05001-22-03-000-2009-00273-01 RC

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CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
SALA DE CASACIÓN CIVIL
Magistrado Ponente
EDGARDO VILLAMIL PORTILLA
Bogotá, D. C., treinta de junio de dos mil nueve
(Discutido y aprobado en sesión de de dos mil nueve)
Ref: Exp. No. T-05001-22-03-000-2009-00273-01
Se decide la impugnación formulada por el accionante contra la
sentencia de 13 de mayo de 2009, proferida por la Sala Civil del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Medellín, a través de la cual se
negó la demanda de tutela instaurada por Mario Alfonso Luján Zapata
frente al Juzgado Segundo Civil del Circuito de Bello.
ANTECEDENTES
1.
En la sentencia de 14 de abril de 2009, dictada en el
proceso ejecutivo adelantado por el accionante contra José de los
Milagros Carvajal Agudelo y Carmenza Sierra, el juzgado accionado
decidió revocar el fallo de primer grado proferido por el Juzgado
Segundo Civil Municipal de Bello y, en su lugar, declarar probada la
excepción denominada “ausencia total de instrucciones para llenar las
letras de cambio objeto de recaudo ejecutivo… con relación a las fechas
de vencimiento de las obligaciones y creación de los títulos”.
Según explicó ese juzgador, las partes aceptaron en sus
interrogatorios “que no hubo acuerdo, ni instrucciones entre ellos sobre
los puntos en blanco de las letras de cambio relacionados con las
fechas de creación de cada uno de los títulos y las fechas de
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vencimiento de cada una de aquellas obligaciones”, de donde concluyó
que el acreedor llenó los espacios de esos documentos, sin que hubiera
prueba de “instrucciones claras” para que obrara de esa manera, pues
sus afirmaciones no son soporte suficiente sobre la autorización que
debía tener. Igualmente, señaló que “no existiendo convenio, ni
instrucciones sobre la fecha de creación y vencimiento del título valor,
le correspondía al acreedor dejar el espacio en blanco y hacer uso del
vencimiento a la vista, ya que la letra sin fecha de vencimiento, por ley
se hace exigible a la vista, ya que bajo el mismo principio de la ley
comercial, no se ha determinado el tiempo en que la prestación debe
cumplirse, el acreedor puede exigirla inmediatamente”.
Ahora, el ejecutante recurre a la tutela para reprochar esas
inferencias del juzgado de segunda instancia. Al respecto, aduce que “si
tales instrucciones nunca existieron no puede considerar-se- esta falta
de acuerdo como un hecho válido para negar -su- derecho sustancial,
porque dicha omisión o falta de acuerdo la suple la ley con el contenido
del art. 622 del C. de Comercio”. Además, acusa que se violó el
principio de indivisibilidad de la confesión, pues no se tuvo en cuenta
que aceptó haber llenado las letras, pero por petición del demandado,
quien lo “alertó para que iniciara el proceso ejecutivo”. Aunado a ello,
asegura que en este caso se invirtió la carga de la prueba, pues eran
los demandados quienes debían demostrar las excepciones, esto es,
que “correspondía a los ejecutados probar que -le- habían impartido
instrucciones precisas sobre la forma como debía completar las letras y
no lo hicieron…”.
De otro lado, el accionante refiere que con la decisión de ese
despacho se ve en compelido a iniciar un proceso ordinario en el que se
reconozca la obligación, a pesar de que ésta ya fue admitida por los
ejecutados, quien en ningún momento tacharon los títulos de falsos.
Finalmente, afirma que se violó la normatividad legal en materia
de pruebas; que la fecha de creación que enmendó en una de las letras
de cambio fue puesta por él pero constituye una falsedad inocua y no
afectó a nadie; que es el legítimo tenedor de los títulos cobrados; y que
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esos documentos se otorgaron por la gestión profesional que desplegó
para los deudores y su familia por más de 20 años.
Por consiguiente, pide el amparo de su derecho al debido
proceso, con el fin de que se deje sin efecto la sentencia de 14 de abril
de 2009.
En escrito posterior, adujo que ha tenido que formular varias
acciones contra la titular del Juzgado Segundo Civil del Circuito de
Bello, todas relacionadas “con levantamiento de las medidas cautelares
de bienes debida y legalmente embargados y secuestrados” y que
algunas de éstas han alcanzado prosperidad.
2.
El apoderado de José Milagros Carvajal Agudelo y
Carmenza Sierra, concurrió a este trámite para manifestar que la
decisión del juzgado accionado estuvo ajustada a la ley, pues el
accionante aceptó que unilateral e inconsultamente llenó los espacios
en blanco de los títulos valores, sin que hubiera prueba de la
autorización de los demandados, amén de que la fecha de creación de
una de las letras de cambio sometidas a recaudo, fue enmendada por
aquél.
De otro lado, dijo que no se presentaba ninguna de las causales
de procedencia de la acción de tutela, que el promotor del amparo está
actuando contra la ética del abogado; que defraudó la confianza que
depositaron en él los demandados cuando le entregaron los títulos con
espacios sin llenar, y que nadie podía invocar en beneficio propio la
incuria o el dolo que comete. Por ende, pidió que no se conceda la
tutela.
A su turno, el titular del Juzgado Segundo Civil Municipal de Bello
dijo que la carta de instrucciones sólo es exigible a las entidades
financieras; que no podía dejarse en el limbo el derecho sustancial del
accionante; que los demandados no probaron el contenido de las
instrucciones que dieron para llenar las letras; que la alteración que
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hizo el acreedor a uno de esos títulos es ineficaz; y que debe corregirse
el yerro del Juzgado Segundo Civil del Circuito de Bello.
3.
El Tribunal desestimó los pedimentos del accionante
porque, según dijo, el análisis de las pruebas y la labor interpretativa
del
accionado
debían
respetarse,
conforme
al
principio
de
independencia judicial, máxime cuando la hermenéutica reflejada en la
providencia objeto de censura “no se erige como arbitraria o carente de
sustento…”.
4.
El reclamante impugnó el
fallo de tutela
anterior,
aduciendo que no se tuvo en cuenta la efectividad del derecho
sustancial y la violación directa de la Constitución que se presentó en
este caso al desconocer el hecho de que los deudores recibieron las
sumas cobradas, para luego suscribir y aceptar las precitadas letras de
cambio, cuyos espacios en blanco debían llenarse por el tenedor
legítimo para exigir el pago, pues de lo contrario no hubiera sido
posible librar orden de apremio. También afirmó que la excepción
alegada por los demandados podría prosperar si los ejecutados
“hubiesen demostrado la existencia, la celebración o la entrega de carta
de instrucciones… pero, al no demostrarse tal hecho la juez en mención
no tenía porqué darla por probada”. Finalmente, reiteró que el propio
ejecutado lo “requirió para que iniciara su cobro porque el Banco
Agrario ya le había iniciado proceso ejecutivo y le había embargado sus
bienes…”.
CONSIDERACIONES
En el caso de ahora la Corte encuentra que existieron situaciones
no advertidas por el juzgado accionado que, indudablemente, por su
trascendencia debieron ser objeto de un examen más detallado.
En efecto, la argumentación del Juzgado Segundo Civil del
Circuito de Bello giró alrededor de la existencia de unas letras de
cambio con espacios en blanco, que fueron signadas por los deudores
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ejecutados, esto es, que se trató de títulos parcialmente incoados que
posteriormente fueron diligenciados por el acreedor para efectos de
obtener el pago de las obligaciones dinerarias allí incorporadas.
Para el juzgado, estuvo demostrado que al momento de la
creación de los títulos no se acordaron instrucciones que habilitaran al
ejecutante para llenar los espacios en blanco, de modo que -en su
criterio- aquél no podía incluir en el cuerpo de los títulos los datos que
hacían falta para su ejecución, sino que ha debido hacer uso de la
presentación a la vista para el pago.
Y en ese entendimiento, pasó por alto el juzgado que ante la
perentoria fuerza vinculante que emerge de un título valor, es al
deudor a quien corresponde demostrar que no existieron instrucciones
para completar el documento, ni en el momento de su creación, ni
después, o que en todo caso, de haber existido, éstas fueron
desatendidas por el acreedor.
Precisamente, debe memorarse que el artículo 622 del Código de
Comercio establece que “si en el título se dejan espacios en blanco
cualquier tenedor legítimo podrá llenarlos, conforme a las instrucciones
del suscriptor que los haya dejado, antes de presentar el título para el
ejercicio del derecho que en él se incorpora.
Una firma puesta sobre un papel en blanco, entregado por el
firmante para convertirlo de un título valor, dará al tenedor el derecho de
llenarlo. Para que el título, una vez completado, pueda hacerse valer
contra cualquiera de los que en él han intervenido antes de completarse,
deberá ser llenado estrictamente de acuerdo con la autorización dada
para ello”.
Acerca de esa norma, la Corte tuvo la oportunidad de precisar en
fallo de esta misma fecha que “se admite entonces de manera expresa la
posibilidad, por cierto habitualmente utilizada, de crear títulos valores con
espacios en blanco para que, antes de su exhibición tendiente a ejercer el
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derecho incorporado, se llenen o completen por el tenedor de
conformidad con las órdenes emitidas por el suscriptor.
Ahora, si una vez presentado un título valor, conforme a los
requisitos mínimos de orden formal señalados en el Código de Comercio
para cada especie, el deudor invoca una de las hipótesis previstas en la
norma mencionada le incumbe doble carga probatoria: en primer lugar,
establecer que realmente fue firmado con espacios en blanco; y, en
segundo, evidenciar que se llenó de manera distinta al pacto convenido
con el tenedor del título.
Lo anterior aflora nítido si se tiene en cuenta, conforme a principios
elementales de derecho probatorio, que dentro del concepto genérico de
defensa el demandado puede formular excepciones de fondo, que no
consisten simplemente en negar los hechos afirmados por el actor, sino
en la invocación de otros supuestos de hecho impeditivos o extintivos del
derecho reclamado por el demandante; de suerte que al ejercer este
medio de defensa surge diáfano que el primero expone un hecho nuevo
tendiente a extinguir o impedir los efectos jurídicos que persigue este
último, enervando la pretensión.
…adicionalmente le correspondería al excepcionante explicar y
probar cómo fue que el documento se llenó en contravención a las
instrucciones dadas” (Exp. No. 1100102030002009-01044-00).
Por ende, el hecho de que se hubiera demostrado que en un
comienzo no hubo instrucciones para llenar los espacios en blanco de
las referidas letras, era cuestión que por sí sola no les restaba mérito
ejecutivo a los referidos títulos, pues tal circunstancia no impedía que
se hubiesen acordado instrucciones ulteriores para hacer posible el
diligenciamiento del título y su consiguiente exigibilidad.
No podía, entonces, invertirse la carga de la prueba para dejar a
hombros del acreedor el deber de acreditar cómo y porqué llenó los
títulos, sino que aún en el evento de ausencia inicial de instrucciones,
debían los deudores demostrar que tampoco las hubo con posterioridad
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o que, en todo caso, el acreedor sobrepasó las facultades que la ley le
otorga para perfeccionar el instrumento crediticio en el que consta la
deuda atribuida a los ejecutados.
A la larga, si lo de que se trata es de enervar la eficacia de un
título valor, el compromiso del deudor que lo firma con espacios en
blanco, debe ser tal que logre llevar a la certeza sobre la discordancia
entre su contenido y la realidad negocial, pues no de otra forma podría
librarse de la responsabilidad que trae consigo imponer la rúbrica de
manera voluntaria en este tipo de efectos comerciales.
Ahora bien, ha de recordarse que dentro del núcleo esencial del
derecho al debido proceso se halla el deber de motivar adecuadamente
las decisiones que adoptan los jueces naturales, lo cual impone el
agotamiento cabal de todos los extremos jurídicos y fácticos de la
controversia. Por ende, como en el caso de ahora la decisión del
juzgado accionado contiene una argumentación deficitaria en relación
con los aspectos antes referidos, ha de darse por establecido que hubo
vulneración de la mencionada garantía fundamental, lo cual impone la
intervención del juez constitucional.
Así las cosas, se revocará el fallo de tutela de primer grado y, en
su lugar, se concederá el amparo solicitado.
DECISIÓN
En mérito de lo expuesto, la Sala de Casación Civil de la Corte
Suprema de Justicia, administrando justicia en nombre de la República
y por autoridad de la ley, REVOCA la sentencia de tutela de fecha y
procedencia preanotadas.
En su lugar, se CONCEDE el amparo constitucional reclamado en
este asunto.
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Por ende, se deja sin efecto la sentencia de segunda instancia de
14 de abril de 2009, dictada en el proceso ejecutivo adelantado por el
accionante contra José de los Milagros Carvajal Agudelo y Carmenza
Sierra. Igualmente, se ordena al Juzgado Segundo Civil del Circuito de
Bello que, en el término de 48 horas contado a partir de la notificación
de esta providencia, proceda a decidir nuevamente la apelación
interpuesta contra el fallo emitido el 30 de enero de 2009 por el
Juzgado Segundo Civil del Circuito de la misma ciudad, con observancia
de las motivaciones que anteceden.
Comuníquese telegráficamente esta decisión a los interesados y
envíese el expediente a la Corte Constitucional para lo de su cargo.
WILLIAM NAMÉN VARGAS
JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR
RUTH MARINA DÍAZ RUEDA
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PEDRO OCTAVIO MUNAR CADENA
ARTURO SOLARTE RODRÍGUEZ
CÉSAR JULIO VALENCIA COPETE
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