La extrema izquierda se alía con los independentismos periféricos y

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La extrema izquierda se alía con los independentismos
periféricos y lanza un órdago a la democracia española
La extrema izquierda española, que desde las pasadas elecciones locales y tras los acuerdos
de gobierno municipal firmados por el PSOE y Podemos, incluye también a los socialistas, se
encuentra en estos momentos agrupando sus fuerzas, revisando sus recursos y diseñando
múltiples y desafiantes estrategias de agit-prop de cara a lo que consideran su última y gran
batalla: la toma de La Moncloa y la conquista del poder empleando todos los medios posibles
para expulsar al Partido Popular del mismo.
Ciertamente, la puesta en marcha por los partidos políticos de diferentes tácticas para
alcanzar una mayoría parlamentaria eficaz es algo absolutamente normal dentro del juego
democrático habitual en las sociedades occidentales.
El gran desafío surge cuando una parte importante de esos actores políticos, representados
por un numeroso elenco de formaciones, asociaciones, agrupaciones, foros, mareas y
movimientos, que se sitúan fundamentalmente en el ámbito ideológico del comunismo y del
anarquismo más trasnochado, ignorante y radical, pero también alrededor de las marcas
independentistas y nacionalistas más extremistas y, en no pocos casos, próximas a diferentes
organizaciones terroristas (ETA o Resistencia Galega, fundamentalmente), plantean como su
principal objetivo no solamente la alternancia en el Gobierno de las instituciones sino, sobre
todo, la superación del actual marco democrático para caminar hacia un nuevo régimen,
todavía difuso y poco concreto en su configuración, pero demasiado parecido a los modelos
“populares” representados por Nicolás Maduro en Venezuela, Cristina Fernández de Kirchner
en Argentina o Vladimir Putin en Rusia.
Para la extrema izquierda española, categoría en la que el PSOE de Pedro Sánchez se ha
encuadrado con empeño, la expulsión del Partido Popular del control de las instituciones
democráticas solamente es una primera batalla a ganar, importante, pero no definitiva, en el
marco de la gran guerra que mantiene contra la democracia parlamentaria como marco
político de convivencia, contra el capitalismo como disciplina económica, contra el
liberalismo como doctrina social y contra el individualismo como base sociológica de
nuestras colectividades.
La extrema izquierda española, que se alimenta de los mitos ideológicos más rancios y
caducos del marxismo-leninismo internacional, que afianza las raíces de su odio en un
sistema educativo en manos de un nutrido grupo de fanáticos e iletrados, bien engrasada con
todo tipo de subvenciones públicas y que ha cambiado cualquier atisbo de raciocinio o
argumentación por la soflama incendiaria, el juego de palabras vacuo o la pancarta acusadora,
poco a poco, pero incansablemente, va carcomiendo los pilares centrales de nuestra
convivencia.
Para ello, y apoyándose en el silencio cómplice de algunos de los medios de comunicación
más iletrados, sumisos y subvencionados de Europa, manipula nuestra más reciente historia y
la convierte en un guiñapo banderizo con el que despertar el fantasma de las “dos Españas”;
se alía con las formaciones nacionalistas y los movimientos independentistas más obtusos y
ariscos para multiplicar el efecto corrosivo de éstos sobre el Estado democrático; disgrega el
valor del idioma español como elemento de cohesión democrática mientras eleva cualquier
jerga regional a la categoría de lengua imprescindible; apela, a través de manifiestos,
manifestaciones, concentraciones o “mareas”, a la puesta en marcha de movimientos de
masas incendiarios, desde el 15M hasta las “acciones” “Rodea el Congreso”, pasando por
acampadas populares, marchas sindicales, huelgas sectoriales o convocatorias de protesta
“espontáneas” a través de las redes sociales; y, sobre todo, y como puede contemplarse ya en
los ayuntamientos de Madrid, Barcelona, Cádiz, Santiago de Compostela o Pamplona, coloca
en puestos institucionales claves a los personajes más sectarios y excluyentes, siempre prestos
a servir a los proyectos ideológicos más reaccionarios, populistas y totalitarios.
La extrema izquierda, en alianza con los independentismos periféricos, ha lanzado su gran
órdago a la democracia española, un envite que, además, tiene mucho de ataque frontal a los
elementos básicos que han convertido a la civilización occidental en el motor del desarrollo,
del progreso y del bienestar de los seres humanos. Este ataque frontal a Occidente, uno más
entre varios, que alimentado desde Venezuela, Rusia o Irán, ha fracasado en su primera fase
en Grecia a través de la Syriza de Alexis Tsipras o de Yanis Varoufakis, se desplazará en los
próximos meses, y hasta la fecha de las próximas elecciones generales, a España.
Y, por ello, debemos estar alerta. Si no logramos hacer frente a quienes abogan por suprimir la
libertad en aras de una siempre inexistente igualdad, si no conseguimos vencer a quienes
desean imponer nuevas y ficticias fronteras dentro de las que levantar nuevos territorios que
domeñar a su gusto, si no somos capaces de que miserables a sueldo de países totalitarios
como Venezuela, Irán o Rusia dejen de mancillar nuestras instituciones o si no alcanzamos
pactos y acuerdos efectivos que logren detener esta humillante y peligrosísima escalada de la
chusma éticamente despreciable y radical a nuestros principales órganos de poder, las
consecuencias serán crueles y dramáticas para todos. Y por varias generaciones.
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