Glosario presocráticos

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Apeirón: término griego que significa «indeterminado», carente de límites. Anaximandro
emplea este término para designar al arkhé, al origen o principio del que todo surge.
Átomo: término de origen griego, procedente de atoma, que significa «indivisible». Este término fue introducido en la Filosofía por Leucipo y su discípulo Demócrito de Abdera, para
designar a las partículas últimas e indivisibles que, según ellos, constituyen los arkhai, esto
es, los principios de todas las cosas. Además de indivisibles, tales átomos son eternos, inmutables y simples. Al unirse y separarse unos de otros dan origen a las cosas y a sus cambios.
Los átomos tienen, además, formas variadas que son las responsables de las diferencias cualitativas que observamos en las cosas.
Camino de la opinión (o vía de la opinión): expresión empleada por Parménides de Elea
para designar al proceso que conduce al conocimiento del mundo múltiple y cambiante, que
es el mundo en el que estamos instalados todos los mortales, el mundo que habitamos cotidianamente. Tal mundo carece de auténtico ser, de auténtica solidez, pues las cosas están en
un permanente ser y dejar de ser.
Camino de la verdad (o vía de la verdad): expresión empleada por Parménides de Elea, para designar al proceso que nos lleva a descubrir el arkhé -esto es, el origen o fundamento- de
todas las cosas. Este proceso consiste en que aquello que está oculto, velado, se nos desvele
(esto es lo que significa el término griego alétheia = verdad). Lo oculto, lo que está velado
tras el mundo múltiple y cambiante que habitamos cotidianamente, es el ser. La vía de la verdad conduce, pues, al conocimiento del ser.
Hilozoísmo: término de origen griego, que procede de hylé (=materia) y zoé (=vida). Tal
término se emplea para designar a la doctrina de Tales de Mileto que sostiene que en todo
hay vida, que la materia está animada, viva.
Homeomerías: término griego que significa «partes semejantes». Aristóteles empleó este
término para designar a los arkhai de Anaxágoras. Según este todo está compuesto de una
infinidad de principios o semillas cualitativamente diferentes y divisibles hasta el infinito. La
agrupación de múltiples semillas iguales da origen a las cualidades que observamos en las
cosas. De ahí que Aristóteles las designe como «partes semejantes» (esto es, semejantes a las
cosas que observamos).
Pensamiento mítico-poético: se suele denominar así al tipo de pensamiento imperante en el
mundo griego en el momento en el que hace su aparición la Filosofía. Tal tipo de pensamiento se caracteriza por explicar los fenómenos naturales o sociales como si estuviesen determinados por decisiones caprichosas de dioses o héroes sobrehumanos, y, en último término, por
el destino (moira). Los poetas cantores desempeñaban un papel fundamental como trasmisores-desveladores de ese tipo de conocimiento.
Pensamiento trágico: se suele denominar así a aquel tipo de pensamiento que considera que
las cosas se dan siempre en un sistema de oposiciones. Esto es, que la contradicción y el conflicto es un constituyente esencial del mundo y de la vida humana, y que, como tal, no puede
ser superado, eliminado. Dado que las cosas se dan en un sistema de oposiciones, todo es finito -es decir, para ser algo, cualquier cosa ha de ser delimitada frente a algo-. El concepto de
pensamiento trágico fue popularizado por Nietzsche, quien consideraba que tal modo de pen-
sar constituía la esencia de la cultura y la vida griega, corrompida posteriormente por el racionalismo socrático y la metafísica platónica.
Raíces: Empédocles habla de cuatro raíces que constituyen los arkhai de todas las cosas. Estas serían: el agua, el aire, la tierra y el fuego. Posteriormente, estos constituyentes últimos de
la realidad serán denominados elementos.
Reencarnación (o metempsicosis): según los pitagóricos (que siguen en esto al orfismo) el
alma es inmortal y pertenece al mundo celeste. Por esa razón, cuando muere el cuerpo, el alma, que continúa existiendo, necesitará encarnarse en un nuevo cuerpo, y luego en otro, y
otro, etc., hasta que pueda, finalmente, retornar al mundo celeste al que pertenece.
Ser: la reflexión sobre el ser comienza con Parménides y constituirá uno de los ejes de la reflexión filosófica a lo largo de su historia, dando origen, incluso, a una disciplina específica:
la ontología. Para Parménides el ser es aquello que es común a todas las cosas y que permanece tras los cambios, constituyendo, por lo tanto, el fundamento, principio u origen (arkhé)
de todas las cosas. Al tipo de conocimiento o proceso intelectual que conduce al ser le llama
Parménides «camino de la verdad», que contrapone al «camino de la opinión», que solo conduce al conocimiento del mundo múltiple y cambiante, el tipo de conocimiento en el que estamos instalados todos los hombres. Una vez desvelado el ser todo lo que se puede decir acerca de él es que es uno, simple, eterno, inmutable y limitado.
Vía ascendente: Heráclito explica cómo todo en el cosmos se transforma en fuego, y el fuego en todas las cosas a través de un doble proceso que llama vía ascendente y vía descendente. La vía ascendente es la siguiente: del mar y de la tierra surgen evaporaciones de agua, estas evaporaciones se hacen cada vez más cálidas hasta convertirse en fuego, el cual va a parar
al cuenco del Sol.
Vía descendente: la vía descendente de Heráclito es el proceso inverso de la vía ascendente:
del Sol, que es un cuenco de fuego puro, surgen nubes de tormenta, que se transforman en
lluvia, que va a parar al mar y a la tierra.
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