para ganar a cristo - Ministerio Para la Edificacion

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PARA GANAR A CRISTO
El premio del supremo llamamiento
Carlos E. Rivas
PARA LA EDIFICACION PUBLICACIONES
“Para Ganar a Cristo”
© 2003 Carlos E. Rivas. Todos los derechos reservados.
Diseño de la portada: © 2003 Carlos E. Rivas. Todos los
derechos reservados.
Editado en El Salvador agosto de 2006.
Salvo cuando se indica expresamente otra versión, las citas
bíblicas fueron tomadas de la versión Reina-Valera 1,960.
© 1960 Sociedades Bíblicas Unidas de América Latina.
Publicado por el ministerio Para La Edificación.
Prohibida la reproducción total
o parcial sin la debida autorización.
Para Ganar a Cristo, es texto de seminarios de equipamiento
y formación para pastores y líderes. Es usado en estudios
bíblicos para radio y televisión, y en cursos intensivos para
liderar con visión en iglesias cristianas.
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Para La Edificación Publicaciones, Urb. Buenos Aires 1,
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E-mail: pastorrivas@live.com
Para Ganar a Cristo.
Este estudio es parte de la serie:
Para la Edificación del Cuerpo de Cristo
Estudio No. 4.
ISBN # 155-2003
Impreso en El Salvador, C. A.
1ª edición
PARA GANAR A CRISTO
Prosigo a la meta del premio del supremo llamamiento
Índice
Preámbulo
8
I- PRIMERA PARTE: La salvación, la carrera y las recompensas.
1- La salvación en el plan eterno
9
2- La carrera y la recompensa
16
3- Las recompensas
21
4- Los que ya tienen su recompensa
33
5- Lo común y el Galardón
41
II- SEGUNDA PARTE: Las reglas de la carrera.
1- Conocimiento de la meta
46
2- La abstinencia
48
3- Las reglas
49
4- La sanción
50
5- El premio
50
6- Dos claves para ganar la carrera
51
Prosigo a la meta del premio del supremo llamamiento
I- PRIMERA PARTE:
La salvación, la carrera, y las recompensas.
1- La salvación en el plan eterno.
2- La carrera y la recompensa.
3- Las recompensas.
4- Los que ya tienen su recompensa
5- Lo común y el Galardón
Prosigo a la meta del premio del supremo llamamiento
Preámbulo
EL SUPREMO LLAMAMIENTO
SUPREMO en el idioma griego ANO significa: por encima, hacia arriba, celestial. Pablo
emplea este adverbio en Fil. 3: 14: “prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento
de Dios en Cristo Jesús”, para el premio el cual es puesto ante los cristianos como su meta, Lit.
llamamiento arriba. Lo que Pablo presenta en este verso es un esquema para la vida y caminar
del cristiano, él asemeja la vida del cristiano a una carrera, por lo que expone: un llamamiento,
una meta, y un premio. Pablo no está hablando aquí de la salvación, porque él ya era salvo
y porque la salvación no es un premio sino un regalo.
Llamamiento
Hay muchos llamamientos de Dios, pero está el supremo llamamiento. Este supremo se distingue
de todos los llamamientos, porque está encima de todos éstos. Este llamamiento es de Dios
“en Cristo Jesús”, Pablo entendió esto, por lo cual quería “ser hallado en él”, Fil: 3: 9; de la
misma forma en 1ª Co. 9: 23 donde expresa, que lo que él esperaba como recompensa al terminar
su carrera era ser “copartícipe de Él”. Porque la recompensa del vencedor es lo dicho por
Dios: “será mi Hijo”. Ap. 21: 7. Ser hallado “en” o “con” Cristo, es el supremo llamamiento.
Meta
Cristo es de principio a fin la visión y meta de Dios. Hay un punto de salida, el cual es la
salvación, y una meta de llegada para la carrera del cristiano. La meta de llegada determina la
recompensa. La salvación no es una meta ni un galardón, sino un regalo por gracia, y se recibe
por fe en Cristo. Pero la meta determina un desafío para los ya salvos, porque propone: -Un
prefijo, una carrera, distancia, determinación, esfuerzo, paciencia y despojamiento. De aquí
la determinación de Pablo, el cual siendo ya salvo decía: “a fin de conocerle”, “llegando a
ser”, “si en alguna manera llegase”, “prosigo”, “y extendiéndome a lo que está delante”,
“prosigo a la meta”, Fil. 3: 10-14. Pablo no estaba conforme con la salvación, él quería
llegar a la meta y ganar el premio del supremo llamamiento de Dios.
Premio
El premio no es gratuito. Hay muchos y diferentes categorías de galardones. “Galardón”,
Ap. 22: 12; “grande galardón”, Mt. 5: 12; “galardón en sobre manera grande”, Gn. 15: 1.
Pero el galardón o premio más grande es El Hijo de Dios, y Pablo quería ganarlo, Fil. 3:
7,8. Esto nos muestra que la salvación es gratuita, pero a Cristo hay que ganarlo; de hecho
ningún premio es gratis, pero todos ellos están disponibles y se obtienen por una carrera
legítima en Cristo. 1ª Co. 9: 23-27; 2ª Ti. 2: 5. Para Pablo, Cristo, el Hijo de Dios, era: Su
llamamiento, su meta y su premio. Porque Cristo es el Supremo llamamiento de Dios.
SUPREMO Lit. Llamamiento, arriba. Hay otros llamamientos de carácter celestial que
abandonan la tierra. Esto lo comprendió Abraham y por esto buscaba lo celestial, Heb. 11:
13-16. Cuando se busca lo celestial, siempre se paga un mayor precio, como Abraham que
vivió como peregrino y extranjero en la tierra. Los que anhelan algo más que sólo ser salvos,
no están profundizando sus estacas aquí en la tierra, sino que están caminado hacia: Una
meta y llamamientos más supremos para ganar El Galardón.
Para Ganar a Cristo
Pág. 9
LA SALVACIÓN EN EL PLAN ETERNO
El fin de la enemistad y el inicio de la restauración
La salvación es fruto de la muerte redentora del Señor Jesús en la cruz del monte. Dios la ofrece
por gracia al pecador y se recibe por la fe en Cristo, por arrepentimiento y confesión de pecados.
Después de la caída del hombre en el pecado, la salvación es la restauración del plan y propósito
de Dios. Plan y propósito que fue interrumpido por el pecado. Pero Dios no es un Dios frustrado.
El hombre y su pecado no pueden frustrar al Dios Todopoderoso. Y al final de todo, lo que Dios
quería y se frustró Él lo habrá restaurado y logrado como en el principio.
Ahora, entre el propósito de Dios, la caída del hombre en el pecado y la salvación, la salvación
es el inicio de la restauración, pero no la meta a la que Dios se extiende. La salvación es el
inicio de las muchas cosas que Dios ha preparado para la eternidad de los que le aman, pero
no es la meta a que Dios se extiende.
Lo que necesitamos tener claro, pero muy claro los que ya somos salvos por la gracia de Dios,
es, la diferencia entre salvación, recompensas y posiciones eternas. La salvación es un regalo,
pero las recompensas y las posiciones eternas no, éstas tienen que ser ganadas por el cristiano
genuino que las anhela. Esto debe cambiar la mentalidad cómoda del creyente que combina todos
los bienes de la eternidad con su salvación. Porque una cosa es la salvación y otra cosa son
los galardones y las posiciones eternas. Necesitamos hacer la diferencia entre salvación, galardón
y posición eterna, para saber lo que ya tenemos con la salvación, y lo que hay por alcanzar
en una carrera legítima en la que se implica: Un llamamiento, una meta y el premio.
Por ser la salvación un don de Dios, para ser salvo sólo necesitamos fe, creer y recibir a Cristo
como Señor y Salvador, el cual murió en propiciación por nuestros pecados; pero, para recibir
recompensas o galardones y las posiciones eternas, se requiere de obras que califiquen para
ser recompensadas en el día que todas las obras de los salvos han de ser juzgadas por el
Señor, Ef. 2: 8-10; Ap. 22: 12.
Las obras de los creyentes, sean buenas o malas, serán sometidas a prueba ante el tribunal de
Cristo, para probarlas, revelarlas y quedar al manifiesto, las obras que califican o no para ser
recompensadas, 2ª Co. 5:10.
La forma y el elemento riguroso que se probarán las obras, será fuego. Si permaneciere la obra
de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá
pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego, 1ª Co. 3: 12-15.
Aclarado esto, necesitamos hoy tener definida la posición en que nos ubica la gratuita salvación,
que no es salvación más recompensas y posición eterna. Salvación es el punto de salida en la
gran carrera que se nos ha propuesto, hasta la meta de llegada para ser galardonados por
Dios ante el tribunal de Cristo. Con la salvación no estamos llegando, sino apenas saliendo.
La salvación es el fin de la enemistad entre el hombre y Dios, el inicio de la restauración del
propósito y plan original de Dios. Por lo cual, cuando somos salvos somos aptos para ser
suscritos en la gran carrera para ganar a Cristo.
Para Ganar a Cristo
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Después de esta aclaración, consideremos en las Sagradas Escrituras algunas preguntas con
relación a la Salvación: ¿A consecuencia de qué y cómo se originó la salvación?, ¿qué es la
salvación?, ¿era la salvación el plan principal de Dios?, ¿cuál es el propósito de la salvación?
La salvación no era un plan, Gn. 2: 7
Lo primero que necesitamos definir es, cuál era el plan y propósito principal de Dios con la
creación del hombre. ¿Era la salvación? o ¿había otro plan más que la salvación? Para tener
luz sobre este asunto, consideremos antes: Qué es un plan, el estado y la condición del hombre
antes que éste pecara. Y por último, cuál era según las Sagradas Escrituras el plan primordial
de Dios con la creación del hombre.
¿Qué es un plan?
Un plan es un conjunto de disposiciones adoptadas para la ejecución de un proyecto. El proyecto
de Dios con relación al hombre es específico. Y tiene que ver con el hombre a la imagen de
Cristo. Este proyecto de Dios inició en Gn. 1:3 y terminó en Gn. 1: 26, con la creación del
hombre a su imagen. Sabemos que el plan de Dios terminó aquí, con la creación del hombre
a su imagen, porque en Gn. 2:1-3 Dios entró en su reposo, y porque después Dios no hizo ya
nada más, en cuanto a la creación se refiere. Al final de los seis días de creación, Dios quedó
satisfecho y entró en su reposo, y el hombre perfecto y a la imagen de Cristo, porque Cristo
es la imagen del Dios invisible, Col.1: 15, y el hombre conformado a la imagen de Cristo.
El estado y condición del primer hombre
Dios creó al hombre espiritual y físicamente para vivir eternamente. No creó al hombre salvo
para luego salvarlo. Tampoco creó al hombre para condenarlo. El hombre fue creado salvo
y permanecería salvo y seguramente por la eternidad, si se mantenía en obediencia a la
palabra dicha por Dios con respecto a no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal.
El hombre era salvo, pero la obediencia era la condición para permanecer así.
Cuando el hombre desobedeció a Dios, pecó y atrajo el juicio y condenación de muerte espiritual
y física y esto con implicación eterna. Luego el juicio y condenación pasó a todos los hombres
por cuanto todos hemos pecado. Ahora, después de haber pecado el hombre, la nueva condición y
estado del hombre por su desobediencia y su pecado voluntario era de un estado de condenación.
Y aquí fue donde la salvación se volvió una necesidad para salvar y restaurar al hombre al
plan y propósito de Dios.
Condenación y Salvación.
Condenación es la exclusión de la gloria de Dios y confinamiento eterno de los pecadores en
el lago de fuego. Esta es la muerte segunda, Ap. 20: 14,15. Es el rechazo de la propuesta
de salvación de Dios en su Hijo y la opción libre del hombre por el pecado, Jn. 3: 19; Gn. 4:
7; Dt. 11: 26-28; 30:15-20.
Por tanto, la salvación o la condenación no es cuestión sólo de Dios, sino también implica
la voluntad o libre determinación del hombre entre: la luz o las tinieblas, el tomar o rechazar
el pecado, el bien o el mal, la vida o la muerte, la bendición o la maldición. Por supuesto que
el deseo de Dios es que el hombre decida por la luz, el bien, la vida y la bendición. La voluntad
de Dios no es que el hombre se condene, sino que sea salvo, pues por esto ha dado a Su
Hijo en propiciación por el pecado.
Para Ganar a Cristo
Pág. 11
Pero, para que el hombre se salve o se condene, tiene que ser por su propia voluntad. Si un
hombre va al cielo o al infierno será por el uso libre de su voluntad. Por esto, la salvación o
la condenación no dependen sólo de la voluntad de Dios, sino también de la voluntad del
hombre. Dios le propondrá al hombre su palabra y el único medio de salvación, el cual es
Su Hijo, si el hombre lo acepta será salvo y si no lo acepta se condenará, Mr. 16: 15, 16.
Salvación es la obra redentora y restauradora que Cristo con su muerte ha realizado y realizará,
con el fin de deshacer las obras del diablo y presentar a Dios al hombre, libre de los trágicos
efectos del pecado y la caída. Es el milagro divino de la emancipación espiritual del hombre,
del dominio y culpa del pecado y la muerte al goce de una vida eterna renovada con Dios. Es
la liberación de la ira de Dios y la condenación eterna en el infierno de fuego y azufre. Es la
seguridad y la salud eterna en Cristo, en Dios.
La reacción de Dios después que el hombre pecó, no fue de cólera repentina, condenación y
aniquilación inmediata del hombre, sino misericordia y clemencia; proveyendo salvación y
justificación para él por medio de la muerte y la obediencia de su amado Hijo, nuestro Señor,
Fil. 2: 8; Ro. 5: 18, 19.
Sin embargo, por todo lo antes mencionado; no se debe pensar que la salvación del hombre
provista por el sacrificio del Hijo de Dios después de su caída en el pecado, era el plan “B”,
por si no funcionaba el plan “A”. Claro que Dios sabía que el hombre iba a pecar y que
caería, y de antemano se había provisto, desde antes de la fundación del mundo, al Cordero
para redimirlo y reconciliarlo con él, Ap. 13: 8. Pero esto no contradice que la salvación no
era un plan. La salvación, después de la caída, vino a ser una necesidad para restaurar al
hombre al plan original de Dios.
Ahora bien, la razón al decir que la salvación no era un plan, no es rebatir o contradecir los
que así lo piensan, sino establecer que Dios tiene algo mucho más glorioso en su plan que la
salvación. En este estudio con la ayuda de Dios y su Santo Espíritu, haremos la clara diferencia
por las Escrituras, entre salvación, recompensas, galardones y posiciones eternas. Y al final
quedará establecido que la salvación es la restauración del hombre al plan original y el inicio
de las muchas cosas que Dios quiere darnos para la eternidad, lo cual es el verdadero propósito
de este estudio. Pero, entonces ¿cuál era el plan y propósito de Dios con la creación del hombre?
El plan es Génesis 1: 26
El plan y propósito principal de la creación del hombre, era que éste fuese conforme a la
imagen de Dios. No para que fuese salvo. El hombre fue creado conforme y para manifestar
la imagen de Cristo, porque Cristo es la imagen de Dios, Col. 1: 15; Heb.1: 3; Ro. 5: 14.
Según el apóstol Pablo el ser conformes a la imagen de Cristo es el plan de Dios para todos
los tiempos; para todos los que conforme a su propósito son llamados. Según el apóstol
Pablo este plan es desde la eternidad, hasta la eternidad, Ro. 8: 28-30. Así que Génesis 1:
26 queda establecido en forma radical como el plan de Dios.
Por tanto, la salvación en si, no era en el principio ni es hoy el plan primario de Dios, sino
la conformación y manifestación de Cristo en los ya salvos. La salvación es parte de la
restauración del plan y propósito principal. Y cuando hablamos de la conformación de
Cristo, estamos hablando de la formación del carácter de Cristo en los hijos de Dios. Dios
nos quiere a su imagen, es decir, manifestando su carácter.
Para Ganar a Cristo
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La salvación vino por la caída, Gn. 3:1-7
A consecuencia del pecado la salvación se volvió una necesidad. No era ni vendría a ser el
propósito principal de Dios, sino, el medio para restaurar al hombre. Consideremos tres asuntos
en cuestión:
Lo que el pecado trajo
Rotura y separación de Dios, Is. 59: 2. El pecado trajo, entre otras cosas, división entre Dios
y el hombre. Por su Santidad, Dios no puede tener comunión con el pecado, y como el pecador
con el pecado son una misma cosa, se hizo una gran división entre Dios y el hombre.
Destitución de la gloria de Dios, Ro. 3: 23. El pecado no solo separó a Dios del hombre, sino
que también lo destituyó de su Gloria. El hombre al pecar no estaba perdiendo sólo un huerto
con muchos árboles, sino a Dios mismo.
Rotura y destitución que pueden ser eternas, Lc. 16: 26. Lo triste del pecado y para el pecador,
es que la división y la destitución, pueden ser eternas si el hombre no se reconcilia con Dios; y
aquí es donde la salvación vino a ser una necesidad emergente e inminente, porque la salvación
provee los medios para la reconciliación entre Dios y el hombre, Col. 1: 20-23.
El pecado interrumpió el plan de Dios, Gn. 1: 26-28
El hombre no llegó a manifestar plenamente el plan y el propósito de Dios en su vida por la
interrupción del pecado. El pecado le trajo al hombre división y destitución de Dios y su gloria.
Dios creó al hombre por lo menos para cuatro cosas:
-Manifestar la imagen de Dios.
-Manifestar la realeza y señorío de Cristo.
-Manifestar la naturaleza de Dios a través de su descendencia, Mal. 2: 15.
-Manifestar la autoridad de Dios y someter al animal que se arrastra.
Esto interrumpió la caída en el pecado del primer hombre. Por lo que para la restauración del
plan de Dios y del hombre, era necesario la salvación como medio de reconciliación, Col. 1: 20.
Reconciliación es restauración de las relaciones rotas vueltas a la normalidad. Esto quiere decir
que la muerte reconciliadora de nuestro Señor en la cruz, hace que el hombre vuelva al punto
donde rompió la relación con Dios y restaure lo que se rompió. Y en donde se rompió la relación
fue en el huerto y lo que se rompió fue el plan de Génesis 1: 26. Aquí es donde la salvación
da inicio a la restauración, mas la restauración total que Dios quiere alcanzar es que el
hombre vuelva a ser a la imagen de Cristo y las atribuciones que esto implica; y es la
manifestación de la naturaleza de Dios, la realeza de Cristo y la autoridad para someter al animal
que se arrastra (al diablo). Dios logrará al final esto por medio del sacrificio y muerte de Cristo,
que hizo posible que todo vuelva a la normalidad por su muerte restauradora.
La paga del pecado, Ro. 6: 23
Las tres muertes. Nuestro Señor y Salvador Jesucristo pagó con su muerte estas tres muertes.
- Muerte espiritual.
- Muerte física.
- Muerte eterna.
Para Ganar a Cristo
Pág. 13
La promesa de un Salvador, Gn. 3: 15
Con su desobediencia y pecado el hombre había caído y frustrado para su vida y su descendencia
el plan y propósito de Dios, pero no a Dios, porque Dios no puede ser frustrado por un hombre.
Por tanto, Dios proseguiría adelante con su plan y propósito. Y para llevar a cabo su plan y
propósito, Dios promete enviar a un Salvador que nacería de la mujer, para que éste restableciese
al hombre, su plan, y su propósito. Y cuando llegó el cumplimiento de los tiempos, Dios envió
a Su Hijo nacido de una mujer, para ser el salvador y restaurador del hombre, Gál. 4: 4.
Consideremos cuatro asuntos en cuestión:
La salvación es una persona, Ap. 13: 8; Lc. 2: 11. La salvación es Cristo, el Hijo de Dios.
Y el que le recibe será salvo y el que no le recibe y lo rechace se condenará, Jn. 3: 18.
Cristo pagó el precio de la salvación, Ro. 6: 23. Con la muerte del Cordero de Dios
fuimos comprados y rescatados, no con cosas corruptibles como oro o plata, sino, con la
sangre preciosa de Cristo, 1ª P. 1: 18, 19.
El tiempo de la venida del Salvador. Cuatro mil años después de haberlo prometido Dios,
Cristo vino. El que haya venido Cristo cuatro mil años después de la caída del hombre, no
significa que debería de pagar un mayor precio. Que haya venido cuatro mil años después
de la caída y dos mil años antes de su segunda venida, el precio de la salvación siempre es
el mismo, su muerte. Porque el tiempo no cambia el precio y ni la paga.
La rotura y la división fueron quitadas. La pared intermedia de separación fue quitada por
su muerte con la que pagó el precio del pecado en la cruz del monte, Ef. 2: 14.
Habiendo pagado el Señor Jesús con su sangre el precio del pecado y de la salvación del
hombre con su muerte en la cruz del monte; Dios por gracia y misericordia puede hoy salvar
y restablecer al hombre a su plan y propósito de Gn. 1: 26, lo cual es el objeto principal de
la muerte de Su Hijo.
Salvación
Salvación del Gr. Soteria, que significa: liberación espiritual y eterna. Se usa para: Liberación
de la ira de Dios en Ro. 13: 11; 1ª Tes. 5: 8, 9; 1: 10; 2ª Tes. 2: 13. Así como cada aspecto que
forma parte de la gran redención efectuada por Cristo, la salvación ocupa la suya; y es de
guardarnos seguros, librarnos de la ira de Dios, de la condenación y de ir al infierno. Pero
debemos recordar aquí, en este punto, que la salvación no incluye y ni otorga galardones ni
posiciones eternas. Si anhelamos los premios y posiciones eternas, éstos tienen que ser ganados
en una carrera legítima; y la salvación es la inscripción en la gran carrera hacia los premios,
1ª Co. 9: 24-26.
Dios con la salvación provista por la muerte de su Hijo en la cruz del calvario, trata primero
el perdón de pecados, santificación, justificación y liberación de la condenación eterna; por
tanto, aquel que recibe a Cristo como su Señor y Salvador es perdonado, justificado y liberado
de la ira y condenación eterna.
La salvación es restauración del plan original, Heb. 2: 6-15
El tema de Hebreos dos es: “una salvación tan grande”, Vrs. 1-4 y sobre todo el propósito
de esta salvación. El escritor de esta carta, cita en este capítulo el contexto
Pág. 14
Para Ganar a Cristo
de Génesis 1: 26 en los versos 5-9; y establece tres cosas con relación al propósito de la muerte
salvadora de nuestro Señor Jesucristo:
- La aparente frustración del plan de Dios, Vrs. 6-8.
- La muerte del Hijo de Dios para restauración del hombre, Vrs. 9-13.
- La victoria de la muerte del Hijo de Dios sobre el diablo, Vrs. 14, 15.
El propósito de la muerte del Señor Jesús señalada en el versículo diez cubre cuatro aspectos
de la redención:
- Restaurar al hombre con la salvación.
- Restaurar al hombre y volverlo hijo para ser llevado a La Gloria.
- Restaurar al hombre y santificarlo.
- Restaurar al hombre y volverlo familia de Dios.
Ahora, en el mismo contexto según los versos 5-9, la muerte redentora de Cristo, es para
volver todas las cosas a su estado original y al hombre a la imagen de Dios. Y aquí se observan
los siguientes aspectos:
- Vr. 5. Un mundo venidero. ( Lit. La tierra habitada venidera. NT I)
- Vr. 6,7. El testimonio de David, que Dios no ha olvidado ni desistido de su plan
original de Gn. 1: 26. Sal. 8.
- Vr. 8. La posición de autoridad del primer hombre a la imagen de Dios. La temporal
frustración de este plan, mientras venía el Redentor Hijo de Dios.
- Vr. 9. El inicio de la restauración de este plan con el Coronado Jesús Hijo de Dios,
quien se hizo hombre y estando en la condición de hombre, vivió y murió para
salvar y restaurar el plan de Dios; y al hombre, volverlo al estado original de
Gn.1: 26. vr.17.
Pero salvación es un término mucho más amplio. Salvación significa e incluye: -Perdón.
-Redención. -Reconciliación. -Restauración. -Justificación. -Regeneración. -Santificación.
-Liberación. -Sanidad. -Resurrección. -Glorificación. -Transformación y vida eterna. Todo
esto lo logra el Señor Jesús con su muerte en la cruz del monte. Con toda razón es “una
salvación tan grande”. ¡Gloria a Cristo nuestro Señor y Salvador!
Pero más que salvación, lo que Dios busca con la muerte de su Hijo, es la restauración total
de su plan y propósito original. Según el apóstol Pablo, la justificación de pecados es parte
de la restauración del hombre, para que éste vuelva al plan y propósito original de Dios, es
decir, a su imagen.
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que
conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó
para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre
muchos hermanos”, Ro. 8:28-30.
Por tanto, ya sea que el término usado en Hebreos Cp. 2 fuese santificación o el término
usado en Romanos Cp. 8 fuese justificación, para referirse a la muerte del Señor; el hecho es
que la muerte del Señor, santifica y justifica, para restaurar al hombre y el plan de Dios.
Para Ganar a Cristo
Pág. 15
La salvación y las posiciones de la eternidad, Ap. 21
-Los salvos, vrs. 1, 2, 24.
-La esposa, vrs. 9,10.
-Los vencedores, vr. 7.
La salvación es una posición elevada, pero no la más elevada de la eternidad, Sal. 91:14-16.
Porque la posición más elevada de la eternidad es heredar ser El Hijo. En Ap. 21:4, algunos
están llorando, y la pregunta es ¿porqué están llorando? si allí ya es la eternidad. Están llorando
porque perdieron ser la esposa o los vencedores, y quedaron sólo en la condición de salvos.
Para Ganar a Cristo
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LA CARRERA Y LA RECOMPENSA
El desafío de los ya salvos
Sal.25: 8,9; Fil.3:14; 1ª Co. 9: 24
Seguido a su salvación, el nuevo creyente, ya perdonado y limpio por la sangre del Cordero
de Dios, libre de condenación y puesto en la condición de hijo de Dios; hoy es emplazado a una
santa vocación que ha de ocupar la intención de toda su vida. Porque el ser salvo no excusa
para llevar una vida cristiana estacionaria, rutinaria y religiosa solo por el hecho de ser ya
salvo. Todo lo contrario, la salvación lo hace apto para que Dios le desafíe y le enseñe su
carrera. Puesto que la salvación es el inicio del correr hacia la meta fijada por Dios, la cual al
ser alcanzada de forma legítima, determinará su recompensa eterna.
La mención de una carrera y meta en las Sagradas escrituras, hace referencia a un claro desafío
para el cristiano que será serio en su relación con Dios. Ciertamente la vida cristiana es un
constante desafío. El creyente de vida pasiva, inconstante e indisciplinada, que es de carácter
voluble, sensible y frágil; que fácilmente tropieza y se desanima y desmaya, es constantemente
confrontado con el desafío de una carrera y una meta.
Mas la realidad bíblica es que hay una carrera por correr y una meta por alcanzar para todo
hijo de Dios. Una carrera y una meta que define la verdadera vida cristiana. Las sagradas
escrituras no son el texto que sustenta la doctrina popular que enseña la vida cristiana sin
responsabilidad y sin compromiso delante de Dios, que establece que una vez salvos los
creyentes, asumen o tienen por derecho las recompensas y las posiciones eternas, sin la
necesidad de ser expuesto a una carrera y meta que demandan una vida disciplinada en la
piedad, a todo cristiano. Esto no es lo que establece o enseña las Escrituras.
La palabra de Dios no omite, por la verdad de la salvación por gracia, que cada cristiano en
forma individual, debe de correr su propia carrera hasta alcanzar la meta que le ha sido
propuesta por Dios, para así obtener su premio. El apóstol Pablo dice: “¿No sabéis que los
que corren en el estadio, todos a la verdad corren, mas uno lleva el premio? CORRED de tal
manera que lo obtengáis”, 1ª Co. 9: 24. “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera,
he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el
Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida”,
2ª Ti. 4:7,8. En este sentido, para que el cristiano no carezca de revelación y por esto mismo
pierda su carrera, la Biblia es su manual de instrucción y Dios su maestro que le enseña
cómo correr hacia la meta. Pues, muchos al igual que el apóstol Pablo terminarán su carrera
y habrán alcanzado la meta con gran gozo, Hch. 20: 24; Judas vr. 24. Dando a entender con
esto que muchos cristianos terminarán su carrera, pero con mucha tristeza y vergüenza.
Imaginémonos por unos segundos el gran día y el momento de la entrega de los galardones
y posiciones eternas a los ganadores. El Cordero está sentado a la diestra del trono de Dios,
y los ángeles encargados de los libros que contienen la historia de nuestra vida y correr
también están allí. Los ángeles abren los libros y somos juzgados por las cosas que en los
libros hay escritas; y luego, de inmediato a las pruebas y juicio de nuestro correr se nos
notifica que hemos perdido nuestra carrera y que así mismo hemos perdido todo derecho a
los galardones y posiciones de honor por toda la eternidad. ¡Que tristeza! ¡Que vergüenza!
delante del Cordero, de Dios y de los ángeles y de todos los galardonados. Aquí todo lo mal
hecho es ya irremediable. No se puede justificar ni cambiar nada. No hay más que hacer.
Para Ganar a Cristo
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Para evitar semejante experiencia y frustración, que por cierto sin faltar a la realidad así será,
las Sagradas Escrituras confrontan nuestra vida ordinaria y desprovista, con un mínimo de
reglas que nos disciplinan para correr y terminar con gran alegría nuestra carrera, delante del
trono de Dios y del Cordero. Tales reglas deben de ocupar nuestra atención y esfuerzo hoy
para evitar la triste pena de una descalificación pública.
El pensamiento de Dios no es solo que creamos y seamos cómodos o reposados, sino que
corramos hacia la meta fijada por él. Porque del terminar la carrera y alcanzar la meta dependerá
la recompensa, recompensa que como ya antes he mencionado, no se hace acompañar de la
salvación por gracia.
El que cree y piensa a manera de fe y esperanza, que por haber alcanzado la gracia de Dios
para ser salvo, ya le pertenecen por derecho todos los bienes de la eternidad, cree y piensa
erradamente; pues, si fuese así, que las recompensas se otorgan por derecho de ser salvos o
por ser hijos de Dios; las recompensas dejarían de ser recompensas, pues las recompensas
son el pago justo de Dios para los que siendo salvos, corrieron esmeradamente y alcanzaron
legítimamente la meta que les fue propuesta.
Por esto mismo y para no errar de tal manera, es necesario que Dios nos enseñe qué carrera
y meta tiene en mente para nosotros, y no ser cómodos y reposados en un vano creer y
pensar. De hecho los reposados y confiados en su vida natural-carnal, están mencionados
por Dios bajo juicio en las Sagradas escrituras, Amós. 6: 1; Jeremías 48: 11. Pues los que
realmente esperan a Jehová correrán y no serán ni confiados ni reposados, Isaías 40: 31:
“pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas;
correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán”. Es decir, los que en verdad
tienen fe y esperanza en Dios, no serán cómodos sino que correrán con determinación y sin
vacilar hacia el premio; pues, según el profeta Isaías los que esperan a Dios: “caminan” o
“corren” o “vuelan”, pero no son inactivos ni cómodos.
La suprema vocación
Es interesante lo que significa carrera en el original idioma griego DRAMON, que quiere
decir correr, lo cual denota: una ocupación, una vida considerada en un aspecto o con una
misión especial. Una vida con una misión específica. Una vida con una meta determinada a
realizarla. Una vida con un anhelo y definida resolución por alcanzar su objetivo; objetivo que
se ha apoderado poderosamente de todo: Fe, esperanza, mente, inspiración, tiempo, despojamiento,
abnegación, fuerzas, esfuerzo y sacrificio.
En la vida secular, una carrera es una profesión o una ocupación. Pero, en la vida espiritual
ES LA SANTA VOCACIÓN CRISTIANA, EL SUPREMO LLAMAMIENTO DE DIOS EN
CRISTO JESUS; en cuya vocación, el cristiano ha de ocuparse e involucrar todo su ser,
espíritu, alma, y cuerpo por coronar satisfactoriamente.
Por esto, la vida cristiana no debe volverse rutinaria o desprovista de propósito firme y constante.
Hay dos personajes ejemplares para todo el mundo cristiano con semejante llamamiento y
desafío a los cuales se les puede aplicar el significado de DRAMON, estos son Juan el
Bautista y el apóstol Pablo, hombres que vivieron para terminar con gozo, contra toda
oposición y con gran sacrificio, su carrera delante de Dios.
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Para Ganar a Cristo
- Hch. 13: 25. La carrera de Juan.
“Mas cuando Juan terminaba su carrera, dijo: ¿Quién pensáis que soy? No soy yo él; más
he aquí viene tras mí uno de quién no soy digno de desatar el calzado de los pies.”
La misión de Juan el Bautista era preparar el camino al Señor y cuando hubo dado testimonio
murió. Juan se preparó treinta años para un ministerio de seis meses y aún a costo de su cabeza
entregó su vida para terminar su carrera delante de Dios.
- Hch. 20: 24. La carrera de Pablo.
“Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mi mismo, con tal que
acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio
de la gracia de Dios.”
La misión de Pablo era edificar por medio de la Palabra a la iglesia. Dos cosas ocupaban
toda su vida y eran, acabar su carrera con gozo y cumplir su ministerio. Desde su juventud
hasta su vejez Pablo corrió hasta acabar su carrera, 2ª Ti. 4:7, 8.
Dios quiere que toda iglesia corra, como Juan y Pablo, con el atractivo de alcanzar a su
Hijo como meta y premio, Can.1: 4. La Sulamita del Cantar de los cantares, es una figura
de la verdadera iglesia que tiene a Cristo como su llamamiento, meta, y premio. Es interesante
cómo traducen esta escritura otras versiones de la Biblia, por ejemplo:
“Atráeme; en pos de ti correremos...” RV. “Llévame en pos de ti: ¡Correremos!...” BJ.
“Arrástranos tras ti, correremos....” N C. “Hazme toda tuya; Date prisa” NVI.
Con nota al pie de la página: “Hazme del todo tuya.” Lit. Arrástrame tras de ti.
En estas palabras del rey Salomón, encontramos a un cristiano definido por Cristo como la
meta y premio de su vida y correr. Esta era también la misma meta que inspiraba al apóstol
Pablo en su vida, él decía: “Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios
en Cristo Jesús... y ciertamente, aún estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del
conocimiento de Cristo Jesús, mi señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por
basura, PARA GANAR A CRISTO”, Fil.3: 14 y 8. De igual forma toda la iglesia es llamada
a correr en pos de Cristo como su meta y premio; pero el desafío es personal: “Atráeme” o
“Arrástrame tras de ti”.
Para esto, para correr en pos de Cristo como meta y premio, es necesario tres cosas las cuales
son: Uno-) Un amor ferviente y creciente por Cristo. Dos-) Conocer la excelencia de Cristo.
Tres-) Disposición de despojamiento y renuncia de las metas personales y mezquinas que
interfieren en el supremo llamado de ganar a Cristo.
Es triste pero cierto, que son muy pocos los cristianos de la iglesia de hoy que están dispuestos
a esforzarse para ganar a Cristo y los galardones. Vivimos tiempos de la iglesia que solo
demanda pero que muy poco se esfuerza. Pero aún con toda la dureza y el poco esfuerzo de
la iglesia de hoy, Dios quiere enseñarle su carrera al cristiano que en forma particular que
quiera pagar el precio. Porque Dios considera nuestra vida como un correr, y el resultado al
final será la recompensa de lo bien o mal que hayamos corrido.
Para Ganar a Cristo
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Dios es maestro por excelencia, Sal. 32: 8, 9
Es el deseo de Dios darnos entendimiento, enseñarnos y darnos sus ojos para que sepamos
sus caminos. El entendimiento trata nuestro espíritu, la enseñanza nuestro intelecto, y sus
ojos nuestra visión. El cristiano entendido le pedirá a Dios que le enseñe, Sal. 25: 4,5,8,9,12.
El camino y la carrera, Sal. 25: 8 , 9.
EL CAMINO. Dios le enseña a los pecadores el camino, esto es, a los no salvos. A éstos
Dios les muestra la salvación en su Hijo Jesucristo, el cual es El Camino.
LA CARRERA. Dios le enseña su carrera a los humildes y mansos, es decir, a los que ya
son salvos y redimidos por la sangre de Cristo.
Estas dos verdades del camino y la carrera, hacen una muy clara diferencia entre salvación,
recompensas, y herencia. Consideremos de manera breve esta diferencia:
SALVACIÓN. La salvación es gratuita, y Dios la ofrece por gracia a toda persona. No
necesitamos hacer nada, solo creer en Cristo y en su sacrificio para recibirla.
RECOMPENSA. La salvación es gratis, pero no así las recompensas, las cuales se reciben
por haber iniciado y acabado la carrera, por haber llegado a la meta legítimamente.
HERENCIA. Vrs. 12,13. Dios al hombre que le teme le enseñará la herencia que ha de
escoger. La herencia mencionada aquí en el contexto de la carrera, se debe a que la herencia
es recompensa; recompensa que se obtiene en una carrera legítima, Col. 3: 24.
Correr con visión
Entre las claves para llegar a la meta y alcanzar el premio, está el requisito imprescindible
de correr para obtenerlo. Pero, no podremos correr sin visión, sin saber a donde corremos.
Por esto, antes de correr necesitamos tener una visión, una meta; una visión y una meta
establecida por Dios, Hab. 2: 2. Hay tres cosas que hacer con la visión:
I- Escribe la visión
II- Declárala en tablas
III- Para que corra el que leyere en ella
LA VISIÓN PARA CORRER
1- Escribir la visión = Establecer la visión
2- Declarar la visión = Explicar la visión
3- Correr en la visión = Accionar en la visión
La Esperanza
El Intelecto
La Voluntad
(Fe, Amor y Anhelo)
Porque la visión, la carrera y la meta deben poseer poderosamente todo:
-Fe. -Esperanza. -Amor. -Corazón. -Mente. -Inspiración. -Tiempo. -Despojamiento
-Abnegación. -Fuerzas. -Esfuerzo. y -Sacrificio.
Para Ganar a Cristo
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Por todo esto, necesitamos conocer cuál es la carrera que tenemos por delante, hacia dónde
correr, a dónde llegar, cómo llegar, las cosas que nos impedirán llegar, y cuál es el premio
que hemos de recibir.
Sin saber cómo correr, hacia dónde ir y a dónde llegar, seremos cristianos sin propósito. Lo más
triste para esta clase de cristianos, será el día que el Señor galardone y allí se den cuenta que
su caminar, carrera y obras, no pueden ser recompensadas. Sufrirán pérdida de galardones,
aunque salvos, no recibirán recompensa, afectando su posición eternamente, 1ª Co. 3: 11-15.
Los malos y buenos corredores
Los malos:
-Los de mala carrera,
-Los que corren al mal,
-Los que corren sin sentido,
Jer. 23: 10.
Pr. 6: 18.
Dn. 12: 4.
Los buenos:
-Los que esperan a Jehová,
-Los que corren hacia Jehová,
-Los que corren con la unción,
Is. 41: 31.
Jer. 31: 12.
Jn. 7: 38.
La carrera no es de:
-De los fuertes,
-De los que quieren y corren,
Ec. 9: 11.
Ro. 9: 16.
Dios le propone una carrera a cada cristiano, Heb. 12: 1
En la Biblia versión de 1960 dice: “...corramos con paciencia la carrera que tenemos por
delante...”.
Pero en la Biblia Antigua Versión de 1602 dice: “...corramos con paciencia la carrera que
nos es PROPUESTA...”.
De la satisfacción de llegar a la meta propuesta por Dios depende el premio. Dios para
proponerle carrera y meta a un creyente considera:
-La capacidad de creer. Dios es galardonador de los que le creen. Heb. 11: 6.
-La capacidad de obediencia.
-La capacidad de esfuerzo.
-La capacidad de paciencia. Con vuestra paciencia ganaréis. Lc. 21: 19;
Heb.10: 36, 38.
Estas cuatro cualidades se observan en la vida y caminar de los hombres en el Antiguo
Testamento, como en Noé, en la construcción del Arca; como Josué en la caminata en derredor
de Jericó, primero dándole una vuelta por seis días, y el último día, siete vueltas en el mismo día.
Al final de nuestra vida y carrera cristiana, si entendimos la meta propuesta por Dios en forma
particular y corrimos legítimamente sin desviamos; si perseverando sin desmayar permanecimos
fieles al llamamiento, seremos vencedores y coronados por el Señor Juez Justo, 2ª Ti. 4: 7, 8.
Para Ganar a Cristo
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LAS RECOMPENSAS
Los premios de Dios para los fieles esforzados
Dios aparte de la gran salvación con que nos ha redimido, ha dispuesto recompensas para
distinguir y honrar por toda la eternidad a los que vivieron esforzadamente y terminaron su
carrera. Estos estímulos de Dios para sus fieles serán grandes retribuciones que coexistirán
desde coronas hasta posiciones en su reino y gobierno eterno. Mas, es necesario tener claro
que son recompensas y no regalos. Esto implica que las recompensas tienen que ser ganadas;
y Dios que es juez justo las dará a los que le aman, 2ª Ti. 4: 7, 8.
Dios es un Dios que recompensa
Is. 40:10; 49: 4; 62: 1
En Heb. 11: 6 dice que Dios es galardonador de los que le buscan. Esto quiere decir o significa
que el ser galardonador es, un atributo natural de Dios. Dios es galardonador por naturaleza.
Hay otro atributo natural de Dios que por ser su misma naturaleza divina está perfectamente
ligada, éste es su justicia.
Dios es justo
Heb. 6: 10, Dios no olvida la obra y el trabajo que sus siervos han efectuado para él y sus santos;
a su debido tiempo serán recompensados por él mismo, porque Dios en forma personal es el
galardonador.
Cristo en su venida
Apocalipsis 22:12, Cristo vendrá y vendrá con su galardón. El no solo traerá salvación para
los que creyeron, sino también recompensa para los fieles. Cristo el Hijo de Dios y su
galardón, deben de ser nuestra mayor motivación para esperarle con espíritu ferviente, para
ser obradores de bien y fieles hasta el fin.
Ahora bien, hay diferentes categorías y medidas de galardones. Consideremos por un momento
cuáles categorías, qué medidas y haciendo qué obras las otorgará el Señor cuando él venga
en ese día feliz para los ganadores galardonados.
Galardón
Apocalipsis 22: 12, la medida de estos galardones será conforme al número y la calidad de
las obras aprobadas por El Señor. El juicio y otorgamiento de estos galardones será según
hayan sido las obras. Por lo que, no se puede precisar su número, su tamaño y su categoría.
Lo que si se puede asegurar es que habrá un buen juicio porque el juez y galardonador es el
Señor; y que cada cual recibirá lo que es justo de parte de El.
Grande galardón
Mateo 5:11,12, este galardón es superior, es galardón grande, que será parte del goce en los
cielos, tomando en cuenta el contexto que algunos heredarán la tierra, Vr. 5. Esta categoría
será otorgada a los que el carácter de Cristo les fue formado, que desarrollaron su espíritu desde:
Un espíritu humilde, un espíritu quebrantado, un espíritu manso, un espíritu justo, un espíritu
misericordioso, un espíritu puro, y un espíritu pacificador; hasta ser tolerantes y perdonadores
en las persecuciones, injusticias, vituperios y mentiras en contra de ellos, Vrs. 3-12.
Para Ganar a Cristo
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En otras palabras, su mayor galardón, aparte de muchos otros, es Cristo, formado y manifiesto
en sus vidas, la medida y la estatura del varón perfecto, Ef. 4:12-14; la consumación de la visión
apostólica: “Hijitos míos, por quiénes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea
formado en vosotros”, Gál. 4: 19. Y sin duda la ganancia de la más grande de todas las
preseas de los cielos, ganaron a Cristo, Fil. 3: 7, 8.
Galardón en sobremanera grande
Génesis 15: 1, este galardón es de la misma naturaleza del anterior y es llamado por Dios
mismo galardón en sobremanera grande. Porque este galardón es Dios mismo. Dios no solo
es galardonador, sino que él mismo se ofrece como el más grande de todos los galardones para
la eternidad, Is. 49: 4: “Pero yo dije: Por demás he trabajado, en vano y sin provecho he consumido
mis fuerzas; pero mi causa está delante de Jehová, y mi recompensa con mi Dios”.
Los que recibirán a Dios como su galardón, serán aquellos como Abraham, que salió a
caminar con Dios, dejando tierra y familia, que permitió, dejándolo todo para ser procesado
por Dios en su vida y caminar y llegó a la meta propuesta por Dios.
Filipenses 3: 8, así como Cristo, Dios tiene que ser ganado. Lo triste para algunos será que
habiéndose Dios mismo propuesto como su premio, como la recompensa para sus vidas y carrera,
lo pierdan por algún motivo que los imposibilitó y descalificó de la carrera para ganarlo.
La fe para salvación y obras para galardones
Efesios 2: 7-10, la salvación como ya hemos establecido, es el fruto de la muerte redentora
del Señor Jesús en la cruz del monte, Dios la ofrece por gracia al pecador, y se recibe por la
fe en Cristo, por arrepentimiento y confesión de pecados.
Según el apóstol Santiago obras son producto de fe, Stg. 2: 14. Después de ser salvos por fe,
hacer obras como fruto de la salvación es necesario; sin olvidar que el único que salva es
Cristo y no por obras para gloria humana, Ef. 2: 8, 9. Dios ha preparado buenas obras para que
andemos en ellas, Ef. 2:10. Estas son las obras recompensables que cumplidas obtienen
dignidades distinguidas en la eternidad. Debemos conocer por nosotros mismos cuál es la
obra que Dios quiere que hagamos, porque de eso dependerá nuestra recompensa o galardón.
Aquí algunas cosas que se obtienen por obras:
-Los vestidos de la novia del Cordero, Ap. 19: 7, 8.
-La corona de justicia, 1ª Tes. 2: 19.
-Los galardones todos son obtenidos por obras, Ap. 22: 12.
El tribunal de Cristo
2ª Corintios 5: 10, en el tribunal de Cristo no se juzgará la fe sino las obras. La fe por la
gracia de Dios nos colocó en la condición de salvos; pero las obras nos colocarán en las
dignidades del reino.
Dios nos da la fe mediante la cual creemos en Cristo, y por medio de esta fe él nos da vida
eterna. Dios entonces obra dentro de nosotros a fin de que podamos servirle, y por nuestro
servicio nos honra dándonos galardones eternos.
Para Ganar a Cristo
Pág. 23
La idea de un tribunal que nos da el idioma griego Bema, es una tarima, es decir, la mesa
del jurado. Bema es el término usado para el tribunal de Cristo, literalmente a una plataforma
elevada que se usaba para pronunciar los discursos en la asamblea y para entregar las coronas
como galardones a los ganadores. En la antigua Roma, el César se sentaba a la mesa del
tribunal para premiar a los que habían hecho contribuciones heroicas para ganar una batalla.
El bema de Cristo deja empequeñecidos a todos los demás tribunales terrenales, porque allí
tendremos que rendir cuentas ante el Juez omnisciente y omnividente.
Ante este Bema los creyentes han de quedar manifiestos y cada uno reciba según lo que
haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o malo. Allí recibirán sus recompensas
por su fidelidad al Señor. Todo lo que en sus vidas haya sido contrario a la voluntad de
Dios, les significará pérdida, 1ª Co. 3: 15. Este tribunal debe ser distinguido del trono de
gloria premilenial, Mt. 25: 31, y el gran trono blanco posmilenial, Ap. 20: 11.
Imagínese estar en este mismo momento ante el tribunal de Cristo cara a cara y su vida
aparece delante de usted como una película y ve lo que El ve: sin poder esconderse, sin
oportunidad para poder mejorar lo que hizo, no hay abogado que lo represente ni lo defienda.
Queramos o no queramos allí estaremos en algún momento. Ser entendidos y apercibidos es
lo que necesitamos, y prepararnos para ese momento, Ec. 12: 14:“Porque Dios traerá toda
obra a juicio, junto con todo lo oculto, sea bueno o sea malo”.
La obra calificada, Ap. 2: 18-29
Tus obras
Por la expresión tus obras, debe de comprenderse que las obras de esta iglesia eran sus
propias obras y no las obras de Dios. Hoy en día hay también muchas iglesias que están
haciendo sus propias obras y no necesariamente las obras de Dios. Pero debemos recordar
que las obras calificadas y recompensadas serán aquellas obras que Dios preparó de antemano
para que anduviésemos en ellas, Ef. 2: 10.
El juicio de las obras
Lo que el Señor de la verdadera obra, le está haciendo a la iglesia de Tiatira, es una figura
representativa para toda la iglesia, en todo lugar y de todos los tiempos, vrs. 23, 29. Lo que
el Señor le está haciendo a esta iglesia es un juicio disciplinario de sus obras, un juicio
antes del grande tribunal. Los involucrados son, sus líderes, una mujer inmoral llamada
Jezabel que estaba allí, unos miembros en particular, toda la congregación y a los fieles de
esta iglesia. Este juicio disciplinario, es preventivo, porque no es el juicio del tribunal de
Cristo, 2ª Co. 5: 10 ni el grande juicio del trono blanco, Ap. 20: 12-15.
El juicio estaba siendo presidido personalmente por el Señor. El Señor se presenta a sí mismo
como “El Hijo de Dios, el que tiene ojos como llama de fuego...”, vr. 1; como: “... el que
escudriña la mente y el corazón; y os daré a cada uno según vuestras obras”, vr. 23. En otras
palabras, el que juzga con verdadero conocimiento de causa.
El amor, la fe, el servicio, la paciencia y la abundancia de sus obras, no eran como para
omitir la inmoralidad, el juicio y la disciplina del Señor a esta iglesia. Jezabel fue castigada con
alguna enfermedad terrible y sus hijos muertos. Era un doble castigo para ella. Desgracia terrible
Para Ganar a Cristo
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hallarían sus seguidores también. ¿De qué carácter sería esa desgracia? no sabemos; pero todas
las iglesias habían de comprender que ese era el castigo de Dios.
Un castigo semejante encontró también la Jezabel del Antiguo Testamento. Fue arrojada
desde la ventana del palacio y así murió, 2º Reyes 9: 30-37. Igualmente murieron todos sus
hijos, 2º Reyes 10: 7, 11, y todos sus seguidores, 2º Reyes 10: 11-17.
El juicio de esta iglesia es una advertencia para la iglesia de todos los tiempos, antes de
encontrarnos ante el tribunal de Cristo. El Señor tiene mucha paciencia y da tiempo para el
arrepentimiento, pero también castiga severamente.
1ª Co.11: 27-32, en la santa cena instituida por el Señor Jesús para la iglesia, hay un juicio,
condenación y disciplina de pecados que debemos aprovechar bien para probarnos, examinarnos
y proceder en arrepentimiento de malas obras. Al ser juzgados y aún disciplinados por el
Señor, somos librados para no ser condenados con el mundo. Esta es la única manera de ser
perdonados y limpios, por el juicio y derramamiento de la sangre de Cristo, aunque seamos
disciplinados. Pero recordemos que probarnos, examinarnos, no es juzgarnos y condenarnos
a nosotros mismos. Somos muy duros y nos condenamos severamente cuando lo hacemos.
Mejor es reconocer y confesar nuestras faltas en arrepentimiento delante del Señor y ser
perdonados y librados por él. Porque, que mejor que la sangre de Cristo para limpiarnos de
toda falta. 1ª Jn. 1: 7-9.
Mis obras
La obra o las obras recompensables, son las que llevan el calificativo de Dios mis obras, vr.
26. La clave es conocer la obra en particular, hacerla y sobre todo guardarla. Muchas veces
hacemos la obra, pero no la guardamos sino que la exponemos a lo tonto, la maltratamos y
muchas veces hasta la deshacemos. El que tal haga, no espere alguna recompensa de parte de
Dios. Más bien pérdida, por no haber hecho lo que el Señor de la obra le ordenó hacer.
Las obras que no calificaron
1ª Co. 3: 9-15, el relato del apóstol Pablo con relación al juicio de las obras es concreto y conciso.
En síntesis son dos cosas: Toda obra será traída a juicio delante del Señor Jesús, unas serán
aprobadas y recompensadas, y otras serán reprobadas y sufrirán pérdida. Es bueno advertir
que el contexto de este pasaje es con relación a los ministros y los creyentes en particular.
En otras palabras, el juicio de las obras de los ministros y de los creyentes.
El escenario estará formado por varios aspectos y elementos. En el panorama que el apóstol
nos presenta en su doctrina sobre el juicio de las obras, se observan los siguientes aspectos
que lo regirán:
Fundamento para las obras
1a Corinto 3: 9-13, el apóstol Pablo asemeja a la iglesia a un edificio en construcción. El
por la gracia de Dios, como sabio arquitecto, había puesto el fundamento para que otros
edificasen encima. Mas, la advertencia apostólica y profética es: “...pero cada uno mire cómo
sobreedifica.”. Por tanto, es necesario tomar en cuenta tal advertencia y saber cómo obrar,
porque la obra que edifiquemos dará resultados de carácter eterno.
Para Ganar a Cristo
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Observemos dos aspectos que determinan la cualidad y fijación de las obras, 1ª Co. 12, 14:
Edificaré
La cualidad de las obras debe ser de carácter constructivo, es decir, que edifique, una obra
erigida. Ya sea que estas sean de ministerios, servicios, acciones u ofrendas, “...la obra...cuál
sea...”, vr. 13, tiene que ser obra que edifique. La idea se magnifica y nuestra mente cambia
cuando entendemos que lo que estamos edificando es el templo o nuestra morada eterna,
entonces somos cuidadosos con nuestras obras.
Sobreedificaré
Esto nos habla que las obras tienen que tener fundamento. El fundamento es Cristo y nadie
puede ni debe poner otro, 1ª Co. 3: 11. En el mismo contexto, Pablo dice que él como perito
arquitecto sigue un plano de edificación, vr. 10.
Es necesario conocer y seguir el plano, porque no se puede edificar cualquier obra sobre el
fundamento Cristo, y porque no toda obra será recompensada. El arquitecto y constructor
por excelencia es Dios. El tiene el diseño y plano de lo que desea edificar, Heb. 11: 10; 12:
22; 13; 14. El fin de su obra es la belleza y hermosura de la nueva Jerusalén, Ap. 21.
Este es el modelo que debemos tomar. ¿Qué es lo que queremos obtener al construir? ¿Con
qué material construirías lo que será tuyo por toda la eternidad? Debemos de trabajar en lo
que termine en obra eterna, con acabados de excelencia.
La calidad de las obras
1ª Corintos 3:12, “...Oro, plata y piedras preciosas...”. Esto nos habla de materiales de duración.
Con estos materiales se construían palacios. “...Madera, heno y hojarasca...”. Esto nos habla
de materiales perecederos. Con estos materiales se obtenían chozas.
El juicio de las obras
El Señor Jesús será el juez que juzgará de las obras de todos los cristianos; y ante él, toda
obra será: Manifestada, declarada, revelada, y probada. Es decir, que el juicio será detallado
y minucioso.
Manifiesta
Manifestada del Gr. Faneros que significa: Visible o claramente evidente, sinónimo del
interior. Toda apariencia cosmética el fuego la desvanecerá y lo íntimo, lo secreto, quedará
manifiesto, 1ª Co. 4: 5. Dios ama la verdad en lo íntimo, Sal. 51: 6. Por esto, El Espíritu Santo
quiere trabajar nuestro interior hoy, Jn. 7: 37-39.
Declarada
Declarada del Gr. Deloo que significa: Aclarar, dar a entender. El fuego que probará las
obras en el juicio, traerá luz que ha de declarar la razón por qué las obras serán aprobadas o
reprobadas. Pero Dios quiere darnos entendimiento hoy, antes de encontrarnos en situación
penosa en el día del juicio, porque lo que destruye al pueblo de Dios, es la falta de conocerle y
entenderle, Jr. 9: 23,24.
Para Ganar a Cristo
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Un pueblo destruido
El pueblo que camina en forma desordenada, sin conocimiento y entendimiento de Dios,
terminará destruido. Obsérvese algunas Escrituras que muestran el mal en progreso al no tener
conocimiento ni entendimiento de Dios:
 Desenfrenado, Pr. 29:18: “Sin profecía el pueblo se desenfrena; mas el que guarda
la ley es bienaventurado.”
 Caerá, Os. 4:14: “No castigaré a vuestras hijas cuando forniquen, ni a vuestras nueras
cuando adulteren; porque ellos mismos se van con rameras, y con malas mujeres sacrifican;
por tanto, el pueblo sin entendimiento caerá.”
 Quebrado, Is. 27:11: “Cuando sus ramas se sequen, serán quebradas; mujeres vendrán
a encenderlas; porque aquel no es pueblo de entendimiento; por tanto, su Hacedor no
tendrá de él misericordia, ni se compadecerá de él el que lo formó.”
 Castigado, Is. 1:3,5: “El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor; Israel
no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento. …¿Por qué querréis ser castigados aún?
¿Todavía os rebelaréis? Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente.”
 Cautivo, Is. 5:13: “Por tanto, mi pueblo fue llevado cautivo, porque no tuvo
conocimiento; y su gloria pereció de hambre, y su multitud se secó de sed.”
 No entenderá su fin, Dt. 32: 28,29: “Porque son nación privada de consejos, y no hay
en ellos entendimiento. ¡Ojalá fueran sabios, que comprendieran esto, y se dieran cuenta
del fin que les espera!”
 Destruido, Os. 4:6: “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto
desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu
Dios, también yo me olvidaré de tus hijos.”
Para no ser sorprendido, descubierto y avergonzado en el tribunal de Cristo, en un buen sentido
Deloo que significa: declarar, dar a entender, Dios quiere danos conocimiento y entendimiento
para no ser destruidos.
Revelada
Revelada del Gr. Apokalupto que significa: Desvelar, revelar, descubrir. La utilización objetiva
de Apockalupto, es aquella en la que presenta algo a los sentidos, vista, u oído, con referencia
al pasado. Es decir, que ante el Señor y nosotros pasará, de vista y oída, lo que hayamos hecho
mientras estuvimos en nuestro cuerpo, sea bueno o malo. Y una vez más el fuego hará su
operación, al descubrir el verdadero o falso valor de la obra y servicio.
Probadas
Probada del Gr. Dokimázo que significa: Poner a prueba, examinar, probar con el fin de aprobar.
El juicio riguroso y minucioso que se le hará a las obras de los hijos de Dios, es debido a lo
justo que es el Señor. Tal juicio beneficiará y será de gran gozo y gloria a los que sus obras
sean aprobadas y galardonadas. Mas, para otros tantos, será de mucho desconcierto y de grande
tristeza, porque sus obras serán reprobadas.
Para Ganar a Cristo
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Emociones y reacciones
Gozo.
Tristeza.
Enojo.
Frustración.
Quebranto.
Un juicio severo
Lo irremediable.
Las obras recompensables
Coronas como recompensas:
-Corona de justicia.
1ª Tes. 2: 19.
-Corona de vida.
Stg. 1: 12; Ap. 2: 10.
-Corona de Gloria.
1ª P. 5: 4.
BUENOS GALARDONES
Las cosas que hacen méritos delante de Dios para los galardones
“Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que
se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador
de los que le buscan”
Hebreos 11: 6
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Buenos Galardones
Texto
Escrituras:
-Para el que ora.
Mt. 6: 6.
Mas tu, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la
puerta , ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre
que ve en lo secreto te recompensará en público.
-Para el que ayuna.
Mt. 6: 18.
Para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre
que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te
recompensará en público.
-Para el que da limosna.
Mt. 6: 4.
Para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo
Secreto te recompensará en público.
-Para el que sirve.
Col. 3: 24.
Sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la
herencia, porque a Cristo el Señor servís.
-Para el que proclama el Evangelio.
1ª Co. 9: 17.
Por lo cual, si lo hago de buena voluntad, recompensa
tendré; pero si de mala voluntad, la comisión me ha sido
encomendada.
-Para el que Edifica con buenos materiales.
1ª Co. 3: 14.
Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá
recompensa.
-Para el que hace misericordia.
Lc. 6: 35, 36.
Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad,
no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande,
y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con
los ingratos y malos. Sed, pues, misericordiosos, como
también vuestro Padre es misericordioso.
-Para el que trata bien al profeta, al justo y al
pequeño.
Mt. 10: 41, 42.
El que recibe a un profeta por cuanto es profeta, recompensa
de profeta recibirá; y el que recibe a un justo por cuanto es
justo, recompensa de justo recibirá. Y cualquiera que de a
uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por
cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su
recompensa.
Buenos Galardones
Texto
Escrituras:
-Para el que ama a los enemigos.
Mt. 5: 43-48.
Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a
tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos,
bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os
aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;
para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos
que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover
sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman,
¿Qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los
publicanos?
-Para el que guarda la Palabra.
Sal. 19: 11.
Tu siervo es además amonestado con ellos; En guardarlos
hay grande galardón.
-Para el justo.
Sal. 58: 11;
Entonces dirá el hombre: Ciertamente hay galardón para el
justo; Ciertamente hay Dios que juzga en la tierra.
El impío hace obra falsa; Mas el que siembra justicia tendrá
galardón firme.
Pr. 11: 18.
Mt. 5: 11, 12.
Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y
os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros,
mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es
grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas
que fueron antes de vosotros.
-Para los que confían en Dios.
Heb. 10: 35.
No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande
galardón.
-Para los que abrazan el vituperio de Cristo.
Heb. 11: 26.
Teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que
los tesoros de los Egipcios; porque tenía puesta la mirada
en el galardón.
-Para los que trabajaron.
2ª Jn. 1: 8.
Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de
vuestro trabajo, sino que recibáis galardón completo.
-Para los santos y los que temen.
Ap. 11: 1 8.
Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de
juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los
profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los
pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen
la tierra.
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-Para el que padece injusticia.
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-Para las buenas obras.
Ap. 22: 12.
Malos Galardones
He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para
recompensar a cada uno según sea su obra.
Texto
Escrituras
-Para los de mente carnal y gnósticos.
Col. 2: 18.
Nadie os prive de vuestro premio, afectando humildad y
culto a los ángeles, entremetiéndose en lo que no ha visto,
vanamente hinchado por su propia mente carnal.
-Para los que hacen maldad.
2ª P. 2: 15.
Han dejado el camino recto, y se han extraviado siguiendo
el camino de Balaam hijo de Beor, el cual amó el premio de
la maldad.
-Para los que andan en codicia sexual.
Job. 31: 1,2.
Hice pacto con mis ojos; ¿Cómo, pues, había yo de mirar
a una virgen? Porque ¿Qué galardón me daría de arriba
Dios, y qué heredada el Omnipotente desde las alturas?
-Para los injustos y los que viven en sus
deleites.
2ª P. 2: 13.
Recibiendo el galardón de su injusticia, ya que tienen por
delicia el gozar de deleites cada día. Estos son inmundicias y
manchas, quienes aún mientras comen con vosotros, se
recrean en sus errores.
-Para los que hicieron un mal trabajo.
2ª Jn. 1: 8.
Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de
vuestro trabajo, sino que recibáis galardón completo.
He Aquí Yo Vengo Pronto
“He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno
según sea su obra.”
Ap. 22: 12
Ninguno Tome Tu Corona
“He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona”
Ap. 3: 11
Los malos Corredores
Texto
Escrituras:
-Los de mala carrera.
Jer 23: 10
Porque la tierra está llena de adúlteros; a causa de la
maldición la tierra está desierta; los pastizales del desierto se
secaron; la carrera de ellos fue mala, y su valentía no es recta.
-Los que corren al mal.
Pr. 6: 18.
El corazón que maquina pensamientos inicuos, los pies
presurosos para correr al mal.
-Los que corren sin sentido.
Dn. 12: 4.
Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el
tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y la
ciencia se aumentará.
Los Buenos Corredores
Texto
-Los que esperan a Jehová.
Is. 40: 31.
Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas;
levantarán alas como las águilas; correrán y no se cansarán;
caminarán, y no se fatigarán.
-Los que corren hacia Jehová.
Jer. 31: 12.
Y vendrán con gritos de gozo en lo alto de Sión, y correrán
al bien de Jehová, al pan, al vino, al aceite, y al ganado
de las ovejas y de las vacas; y su alma será como huerto
de riego, y nunca más tendrán dolor.
-Los que corren con la unción.
Jn. 7: 38.
El que cree en mi, como dice la Escritura, de su interior
correrán ríos de agua viva.
La carrera no es de:
Texto
-De los fuertes.
Ec. 9: 11
Me volví y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la
carrera, ni la guerra de los fuertes, ni aún de los sabios el
pan, ni de los prudentes las riquezas, ni de los elocuentes el
favor; sino que ocasión acontecen a todos.
-De los que quieren y corren.
Ro. 9: 16.
Así que no depende del que quiere, ni del que corre,
sino de Dios que tiene misericordia.
Escrituras:
Escrituras:
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Para Ganar a Cristo
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LOS QUE YA TIENEN SU RECOMPENSA
Solo valemos en el reino
Mt. 6:1,2,5,16, el Señor Jesús estaba hablando de los que seducidos por su arrogancia aman
la admiración y adulación popular, que al ser vistos, oídos y alabados por las personas aduladoras,
alimentan su orgullo y robustecen en su presunción. Estos son dramaturgos, actores que han
aprendido hábilmente el arte de fingir el rostro y su voz, que logran llamar la atención de
públicos que gustan y ovacionan su entretenimiento. Los actos de éstos cultivadores del ego
arrancan los aplausos para lo cual se esfuerzan y así se sienten recompensados.
Lo desconcertante de todo es que el Señor Jesús no estaba hablando de los artistas en los
teatros griegos, para quiénes el actuar era su profesión. Estaba hablado de los teatreros religiosos
que maliciosamente dejaron la verdadera intimidad y relación de recámara con Dios que merece
amor íntimo, reverencia y respeto. Pues, Dios debe ser el centro de la admiración, alabanza
y no la burla de una manifestación pública, que ni siquiera es fe y amor verdadero, sino la
actuación falsa de un religioso cuyo centro en su alabanza es él mismo, donde el alabado
por las personas termina siendo él.
Estos teatreros religiosos hacían de algo santo y reverente como: la justicia, ofrenda, oración
y ayuno, el escenario público de su actuación. Estas actitudes de falsa devoción colman la
tolerancia de Dios que está buscando verdaderos adoradores y no amadores de sí mismos.
Bueno, estos son los religiosos que con sus actuaciones ceremoniosas y públicas, terminan
siendo unos payasos delante de Dios. Según el idioma griego jupokrites, según el concepto
y el contexto en que habla el Señor Jesús.
¿Pero qué de los que verdaderamente son ungidos por el Espíritu Santo, con dones sobrenaturales
para hacer genuinos milagros y señales en nombre del Señor Jesucristo; pero que también sus
vidas son objeto de admiración y halago? ¿De los que por la unción de Dios han venido a ser
figuras aclamadas? o ¿De los que el ministerio de la predicación les ha puesto en la plataforma o
escenario ante los ojos y oídos de muchos espectadores? ¿De los que la investidura regia
del Dios todopoderoso les ha traído: poder, gloria y prosperidad; abundantes recursos
administrables, dinero y posesiones; pero que a pesar de la unción han sido seducidos por
la gloria del ministerio, que desprotegidos del manto de la humildad y mansedumbre, reciben
la gloria de los hombres? ¿Incluye a los ungidos el juicio y la sentencia del Hijo de Dios sobre
los amadores del reconocimiento público? Rotundamente sí.
Pero más que la actuación y desfachatez de estos religiosos o las señales de un ungido, lo
que el Señor quiere que atendamos, es la advertencia del juicio y sentencia que se le hará a los
que aman la alabanza de la vida pública, porque esa es ya su recompensa, la gloria pública.
Debemos entender que en el ministerio de un ministro, la unción, señales y manifestaciones
sobrenaturales, son la misericordia de Dios a personas que urgen de una sanidad o de un milagro
en sus vidas, que han orado con profunda sinceridad por días o por años. Un ejemplo, un
predicador no orará con la misma intensidad de una madre de tres niños que sufre de cáncer
y sabe que va a morir dejando a sus pequeños en la orfandad. La mujer suplicará con angustia,
se arrastrará abriéndose paso entre los pies de las gentes para tocar el borde del manto del
Señor y ser sanada, como la mujer que sanó de flujo de sangre; el predicador no, él solo dirá en
la plataforma de su púlpito: Dios me muestra una mujer que está siendo sanada de cáncer.
Mas, gran parte de la gloria del milagro será para su ministerio público. La unción para el ministro,
es la que él recibe en su habitación cuando Dios lo visita en privado.
Para Ganar a Cristo
Pág. 34
El juicio del proceder y obra
Dos sentencias y castigo atraen el proceder y obra de los que aman el favor público: no
tendrán recompensa del Padre en los cielos, ya tienen su recompensa, la gloria pública.
Para ilustrar este asunto, quiero tomar el dramático y espectacular testimonio de un conocido
y famoso predicador, el cual todos podemos leer de su propio puño, pluma y letra su experiencia
vivida. Pues su testimonio se encuentra en las páginas de libros al alcance de todo predicador.
El fue hecho por Dios mismo un hombre ungido, próspero y sabio, más que cualquier otro
predicador de su tiempo y sin duda del nuestro. Hizo muchas obras más que cualquier otro
hombre. Presidió el más grande de todos los avivamientos de Dios de todos los tiempos en
la historia. Era un buen orador y experto en doctrina, parábolas, consejo y sabiduría; tanto
que escribió algunos libros que han sido reconocidos y leídos en todo el mundo. La fama de
su predicación llegó a ser tan grande, que las gentes venían de todas las naciones para oírle.
Fue próspero empresario, todas las empresas que él emprendió tenían grande éxito. Tuvo
muchos empleados a su disposición. El construyó casas (palacios) y jardines con sus propias
cisternas de riego. Llegó a tener mucho dinero, plata y oro como corren las piedras en los ríos.
Orquestas y coros de cantores y cantoras coreaban canciones para él. Todo cuanto quería en
su corazón lo obtuvo.
Pero, con todo lo que Dios le había prosperado, con toda la autoridad de ungido, la sabiduría
y la doctrina que predicó, pero que muy poco practicó; él se entregó a una vida desordenada.
A pesar de ser sabio se hizo necio. Ya no discernió entre la felicidad, la alegría y el verdadero
gozo con los placeres de la vida temporal. Amazo dinero, mujeres y ganados. Su peor error
fue que se olvidó que estaría delante de Dios en algún momento y que sería por Él juzgado
en su tribunal. Al final de sus días la tristeza lo embargó, tuvo frustración en vez de confianza,
depresión en lugar de fe, desesperación por el tiempo que perdió.
Si esto le parece tremendo, es mucho más tremendo saber que lo edificado por él con sus
obras, eso era su recompensa. Me refiero al rey Salomón, Ec. 1:1,2; 2:1-11; 12:13,14. (Biblia
de las Américas).
El arrepentimiento de obras muertas
Heb. 6: 1, después de todo lo antes dicho, lo peor, lo más triste y doloroso, será presentarse
delante del tribunal de Cristo con las obras que no pueden ser recompensadas, porque son obras
muertas. ¿Cuáles son obras muertas? Las obras de pecado o de mala conciencia, Heb. 9: 14.
El pecado nos descalifica de las recompensas. Pero el Espíritu Santo nos ofrece la sangre de
Cristo para ser limpiados, para ser calificados y servir al Dios vivo. Y si servimos al Dios vivo
de buena conciencia, él nos recompensará, 1ª Co. 9: 16, 17.
También es obra muerta el hacer algo que Dios no nos mandó hacer. Debemos entender que
en el reino de Dios se observa un orden disciplinado de gobierno y obediencia, al cual deben de
estar sujetos, tanto seres angélicos en los cielos como mortales en la tierra. Nadie debe hacer
algo que no le haya sido ordenado por Dios. En un determinado momento se nos prohibirá, no se
nos permitirá ir a algún lugar o se nos ordenará ir a otro para hacer allí la obra de Dios por guía
del mismo Espíritu de Dios; y para que nuestra obra sea recompensable, nos es necesaria la
obediencia, Hch. 16: 6-10. Por esto, antes de encarar el tribunal de Cristo, donde se probaran
las obras, es necesario estar seguro que la obra que estamos haciendo no sea obra muerta.
Para Ganar a Cristo
Pág. 35
Solo valemos en el reino
Como ministro estoy consciente que solo valgo en el reino de Dios. Que en este reino el
Señor Jesucristo es El Rey de reyes y El Señor de señores. Que he sido ungido por El Rey
para desarrollar su plan y propósito con las personas que me han sido encomendados, en la
nación y en la ciudad que Él ha elegido y me ha establecido como ministro de su Evangelio
en la iglesia local a la cual sirvo. Mi mayor y único privilegio, entre todos los servicios, es
oírle y hacer lo que Él quiere que haga, ir a donde Él me envíe, hablar lo que Él quiere que
hable, sobre todo, esforzarme por cumplir su deseo y es estar rendido a su soberana voluntad.
No puedo, no debo inventar nada, ni sugerirle que su Reino funcione o cambie según mis
planes y pensamientos preconcebidos, ni mucho menos asumir funciones que no me han
sido conferidas. Solo debo de vivir para complacerle a El, que es el Señor de la obra.
Ahora, supongamos que voy de visita a un país de Sudamérica y como la unción y vestimenta
de autoridad como su ministro, siempre va conmigo a donde vaya, por cuanto el Señor me ha
ungido e investido con su Santo Espíritu; y esa vestimenta y unción tiene autoridad, muy
independiente del lugar en que me encuentre, pues proviene del Dios Todopoderoso. Y
estando en ese país predico la Palabra y las señales que acompañan a la Palabra ocurren de
inmediato; suceden sanidades, señales y milagros y vienen a Cristo algunas personas, no
pocas, para recibirle como Señor y Salvador. Luego me siento comprometido a establecer y
discipular a estos nuevos cristianos. A todo esto pasan algún tiempo y no volví al lugar,
a la obra y ministerio que me fue encomendado, lo cual dejé por esto otro.
Y más personas siguen viniendo, unos pocos se volvieron cien, cien doscientos y doscientos
se duplicaron en cuatrocientos, poco tiempo después setecientos, hasta tener dos mil quinientas
personas. Y queda establecida una linda y nueva congregación con la experiencia de recibir
el Espíritu Santo con sus dones.
A todo esto los meses se volvieron años; y las señales y milagros siguieron ocurriendo en
aumento, la obra fue creciendo aún más hasta volverse una misión. Pero, olvidé algo muy
importante, era preguntarle al Señor si era su voluntad que me quedará en aquella nación e
hiciera la obra allí. El tiempo pasó y ya no pude volver al lugar en que el Señor me había
establecido y ungió para hacer su obra allí.
Es más, el momento de partir y estar con el Señor se llegó; también el momento de dar cuenta.
Los libros donde se encuentra la historia de mi vida y los expedientes de las obras que hice
en su nombre son abiertos por el ángel archivero, soy buscado en los libros por nombre, lugar y
a la obra que se me encomendó hacer en el reino por El Rey.
Solo se encentraron registradas algunas obras de mis años y ministerio en el lugar en que fui
establecido por El Rey y para lo cual fui ungido en su reino. Pero, no se encontraron las obras
que hice ni los años de mi ministerio exitoso en aquella nación de Sudamérica. Por lo que
solo pueden ser recompensadas las obras que están registras y fueron hechas en el lugar que
fui establecido por el Señor.
Con tono y gesto un tanto molesto le pregunto al ángel:
––¿Porqué no aparece mi ministerio y obras que hice en Sudamérica? ¿Y porqué no pueden
ser recompensadas? Si fue un ministerio exitoso y las obras fueron genuinas; además fue
una labor de muchos años, di toda mi vida allí, mi juventud hasta ser viejo. ¿Porqué no?,
¿Dígame porqué no?
Pág. 36
Para Ganar a Cristo
A lo que el ángel archivero con amabilidad me responde:
––Usted muy amado consiervo en el Señor ¿no está satisfecho? Como me dijo que se llama.
Ah, si Carlos Rivas de San Salvador, El Salvador. ––Y una vez más el ángel archivero me
busca en los libros, por nombre, lugar y por la obra que se me fue encomendada hacer en el
reino por el Rey. ––Su nombre aparece y sí fue llamado al ministerio en El Salvador
Centro América; y sus obras allí están registradas aquí en el libro; pero, ministerio y obras
en Sudamérica no están registradas.
Ante esta sorpresa mi descontento se ha tornado en frustración.
––Tiene que haber un error con el que escribió los libros. Le reprocho al ángel. A lo que él
con paciencia replica. ––Si no está satisfecho todavía con esto, trasladaré su caso a otro
oficial para que le de una mayor explicación.
Y en un instante soy transferido a un oficial Arcángel, con el fólder de mí caso que ahora
lleva escrito con letras grandes y rojas: consiervo insatisfecho.
Estando ya ante el Arcángel, él sostiene en sus manos el fólder con el expediente de mi caso;
él con mucha consideración se refiere a mí diciendo:
––Así que está insatisfecho; pero, no crea que solo usted, hoy he atendido los casos de muchos
consiervos con el mismo problema. Ahora dígame, en qué le puedo ayudar. ¿Cuál es su
insatisfacción?
Yo le contesto:
––Sí, es que aquí debe de haber un error, porque mis obras y ministerio en Sudamérica no
aparecen en los libros, por lo que no pueden ser recompensados. A propósito, ¿por qué mi
caso le fue trasladado a usted?
El arcángel por un momento no habla, solo me observa con tanta consideración, que pareciera
que se compadece de mí. Y después de un momento, él me responde diciendo:
––Nosotros los arcángeles, así como todos los seres celestiales, estamos sujetos a la soberana
voluntad de Dios. No hacemos ni vamos a donde queremos sino que vivimos sujetos al reino,
es decir, a la voluntad soberana del Dios Todopoderoso.
Y de hecho aquel Arcángel reflejaba muchísima disciplina en todo su carácter.
––Su caso es grave querido consiervo. ––Me dice él bastante reflexivo mirándome fijamente
a los ojos: ––Porque para que su ministerio y sus obras en Sudamérica sean recompensadas,
usted tenía que haber ido y quedarse en esa nación solo si era la voluntad soberana de Dios.
Pero no fue así, usted se quedó allá a sus expensas. ––Y con un semblante apenado el
Arcángel refleja en todo su ser cierta tristeza por mi situación. El me dice:
––Querido y muy amado consiervo, al hallarse en aquella nación sin la voluntad del Rey,
haciendo lo que él no le mandó hacer en su Reino, usted pasó por encima del Reino y con
esto pecó. ––Entonces, en ese momento, el descontento que se había vuelto frustración, ahora
era un dolor muy profundo dentro de mí.
Para Ganar a Cristo
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Pero así, como en muchas ocasiones actuamos, cuando no entendemos ni aceptamos los tratos
de Dios y recurrimos al enojo y confundimos la oración con reproches y reclamos, sabiendo
que el Arcángel tenía toda la razón, volví a reclamar con necedad.
––No es justo, no me parece esto. ––Digo con voz sonora. ––Yo nada puedo hacer. ––Me
responde el arcángel que a la vez agrega. ––Pero si no queda satisfecho aún enviaré su
caso a otro oficial mayor para que él le explique y le dé más detalles de el porqué de la
resolución.
Y cerrando el fólder se despide de mí aquel Arcángel disciplinado en la obediencia al Rey,
que todavía no logra comprender cómo pude vivir o sobrevivir sin hacer obedientemente la
voluntad del Rey en su Reino, al mismo tiempo que la unción, la vestimenta de autoridad y
los dones espirituales siguieran funcionando en mi vida indisciplinada. Peor aún, reclamando
sin derecho alguno, las recompensas que solo pertenece a los siervos obedientes y sumisos.
El siguiente en tomar mi caso es un enorme y corpulento Querubín. Este no solo refleja
disciplina en su naturaleza y carácter, sino también experiencia y una alta fidelidad al Rey y
a la soberanía de su trono. Vale la pena mencionar que la experiencia y la fidelidad de los
Querubines, así como de todos los seres celestes, es debido a dos ejemplos que recuerdan
sin poder olvidar. El ejemplo de la caída de un Querubín vuelto hoy diablo y satanás, con otros
muchos ángeles que se levantaron en rebelión contra Dios; y el ejemplo de dócil obediencia
del Cordero que está sentado a la diestra de Dios.
La historia de desobediencia del Querubín caído es de reflexión, la historia del Cordero de
Dios es de inspiración, para todos los seres celestes habitantes en los cielos. Una desobediencia
o rebelión más contra la soberanía de Dios entre ellos, ni pensarlo.
Para estar ante el Querubín soy llevado escoltado por dos ángeles, que es un oficial de más
alta jerarquía que los otros que anteriormente atendieran mi caso, caso que hasta hoy se ha
vuelto más complicado y tedioso.
Este personaje celeste a diferencia de los dos anteriores, mostraba además de comprensión
y consideración, un semblante de asombro por la misericordia de Dios con relación al trato de
mi situación, que como me había dicho antes el Arcángel, eran muchos los casos de menor,
similar o peor condición de la mía, en cuanto a la obediencia al Rey en su Reino. Él acercándose
me dice:
––He sido informado de su insatisfacción. Y quiero decirle que los libros en que aparece la
vida, hechos y obras de cada hijo del Eterno, fueron escritos en presencia, a vista y oídas de
ángeles cronistas y guardados por otros ángeles archiveros; los cuales no pueden quitar o
agregar a las historias de los hijos de Dios.
Su vida y obras han sido juzgadas por lo allí escrito; y las obras que reclama le sean premiadas,
no se encuentran. Además, el otorgamiento o la pérdida de las recompensas, es el resuelto del
juicio presidido por el Señor Juez justo. Y sus obras, consiervo Carlos, son obras muertas,
no podrían ser recompensadas, pues al ser probadas el fuego las consumiría.
Mas, estorbando las razonables palabras del Querubín, sacudiendo mi cabeza con brusquedad,
exclamo:
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Para Ganar a Cristo
––Pero cómo es posible, si yo fui un siervo muy usado por Dios; muchas personas vinieron
al Señor cuando yo predicaba, la gente era sanada a la imposición de mis manos y planté una
gran misión con muchas congregaciones en aquella nación de Sudamérica. ¡No, yo quiero
las recompensas! ¡Yo quiero las recompensas¡ ¡Yo quiero las recompensas¡
A lo que responde el Querubín:
––Su caso es más grave de lo que le hayan dicho hasta hoy o usted se imagina. Al quedarse
en aquella nación de Sudamérica, sin que se le fuese ordenado, usted no solo pasó sobre el
reino, sino que pasó por encima del Rey.
––Usted solo valía en el reino, en el lugar en que fue establecido y ungido para hacer la
obra o la labor encomendada en el Reino por El Rey.
Pero, no se puede hacer algo por mi? le pregunto al Querubín. ––No, me responde.
Y entre llanto y gemido le digo: ––¿qué hiciera usted si estuviera en mí lugar? ––Si yo
estuviese en una condición semejante, ni tan siquiera estaría en este lugar, yo me encontraría
en el infierno. ––Me responde con asustadizo pavor.
A la vez que agrega diciéndome:
––De hecho, no dejo de asombrarme de la grande misericordia del Eterno, para personas
como usted que están viniendo ante mí con problemas de desobediencia en el reino. Pues yo
estuve presente cuando uno de mis jefes inmediatos con otros muchos ángeles se revelaron
contra Dios. Y a su rebelión no se le dio redención. Por un momento hoy se encuentra libre,
el Querubín hoy llamado diablo y satanás y los otros están reservados en prisiones de oscuridad
para el juicio del gran día cuando serán todos lanzados al lago de fuego, es decir, al infierno,
para toda la eternidad.
––El problema del querubín protector que se rebeló, era que ya no quería vivir sujeto a la
soberanía del siempre Eterno. El quería hacer su propia voluntad y usar el poder sin que el
Eterno le dijera qué hacer. Fue seducido por su malo y orgulloso corazón y hoy terminará
en el infierno de fuego. Quiso ser libre y hoy es esclavo de su triste realidad, que le pesará
por toda la eternidad; en vez de estar en el cielo, feliz sujeto y obediente como un Querubín
protector de la más alta jerarquía en derredor del trono, estará sin fin de días atormentado
en fuego y azufre en el abismo sin fondo.
––El que usted y como otros muchos, muy amado consiervo, solo haya perdido las recompensas,
es misericordia del Soberano y Sublime Dios. Pues, todo auto juicio o todo auto criterio o toda
manipulación del poder o toda independencia de la voluntad de Dios; es rebelión y pecado.
Que con justa razón puede ser juzgado, condenado y castigado, con la pena de destierro del
reino en el hoyo negro y sin fondo del abismo, que es la doble muerte, eternamente y para
siempre por el Señor juez justo.
Ante esta elocuente explicación mi molestia desapareció, mi frustración se disipó y mi profundo
dolor se volvió en gratitud, por el amor y misericordia de Dios, al no correr la misma suerte del
Querubín y los ángeles caídos, que según el Querubín, Dios no sería injusto si lo hiciese así
conmigo.
Para Ganar a Cristo
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Sin más reproche ni reclamo hoy le pregunto al Querubín:
––¿Qué es lo que perdí con mi falta y lo que pude haber obtenido? Eso no se lo puedo
mostrar yo; pero uno muy cercano del Rey y su trono se lo mostrará.
Y con esto se despide aquel Querubín de grande experiencia y alta fidelidad al Rey y a la
soberanía de su trono, diciéndome que le acaban de avisar que tiene que atender otro caso de
similar situación y se aleja dejándome en las manos de un resplandeciente Serafín de seis alas,
muy cercano al Rey y su trono.
La apariencia del hermoso Serafín que quedó a mi lado, era de grande y profunda humildad,
que hoy comprendía la razón por la que Juan el amado se postrara delante del Ángel. A este
le pregunto que cuál era su oficio y posición entre los seres celestiales y si el me mostraría
lo que perdí o pude haber obtenido como mi galardón eterno.
Y con voz dulce y reverente me contesta:
––Mi privilegio es estar ante la santidad del Eterno y Soberano, que está sentado en el
trono de su gloria con El Cordero a su diestra y rendirle sin descaso tributo a su santidad.
Todas las posiciones en el reino del Dios Soberano son gloriosas, pero el estar en su
presencia ante su trono, es incomparable.
––Pero, dígame qué es lo que perdí con mí falta. ––Vuelvo a preguntar. ––Lo que siempre
se pierde con la desobediencia, estar en la presencia de Dios. ––Fue su respuesta.
––¿Esto quiere decir que iré al infierno? ––No, pero no podrá estar en su presencia ante
el trono. Esto esta reservado para los siervos que vivieron en obediencia. Nunca leyó en
las Escrituras:
“Y tomó su parábola, y dijo: dijo Balaam hijo de Beor, dijo el varón de ojos abiertos; dijo el que oyó los
dichos de Jehová, y el que sabe la ciencia del Altísimo, El que vio la visión del Omnipotente; caído, pero
abiertos los ojos: Lo veré, mas no ahora; lo miraré, mas no de cerca...”, Números 24: 15-17.
“Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en
su venida no nos alejemos de él avergonzados”, 1ª Juan 2: 28.
“Pero muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros”, Mateo 19:30.
––¿Cómo me pudo pasar esto?¿Cómo pude vivir sin hacer su voluntad y perder estar en la
presencia del Señor?
A mis preguntas que sin sentir dije en voz alta, el reverente Serafín responde:
––Si usted hubiera permanecido obediente, manso y humilde, hoy no padecería esta triste
lamentable y penosa realidad.
Esto me dice porque su posición y privilegio es estar ante EL DIOS SANTÍSIMO que está
sentado en su trono con el Cordero a su diestra; a lo que corresponde con alabanza, reverencia
sin descansar, cubriendo con dos alas su rostro y con dos alas sus pies, esto es inmerso en
sumiso temor y rendimiento al Dios Santo. Ejemplo que tarde vine a aprender.
Pág. 40
Para Ganar a Cristo
–– ¿Cómo es estar con Él donde Él está?
––Fue mí siguiente pregunta. ––El estar en
su presencia, es estar ante su luz inmarcesible; el estar lejos de su presencia, es como estar
en las tinieblas de afuera. Pues, toda la expectación está donde Él está.
“Esto no es algo que fue, tampoco es algo que debe ser.
Pero, sí algo que puede llegar a ser en la vida y hacer
de muchos hijos de Dios; y que con dolor digo, en
muchos casos así será. Por favor evitémoslo“.
Carlos Rivas
Ciertamente vivimos en presencia de Dios y de seres Celestiales que nos ven y oyen, que
observan muy de cerca nuestras obras, quienes son testigos presenciales de nuestras vidas y
hechos.
Para Ganar a Cristo
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LO COMÚN Y EL GALARDÓN
Lo común y las recompensas distintivas de la eternidad
Común en el idioma griego es Koinos κοινός, que se traduce: perteneciente a varios,
compartido.
Un cuadro ejemplar de bienes en común se halla en la vida diaria de los primeros cristianos, en
la práctica del partimiento del pan y bienes domésticos: “Y perseveraban en la doctrina de los
apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. Todos los
que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas”, Hch. 2:42,43. Sin embargo
la vida en común no excluía castas, pues, entre los convertidos había personas, mujeres y
hombres, distinguidas: “Así que creyeron muchos de ellos, y mujeres griegas de distinción, y
no pocos hombres”, Hch. 17:12.
De igual manera, en la vida eterna unos gozarán de común salvación y otros serán distinguidos
reyes y reinarán para Cristo; esto en recompensa al precio invertido de una vida consagrada
que se extendió más halla de las cosas comunes de fe. Lo común entre los redimidos en la
eternidad será: liberación de la muerte eterna, salvación de la condenación en el infierno
eterno, y participación de la vida eterna. Pues, en el reino de Dios habrá ilustres distinguidos:
“Hijas de reyes están entre tus ilustres; está la reina a tu diestra con oro de Ofir”, Sal. 45:9.
¿Será esto así por designio de Dios? ¡No, de ninguna manera! Los distinguidos serán los
coronados por haber corrido y llegado a la meta.
Al inicio de nuestro andar con Dios, recibimos cosas en común de la fe, esto es, de la doctrina.
Pero, ganar a Cristo, como otras recompensas eternas, será por haber corrido legítimamente
la carrera cristiana, 2ª Ti. 2:5. Correr esforzadamente, con reglas, y llegar a la meta final, hará
la diferencia entre los cristianos que no corrieron, los que se detuvieron o se desviaron de la
carrera, 1ª Co. 9:24-27. Todos seremos recompensados, pero, hasta donde hayamos corrido.
Por esto, no será injusticia de parte de Dios que unos sean distinguidos reyes y otros solo
obtengan cosas comunes de la vida eterna. El galardón completo lo recibirán los que corrieron
hasta terminar su carrera, 2ª Jn. 8; y esto solo será posible si se deja lo que queda atrás, de lo
del inicio, de lo común de la doctrina.
Se debe de proseguir de lo común a lo que Dios ha puesto por delante, hasta lo perfecto. Este era
el sentir que el escritor de la carta a los hebreos quiere infundir: “… dejando ya los rudimentos
de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección…”, Heb. 6:1. Rudimento significa el
inicio de la doctrina, lo fundamental. Y hay siete rudimentos: el arrepentimiento, la fe, los
bautismos, la imposición de manos, la resurrección de los muertos, y el juicio eterno, Heb.
6: 1,2. Todas estas cosas son comunes y es necesario ir de ellas más adelante, solo usando
estas como el punto de salida, de lo común y las recompensas distintivas de la eternidad.
Fe y salvación en común
A ningún redimido Dios le da una mayor medida de fe o una mejor salvación que a otro
redimido: “…a Tito, verdadero hijo en la común fe…”, Ti. 1:4. “Amados, por la gran solicitud
que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación…”, Judas 3. Todos hemos recibido
sin menguar la misma medida de fe y sin desmerecer al mismo Salvador Cristo. Y siendo que
Dios nos da estas cosas en común, la fe y la salvación son dones, producto de la gracia gratuita:
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios…”,
Ef. 2:8. Fe y salvación son medios, no el fin al cual Dios se extiende como meta final. Mas,
es necesario ir de lo común a las recompensas particulares.
Para Ganar a Cristo
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La unidad de la fe en común
La unidad de la fe y la unidad del Espíritu en la vida de iglesia cuerpo de Cristo, es para que
con la aportación de cada miembro en particular, vinculados en paz, cada cristiano desarrolle
edad y logre su vocación eterna: “Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno
de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con
paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo
de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de
vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre
todos, y por todos, y en todos”, Ef. 4:1-6.
De siete cosas en común participa cada miembro del cuerpo en igualdad:
 Un Dios
 Un Señor
 Un Espíritu
 Una vocación
 Un cuerpo
 Una fe
 Un bautismo
Con esto cada cristiano tiene igual oportunidad, en la unidad de la fe, de dejar de ser niño,
lograr la edad del varón perfecto y llegar a la meta: “…hasta que todos lleguemos a la unidad
de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de
la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes…”, Ef. 4:13,14. Porque nadie
recibe más, nadie recibe menos. Todos recibimos la gracia conforme a la medida del don de
Cristo, Ef. 4:7. Mas, unos por su disciplina y desarrollo, serán mayores a otros en el reino.
Un precio común
Cuando el pueblo de Israel era censado, por mandamiento de Dios toda persona de veinte
años arriba debía dar una ofrenda de medio ciclo de plata, Ex. 30: 11-16. Esta ofrenda era
aproximadamente 5, 5 gramos. El dinero de la expiación venía a ser como el impuesto del
censo y servía para oficios del santuario. Se derivaba del principio de que todas las personas
pertenecían a Dios y por lo tanto, necesitaban ser redimidas por un sacrificio. En común o
igualdad todos debían darla, ni el rico aumentaría ni el pobre disminuiría. El uno no podía
sobornar a Dios ni el otro podía dejar de pagar. Esta ofrenda bien nos habla de cómo Cristo
pagó un mismo precio por todos los salvos, a nadie se le da una mayor salvación que otro.
Mayor y menor
Es de notar la intención pretendida con las verdades doctrinales establecidas en los párrafos
anteriores, lo cual es, animar a todo cristiano a ir de lo común a las recompensas eternas.
No es el propósito de Dios, hoy o en la eternidad, uniformar, estandarizar o igualar posiciones
entre los redimidos. La declaración del escritor a los Hebreos, en relación a los rangos (orden,
Heb. 5:6) de Melquisedec y de Abraham: “Y sin discusión alguna, el menor es bendecido por
el mayor”, Heb. 7:7, claramente da a entender posiciones diferentes. El orden de Melquisedec
era mayor. Y así será en la eternidad, habrá unos mayores a otros, Mt. 5:19.
Para Ganar a Cristo
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La diferencia
Ahora, ¿Qué establece la diferencia entre lo común y posiciones eternas? La carrera y el
galardón. Como ya ha quedado establecido, la salvación no es recompensa, es la inscripción
en la carrera hacia los galardones.
Carrera
Fil. 3:14, parafraseando este verso y arreglándolo en un orden lógico y cronológico, nos
establece tres cosas:
Llamamiento
Meta
Premio
salvación
carrera
recompensa
común
común
distinción
La categoría o posición a la que cada cristiano será asignado en la eternidad, lo determinará
el premio y no la participación en la carrera. Por esto, el apóstol Pablo pretendía que Cristo
fuese su llamamiento, meta y premio. Muchos obtendrán otros galardones, mas Pablo corrió
para ganar a Cristo.
Galardón
Ap. 22: 12, como muchos otros pasajes de las Sagradas Escrituras, este hace clara diferencia
entre salvación y recompensa. Recompensa del griego μισθός Misdsós, denota: premiar,
pagar, salario. La salvación es un regalo por gracia, las recompensas no son regalos.
La posición eterna la fijará el galardón después de haber acabado la carrera. Vale la pena
entonces darle crédito a la palabra recompensa, porque esta no se recibe gratuitamente, sino
por correr, llegar a la meta y por obras calificadas para recompensa, 1ª Co. 9: 24-26.
II- SEGUNDA PARTE: Las reglas de la carrera.
1- Conocimiento de la meta.
2- La abstinencia.
3- Las reglas.
4- La sanción.
5- El premio.
6- Dos claves para ganar la carrera
Prosigo a la meta del premio del supremo llamamiento
LAS REGLAS DE LA CARRERA
“Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago:
olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome
a lo que está delante, prosigo a la Meta, al premio
del Supremo Llamamiento de
Dios en Cristo Jesús”
Fil. 3: 13, 14
Para Ganar a Cristo
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CONOCIMIENTO DE LA META
Dios maestro personal para el que corre
Sal. 25: 8,9
Una visión suprema
Dios no quiere que caminemos sin propósito, El quiere darnos un sentido orientado y una meta
determinada para correr. El apóstol Pablo dice: “Prosigo a la meta, al premio del supremo
llamamiento de Dios en Cristo Jesús”, Fil. 3: 14. Meta nos habla de saber a donde extenderse
y a donde llegar. Tener una meta pone prefijo y determinación para correr, Gn. 12: 5.
Lo triste es que la mayoría de los cristianos no saben hacia donde, cómo correr, dónde
llegar y se desenfrenan por falta de visión, Pr. 29: 18.
Hay muchos que corren sin entendimiento y con obstinación, el profeta Jeremías los compara
a un caballo impetuoso, Jr. 8: 6. En el libro de Cantares, la iglesia es comparada a una yegua,
Cnt. 1: 9. Esto nos habla de no haber tratado nuestra fuerza natural, las cabritas, vr. 8.
El Espíritu Santo de Dios quiere tratar nuestras rebeliones, nuestras actitudes indómitas y
desenfrenadas; pero, debemos temer porque si no le somos obedientes se puede volver enemigo
en nuestra contra, Is. 63: 10-14.
Necesitamos tener visión, porque como sea nuestra visión, así será nuestro caminar y esfuerzo.
Pablo decía: “Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no
como quién golpea al aire”, 1ª Co. 9: 26.
Para el apóstol Pablo era indispensable correr, pero también cómo correr y a donde llegar. En
estos días de abundantes y diversas prédicas, aventurarnos en cualquier visión es muy peligroso.
No podemos jugar con nuestro caminar y destino eterno, si hemos de abrazar una visión y
pelear por ella, necesitamos estar seguros que es la visión de Dios, y que ella nos llevará a
la meta. El correr a la ventura, sin ningún blanco o inconscientemente, solo lo hacen los que
tienen la razón estropeada. Imaginémonos a muchas personas corriendo en diferentes y
alocadas direcciones; y aún peor, dando de puñetazos al aire. Desgraciadamente muchos
creyentes viven así, sin sentido, la vida cristiana.
Hay muchos llamamientos, pero hay un llamamiento en medular, llamado por el apóstol
Pablo: “...supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús...”. Este es el llamamiento sobre todos
los llamamientos, es EL SUPREMO; nuestra visión puede ser buena, pero no ser el supremo
llamamiento. No tener supremo llamamiento como visión, no pone en peligro nuestra salvación,
pero sí nuestro galardón y posición eterna.
Dios busca disposición para enseñar






Disposición para ver cumplido su propósito, Sal. 138: 8; Ef. 1: 11; 3:11; Ro. 8: 28.
Disposición para conocer su camino, Ex. 33: 13, 18; Sal. 103: 7.
Disposición para obedecer su dirección.
Disposición para renunciar a nuestros anhelos, ambiciones y metas.
Disposición para permitir a Dios tratar la rebelión, obstinación y auto criterio.
Disposición para la abnegación absoluta a la voluntad de Dios.
Para Ganar a Cristo
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 Disposición para la fe, esfuerzo y paciencia.
 Disposición para buscar a Dios que es el galardonador, Heb. 11: 6.
 Disposición para sacrificarlo todo por el galardón, Heb. 11: 26.
Los que alejan a Dios para no enseñar
 El dominado por el enojo, envidia y odio, Gn. 4: 6-12.
-Sin visión celestial.
-Sin una meta divina.
-Sin reposo.
-Sin estabilidad.
Para Ganar a Cristo
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LA ABSTINENCIA
Dominio y Disciplina
1ª Co. 9: 25
Dios para hacernos llegar exitosos a la meta en su carrera, no solo nos enseñará, sino que
nos dará lo que necesitamos para llegar a la meta; pero, también nos demanda a abstenernos
de lo que nos impida llegar; para esto su reino tiene que trabajar en nosotros: venciéndonos,
conquistándonos y devolviéndonos el dominio propio, 2ª Ti. 1: 7. Pablo dice: “Todo aquel que
lucha, de todo se abstiene; ellos a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros,
una incorruptible.”
Esto tiene que ver con disciplina, es decir, constante ejercicio de la piedad, 1ª Ti. 4: 7,8;
Heb. 12: 11. El dominio propio lo necesitamos por la abstención de aquello que nos descalifica
de la carrera, para vencer necesitamos ser dueños de nosotros mismos y dominar sobre nuestros
deseos y pasiones, 2ª P. 1: 5-7.
En una escala del uno al tres, el amor es el mayor, seguido por la esperanza y por último la
fe. 1ª Co. 13: 13. El amor en primer lugar, en segundo la esperanza y en tercero la fe.
En la escala de la fe al amor en 2a P. 1: 5-7, está de por medio el poder, el conocimiento, el
dominio propio, la paciencia, la piedad, y el afecto fraternal. Por ser estas cualidades añadiduras
en el caminar cristiano, pueden ser llamadas una escala ascendente hasta la madurez del carácter
de Dios en el cristiano. Recordemos que entre la fe y el amor, el Amor es mayor; y juzgando e
interpretando en este mismo juicio de 1ª Co. 13:13, el dominio propio es mayor que la fe,
poder y conocimiento, puesto que está en cuarto lugar en la escala ascendente hasta el amor
de Dios.
En la escala de Gál. 5: 22, 23, la cual podemos llamar una escala descendente puesto, que
viene del Espíritu Santo enviado del cielo para producir su fruto en los hijos de Dios. La
escala puede tomarse de la templanza al amor, siendo la templanza (dominio propio) lo
primero que el Espíritu Santo quiere producir en nuestras vidas, para tener con su ayuda la
capacidad de crucificar nuestros deseos y pasiones, vr. 24.
El despojamiento de prácticas pecaminosas que hacen que perdamos agilidad en la carrera
Heb. 12: 1: “...pecado que nos asedia...”. La idea de esta clase de pecado en el idioma original
es: pecado que enreda los pies para hacer caer. Si no tenemos disciplina, dominio propio, y
no nos despojamos de todo peso, podemos caer en el pecado del pueblo de Israel y apartarnos
de Dios, y ser descalificados de la carrera, Dt. 32: 15.
1ª Co. 10: 23: “Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo
edifica”. Hay creyentes que manifiestan el poder de lanzar fuera demonios, pero no tienen
dominio sobre sus apetitos carnales.
Alguien dirá que no es posible vencer la tentación, pero no así José, que prefirió huir y
dejar sus vestidos en las manos de ella.
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LAS REGLAS
Una vida de andar regulado
Fil. 3: 15, 16
En Fil. 3: 14, el apóstol Pablo habla del llamamiento, meta y premio; y como ya hemos
establecido, esto nos habla de la carrera. En los versos 15 y 16, agrega que los que tienen la
visión del supremo llamamiento y están madurando, siguen una misma regla. La Biblia Reina
Valera versión 60, traduce del Gr. Kanon por regla, que literalmente significa avanzar juntos.
En general este término vino así a servir para denotar cualquier cosa que regulase las acciones
de los hombres o como en el presente caso, de los diferentes hermanos en las iglesias locales,
Gál. 6: 16; 2ª Co. 10: 13, 15.
Por consiguiente, la carrera propuesta por Dios exige ciertas reglas, no para intrigar y hacernos
las cosas difíciles, pero sí para hacernos conscientes de las cosas que nos pueden beneficiar
en nuestro correr o nos pueden descalificar de la carrera y del premio; pero, sobre todo para
correr legítimamente: “Y también el que lucha (el que corre) como atleta, no es coronado si
no lucha legítimamente.”
No podemos por nuestro bien, omitir, que en la vida y caminar delante de Dios hay reglas que
es necesario que sean observadas cuidadosamente.
Reglas al correr
Heb. 12: 1-16, obviamente este pasaje habla de la carrera; y aquí encontramos ciertos requisitos
para correr y llegar a la meta.
Antes examinemos el contexto en que encontramos mencionado el término corramos:
Vr. 1. Despojamiento.
Vr. 1. Todo peso.
Vr. 1. Pecado.
Vr. 1. Correr.
Vr. 1. Avanzar hacia adelante.
Vr. 2. Puestos los ojos en Jesús.
Vr. 2. Comenzar y terminar. Consumador de la fe.
Vr. 2. La fe.
Vr. 2. El gozo.
Vr. 2. La cruz.
Vr. 5. La disciplina.
Vr. 12. Acción. (la adoración, el hacer y el caminar).
Vr. 13. Sendas derechas. (una vida íntegra y recta).
Vr. 13. Sanidad. (salud física, mental y emocional).
Vr. 14. La paz.
Vr. 14. La santidad.
Vr. 15. La liberación emocional. (de la amargura).
Vr. 16. Fornicación. (problemas sexuales).
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LA SANCIÓN
La penalidad de descalificación
1ª Co. 9: 27
Como hay reglas en las carreras olímpicas, así mismo en la carrera propuesta por Dios, hay
también sanción, penalidades. Esto es advertencia para los que piensan seriamente en la carrera
y obtener el premio: “Sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo
sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”.
Eliminado, es decir: reprobado, descalificado, penalizado o sacado de la carrera. La idea que
nos da el idioma original es: comparecer ante la mesa del jurado. Esto no significa pérdida
de salvación o condenación, sino, sacados de la participación en la carrera.
Los que quebrantan las reglas, viven sin visión y no tienen a Cristo como su meta y premio, son
tenidos por indignos de correr y alcanzar la meta. Eliminado, también significa: no soportando
la prueba, rechazado. Es la misma palabra usada para reprobados, depravados. En Ro. 1,
encontramos una larga lista de los que se hacen reprobados por sus prácticas.
Es necesario que nos examinemos a nosotros mismos y consideremos si estamos siendo
aprobados o reprobados, 2ª Co. 13: 5-7. Réprobos en cuanto a la fe, 2ª Ti. 3: 8. Esto es en
cuanto a las buenas obras.
EL PREMIO
Cristo el Hijo de Dios
Fil. 3: 8
Cristo es el más grande premio de la carrera propuesta por Dios. Por esto el apóstol Pablo quería
acabar su carrera, llegar a la meta y ganar. La salvación es gratuita, pero, a Cristo hay que
ganarlo: “Y ciertamente, aún estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento
de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para
ganar a Cristo”.
En el anhelo y en el correr del apóstol Pablo por ganar a Cristo, encontramos ciertas claves para
ganar a Cristo. En 1ª Co. 9: 26 el apóstol Pablo dice: “Así que, yo de esta manera corro...”.
Pablo, a diferencia del atleta celoso de sus técnicas personales exitosas, las cuales no quiere que
se las descubran y sean utilizadas por otros; Pablo si quería revelar a todos los cristianos de su
tiempo y de hoy, la manera en la que él corrió para ganar a Cristo, y de esta manera nosotros
también podamos correr.
Las claves de cómo Pablo corrió para ganar a Cristo se encuentran en Fil. 3: 3-14.
Vr. 3.
Vr. 7, 8.
Vr. 9.
Vr. 9.
Vr. 10.
Vr. 12.
Vr. 13.
Vr. 13.
No tener confianza en la carne.
Pérdida.
Ser hallado en Èl.
No tener auto justicia.
Participar de sus padecimientos.
Proseguir y no decaer.
Dejar lo de atrás.
Hacer avances.
1ª Tim. 1: 15, Pablo es un patrón para los creyentes.
2ª Tim. 4: 7,8. Pablo acabó la carrera y alcanza la meta.
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DOS CLAVES PARA GANAR LA CARRERA
El carácter del corredor
Sal. 25: 9
De todas las claves consideradas hasta aquí, hay dos más que se destacan como más importantes
e imprescindibles para correr, llegar a la meta y ganar el premio. El salmista dice: “Encaminará
a los humildes por el juicio, y enseñará a los mansos su carrera.”
Necesitamos ser enseñados por Dios para conocer su carrera. Lo que Dios requiere para
enseñarnos es humildad y mansedumbre.
 La humildad se ejerce sólo y únicamente delante de Dios y es para reconocer que no
lo sabemos todo.
 La mansedumbre se ejerce delante de nuestros semejantes, es docilidad, obediencia
para someternos al conocimiento de Dios.
La mansedumbre es un fruto reproducido en el cristiano por el Espíritu Santo, Gál. 5 22-24.
Pero la humildad es una actitud de humillación delante de Dios que debemos buscar de todo
corazón, 2º Cro. 14: 7. Si Dios pide que su pueblo se humille, es porque El sabe que su
pueblo es orgulloso y soberbio de corazón.
Pero más que enseñarle al humilde y manso Dios quiere hacer dos cosas que determinan el
éxito en su carrera:
 Encaminar a los humildes. Esto es, Dios mismo es compañero personal, Sal. 23: 3-5.
 Enseñar a los mansos. Esto es, Dios maestro personal, En Sal. 45: 4.
Cristo corriendo
En Heb. 12: 2, Dios le propuso una carrera a Cristo. El que Cristo se encuentre hoy en el trono
es porque corrió y llegó a la meta propuesta por el Padre. Cristo no está en el trono porque es el
Hijo mimado de Dios, está porque corrió, venció y lo ganó, Ap. 3: 21.
Ahora, el que venciere como El ha vencido, se sentará en su trono. ¿Vencer como El venció?
Esto es un gran desafío. Esto quiere decir, que nosotros necesitamos correr como corrió
Jesús, el Hijo de Dios y vencer. Para esto necesitamos tener humildad y mansedumbre.
1ª Tim. 2: 1-8, Pablo presenta aquí símiles del creyente. El presenta al cristiano como un
soldado, como un atleta y como un labrador y luego él agrega acuérdate de Jesucristo. Porque
Cristo cumple en su vida estos tres símiles, particularmente de atleta.
Mt. 11: 28, 29, Nos revela las claves por las cuales Cristo corrió y alcanzó la meta y cómo ahora
está sentado en el trono a la diestra del Padre: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y
cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mi, que soy
manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”.
El espíritu dócil, moldeable y obediente del Señor Jesús, permitió que el Padre le enseñara
a correr y alcanzar la meta. El Padre halló en Jesús humildad y mansedumbre de corazón, al
ser puesto por la contradicción de pecadores, Heb. 12:2,3.
Para Ganar a Cristo
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Lo mismo se requiere de todo aquel que corre con la visión de llegar a la meta y ser coronado;
que al ser asediado por opositores, sea hallado humilde y manso. En Ef. 4: 1,2, la humildad
y la mansedumbre son indispensables para alcanzar la vocación. A los contradictores no
hay que resistirlos con su mismo mal, sino vestidos de humildad y mansedumbre, Col. 3:
12-15.
Los humildes.
-Dios habita con ellos, Is. 57: 15.
-Dios los mira, Is. 66: 2.
-Dios los exalta, Stg. 1: 9.
-Dios les da gracia, 1ª P. 5: 5.
Los mansos.
-Dios los salva, Sal. 76: 9.
-Dios les da dirección, Nm. 12: 3; Sal. 103: 7.
Los soberbios y altivos.
-Tropezarán y caerán, Jr. 50: 31, 32.
-Dios los mira de lejos, 1ª P. 5: 5.
Para La Edificación
EL PRECIO DE LA FORMACION
EL APÓSTOL PABLO, UN PATRÓN. “Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús
nuestro Señor, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio habiendo yo sido antes blasfemo,
perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia, en
incredulidad Pero ‘la gracia’ de nuestro Señor fue más abundante con la fe y el amor que es en
Cristo Jesús. Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para
salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Pero por esto fui recibido a ‘misericordia’,
para que Jesucristo mostrase en mí el primero toda ‘su clemencia’, para ‘ejemplo’ de los que habrían de
creer en él para vida eterna”, 1ª Ti. 1:16.
Gracia denota, gracia aprobatoria.
Misericordia denota, compasión, ayuda divina a un afligido.
Clemencia denota, larga espera, virtud que modera la justicia.
Ejemplo denota, modelo, bosquejo, patrón.
En el apóstol Pablo Dios nos deja a cristianos y ministros, parámetros de visión y meta, padecimiento y
recompensa. Y sobre todo, de desafío y esperanza, pues, si el pecador número uno fue recibido en la
gracia, misericordia y clemencia de Dios, esto mismo está disponible a todo cristiano.
CARRERA Y MINISTERIO. “Pero de ninguna cosa hago caso, „ni estimo preciosa‟ mi vida
para mí mismo, con tal que acabe mi „carrera‟ con gozo, y el „ministerio‟ que recibí del Señor Jesús,
para dar „testimonio‟ del evangelio de la gracia de Dios”, Hch. 20:24.
En el definido y determinado apóstol Pablo, todos los llamados al santo ministerio, encontramos
un ejemplo de vida y ministerio cristiano, en una combinación de:
Uno, Renuncia al amor propio.
Dos, Abnegación en su vocación.
Tres, Responsabilidad en su ministerio.
Cuatro, Padecimiento
El orden de prioridad del apóstol Pablo estaba bien claro, acabar con gozo:
Uno, Su carrera.
Dos, Su ministerio.
Acabar denota cumplir, hacer perfecto, llevar a su fin. (Tanto su carrera como su ministerio)
Carrera denota, una ocupación, una vida considerada en un aspecto especial.
Ministerio denota, la predicación y la enseñanza.
Testimonio denota, ser mártir.
-1-
Para La Edificación
Es necesario hacer separación de la vida, del ministerio del apóstol Pablo. Su carrera era el curso
de su vida, el ministerio era su oficio o servicio a Dios.
LA GRACIA. Por el ministerio de la Palabra y por todo lo que en él está implícito, no se paga
ningún precio a Dios, Dios constituye a los hombres en sus ministros, por gracia.
1- La gracia y el apostolado, Ro. 1:5: “Y por quien recibimos la gracia y el apostolado, para
la obediencia a la fe en todas las naciones por amor de su nombre”.
2- La gracia y todo lo alcanzado, 1ª Co. 15:8-10: “Y al último de todos, como a un abortivo,
me apareció a mí. Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser
llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy;
y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo,
sino la gracia de Dios conmigo”.
3- La gracia y la declaración de los misterios, Ef. 3: 1-7: “Por esta causa yo Pablo, prisionero
de Cristo Jesús por vosotros los gentiles; si es que habéis oído de la administración de la gracia
de Dios que me fue dada para con vosotros; que por revelación me fue declarado el misterio,
como antes lo he escrito brevemente, leyendo lo cual podéis entender cuál sea mi conocimiento en
el misterio de Cristo, misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los
hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu: que los
gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo
Jesús por medio del evangelio, del cual yo fui hecho ministro por el don de la gracia de Dios
que me ha sido dado según la operación de su poder”.
Todo, sean revelaciones de misterios o milagros sobrenaturales, son la misericordia de Dios para su
pueblo; el ministro es un vaso, un canal por el cual Dios opera sus bendiciones a los que le buscan,
pero, no siempre son muestra de madurez o santidad del ministro.
EL GANAR.
1- El ejemplo del apóstol en todo fue Cristo, Hch. 20:28: “Por tanto, mirad por vosotros, y
por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia
del Señor, la cual él ganó por su propia sangre”. El estar sentado a la diestra del Padre, Cristo no
lo obtuvo por ser el Hijo de Dios, sino, por ser digno. Sus herencias todas han sido ganadas
por Él a gran precio.
2- Ganando personas para Cristo por medio del evangelio ganaba su galardón, 1ª Co. 9:17-23:
“Por lo cual, si lo hago de buena voluntad, recompensa tendré; pero si de mala voluntad, la
comisión me ha sido encomendada. ¿Cuál, pues, es mi galardón? Que predicando el evangelio,
presente gratuitamente el evangelio de Cristo, para no abusar de mi derecho en el evangelio.
Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar a mayor número.
Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley
(aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a
la ley; a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino
bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley. Me he hecho débil a los débiles, para
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Para La Edificación
ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos”.
Fil. 4:1. Ejemplo de esto es su carrera, 1ª Co. 9:24-27. La salvación es gratis, los galardones
no, todos deben ser obtenidos en una carrera legítima.
3- Viviendo para Cristo para que el morir fuese ganancia, Fil. 1:20: “Porque para mí el vivir
es Cristo, y el morir es ganancia”. Esto es, invertir toda la vida en Dios, gastar lo propio, y un
gastarse a sí mismo, 2ª Co. 12:15. Pues, todo lo el hombre sembrare eso también segará.
4- Perdiendo todo para ganar a Cristo, Fil. 3:7,8: “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia,
las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas
como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo
he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo”. Las ganancias mezquinas, las
metas propias, ponen en peligro ganar a Cristo. El que no ve la excelencia de Cristo, nunca
mirará como basura (como estiércol según el Gr.) las cosas temporales.
LA CARRERA.
1- Conocimiento de la meta, Fil. 3:14:“Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento
de Dios en Cristo Jesús”. Una meta nos habla de saber a donde extenderse. Necesitamos tener
visión, porque así como sea nuestra visión, así será nuestro caminar y esfuerzo.
2- Conocimiento de la abstinencia, 1ª Co. 9:25: “Todo aquel que lucha, de todo se abstiene;
ellos a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible”. Esto
tiene que ver con disciplina. Porque, la gracia es gratis, la misericordia es buscada, la santidad
es disciplina practicada.
3- Conocimiento de las reglas, 1ª Co. 9: “Y también el que lucha (el que corre) como atleta,
no es coronado si no lucha legítimamente”.
4- Conocimiento de la sanción, 1ª Co. 9:27: “Sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre,
no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”. Reprobado,
descalificado, penalizado o sacado de la carrera. La idea es: Comparecer ante la mesa del jurado.
Esto no es pérdida de la salvación, sino, sacado de la participación en la carrera.
5- Conocimiento del premio, Fil. 3:8:“Y ciertamente, aún estimo todas las cosas como pérdida
por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido
todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo”. Para Pablo Cristo era su llamamiento,
Cristo era su meta, Cristo era su premio. Por supuesto que hay otros premios, pero, Cristo es el
premio del supremo llamamiento.
EL MINISTERIO.
1- Al inicio los padecimientos fueron profetizados, Hch. 9:15,16: “El Señor le dijo: Ve, porque
instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y
de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre”.
Dios quería advertirle o desanimarle, al anunciarle al recién convertido Pablo, los padecimientos
que le sobre vendrían.
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Para La Edificación
2- La conciencia de los padecimientos, Hch. 22:14,15: “Y él dijo: El Dios de nuestros padres te
ha escogido para que conozcas su voluntad, y veas al Justo, y oigas la voz de su boca. Porque
serás testigo suyo a todos los hombres, de lo que has visto y oído”. Esto es, serás su mártir.
3- La persecución por sus asignados a su prédica, Hch. 26:12-17: “Ocupado en esto, iba yo a
Damasco con poderes y en comisión de los principales sacerdotes, cuando a mediodía, oh rey, yendo
por el camino, vi una luz del cielo que sobrepasaba el resplandor del sol, la cual me rodeó a mí y a los que
iban conmigo. Y habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba, y decía en lengua
hebrea: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Yo entonces
dije: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, y ponte
sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas
que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti, librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a
quienes ahora te envío”. Dios por medio de Pablo traería a la iglesia aquellas cosas ocultas en los
siglos eternos. Misterios del evangelio serían revelados por él. Pero, un opositor por ignorar
los tiempos y la Palabra de Dios, es el mismo pueblo de Dios. Gentiles y judíos pusieron en
muchas ocasiones en gran peligro de muerte al apóstol Pablo.
Un verdadero ministro es mediador entre:
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La luz y las tinieblas.
Dios y satanás.
La herencia y la ceguera.
Pecados y los herederos.
Un verdadero ministro es para:
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Abrir los ojos.
Traer conversión de las tinieblas a la luz.
Liberación de la potestad de satanás.
Ministrar perdón de pecados.
Atraer hacia la herencia de los santificados.
Por cumplir con esta labor el apóstol Pablo vino a ser prisionero de Cristo por amor, Ef. 3:1-8: “Por
esta causa yo Pablo, prisionero de Cristo Jesús por vosotros los gentiles si es que habéis oído de la
administración de la gracia de Dios que me fue dada para con vosotros; que por revelación me fue
declarado el misterio, como antes lo he escrito brevemente, leyendo lo cual podéis entender cuál sea mi
conocimiento en el misterio de Cristo, misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos
de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu: que los gentiles
son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio
del evangelio, del cual yo fui hecho ministro por el don de la gracia de Dios que me ha sido dado según la
operación de su poder”.
LAS AFLICCIONES Y DOLORES.
1- Por el cuerpo de Cristo, Col. 1:24.
2- Por la preocupación de todas las iglesias, 2ª Co. 11:28.
3- Por los hijitos, Gál. 4:19.
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Para La Edificación
LA MADUREZ. La madurez del ya viejo apóstol Pablo, es mostrada en la intercesión por el
acusado de robo Onésimo, en similitud de la intercesión de nuestro Señor Jesús por el ladrón en
la cruz en la carta de Pablo a Filemón. Pues, el que ha alcanzado la altura de la cruz con gozo y
sin amargarse, ha alcanzado la verdadera madurez.
1- Pablo ya anciano, Vr. 9.
2- Que no es posesivo, Vr. 8.
3- Que es prisionero de Jesucristo, Vr. 9.
4- Que es padre, Vr. 10.
5- Que recupera valores, Vr. 11.
6- Que no abusa de su posición apostolar, Vr. 12.
7- Que no impone su voluntad, Vr. 14.
8- Que fraterniza, Vr. 16.
9- Que comparte méritos, Vr. 17.
10- Que restaura relaciones, Vr. 18.
11- Que no se aprovecha de los hermanos, Vr. 20.
12- Que no manipula, Vr. 21.
SEMEJANTE A ÉL EN SU MUERTE.
1- Cristo con su muerte cumplió con la voluntad de Dios, Heb. 5:10: “Entonces dije: He
aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, como en el rollo del libro está escrito de
mí”. Esto es, ser esclavo de Dios. Ser esclavo de Dios es ser libre de la carne, ser libre para ser
nuestra propia voluntad, es ser esclavo de la carne.
2- Cristo se ofreció en sacrificio de olor grato a Dios, Ef. 2: “Y andad en amor, como también
Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante”.
3- Cristo sufrió la cruz y el vituperio con gozo, Heb. 12:2: “Puestos los ojos en Jesús, el autor y
consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando
el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”. El rechazo, el vituperio, la humillación,
los golpes y las heridas; no amargaron su alma.
TERMINAR CON GOZO. “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos
velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no
quejándose, porque esto no os es provechoso”, Heb. 13:17.
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