases que es centralizada
estratégicamente por el Estado con unos objetivos precisos, lo tenemos en las decisiones aplicadas
para ilegalizar muchas de las listas de ANV en las pasadas elecciones municipales en Euskal Herria en
2007. Como sabemos, unas fueron permitidas y otras prohibidas, perteneciendo todas a la misma
organización independentista. Las excusas puestas para explicar esos distingos tan opuestos nos
remiten siempre a la Ley de Partidos de 2002, pero en realidad los criterios fueron políticos y
socioeconómicos. Unas listas fueron prohibidas porque daban mucha fuerza a su clásica implantación;
otras, porque reafirmaba su fuerza anterior y además le permitía volver a zonas rurales relativamente
poco urbanizadas pero que por su proximidad a grandes ciudades pueden ser urbanizadas rápidamente
con los inmensos negocios que eso supone para las constructoras, para el capital financieroinmobiliario y para los partidos reformistas que monopolizan los ayuntamientos y en especial sus
concejalías de urbanismo; y, por no extendernos, otras listas fueron ilegalizadas porque el poder había
detectado mediante sus controles un aumento del independentismo en zonas en donde antes no tenía
esa fuerza anteriormente, y era imprescindible que en ellas no cuajase el ejemplo.
Las fuerzas constitucionalistas y unionistas, el Estado en suma, habían analizado por su cuenta qué
intereses político-económicos tenían en cada zona y por tanto cuanta represión de la izquierda
abertzale necesitaban. Por su parte, el Estado llevaba estudiando detenidamente al independentismo en
su conjunto y en sus zonas de mayor o menor implantación, tras cuatro años de ilegalidad, detenciones
y persecuciones, y era vital extraer conclusiones porque, además, acaba de fracasar su trampa de
empantanar a la izquierda revolucionaria vasca en un lodazal de supuestas negociaciones que
buscaban pudrir la situación política para que fuera rentabilizada electoralmente por el PSOE. En estas
condiciones la ilegalización de muchas listas de ANV era el paso siguiente a otras ilegalizaciones
precedentes, dentro de un proyecto global de debilitar profundamente a la izquierda vasca y romperla
en trozos. Los controles sociales actuaron a tope durante estos años, seleccionando y analizando
multitud de datos y sobre todo de escritos e informes internos de la izquierda independentista tomados
en controles, detenciones, registros y allanamiento de sedes y locales. A la vez, las vigilancias más
detalladas proliferaban por todas partes y las represiones se cebaban en amplios sectores del pueblo
vasco.
Como resultado de este proceso global, para antes de las elecciones de 2007 el Estado podía decidir
qué listas prohibía y cuales dejaba presentarse, siguiendo los criterios arriba señalados. Decenas de
miles de vascas y vascos habían sido controlados al detalla, toda su vida política había sido estudiada
para descubrir puntos débiles, sus familias, situaciones laborales y económicas, sus gustos personales,
todo fue controlado. Después, tras la primera criba, se pusieron en marcha las vigilancias más precisas
sobre varios miles de vascas y vascos, los que habían pasado el primer control y podían presentarse en
las listas. En una población tan pequeña como la vasca, en la que prácticamente todas las familias
tienen relación directa o indirecta con las secuelas de las luchas y del franquismo, incluidas las
emigrantes desde los ’50, la mayoría de las cuales procedían de familias trabajadoras que habían
sufrido en terrorismo franquista, es muy difícil encontrar alguien que no pertenezca a la clase burguesa
colaboracionista con el franquismo, que no tenga alguna relación siquiera remota con alguna forma de
lucha por pacífica que hubiera sido. Las vigilancias más precisas bucearon en el pasado de miles de
personas buscando alguna excusa para poder ilegalizar una lista entera si en ella había aparecía una
persona “quemada”. Después, con estas bazas en la mano, la represión se cebaba en las listas que
interesaba prohibir, la mitad del total. Pese a estas represiones antidemocráticas, los resultados de
ANV fueron espectaculares.
24
www.lahaine.org
Resumiendo: si nos fijamos en los últimos años, los Estados español y francés han endurecido y
ampliado sus represiones contra Euskal Herria. Lo han hecho respondiendo a un aumento de la
conciencia nacional vasca expresada en el soberanismo y en el independentismo. Usando los controles
sociales a su disposición, han detectado este aumento en el interior, en el fondo de la personalidad
colectiva del pueblo vasco, han descubierto que se expresaba mediante una creciente autoorganización
popular al margen de las instituciones oficiales, pero también mediante algunas de ellas, como los
parlamentos, las diputaciones y ayuntamientos, etc. Mediante las vigilancias han creído erróneamente
que existe un único motor de ese proceso y lo han reprimidos con el sumario 18/98. Al cerciorarse de
su tremendo error y rotundo fracaso, los españoles han creado en 2002 la Ley de Partidos Políticos,
ilegalizando una larga lista de organismos, partidos, etc. Hemos citado sólo dos ejemplos insertos en el
proceso de control, vigilancia y represión, pero hay muchos más, sobre todo el de la marrullería
timadora y trilera del PSOE al intentar engañar a ETA y a Euskal Herria en el pasado proceso de
negociaciones.
6. EL ESTADO, EMPRESAS,… ¿LEGALMENTE SE PUEDE HACER ALGO PARA EVITAR
TANTO CONTROL?
La ley burguesa puede defender algunos derechos individuales burgueses, pero nunca los derechos
colectivos socialistas. Los primeros giran alrededor de la propiedad privada de las fuerzas productivas,
mientras que los segundos alrededor de la propiedad colectiva. Esta diferencia cualitativa determina
absolutamente todo lo demás. Pero padecemos la ley burguesa y la cuestión radica en cómo poder
usarla en defensa de los derechos de las personas, clases y naciones oprimidas. Si siempre viene
recordar que además de la explotación asalariada también existe la opresión nacional y la de sexogénero, en esta cuestión es importante porque el conjunto de intereses personales directos de muchos
hombres proletarios directamente explotadores de sus esposas, mujeres, hijas, madres, etc., así como
los pueblos que se benefician de las sobreganancias imperialistas, todas estas agrupaciones humanas
que recorren transversal e internamente a las sociedades clasistas complejizándolas al extremo, tienen
también sus ayudas correspondientes en muchas leyes burguesas, que también son machistas y, para
Euskal Herria, francesas y españolas.
La lógica del control nace de las entrañas del sistema, como estamos viendo en estas páginas. Por
tanto, aunque algunas leyes burguesas pretendan controlar o reducir algunos de sus más ostentosos e
inaceptables abusos, en realidad y a medio plazo, siempre la ley termina cediendo a la necesidad de la
acumulación ampliada de capital. No puede ser de otra forma porque la ley es un instrumento para un
fin. La tendencia constatada en todo el capitalismo hacia un endurecimiento del poder, una ampliación
de los controles y una restricción de los derechos y de las libertades sociales, generalmente con la
excusa de “lucha contra el terrorismo”, se caracteriza entre otras cosas por las amplias facilidades
dadas por la ley burguesa a la proliferación de controles, vigilancias y represiones. Se denuncia con
toda razón que verdadero ejércitos de mercenarios pertenecientes por empresas privadas de seguridad,
controlan los movimientos de las gentes, y estas y otras muchas denuncias, por ejemplo la
privatización de las cárceles, señalan a los intereses económicos y sociopolíticos burgueses de la
industria del control.
Las leyes burguesas se adaptan a esta rama económica expansiva intentando frenar sólo algunas de sus
aristas más llamativas, como es esa ley que obliga a avisar al público de la existencia de videocámaras
en las proximidades, o esa otra que dice “proteger el derecho a la intimidad” impidiendo que
cualquiera pueda tener acceso a las grabaciones sin orden judicial. O las leyes contradictorias sobre los
derechos y las prohibiciones, según los caprichos judiciales, de usar el Internet de la empresa para
asuntos personales. Por debajo de estas y otras escasas protecciones, lo cierto es que, ahora con la
excusa de ahorrar tiempo en la administración, todos los servicios de datos personales están
centralizados y a disposición de las fuerzas represivas.
25
www.lahaine.org
Lo decisivo es que el sistema de control puede reconstruir sin ningún problema prácticamente la
totalidad de la “vida normal” de cualquier persona. Hay muchas ciudades en las que las policías
pueden identificar el recorrido completo de una persona en muchas de sus calles, de la misma forma
que en casi todos los centros y locales públicos se puede identificar en poco tiempo las identidades de
los asistentes. Las recientes leyes europeas sobre el control de pasajeros que van a los EEUU no
responden sólo a las exigencias de este país de que se les comunique esas identidades en aras de su
“seguridad”, sino también a la misma lógica europea de control interno. La UE ha aprovechado la
exigencia yanqui para aparentar que cede con desgana, forzada desde el exterior, que no quiere
restringir los derechos a la intimidad pero que no tiene más remedio que hacerlo. Pura hipocresía.
Ahora bien, que la ley vaya retrocediendo en su contenido democrático-burgués clásico a la vez que
refuerza su contenido autoritario y formalista, no quiere decir que abandonemos toda esperanza de
volver contra la opresión las menguantes posibilidades de defensa legal. Por un lado, debemos luchar
en la medida de nuestras posibilidades para que no desaparezcan las pocas leyes que protegen los
derechos personales porque no es cierta la tesis de que “cuanto peor mejor”. Al contrario, muy
frecuentemente si las izquierdas abandonan la defensa de las pocas libertades y derechos
supervivientes lo que ocurre es la generalización del derrotismo, de la pasividad ante lo que parece una
marea represiva imparable, y una vez sumergidos en esa marea es muy difícil salir de ella, insuflar aire
a las luchas, sobreviniendo la derrota. Por otro lado, las pequeñas victorias que pueden lograrse usando
la ley burguesa pueden aumentar la autoconfianza obrera y popular siempre que sean divulgadas e
integradas en una estrategia ofensiva, activa, que no pasiva ni defensiva.
Este criterio es decisivo porque la autoconfianza se contagia, tiene efectos simpáticos, expansivos,
ayudando a iniciar nuevas luchas mientras que a la vez debilita la prepotencia ensoberbecida de los
explotadores, que de algún modo miran con más cuidado si pueden lanzarse despreocupadamente a
nuevos ataques. Aquí tendríamos que extendernos en el clásico debate sobre si la lucha revolucionaria
debe utilizar todos los recursos de autodefensa, incluidos los legales por pequeños que sean, pero
carecemos de tiempo. La experiencia sindical, feminista, antirracista, ecologista, cultural y social, etc.,
es muy ilustrativa al respecto. Los colectivos y organizaciones que luchan en estas y otras opresiones
saben lo importante que es tener una buena asesoría legal, de abogadas y abogados que conozcan los
vericuetos de la ley burguesa en general y en sus campos de acción ya que en algunas luchas la
diferencia entre victoria o derrota puede depender de una buena práctica legal. Ahora bien, en ningún
modo ha de caerse en la unilateralidad legalista, en la supeditación del resultado de toda lucha a la
victoria legal porque entonces la derrota estratégica está asegurada. El debate clásico entre reforma y
revolución, que recorre toda la historia de las luchas contra la burguesía, tiene uno de sus puntos
álgidos en la cuestión de la legalidad, de la efectividad de la lucha legal en cuanto único método.
La experiencia enseña, primero, la incapacidad del legalismo en cuanto único método de resolución de
conflictos que nacen de la lucha entre opresores y oprimidos; segundo, que el recurso a la ley burguesa
sólo tiene visos de efectividad cuando actúa como apoyo a una lucha en la calle, de masas e
independiente de la política burguesa y de su ley; y, tercero, que a medio plazo, si no a corto, las
victorias parciales obtenidas mediante la ley suelen acabar en derrotas porque esta clase no perdona,
siempre está pensando en cómo vengarse, recuperarse de la derrota y volver a instaurar la opresión
porque, simplemente, la necesita para vivir y no quiere suicidarse. Solamente en pocas y pequeñas
luchas individuales o de muy reducido contenido emancipador, sólo en estas el poder burgués se
resigna a la derrota, y frecuentemente ni eso. Uno de los peores errores permanentes del legalismo es
que duerme en los pocos laureles que obtiene, desactivando la tensión y la alerta de las masas
oprimidas, imprescindible siempre bajo el capitalismo. Precisamente, en todo lo relacionado con el
control social, la vigilancia y la represión el acomodamiento a la “normalidad” es una de las bazas del
poder.
Resumiendo, no hay que confiar en la ley porque es burguesa, española y machista, y menos aún
cuando tiene que decidir sobre todo lo relacionado con el control, vigilancia y represión porque son
26
www.lahaine.org
una de las bases del mantenimiento de su poder. Por ejemplo, la tortura es inseparable de este proceso,
así como la política de dispersión y la extrema dureza carcelaria, etc. Tenemos también los
estremecedores ejemplos del terrorismo patronal, del terrorismo machista, de la violencia racista, etc.,
que muestran la impunidad de los explotadores y la indefensión de las víctimas explotadas. Ahora
bien, la desconfianza absoluta no quiere decir que no se use la ley intentando defender los derechos de
las gentes, agredidos desde todos los puntos de vista. Lo que ocurre es que, además del interés del
Estado en aplicar su ley, también ocurre que existen muy amplios espacios de impunidad para todos
los explotadores porque las innovaciones tecnológicas son tantas y tan rápidas, que casi siempre tienen
argumentos y trampas para salirse con la suya. Aun así, hay que recurrir a todos los instrumentos de
defensa, incluidos los legales por reducidos que sean.
7. ¿Y SOCIALMENTE?
La lucha social contra el proceso entero que va de los controles a las represiones pasando por las
vigilancias debe partir siempre de la visión más objetiva y realista posible, como cualquier otra lucha.
Hay que ser conscientes de que muchos controles son inevitables, es decir, están dados con carácter de
necesidad estructural por la propia naturaleza del capitalismo. A no ser que se quiera pertenecer
voluntariamente o se haya caído por diversas razones en la categoría sociológica o “infraclase” de los
“invisibles” en la terminología yanqui, o de los vagabundos en la europea, si no se quiere vivir en esta
realidad en la que no existen registros sociales que permitan un mínimo de calidad de vida excepto el
que se puede obtener con la caridad, hay que aceptar a regañadientes determinados controles sociales
que están impuestos, como hemos dicho arriba, antes incluso de nacer. Hay que decir que el
capitalismo no se preocupa por la calidad de vida de la fuerza de trabajo excepto en la medida en que,
primero, las clases explotadas imponen con sus luchas determinadas conquistas sociales y, segundo, en
que ciertas concesiones a esas luchas, o incluso sin ellas, son beneficiosas a medio plazo porque
refuerzan al sistema al reducir el malestar social latente.
Hay que decir además que algunos de los controles sociales actuales tienen parte de su origen en las
luchas obreras y populares del siglo XIX para frenar en lo posible la sobreexplotación capitalista,
obligando a la burguesía a crear mínimos sistemas de asistencia social que necesitaban a su vez un
mínimo pero inicial control de la fuerza de trabajo. Sobre esta base, en parte, luego la propia burguesía
apoyada por la burocratización sindical, desarrolló el control social puro y duro. Otras veces la
patronal creaba sistemas de control de forma imperceptible para las clases explotadas, por ejemplo, las
cartillas de ahorro en manos de la patronal, en las que se anotaban los pocos ahorros de las familias
trabajadoras en mutuas y cajas sociales, cooperativas de consumo, etc., de modo que la patronal
controlaba la dependencia económica de los trabajadotes.
También estas cartillas servían como aval de buen comportamiento, de “buen trabajador” y hasta en
algunos momentos de agudización de las luchas, los trabajadores que no tuvieran estas u otras
cartillas eran inmediatamente calificados como “peligrosos”. Tampoco debemos olvidarnos que en
casi todos los Estados capitalistas hubo un choque entre fracciones burguesas que reconocían la
necesidad de conceder algunos derechos controlados para facilitar la educación y el descanso de la
fuerza de trabajo y fracciones opuestas que rechazaban toda reforma y sólo querían aumentar la
explotación a cualquier precio, de modo que, en parte, el nacimiento del intervencionismo estatal en la
“asistencia pública” buscaba asegurar una mejor explotación.
Partiendo de aquí podemos comprender que la lucha contra los controles ha de empezar fijando
prioridades, enfrentándose a los más peligros y dejando para más adelante los menos peligrosos. Los
primeros son los que actúan directa y vitalmente en el proceso que concluye en la represión violenta y
brutal de las luchas cuando éstas amenazan la esencia del capitalismo, la propiedad privada de las
fuerzas productivas y el monopolio de la violencia estatal. Los menos peligrosos son los que se
centran más en el control burocrático de datos laborales, sanitarios, etc. Pero hay luchas sociales en las
que los controles menos peligrosos son los que en ese momento adquieren mayor importancia por el
27
www.lahaine.org
propio contenido de esa reivindicación, por ejemplo, en determinadas luchas populares en defensa de
una sanidad democrática, de educación, de transportes, etc., hay que insistir en el conocimiento
público de los datos que la burguesía obtiene mediante esos controles “menores”, para evitar trampas y
manipulaciones desinformativas tan frecuentes.
Otro tanto hay que decir en la fundamental reivindicación del control obrero en el interior de las
fábricas, o del control estudiantil en el sistema educativo, o del control vecinal en los ayuntamientos, o
del control de los consumidores sobre los precios, y un largo etcétera. En todos estos casos el acceso
no sólo a los datos brutos que obtienen los controles y a sus análisis detallados, sino sobre todo a su
funcionamiento, al método que se emplea para decidir qué se busca, qué se deshecha, cómo se archiva,
cómo se relacionan con otros datos y cómo se estudian esos conjuntos de datos, es decir, conocer la
metodología empleada por la burocracia de los controles sociales es tanto o más importante que el
simple acceso a los datos brutos. O dicho esencialmente: hay que luchar por el control popular del
control social.
La burguesía conoce perfectamente el riesgo que para ella supone que el pueblo trabajador, los vecinos
de un barrio, las trabajadoras de los servicios asistenciales, el estudiantado, las asociaciones de
consumidores, etc., tenga, primero, acceso directo al funcionamiento de los controles sociales y luego
logren imponer el control popular del control social. Para evitarlo se han ido creando murallas
burocráticas y legales de todas clases, llegándose, como en Euskal Herria, a la ilegalización de todas
las organizaciones que de una forma u otra luchan por el control popular, por el contrapoder popular
dentro de las instituciones. Recordemos que antes de las ilegalizaciones, los partidos “demócratas” no
dudaron en aliarse entre ellos a pesar de sus diferencias para expulsar de los ayuntamientos a los
alcaldes de la izquierda independentista, ayuntamientos con mayoría vecinas de la izquierda vasca.
Estos partidos burgueses no querían que el pueblo accediera libremente a la realidad interna del
ayuntamiento. Otro tanto hay que decir del resto de controles sociales, especialmente cuando éstos se
van especializando en aspectos más importantes para la burguesía.
Naturalmente que luchar por el control popular del control social exige saber que hay controles que
nunca podrán ser conquistados por las masas trabajadoras y vueltos contra la burguesía, del mismo
modo que la democracia socialista no puede tomar intacto e incólume el poder del Estado burgués en
su totalidad, usándolo del mismo modo que lo hacía esta clase opresora. No. Muchas de los aparatos
estatales han de ser disueltos rápidamente, lo antes posible, como los represivos en su totalidad,
mientras que otros deberán ser profundamente reconvertidos a la espera de poder extinguirlos mientras
se crean poderes alternativos que los sustituyan, sobre todo el poder soviético exterior al Estado y que
ha de perdurar después de que este se haya autoextinguido, aunque con un contenido de meramente
administrador de las cosas que no de poder sobre las personas. Con los controles sociales sucede otro
tanto, hasta que con la desaparición histórica de la explotación, desaparezca la necesidad del control
porque las personas se habrán convertido en dueñas de sí.
Partiendo de esta visión, a la vez hay que saber que el punto débil del proceso entero que va del
control a la represión pasando por la vigilancia, no es otro que la incapacidad última del poder opresor
de ordenar cualitativamente toda la enorme masa de informaciones cuantitativas que obtiene. Es cierto
que la represión puede destruir y destruye muchas luchas, derrotándolas. Es cierto que la represión
preventiva intimida a mucha gente, le paraliza con el miedo a lo que puede venir, volviéndolas
pasivas. Es cierto que la vigilancia manifiesta, descarada, actúa también como advertencia
intimidatoria, retrayendo a mucha gente. Todo esto y más es cierto y precisamente el poder actúa así
para derrotar a los explotados y explotadas, para lograr que ni siquiera se organicen antes de empezar
cualquier lucha. La efectividad de la represión es innegable en estos momentos como también lo es
cuando ataca brutalmente.
Pero debemos precisar que dicha efectividad depende siempre de las medidas previas que hayan
tomado las oprimidas y oprimidos. La efectividad represiva del control social no es automática e
28
www.lahaine.org
inevitable, el control no es invencible, sino que él mismo es parte de una lucha permanente entre
enemigos irreconciliables, y en la medida en que existe lucha existen victorias y derrotas.
Históricamente se demuestra que el proceso represivo que empieza en el control social ha sido vencido
con más frecuencia de lo que admite la burguesía. De hecho, existen muchas victorias concretas que
pasan desapercibidas, que son silenciadas para que no se conozcan cómo se han logrado, no se aprenda
de ellas ni se apliquen ni mejores sus métodos, sus tácticas, sus formas de acción.
Las razones que explican las victorias sobre el control y todo lo que le sigue, deben analizarse en cada
caso concreto, aunque existe un denominador común que recorre a todas ellas y que podemos resumir
diciendo que, primero, han sido luchas que han mantenido su independencia, es decir, que no han
claudicado ante las exigencias del poder en cuanto a que la única forma de “acción política” es la
legal. Sea en la reivindicación que fuere, si la lucha pierde su independencia de acción al aceptar como
únicamente válidos los métodos consentidos por el poder explotados al que se enfrenta, si comete este
error, la lucha está perdida. Pongamos el ejemplo que pongamos, al final, más pronto o más tarde, la
gente explotada que lucha debe decidir si mantiene su independencia de acción, es ella la que decide
cómo lucha, cómo recurre a todos los métodos o a parte de ellos, o si por el contrario, acepta atarse de
pies y manos y moverse sólo en los estrechos límites que le tolera e impone el poder al que se
enfrenta.
Esta lección recorre toda la historia de los conflictos humanos, y es válida incluso cuando algunos de
ellos tienen la suerte de poder contar con alguna ley que le ampare porque en estos casos tan raros, el
poder opresor al que se enfrenta intentará convencerle de que no hace falta “ir al juez” sino que es
posible “arreglarlo amistosamente”. Multitud de agresiones machistas, racistas, de abusos laborales y
salariales, de “pequeñas injusticias” (¿?) de todo tipo se “solucionan” de esta forma en la que el
explotador no pierde tanto y la explotada o explotado no gana todo lo que en justicia le corresponde.
Esta lección es tan aplastante que la propia burguesía se ha dado cuenta de los beneficios que obtiene
con este método, el del “arbitraje”, y está creando ya organismos “neutrales” que median en esos
arbitrajes, incluso a nivel internacional.
Segundo, pero la independencia en cuanto a los métodos requiere a la vez mantener la independencia
de los objetivos, de las reivindicaciones por las que se lucha, y que no deben ser rebajadas en lo
esencial e irrenunciable, aunque según los conflictos, su duración y los cambios en las relaciones de
fuerza, sea razonable hacer una readecuación de las formas a las nuevas condiciones, que no del
fondo. Por el contrario, una vez que se rebajan las reivindicaciones más allá de sus contenidos, cuando
éstos se desvirtúan y se suavizan para hacerlos más aceptables por el poder, más “comprensibles” por
la gente, etc., una vez atrapados en este agujero negro que todo lo aspira y pulveriza en su interior, no
queda futuro.
El llamado “realismo” es la excusa que se cita para ocultar la claudicación ante el poder al que se
combate, el que sea. Aceptar la descualificación y desnaturalización de las reivindicaciones es lo
mismo que aceptar la continuidad de la opresión contra la que se lucha, de su poder. Precisamente,
aquí radica el problema clave, el del poder concreto que se dilucida en cada lucha, es decir, por
ejemplo, el poder obrero y popular contra el poder capitalista, el poder de la mujer contra el del
hombre, el poder del pueblo oprimido contra el del opresor, etc. Abandonar los principios, las
reivindicaciones, es renunciar al propio poder, a la independencia de decisión y acción, y aceptar el
poder que nos oprime, su supremacía de acción y decisión. Y no hay posibilidad alguna de victoria,
por remota que aparezca, si se admite el poder dominante.
Tercero, ambas independencias, la de acción y la de pensamiento, que en realidad se pueden unir en
una única, la de la praxis, necesitan una tercera práctica de independencia, la organizativa. La
experiencia de todas las luchas muestra que sin organizaciones propias terminan imponiéndose los
criterios del explotador, por una vía o por otra. Práctica, teoría y organización independientes forman
una totalidad imprescindible en cualquier reivindicación, la que fuera. Resulta inconcebible la
29
www.lahaine.org
emancipación de la mujer, por ejemplo, desde dentro de organizaciones machistas, como la Iglesia o
los partidos burgueses. Resulta impensable la emancipación obrera con organizaciones capitalistas, y
la independencia vasca nunca se logrará con partidos españoles, y así hasta el infinito. La cualidad
básica de la organización independiente radica en que sólo ella garantiza las condiciones necesarias
para que exista el pensamiento y la acción igualmente independientes. No hay otra alternativa. Muchas
derrotas y fracasos de luchas se han debido a que las oprimidas y oprimidos han confiado en las
organizaciones y partidos de quienes les oprimen.
Y cuarto, a la vez, las luchas que han sostenido una práctica ofensiva, que han estado siempre
buscando nuevas formas de concienciación, de movilización y de expansión en base a llegar a más
sectores, aumentar las alianzas propias y debilitar los apoyos con que cuenta el poder opresor, estas
prácticas son decisivas. Cualquier reivindicación que se limite a la protesta defensiva, estática, que no
busque romper los cercos de silencio y manipulación que hace el poder al que se enfrenta que siempre
tiene más medios propagandísticos a su disposición, esta pasividad que sólo rumia sus razones, está
condenada al fracaso. Mantener la iniciativa es vital en cualquier reivindicación. La inventiva, la
creación de nuevas formas de intervención que rompan la monotonía, que con su originalidad crítica
impacten en la gente y, sobre todo, que con su profundidad teórica y eficacia pedagógica sepan
demostrar al resto de personas, clases y naciones que se trata de la misma lucha, esta capacidad de
aglutinación de sectores en base a la radicalidad y coherencia, a la dignidad y al ejemplo, es decisiva.
Pero para elaborar una práctica ofensiva y atrayente hay que pensar, actuar y organizarse fuera del
pensamiento, de la acción y de la organización del poder opresor, es decir, ser independientes de él.
Las cuatro lecciones básicas no garantizan por sí mismas la victoria, la facilitan. Tampoco queda
garantizada la victoria con la mera interacción de las cuatro, aunque es imprescindible. Al final, la
victoria es el resultado de una compleja superposición de fuerzas enemigas que debe estudiarse en
cada caso. Sin embargo, también aquí hay una constante que debemos destacar y explicar. Lo que
caracteriza al proceso completo de control, vigilancia y represión es que puede poner a disposición del
Estado burgués una enorme cantidad de datos que deben ser luego sistematizados y sintetizados, es
decir, debe producirse el salto dialéctico de la cantidad a la calidad, de la masa informe de datos a la
teoría que los interpreta y que extrae las lecciones pertinentes de ellos. Pero es aquí, en esta operación
teórica, en donde falla el Estado o el poder de que se trate, en los momentos críticos en los que debe
decidir qué sistema represivo utiliza, el de la brutalidad exterminadora --“la maté porque era mía”,
“torturamos a las vascas y vascos porque no quieren ser españoles”, etc.-- o los de las reformas
superficiales que no cambian nada de fondo.
Una de las obsesiones de todo poder, como venimos insistiendo, es la de llegar a conocer qué piensan
y sienten, cómo se organizan, qué quieren los colectivos a los que explota y de los que vive. Conocer
sus interioridades es dominarlos, controlados, manipularlos y adelantarse a ellos de modo que, en la
medida de lo posible, la brutalidad represiva sólo se aplica a una minoría, a la más concienciada y
decidida, mientras que al resto se le manipula y teledirige con engaños, promesas y hasta con algunas
concesiones. Las “ciencias sociales” surgieron para que el poder supiera qué fisuras existen en las
clases y naciones oprimidas y cómo utilizarlas contra ellas mismas. Las “ciencias sociales” son
bastantes eficaces en su trabajo cuando se trata de estudiar a los explotados y explotadas que
pertenecen a la misma nación, hablan la misma lengua, tienen la misma cultura e ideología
dominantes, etc.
Siendo cierto que las diferencias de clase y de sexo-género crean distancias objetivas y cualitativas
que son tanto más insalvables en la medida en que las clases explotadas y las mujeres se independizan
del sistema patriarco-burgués y de su ideología dominante, siendo esto verdad, no debemos olvidar
pese a todo que como hemos visto existen otras fuerzas alienadoras e integradoras en manos del
capitalismo que con bastante facilidad anulan estos esfuerzos o los reducen a grupos relativamente
aislados del resto de su clase y de su sexo-genero. Aún así, cada determinado tiempo resurgen las
30
www.lahaine.org
luchas porque nunca desaparece la explotación, y en esas crisis las “ciencias sociales” hacen un
especial esfuerzo que se suma a otros esfuerzos que hace el Estado.
El Estado ya lo tiene mucho peor cuando se enfrenta a las luchas de las naciones que oprime,
especialmente cuando existe una total diferencia lingüístico-cultural, histórica y hasta antropológica,
como es el caso, por ejemplo, de los vietnamitas y los yanquis, de los palestinos y de los sionistas, de
los argelinos y los franceses y, por no extendernos, de los vascos y de los franco-españoles. Es estos y
otros muchos casos, el ocupante debe hacer un esfuerzo extra de comprensión de una realidad material
y simbólica que no es la suya. En estos casos, los Estados invasores sólo tienen dos opciones:
exterminar a la mayoría del pueblo hasta destrozar anímica y psicológicamente a los pocos que
sobreviven, reduciéndolos al carácter de cosas inertes, u obtener el apoyo de un sector colaboracionista
que atraiga a un bloque social de apoyo de modo que la dominación extranjera sea más fácil, no
necesite recurrir a la brutalidad o si lo hace, ésta tenga el apoyo implícito o explícito de los
colaboracionistas.
Lo mejor que puede ocurrirle al invasor es que en el pueblo que ocupa exista sectores sociales que por
diversas razones asumen la identidad nacional del Estado ocupante de modo que éste dispone de una
base de apoyo propia, no sujeta a las dudas que puedan tener los colaboracionistas autóctonos por las
brutalidades represivas del ocupante, porque éste no cumple las promesas que ha hecho o porque está
recortando las concesiones que anteriormente hizo. Todo Estado ocupante tiende a desconfiar de la
fidelidad de los colaboracionistas por lo que siempre se reserva para si, exclusiva y
monopolísticamente, los resortes definitivos del poder, la violencia y la economía.
A pesar de esta desconfianza, que también tiene una base en el racismo del ocupante que se siente
superior, éste no tiene más remedio que encargar ciertos trabajos al colaboracionista, entre los que
destacan los relacionados con el conocimiento exhaustivo de la mentalidad, moral y decisión de lucha
de quienes no renuncian a su independencia nacional. Los ocupantes saben que muy difícilmente
llegan a comprender las razones de fondo, la psicología e identidad colectivas de quienes siguen
luchando, sobre todo cuando las diferencias nacionales son abismales. En estos casos, una de las tareas
de los colaboracionistas es la de explicar al ocupante las debilidades del resistente, sus puntos débiles,
los flancos por donde puede penetrar el proceso entero de control, vigilancia y represión.
El objetivo de todo ello es el de lograr la comprensión teórica cualitativa de la masa cuantitativa de
datos que se obtienen por los controles y todo lo que les sigue. La historia de las luchas
anticolonialistas y antiimperialistas está repleta de garrafales errores de interpretación de los servicios
de inteligencia de los Estados imperialistas, errores provenientes de su incapacidad para conocer a
fondo al pueblo que machacan. La antropología, la etnología, la lingüística, la historia y otras
“ciencias sociales” tienen la prioritaria urgencia de superar estas barreras. Así comprendemos mejor el
crucial papel de los intérpretes de la lengua aborigen a sueldo de los ocupantes, por ejemplo.
La diferencia entre la comprensión teórica cualitativa de los datos disponibles y la simplona
interpretación empírica de la masa cuantitativa de datos inconexos, radica en que sólo la primera
permite adelantarse estratégicamente al pensamiento, a la acción, a la organización y a la permanente
iniciativa independientes del pueblo oprimido. Y lograr la ventaja estratégica es la mitad de la victoria
de ocupante ya que así puede planificar el progresivo aislamiento de quienes siguen luchando, y en la
medida en que estén más aislados, en esa medida se reduce su influencia y su fuerza. Al aumentar su
debilidad tienden a aumentar las discrepancias internas que pudieran existir o que son creadas por la
guerra psicológica, y con ellas las posibles escisiones liquidacionistas que son azuzadas con promesas
estatales, y con éstas los probables abandonos de sectores que empiezan a negociar la rendición,
abandonando al resto que quedan a total disposición de otros golpes represivos.
Las doctrinas contrainsurgentes del imperialismo hacen especial insistencia en las fases temporales en
las que debieran crecer todas estas tensiones internas en las fuerzas revolucionarias así como crecer
31
www.lahaine.org
también el apoyo social al poder establecido, a partir de las intervenciones globales del Estado
decididas gracias al conocimiento teórico cualitativo adquirido mediante el correcto análisis y síntesis
de la masa cuantitativa de datos inconexos. Es por esto que casi todos los Estados ocupantes prestan
especial atención a sus gabinetes interdisciplinarios en los que se estudian todos los informes
provenientes de muchos sitios, de entre los que destacan los surgidos de antiguos revolucionarios
independentistas que ponen sus conocimientos, su experiencia, a disposición del Estado. Un dicho
sostiene que “la mejor cuña es la del mismo árbol”.
Si las organizaciones revolucionarias, clasistas, populares y sociales del pueblo oprimido aciertan en
su práctica, más pronto que tarde el Estado irá perdiendo el conocimiento de lo que sucede en el
interior de la nación que ocupa, incluso en su propia nación si previamente no ha conseguido el apoyo
decisivo de las organizaciones de la oposición que abandona los principios por los que antes habían
luchado. Muchas dictaduras se han desmoronado en muy poco tiempo tras años de poder al ser
incapaces a partir de una serie de cambios profundos de teorizar cualitativamente la masa de datos que
le pasaban los sistemas de control dictatorial. Muchas fuerzas represivas ni siquiera conocieron que se
gestaban golpes democráticos dentro mismo del ejército, como en Portugal o que el pueblo estaba a
punto de sublevarse, como en Grecia en la misma época en la que un sector del franquismo negociaba
ya con un sector de la oposición. La policía francesa y la clase política gaullista no se percataron
apenas de que estaba a punto de estallar el mayo’68. Podemos seguir poniendo una larga lista de
ejemplos al respecto que muestran los límites insalvable del sistema de control, vigilancia y represión
cuando no disponen de aparatos de estudios cualitativos reforzados por el colaboracionismo
reformista, decisivo para salvar el sistema burgués a costa de sacrificar algunas aristas de la anterior
dictadura.
En las naciones oprimidas, como decimos, estas dificultades crecen aun más porque los sistemas de
control establecidos envejecen más rápidamente, deben ser remodelados cada menos tiempo, sobre
todo en períodos de bruscos e intensos cambios sociales. Eso es lo que sucedió varias veces en la parte
de Euskal Herria ocupada por el Estado español. Los cambios de finales de los ’50 y comienzos de los
’60 forzaron al franquismo a un intenso superficial y muy corto de “aperturismo” a finales de los ’60
hasta que el mismo franquismo volvió en esos mismos años a la dureza más extrema, incrementada
durante casi una década. Los cambios sociales de mediados de los ’70 forzaron a las “reformas” de
1978, pero su fracaso desató las represiones posteriores más intensas y extensas. De nuevo la iniciativa
abertzale desde mediados los ’80 forzó a las conversaciones de Argel, y el nuevo fracaso del Estado
desencadenó otra oleada más criminal con el claro apoyo del PNV, y así con saltos hasta la situación
presente. Una de las constantes en todas estas fases es la de la obsolescencia del sistema represivo
estatal en cada una de ellas como efecto de la iniciativa estratégica del independentismo, de su fuerza
social, ante las cuales el Estado no podía enfrentar una represión global destructora porque había
perdido la comprensión de la realidad de fondo. Y otra constante es su obsesión por conocerla de
nuevo y el decisivo papel jugado por el PNV y UPN, además de otros partidos y grupos, en ayudarle a
lograrlo.
Muy en síntesis, los mismos procesos y constantes se repiten a escalas diferentes en todas las luchas
por pequeñas e individuales que aparenten ser. En ellas, el poder opresor de turno se enfrenta a un
aumento de la independencia práctica, teórica, organizativa y ofensiva de la persona o colectivo que
oprime y que lucha por su emancipación. Todas las medidas represivas, desactivadoras o integradoras
que intente este poder terminan fracasando antes o después porque son incapaces de llegar al fondo de
las reivindicaciones, de la identidad de las personas a las que oprime, de modo que siempre quedan
desbordadas y superadas por nuevas iniciativas las oprimidas y oprimidos. Dentro de esta tendencia en
ascenso, puede llegar el momento, si no se comenten errores garrafales, en el que al opresor sólo le
quede la baza de la represión pura y dura, salvaje, porque han fracasado las represiones menos duras
anteriores y las tácticas de engaño. Una vez llegados a este nivel, el sistema de control y vigilancia
pasa a segundo plano, aunque no desaparece del todo, porque lo decisivo para el poder, lo único que
puede garantizarle su continuidad es la violencia opresora.
32
www.lahaine.org
Resumiendo, la mejor defensa contra el control, vigilancia y represión es la acción social de masas, de
hecho esta es la única defensa, la única garantía existente de que el poder termine reduciendo sus
golpes y hasta negociando. Pero la lucha contra el control social no es la única lucha que puede acabar
con la explotación. Siendo imprescindible es sólo una parte de la lucha revolucionaria en cuanto tal,
sobre todo en la independentista. Que la acción radical de masas es decisiva en estas y en todas
cuestiones queda demostrado por el hecho de que los mejores sistemas de control, vigilancia y
represión han fracasado han intentar derrotar las luchas populares. Si el proceso entero de control fuera
omnisciente, omnipresente y omnipotente, ahora mismo no estaríamos debatiendo sobre cómo
vencerle. Un ejemplo de su debilidad es que estemos discutiendo sobre él, sobre las vigilancias y las
represiones. Y debatir y teorizar colectivamente sobre la opresión es la mejor forma para acabar con
ella mejorando la práctica de lucha. Por tanto, socialmente, la mejor defensa contra el control social es
un permanente ataque ofensivo de masas.
IÑAKI GIL DE SAN VICENTE
EUSKAL HERRIA 19-XII-2007
33
www.lahaine.org
Descargar