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All rights reserved © 2003 by Colección Voyeur® Primera edición Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723 MARQUÉS DE SADE CUENTOS, HISTORIAS Y FÁBULAS EL ALCAHUETE CASTIGADO D URANTE LA REGENCIA ocurrió en París un hecho tan singular que aún hoy en día puede ser narrado con interés; por un lado, brinda un ejemplo de misterioso libertinaje que nunca pudo ser declarado del todo; por otro, tres horribles asesinatos, cuyo autor no fue descubierto jamás. Y en cuanto a... las conjeturas, antes de presentar la catástrofe desencadenada por quien se la merecía, quizá resulte así algo menos terrible. Se cree que el señor de Savari, solterón maltratado por la naturaleza1, pero rebosante de ingenio, de agradable trato y que congregaba en su residencia de la calle Déjeuneurs a la mejor sociedad posible, había tenido la idea de prestar su casa para un género de prostitución realmente singular. Las esposas o las hijas, de elevada posición exclusivamente, que deseaban gozar sin complicaciones y a la sombra del más profundo misterio de los placeres de la voluptuosidad podían encontrar allí a un cierto número de asociados dispuestos a satisfacerlas, y esas intrigas pasajeras no tenían nunca consecuencias; una mujer recogía en 1 Era un lisiado, sin piernas. (Nota del autor.) 16 ellas sólo las flores sin el menor riesgo de las espinas que con tanta frecuencia acompañan a esa clase de arreglos cuando van tomando el carácter público de una relación regular. La esposa o la jovencita se encontraban de nuevo al día siguiente en sociedad al hombre con el que habían tenido relaciones la víspera sin dar a entender que le reconocían y sin que él, a su vez, pareciera distinguirla entre las restantes damas, gracias a lo cual nada de celos en las relaciones, nada de padres irritados, ni de separaciones, ni de conventos; en una palabra, ninguna de las funestas secuelas que traen consigo asuntos de esa índole. Resultaba difícil encontrar algo más cómodo y sin duda sería peligroso ofrecer en nuestros días este plan; habría que temer con sobrada razón que este relato pudiera sugerir la idea de volver a ponerlo en práctica en un siglo en que la depravación de ambos sexos ha desbordado todos los límites conocidos, si no presentáramos, al mismo tiempo, la cruel aventura que sirvió de escarmiento a aquel que lo había concebido. El señor de Savari, autor y ejecutor del proyecto, que se conformaba, aunque muy a gusto, con un único criado y una cocinera para no multiplicar los testigos de los excesos de su mansión, vio una mañana cómo se presentaba en su casa cierto individuo amigo suyo para rogarle que le invitara a comer: –Diablos, con mucho gusto –le contesta el señor de Savari–, y para demostraros el placer que me proporcionáis, voy a ordenar que os saquen el mejor vino de mi bodega. –Un momento –responde el amigo cuando el criado ha recibido ya la orden–, quiero ver si La Brie 17 nos engaña..., conozco los toneles, voy a seguirle y a comprobar si realmente coge el mejor. –Muy bien, muy bien –contesta el dueño de la casa siguiendo, perfectamente la broma–; si no fuera por mi penoso estado, yo mismo os acompañaría, pero así me haréis el favor de ver si ese bribón no nos induce a error. El amigo sale, entra en la bodega, coge una palanca, mata a golpes al criado, sube en seguida a la cocina, deja en el sitio a la cocinera, mata hasta a un perro y a un gato que encuentra a su paso, vuelve a la alcoba del señor de Savari que, incapaz por su estado de ofrecer la menor resistencia, se deja asesinar como sus sirvientes, y este verdugo implacable, sin turbarse, sin sentir el más mínimo remordimiento por la acción que acaba de perpetrar, detalla tranquilamente en la página en blanco de un libro que halla sobre la mesa la forma en que la ha llevado a cabo, no toca cosa alguna, no se lleva nada, sale de la casa, la cierra y desaparece. La casa del señor de Savari era demasiado frecuentada para que esta atroz carnicería no fuera descubierta enseguida; llaman a la puerta, nadie contesta, y convencidos de que el dueño no puede hallarse fuera rompen las puertas y descubren el espantoso estado de la residencia de aquel desdichado; no contento con legar los detalles de su acción al público, el flemático asesino había colocado sobre un péndulo, adornado con una calavera que ostentaba como lema: «Contempladla para enmendar vuestra vida», había colocado, repito, sobre esta frase un papel escrito en el 18 que se leía: «Ved su vida y no os sorprenderéis de su final». Una aventura semejante no tardó en provocar un escándalo; registraron por todas partes y el único objeto que encontraron que guardara alguna relación con esta cruel escena fue la carta de una mujer, sin firma, dirigida al señor de Savari y que contenía las palabras siguientes: «Estamos perdidos, mi marido acaba de enterarse de todo, pensar en el remedio, sólo Paparel puede aplacar su espíritu; haced que hable con él, si no, no hay ninguna salvación.» Un tal Paparel, tesorero del extraordinario de la guerra, hombre amable y con buenas relaciones, fue citado: admitió que visitaba al señor de Savari, pero que, de más de cien personas de la ciudad y de la corte que acudían a su casa, a la cabeza de las cuales podía colocarse el señor duque de Vendôme, él era de todas ellas uno de los que menos le veía. Varias personas fueron detenidas y puestas en libertad casi enseguida. Pronto se supo bastante como para convencerse de que aquel asunto tenía ramificaciones innumerables que, al comprometer el honor de los padres y maridos de la mitad de la capital, iban a desacreditar públicamente a un infinito número de personas de la más alta alcurnia, y, por primera vez en la vida, en unas cabezas de magistrados la prudencia reemplazó a la severidad. En eso quedó todo y, por tanto, la muerte de aquel desdichado, demasiado culpable sin duda para ser llorado por gentes honestas, no encontró nunca a nadie que le vengara; pero si aquella pérdida fue insensible para la virtud, hay que 19 creer que el vicio la lamentó durante largo tiempo, y que, independientemente de la alegre cuadrilla que tantos mirtos recogía en la casa de este dulce hijo de Epicuro, las hermosas sacerdotisas de Venus, que acudían día tras día a quemar su incienso en los altares del amor, debieron llorar sin duda la demolición de su templo. Y así es como acabó todo. Un filósofo comentaría, glosando esta narración: «Si de las mil personas a las que tal vez afectó esta aventura, quinientas se alegraron y otras quinientas la deploraron, la acción puede considerarse indiferente; pero si, por desgracia, el cálculo arrojara una cifra de ochocientos seres lesionados por la privación del placer que esta catástrofe les ocasionaba contra sólo doscientos que creyeran ganar con ella, el señor de Savari hacía más bien que mal y el único culpable fue aquel que le inmoló en aras de su resentimiento». Dejo que decidáis sobre todo esto y paso rápidamente a otro asunto. ¡QUE ME ENGAÑEN SIEMPRE ASÍ! H en el mundo tan libertinos como el cardenal de..., cuyo nombre, teniendo en cuenta su todavía sana y vigorosa existencia, me permitiréis que calle. Su Eminencia tiene concertado un arreglo, en Roma, con una de esas mujeres cuya servicial profesión es la de proporcionar a los libertinos el material que necesitan como sustento de sus pasiones; todas las mañanas le lleva una muchachita de trece o catorce años, todo lo más, pero con la que monseñor no goza más que de esa incongruente manera que hace, por lo general, las delicias de los italianos, gracias a lo cual la vestal sale de las manos de Su Ilustrísima poco más o menos tan virgen como llegó a ellas, y puede ser revendida otra vez como doncella a algún libertino más decente. A aquella matrona, que se conocía perfectamente las máximas del cardenal, no hallando un día a mano el material que se había comprometido a suministrar diariamente, se le ocurrió hacer vestir de niña a un guapísimo niño del coro de la iglesia del jefe de los apóstoles; le peinaron, le pusieron una cofia, unas enaguas y todos los atavíos necesarios para convencer al santo hombre de Dios. No le pudieron prestar, sin AY POCOS SERES 32 embargo, lo que le habría asegurado verdaderamente un parecido perfecto con el sexo al que tenía que suplantar, pero este detalle preocupaba poquísimo a la alcahueta... «En su vida ha puesto la mano en ese sitio –comentaba ésta a la compañera que la ayudaba en la superchería–; sin ninguna duda explorará única y exclusivamente aquello que hace a este niño igual a todas las niñas del universo; así, pues, no tenemos nada que temer...» Pero la comadre se equivocaba. Ignoraba sin duda que un cardenal italiano tiene un tacto demasiado delicado y un paladar demasiado exquisito como para equivocarse en cosas semejantes; comparece la víctima, el gran sacerdote la inmola, pero a la tercera sacudida: –¡Per Dio santo! –exclama el hombre de Dios–. ¡Sono ingannato, questo bambino è ragazzo, mai non fu putana! Y lo comprueba... No viendo nada, sin embargo, excesivamente enojoso en esta aventura para un habitante de la ciudad santa, Su Eminencia sigue su camino diciendo tal vez como aquel campesino al que le sirvieron trufas en lugar de patatas: «¡Qué me engañen siempre así!» Pero cuando la operación ha terminado: –Señora –dice a la dueña–, no os culpo por vuestro error. –Perdonad, monseñor. –No, no, os repito, no os culpo por ello, pero si esto os vuelve a suceder no dejéis de advertírmelo, porque... lo que no vea al principio lo descubriré más adelante. EL ESPOSO COMPLACIENTE T FRANCIA SE enteró de que el príncipe de Bauffremont tenía, poco más o menos, los mismos gustos que el cardenal del que acabamos de hablar. Le habían dado en matrimonio a una damisela totalmente inexperta a la que, siguiendo la costumbre, habían instruido tan sólo la víspera. –Sin mayores explicaciones –le dice su madre–, como la decencia me impide entrar en ciertos detalles, sólo tengo una cosa que recomendaros, hija mía: desconfiar de las primeras proposiciones que os haga vuestro marido y contestadle con firmeza: «No, señor, no es por ahí por donde se toma a una mujer decente; por cualquier otro sitio que os guste, pero por ahí de ninguna manera....» Se acuestan y por un prurito de pudor y de honestidad que no se hubiera sospechado ni por asomo, el príncipe, queriendo hacer las cosas como Dios manda al menos por una vez no propone a su mujer más que los castos placeres del himeneo; pero la joven, bien educada, se acuerda de la lección: –¿Por quién me tomáis, señor? –le dice–. ¿Os habéis creído que yo iba a consentir algo semejante? ODA 34 Por cualquier otro sitio que os guste, pero por ahí de ninguna manera. –Pero, señora... –No, señor, por más que insistáis nunca accederé a eso. –Bien, señora, habrá que complaceros –contesta el príncipe apoderándose de su altar predilecto–. Mucho me molestaría que dijeran que quise disgustaros alguna vez. Y que vengan a decirnos ahora a nosotros que no merece la pena enseñar a las hijas lo que un día tendrán que hacer con sus maridos. ÍNDICE LA SERPIENTE 5 AGUDEZA GASCONA 9 EL FINGIMIENTO FELIZ 11 EL ALCAHUETE CASTIGADO 15 UN OBISPO EN EL ATOLLADERO 21 EL RESUCITADO 23 DISCURSO PROVENZAL 27 ¡QUE ME ENGAÑEN SIEMPRE ASÍ! 31 EL ESPOSO COMPLACIENTE 33 AVENTURA INCOMPRENSIBLE 35 LA FLOR DEL CASTAÑO 41 EL PRECEPTOR FILÓSOFO 43 LA MOJIGATA 47 EMILIA DE TOURVILLE 57 AGUSTINA DE VILLEBLANCHE 89 HÁGASE COMO SE ORDENA 107 EL PRESIDENTE BURLADO 111 LA LEY DEL TALIÓN 195 EL CORNUDO DE SÍ MISMO 201 256 HAY SITIO PARA LOS DOS 215 EL MARIDO ESCARMENTADO 219 EL MARIDO CURA 227 LA CASTELLANA DE LONGEVILLE 237 LOS ESTAFADORES 247 Podrá obtener el libro completo y leer los capíií tulos restantes en http://voyeur.laeditorial.com OTRAS OBRAS DE ESTA MISMA COLECCIÓN AUTOBIOGRAFÍA llegó a ser llevado al cine en un film de naturaleza poco usual en la industria de la pornografía. Se muestra como la expresión de una joven en la búsqueda de renunciar a lo anormal para encaminarse a la normalidad Con frecuencia –demasiada para nuestra desventura–, resultan ser aquellos que más reprueban las manifestaciones sexuales o amorosas, los que en la privacidad son poseedores de una naturaleza más desenfrenada en su sexualidad. Este es el tipo de individuos elegidos por el autor para integrar el elenco de personajes de esta obra, un clásico de la literatura erótica, donde una moral extremadamente severa es sepultada por los deseos sexuales más voluptuosos y libertinos. DE UNA PULGA Esta obra, escrita en 1787 y perdida en la Bastilla, pasaría a ser la primera versión de Justine, producida en 1791. Transcurrió más de un siglo y medio para que Los Infortunios de la Virtud se conociera, reeditada con algunas variantes por Maurice Heine. En Justine, esta primera versión fue superada en lo detallado de los excesos sexuales con los que el divino marqués escandalizó al mundo de la época. Escándalos que no pasaban exclusivamente por lo que escribía encaramado en el más puro materialismo panfletario, la violencia erótica y la crítica al doble discurso de la gran mayor parte de los miembros de la Iglesia de la época, declamando el decoro y practicando el desenfreno. Precisamente es en esas contradicciones en las cuales se apoya el autor para mostrar cómo siempre el vicio termina por triunfar sobre la virtud. OTRAS OBRAS DE ESTA MISMA COLECCIÓN Bonnie Norton no teme enfrentarse al tabú del incesto en esta espléndida novela. Desde el relato de una terapeuta sexual que analiza las experiencias de un grupo de pacientes y con excepcional maestría relata las intimidades de varias madres que han seducido a sus hijos, los han iniciado en su sexualidad, y hasta algunas que han querido unirse a ellos en la situación más reprobable y prohibida de la civilización occidental, a despecho de comentarios incalificables y sin la más mínima culpa. Un desarrollo voluptuoso, exquisitamente transgresor, con un sorprendente desenlace para esta nueva obra de una de las mejores escritoras contemporáneas de literatura erótica. De Alejandro Margulis. "En la ajetreada redacción del gran diario, los enredos del ambiguo Max Broden, casi adolescente, con el ya maduro plumífero Luciano Quaranta tienen los encantos -y los peligros- de un remanso. Allí, Quién que no era yo... se complica en mil intrigas cuya explicación, en la alternancia del hard-core, la ironía y la más extraña liviandad de lo neutro, confunde los humores de los personajes y del narrador a la vez que va tejiendo la tela -delicada e implacable- en la que caerá el lector". OTRAS OBRAS DE ESTA MISMA COLECCIÓN La pasión marcó la vida de Wilhelmine Schröeder-Devrient, esta cantante de ópera, que mostró en todos los aspectos de su vida, y registró en esta obra literaria compuesta por trece cartas –¿reales? ¿Imaginarias?– que una mujer escribe a un anónimo amigo, relatándole su vida sexual desde las primeras impresiones voyeuristas adolescentes hasta los más desenfrenados encuentros de sadismo; prácticas todas del placer a los que la cantante revela y confiesa haberse entregado en todas sus variantes, con hombres y mujeres. Wilhelmine Schröeder-Devrient, autobiográfico. De SIMONE LONGMONT. Michelle ama a su esposo. Ella es joven, hermosa, sensual, moderna y liberada. Su marido es mayor que ella. Ambos comparten una vida intensa, interesante, original y aventurera. Ambos saben que el amor que se profesan es perfectamente compatible con su mutua disposición para explorar su curiosidad sexual en total libertad. Por eso entre ellos la infidelidad no tiene cabida ni representa un problema. Michelle y su esposo han convenido en hacer de su vínculo un MATRIMONIO ABIERTO. OTRAS OBRAS DE ESTA MISMA COLECCIÓN ¿Qué sucede cuando un grupo de adolescentes se reúne para compartir el tema secreto de su iniciación en la práctica del sexo? En Mi primera vez, Elizabeth Holmes recrea las memorias y los secretos de un grupo de adolescentes, que deciden contarse con absoluto desprejuicio su despertar al sexo. El resultado es una encantadora y excitante novela que provoca, excita y subyuga al lector. En esta Filosofía... el Divino Marqués de Sade propone la formación de estados ideales, virtualmente utópicos, donde la presencia estatal no se revele como opresiva. En tal sentido, Sade escribe para convencer a quienes detentan el poder que se torna imperiosa la reforma del Estado que puede adjetivarse como policial, y pretende mostrarlo estableciendo una relación entre la pasión sexual y la forma de gobierno, a partir de la idea de que a partir del momento en que los libertinos consiguieron llegar a ser jefes del gobierno, empezaron a gozar de un poder ilimitado y, como consecuencia, de una absoluta impunidad. Y ante este hecho, ¿qué valor tiene la ley ante el poder de las pasiones humanas y cuál es la reacción del libertino ante las prohibiciones de la ley? OTRAS OBRAS DE ESTA MISMA COLECCIÓN Dos amigas de la infancia –Jo Anne y Sophie–, comparten un secreto absoluta y definitivamente Inconfesable. En esta nueva y magistral novela de alto voltaje erótico Bonnie Norton vuelve a capturar al lector en una intrincada telaraña de juegos prohibidos. La iniciación al sexo de dos adolescentes. Los juegos a solas, entre ambas y compartidos, viviendo fuertes experiencias con un hombre mayor muy cercano a Sophie. La historia comienza cuando Jo Anne despierta al sexo al descubrir ciertas prácticas que suceden en el seno de su propia familia. Sutilmente sugerente resulta esta novela -¿autobiográfica?en la que una mujer casada decide vivir una vida distinta a la que le marca la sociedad, la moral y el sentimiento de lealtad a su familia. Una mujer que relata la manera en que comenzó a ser infiel a su esposo, para entregarse a la más absoluta voluptuosidad, porque para ella la vida sin libertad no tenía el menor sentido. Una mujer sensual que busca hasta en las entregas más perversas, el desarrollo pleno de su sexualidad. Ésta resulta ser la primera y sorprendente obra de la autora, que ahonda en las más profundas y secretas fantasías de todas las mujeres... aunque se nieguen a reconocerlas.