Ciberactivismo: si te disgusta algo, haz clic

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Ciberactivismo: si te disgusta algo, haz clic
JUAN MESEGUER
http://www.aceprensa.com/articles/ciberactivismo-si-te-disgusta-algo-haz-clic/
El desarrollo de las herramientas online ha dado un nuevo aire al activismo social. A diferencia de
los guerreros del movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos, hoy Internet y las redes
sociales permiten intentar cambiar las reglas del juego sin jugarse el tipo en la calle. Las nuevas
plataformas de agitación ciudadana favorecen la participación y la rapidez para movilizarse, pero
está por ver que el activismo del clic provoque grandes cambios sociales.
Surgidas sobre todo en el mundo anglosajón, se han difundido también en otros países.
Avaaz1, nacida en EE.UU., es una plataforma desde la que se puede protestar contra cualquier
autoridad del mundo. Basta firmar con nombre y correo electrónico para pedir al gobierno indio
que prohíba el trabajo infantil; a la Agencia de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. que no se
comercialice para consumo humano un tipo de salmón transgénico; o al presidente de Ecuador
Rafael Correa que evite la explotación petrolera en la comunidad indígena de Sani Isla...
En Avaaz tienen a gala que el poder se ejerce de abajo a arriba: los usuarios pueden crear
peticiones y votar las áreas de trabajo a priorizar. “Nos parecemos más a un barco de vela que a
uno con motor” explica a The Guardian2 Alice Jay, directora de campañas de la organización.
“Nuestras campañas y nuestras acciones son tan fuertes como el viento de las ideas de quienes las
impulsan. Aunque pensemos que A, B y C son campañas valiosas, las sometemos a encuestas, y si
los miembros no las apoyan, las abandonamos”.
Las protestas ”online“ favorecen la participación de muchos, pero a costa de rebajar
el grado de compromiso que esa participación requiere
Pero la democracia que promueve Avaaz no es tan directa como parece: en el proceso de toma de
decisiones, el pueblo se pierde por el camino. Es cierto que sus usuarios pueden votar las
campañas a impulsar a través de encuestas3. Pero la mayoría son demasiado genéricas si se
compara con las que luego salen adelante. ¿Quién decide qué significa y cómo se concretan las
acciones a favor de las siguientes campañas: “movilizarnos para proteger la libertad de
información”; “presionar para lograr un ambicioso acuerdo mundial para frenar la catástrofe
climática”, “proteger la libertad de Internet a lo largo y ancho del mundo”...?
Democracia 2.0, ¿más directa?
Change.org4, también de origen americano, es una de las plataformas de peticiones online más
famosas. Su popularidad va a más: en 2010 un millón de personas se sirvieron de este altavoz; en
2011 eran 6 millones; y en 2012, alcanzaron los 25. En España acaba de recibir el Premio iRedes
20135 (categoría institucional) “por romper la barrera de lo digital y ser reconocida en la calle como
un instrumento útil para generar cambios, así como por la difusión lograda por sus campañas”.
A diferencia de Avaaz, esta organización no crea peticiones sino que vuelca sus energías en apoyar
las que proponen sus usuarios. Cuando alguna de esas peticiones le parece relevante, el equipo de
campañas se pone en contacto con su autor y le brinda apoyo logístico para que llegue al mayor
número de gente posible.
Pero la “democracia directa” de Change.org hace aguas por otro lado: como sus firmas no se
pueden verificar (no piden documento de identidad), cualquiera puede firmar por duplicado con un
segundo correo electrónico. En una entrevista publicada en Jot Down6 a Francisco Polo, director de
Change.org en España, el periodista Javier Gómez pone a la vista la debilidad de sus controles:
“Con el mismo nombre, apellido y código postal, y cambiando sólo el servidor del mail, he firmado
por duplicado y no lo habéis detectado”.
Change.org no crea peticiones sino que vuelca sus energías en apoyar las que
proponen sus usuarios
Y Polo admite: “No podemos evitar que una persona entre una segunda vez con un segundo correo
electrónico. O incluso con el mismo correo pero desde una IP diferente. Lo reconozco, del mismo
modo que en Facebook no se puede evitar que se creen dos perfiles”. A lo que el entrevistador
responde: “Ya, pero Facebook no sirve para pedir dimisiones de un Gobierno, por ejemplo.
Vosotros tenéis una responsabilidad social mucho mayor. (...) ¿Cómo decir públicamente que hay
800.000 o 900.000 firmas que piden algo si no podéis saber que realmente existen?”.
Polo se defiende diciendo que Change.org no exige controles más estrictos puesto que no forma
parte del proceso legislativo. Su objetivo se limitaría más bien a dar voz a quienes no la tienen. En
este sentido, tiene razón cuando dice que su organización constituye una herramienta alternativa
dentro del sistema democrático.
Hay unión, pero ¿fuerza?
Gracias a las nuevas tecnologías, las plataformas de ciberactivismo como Avaaz, Change.org,
Purpose7, 38 Degrees8, Get Up!9 o Move On10 permiten denunciar situaciones y compartir
historias a una velocidad de vértigo. Frente a la sensación de impotencia que a menudo acompaña
al ciudadano medio, sus campañas logran en muy poco tiempo el apoyo de miles de individuos
convencidos de que la unión hace la fuerza.
Es lo que está ocurriendo ahora en España con las campañas contra el desahucio. Con una petición
firmada por 72.745 personas (más de 60.000 la apoyaron en menos de 24 horas), Avaaz ha
contribuido a difundir una iniciativa legislativa popular impulsada por la Plataforma de Afectados
por la Hipoteca. La ILP, que pide que se detengan los desahucios de las familias que no pueden
pagar la hipoteca, la dación en pago y alquileres sociales, ya había conseguido por su cuenta 1,4
millones de firmas. Fue admitida a trámite en el Congreso a mediados de febrero, para ser
considerada dentro del debate sobre la reforma de la legislación hipotecaria. Change.org también
ha lanzado varias campañas contra los desahucios.
Algunas plataformas como Avaaz y GetUp! son organizaciones benéficas, pero otras
son empresas con fines sociales
Es difícil saber qué cambios produce el ciberactivismo. Pese a que las webs de estas plataformas se
atribuyen la victoria cuando alguna de las campañas que impulsan sale adelante, no es posible
demostrar la relación causa-efecto entre sus peticiones y los logros que invocan.
Cuesta probar, por ejemplo, que la Asamblea General de Naciones Unidas reconociera a Palestina
como estado observador porque “en las horas previas a la votación final, los miembros de Avaaz
inundaron de llamadas las centralitas de los ministerios de asuntos exteriores y gabinetes de
gobiernos”. O que “la incesante presión [de Avaaz] está alimentando [en España] un vibrante
debate nacional sobre la corrupción, poniendo cada vez más a los principales partidos en el punto
de mira de los ciudadanos”.
Es curioso: los líderes de las plataformas de peticiones online insisten en que sus movilizaciones no
excluyen el activismo tradicional. Pero cuando toca atribuirse méritos parece que esas plataformas
no dejan a los demás ni un trozo del pastel.
Empresas con fines sociales
Algunas plataformas como Avaaz y GetUp! son organizaciones benéficas, pero otras son empresas
con fines sociales. Según The Economist11, Purpose ha conseguido levantar durante el año pasado
tres millones de dólares de sus inversores.
En EE.UU., Purpose y Change funcionan con dos ramas: una, con ánimo de lucro, que presta
servicios a grandes empresas y a organizaciones benéficas (por ejemplo, Change.org asesora a
Google, Audi, la Bill & Melinda Gates Foundation o la American Civil Liberties Union en sus
campañas solidarias); y otra, sin ánimo de lucro, que organiza las campañas, acepta donativos y
se financia a través de la primera rama.
Un activismo demasiado blando
La lucha a favor de los derechos civiles de los negros en EE.UU. queda en la historia como un
ejemplo de activismo capaz de provocar una sacudida social. Episodios como el de Rosa Parks y el
boicot de autobuses de Montgomery, las sentadas de 1960 en varios estados del sur o el Verano de
la Libertad en Mississippi muestran también que protestar para conseguir algo generalmente
implica riesgos personales.
¿Qué hizo que decenas de miles de estudiantes negros aguantaran en la brecha bajo el riesgo de
ser arrestados, golpeados e incluso asesinados?, se preguntaba el periodista y sociólogo
canadiense Malcolm Gladwell en un artículo publicado en The New Yorker12. A su juicio, más que el
fervor por la causa fue el grado de conexión de los activistas entre sí lo que evitó la estampida.
Para Gladwell, los modernos medios sociales son útiles para establecer redes. Pero los vínculos que
generan no son bastante fuertes para conducir al activismo de alto riesgo capaz de desafiar a las
autoridades. Las protestas online favorecen la participación de muchos, pero esa virtud también es
su principal defecto: rebajan el grado de compromiso que esa participación requiere.
El director de Change.org lo reconocía implícitamente en la entrevista citada: “Somos una
plataforma de movilización donde la gente firma con su correo electrónico. Ya existen plataformas
de peticiones con DNI. ¿Cuánta gente firma?”. Parece que exigir un grado más de compromiso es
suficiente para que participen menos.
Otro inconveniente del ciberactivismo es su desorganización. Las herramientas de comunicación
digital sirven “si solo pretendes asustar, humillar o hacer ruido, o si no hace falta pensar
estratégicamente. Pero si el objetivo es desestabilizar un sistema poderoso y organizado necesitas
una jerarquía”, dice Gladwell.
Y cita el ejemplo del boicot de los autobuses en Montgomery: durante un año, se coordinó el
transporte gratuito de decenas de miles de personas que lo necesitaban a diario para ir y volver del
trabajo. Además, los organizadores del boicot encargaron a cada iglesia negra de la zona mantener
alta la moral de los participantes. También en las sentadas en Greensboro hizo falta mucha
disciplina y estrategia. No es casualidad que luego esas protestas se extendieran a otras ciudades
del sur donde había núcleos de activistas entrenados.
“Boicots, sentadas y enfrentamientos no violentos –las armas que escogió el movimiento
de los derechos civiles– son estrategias de alto riesgo. Existe poco margen para
permitirse discusiones o errores. Desde el momento en que un activista se sale del guión
y responde a la provocación, la legitimidad moral de la protestas se pone en entredicho”.

1
http://www.avaaz.org/es/index.php+

2
http://www.guardian.co.uk/world/2013/jan/15/avaaz-online-campaigning-reinvent-politics

3
https://www.surveymonkey.com/s/8Z8WJRFespagereblast

4
https://www.change.org/es

5
http://www.iredes.es/premios-iredes/

6
http://www.jotdown.es/2013/02/francisco-polo-me-preocupa-que-haya-juicios-publicos-pero-no-me-siento-responsable/

7
http://www.purpose.com/

8
http://www.38degrees.org.uk/

9
http://www.getup.org.au/

10
http://front.moveon.org/

11
http://www.economist.com/news/business/21570763-how-profit-firm-fosters-protest-profit-purpose

12
http://www.newyorker.com/reporting/2010/10/04/101004fa_fact_gladwell
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