EVALUACIÓN DEL USO DE LA TIERRA A NIVEL MUNDIAL:EQUILIBRANDO EL CONSUMO CON EL DESARROLLO SOSTENIBLE LAS TENDENCIAS EN EL SECTOR AGRÍCOLA Y LA CADENA DE SUMINISTRO DE ALIMENTOS INDICAN QUE EN LOS ÚLTIMOS DECENIOS SE HA PRODUCIDO UNA DRÁSTICA TRANSFORMACIÓN. El uso de la tierra a nivel mundial desempeña una función primordial a la hora de determinar el suministro de alimentos, materiales y energía. Muchos países han comenzado a respaldar el uso de la biomasa en lugar de los biocombustibles y biomateriales y, al mismo tiempo, se muestran cada vez más preocupados por las consecuencias cada vez mayores de la competencia por las tierras, entre otras, el aumento del precio de los alimentos, los cambios en el uso de las tierras y la intensificación del uso de las tierras. El presente informe tiene por objeto apoyar el debate internacional y brindar a los encargados de adoptar decisiones en los gobiernos nacionales y regionales y las ONG una reseña de los principales retos y posibles opciones en relación con el uso sostenible de la tierra. En él se explora cómo llevar a cabo la gestión de la producción y el consumo de biomasa para lograr un mayor nivel de sostenibilidad en todos los ámbitos: desde la gestión sostenible de los suelos en el terreno hasta la gestión sostenible del uso de las tierras a nivel mundial en su conjunto. Por otra parte, el alimentar a un número creciente de personas, la intensificación y la extensión de la agricultura han causado también una degradación generalizadas del medio ambiente, que se manifiesta en pérdidas de la capacidad productiva de los suelos, impactos relacionados con la contaminación por nutrientes, pérdida de la diversidad biológica y cambio climático. será necesario extender la superficie de tierras de cultivo. Se espera que la población mundial siga creciendo y para garantizarles un suministro adecuado de alimentos como hasta el momento, será preciso extender las zonas de tierras de cultivo. Durante los últimos cinco decenios se ha producido una expansión de las tierras agrícolas a expensas de los bosques, particularmente en las regiones tropicales. Se prevé que la proporción de habitantes de las ciudades aumentará de aproximadamente un 50% en 2010 a un 70% en 2050; ello dará lugar a un crecimiento urbano incontrolado por lo general a costa de las tierras agrícolas y los suelos fértiles. Ha surgido una industria agrícola mundial que se caracteriza por altos niveles de concentración de la agroindustria, un rápido aumento del volumen de ventas de alimentos en las cadenas minoristas de supermercados y el desarrollo del comercio de productos alimenticios, fertilizantes y plaguicidas. Como resultado de la combinación del aumento en los ingresos y la urbanización se están modificando los hábitos de alimentación. Concretamente, el cambio hacia un mayor consumo de alimentos procesados y dietas basadas en alimentos de origen animal aumenta considerablemente la necesidad de tierras agrícolas. Hoy día, los precios de los alimentos se mantienen por debajo del nivel máximo alcanzado en 2008, pero siguen siendo más altos que los precios anteriores a la crisis en muchos países en desarrollo. De ser acertadas las predicciones formuladas por diversas organizaciones, tendremos ante nosotros dos decenios de aumento constante de los precios, algo que jamás había sucedido. Dado que los biocombustibles de primera generación se obtienen de plantas y tierras de cultivo que, de lo contrario se utilizarían para la producción de alimentos, las actuales cuotas de biocombustibles aumentan la demanda de tierras de cultivo. Los productos basados en la biomasa se consideran mercados prometedores en el futuro. No obstante, si bien no se ha investigado mucho acerca de las posibles consecuencias para el medio ambiente de la expansión de la industria de los biomateriales, los biomateriales que tienen como base cultivos podrían enfrentar las mismas limitaciones que los cultivos energéticos en cuanto a la disponibilidad de tierras. En los últimos años se ha producido un considerable aumento de las adquisiciones de tierras en gran escala. Los promotores de esta modalidad ven en las inversiones extranjeras una oportunidad para aumentar la productividad agrícola de tierras poco industrializadas. Sus detractores la consideran una nueva modalidad de maldición de los recursos, que desplaza a los pequeños propietarios y exacerba la inseguridad alimentaria en las zonas más empobrecidas del planeta. En varios estudios realizados se han calculado las tierras de cultivo necesarias para satisfacer la demanda futura de alimentos, combustibles o fibras; y se han realizado estimaciones acerca de las consecuencias del desplazamiento futuro para la urbanización y la degradación. El conjunto de estimaciones de esos estudios indica que para satisfacer todas esas necesidades diferentes hará falta una expansión neta de las tierras de cultivo de entre el 20% y el 55% para 2050. Los datos disponibles indican que es muy probable que en el futuro se observe un aumento de la competencia por las tierras. A nivel mundial, se ha ralentizado el aumento de la producción de cereales y cultivos primarios, y la mayoría de los expertos prevén que siga disminuyendo en comparación con los niveles alcanzados anteriormente. Ello supone que para satisfacer la demanda futura Una de las ventajas del concepto del espacio de seguridad es que pone de relieve la actual sobreexplotación de los recursos del planeta. 1 El concepto del espacio de seguridad es el punto de partida para entender los límites a nivel mundial. Como metáfora define los límites dentro de los que se puede llevar a cabo el desarrollo con una trayectoria viable. Cómo controlar la dirección y el ritmo del desarrollo y hacer uso del “espacio disponible” es otro desafío. Hacen falta conocimientos sistemáticos para mejorar la gestión de los recursos desde las explotaciones agrícolas (por ejemplo, para la creación de capacidad) hasta el nivel mundial (por ejemplo, para lograr la cooperación internacional en materia de restauración de suelos). A nivel de los países existen varias cuestiones que es preciso abordar, entre otras: Definir un espacio de seguridad para el uso de la tierra a nivel mundial significa saber cuántos cambios pueden producirse en el uso de las tierras antes de que el riesgo de que los daños sean irreversibles (en particular por medio de la pérdida de diversidad biológica, las liberaciones de dióxido de carbono, la alteración de los ciclos del agua y los nutrientes y la pérdida de suelos fértiles) sea inaceptable. Mejora de los sistemas de información, especialmente la vigilancia del uso de las tierras a nivel nacional y del uso de las tierras de otros países para la producción y el consumo a nivel nacional. La planificación del uso de las tierras para ayudar a prevenir la pérdida de zonas naturales de alto valor como resultado de la expansión de la agricultura y la producción ganadera y para evitar la expansión de zonas construidas sobre terrenos fértiles. Programas para la gestión sostenible de los recursos en todos los sectores de la economía que podrían ofrecer un contexto para la elaboración de “programas de acción en relación con la biomasa sostenible” con objeto de armonizar las políticas en materia de seguridad, energía, desarrollo rural e industrial. Instrumentos económicos para impulsar la oferta y la demanda sostenibles, por ejemplo, un enfoque de “subsidio de la sostenibilidad” para promover la productividad de los suelos a largo plazo. La monitorización de las necesidades de uso de las tierras de los países y las regiones permite determinar si estos han rebasado el espacio de seguridad o se mantienen dentro de él. Para saberlo se puede aplicar el método de contabilización del uso de las tierras a nivel mundial. Mejor selección de las inversiones públicas, centradas especialmente en las necesidades de los pequeños propietarios para promover la seguridad alimentaria y mejorar las condiciones de vida en las zonas rurales. Para resolver los desafíos que enfrenta la sociedad hay que examinar las modalidades de consumo y producción. La tenencia y la propiedad de la tierra son requisitos previos importantes para motivar a las personas a mantener y mejorar sus recursos de tierras y suelos. La reducción de la pérdida de alimentos en las etapas de producción y cosecha invirtiendo en infraestructuras y estimulando la construcción de instalaciones de almacenamiento y el establecimiento de cooperativas. Reducir el desperdicio de alimentos que pueden ser aprovechables mediante campañas educativas y de prevención del desperdicio de alimentos. Programas que promueven un mejor uso de residuos después de tener en cuenta las necesidades en materia de fertilidad de los suelos, y el uso de residuos orgánicos para ayudar a reducir la demanda de tierras. Programas que promuevan una dieta saludable y equilibrada en países de alto consumo, especialmente en las escuelas. Programas de planificación de la familia para reducir el ritmo de crecimiento de la población. Desvinculación de los mercados de combustibles de los mercados de alimentos mediante la reducción de los subsidios directos e indirectos a los cultivos para la producción de biocombustibles y la eliminación de las cuotas de biocombustible. Si el objetivo es poner fin a la pérdida de diversidad biológica de aquí a 2020 es preciso detener la expansión de las tierras de cultivo, un impulsor clave de esa pérdida. Ello supone seguir el ritmo de desarrollo como hasta el momento “de manera segura” hasta 202. Para esa fecha, se prevé que se necesitarán otros 100 Mha para satisfacer la demanda futura (7% de expansión neta) y se prevé un desplazamiento de 90 Mha (13% de expansión bruta) en comparación con 2005. 0 sea que una superficie de 1.640 Mha se consideraría dentro del espacio de seguridad necesario para satisfacer la demanda en 2050. La demanda de tierras previstas a nivel mundial para 2050 rebasaría ese “espacio de seguridad” en todos los casos. Para fomentar la producción agrícola sostenible, y la prestación de otros servicios de los ecosistemas, hay que seguir dispuestos a explorar, integrar y aplicar los conocimientos, tanto científicos como locales. La participación activa de los agricultores y otros interesados es esencial para desarrollar y divulgar las mejores prácticas en materia de gestión. Encauzar el consumo hacia un suministro sostenible supone no solo tratar los síntomas del uso no sostenible de las tierras sino también identificar sus causas subyacentes. Se pueden definir nuevos objetivos y ajustar las políticas para crear un marco de eficiencia. Si se adopta un conjunto de medidas, entre otras, promover el consumo de alimentos de origen vegetal en regiones con alto consumo de carne, reducir el desperdicio de alimentos, reducir las cuotas de biocombustible, controlar el consumo de biomateriales, mejorar la planificación del uso de las tierras e invertir en la regeneración de los suelos, se podrían salvar entre 160 y 320 Mha antes de 2050, con lo cual se limitaría la expansión neta de las tierras de cultivo al 8% en lugar de un 37% y se mantendría el desarrollo (en el mejor de los casos) dentro del espacio de seguridad. Para garantizar un suministro de alimentos, fibras, y en parte también de combustibles, y a la vez proteger y aumentar la base de recursos naturales, es preciso diseñar las políticas de manera tal que fomenten las sinergias a nivel intersectorial y apoyen los procesos dinámicos de aprendizaje en los diferentes niveles normativos. Un resumen del informe, así como su versión completa y una presentación en Power Point, en la que indican las conclusiones principales, pueden descargarse en la dirección http://www.unep.org/resourcepanel/. Para más información, sírvase contactar a la Secretaría del Grupo Internacional de Gestión Sostenible de los Recursos en la dirección: resourcepanel@unep.org. 2