EVASION IMPOSITIVA, ANALISIS Y PERSPECTIVAS DE UNA DEUDA SOCIAL, JUDICIAL Y LEGAL Gran expectativa genera la proximidad del primer juicio por evasión impositiva que se llevará adelante en la provincia de Santiago del Estero, y uno de los primeros en el interior del país, esta situación puede explicarse por diversas razones a las que me remitiré de manera sucinta y de una manera asequible para el mejor entendimiento de quienes sin ser profesionales del derecho, se encuentran ávidos de conocer el porqué de la casi inexistente estadística en materia de juicios por evasión tributaria. Como primera medida, recuerdo que el hecho que será objeto de juicio oral data de 1997, es decir, hace casi quince años que se está tramitando esta causa, y por cierto, siendo Fiscal Federal durante diciembre de 2004 presente ante el Juzgado Federal un requerimiento de elevación a juicio, pero la inacción y la ineficiencia judicial hizo posible que la causa estuviera a punto de prescribir y por una resolución de la Cámara Federal se mantuvo vivo el proceso, esta lentitud de la justicia, es una muestra evidente del fracaso de nuestro actual sistema judicial, y el consiguiente descontento social para con la justicia toda. Y aquí surge esta primera cuestión, el proceso instructorio. Nuestra Constitución Nacional fija claramente las funciones del juez y del fiscal, el primero es quien debe juzgar y el segundo quien debe promover la acción de la justicia, investigando, lo que implica de suyo que le corresponde la tarea instructoria, pero lamentablemente nuestra Constitución dice una cosa, y nuestro procedimiento nos muestra otra, así los jueces penales nacionales instruyen, y en algunos casos le ceden esta actividad al fiscal, pero todo ello redunda en perjuicio de una mejor y más eficiente administración de justicia, y en una sucesión a veces inacabable de planteos y recursos dilatorios o francamente inútiles e inconducentes. Si los roles del juez y fiscal, estuvieran bien delimitados, y uno juzgará y el otro investigará, la agilidad procesal que tantas veces se proclama dejaría de ser un reclamo sempiterno de jueces, fiscales, defensores, imputados y víctimas, y trocaría en una realidad favorable para el propio sistema jurisdiccional. Por otro lado, advertimos en el actual régimen penal tributario una deficiente técnica legislativa que provoca también una grave afectación al fundamento de la propia norma penal tributaria. Veamos. Los impuestos son una carga pública que todo ciudadano debe soportar con el fin de solventar de manera solidaria los fines del estado y para consecución del bien común general, de esta forma se pueden sufragar los gastos o costes que demanden la educación, la sanidad, la seguridad , la asistencia social por nombrar algunas áreas propias de los distintos estados, nacional, provincial o municipal. Va de suyo, que el impuesto en tal sentido tiene como fundamento la solidaridad social, y como bien lo observamos de la lectura de la Real Academia Española, la etimología de la palabra solidaridad proviene del latín “solidus”, entendiendo esto como algo firme, fuerte, y que en referencia al derecho significa “in solidum”, es decir un compromiso asumido por varias personas, en este caso los ciudadanos que tributan para la consecución del cumplimiento de los fines que le corresponden al estado en general. Esta solidaridad se subvierte si quienes se encuentran obligados al pago de los correspondientes tributos evaden el pago de los mismos, pero con el agregado del dolo, es decir la intencionalidad de evadir los mismos. Sin dolo solo habría una mera defraudación fiscal. Aquí, y ya respecto al análisis en particular de la ley 24769 que entiende sobre el régimen penal tributario debemos decir que la misma nos muestra una deficiente técnica legislativa, en diversos aspectos que provoca esta inexistencia de causas llevadas a juicio oral. En resumidas cuentas, podemos sintetizar que se divide la evasión, en simple y agravada según sea el monto evadido, mucho más sencillo sería entender a la evasión como una sola no teniendo incidencia alguna el monto que se hubiera evadido. En segundo lugar, la evasión sea simple o agravada, lo es por tributo y por períodos anuales, es decir, discriminamos IVA y Ganancias, y discriminamos según el período a tributar, si la persona obligada y quien debe abonar el impuesto se le computarán todos los tributos, incluso los que hoy no son alcanzados por esta ley, como por ejemplo los impuestos provinciales y los de la ciudad autónoma de Buenos Aires, sería mucho más amplio el abanico de ciudadanos sospechados, y la ciudadanía toda por el principio de solidaridad social sería beneficiada. En tercer lugar, hoy día y por imperio de una de las normas contempladas en la ley penal tributaria, quien comete evasión simple puede evitar la elevación de la causa a juicio oral, si antes del requerimiento fiscal se presenta y abona la deuda tributaria, produciéndose de este modo la prescripción de la causa por pago de la deuda, aquí se prioriza la incorporación del dinero para solventar los fines del estado, pero se diluye en beneficio para quien cometió un injusto penal, el objetivo ejemplificador de la condena jurídica. En cuarto lugar, y en virtud de la especificidad que dimana de esta clase de injustos, se requiere determinar previamente si estamos ante un delito tributario o de una defraudación fiscal, concluyendo en la necesidad de contar con el requisito que la administración determine la existencia de la evasión, lo que se denomina como condición objetiva de punibilidad. Lo antecedente significa que previo a imputarse por el fiscal un delito tributario, deberá el organismo recaudador en este caso la AFIP realizar una determinación previa de la existencia de la evasión impositiva, y en caso de haberse tomado noticia crimnis a través de un particular, la denuncia deberá ser puesta en conocimiento al organismo recaudador para que haga la determinación administrativa de la deuda. En quinto lugar, existe a partir de lo antecedente, una posible arbitrariedad administrativa por parte de la AFIP, puesto que la evasión sea simple o agravada, no solo es la falta de pago de un tributo determinado sino que esta lo haya sido mediante una actitud dolosa, mediante algún ardid o engaño, y será en tal caso, y previo a la investigación judicial que la actividad admi nistrativa deberá determinar si se dan esos extremos, con el consiguiente dispendio de tiempo, y la posibilidad de acciones reñidas con la ley por parte de los funcionarios encargados de tal función. En sexto lugar, y como consecuencia lógica de lo expuesto precedentemente, se requiere de especialistas en la materia, y va de suyo, que nuestros jueces y fiscales no son duchos en cuestiones de índole técnico contable/impositivo, más aún en el caso de los jueces federales del interior del país que por su carácter omnicomprensivo, habida cuenta que deben entender tanto en materia civil, comercial, de seguridad social, laboral, electoral, penal, carecen de la especialización que hoy el derecho reclama, y son fuertemente cuestionados por quienes litigan al evidenciar muestras alarmantes de desconocimiento del derecho, aún cuando la máxima legal lo contradiga. Lo antecedente provoca que los juicios por evasión tributaria sean algo de muy difícil resolución por los operadores jurídicos, quienes desconocen el proceso penal y la dogmática penal, más aún en algo tan específico como es el régimen penal tributario. A nuestro criterio, la política criminal en materia de evasión tributaria debería atender las cuestiones aquí expuestas y someramente analizadas, sin olvidar el principio de solidaridad que subyace en materia impositiva, y en ese sentido la misión del estado, debería ser un conjunto de acciones directas e inmediatas, una legislación moderna, ágil y pragmática no solo respecto del régimen penal tributario sino también en orden a un nuevo procedimiento acorde a la manda constitucional. Asimismo, sería un aliciente advertir un accionar por parte del órgano administrador donde se reduzca el margen de improvisación administrativa o la arbitrariedad que linda co n la propia corrupción, para concluir con operadores jurídicos, tanto fiscales como jueces con un mayor compromiso, a partir de su propia capacitación, y con una mirada abarcativa del problema penal tributario que implica que toda evasión significa una afectación a los derechos de toda la ciudadanía en general, con el grave perjuicio social que ello provoca. Dr. Alberto Pravia