HISTORIA BREVE DE LA INDUSTRIA VALENCIANA Ernest Reig Catedrático de Economía Aplicada Universidad de Valencia (Texto publicado en Dos siglos de industrialización en la Comunidad valenciana. Colegio Oficial de Ingenieros Superiores Industriales de la Comunidad Valenciana. 2007. Valencia, pp.27-63). La revolución industrial: un punto de inflexión en la historia de la humanidad Puede resultar sorprendente, pero el nivel de vida de un europeo medio a finales del siglo XVIII resultaba mucho más cercano al de un habitante del Imperio Romano, mil quinientos años atrás, que al del moderno ciudadano de la Unión Europea. Especialmente en las zonas rurales, las familias europeas de la época de la reina María Antonieta se encontraban muy lejos del esplendor de Versalles y con frecuencia peligrosamente cerca del mero nivel de subsistencia. Pero a partir de ese momento el ritmo histórico se aceleró. Bastaron cien años para que la sociedad y la economía experimentaran cambios de gran envergadura que transformaron la forma de trabajar de la mayor parte de la población y sus expectativas vitales. A continuación las nuevas condiciones de vida hicieron retroceder la mortalidad epidémica y trajeron consigo una expansión demográfica sin precedentes: la población europea se dobló entre 1800 y 1900. Entre la segunda mitad del siglo XVIII y la primera del siglo XX, primero el Reino Unido, y después los diversos países del continente, aunque con desigual ritmo y fortuna, conocieron un fenómeno que marca un antes y un después en la historia de la humanidad: la Revolución Industrial. En ningún aspecto los cambios se manifestaron con mayor claridad que en el alza del nivel de vida, ya que desde 1820 a la actualidad la tasa anual de crecimiento del Producto Interior Bruto por habitante ha sido en Europa Occidental del 1,5% anual, siete veces superior a la tasa de crecimiento anual estimada para los quinientos años anteriores, en que sólo alcanzó el 0,2%1. El resultado ha sido una progresión de los niveles de bienestar sin paralelo por su importancia y rapidez en ninguna etapa histórica precedente. La expansión del capitalismo comercial en el siglo XVIII y las mejoras en las técnicas agrícolas, que permitieron aumentar considerablemente la disponibilidad de alimentos, habían abierto el camino a cambios profundos en la producción de manufacturas en Gran Bretaña. Comenzaron a explotarse a gran escala combustibles fósiles, como el carbón, y la energía hidráulica dio paso al vapor como fuerza motriz de las máquinas. Se inventaron nuevos artefactos mecánicos, principalmente en la industria textil, que permitieron aumentar la producción con un menor gasto en energía humana, y a la vez el trabajo humano pasó a organizarse de un modo distinto mediante la implantación del sistema fabril, que permitió un grado de especialización y división del trabajo desconocido hasta entonces. Hubo también un cambio cultural importante, a medida que las nuevas sociedades científicas, creadas al calor de la Ilustración en los 1 Los datos de crecimiento proceden de los trabajos del economista e historiador norteamericano Angus Maddison. 1 principales países europeos, empezaron a prestar una atención creciente a aquellos descubrimientos que podían tener una aplicación práctica en la producción, dando paso así a esfuerzos conscientes y sistemáticos orientados a la mejora de las tecnologías existentes. La producción en masa de productos manufacturados y el surgimiento de una nueva estructura de clases sociales, en la que los trabajadores asalariados ocupaban un espacio cada vez mayor en términos cuantitativos, fueron las principales consecuencias de todos estos cambios. Al acabar las guerras napoleónicas el Reino Unido disfrutaba de la hegemonía militar y comercial, lo que le concedía un acceso privilegiado a los mercados de ultramar. En su interior las industrias textiles, e inmediatamente después las metalúrgicas, se convertían en protagonistas de cambios revolucionarios. El telar operado mecánicamente, inventado por Edmund Cartwright a fines del siglo XVIII se introdujo en la industria algodonera a partir de 1815, y también el telar francés de Jacquard, que se adaptaba a la energía de vapor y permitía la confección de tejidos cada vez más complicados. De este modo, la producción británica de telas de algodón se multiplicó por diez entre 1785 y 1820, y todavía volvió a multiplicarse por cinco entre 1820 y 1850. Mientras tanto la producción de hierro en lingotes casi se decuplicaba entre 1810 y 1830, y volvía a triplicarse entre 1830 y 1850, a favor del extraordinario impulso generado por la construcción de los primeros ferrocarriles. A mediados del siglo XIX la producción inglesa de lingotes de acero representaba más de la mitad de la producción total mundial y los grandes industriales metalúrgicos buscaban ya activamente mercados extranjeros donde colocar su producción2. En el continente europeo, primero Bélgica, luego Francia y Alemania, y después otros países fueron incorporándose a la industrialización, siempre con un retraso considerable respecto a Gran Bretaña. España llegó tarde a la primera Revolución Industrial, fue un late comer como país industrial, pero, como ha señalado un distinguido historiador de la economía española, el profesor Jordi Nadal, ello no se debió a que faltaran iniciativas y proyectos en épocas relativamente tempranas, sino a que estos fracasaron o sólo se consolidaron tardíamente, en definitiva, hubo “un intento, abortado en gran parte, de figurar entre los first comers . . . el problema básico consistió en la inadaptación del sistema político y social a las nuevas realidades económicas planteadas después de la pérdida de las posesiones continentales de América”3. En España, el éxito de la industria algodonera, ubicada mayoritariamente en Cataluña, no se vio acompañado inicialmente de un auge similar de la producción siderúrgica o de la de bienes de equipo, que eran industrias con mayores exigencias financieras y tecnológicas. La transformación industrial del conjunto del país hubo de esperar al siglo XX, y en especial a su segunda mitad. Sin embargo a lo largo del siglo XIX fueron apareciendo núcleos industriales relevantes en distintas regiones, aunque sólo en Cataluña y el País Vasco pueda hablarse de un proceso generalizado de industrialización en fechas tempranas. Es por tanto el momento de preguntarse: ¿qué papel ha ocupado en esa suma heterogénea y desigual de historias industriales locales y regionales la del País Valenciano? 2 3 Cole,G.D.H. (1963) Introducción a la Historia Económica, 1750-1950. Fondo de Cultura Económica. Nadal,J. (1975) El fracaso de la Revolución industrial en España, 1814-1913.Ariel, pp.226-227. 2 3 Los orígenes de la industrialización valenciana Con demasiada frecuencia, la historia industrial valenciana del siglo XIX se ha resumido en una constatación, la crisis de la industria sedera, y en una tesis explicativa del retraso con que cuajó la industrialización, basada en la idea de que el esplendor agrario ahogó a una industria incipiente. Sin embargo la realidad fue mucho más compleja, como se ha ido percibiendo a medida que ha avanzado la investigación historiográfica, y el panorama del que hoy en día disponemos para interpretar lo acontecido ofrece muchos más matices. A lo largo del siglo XVIII las condiciones sociales del campo valenciano, donde aún pesaba la opresión feudal sobre las condiciones de vida del campesinado y prevalecían condiciones de fuerte atraso técnico, habían impedido que se generaran importantes excedentes agrarios disponibles para ser comercializados. Ello impidió que los agricultores dispusieran de un volumen significativo de ingresos monetarios, y frenó así la expansión del mercado regional para las manufacturas, que hubiera requerido de una mayor capacidad de consumo por parte de la población rural. De este modo apareció una producción manufacturera dispersa, con técnicas tradicionales, de carácter protoindustrial e incapaz de despegar hacia horizontes más ambiciosos. En el Norte, entorno a Morella y comarcas aledañas, existe en aquella época una producción de hilados y tejidos, que combina la manufactura y la producción en bruto. En l’Horta de València se concentra la producción sedera. En las comarcas de l’Alcoià, el Comtat y la Vall d’Albaida predominan las manufacturas de lana y la producción de papel, mientras en núcleos como Crevillente y Elche hay una dedicación a otro tipo de fibras, como el esparto, el cáñamo y el lino. Alcoy es la única localidad que evoluciona tempranamente hacia un sistema centralizado de producción fabril, y todavía a mediados del siglo XIX las únicas fábricas, en la plena acepción de la palabra, se encuentran ubicadas en Valencia, Alcoy, Morella, Segorbe, Enguera y Onteniente. En esta primera etapa la inexistencia de una Revolución Industrial no es desde luego consecuencia de la absorción de capitales e iniciativas empresariales por parte de una agricultura potente y en expansión, sino que es más bien el resultado de una estructura social anquilosada, de unos bajos rendimientos agrarios que limitan las rentas de quienes trabajan en el campo, y de carencias generalizadas en la educación de la población y en vías de comunicación que contribuyan a articular el mercado. La emigración a Argelia, colonia francesa, de numerosos jornaleros y pequeños propietarios agrícolas de la provincia de Alicante a lo largo del siglo XIX, - un contingente que formará parte de los pied noirs que iniciarán el camino de vuelta a Europa cuando este país norteafricano acceda a su independencia - refleja la dureza de la vida en el medio rural. La situación agraria irá sin embargo modificándose a medida que avance el siglo. La transformación de tierras de secano en regadío, el uso de la máquina de vapor para la extracción de aguas subterráneas, la importación de guano para fertilizar la tierra, la exportación de vino y cítricos, todos estos elementos sumarán a la hora de mejorar el nivel de vida de la población rural, dotándola al fin de una importante capacidad de compra de bienes industriales, y pronto imprimirán una nueva imagen al agro valenciano. La sedería valenciana parecía poseer un brillante futuro a finales del siglo XVIII, con nada menos que 3000 telares en funcionamiento y potentes instituciones gremiales. En 4 su recorrido científico por el Reino de Valencia el famoso ilustrado valenciano Antonio José de Cavanilles no dejará de anotar en sus Observaciones sobre la Historia Natural, Geografía, Agricultura, Población y Frutos del Reyno de Valencia (1795-1797) el espectáculo que ofrece la proliferación de moreras: “forman estas comúnmente filas en las orillas de los campos, y es tanta su multitud, que suministran alimento a los innumerables gusanos que fabrican anualmente millón y medio de libras de seda” La producción de seda estaba bajo el control de los comerciantes, que proporcionaban los gusanos de seda a los campesinos y recogían de ellos la seda hilada. El tejido y los acabados se efectuaban en establecimientos de la ciudad de Valencia o poblaciones vecinas, pero la mayor parte de la seda no era tejida en la región, sino que se exportaba tras haber sido hilada y torcida por los labradores o los artesanos. Fue la exigencia de una mayor calidad, tanto por parte de los fabricantes de tejidos como por parte de los exportadores de seda torcida, la que promovió la aplicación de innovaciones y la mecanización de la hilatura y dio lugar a algunos intentos de concentración del hilado en factorías. En Patraix, en la actualidad un barrio de Valencia, se instala la fábrica de hilados La Battifora, que en manos de Santiago Luis Dupuy de Lome contemplará en 1836 la instalación de la primera máquina de vapor de uso industrial en tierras valencianas, traída expresamente de París. En 1848 cuatro hilaturas movidas a vapor producen el 85% de la producción mecanizada, que alcanza las 100.575 libras de seda, doblando los niveles de producción de sólo seis años antes4. En cambio el sector del tejido estaba mucho más fragmentado, y los 1.074 telares existentes en esa fecha se distribuían en buena medida en domicilios particulares, con familias que trabajaban por cuenta de comerciantes. Algunos de estos eran grandes hombres de negocios, como Juan Bautista Romero, miembro prominente del Colegio del Arte Mayor de la Seda, y combinaban la producción en talleres propios con la contratación de artesanos o pequeños fabricantes a los que suministraban crédito y materias primas. Era este segmento de la sedería, el tejido, el que se enfrentaba con una fuerte competencia extranjera, agudizada por el hecho de no disponer siempre de hilo de la suficiente calidad. A partir de 1854, una epidemia del gusano de seda, la pebrina, encareció enormemente la materia prima y provocó cambios drásticos en la sedería valenciana, al agudizar los problemas estructurales que esta ya padecía. Los tejedores artesanos, los velluters, que tanta importancia habían tenido en la Valencia dieciochesca, casi desaparecieron y la mayoría de los telares supervivientes se concentraron en fábricas. Lyon y Barcelona se impusieron en la competencia. Las hilaturas subsistieron, aunque con muchas menos fábricas, y en el campo la morera experimentó una radical disminución, a favor de otros cultivos, como los citrícolas, que iniciaron entonces su expansión por el regadío valenciano. Se mantuvo sin embargo, y se prolongó ya entrado el siglo XX, un sector industrial de tejidos de seda, reducido pero eficiente, especializado en tejidos suntuarios de alta calidad del que aún subsisten algunas empresas destacadas en la actualidad. La crisis de la sedería, el que pudo haber sido y no fue el sector motor de la industria valenciana del siglo XIX, no creó un desierto industrial. Al contrario, las estadísticas tributarias muestran que a finales del siglo XIX, el peso de las manufacturas 4 Martínez Gallego,F.A. (1995) Desarrollo y crecimiento. La industrialización valenciana 1834-1914. Generalitat Valenciana. Consellería d’Indústria, Comerç i Turisme. 5 industriales de la región en el conjunto español es ya algo superior al que representa la población valenciana sobre la española. Esto es algo que no ocurría cincuenta años antes, y establece, aún de un modo poco preciso, un perfil de especialización industrial que en la economía española de la época sólo poseen Cataluña y el País Vasco. La industria valenciana es por aquel entonces un tipo de actividad generalmente de pequeño porte, y ampliamente diversificada, tanto desde un punto de vista sectorial como geográfico. Podemos seguir brevemente la trayectoria de algunos de los focos principales. En Alcoy, en aquella época la ciudad industrial valenciana por excelencia, la pañería de la lana era la principal actividad económica en la segunda mitad del siglo XIX. El número de empresas crecía o se contraía según los altibajos causados por la coyuntura económica, pero cada contracción se saldaba con una mayor capacidad productiva concentrada en un número menor de fábricas. La especialización se orientaba hacia los mercados de menor poder adquisitivo, principalmente el de Andalucía, dado que los nichos de mercado que exigían una mayor calidad estaban ya ocupados por los fabricantes catalanes, y la demanda de vestimenta militar por parte del Ejército se convirtió pronto en uno de los principales factores de dinamización del sector. Las décadas centrales del siglo habían contemplado el inicio de la transición de los husos manuales a los mecánicos en la fase de hilatura, y la difusión del sistema fabril. La mecanización plena del tejido es más tardía: es en la última década del siglo XIX y en la primera del XX, cuando se produce la gran expansión de los tejidos con tecnología moderna: de 142 telares mecánicos en 1890 se pasa a 417 en 1911. El foco industrial alcoyano no se limitaba, con todo, a la industria textil, ya que además de la industria papelera, y de la fabricación industrial de chocolate, la ciudad cuenta desde 1858 con una de las pocas fábricas de cigarrillos que en aquella época existen en España. Sin duda la elaboración de papel había contribuido a atraer a la industria tabaquera, aunque sólo temporalmente pues la fábrica fue cerrada en 1870. En el plano de las ideas, los fabricantes textiles de Alcoy secundarán, especialmente a partir de 1877, las posiciones, fuertemente contrarias a la rebaja de los aranceles para las importaciones de sus productos, que habían adoptado los fabricantes catalanes. Los industriales alcoyanos serán, junto con los productores de arroz, uno de los bastiones más sólidos de las posiciones doctrinales proteccionistas en el País Valenciano, en claro contraste con los puntos de vista librecambistas adoptados por los intereses más vinculados a la agricultura de exportación. Algo más al Sur, a lo largo del Valle del Vinalopó, el excedente de población generado por la expansión demográfica del siglo XVIII no podía encontrar por aquel entonces ocupación suficiente en la agricultura comarcal, que ofrecía pobres rendimientos. La consiguiente disponibilidad de mano de obra barata, y de materias primas, como el esparto, había estimulado la artesanía local, orientada a la producción de esteras y alpargatas. Existía además cierta especialización en actividades de transporte; arrieros de Elche, Elda y otros lugares, llevaban a cabo un intenso tráfico entre la Meseta y la costa mediterránea. El oficio de zapatero, - alpargatas de esparto o de cáñamo, zapatos hechos con cuero procedente del ganado de las montañas de Alcoy – y el de cordelero eran ya bastante frecuentes en la zona en el siglo XVIII. La evolución desde la artesanía de la alpargata a la industria del calzado se fue dando a lo largo del último tercio del siglo XIX, y solían ser pequeños propietarios agrícolas o comerciantes-transportistas que conocían bien el mercado, localizado principalmente en Madrid y Andalucía, 6 quienes avanzaban los pequeños capitales necesarios para comprar la materia prima y contratar a los artesanos del zapato. La manufactura fue desarrollándose y concentrándose en talleres, a favor de ciertos avances técnicos, como la introducción de la máquina de coser ‘Singer’ en 1875, el telar mecánico para lonas y la máquina para cortar la suela. En Elche, que había visto hundirse a partir de 1858 la fabricación de sacos y cordeles de cáñamo, al pasar a importarse yute procedente de la India, los dueños de los telares se plantearon pasar a fabricar trenza para alpargatas, y en 1883, las fábricas empleaban ya a 760 trabajadores. En Elda uno de los pioneros de la fabricación de calzado fino es Rafael Romero que consigue ganar una medalla en la exposición de calzado de París en 1902 y acaba siendo proveedor de la Casa Real5. El trabajo de la madera evoluciona también a lo largo de la segunda mitad del siglo hacia la aparición de fábricas de muebles, partiendo de los talleres que albergan la ciudad de Valencia y determinadas localidades de l’Horta Sud. Los nombres pioneros en esta industria son los de ebanistas y dueños de talleres como Caselles, Suay, Trobat y particularmente Albacar, en cuya casa se formarán varios fabricantes de la siguiente generación. La Exposición Regional de 1883 permite ya constatar el grado de diversificación de la producción que se ha alcanzado: mecedoras, sillas de asiento y de rejilla, muebles curvados, tapizados, etc., y en la Exposición de 1909 los mueblistas valencianos se sienten ya, en cuanto a la calidad del producto, a la altura de sus mejores rivales de París y Viena, cuyos trabajos a menudo les han servido de inspiración. Previamente se ha generado una infraestructura de aserraderos, que desde la década de los cincuenta lo mismo suministra madera para cajas de pasas y naranjas y para toneles de vino, que abastece a los fabricantes de instrumentos musicales como guitarras, bandurrias y pianos. También desde los años sesenta se desarrolla la abaniquería industrial en Aldaya, Alacuás y Valencia, en dura competencia inicialmente con los productos franceses. Se trata siempre de talleres que van incorporando sucesivas mejoras y que, dado que requieren inicialmente poco capital, permiten que la industria crezca en mancha de aceite a medida que algunos artesanos emprendedores van independizándose una vez dominado el oficio, y crean sus propios establecimientos. Las nuevas empresas van proliferando en un número cada vez más variado de industrias. Poco antes de 1850 arrancan las fundiciones industriales de hierro, que encuentran un negocio incipiente en la fabricación de norias para el riego y pozos artesianos. En Valencia, la Primitiva Valenciana, propiedad de un antiguo oficial de cerrajería, Valero Cases, fabrica en la década de los años setenta norias, prensas para vino y aceite y para pastas alimenticias, así como máquinas de vapor. En 1884 de la empresa de su hijo y sucesor saldrá la primera locomotora fabricada en España. De sus talleres surgirán también los creadores de otras empresas del sector, como La Maquinista Valenciana, que fabrica estructuras metálicas, ruedas hidráulicas y máquinas de vapor6. En 1891, Miguel Devis y José Noguera fundan asimismo en Valencia unos talleres especializados en calderería gruesa, que serán el origen de los famosos Talleres Devis, toda una institución en la historia industrial valenciana. Algo más al Norte, en Alcora, la antigua fábrica de loza fina del Conde de Aranda languidece y acaba cerrando en la segunda mitad del siglo, pero no antes de haber servido de escuela de formación de mano de obra especializada que luego trasladará sus conocimientos a Onda y Manises. Esta última localidad cuenta en 1896 nada menos que 5 Bernabé,J.Mª (1975) Indústria i subdesenvolupament al País Valencià. El calçat a la Vall del Vinalopó. Editorial Moll. 6 Martínez Gallego,F.A. (1995) Opus cit. 7 con 36 fábricas de loza ordinaria, y en el triángulo Alcora-Castellón-Onda crece con fuerza la producción de azulejos. Por lo que se refiere a la industria de la alimentación, desde los años sesenta proliferan los molinos de arroz, y aparecen ya sociedades dedicadas a la fabricación de aguardientes en la Vall d’Albaida, así como las primeras fábricas de gaseosas y cervezas. Más tarde comienzan a elaborarse industrialmente pastas alimenticias en la ciudad de Valencia. En Ibi la tradicional actividad de manejo de la nieve compactada da paso a la heladería. En 1863 arranca la primera fábrica de hielo artificial en la ciudad de Valencia, y en 1907 habrá ya siete fábricas de esta especialidad. La química no se queda atrás, en el último cuarto del siglo la importación por parte de empresarios valencianos de guano procedente de Sudamérica da paso a la producción local de superfosfatos, con lo que se pretende atender la creciente demanda de una agricultura intensiva, que se moderniza para atender a través de la exportación las demandas del mercado europeo. A la altura de 1900 la industria ha cuajado ya claramente en la región. Como ya antes se ha indicado, este hecho puede constatarse a través del peso valenciano en las estadísticas de la contribución industrial española, que los historiadores han sacado a la luz7. En el lindar del nuevo siglo la participación valenciana en el total español destaca especialmente en la industria de la madera y el corcho, con el 18%, papel y artes gráficas, con el 14%, química con el 12% y cerámica y vidrio, también con el 12%. En textiles, una participación del 4,4% no parece a primera vista muy impresionante, pero sí lo es cuando se tiene en cuenta que en esta rama de la producción Cataluña representaba el 82% del total, por lo que solamente Andalucía y el País Valenciano tenían un peso específico importante en este sector, aparte del detentado por los fabricantes catalanes. Diversos estudios han puesto de relieve que en la segunda mitad del siglo XIX tiene lugar en España un proceso importante de concentración de la actividad industrial en unas pocas regiones. Pues bien, la producción valenciana no sale malparada de este proceso. Entre 1856 y 1900 la industria valenciana de la madera ha doblado su ponderación respecto al total español, la industria química casi la ha triplicado, y se han producido ganancias importantes de ponderación en el caso de las industrias papeleras, metalúrgicas, - de un 2,5 a un 7% -, cerámicas y del cuero y calzado. Dejando de lado el caso del País Vasco y Navarra, por carencia de información comparable, solamente Asturias y Cataluña, además del País Valenciano, aumentan su peso relativo en el conjunto de la industria fabril española a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX. El 8% genérico sobre la industria española que representa la región en 1900, aunque quede muy lejos del 38% de Cataluña, ofrece una imagen de la estructura productiva valenciana que, en una fecha todavía temprana, se aleja ya del tópico de la región exclusivamente agraria. En el origen de toda esta actividad se encuentran multitud de iniciativas locales, basadas generalmente en tradiciones artesanas, y en ocasiones en el aprovechamiento de materias primas locales ,- arcillas, fibras textiles – o recursos energéticos ,- pequeños saltos de agua-. Cuando la investigación histórica contemporánea examina los orígenes de la mayor parte de las ramas de la industria valenciana, el punto de partida inicial de la actividad resulta en ocasiones remoto, pero siempre se observa la existencia de un 7 Los datos pueden consultarse en el primer volumen de las Estadísticas históricas de España. Siglos XIXXX coordinado por Albert Carreras y Xavier Tafunell y publicado por la Fundación BBVA en 2005 (2ª Edición). La comparación excluye el País Vasco y Navarra del total de España, por razones de falta de disponibilidad de información en la fuente de base. 8 hilo conductor que lo conecta con las transformaciones que tuvieron lugar en el último tercio del siglo XIX y en la primera década del XX8. De la Gran Guerra al Plan de Estabilización de 1959 Las empresas industriales valencianas prosiguen su expansión a lo largo de las dos primeras décadas del nuevo siglo. Ahora, a una estructura productiva basada en pequeños negocios comienzan a sumarse algunos de gran dimensión. Entre ellos ocupará un lugar destacado el complejo siderúrgico saguntino, cuyos antecedentes se encuentran en un proyecto minero. En 1900 había nacido la Compañía Minera de Sierra Menera, impulsada por la iniciativa de dos importantes capitalistas vascos, Ramón de la Sota y Eduardo Aznar, dueños de una naviera. El propósito era extraer el mineral de hierro de las Minas de Ojos Negros, en la provincia de Teruel, y exportarlo por mar. Para ello consiguen en 1902 la autorización del Gobierno para crear un puerto en el litoral de Sagunto, y posteriormente establecen su propia línea férrea para conectar la mina con las instalaciones portuarias. Aparece así una nueva ciudad industrial, separada físicamente del núcleo histórico de la población, que pronto recibirá un fuerte impulso de la mano de una nueva iniciativa de los mismos emprendedores: la instalación en 1917 de los Altos Hornos del Mediterráneo. En 1924 la fábrica saguntina iniciará la producción de acero. El comienzo de la I Guerra Mundial, en 1914, generó una coyuntura excepcionalmente favorable para la industria valenciana. La neutralidad española y la interrupción de buena parte del comercio de importación con los países en guerra, unido a las necesidades de los países beligerantes, van a favorecer extraordinariamente la expansión de una variada gama de actividades industriales, donde se obtendrán pingues beneficios. En la industria química, a las empresas antiguas que ya venían operando en territorio valenciano, como Cros y Unión Española, se suman nuevas fábricas que producen fosfatos, ácidos, colorantes y otros productos con los que se intenta paliar el desabastecimiento de aquellas primeras materias que antes de la guerra se importaban de Alemania. En el sector metalúrgico, y a pesar del gran encarecimiento del hierro y del carbón, se crean nuevos establecimientos que producen maquinaria, planchas, y piezas para la marina mercante, entre otros productos. Aumenta también la fabricación de material eléctrico. En la industria alimentaria destaca la expansión de las conserveras, que pasan de 16 centros de producción censados en 1916 a 41 en 1922. La industria de la molinería del arroz vive también momentos de esplendor9. Entre los grandes proyectos que surgen al calor del auge económico se encuentra, además de la siderurgia saguntina, la empresa Unión Naval de Levante, que surge como resultado de un acuerdo entre Talleres Gómez, creada en 1878 y especializada en la construcción y reparación de máquinas, y la Compañía Transmediterránea, nacida en 1917 de la fusión de varias compañías de navegación. La nueva empresa se constituye formalmente en 1924 e integra diversas fábricas y astilleros de Valencia, Tarragona y 8 Como ya señaló hace años el profesor Ernest Lluch en su obra La via valenciana (1976): “el ‘fil industrial’ s’allarga sempre. Quan sembla que no hi ha antecedents una ximple recerca els demostra” y pone como ejemplo el turrón de Jijona, el juguete de Ibi, o los muebles de Aldaya. (p.158, 2ª edición, Editorial Afers). 9 Soler, V. (1984) Guerra i expansió industrial: País Valencià (1914-1923). Institució Alfons el Magnànim. Diputació Provincial de València. 9 Barcelona. Es también digna de mención la creación en 1917 de la Compañía Valenciana de Cementos Pórtland, que arranca con la adquisición de una fábrica de cemento natural en Buñol, que después es modificada y ampliada. Debe citarse también, ya que constituye un hecho económico de gran trascendencia para el futuro, la creación en 1917 de la Feria de Muestras Internacional de Valencia, que servirá como instrumento institucional para potenciar la actividad exportadora de los diversos sectores de la industria valenciana. Por su parte, la industria del calzado se beneficia de una demanda en rápido aumento durante los años de guerra, principalmente por los pedidos del ejército francés. También durante la Primera Guerra Mundial llegan las máquinas de una gran empresa norteamericana, la United Shoe Co., a las ciudades valencianas del calzado, y su alquiler permite a los fabricantes mecanizar el proceso de montaje y organizar las primeras grandes fábricas, que se desarrollarán plenamente en los años veinte. La exportación dará, aunque transitoriamente, un gran salto adelante: de los 50.000 pares de zapatos exportados de media en los años anteriores, se pasará a los 450.000 pares en 1915. En el caso del textil, también la demanda del ejército francés permite un rápido aumento de los beneficios empresariales mientras dura la guerra, y posteriormente la guerra de Marruecos permitirá un respiro ante la brusca caída de la demanda externa. Sin embargo, a la altura de 1923 el sector entra ya en una crisis profunda, al no haber aprovechado el período de grandes beneficios para llevar a cabo una renovación técnica de importancia. Al fin de la Gran Guerra siguió un período de readaptación. Los beneficios extraordinarios obtenidos al calor de unas circunstancias también extraordinarias desaparecieron, y con ellos algunas empresas que carecían de un planteamiento sólido o que se habían creado con una dimensión y unos equipos técnicos insuficientes. Superada la transición, en general la década de los veinte fue una etapa de prosperidad económica, en que se generalizó el uso de la energía eléctrica en la industria, y que sólo se vio interrumpida al final por la crisis internacional que se difunde a partir del hundimiento de la Bolsa de Nueva York en 1929. La política de obras públicas de la Dictadura de Primo de Rivera contribuyó a mantener un nivel importante de actividad en las industrias básicas, ligadas a la producción de acero, cemento etc., y a la vez el crecimiento de la demanda externa favoreció la expansión de la producción citrícola valenciana. A favor de la buena coyuntura económica se produce precisamente en estos años (1927) la adquisición del Banco de Valencia por un grupo de empresarios valencianos encabezados por Ignacio Villalonga. También es en estos años, de finales de la década de los veinte, cuando los viejos Talleres Devis, ahora Construcciones Devis, dan un gran paso adelante adquiriendo una fuerte especialización en la producción y reparación de material ferroviario, lo que les permite satisfacer importantes pedidos para la Compañía de Ferrocarriles del Norte y para la Compañía de Tranvías y Ferrocarriles de Valencia, desde sus nuevas instalaciones del Camino Real de Madrid, junto a la Estación del Norte de Valencia. Años más tarde, en 1947, se fusionarán con una importante empresa barcelonesa para dar lugar a MACOSA. En 1931, la llegada de la República coincide con los primeros embates de una crisis económica que afectará tanto a Europa como a los Estados Unidos, provocando una importante contracción del comercio internacional. La economía valenciana resistió las dificultades del momento de un modo relativamente aceptable, por dos razones básicas. La primera de ellas es que el fuerte proceso de depreciación de la peseta desde 1928 a 10 1933 permitió mantener el flujo de exportaciones de naranjas, con todo lo que ello implicaba para el mantenimiento de los ingresos de una parte sustancial de la población y para el conjunto de actividades económicas -, madera, abonos, transporte, papel – que dependían de la exportación naranjera como proveedoras. Las cosas cambiaron a partir de 1934, cuando la coincidencia de unas malas condiciones climatológicas y de mayores barreras proteccionistas en el Reino Unido, provocó descensos importantes en los ingresos obtenidos por los citricultores, lo que en las circunstancias de la época representaba un duro golpe para la capacidad de consumo del mercado regional10. El segundo factor que contribuyó a aliviar los efectos de la mala coyuntura general fue la elevación de la capacidad de compra por parte de la clase trabajadora, a raíz de la política de mejoras salariales emprendida por los primeros Gobiernos de la República. Buena parte de la industria valenciana, orientada a la fabricación de productos manufacturados de consumo, se benefició de estas circunstancias favorables desde el lado de la demanda, aunque hubiera de encarar un alza de costes y una reducción en los beneficios empresariales. Los años treinta fueron mucho más negativos para las empresas ubicadas en las industrias básicas. En parte por la caída general de la inversión privada que se registró en este período y que afectó de manera principal a las industrias productoras de bienes de equipo o productos intermedios. Y en menor medida también por la voluntad de los gobiernos republicanos de corregir los elevados déficits presupuestarios heredados del régimen anterior, con una política de austeridad en el gasto público que intentaba aplicarse en un momento muy poco propicio, al estar marcado por la debilidad de la coyuntura económica, y que afectaba de un modo singular a las grandes empresas vinculadas a la contratación de obra pública. Así la Unión Naval de Levante y la Siderúrgica del Mediterráneo atravesaron por una grave recesión. La producción y el empleo disminuyeron drásticamente, en especial en la planta siderúrgica saguntina. La guerra civil constituye un período apenas estudiado desde la perspectiva de la historia industrial valenciana. Se sabe que un fenómeno de muy amplio alcance fue el de las colectivizaciones de empresas llevadas a cabo por las organizaciones sindicales, y el control obrero en aquellas de dimensión inferior a los cincuenta trabajadores. También se llevaron a cabo nacionalizaciones o intervenciones de empresas, como en el caso de la Compañía Siderúrgica del Mediterráneo o la Compañía Valenciana de Cementos. Como consecuencia de las circunstancias bélicas, una parte de la producción industrial, como en Talleres Devis, en la siderurgia de Sagunto, en la Unión Naval de Levante, en múltiples talleres de pirotecnia y en empresas colectivizadas de la industria juguetera de Ibi, se reorientó a la producción de material de guerra, estimándose en un total de 14.000 los trabajadores ocupados en este tipo de actividad11. Además de la desorganización causada por la sublevación militar, los sucesos revolucionarios posteriores y la guerra en sí, la industria hubo de afrontar problemas permanentes para el acceso a las materias primas, que se fueron agudizando conforme transcurría el conflicto. 10 Palafox,J. (1996) “Expansión de las exportaciones, crecimiento, diversificación industrial e industrialización” en J.Azagra,E.Mateu y J.Vidal (Editores) De la sociedad tradicional a la economía moderna. Estudios de Historia Valenciana Contemporánea. . Instituto de Cultura Juan Gil-Albert. Diputación Provincial de Alicante. 11 Santacreu,J.M. (1992) L’economia valenciana durant la guerra civil. Edicions Alfons el Magnànim.Institució Valenciana d’Estudis i Investigació. 11 El fin de la guerra civil abrió paso a una etapa marcada por el aislacionismo político y económico. El período que transcurre entre 1939 y el Plan de Estabilización del verano de 1959 representó en el plano económico la implantación en España de un modelo de industrialización basado en una intensa intervención y regulación por parte del Gobierno, con altas barreras comerciales que cerraron el mercado interno a la competencia exterior. Las escasas divisas que las exportaciones permitían ingresar se racionaban con criterios poco transparentes, muchas veces en función de la proximidad de quienes las solicitaban a los detentadores del poder político, o se empleaban para satisfacer los ambiciosos, y frecuentemente poco realistas, planes del Instituto Nacional de Industria (INI). El crecimiento de la producción responde en estos años al esquema conocido como ‘industrialización por sustitución de importaciones’, lo que impuso un sesgo fuertemente contrario a la exportación al conjunto de la actividad económica. Este ‘cierre’ de la economía española, que se ve restringida a sus recursos propios y a su mercado interno, es lo que caracteriza en mayor medida esta etapa de dos décadas conocida como ‘la autarquía’. Se trataba en definitiva de un modelo económico de escasa viabilidad a largo plazo. En las fases iniciales, mientras sólo se pretendía la sustitución de importaciones por producción interna en las industrias de bienes de consumo, en las que la dimensión óptima de la empresa era relativamente reducida, la producción nacional pudo expandirse sin excesivas dificultades, aún con costes elevados. Más adelante, cuando la sustitución debió afectar a las industrias que fabricaban bienes de equipo o bienes intermedios (energía, acero, química básica) las nuevas unidades productivas que se crearon al amparo de la protección oficial nacieron exclusivamente orientadas al mercado interno, con lo que incurrieron en escalas de producción antieconómicas por lo limitadas. Con ello la autarquía sentó las bases de una estructura industrial con profundas carencias y tecnológicamente atrasada, en que las empresas de mayor dimensión de la industria básica eran generalmente las peor preparadas para competir en el mercado internacional, hecho que se pondría repetidamente de relieve en las décadas posteriores. La producción industrial española se mantuvo a lo largo de los años cuarenta por debajo de los niveles ya alcanzados en 1929 y solamente ya iniciada la década siguiente pudo comenzar a superarlos. Para la industria valenciana los años cuarenta y cincuenta fueron muy difíciles. En primer lugar ello se debió a la fuerte contracción de los mercados de consumo que siguió al fin de la guerra. No solamente la destrucción material y las dificultades de abastecimiento de materias primas y de energía frenaron la recuperación de la economía, sino que la continua pérdida de poder adquisitivo de los salarios limitó enormemente la expansión del mercado. En segundo lugar, las ventas al exterior fueron perdiendo atractivo, a medida que el tipo de cambio de la peseta se hacía más y más irreal, al mantenerse fijo en un contexto altamente inflacionista que hubiera aconsejado una importante devaluación. Además, la alta inflación y la dificultad para encontrar rentabilidad a las inversiones dirigidas a promover la ampliación de la capacidad productiva orientaron el ahorro de los sectores pudientes de la población hacia la propiedad rústica y urbana, o la adquisición de bienes suntuarios, en detrimento de la inversión industrial. El I Congreso Económico Sindical de la Industria Valenciana, celebrado en 1951 recogerá en sus ponencias algunos de los problemas básicos del momento: tendencia del ahorro agrícola hacia la inversión rústica, dificultades para la 12 renovación del utillaje industrial derivadas del total control estatal sobre las divisas que se necesitan para la importación de maquinaria, y falta de crédito a largo plazo12. Como muestra de la atonía existente en los años más oscuros de la autarquía, baste tener presente que desde 1948 y hasta 1952, nunca se constituyeron anualmente más de 25 sociedades anónimas en todo el País Valenciano, mientras que una vez superada esta etapa, solamente en 1965 se constituyeron 208. El capital, a precios constantes, representado por las sociedades constituidas en 1965 fue trece veces superior al de las constituidas en 1950. La industrialización de base autóctona atravesó, en definitiva, por serias dificultades hasta bien comenzada la década de los cincuenta. En parte estas derivaban, como ya se ha señalado, de la rápida saturación de la demanda en un contexto de estancamiento o retroceso de los ingresos de capas amplias de la población, pero también se debían al suministro irregular de energía eléctrica, y a las dificultades para conseguir un acceso normal a las materias primas,- aspecto este último que afectó muy negativamente a la industria del mueble -. En cuanto a las iniciativas industriales oficiales, procedentes del Instituto Nacional de Industria, hay que decir que afectaron en muy escasa medida al País Valenciano. Se ha estimado que en 1955 no más del 2,5% del inmovilizado total del INI se ubicaba en la región13 . Debe citarse en todo caso la instalación de la empresa pública Elcano, que ya contaba con talleres en El Ferrol y Sevilla, y que comenzó a operar en Manises en 1951. Su especialidad era la producción de motores y de máquinas auxiliares para buques. En Alicante se instaló la empresa Manufacturas Metálicas, perteneciente al grupo público de Aluminio Ibérico, que a mediados de la década de los cincuenta ocupaba alrededor de mil trabajadores en la producción de cables y laminados14. A partir de 1953 comienza una recuperación de la actividad industrial, cuyo pulso se advierte claramente en la elevación de la curva de creación de sociedades mercantiles. Una de las nuevas empresas que van a surgir en esta década es Lladró, que acabará ejerciendo una posición de liderazgo en el sector de la cerámica artística, aunque su despegue habrá de esperar a los años sesenta. En 1957 veinticinco empresas jugueteras deciden asociarse para racionalizar su producción y crean la empresa Fábricas Agrupadas de Muñecas de Onil (FAMOSA), que cuenta por entonces con una plantilla cercana a los seiscientos trabajadores. También hay inversiones importantes en la industria textil, principalmente en las empresas orientadas a la confección de prendas de vestir, y se renueva y amplía la capacidad de producción por parte de las empresas cementeras. Ahora bien, el proceso de crecimiento industrial de aquellos años estaba lastrado por importantes desequilibrios. Las crecientes necesidades de importación de materias primas, energía y bienes de equipo a que obligaba el aumento de la demanda interna, fruto de la paulatina mejora de los ingresos de la población y del propio crecimiento de la producción de manufacturas industriales, chocaban con una capacidad absolutamente insuficiente de generación de divisas por parte de las actividades exportadoras. Sin duda faltaban los incentivos económicos apropiados para que las 12 Martínez Serrano,J.A., Reig,E., Soler,V. (1978) Evolución de la Economía Valenciana. Monografías del Centenario, 1878-1978. Caja de Ahorros de Valencia. 13 Martín,P., Comín,F. (1990) “La acción regional del Instituto Nacional de Industria” en J.Nadal y A.Carreras (Dir.) Pautas regionales de la industrialización española: siglos XIX y XX .Editorial Ariel. 14 Fabra,M.A. (2000) El País Valencià (1939-1959): autarquía i industrialització. Publicacions de la Universitat de València. 13 exportaciones dejaran de ser un mero recurso de urgencia en momentos de falta de demanda interna. Fue entonces cuando los elementos más lúcidos de los equipos económicos del franquismo buscaron el apoyo de expertos del Banco de España y de instituciones internacionales, como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico y el Fondo Monetario Internacional para imponer un cambio de rumbo. El cambio de orientación en el modelo de crecimiento de la economía española tuvo su punto de partida en el Plan de Estabilización Económica de 1959, que frenó la inflación, devaluó la peseta, liquidó las fantasías autárquicas y fue seguido a continuación de medidas liberalizadoras de las importaciones. El momento estaba bien elegido, ya que el contexto internacional era favorable para que un país de nivel intermedio/bajo de desarrollo se abriera al exterior, puesto que las principales economías europeas, y también los Estados Unidos, y el Japón, vivían el período más prolongado e intenso de crecimiento económico de la historia y podían ejercer un importante efecto de arrastre sobre la economía española a través del comercio y la inversión directa. De este modo se asentaron las bases del fortísimo proceso de expansión de los años sesenta y de la primera mitad de los setenta. Ahora fue posible renovar el equipamiento industrial, mediante importaciones masivas de bienes de equipo que incorporaban las nuevas tecnologías disponibles en países mas avanzados. Las importaciones se dispararon, pero en paralelo se desarrollaron nuevos mecanismos de equilibrio en la Balanza de Pagos, además de la tradicional exportación hortofrutícola: las remesas de los emigrantes españoles, que en número creciente buscaban en el exterior oportunidades para una mejora más rápida de su nivel de vida, las entradas de capital extranjero, atraído por una economía en expansión y por una legislación de inversiones directas más flexible, el gasto de los turistas, y, con el tiempo, el propio crecimiento de las exportaciones industriales. Expansión, crisis y recuperación: de los años sesenta a la actualidad En 1958, la industria valenciana mostraba un perfil sectorial en que los coeficientes de localización15 más elevados correspondían a los siguientes sectores: muebles y accesorios, regenerados textiles, calzado, cerámica, loza y alfarería, maquinaria para la industria de la piel, del caucho y de los materiales plásticos, cordelería, pastas de papel y cartón, papel, artículos de caucho, derivados del cacao y chocolate, turrones, tenerías y talleres de acabados, planografía y litografía, tapizado y decorado, productos minerales no metálicos (yesos, cales etc.), vidrio y productos del vidrio, cemento hidráulico, y ‘otras industrias fabriles’ (juguetes etc.). En 1975, tras una larga fase de rápido crecimiento económico, la mayoría de las ramas industriales citadas mantenían elevados coeficientes de localización, pero se habían registrado algunos cambios, ya que la fabricación de artículos moldeados de caucho y las industrias de planografía y litografía habían visto reducirse su importancia relativa, y en cambio la región había 15 El coeficiente de localización que aquí se menciona es un cociente entre la proporción que representa el empleo (o la producción) de un sector industrial sobre el conjunto de la industria en una región determinada, y la misma proporción pero calculada para dicho sector a nivel nacional. En consecuencia coeficientes superiores a la unidad indican que el sector está sobrerrepresentado en la estructura industrial regional respecto a la nacional, o, dicho de otra forma, que la región se encuentra especializada en dicha industria. En este caso la lista de sectores ordenados según su cociente de localización procede de Reig,E. (1979) “Una aplicación del ‘Shift Analysis’ al crecimiento industrial del País Valenciano y la provincia de Barcelona (1958-1975)”. Información Comercial Española, 545, pp.85-96. 14 adquirido una mayor especialización en la industria de la confección, en la joyería y en la fabricación de material ferroviario. La continuidad en el tipo de industrias que caracterizaban la estructura productiva valenciana era en cualquier caso bastante sustancial entre ambos momentos del tiempo, particularmente en el caso de la fabricación de muebles de diverso tipo (mimbre y junco, madera) y sus accesorios e industrias auxiliares, y en el calzado, incluyendo el de caucho, y sus industrias complementarias. Se había elevado incluso la especialización de la industria valenciana en el sector de la cerámica y en ciertas ramas de la industria de la alimentación (chocolates y turrones). Todo ello viene a indicar que la oleada de prosperidad que recorrió la economía española desde el Plan de Estabilización hasta el comienzo de la crisis energética, a mediados de los años setenta, no alteró algunas de las características básicas de la industria valenciana preexistente, tales como la orientación hacia las manufacturas de bienes de consumo, y mantuvo el predominio de un tipo de actividades que hoy calificaríamos de ‘maduras’, aunque a comienzos de la década de los sesenta dispusieran aún de un recorrido sustancial al alza. Las nuevas facilidades para disponer de crédito y de materias primas, la fuerte mejora en los niveles de consumo de la población, y la disponibilidad de una mano de obra abundante y barata, contribuyeron a impulsar un fuerte despegue de la inversión, que modernizó y transformó espectacularmente la estructura industrial valenciana, aunque sin alterar sus rasgos básicos en cuanto a la especialización productiva y la localización espacial. Los sectores tradicionales aprovecharon la coyuntura favorable para absorber importantes innovaciones tecnológicas y hacer uso de nuevos materiales. Uno de los casos más espectaculares, y en mayor medida coronados por el éxito, es el de la industria azulejera. Esta actividad industrial había experimentado ya una serie de innovaciones importantes a finales de los años veinte y en los primeros años treinta, consistentes principalmente en la introducción del horno de pasajes en la cocción del esmalte, relegándose poco a poco el antiguo horno árabe a la cocción del bizcocho, lo que permitió aumentar sustancialmente la producción por unidad de tiempo. Pasadas las dificultades de la postguerra la industria comienza a recuperarse en la segunda mitad de los cincuenta, pero los beneficios obtenidos no revierten en una renovación tecnológica de las instalaciones, que padecen un retraso técnico considerable respecto a las de los principales países competidores. En los primeros años sesenta la fiebre constructora da nuevas alas a esta industria, compensando así temporalmente la debilidad de las exportaciones, pero será sin embargo la entrada del azulejo italiano a partir de 1965, a precios muy competitivos y coincidiendo con una recesión en la actividad constructora en el mercado español, lo que obligue a las empresas a replantearse su futuro. El resultado fue la introducción, en primer lugar, del horno de cámaras tipo Hoffman y a continuación de hornos-túnel en el bizcochado y el esmaltado, lo que vino acompañado de un fuerte aumento de la productividad, una caída de precios y la desaparición de las empresas marginales. El resultado fue un sector productivo renovado y competitivo, y dotado de una capacidad exportadora de una dimensión hasta entonces inexistente. Entre 1967 y 1974 la producción de pavimentos cerámicos se triplicó y los 235.000 metros cuadrados de pavimentos cerámicos exportados en 1967 se habían convertido en 1974 en 12.900.000 metros cuadrados. Mientras solamente 2 empresas contaban en 1963 con una capacidad de producción diaria superior a los 1.500 metros cuadrados, en 1974 eran ya 41 las que alcanzaban dicho umbral. Junto a la continuidad en aquellas actividades que habían estado presentes desde mucho tiempo antes, también fueron apareciendo algunos grandes proyectos, en ocasiones de la 15 mano de firmas multinacionales. A finales de 1972 la empresa FORD presentó formalmente su proyecto de construcción de una planta capaz de producir 240.000 automóviles, y en 1976 la factoría de Almussafes comenzaba a operar. IBM se instaló en la Pobla de Vallbona, aunque años más tarde deslocalizaría su producción, y en Castellón se consolidó un importante polo de industria petroquímica. La presencia de estas empresas, especialmente en el caso de la FORD, ha ejercido desde entonces un papel importante sobre el tejido industrial autóctono. La presión competitiva sobre los niveles de calidad y la modernización de las pautas de organización del trabajo de las empresas autóctonas, como requisito imprescindible a efectos de poder convertirse en proveedores estables de alguna de estas multinacionales, ha constituido un acicate poderoso para la modernización y ampliación de la industria auxiliar. En el plano territorial, uno de los rasgos que mejor caracterizan el modelo valenciano de industrialización es su carácter multipolar. En lugar de contar con un potente foco inicial, altamente concentrado, a partir del cual irradia posteriormente la actividad industrial, en el País Valenciano la industria conoce desde un principio una amplia difusión territorial, que aún pervive en el presente (ver Mapa 1). Esta difusión territorial va acompañada habitualmente de fuertes dosis de especialización. Así en la Plana de Castelló y en l’Alcalatén se sitúa la industria cerámica, en l’Horta de València, - incluyendo la capital- , la industria del mueble, en l’Alcoià, la industria textil y juguetera, en la Vall d’Albaida, también el textil, aunque con una especialización hacia los productos para el hogar, a lo largo del eje del Vinalopó la industria del calzado, la industria turronera en Jijona, las alfombras en Crevillente, etc. Con el tiempo muchos de estos núcleos, y sobre todo la gran aglomeración del Área Metropolitana de Valencia, han diversificado su base productiva, pero todavía en la actualidad subsiste, aunque atenuada, una clara identificación entre sector productivo y espacio territorial local o comarcal. Este fenómeno tiene su origen en diversas circunstancias históricas, que pueden rastrearse al indagar en los orígenes de cada rama industrial, pero se ha consolidado al ofrecer la especialización local importantes economías externas para la implantación de nuevas empresas del mismo sector o para la atracción de industrias auxiliares. La disponibilidad de mano de obra preparada y especializada, la facilidad de contacto con proveedores y clientes, la existencia de una red de servicios y de talleres subcontratistas, todo ello ha contribuido a favorecer la reproducción de un tejido empresarial altamente vinculado al territorio. 16 Mapa 1. Localización de la industria en la Comunidad Valenciana según facturación total de las empresas manufactureras. 2004 Fuente: ARDÁN 2004 Por citar solamente un caso, el desarrollo de la industria del juguete en Ibi y Onil en los años sesenta y setenta es inexplicable sin contar con las ventajas competitivas que la comarca había ido generando, ya que la fabricación de juguetes constituye un buen modelo de interconexión de elementos procedentes de industrias diversas: talleres de 17 matricería, talleres de inyección de plásticos, fábricas de engranajes para mecanismos, especialistas en diseño industrial. Muchas veces estas actividades formaban parte inicialmente de las secciones de una misma fábrica, pero a medida que aumentaba la complejidad de la fabricación fueron dando lugar, a través de un proceso de división de funciones, a nuevas empresas independientes. La dependencia de las fábricas de juguetes respecto a todo este entramado de talleres, en ocasiones familiares y emplazados en domicilios particulares, es una de las razones principales que explican la fuerte concentración en un número limitado de localidades de las empresas jugueteras valencianas. La experiencia valenciana en materia de desarrollo industrial es representativa de lo que en la literatura económica se ha venido conociendo como distritos industriales. Los distritos, - del mueble, de los pavimentos cerámicos, del juguete, del textil-hogar, etc.constituyen buenos ejemplos de una división del trabajo entre empresas que opera a escala de un territorio específico y concreto -, local o comarcal -, y que permite una especialización funcional de las mismas. Estos sistemas de pequeñas y medianas empresas, con una clara delimitación geográfica, presentan una serie de particularidades, además de su carácter altamente especializado, que les otorgan importantes ventajas competitivas. Entre ellas se cuenta la formación progresiva y espontánea de un sistema eficaz de transmisión de la información a escala local, que garantiza una rápida circulación de las novedades relativas a los mercados de consumo final, a las materias primas y productos semiacabados y a las nuevas técnicas utilizables, de modo que los conocimientos individuales de los técnicos y empresarios de la zona acaban convirtiéndose en patrimonio común de quienes operan en ella. Las relaciones ‘cara a cara’ entre los proveedores y los usuarios de productos intermedios y de servicios empresariales favorecen la transmisión de las mejoras técnicas y organizativas entre las empresas, aumentando así la eficacia global del sistema productivo. Existe además un ambiente de profesionalidad difusa entre los trabajadores, que es el fruto de la sedimentación histórica de los conocimientos técnicos, y de elevadas tasas de rotación en el empleo en las empresas implicadas. Los años sesenta y la primera mitad de los setenta transformaron el paisaje económico valenciano: en 1978, la dimensión de la producción industrial valenciana era ya muy superior a la existente a comienzos de los años sesenta, aproximadamente tres veces y media mayor en términos reales. Inmediatamente a continuación llegó la transición política. La nueva Constitución democrática española abrió el camino para la recuperación de las instituciones históricas de autogobierno de los valencianos y amplió con ello considerablemente las posibilidades de actuación en materia de política industrial, al permitir una mejor identificación de las necesidades específicas de la Comunidad Autónoma Valenciana y una respuesta descentralizada a estas necesidades. La coincidencia de una geografía industrial en que el empleo se encontraba fuertemente vinculado a escala local a sectores particulares, y la necesidad de reforzar los sistemas de innovación productiva de las pequeñas y medianas empresas ante una competencia externa que se iba a incrementar con el acceso de España a la Unión Europea, llevó a los primeros gobiernos de la Generalitat Valenciana a emprender en los años ochenta una política industrial adaptada a los rasgos propios del tejido industrial autóctono, cuyas líneas básicas se han mantenido posteriormente. Así en 1984 se crea el Instituto para la Mediana y Pequeña Industria Valenciana (IMPIVA), con la idea de prestar apoyo a las empresas para adaptarse a los cambios tecnológicos y comerciales, ofrecerles servicios y promover iniciativas de cooperación entre ellas. A través del IMPIVA se puso en 18 marcha una red de Institutos Tecnológicos, y se crearon también los Centros Europeos de Empresas e Innovación para apoyar los primeros pasos de empresas innovadoras. Cada Instituto Tecnológico se orientó a las necesidades de un sector industrial en particular (calzado, mueble, cerámica, textil, industria alimentaria, biomecánica etc.) y se constituyó como una asociación de empresas del propio sector. En la actualidad se estima que alrededor del 70% de las empresas asociadas cuenta con menos de 50 trabajadores, y que el número total supera las seis mil. De este modo pudo disponerse de un conjunto de instituciones, dotadas de personal especializado, organizadas en red y preparadas para prestar servicios a las pequeñas y medianas empresas industriales valencianas, configurando un verdadero modelo valenciano de política industrial16. La transformación experimentada por la economía valenciana durante los años que van desde el Plan de Estabilización de 1959 hasta la crisis energética de la segunda mitad de los años setenta fue muy profunda, como ya se ha señalado, y el despegue industrial constituyó el motor fundamental de esta transformación. Entre 1960 y 1973 la producción industrial creció a una tasa anual acumulativa del 10%, generando empleo a una tasa del 3,7% anual. El intenso proceso inversor permitió modernizar las viejas estructuras fabriles, lo que se tradujo en un ritmo extraordinario de aumento de la productividad, que alcanzó el 6,6% anual. El alto ritmo de crecimiento de la demanda dio lugar a una ola expansiva de creación de nuevas empresas, operando en una gama de sectores cada vez más variada. Entre ellas surgieron también muchos establecimientos marginales, que serían los primeros en desaparecer al iniciarse la crisis de los años setenta. Las condiciones de la economía internacional sufrieron un cambio radical de signo a partir de 1975. De una coyuntura muy expansionista se pasó en poco tiempo a una recesión que afectó con carácter general a las economías industrializadas, y que se caracterizó por la combinación simultánea de aumentos del desempleo y de la inflación. Sobre la base de tendencias fuertemente inflacionistas que venían ya operando en los mercados de materias primas, la Organización de Países Exportadores de Petróleo, añadió una sucesión de alzas de precios del crudo que trastocaron las condiciones de producción y causaron importantes déficits de Balanza Comercial a los países que dependían energéticamente de las importaciones de petróleo. Repentinamente, una gran parte de los equipos industriales, diseñados en un período previo de energía barata, habían quedado obsoletos. Los excesos de capacidad instalada aparecieron por doquier, y dieron lugar a costosas, y socialmente dolorosas, operaciones de reconversión industrial. Los incrementos de costes, los excesos de capacidad, y la competencia planteada en los mercados internacionales por los Nuevos Países Industrializados,- Taiwán, Corea del Sur, Singapur, Hong-Kong, - se acusaron fuertemente en la industria valenciana. La coincidencia en el tiempo entre la crisis económica y la transición política del franquismo a la democracia contribuyó también a que se retrasara la adopción de programas de ajuste económico en España, lo que ocasionó dificultades adicionales, ya que hasta los Pactos de la Moncloa no pudo disponerse de un enfoque sistemático y consensuado que permitiera adoptar medidas para hacer frente a la crisis. De este modo, entre 1975 y 1984 la producción creció muy lentamente y se destruyeron un gran número de puestos de trabajo en la industria, como puede verse en el Gráfico 1. 16 Mas,F. (2003) “Centros tecnológicos y sistemas regionales de innovación: modelos europeos” Investigaciones Regionales, 3. 19 Gráfico 1. Evolución del empleo del sector industrial en la Comunidad Valenciana. 1964-2006. Miles de ocupados 500 450 400 350 300 250 200 4 69 1973 1977 1980 1982 1984 1986 1988 1990 1992 1994 1996 1998 2000 2002 2004 2006 196 19 Fuente: INE, Mas, Pérez, Serrano, Soler y Uriel y elaboración propia La mayor parte de las pérdidas de empleo y del cierre de empresas fueron el fruto, en el caso valenciano, de ajustes espontáneos llevados a cabo en condiciones puramente de mercado, pero también hubo algunas operaciones individuales de reconversión industrial de gran relieve, con participación de los poderes públicos e intensas negociaciones sindicales. El más importante afectó a la siderurgia saguntina, donde se llevó a cabo el cierre de los Altos Hornos y se abandonaron los planes de constituir una gran siderurgia integral. Para hacer frente a los efectos sobre el empleo local de estas decisiones, la Generalitat Valenciana y la Administración Central crearon la Comisión de Promoción Económica de Sagunto y la zona afectada fue declarada Área de Preferente Localización Industrial. Como resultado de esta iniciativa entre 1984 y 1986 se instalaron en la zona de Sagunto 28 empresas que generaron 1.167 puestos de trabajo, de los cuales 655 fueron recolocaciones de trabajadores que habían quedado excedentes. La mayoría de estas nuevas empresas eran de pequeña dimensión, con excepción de Sivesa ,- vidrio -, y Enfersa, - fertilizantes -, y pertenecían a los sectores de la metalurgia, química y construcción. A lo largo de los años de crisis, la pérdida de empleo industrial fue más intensa a nivel valenciano que para el conjunto de España, debido al mayor peso en la estructura industrial valenciana de algunos de los sectores de la industria manufacturera que se vieron más severamente afectados, como la industria de la madera y del mueble, el cuero y calzado, y el juguete. Las empresas respondieron a la elevación de los costes relativos del trabajo y la energía promoviendo planes de reestructuración de sus procesos productivos tendentes a ahorrar estos factores de producción. Se recurrió también a la descentralización de los procesos productivos, en ocasiones mediante el 20 recurso a la denominada economía sumergida que acabó adquiriendo una gran importancia, principalmente en las comarcas del sur de la región. A mediados de los años ochenta el panorama económico comenzó a despejarse.Confluyeron un conjunto de circunstancias que se mostraron muy favorables para la recuperación de la inversión industrial, tras diez años de fuerte atonía. Debe citarse en primer lugar el fuerte saneamiento financiero y el ajuste de plantillas que habían llevado a cabo las empresas a lo largo del período de crisis. En segundo lugar, la adopción de medidas fiscales que pretendían estimular la inversión al permitir la amortización instantánea de los equipos productivos adquiridos en 1985 y 1986. Finalmente jugaron también un papel muy destacado las expectativas optimistas generadas por la firma en 1985 del Tratado de Adhesión de España a las Comunidades Europeas, y el auge de la inversión directa extranjera que tuvo lugar a continuación. La industria valenciana registró un importante crecimiento en los años siguientes, que sólo se vería ensombrecido por la apreciación del tipo de cambio de la peseta a finales de la década de los ochenta, que creó importantes dificultades a la exportación. Una serie de devaluaciones de la divisa española, ya en el marco del Sistema Monetario Europeo, registradas entre 1992 y 1995, permitió compensar las pérdidas registradas de competitividad en precios e impulsar fuertemente al alza la exportación. De este modo se saldría de la coyuntura recesiva de 1992-93 para iniciar un largo ciclo de expansión que dura hasta nuestros días. Este ciclo se ha visto potenciado por la reducción de los tipos de interés, a raíz de la adopción del euro, y por el fuerte influjo de población laboral de origen inmigrante. Con todo, el protagonista de la fuerte creación de empleo de los últimos años no ha sido el sector industrial sino principalmente el conjunto de actividades organizadas entorno a la construcción y el sector inmobiliario. La industria valenciana ante el siglo XXI A comienzos del siglo XXI la economía valenciana ha completado un proceso de transformación estructural de gran importancia, que ha tenido su máxima intensidad en los últimos cincuenta años. Como puede observarse en los Cuadros 1 y 2, la agricultura ha perdido peso relativo de forma continuada, tanto en términos de producción, medida por el Valor Añadido Bruto (VAB), como de empleo, a favor de la industria y los servicios. Se ha seguido en esto un patrón bastante universal de evolución de la estructura productiva, en virtud del cual durante las fases primarias e intermedias del desarrollo económico asciende la participación relativa de las actividades industriales y de los servicios, en detrimento del sector primario, mientras que posteriormente también declina el peso porcentual de la industria y los servicios pasan a dominar ampliamente la estructura del empleo y de la producción. Los cambios en la composición de la demanda, a medida que la sociedad gana en renta y en bienestar, orientan la modificación de la estructura productiva, y a ello se une el diferente ritmo de avance de la productividad del trabajo en los tres grandes sectores para explicar las modificaciones en la estructura del empleo. Es sabido que, por lo general, el crecimiento de la productividad por trabajador es más lento en los servicios que en la industria, lo que exige contar con un volumen creciente de mano de obra para responder al aumento de la demanda, mientras que la industria puede basar en mayor medida los aumentos de producción en técnicas crecientemente intensivas en capital. De esta forma la creación neta de empleo se va orientando cada vez más hacia las actividades de servicios. 21 Cuadro 1. Estructura de la producción en la Comunidad Valenciana. 1959, 1975 y 2006 Porcentajes sobre el VAB total 1959 Total Agricultura y pesca Industria Construcción Servicios 100,0% 26,4% 29,8% 3,9% 39,9% 1975 2006* 100,0% 9,3% 30,8% 10,6% 49,2% 100,0% 2,4% 18,4% 12,7% 66,5% * Para 2006 los datos provienen de la Contabilidad Regional de España. Base 2000 (INE) Fuente: Renta Nacional de España y su Distribución Provincial. Serie homogénea 1955-1993 y Avance 19941997. Fundación BBV+DPRN 1995 Cuadro 2. Estructura del empleo en la Comunidad Valenciana. 1959, 1975 y 2004 Porcentajes sobre el total 1959 Total Agricultura y pesca Industria Construcción Servicios 100,0% 42,2% 22,2% 4,8% 30,8% 1975 2004* 100,0% 18,1% 30,6% 9,8% 41,5% 100,0% 3,8% 21,0% 12,8% 62,3% * Para 2004 los datos provienen de la Contabilidad Regional de España. Base 2000 (INE) Fuente: Renta Nacional de España y su Distribución Provincial. Serie homogénea 1955-1993 y Avance 19941997. Fundación BBV+DPRN 1995 En la Comunidad Valenciana, el punto de inflexión que marca la máxima importancia histórica de la industria en el tejido productivo se alcanzó en los años setenta. Posteriormente la formación de capital productivo, es decir la riqueza patrimonial de la sociedad orientada a la producción, se ha ido decantando en forma creciente hacia los servicios, como claramente señala el Gráfico 2. 22 Gráfico 2. Evolución del capital privado productivo por grandes sectores en la Comunidad Valenciana. 1964-2000.Estructura porcentual 100% 90% 80% 70% 60% 50% 40% 30% 20% 10% 0% 4 66 1968 1970 1972 1974 1976 1978 1980 1982 1984 1986 1988 1990 1992 1994 1996 1998 2000 196 19 Agricultura y pesca Industria Construcción Servicios Fuente: FBBVA-Ivie Con independencia de su pérdida gradual de peso en el conjunto de la actividad económica, lo que constituye una experiencia normal por la que han ido atravesando los países más avanzados, a comienzos del siglo XXI la estructura industrial valenciana ha alcanzado un grado de diversidad y madurez importante, y muchos de los retos y oportunidades a que debe enfrentarse tienen carácter horizontal, por afectar a empresas de diferentes sectores. Por ello conviene contemplar en este último apartado, siquiera brevemente, tres aspectos de capital importancia para el conjunto de industria valenciana: los efectos de la globalización económica, el excesivo sesgo de la composición de la estructura industrial hacia sectores maduros, y la necesidad perentoria de reforzar la capacidad de innovación, aspectos estos dos últimos que se encuentran fuertemente interrelacionados. La globalización económica está modificando el entorno en que se desenvuelve la actividad industrial valenciana. La competencia de nuevos países en vías de industrialización, los nuevos desarrollos en el campo de la logística y las tecnologías de la información y las comunicaciones, y la creciente liberalización de los flujos comerciales internacionales plantean un desafío importante. Este desafío se hace notar particularmente en los sectores tecnológicamente más maduros e intensivos en trabajo de los países desarrollados, que se enfrentan a un aumento muy rápido de las importaciones de bienes producidos en áreas del mundo donde los costes salariales son muy inferiores. 23 Diversos economistas e historiadores de la economía han puesto de relieve que la globalización económica no es un fenómeno estrictamente nuevo. El grado de integración económica internacional alcanzado a finales de la época victoriana era muy elevado, tanto en el terreno financiero, con el patrón oro y Londres como principal centro de las finanzas mundiales, como en el terreno comercial – proliferación de tratados de libre comercio -, mientras que tenía lugar el desplazamiento de millones de europeos en búsqueda de nuevos horizontes laborales, - colonización de los grandes espacios del Oeste de los EEUU, Argentina, Australia y otros países -. Posteriormente, desde la Gran Depresión que siguió a 1929 hasta finales de la década de los cincuenta del siglo pasado, la economía mundial asistió a un repliegue sobre sí mismas de las grandes potencias industriales. Sin embargo, a lo largo del último medio siglo es el nacionalismo económico el que ha estado retrocediendo, primero con lentitud, y en forma acelerada en las dos últimas décadas, de modo que hoy en día la globalización comercial es más amplia y profunda que hace un siglo. Son varias las razones que avalan la afirmación anterior17. En primer lugar, el peso del intercambio internacional de mercancías sobre el valor de la producción de los bienes comercializables, como son la mayoría de los productos de la agricultura, la minería y la industria, es mucho mayor. De hecho, en la actualidad los mercados de materias primas, de energía y de mercancías agrícolas básicas, como los cereales, están organizados a escala mundial. En segundo lugar, se está produciendo una gran expansión del comercio de servicios, y la presión para asegurar la apertura de los mercados de servicios y dotarlos de reglas jurídicamente seguras está creciendo, tanto en el interior del Mercado Único europeo, como a escala internacional, en el seno de la Organización Mundial de Comercio. En la economía norteamericana, que es la que ha llevado más lejos la internacionalización de sus actividades económicas entre los grandes países industriales, además de los ingresos obtenidos por servicios derivados de la propiedad intelectual, las ramas de la exportación de servicios que crecen con mayor rapidez son las relacionadas con la educación, las finanzas y seguros, las telecomunicaciones, y los servicios profesionales y técnicos, lo cual representa una novedad relevante respecto a la composición de las exportaciones que era habitual a finales del siglo XIX, en el contexto de la globalización antigua. Finalmente un tercer rasgo distintivo de la globalización actual de las corrientes comerciales es el papel creciente de las grandes corporaciones multinacionales en el comercio internacional. Mientras en el mundo anterior a la Gran Guerra la mayor parte de los flujos internacionales de capital eran inversiones de cartera, o inversiones no relacionadas directamente con la producción, en la actualidad las multinacionales juegan un papel muy destacado en lo que atañe a la diseminación internacional de plantas de producción, el comercio intraempresa y el aprovechamiento de las ventajas comparativas que ofrece cada localización para cada una de las distintas fases del proceso de producción. En buena medida el creciente papel de las grandes empresas multinacionales en la organización de la producción deriva de su capacidad para superar las barreras a los intercambios comerciales derivadas de las asimetrías en la información. Tradicionalmente, los consumidores estaban acostumbrados a disponer de mejor información sobre los atributos de los bienes producidos localmente, y las empresas nacionales gozaban también de ventajas generadas por su mejor conocimiento de los 17 Bordo,M.D., Eichengreen,B., Irwin,D.A. (1999) “Is globalization today really different than globalization a hundred years ago?” NBER Working Paper Series, 7195. National Bureau of Economic Research, Cambridge (USA). 24 gustos y demandas de los consumidores del país. Las multinacionales, casi inexistentes hace un siglo, se encuentran hoy en día bien preparadas para adquirir y procesar información de mercados muy diversos y reaccionar en consecuencia. Una de las peculiaridades de la actual fase de globalización es la fragmentación en los procesos de fabricación de la industria manufacturera. La fuerte reducción en los costes de transporte de mercancías ha permitido que las empresas, - al menos las que disponen de una dimensión y capacidad logística apropiadas -, fraccionen el proceso de producción en múltiples fases que pueden llevarse a cabo en diversos lugares, y frecuentemente en distintos países. Esto les permite aprovechar las ventajas específicas que puede ofrecer cada localización para cada fase del proceso productivo, utilizando, por ejemplo, la mano de obra de bajo coste para las fases más intensivas en trabajo, y la capacidad local en I+D para las que requieren una mayor capacidad de innovación. Dado que cada fase suele requerir exportaciones e importaciones de bienes intermedios y partes componentes, el resultado ha sido un notable estímulo al comercio internacional de productos industriales. De este modo ha aumentado la proporción que representa el comercio de productos manufacturados sobre la producción de este tipo de bienes. Así, por ejemplo en la Unión Europea anterior a las últimas ampliaciones (UE15), este cociente muestra un aumento desde el 38% en 1970 hasta el 89% en 2001. La eliminación de las barreras comerciales con los nuevos paises miembros de la Unión Europea, la incorporación de China a las reglas de la Organización Mundial de Comercio, y las facilidades ofrecidas por los avances en las tecnologías de la información y las comunicaciones para multiplicar las posibilidades de deslocalización de la producción constituyen desafíos importantes para la mayoría de las empresas que conforman el tejido industrial valenciano. No sólo China y otros países del Sudeste asiático, sino también países como Polonia y Eslovaquia en la Europa Oriental, pagan sueldos muy inferiores a los que reciben los trabajadores valencianos. Es cierto que frente a estos costes salariales cabe situar las ventajas derivadas de los mayores niveles de productividad en la Comunidad Valenciana, fruto de una combinación de capital privado e infraestructuras públicas, de una tecnología y de una experiencia empresarial de que aún no disfrutan muchas de las empresas de los nuevos países miembros de la Unión Europea o del Extremo Oriente, pero las condiciones están cambiando rápidamente, como consecuencia de importantes inversiones de capital extranjero y del propio proceso general de modernización de dichas economías. ¿Qué cambios se están produciendo en el tejido industrial valenciano en respuesta a la transformación del escenario económico internacional? El comportamiento de alguna de las industrias tradicionales puede suministrar alguna indicación al respecto. En el caso, por ejemplo, de la industria del calzado, se han sucedido cambios importantes desde los años setenta, pero la presión a favor de la modernización y la reestructuración que se ha registrado en la última década es mucho más intensa que con anterioridad. Ello se debe a la creciente presencia en los mercados internacionales de países asiáticos, principalmente China y Vietnam, en donde ya se produce las tres cuartas partes del calzado mundial, mientras que. Europa ha pasado de detentar más de la mitad de la producción mundial a finales de los años ochenta, a menos del 15% en la actualidad. Entre los países desarrollados es Italia el país de referencia, gracias a su posición de liderazgo en las gamas altas, de mayor calidad y moda, y en las tecnologías de la industria de componentes, del cuero, de la maquinaria para el calzado y otros sectores relacionados. En España la Comunidad Valenciana 25 alberga alrededor de las dos terceras partes de la producción, que se orienta preferentemente a la fabricación de calzado de cuero, que representa también el grueso de la exportación, siendo los mercados más importantes los de Estados Unidos, Francia, Alemania y el Reino Unido. El sector del calzado valenciano es un buen ejemplo de la importancia creciente del comercio intraindustrial, es decir aquel en que los flujos de exportación e importación son importantes dentro de un mismo sector. Mientras se exporta calzado de calidad, principalmente de cuero o piel para señora, se importa masivamente calzado más barato realizado con materiales plásticos y textiles, que ejerce una importante presión competitiva sobre determinados segmentos del mercado, principalmente el de calzado deportivo y las calidades medias y bajas. La creciente especialización productiva y exportadora en variedades de mayor valor unitario ha ido acompañada de cambios en la estructura productiva. Desde los años ochenta del siglo pasado el sector hubo de responder a los cambios en la demanda, que exigían productos de moda y con mayor calidad y diversidad. Ello obligó a una mayor rotación del producto y a elaborar series más cortas, lo que a su vez condujo a una menor dimensión media de las fábricas: las ventajas competitivas derivadas de las economías de escala comenzaron a ceder frente a las derivadas de la flexibilidad. Al igual que en otros sectores industriales valencianos, la división del trabajo fue un elemento importante en una estrategia de ahorro de costes, y ello permitió una fuerte expansión de la industria auxiliar y de la externalización de tareas. El aumento del trabajo a domicilio fue también uno de los mecanismos de respuesta clásicos de las empresas, a la vez que cada núcleo industrial se esforzaba por reforzar su perfil distintivo: Elche en calzado de caballero y deportivo, Elda y Petrer en calzado de señora de gama media y alta, y Villena en calzado infantil y ortopédico18. En los últimos años la industria valenciana del calzado está desarrollando una mayor especialización, para poder dar respuesta a un mercado que se encuentra crecientemente segmentado. Paralelamente se han adoptado nuevas tecnologías en el diseño y en el corte, y las empresas han desarrollado redes de subcontratación y han iniciado procesos de deslocalización hacia países en desarrollo de Asia y Norte de África, al objeto de reducir sus costes salariales. Son bastantes las empresas que hoy en día complementan su gama de productos con calzado de importación para las variedades más baratas. En definitiva, la especialización en la gama alta, el mayor recurso al diseño, la descomposición en fases del proceso productivo y la subcontratación y deslocalización de algunas de ellas constituyen elementos del proceso de ajuste que están permitiendo la supervivencia de esta industria en un contexto fuertemente competitivo. Sin embargo, y al igual que ocurre en otras actividades industriales valencianas tradicionales, el recurso a la innovación, la incorporación de nuevas tecnologías y de personal altamente cualificado que las domine es aún claramente insuficiente. La dependencia de otros países, en este caso Italia, en la adquisición de maquinaria es manifiesta, y en general el proceso de ajuste descansa excesivamente en la compresión a la baja de los costes, y utiliza en cambio menos de lo necesario las redes de cooperación entre empresas y la colaboración con los Institutos Tecnológicos. La dificultad para generalizar 18 Tortajada,E., Fernández de Lucio,I., Ybarra,J.A. (2005) “Evolución de la industria del calzado. Factores relevantes en las últimas décadas”. Economía Industrial, 355-356.. 26 comportamientos innovadores en materia de procesos industriales, y para dotarse de una base tecnológica avanzada, constituye uno de los elementos débiles del sector, situación que puede generalizarse a la mayor parte de la estructura industrial de la Comunidad Valenciana. La adaptación de la industria valenciana a la creciente intensidad de la competencia que registran los mercados donde opera requiere de un aumento considerable en el esfuerzo que las empresas llevan a cabo en investigación, desarrollo e innovación. En esta área la economía valenciana presenta un flanco débil, como fácilmente se pone de relieve cuando se tiene en cuenta que en 2003, último ejercicio para el que se dispone de información publicada, el gasto en I+D tan sólo suponía el 0,87% de su Producto Interior Bruto, cuando era del 1,10% para el conjunto de España, cifra en cualquier caso notablemente inferior a la de los países más desarrollados. En cuanto al gasto en innovación, que es un concepto más amplio que el de I+D, por parte de las empresas valencianas, supuso en ese mismo ejercicio el 7,6% del total nacional, lo que representa un índice de participación claramente inferior al que corresponde a la dimensión relativa de la economía valenciana, ya se mida por el PIB o por el empleo19. Las insuficiencias en materia de innovación tecnológica de la industria valenciana obedecen a una doble causa. En primer lugar responden al hecho de que en la estructura productiva valenciana tienen un peso elevado aquellas ramas de la producción – sectores tradicionales que manufacturan bienes de consumo -, que habitualmente presentan una intensidad reducida en cuanto al esfuerzo en innovación y desarrollo tecnológico. Esto es algo que todavía puede observarse en la actualidad (ver Cuadro 3), aunque aún fuera más acusado en el pasado. En este sentido, la industria valenciana está globalmente menos orientada a la innovación que, por ejemplo, la del País Vasco o Madrid. Sin embargo, se produce a la vez otra circunstancia que hace más problemática la posición de la industria valenciana: cuando se observa sector por sector el esfuerzo en I+D+i de las empresas valencianas, la intensidad de dicho esfuerzo sigue siendo inferior. Es decir existe un efecto derivado de la composición de la industria, y otro diferente derivado de la peor situación relativa a escala de cada sector. Algunos datos permitirán aquilatar mejor ambos efectos. 19 Este y los demás datos de este apartado proceden de Informe 2005 del Alto Consejo Consultivo en I+D de la Presidencia de la Generalitat Valenciana sobre el estado de la investigación, el desarrollo y la tecnología en la Comunidad Valenciana. Resumen ejecutivo y recomendaciones. Presidencia de la Generalitat. Fundación Premios Rey Jaime I. 27 Cuadro 3. Estructura sectorial de la industria. Comunidad Valenciana Porcentajes sobre el valor añadido 2005 Total industria 100,0 Alimentación, bebidas y tabaco Industria textil Confección de prendas de vestir Curtido y articulos en cuero Calzado Madera Papel y cartón Artes gráficas y edición Química Caucho y plástico Vidrio Productos cerámicos Azulejos Materiales de construcción Otros productos minerales no metálicos Siderometalurgia Productos metálicos Maquinaria y equipo mecánico Equipo informático e instrumentos de precisión Material eléctrico y electrónico Automóviles y componentes Otro material de transporte Muebles Manufacturas diversas (*) 13,3 5,3 1,0 0,6 3,8 3,5 3,3 2,8 7,1 5,0 1,3 0,8 11,2 5,6 3,5 2,1 7,0 4,7 1,1 1,9 7,2 0,5 5,6 1,8 (*) No se incluye la división 37 de la CNAE (Reciclaje). Fuente: Encuesta Industrial de Empresas, 2005 Los problemas de composición de la estructura industrial se manifiestan en la elevada ponderación de aquellas ramas de la industria que cabe clasificar como de contenido tecnológico relativamente reducido. En 2003, y tomando como referencia aquellas empresas que podían clasificarse claramente según su nivel tecnológico, las ubicadas en los niveles bajo y medio bajo ocupaban a 282.026 trabajadores, las de nivel medio alto a 54.419, y las de nivel alto, tan sólo a 2.992. Una forma de captar el perfil tecnológico de la industria valenciana es recoger el peso sobre el total de las exportaciones y expediciones de productos de las distintas ramas de la industria, clasificadas por su nivel tecnológico (Cuadro 4). Como puede observarse el peso de las exportaciones correspondientes a sectores de nivel tecnológico alto es muy reducido, si bien se observa cierta tendencia a la mejora relativa de las ramas de nivel tecnológico medio alto y medio bajo en relación a las del nivel inferior. El aumento del peso de las exportaciones correspondientes a vehículos de motor, productos químicos y otros productos minerales no metálicos, y la reducción de la ponderación de sectores como los productos textiles, confección, cuero y calzado, está detrás de esta evolución. 28 Cuadro 4. Clasificación según tecnología de los sectores industriales de cara a la exportación. Comunidad Valenciana Porcentajes sobre el total de exportaciones Nivel Tecnológico Alto 01. Aeronaves y naves espaciales 02. Máquinas de oficina y equipos informáticos 03. Material electrónico; aparatos de radio, TV y comunicaciones 04. Productos farmacéuticos Nivel Tecnológico Medio Alto 05. Equipos e instrumentos médico quirúrgicos y de precisión 06. Vehículos de motor 07. Maquinaria y material eléctrico 08. Productos químicos, excepto farmacéuticos 09. Otro material de transporte 10. Maquinaria y equipo mecánico Nivel Tecnológico Medio Bajo 11. Productos de caucho y materias plásticas 12. Embarcaciones y servicios de reparación 13. Manufacturas diversas 14. Metales no férreos 15. Otros productos minerales no metálicos 16. Productos metálicos, exc. maquinaria y equipo 17. Coque y productos de refino de petróleo 18. Metales férreos Nivel tecnológico bajo 19. Productos de papel; productos editados o impresos 20. Productos textiles, de la confección, de cuero y 21. Productos alimenticios, bebidas y tabaco 22. Madera, corcho y sus productos; muebles No clasificables TOTAL COMUNIDAD VALENCIANA 1990 1995 2000 2004* 5,3 0,1 5,0 2,8 0,0 2,4 2,6 0,0 1,4 2,3 0,0 0,8 0,1 0,1 28,7 0,2 0,1 29,8 0,8 0,4 30,3 1,0 0,4 37,0 0,2 22,5 1,1 2,9 0,0 2,0 18,5 0,6 1,3 2,7 0,3 9,9 0,8 1,4 1,5 27,1 0,6 19,5 3,9 3,1 20,3 100,0 0,2 20,9 1,5 4,7 0,1 2,4 20,8 1,2 0,8 2,3 0,9 13,3 1,1 0,3 0,9 27,1 0,8 18,5 4,3 3,5 19,5 100,0 0,3 20,0 2,2 5,3 0,1 2,5 23,1 2,0 0,5 2,1 0,9 14,6 1,4 0,7 0,8 26,9 0,9 17,2 4,5 4,3 17,1 100,0 0,4 25,6 1,0 6,8 0,5 2,6 20,8 1,9 0,1 1,6 0,3 13,5 1,5 0,9 1,0 22,1 0,8 12,5 5,1 3,7 17,8 100,0 * Datos provisionales Fuente:Informe 2005 del Alto Consejo Consultivo en I+D de la Presidencia de la Generalitat Valenciana sobre el estado de la investigación, el desarrollo y la tecnología en la Comunidad Valenciana En cuanto a la peor posición valenciana respecto a otras áreas geográficas en materia de innovación cuando se comparan empresas que operan dentro de un mismo sector industrial, los datos del Cuadro 5 son suficientemente ilustrativos. Se advierte en primer lugar que existen importantes diferencias entre sectores de cara a la intensidad del gasto empresarial en I+D, calculada como la proporción de este tipo de gasto sobre la producción (valor añadido) generada por las empresas. Así las intensidades más elevadas corresponden a la industria de equipos eléctricos, electrónicos y ópticos, a la industria química, fabricación de material de transporte, y maquinaria y equipo mecánico, y las más reducidas a la madera, papel, impresión y edición, alimentación, bebidas y tabaco e industrias manufactureras diversas. En segundo lugar, resulta también palpable que la intensidad del esfuerzo es generalmente inferior para cada sector en la Comunidad Valenciana, excepto en caucho y plásticos y metalurgia y 29 productos metálicos (excepto maquinaria y equipo), cuando la comparación se establece con las cifras medias españolas. Cuadro 5. Intensidad innovadora comparada de los subsectores industriales Gasto empresarial en I+D sobre el valor añadido (porcentajes) España 2000 TOTAL INDUSTRIA (**) Alimentación, bebidas y tabaco Textiles, vestido, pieles y cuero Madera, papel, impresión y edición Industria química Caucho y plástico Otros productos minerales no metálicos Metalurgia y productos metálicos, excepto maquinaria y equipo Maquinaria y equipo mecánico Equipo eléctrico, electrónico y óptico Fabricación de material de transporte Industrias manufactureras diversas UE_RD 1999 OCDE_RD2 1999 Comunidad Valenciana 2003 (*) 1,85 0,58 1,01 0,33 4,27 1 0,65 5,68 0,94 0,65 0,4 12,94 2,56 1,25 7,24 1,13 0,83 0,97 12,95 2,71 1,91 0,78 0,27 0,01 0,11 3,94 1,11 0,44 0,62 2,46 6,55 3,66 0,57 1,17 4,87 12,77 15,5 0,94 1,61 5,77 17,89 15,57 1,28 0,63 2,25 3,04 0,77 0,52 (*) Gasto en I+D y PIB 2001 (**) CV: incluida energía y construcción UE_RD: UE excluyendo Austria, Grecia, Luxemburgo y Portugal UE_RD9: UE_RED excluyendo Bélgica y Holanda OCDE_RD2: UE_RD9 + Canada, Japón, EE.UU. Fuente:Informe 2005 del Alto Consejo Consultivo en I+D de la Presidencia de la Generalitat Valenciana sobre el estado de la investigación, el desarrollo y la tecnología en la Comunidad Valenciana En definitiva, lo que los datos ponen de relieve, es que para mejorar la capacidad competitiva de la industria valenciana, no sólo se requiere un esfuerzo tendente a elevar los niveles tecnológicos de la empresa media de los sectores más consolidados o tradicionales, sino también una política de diversificación del tejido industrial que de lugar a una mayor presencia de actividades con mayor base tecnológica. Es el momento de concluir. Al llegar al final de este recorrido por la historia industrial valenciana a lo largo de dos siglos surge inevitablemente una pregunta: ¿es todavía importante la industria para el porvenir económico de los valencianos, o va a quedar definitivamente arrumbada ante el auge de que vienen dando muestras en los últimos años otras actividades económicas?. No cabe duda de que los servicios en general y las actividades inmobiliarias en particular están teniendo un papel protagonista a lo largo del prolongado ciclo expansivo, iniciado en 1994, que aún está viviendo la economía valenciana. Los datos de creación neta de empresas del Cuadro 6 muestran con toda claridad que mientras el binomio formado por la construcción y los servicios inmobiliarios han atraído un gran numero de iniciativas empresariales – al calor del alto ritmo de crecimiento de la población y de los bajos tipos de interés – en la industria se ha producido cierta reducción del tejido empresarial. Todo ello en el marco de un peso creciente de las actividades de servicios de muy diverso tipo. 30 Cuadro 6. Saldo creación/desaparición de empresas por sectores de actividad económica. Comunidad Valenciana 1999/2000 Total sectores* Energía Industria Construcción Servicios Actividades inmobiliarias Resto de servicios 9.269 16 746 2.096 6.411 1.194 5.217 2000/2001 2001/2002 5.900 13 450 2.761 2.676 956 1.720 6.476 22 241 2.839 3.374 1.143 2.231 2002/2003 11.044 201 -219 2.670 8.392 1.517 6.875 2003/2004 15.762 82 -305 3.562 12.423 1.807 10.616 2004/2005 2005/2006 14.120 -111 -549 3.094 11.686 3.619 8.067 * Agricultura excluida Fuente: DIRCE (INE) Constituiría sin embargo un error de perspectiva el pensar que la dinámica de las industrias manufactureras y la de las actividades de servicios marchan por caminos muy independientes. La realidad es que muchas empresas de servicios han surgido a partir de la creciente división del trabajo practicada por la industria moderna, que ha convertido en funciones desempeñadas por unidades independientes algunas de las que antiguamente permanecían integradas en la estructura interna de las empresas industriales. En segundo lugar, resulta evidente que buena parte de los avances de productividad registrados por el sector servicios es el fruto de innovaciones tecnológicas que tienen como soporte nuevos productos industriales. Este es el caso de las tecnologías de tratamiento y transmisión de la información que han revolucionado la prestación de servicios tan distintos como los suministrados por un banco o por una agencia de viajes a sus respectivas clientelas. No es posible tampoco perder de vista que si la sociedad valenciana aspira a disfrutar de puestos de trabajo cualificados y bien remunerados en el sector servicios, en actividades tales como I+D, ingeniería, diseño, finanzas, investigación de mercados, gestión de recursos humanos, publicidad, y ciertos servicios jurídicos especializados, la existencia de un sector industrial potente y competitivo resulta una condición necesaria. A la vez, para un gran número de productos industriales el componente material va cediendo en importancia relativa respecto a la incorporación de valor añadido basado en los servicios, a medida que aumenta en la actividad de las empresas el relieve de elementos intangibles, como la cualificación del personal, la gestión de la calidad y de los impactos medioambientales, y la innovación tecnológica, entre otros aspectos. Los sectores secundario y terciario no son por tanto antagónicos, sino complementarios, como muestra la experiencia de los países más desarrollados del planeta, de los Estados Unidos al Japón, y de Alemania a Finlandia, y la distinción entre producción de servicios y producción industrial es mucho menos nítida ahora que en el pasado. 31 19.358 -8 -200 5.517 14.049 5.222 8.827 En consecuencia, y contrariamente a algunas intuiciones precipitadas, cualquier escenario de futuro de la economía valenciana que aspire a converger en niveles de vida con otras economías más desarrolladas incluye un sector industrial. Será un sector que ocupará un peso relativo en el conjunto de la economía, particularmente en términos de empleo, menor que el actual. Constará de empresas que deberán estar dispuestas a aprovechar los diferenciales de costes que unas u otras localizaciones puedan ofrecerles para determinadas fases de sus procesos de producción. Un sector más orientado a la innovación y más internacionalizado, que deberá contar con unidades productivas de mayor dimensión y más profesionalizadas que las actuales, con una mayor proporción de titulados universitarios en su plantilla, y capaz de desarrollar estrategias de especialización flexible. Este sector industrial se seguirá enfrentando a una competencia creciente, ya que todo apunta a que el abaratamiento de los costes de transporte de mercancías, las facilidades de transmisión de información y la tendencia, aparentemente irreversible, a la liberalización del comercio internacional continuarán profundizando en la dirección de una mayor globalización económica. Pero, como la historia que acabamos de recorrer nos ha mostrado, ha sido precisamente en los momentos de mayor apertura comercial y más intensa integración económica internacional, cuando las empresas industriales valencianas han hecho mayores progresos, superando dificultades que parecían insalvables. Así ocurrió en los primeros años sesenta, cuando hubo que abandonar un régimen de economía autárquica, y en la segunda mitad de los ochenta, cuando hubo que hacer frente a la integración en el Mercado Único Europeo. Nada permite pensar que los nuevos desafíos no puedan ser afrontados con el mismo espíritu de superación y con las mismas posibilidades de éxito. 32