EDITORIAL EL EDITORIAL: UNA OPINIÓN DESDE LA TRASTIENDA [THE EDITORIAL ARTICLE: AN OPINION FROM BACKSTAGE] La sección editorial de una revista académica, especializada ¿sigue alguna norma o patrón predeterminado? En las reuniones periódicas que convocan al Comité de Redacción de Información, cultura y sociedad se ha discutido este tema y las consideraciones han sido unánimes: para nosotros esta sección es un espacio para formular lo que pensamos o creemos sobre ciertas cuestiones que nos preocupan o sobre las que reflexionamos y debatimos permanentemente, se trata, entonces, de opiniones, en este caso, de opiniones de expertos que expresan juicios sobre la materia que conocen. María Moliner en su Diccionario de uso del español da como sinónimo de editorial, artículo de fondo, al que define como un “Artículo que aparece sin firma en cada número de un periódico, que expresa la opinión de la dirección sobre el asunto de que se trata” (Moliner, 1998). Si bien se destaca la carencia de firma, se da por sobreentendido que es el director el responsable de su contenido y se evidencia que la palabra y el concepto vienen del ámbito periodístico. En la televisión y el cine se han hecho documentales sobre lo que sucede entre bastidores (backstage) cuando se filma o se graban programas, mostrando una serie de aspectos ignorados por el público. En realidad, cualquier producto público es la punta de un iceberg porque quienes acceden a él no perciben, a veces ni siquiera imaginan, lo que hay debajo, esa masa sustentante de acciones y decisiones, de avances y retrocesos, de dudas, de zozobras, de penurias y de euforias. Así, en la trastienda de una revista de investigación, por académica y estructurada que parezca, no deja de suceder exactamente lo mismo. Las reuniones periódicas, más regulares que la publicación misma, son un ámbito donde quienes intervienen opinan, discuten, se equivocan, aciertan, presuponen y prefiguran posibles reacciones de los órganos de control tanto de la institución misma, en nuestro caso el Consejo Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras, como de entidades externas cuyas decisiones cuentan para la buena marcha y visibilidad de la revista. El destino del consejo de redacción es la invisibilidad, el sistema de arbitraje contribuye en gran medida a que esto suceda, son otros especialistas quienes deciden sobre la calidad de las contribuciones que llegan a la revista: el cuerpo editorial acata los resultados de las evaluaciones aunque no siempre concuerde plenamente, informa sobre los resultados a los autores, los ayuda a corregir y a modificar, controla que se cumplan las indicaciones del árbitro externo, controla originales y pruebas, presenta 5 INFORMACIÓN, CULTURA Y SOCIEDAD. No. 7 (2002) 5-8 el número armado con sus originales y secciones, lidia con impresores y comercializadores ... Sin embargo, la revista no es responsabilidad absoluta de los evaluadores, elegirlos compete a quienes la hacen con todo lo que esto implica en cuanto a la honestidad y a la transparencia respecto de árbitros y autores. Se podrá argüir que los miembros del consejo de redacción se corporizan cuando, a su vez, publican algún trabajo en la revista, pero no lo hacen como tales sino como investigadores sujetos a las mismas pautas que el resto de los autores que colaboran en ese número. Por todas estas razones, desde que iniciamos la publicación pensamos que los editoriales eran un espacio para manifestarnos, para comprometernos y darnos a conocer, un lugar para el riesgo y el debate, para expresar opiniones antes que para formular hechos verificados y comprobables. Cuando se diseñó este número surgió la idea de que sería interesante escribir algo sobre los editoriales en las revistas de Bibliotecología / Ciencia de la Información; las preguntas que se plantearon a continuación fueron ¿las publicaciones tienen una sección fija dedicada a editorializar?, ¿si la respuesta fuera afirmativa, se trata de artículos de fondo o de meras presentaciones del fascículo en cuestión o de actividades de la asociación a la que pertenecen?, ¿están firmados? y ¿en cualquier caso, tienen un título propio que las identifica unívocamente? Para contestar a esos interrogantes se trabajó con una muestra de títulos: los disponibles en la Biblioteca del Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas, descartándose los newsletter, los fascículos irregulares, etc. Se podría decir que se trabajó con el núcleo “duro” de revistas especializadas con el que se cuenta cotidianamente. Los resultados mostraron que el 80% de las revistas tiene una sección introductoria de algún tipo, mientras que un 20% no la tiene. En casi todos los casos (96%) de ese 80% existe un título genérico: editorial, presentación, guest editorial, in this issue, etc., aunque en un 21,4% de los casos la sección no es fija y aparece irregularmente. Además, el 50% titula la contribución identificándola unívocamente; de la otra mitad, un 43% no tiene título y un 7% a veces lo incluye y otras no. En la inmensa mayoría los editoriales están firmados (89%). Las revistas con artículos de fondo u opinión están representadas con un 43%, mientras que sólo con presentaciones alcanzan un 57%. Si bien la diferencia no es demasiado notoria, la tendencia prevaleciente es la de introducir a los artículos que se incluyen en el fascículo, mientras que una minoría (25%) utiliza ese espacio para informar sobre actividades, por ejemplo de asociaciones, o para celebrar hitos de la publicación, diversos cambios que se producen en la misma a lo largo del tiempo, agradecimientos, manifestaciones de diferente tipo destacando la esforzada labor de los comités o de algunas personas en particular, etc. 6 Editorial Hasta acá, los números evidencian la pertenencia de Información, cultura y sociedad al grupo numeroso pero minoritario; sin embargo, uno no deja de preguntarse ¿por qué está disparidad? o ¿qué sentido tiene presentar los artículos que, en la actualidad, se acompañan invariablemente con un resumen que devela muchas de las incógnitas que puede plantear un título? Frente al número recién impreso de una revista los lectores, por lo general, leen la tabla de contenido y luego van a los trabajos o secciones que más despiertan su curiosidad o su interés, revisan la síntesis que los precede, si tienen tiempo los leen por completo, si no, además del resumen inicial se sigue hasta las conclusiones y la bibliografía, y cada persona decide si le interesa fotoduplicarlo y guardarlo para una lectura futura (que muchas veces nunca llega) o registrarlo apropiadamente para cuando necesite recuperarlo. En este sentido, las presentaciones o introducciones al contenido de la revista parecieran haber perdido algo de su funcionalidad, sin embargo, no por esto han disminuido y están siempre presentes en las publicaciones que dedican cada fascículo a un tema monográfico. Quizás la explicación deba buscarse en otro lado, en la trastienda del producto acabado. Los consejos de redacción, el director, el secretario interactúan durante mucho tiempo con los artículos: los leen y analizan para considerar su posible inclusión, corrigen su estilo, vuelven a revisarlos cuando los árbitros piden modificaciones y los releen cuando éstas se han llevado a cabo y, finalmente, los manejan otra vez cuando se arma el original definitivo. Este contacto continuo facilita la presentación del número. Por el contrario, en el caso de los artículos de fondo hay que reflexionar en forma independiente y personal, elegir entre posibles alternativas, discutir con el grupo la conveniencia de incluir o no determinados temas, lo cual implica estar consciente de los problemas que se suscitan en cualquier disciplina. A continuación, habrá que pensar mucho la estructura y las palabras, en algunos casos, se buscará algún apoyo bibliográfico o, como con este editorial, se recopilarán datos para proporcionar una información fehaciente. Todo esto significa, ni más ni menos, trabajo adicional y la esperanza soterrada de que a alguien le interese leerlo, le sea útil, lo haga reparar en cosas que puedan ser interesantes o revulsivas. Quizás nunca se comuniquen con el autor del editorial pero, seguramente, discutirán con él, podrán construirlo a través de sus opiniones, llegarán, quizás, a apreciarlo o a despreciarlo pero sentirán que es alguien de carne y hueso, lo corporizarán intelectualmente. La expectativa de los responsables de la revista es que esto suceda, que se disparen los mecanismos de una lectura activa y comprometida y que, dentro de muchos años, se pueda, a través de estos editoriales, reconstruir el pensamiento y las posiciones de un grupo de bibliotecarios argentinos. 7 INFORMACIÓN, CULTURA Y SOCIEDAD. No. 7 (2002) 5-8 Referencia bibliográficaa Moliner, María. 1998. Diccionario de uso del español. 2a. ed. Madrid: Gredos. 2 v. Susana Romanos de Tiratel Directora Información, Cultura y Sociedad 8