REFORMAR EL VATICANO Lo que la Iglesia puede

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THOMAS J. REESE
REFORMAR EL VATICANO
Lo que la Iglesia puede aprender de otras instituciones
La estructura de la iglesia católica no ha sido siempre como hoy la conocemos. La historia muestra que la iglesia siempre ha echado mano
de estructuras, principios y formas de la sociedad y del estado secular
de cada época. Un cambio en la organización de la curia vaticana, con
la adopción de prácticas del mundo político actual, no sería ninguna
revolución, sería más bien una manera razonable de retomar una antigua tradición eclesial. La pregunta es qué podría la iglesia aprender
hoy de las instituciones políticas de nuestro tiempo.
Den Vatikan reformieren.Was die Kirche von anderen Institutionen lernen kann, Stimmen der Zeit 133 (2008) 630-635
Evolución con el tiempo
Cuando Pedro llegó a Roma,
no se puso sin demora a nombrar
cardenales ni a instituir congregaciones y oficinas. Sólo tenía un
asistente que le ayudaba a escribir
cartas. En los siglos siguientes el
obispo de Roma empezó a tener
ayudantes como los tenían otros
obispos: sacerdotes para el culto,
diáconos para la caridad y la catequesis, así como notarios y secretarios para la correspondencia y
otros documentos.
A partir del siglo IV los notarios formaban parte de la corte papal. Escribían cartas, llevaban libros de contabilidad y se ocupaban
de otros documentos oficiales. En
el Sínodo Lateranense de 649 aparecen firmando protocolos y preparando agendas. A menudo el papa
les encargaba misiones diplomáti-
cas o viajes a los concilios de
Oriente por su formación específica y su amplia experiencia.
A partir del siglo XIII la cancillería del papa se convirtió en una
auténtica autoridad. El canciller
era el principal consejero y asistente del papa, como los cancilleres de las monarquías europeas.
Antes de su elección como papa,
Juan XXII (1316-1344) había sido canciller del rey franco, y utilizó los conocimientos adquiridos
en la corte francesa para organizar
los asuntos papales. Más tarde la
Cancillería fue sustituida, primero, por la Dataría Apostólica y finalmente por la Secretaría de Estado, todas ellas con paralelos en
la sociedad secular.
El colegio cardenalicio se formó de manera parecida: un grupo
de importantes sacerdotes y diáconos romanos pasó a ser una parte
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de la corte papal, que aconsejaba
y elegía a los papas. Los cardenales se comparaban a sí mismos con
el senado romano. Cuando la actividad administrativa del papado
aumentó, la tarea de aconsejar al
papa pasó al Consistorio, que se
reunía una vez al mes (tres veces
a la semana a partir del siglo XIII).
El hecho de que los cardenales eligieran al papa daba al colegio cardenalicio un enorme poder que en
las sociedades seculares ni siquiera poseía la nobleza. Posteriormente el poder de los cardenales
fue cercenado por los papas, al
igual que la influencia de los nobles quedó limitada con la llegada
de los monarcas absolutos.
La estructura de la curia romana ha ido cambiando, pues, con el
tiempo. Con frecuencia los papas
han tomado y adaptado prácticas
de los gobiernos seculares. Un
cambio en la organización del Vaticano actual con la adopción de
prácticas del mundo político actual sería una manera razonable de
retomar una antigua tradición eclesial.
El caso del nombramiento de
obispos
El papado actual rige la iglesia con una plenitud de poderes
que ya querrían para sí todas las
monarquías absolutas: ostenta el
poder legislativo, ejecutivo y judicial. Y este poder es especialmente visible en el nombramiento de los obispos.
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En los primeros siglos de la
iglesia, el obispo local era elegido
por el pueblo y de entre el pueblo.
En el caso ideal, los creyentes se
reunían en la catedral, donde -tras
una oración en común- escogían a
un hombre de edad, santo y experimentado para que los gobernara.
En la práctica se formaban facciones con candidatos opuestos, hasta llegar incluso a la violencia. Los
creyentes no hablaban siempre con
una sola voz.
En la elección participaba no
sólo el pueblo, sino también el clero y los obispos de la región. León
I (440-461) describió el ideal al
sostener que nadie podía ser obispo si no había sido elegido por el
clero, aceptado por el pueblo y
consagrado por los obispos del lugar. El clero conocía mejor a los
candidatos que el pueblo y estaba
menos interesado en resolver sus
conflictos por la fuerza. A pesar de
todo el obispo, como guía de la comunidad, debía ser aceptado por
el pueblo de entre los candidatos
que el clero presentaba y que normalmente eran aceptados por aclamación. Para ser obispo, el candidato debía ser consagrado por los
obispos de la provincia eclesial
presididos por el arzobispo metropolitano. Si, por causa de herejía,
inmoralidad u otros delitos resultaba inaceptable, los obispos podían negarse a consagrarlo.
El inconveniente de este proceso consistía en que podía ser
controlado por los nobles y los reyes, quienes con su poder y con
amenazas de violencia, podían im-
poner sus deseos a la iglesia. El
nombramiento de obispos por parte de reyes y nobles (eligiendo a
bastardos reales y oportunistas políticos) llevó a la corrupción del
episcopado
Desde Gregorio VII (10731085) los reformadores papales se
propusieron frenar la influencia
política en las elecciones episcopales. Sin embargo, no se pudo impedir que, en general, los monarcas católicos nombrasen a los
obispos. Sólo en la región de la actual Alemania los capítulos catedralicios tenían derecho al voto,
pero como éstos se componían exclusivamente de nobles, también
aquí su influjo fue determinante.
Aunque también es cierto que los
nobles y los reyes fueron a veces
los grandes renovadores de la iglesia. Fue el alemán Enrique III
quien destituyó a tres papas y reformó profundamente la institución. Otro príncipe alemán, el emperador Segismundo, consiguió
poner fin al cisma de Occidente.
ciente poder papal. En los primeros siglos de la iglesia los concilios
episcopales, nacionales y regionales, colaboraban en la formulación
de la doctrina, coordinaban la política eclesiástica y cuidaban de un
foro que podía juzgar a los obispos. Ante las diferencias de opinión, el obispo de Roma hacía de
tribunal de apelación. Las conferencias episcopales nacionales son
la verdadera sucesión de estos concilios, pero el Vaticano se niega a
concederles la independencia que
tenían los antiguos concilios. El
concilio de Constanza (14141418) acabó con el cisma de Occidente y depuso papas obligándolos a retirarse.
La centralización del poder en
el Vaticano era a menudo una respuesta legítima a la influencia política de reyes y nobles en la vida
de la iglesia local. Los papas podían oponerse a los reyes mejor
que las iglesias locales. Pero cuando apenas hay reyes y nobles que
se opongan, dicha centralización
del poder no parece necesaria y es
incluso contraproducente.
El final de las monarquías
Todo esto cambió con el final
de las monarquías en los siglos
XIX y XX. En vez de volver a la
elección de los obispos por el clero local, los papas reforzaron sus
privilegios, nombrando obispos
leales a Roma y defensores del poder papal.
Pero el nombramiento de obispos no es el único ejemplo del cre-
Seis propuestas concretas
Si la historia muestra que la
iglesia siempre ha copiado estructuras, principios y formas de la sociedad y del estado secular de cada época, entonces la pregunta es
qué podría la iglesia aprender hoy
de las instituciones políticas de
nuestro tiempo. En todo esto, siguen siendo centrales la igualdad
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de derechos de todos, el cumplimiento del principio de subsidiariedad y la creación de un sistema
de división de poderes.
1. La transformación del Vaticano de una corte real en una burocracia. La mayoría de los países
ha transformado sus cortes regias
de príncipes y nobles en aparatos
burocráticos porque ven que aquéllas ya no son adecuadas para el
gobierno de la nación. Pero el Vaticano sigue siendo más una corte
que una burocracia, corte en la que
los obispos y cardenales se parecen a los antiguos nobles y príncipes. Yo recomendaría que no se
elevara a la condición de obispo o
cardenal a ningún funcionario del
Vaticano. El gran inconveniente de
los obispos es que no se les puede
echar aunque sean unos incompetentes o haya un cambio de gobierno. Esta reforma llevaría además
a recordar al funcionariado del Vaticano que es servidor del papa y
del colegio episcopal, y que no forma parte del magisterio pontificio.
2. Fortalecimiento de los gremios legislativos en la iglesia. La
institución del Sínodo de los Obispos por Pablo VI no se correspondió con las expectativas que había
levantado. A mi parecer, ningún
funcionario del Vaticano debería
ser miembro del Sínodo de los
Obispos. Podrían participar en los
Sínodos como expertos, pero sin
voz ni voto. Todos los miembros
del sínodo deberían ser elegidos
por las Conferencias Episcopales,
pero nadie debería ser nombrado.
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Los sínodos deberían tener lugar
regularmente (una vez cada cinco
años), con comités que prepararan
su orden del día y sus documentos. Debería haber al menos un
concilio ecuménico por generación.
3. Transformación de las congregaciones en comisiones sinodales elegidas. Las congregaciones y
los consejos del Vaticano son comisiones de cardenales y obispos
nombradas por el papa. Cada una
de ellas es responsable de un determinado tema de la iglesia (liturgia, ecumenismo, evangelización,
derecho canónico). Los cardenales
de la curia son los miembros más
influyentes de las comisiones. El
prefecto de la congregación o el
presidente del consejo aconsejan
al papa y dirigen su política.
Una función importante de toda corporación legislativa es velar
por la burocracia. Por ello, los
miembros de las congregaciones
o consejos han de ser elegidos por
los sínodos o conferencias episcopales que así darán forma a la política vaticana y supervisarán el
aparato del Vaticano. Los funcionarios vaticanos no deberían ser
miembros de congregaciones, aun
cuando puedan asistir a sus sesiones como expertos.
4. Creación de un poder judicial independiente. Uno de los
elementos más importantes de un
estado de derecho es que el poder
judicial sea independiente del resto de los poderes. El trato que la
Congregación para la Doctrina de
la Fe da a los teólogos sospechosos de disentir de la doctrina de la
iglesia es un gran escándalo. Y lo
seguirá siendo mientras se reúnan
en una sola figura (Congregación
para la Doctrina de la Fe) el policía, el abogado del estado y el juez.
Un tribunal independiente compuesto por obispos jubilados quizás podría corregir el problema.
iglesia. Se debería volver a esta
situación, en vez de dejar al Vaticano la decisión exclusiva sobre
documentos magisteriales y disciplina eclesiástica.
Conclusión
5. Elección de obispos. El
nombramiento de obispos por el
papa es una innovación moderna,
que sigue el modelo corporativista según el cual el papa actúa como presidente del consejo de administración y los obispos como
directores de sucursales. Hoy en
día podría ser posible (y sensato)
abandonar este modelo y volver al
sistema que instituyó León I, a saber, que cada obispo sea elegido
por el clero local, aceptado por los
creyentes de su diócesis y consagrado por los obispos de su provincia eclesiástica.
Estas seis propuestas de reforma no instaurarán en la tierra el
reino de Dios. Ninguna estructura
de gobierno es perfecta, toda reforma tiene sus efectos colaterales. Pero estas reformas contribuirían a la instauración en la iglesia
del principio de subsidiariedad y
colegialidad. Vale la pena recordar
que la mayoría de estas reformas
significan una vuelta a prácticas y
estructuras antiguas de la iglesia.
Naturalmente la renovación espiritual y la conversión son más necesarias que una reforma estructural, pero esto no significa que ésta
no sea importante.
6. Fortalecimiento de las conferencias episcopales. No todo
puede y debe ser decidido por el
poder central. La doctrina social
católica insiste en el principio de
subsidiariedad: lo que puede ser
decidido a nivel local debería ser
resuelto a ese nivel. Antiguamente los sínodos episcopales locales
y regionales tenían un papel muy
importante en la configuración de
la doctrina y la disciplina de la
¿Qué oportunidades reales tenemos de que estas reformas se
produzcan? Como sociólogo debo
contestar: prácticamente nulas. La
iglesia está regida actualmente por
grupos que se refuerzan unos a
otros y que saben perfectamente
que esta reforma restringiría su poder. Y esto es exactamente lo contrario de su teología de la iglesia.
Pero como cristiano católico debo
seguir esperando.
Tradujo y condensó: MARÍA JOSÉ DE TORRES
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