MISIÓN vs. AUTODETERMINACIÓN Martín Firpo Alumno de 5to. Año Facultad de Psicología y Psicopedagogía Universidad del Salvador Quisiera antes de comenzar hacer una aclaración. Hace unos momentos estuve charlando con Nicolás, compartiendo lo que cada uno iba a exponer, y yo me encontraba bastante disconforme con lo que había escrito. Contándome Nicolás lo que él iba a decir, me di cuenta que me había olvidado de algo muy importante en relación al tema que hoy nos convoca. Al terminar el secundario empecé a estudiar Administración de Empresas, lo hice durante dos años, y luego creí que mi vocación y mi misión consistía en seguir a Cristo como sacerdote. Me puse en las manos de un sacerdote y luego de recorrer un camino con él, dejé todo lo que estaba haciendo y decidí entrar al Seminario. Ese camino no llegó a su fin (por distintas razones). Luego encontré, gracias a Alberto Fariña, en la Psicología lo que creo es mi misión, una profesión en la cual me iba a poder dedicar al prójimo y a través de la cual poder evangelizar sin saber bien cómo iba a hacerlo. La invitación de la Lic. Elsa Donadío para dar un testimonio sobre la vocación y misión como católico en la situación de alumno universitario me tomó totalmente por sorpresa. Nunca había pensado sobre cuál sería mi misión como universitario, sí como persona, pero circunscripto a una esfera individual. En los comienzos de mi carrera han habido algunos profesores que en el curso de ingreso y en primer año plantearon una visión integrada del hombre donde se articulaba la dimensión religiosa y ontológica del hombre con las demás esferas que lo constituyen. Esta experiencia me llamó a intentar profundizar esta integración durante toda mi carrera, no siendo posible hacerlo en el ámbito de la Facultad. Siguiendo a quienes me habían mostrado el camino -Alberto Fariña Videla, Elsa Donadío y Guillermo Spinelli- me acerqué a la Fundación Arché y tomé como misión formarme en este sentido, pero en forma paralela a la Universidad. Esta misión estaba proyectada hacia el futuro, en el sentido de una formación que me permitiera llevar adelante mi misión, la que yo creía que era (siempre yo y no ÉL), en el ejercicio de mi profesión. La propuesta de este encuentro y la de este testimonio en particular me llevó a realizar un examen de conciencia, una reflexión. Y me di cuenta de cómo en mi vida me manejo a través de compartimentos estancos que almacenan experiencias, como sí hubiese un sector para cada cosa. Uno para llevar adelante mi carrera universitaria, otro para mi formación en la Fundación Arché, otro para mi vida personal, otro para mi vida religiosa, etc. Como si luego mi “Yo” integrara todo esto, que de hecho de alguna manera sucede. Pero es evidente mi escisión interna, intentando ser yo mismo el centro integrador. Cristo pasa a ser de este modo parte de mi experiencia subjetiva personal. No es Él el centro, el Camino, la Verdad y la Vida. Entonces queda reservado para cierto ámbito y con determinadas personas, donde sintiéndome seguro, como los apóstoles antes de la venida del Espíritu Santo, nosotros “los buenos”, podemos hablar de estas cosas. Es evidente la pobreza de mi Fe. 1 Esto no siempre es así, existiendo también experiencias de encuentro y participación en Cristo con nuestros hermanos. Pero hay una gran resistencia a abandonar el mando, el control y el destino de nuestras propias vidas en las manos de Dios. Y que sea en Cristo donde todo cobre sentido, unidad y salvación. Somos hijos y cómplices de una cultura escindida. Dentro de este relativismo tolerante que enmascara un gran escepticismo lleno de desconfianza, no nos animamos a hablar de Cristo en un ámbito que no sepamos que va a ser bien recibido, limitándose casi siempre al ámbito religioso. La Fe por un lado y la vida por otro. La Fe por un lado y la ciencia por otro. Llevamos el peso de los errores y de las culpas de los que nos han precedido, pero somos cómplices al continuar con dicha actitud. Esto es lo que sucede en las universidades, por lo menos la que me ha tocado conocer. En una universidad confesional, dentro de las Ciencias Humanas, más precisamente en Psicología, Cristo -el Arquetipo del hombre- es el gran ausente. Es más, es como si estuviese prohibido nombrarlo. No sé hasta qué punto verdaderamente creemos que el Hijo de Dios se hizo hombre y vino al mundo. Si Él se encarnó, esto cambia todo. Y los cristianos la mayoría de las veces no vivimos como si esto verdaderamente hubiese ocurrido. Es por eso que lo callamos, que no somos verdaderos testigos de La Buena Noticia. Luego del examen de conciencia, siguiendo al Santo Padre en este año santo, quiero pedir perdón como cristiano e Iglesia, a Dios y a mis hermanos. Y pedirle al Padre, en nombre de su Hijo, la gracia de la Fe y la unidad en Cristo 2