“La intolerancia alimenticia puede ser un paso previo al desarrollo de enfermedades autoinmunes, como el cáncer” Diario de Avisos publica este fin de semana una amplia entrevista realizada al Dr. Antonio Bermudo, experto en Medicina Antienvejecimiento. Una alimentación sana es sinónimo de una vida plena. Sin embargo, lo que puede ser sano, o catalogado como tal, no tiene por qué ser correcto para todos. De ahí, que en los últimos años la nutrición haya tomado conciencia de este tema de una forma más profunda con el objetivo de elaborar pautas cada vez más personalizadas y encaminadas a lograr una dieta equilibrada, sana y con resultados que van más allá de mantener un peso adecuado. En esta vertiente de la nutrición el Dr. Antonio Bermudo Benavente apuesta por el estudio de los alimentos y el consumo de los mismos en función de las características de cada persona. A partir del Test-A 200 el doctor obtiene el nivel de intolerancia alimenticia dividido en grupos de alimentos. “El test “A-200” consiste en un análisis de sangre donde se determina la inmunoglobulina G de forma específica para 214 alimentos de la dieta mediterránea. El resultado viene por grupos: lácteos, cereales, frutas, carnes…etc., expresado en alimentos permitidos, intolerancias mínimas, medias y altas, lo que a su vez nos dará la pauta para la reintroducción de los alimentos en un futuro”. Este análisis se realiza en Tenerife en LGS-Análisis, que recientemente ha desarrollado una acción formativa para médicos, con el fin de explicar cómo funciona esta prueba y cómo debe interpretarse. El Dr. Benavente impartió una de las ponencias, a la que acudieron más de 20 facultativos. Hasta 36 horas tras ingerir el alimento A partir de esta prueba inicial se desarrolla una lista de alimentos que el paciente podrá tomar, frente a otros que, en una instancia previa no podrá ingerir durante un tiempo. “La intolerancia alimenticia es una reacción inflamatoria que puede tardar hasta 36 horas en producirse y es imperceptible o poco evidente para el paciente, aunque lo que irá notando son las consecuencias de una inflamación generalizada que va aumentando día a día. Esta es la principal diferencia con una alergia, ya que esta es de carácter explosivo y requiere acudir al médico en un plazo corto”, aclara el experto. Entre los alimentos que mayor rechazo generan en nuestro organismo destacan: la leche de vaca, el trigo y la clara de huevo, por su composición proteica más compleja, que son a su vez los alimentos que se introducen más tarde en el ser humano. “Lo que hay que dejar claro es que manifestar una intolerancia a un determinado alimento no significa que no se pueda volver a consumir. Este análisis forma parte de un proceso, hay que seguir la evolución del paciente y ver en qué momento se pueden volver a tomarlos”, detalla el especialista en nutrición. Tal y como manifiesta el especialista, “todas las enfermedades comienzan con un proceso inflamatorio”, como fase inicial de su desarrollo. Así por ejemplo, las patologías que afectan a la piel puede manifestarse mediante una dermatitis o los que afectan al estómago lo hacen a partir de una gastritis. Es decir, nuestro organismo está defendiéndose ante un “ataque” y reacciona inflamando la zona a tratar con el objetivo de acudan más anticuerpos para acabar con los patógenos que provocan dicha reacción. Procesos inflamatorios continuados La gravedad aumenta cuando nos enfrentamos a un proceso inflamatorio continuado, que puede degenerar en la aparición de enfermedades autoinmunes, como puede ser el cáncer. Ya que si no se detecta a tiempo que el consumo de determinados alimentos influyen de forma negativa a nuestro organismo seguiremos consumiéndolos y por lo tanto, generando la aparición de la inflamación. “La intolerancia alimenticia se genera debido al aumento de la permeabilidad intestinal, el llamado Síndrome de permeabilidad intestinal aumentada o Síndrome del intestino agujereado (Leaky Gut Syndrome).”, detalla Benavente. “Lo que ocurre es que los pequeños poros de la membrana intestinal se agrandan, debido al uso o abuso de medicamentos como antiinflamatorios, corticoides o antibióticos. Además, el estrés, los niveles elevados de cortisol, también deterioran el intestino, así como la alimentación industrial con aditivos químicos, etc… Este aumento de permeabilidad deja pasar sustancias que no deberían poder hacerlo, entre ellas macromoléculas de alimentos sin digerir, que ponen en alerta a nuestro sistema inmune, empezando aquí la cascada de la inflamación”, puntualizó. Mejoría a través de la comida El seguimiento de una dieta adecuada, es decir, equilibrada y adaptada a las necesidades de cada persona ha demostrado ser una de las herramientas principales para alcanzar una calidad de vida más que óptima. La palabra “dieta” siempre ha sido concepto asociado a la pérdida de peso sin embargo, en los últimos años la tendencia no es solo a que esté ligada a este desencadenante lógico de pérdida de kilos sino, además, a un estado de forma. “Los test de intolerancia alimenticia entran en los protocolos de la Medicina Antienvejecimiento o Antiaging, donde lo que se busca es el buen funcionamiento de todos los sistemas, eliminando toxinas y patógenos, regulando el Ph, la microbiota intestinal y procurando una buena nutrición celular. Por tanto se pretende con todo ello una mayor esperanza y calidad de vida”, añade Benavente.