El derecho a la buena administración

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El derecho a la buena administración
Desde la Constitución del 78 a los últimos estatutos de autonomía.
El principio de buena administración responde a las concepciones más
modernas del derecho administrativo que intentan superar la visión
estrictamente formal que legitima a la Administración para el mero
cumplimiento de la norma que le otorga las potestades de actuación,
situando al ciudadano y sus derechos en el centro de la preocupación de las
normas que ordenan la actividad administrativa.
La creación del derecho a una buena administración intenta resumir en
esta expresión la formulación de la nueva forma de concebir la relación de
la Administración con los ciudadanos y de configurarla como un derecho
de estos. Así el ciudadano tiene derecho a reclamar una administración
que cuente con el personal adecuado al servicio de los ciudadanos y que
actúe de acuerdo con las reglas de la ética pública, y la Administración debe
regirse por los principios de objetividad, imparcialidad y transparencia y
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debe establecer unos trámites procedimentales que garanticen el respeto
de los derechos de los interesados y que permitan alcanzar la mejor decisión
posible.
En el ámbito de la Unión Europea la jurisprudencia comunitaria ha ido
gestando la noción de buena administración como concepto genérico
y principio rector de la actividad administrativa y dónde se han ido
desarrollando algunos de los derechos que la componen. Pero la buena
administración se ha configurado también como derecho fundamental
en el artículo 41 de la Carta Derechos Fundamentales de la Unión Europea,
proclamada en el año 2000, pero sin carácter vinculante hasta la entrada
en vigor del Tratado de Lisboa, el 1 de diciembre de 2009, momento a
partir del que pasa a tener el mismo valor jurídico que los tratados. En este
artículo 41 el derecho a la buena administración se concreta en una serie
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de derechos: la imparcialidad, la equidad, el plazo razonable, la audiencia, el
acceso al expediente, la motivación, la responsabilidad patrimonial y la petición
de información.
Otra manifestación positiva y expresa sobre la buena administración en
el ámbito de la Unión Europea se recoge en el Código Europeo de Buena
Conducta Administrativa para el personal de la Comisión Europea en sus
relaciones con el público, texto redactado por el Defensor del Pueblo Europeo
y posteriormente aprobado por el Parlamento Europeo en el año 2001.
En el derecho y la jurisprudencia contencioso-administrativa española el
principio de buena administración también se ha ido reconociendo de
forma creciente, gracias en parte a la influencia del derecho comunitario.
La Constitución de 1978 no alude directamente a este principio, pero de
manera implícita se refiere a él cuando determina la manera de actuar de
las administraciones públicas en los artículos 9.3, 31.2 y 103. Igualmente
se recogen referencias a la buena administración o a alguna de sus
manifestaciones, en importantes leyes, entre otras y a título de ejemplo,
en la Ley de Régimen Jurídico y Procedimiento Administrativo Común, en la
Ley de contratos del Sector Público (art. 25.1), o en la exposición de motivos
del Estatuto Básico del Empleado Público.
Los nuevos Estatutos de Autonomía han incorporado en su articulado
relaciones de derecho, deberes y principios, dentro de los que se
ha empezado a recoger el derecho de los ciudadanos a una buena
administración: Estatutos de Autonomía de Cataluña (art. 30), Andalucía
(art. 31), la Comunidad Valenciana (art. 9) o Illes Balears (art. 14). En el
Estatuto de Autonomía de Aragón, no se contempla expresamente este
derecho a una buena administración, si bien de su contenido se deduce
su reconocimiento (artículos 15 y 16). En otro Estatutos de Autonomía se
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hace referencia a la buena administración como principio de la actuación
de la Administración: Reintegración y Amejoramiento del Régimen Foral de
Navarra ( art. 28 bis); o como un conjunto de medidas de organización y
de funcionamiento de la Administración destinadas al logro de una buena
administración: Comunidad Autónoma de Extremadura ( art. 39).
En el caso del Estatuto de Autonomía de Castilla y León, tras su reforma por la
Ley Orgánica 14/2007, de 30 de noviembre, se produce un reconocimiento
expreso del derecho de los ciudadanos castellano-leoneses a una
buena administración en sus relaciones con la Administración Publica
autonómica. Su artículo 12, incluido dentro de la relación de “Derechos
de los castellanos y leoneses” del Capitulo II del Titulo I (sobre Derechos
y principios rectores”), contempla este derecho de los ciudadanos a una
buena Administración, reflejado de manera más específica en el derecho
a recibir información suficiente, a acceder a los archivos y registros
administrativos, a la formulación de quejas, a un procedimiento imparcial
y tramitado en un plazo razonable, al acceso a los empleos públicos en
condiciones de igualdad y con respeto a los principios constitucionales de
igualdad, mérito y capacidad, o a la protección de datos personales.
Estas previsiones estatutarias, salvo en materia de protección de datos
personales y acceso a empleos públicos, se han desarrollado a través
de la Ley 2/2010, de 11 de marzo, de Derechos de los Ciudadanos en sus
relaciones con la Administración de la Comunidad de Castilla y León y de
Gestión Pública.
La reciente Ley 3/2015, de 4 de marzo, de Transparencia y Participación
Ciudadana de Castilla y León, desarrolla los artículos 11 y 12 del Estatuto
de Autonomía en materia de participación en los asuntos públicos y acceso
a la información pública.
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