Agosto 2011 UTOPIA PRO PATRIA JRRQ (3)

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José Roberto Rodríguez Quesada,
Diputado, Agosto de 2011
Utopía Pro Patria
Por las circunstancias que depara la vida, hace quince meses nos
hemos encontrado y conocido en este Congreso. Tenemos la enorme
responsabilidad de saber legislar bien o dejar al país, después de
nuestro paso por este Congreso, en peores condiciones; a pesar de lo
muy ilusionados que llegamos aquí por primera vez.
En los últimos 20 años han pasado por este Congreso, más de 285
legisladores (as) y para decir la verdad esta Institución no ha cambiado
mucho.
Las mismas paredes y los mismos asientos; un Congreso que se quedó
rezagado en el tiempo. Un reglamento vetusto e incómodo para legislar;
pero lo peor no está ahí, ¡ojalá fuese así! Es que detrás de esas grandes
incongruencias, no existe – teniéndolo –, un pensamiento claro, objetivo
y racional de los legisladores que estamos o que hemos pasado por
aquí, y que hubiéramos logrado hacer las grandes transformaciones que
este país necesita.
No hay otra alternativa: si queremos ser consecuentes, debemos dejar
para las futuras generaciones, aportes transformadores que dinamicen
todos los estratos de la sociedad costarricense. El tiempo no espera y
he aquí el dilema: o le damos validez y revalidamos el quehacer político
transformándolo profundamente, como el instrumento más importante en
la que basa todos los postulados la democracia; o vamos camino a una
crisis más profunda y a deterioros insospechables, ya que nuestra visión
de vida y el quehacer político perdieron toda su grandeza y
transparencia para construir realidades concretas y se quedaron
simplemente en palear las crisis. Requerimos planteamientos de largo
plazo de lo que queremos debe ser la Nación, que nos permitan
construir los nuevos ideales sobre los que debe sustentarse la nueva
sociedad.
Estamos aquí para sacar al país de su parálisis e ingobernabilidad, y de
su severa lentitud en las decisiones importantes para apalancar el
desarrollo económico y social. Todo rezago en esta materia tiene
severas consecuencias para la marcha y la competitividad del país, peor
aún si el país no tiene un norte ni la evidencia jurídica para la inversión.
Se ha perdido la capacidad de comunicación, es la hora de que este
Parlamento diseñe y ponga al alcance de todos la capacidad de llegar
acuerdos; y logre convenir sobre los grandes propósitos comunes,
mismos que puedan transformarse de verdad en resoluciones a cumplir
por todas las partes involucradas, de las que salgan las grandes
soluciones y las grandes oportunidades.
Esta es nuestra propuesta. Ir en busca del tiempo perdido y lo dejado
atrás por hacer, la capacidad de entender la realidad, de los retos
olvidados, el hacer las cosas a tiempo, sin dilatarlas, que permita que el
ciudadano recupere de nuevo la fe en la democracia. Que no haya
temor a los cambios ni a reparar los errores, para permitir a la postre,
darle la verdadera dimensión al quehacer político.
Compañeros diputados y diputadas, no perdamos de vista que
corresponde a esta Asamblea un papel fundamental en la búsqueda de
respuestas a los diferentes actores sociales, por más disímiles que sean
entre ellos, para que su mediación sea un éxito.
La Constitución establece los mecanismos para hacer las leyes. Esto ha
permitido por muchos años que este Congreso haya aprobado tantas
leyes, aunque son muy pocas las que revisten carácter de legislación
necesaria. Lo más apropiado sería la derogatoria de muchas, ya que la
duplicidad con otras legislaciones ha creado tal caos que solo esta
Asamblea podría solucionar semejante entuerto.
Asombra que tantos legisladores de uno y otro partido que han pasado
por este Congreso dedicándose en su mayoría a hacer las leyes, no
hayan caído en la cuenta que todos esos años, el Congreso se ha
convertido en una fábrica de hacer leyes, que en su mayoría, no han
resuelto los problemas de este país.
Las emisiones de algunas de ellas, han sido sumamente importantes,
por cuanto lograron llenar vacíos existentes, y en otros casos,
completaron aspectos que quedaron pendientes, tramitología que se
hacía necesaria.
Con esas justificaciones que he manifestado no quiero decir que las
diferentes Asambleas de los últimos años cambiaran y dieran un nuevo
rumbo al país. Para curarme en salud, reconozco que legislaciones
como por ejemplo: Las Garantías Sociales, Asignaciones Familiares,
Banco Popular, la Nacionalización Bancaria, Ley de Protección al
Trabajador, Sala Cuarta, fueron hitos en la historia de la legislación en
este país y que gracias a ellas, el país no cayó en la trampa de la
inestabilidad social.
Yo me pregunto, ¿si en otros momentos se pudo producir legislación
acertada y oportuna, porque ahora no? ¿Serán los grupos de presión los
que impiden a esta Asamblea legislar por la justicia y el bien común?
¿Qué otros intereses se mueven alrededor de este edificio para que esto
no suceda? Todos saben que diariamente se mueven cientos de
personas, haciendo “lobby” a favor o en contra de diferentes proyectos
de ley. Los miles de costarricenses, por los que se debería legislar para
mejorar su condición de vida y lograr que esta sea menos sufrible,
nunca los vamos a encontrar aquí en corbata, ni manejando bultos
sofisticados y de calidad, ni con proyectos sustitutivos, con tal de que un
proyecto sea o no ley de la República, pero que en nada beneficia, más
bien hunde en la pobreza a los más pobres de los pobres del país.
Ya no es posible que la Asamblea Legislativa apruebe proyectos que
parecieran necesarios. Y los aprobados en un país cada vez más
enmarañado, se pierden en la vorágine de lo desconocido, ya que nadie
sabe por dónde vamos o que es lo que deberíamos hacer para cambiar
la dirección de un país que se cae en pedazos y lleva rumbo
desconocido; por cierto muy a tenor con algunos grupos que quisieran
el rompimiento de los valores democráticos para, según ellos, apostar a
sus legítimas convicciones.
No terminaremos de replicar que nuestro desarrollo en general ha sido
lento, confuso en la movilidad social, y qué decir de la deficiencia de los
servicios de infraestructura.
Las recetas económicas de los últimos 25 años del siglo pasado no
dieron los resultados esperados. Las privatizaciones y otros
componentes de los ajustes económicos llevaron a muchos
costarricenses a perder logros alcanzados en materia social. Se rechazó
la importancia del bienestar de vida social del pueblo.
Cansa que todos los días se diga que el Estado requiere una profunda
investigación, un debate nacional, para la reconstrucción de una nueva
sociedad. Digo cansa, porque nadie toma las acciones en ese sentido.
Ojalá fuera esta Asamblea, la que sin titubeos, se lance a este
impresionante campaña nacional.
Muchas cosas se les pueden considerar a los políticos, pero lo
imperdonable ha sido su incapacidad y haber quebrado los consensos
que son aquellos sentimientos compartidos por todos, o la misma
definición de una o muchas situaciones particulares, se manifiesta en la
solidaridad y se simboliza en las representaciones colectivas -que antes
los hubo- para poner en marcha una propuesta sostenible del país.
Con todo respeto y consideración a los señores y señoras diputados,
hablamos de ponernos de acuerdo para sacar una agenda de consenso
como se dice ahora. Se pueden votar todos los proyectos existentes en
la agenda parlamentaria, sin embargo, los resultados serán magros, por
cuanto todos los proyectos juntos, como lo he dicho, no representan
aportes significativos de lo que verdaderamente le urge al país.
Necesitamos proyectos transcendentales y que rompan el paradigma de
un país, del que ya se dice hace tiempos, está estancado, entrampado y
que perdió de vista la unidad nacional.
¿Acaso no es cierto que ya llevamos varias décadas perdidas, y por lo
mismo los ciudadanos buscan otras formas de poder, porque el estilo de
hacer política ya se acabó? ¿Ha sido este Congreso un agente de
cambio, o solo cumple por inercia lo que está en la agenda legislativa?
¿Somos claros de la misión que por encargo nos delegó el pueblo y de
las respuestas que tenemos que dar para que el país salga de su
letargo? ¿En otras palabras, somos conscientes de lo que se debe
hacer por la patria, dada la enorme responsabilidad que asumimos el
día que salimos electos?
Es una lástima que los partidos políticos, hayan perdido credibilidad;
pero aun así, yo creo que si vivimos con autenticidad lo que creemos,
podremos transformar al país y pondremos como punto de partida en
primer lugar, las grandes transformaciones sociales pensando en
aquellos que no saben si mañana podrán arribar un pedazo de pan a la
mesa para sus hijos.
La deuda social sigue pendiente de solución, o sea, nuestros gobiernos
no han tenido la capacidad de responder a las necesidades reales de la
población. Lastimosamente no hemos detenido en la historia y anclados
vivimos del pasado.
No termino de recalcar que la pobreza que en este país ya traspaso los
límites, es un peligro para la democracia como forma de vida. De allí la
necesidad de un fuerte liderazgo, para respaldar en todos sus extremos
un gran proyecto social. Para llegar allí requerimos, para hacerlo viable,
de una acertada planificación sistemática a corto, mediano y largo plazo
en materia económica. Es una condición importante, sin la cual no es
posible la estabilidad y el desarrollo en sus diferentes extremos.
Aquí también nos hemos preguntado en este Congreso por las
dimensiones de un proyecto país, que concluya con un modelo de
desarrollo en los términos de un proyecto de sociedad que lleve a una
verdadera reforma política que permita la incorporación de los diferentes
grupos sociales -sin dejar por fuera a nadie- en los procesos políticos de
los que hemos venido hablando.
Aquí todos somos conscientes de que debemos cambiar el manejo y los
mecanismos que se han venido utilizando en la toma de las decisiones
políticas. No es posible aceptar el franco deterioro del sistema político,
sin que hagamos y adoptemos los cambios de conformidad con los
tiempos.
Presumimos que nuestro modelo de desarrollo centralizado y
paternalista ha fallado, y no ha sido determinante en la solución de la
pobreza, la pobreza extrema y la exclusión de muchos costarricenses,
aspecto que está provocando la insatisfacción colectiva de muchas
familias.
Ha sido un modelo que ha beneficiado a unos más que otros. De ahí
que la pobreza se concentra en regiones de todos ya conocidas.
Cada día se hace más inmanejable el déficit. Se está haciendo crónico
el desbalance de lo que vendemos y compramos y dentro de las cosas
que producen grima; la lentitud, la arbitrariedad y la ineptitud de las
instituciones públicas, para resolver los problemas de los ciudadanos. Lo
peor, la impunidad en la que cayeron, dejando en la indefensión a los
ciudadanos.
Es muy lamentable la falta de compromiso de la clase política de la que
nosotros formamos parte; a veces sin un ápice de interés frente al reto
de los asuntos primordiales, muchos de ellos herencias viejas, como la
exclusión de muchos costarricenses de una vida mejor, y otras que
ustedes conocen.
Los partidos políticos y movimientos que no tienen ideas, y que no
tienen programas, no pueden construir los futuros posibles de la Nación
“porque nada hace tanto daño a la salud de la democracia, que creer
que la democracia está segura” (Cherterson).
Sin la arquitectura de consensos políticos como instrumento para el
ejercicio permanente no será posible ninguna acción que lleve a las
grandes transformaciones que el país con urgencia necesita.
Ya lo decía anteriormente: debemos hacer bien lo que hacemos; tal
como un nuevo proyecto nación, profundos cambios estructurales,
concertar a la sociedad, y cuando esta lo permita hablar en un solo
idioma y con el poder ya en manos de esta Asamblea, prodigar una
visión de desarrollo hacia futuro y más allá de las fronteras nacionales.
Sin profundas reformas institucionales no será posible construir, nuestro
proyecto democrático para los nuevos tiempos.
El desencanto del pueblo es general:
1.- El sistema de derecho está severamente cuestionado.
2.-La justicia no cumple las necesidades más apremiantes de los grupos
más vulnerables. Hay una justicia para ricos y otra para pobres.
3.-Los atrasos judiciales, el poder que ejerce la política y el dinero tienen
hastiados a los sectores que no tienen acceso, a por lo menos a las
migajas que caen de la mesa.
Seremos una democracia estable en la medida que el Estado de
Derecho sea norma e institución que cumpla a cabalidad su cometido,
con absoluta soberanía de cualquier tipo de influencias, pero además
fortalecida en las luchas contra las injusticias sociales y políticas
coherentes en materia de redistribución.
El exceso de males que afecta a esta sociedad, entraron sin tocar las
puertas al Poder Judicial. Se puede corromper el Poder Ejecutivo, la
Asamblea Legislativa, pero si se corrompe el Poder Judicial, hasta ahí
llega cualquier democracia.
Tenemos que ser reiterativos en el sentido de que una democracia para
que funcione tiene que estar sustentada en la educación política y la
formación de los valores que el país y su gente ha perdido
aceleradamente.
Aquí pareciera que a lo que estamos acostumbrados, es a la
improvisación diaria, muy lejos de haber aprendido a manejar la
planificación política y administrativa y a dirigir con antelación los
decretos del Poder Ejecutivo; de ahí tanto fiasco en el quehacer político
nacional.
Los partidos políticos buscan el poder pero una vez con él no saben
gobernar. Hace rato se viene hablando de la ingobernabilidad del país;
ya que no existe como debiera ser o no se vislumbra la coordinación
interinstitucional para poner a funcionar eficazmente y una vez por todas
el conjunto de órganos que constituyen el Estado.
A quién no le duele saber que el Estado, responsable de mitigar las
amenazas sociales, hace tiempo implosionó. Murió el Estado y la
sociedad civil que lo respaldaba. No se me tome a mal, pero una nueva
construcción del Estado requiere ser sustentada sobre la base de
quienes poseen el poder económico y político para apalancar una nueva
estructura y una nueva sociedad.
Una nueva élite de poder económico comanda el país y dejó atrás a los
pensadores académicos. De esta forma la apertura y hegemonía del
mercado han acaparado todas las esferas del Estado. Lastimosamente
naufragó el sentimiento nacional. Al mercado le importa un comino el
aumento de la miseria y de la pobreza extrema, siempre y cuando no
atenten contra su libertad; a su estilo, pregonan la necesaria
competitividad del Estado.
Atrás ha quedado un Estado atrofiado; además de un pueblo pobre y sin
identidad.
Se achica el poder del Estado, ausente de los procesos productivos y al
servicio de los grandes monopolios, oligopolios y de las conversiones.
No sobra decir aquí, que también nos ha faltado la cultura y la
determinación de saber decidir a tiempo y oportunamente. En ese orden
de cosas, este país nunca ha tenido que luchar por tener las cosas; todo
lo ha obtenido gratuitamente, somos solidarios a medias y más
individualistas que otra cosa.
Casi como estilo de vida, nunca nos comprometemos con nada ni con
nadie. No planificamos y todo queda para el después. No evaluamos
nada de lo que hacemos. Aspiramos a grandes proyectos, pero nunca
definimos ni el cómo ni las condiciones que dependen para su éxito.
Somos expertos en manipular pretextos para evitar la confrontación de
las ideas, como si nada estuviera sucediendo a nuestro alrededor.
La moderación, siendo la clave del éxito, no es palabra común en
nuestro diccionario, vivimos como ricos siendo pobres. Inconstantes en
todo; hablamos como sabios y después queda el vacío irresponsable de
las palabras.
El Pacto Social Fundamental Interino o el Pacto de la Concordia de 1821
que dio vida institucional al país y permitió que se forjara la nacionalidad
costarricense y que se consolidara un modelo de sociedad solidaria, es
letra muerta para unos y otros.
Señores y señoras legisladores, tomemos conciencia de que nuestro
sistema democrático requiere ajustes y cambios profundos. La
esclerosis del Estado y de la sociedad es grave y la multiplicidad de
leyes asusta y como un cáncer paraliza la labor del Estado. Unas se
oponen a otras creando un caos irremediable.
Necesitamos un alto en el camino para ponerle coto a un Estado torpe e
inepto.
Leyendo el informe del Estado de La Nación de los últimos años, nos
encontramos, lastimosamente, una Costa Rica, con una inmensa
mayoría de pobres y unos pocos disfrutando de la riqueza; peor aún,
con una educación colapsada que sigue fortaleciendo a los que más
tienen y creando masa de ignorantes.
Si la educación no ha podido sacar adelante al país, todo indica que las
propuestas de los modelos de desarrollo en ese campo, no se adecuan
a las necesidades del país.
También aburre que todos los días se diga lo mismo sobre el sistema
educativo, sin embargo y a pesar de ello se hace poco para enfrentar su
baja calidad, y el derroche de dinero que va a miles de canastos sin
fondo. Lo mismo en torno a los recursos de la educación superior, que
parece desligada de las riendas del desarrollo nacional
Espero que nadie se moleste si afirmo que el Parlamento, de seguir la
vía tal y como viene haciendo las cosas, está ratificando esquemas
viejos del pasado, y la afección de un Estado que ha perdido el control
de la enorme responsabilidad que le corresponde; por el contrario, cayó
en un estado de involución y total desacoplamiento. Erró el camino y va
sin rumbo.
Con la soberanía nacional por el suelo y con un pueblo sin voz, solo
queda que este Congreso levante su rostro y ponga la cara de frente y
se deje apoyar para que de nuevo como lo hizo en otros momentos,
subsane y corrija el daño hecho hasta ahora. Renueve y abra espacio a
todos los costarricenses alrededor de un nuevo proyecto político. En
otras palabras que devuelva a la sociedad y al Estado aquellas
funciones que permitieron el protagonismo del pueblo, base de sus
derechos primigenios.
Existe una tendencia a ver el desarrollo como la panacea de todo;
sinembargo, si examinamos a fondo esta visión, como la conceptualizan
algunos, está muy lejos de haber generado igualdad, sino mas todo lo
contrario; la misma ha creado una crisis de equilibrio entre los
componentes de la sociedad, máxime cuando los programas sociales
han sido reducidos considerablemente. Resultado de tales políticas
restrictivas saltan a la vista: conflictos de toda naturaleza. Un peligro que
engloba esta situación es el deterioro que da vida a la desintegración
social. Al desgastarse las bases que permitían sostener la sociedad
costarricense, se han ido manifestado en demasía actos de violencia;
máxime que la protección de muchas de las garantías constitucionales
han perdido vigencia, y han ido desapareciendo los componentes que
daban vida a la dinámica de la integración de la sociedad.
Nuestra economía, como todos lo sabemos, sigue siendo débil por más
convenios que se firmen: la diversidad agroindustrial empuja a medias y
los sectores tecnológicos no repuntan.
Sobran las explicaciones y un abundante material sociológico nos ayuda
a entender las razones por las cuales el Estado no logró después de la
segunda mitad del Siglo XX, la simetría social y no supo empujar
oportunamente el apalancamiento económico y la consolidación del
sistema democrático. Pero sí un Estado gigantesco que dominó todos
los estratos, al extremo de que nada se movía, sin su consentimiento.
Así se perdió la participación ciudadana, el análisis productivo, el
espíritu solidario y un estilo propio del ser costarricense.
Los ciudadanos se quedaron sin representación y sin poder asumir
posiciones ante las resoluciones políticas más importantes del país. No
hubo espacios para expresar el derecho a la queja y menos a márgenes
de discusión que podrían haber permitido la democracia participativa,
sino que todo espacio se cerró al debate y a la polémica sana.
Señores y señoras diputadas: cuando una sociedad ya no es capaz de
resolver sus asuntos más inmediatos, cuando las disconformidades son
palpables, las desigualdades se evidencian a flor de piel y un
sentimiento de frustración invade a la población se debe poner atención;
porque ya no habrá capacidad alguna para enfrentar el desasosiego de
los que se sienten heridos por la oprobiosa riqueza de unos pocos.
Señores legisladores y legisladoras, una sociedad sin la capacidad
ciudadana para expresarse permanentemente sobre la cosa pública y
que cada día ve cercenada su capacidad de representación y
participación está muerta.
No está de sobra decir que es necesario ir por la recuperación de todo lo
que se ha perdido de identidad como nación. Por la misma razón, se
debe poner mayor atención en cómo deben ser emprendidas las
políticas económicas para que no dañen el entorno de los valores
nacionales ni sean disparadores que modifiquen los estilos que el país
promueva en materia de desarrollo.
El país no puede darse el lujo de esperar más tiempo; corresponde a
esta Asamblea plasmar su propia estrategia, estableciendo la agenda
que dé paso a las reformas sociales y económicas, que permitan el
camino expedito hacia una representación política sin que nadie quede
excluido.
Es notoria la lejanía del Estado, sus instituciones y su burocracia; tanto
que los ciudadanos han dudado de la validez de acercarse a esas
dependencias para dar cumplimiento a sus necesidades.
Así como lo dijimos anteriormente, el Estado costarricense implosionó y
hacia fuera ya no hubo quien lo sustituyera al perder todo prestigio y
credibilidad. Estamos en crisis, viviendo como ricos en un país de
hambrientos material y espiritualmente.
Soy consciente de que el trabajo en Comisiones es necesario, porque
ahí se definen propuestas de ley importantes para el país; pero no
perdamos de vista que este Congreso, en el que la historia nos puso
singularmente a ustedes y a mí, debe reformular con el Gobierno y los
grupos de la sociedad civil la nueva sociedad que hoy queremos para
Costa Rica y la que podamos hacer para los próximos 25 años.
Mi impresión es que no hay vuelta de hoja, ahí radica el profetismo
político a que estamos llamados; caso contrario los vientos correrán
contra nosotros y estaremos posponiendo timoratamente, lo que ya hace
50 años se pudo haber hecho. Siempre el “nadadito de perro” que nos
ha distinguido como sociedad.
No me gusta el país, donde cada día se privilegia la riqueza y la
exclusión es un fenómeno galopante. Menos como yo lo sigo
percibiendo: han desaparecido aquellas redes sociales que permitían y
hacían posible la anidación de la familia y el espíritu comunitario. Hemos
interrumpido abruptamente la continuidad de algo que nos hacía grande:
la estabilidad económica y social, ya casi no comulgamos con el diálogo
y de aquí a la torre de babel solo hay un paso. Al confundir Yahvéh la
lengua de los pueblos, echa por tierra de la manera más sencilla toda la
arrogancia humana. El gobierno divino del mundo ha puesto un límite
cierto a toda ambición humana. Parece que esta no nos permite
ponernos de acuerdo en nada, aún más, salir adelante, de la crisis
implica necesariamente que todos los actores del proceso ganarán y
perderán a la vez. De ahí la necesidad de equilibrios. Urge la sensatez y
los compromisos de los grupos autorizados para ordenar y establecer
los lineamientos de una nueva sociedad que requiere apostar de nuevo
al movimiento de todas las redes del cuerpo social para permitir entre
otras cosas la tan deseada movilidad social. Recomponer el Estado
social de derecho. Que las instituciones del Estado, de verdad, estén al
servicio del pueblo y no sean el usufructo de los que allí trabajan. Que
se abran de nuevo los espacios de opinión pública para que desde ahí,
la sociedad civil tenga los espacios suficientes para opinar, disentir y
hacer valer sus derechos.
Cuánto desearíamos que fuese esta Asamblea la que, -motu propio- se
convirtiera en centro de gravedad del país y desde aquí se dieran y se
reformularan los grandes cambios que la patria necesita; algunos por ley
de la República y otros concertados con los diferentes actores citados
en materia tan delicada como el desarrollo económico: de suerte que
éste no renuncie nunca a los principios de bien común, la dignidad de la
persona humana y respete todo el acervo de nuestras costumbres. Es
obvio que la propuesta debe ser coherente con los reclamos de los
diferentes grupos de la sociedad.
Por supuesto, un modelo de desarrollo que evite la exclusión social y
permita el acceso de todos a los recursos y especialmente a la
educación, vista como inversión del capital humano y promotora de la
movilidad y equidad social. Amplia participación en los beneficios
económicos, culturales y políticos; acceso a la información;
descentralización del poder, y la solidaridad como forma de vida. Y
sobre todo, un Estado democrático y social de derecho que retome de
nuevo el control de las políticas sociales, abandonadas por los
programas ajuste; y se fortalezcan de nuevo los órganos especializados
sobre la materia para que el beneficio del desarrollo llegue a todos los
costarricenses en igualdad de condiciones.
De verdad compañeros y compañeras legisladores, visualizo a esta
Asamblea concertando con todos los actores en un clima de confianza
para el bien del país, compartiendo la misma visión de futuro,
respondiendo a la demanda de acuerdos básicos para la solución de la
ingobernabilidad, buscando la satisfacción ciudadana, solucionando
problemas y demandas sociales, y atendiendo la delicada situación del
país, acompañada, ojalá en la mayoría de los casos, de acuerdos sobre
las disposiciones de cómo deben llevarse a cabo las resoluciones
tomadas que legitimen los actos de gobierno, siempre sobre los cauces
institucionales.
Es el tiempo oportuno para concretar un nuevo modelo de Estado que
haga frente a una economía de futuro para lo cual se deben superar
todos los retos actuales para interpretar adecuadamente los
movimientos que empujan la modernidad y que pueda corregir las
deficiencias encontradas, de las cuales no es ajeno el marco jurídico
actual.
Hemos manifestado atrás que los problemas del país, no son exclusivos
de administración o económicos.
El asunto es más profundo y mezcla aspectos de la vida cotidiana; como
las quejas sociales, que ponen en peligro el equilibrio de la sociedad y
los logros obtenidos hasta la fecha.
A unos y a otros nos corresponde asumir la responsabilidad, sobre el
sendero que queremos imprimirle al país, poniendo en marcha
predicciones en materia de estímulo e inversión, preferiblemente bajo
modelos de economía solidaria
Destacamos en el documento la complementariedad que debe marcarse
sobre la solvencia moral y la eficiencia administrativa.
También insistimos en que toda reforma requiere ajustes, en la que
todos los actores ganan o pierden.
El país debe apuntar a acciones claras en inversión social coordinada y
vinculada a las verdaderas necesidades de la ciudadanía. De ahí la
necesidad urgente de un salto cualitativo en educación de calidad, salud
e infraestructura, déficit gravísimo desde hace muchos lustros.
Marcos estratégicos confiables que permitan hacer efectiva la inversión
en ciencia, arte y tecnología, creatividad e innovación, y la apertura de
conformidad con la idiosincrasia costarricense.
Reconocemos que la estructura de las exportaciones han sido un signo
positivo, no así la competitividad y la productividad, en la cual el país
está debiendo.
Muy preocupante es que la pobreza se mantiene y se profundizan la
disconformidad y las desigualdades sociales.
Caminamos paso a paso; ya es hora de dejar atrás la pesadumbre y se
asuma la obligación mancomunada y la responsabilidad moral para
realizar los cambios, de las que tanto hemos hecho mención en este
documento.
Una Nación que rompa paradigmas, estimule el ahorro, promueva las
inversiones solidarias, le dé sentido a proyectos productivos y consolide
un país de propietarios, fortalecerá el modelo de sociedad a la cual que
todos aspiramos.
Una sociedad que además, deberá respetar las políticas de
sostenibilidad ambiental, manejo de residuos y profundo respeto por los
pueblos indígenas u otras minorías.
Que no haya un solo costarricense a quien se le nieguen los derechos
de participación, así mismo que sea sujeto activo en la búsqueda de
soluciones políticas pluralistas y de consenso que premien con
abundancia y equidad las necesidades del pueblo.
También visualizo a esta Asamblea poniendo los fundamentos para el
desarrollo de una nueva Patria y un nuevo Estado, aprovechando el uso
de la tecnología, de la comunicación y de la información. Debates
profundos que resuelvan lo que buscamos y lo que queremos para el
país, o tal vez la Tercera República de conformidad con los signos de
los tiempos.
Ojalá dejemos atrás los supuestos que nos caracteriza y que no son
respuesta a nada, ni la creación de parábolas políticas, responsables de
la destrucción social y de una sociedad que va a rumbos desconocidos.
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