JURISPRUDENCIA PROVINCIAL DOCTRINA PLENARIA En principio, y salvo mala fe, el comprador de un Inmueble embargado por una suma determinada puede liberar el bien al momento de adquirirlo, pagando el monto del Embargo Registrado. CAUSA: “BANCO PROVINCIAL DE SALTA vs. LEDESMA CARLOS A. y LEDESMA LUIS DARÍO – PREPARACIÓN VÍA EJECUTIVA Y EMB. PREV.” (Expte. N°A91.651/88 del Juzg. de 1ª Inst. en lo C. y C. de 5ª Nom; Expte. N° 3007/94 de la Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial). LA CÁMARA DE APELACIONES EN LO CIVIL Y COMERCIAL DE LA PROVINCIA DE SALTA: I.- RESUELVE que en principio, el comprador de un inmueble embargado por una suma determinada puede liberar el bien al momento de adquirirlo, pagando el monto del embargo registrado, salvo mala fe. II.- CÓPIESE, regístrese, notifíquese y BAJE a la Sala de origen. FALLO COMPLETO Salta, 31 de marzo de 1997.Y VISTO: Este juicio, “BANCO PROVINCIAL DE SALTA vs. LEDESMA Carlos A. y LEDESMA Luis Darío – PRP. VÍA EJECUTIVA Y EMB. PREV. ”; Expte. N° A-91.651/88 del Juzg. 1ra. ICC. 5ta. Nom. (N° 3007/94 de ésta Cám. De Apelaciones en lo C.Y C.) y, CONSIDERANDO: La Dra. Liliana Loutayf de Genovese, dijo: A fs. 141/142 la Cámara convoca a Tribunal Plenario. El tema de la convocatoria se concreta en determinar “Si el comprador de un inmueble embargado por una suma determinada sin la constancia de que aquella se halla sujeta a reajuste por depreciación, puede liberar el bien al momento de adquirirlo, pagando el monto registrado, o si por el contrario el adquiriente responde también por la desvalorización monetaria”. Es opinión de la Sala IV de la Cámara que, de acuerdo al régimen de los arts.728, 758 y concordantes del CC., si no se desinteresa totalmente al acreedor abonando íntegramente el crédito del embargante, computada la desvalorización monetaria, intereses y costas (art. 218 del C. Proc.), no se cumple con los requisitos de integridad e identidad de pago, requisitos que no ceden ante los de publicidad y especialidad registral de la Ley 17.801, por cuanto la fe pública registral de los asientos es meramente formal y no comprende la faz sustancial de los actos registrados, lo que equivale a decir que dichos asientos consagran una presunción iuris tantum y no iuris et de iure de exactitud a favor o en contra del titular inscripto (Fallos año 1990 fs. 199/201). Establece dicha Sala en otro fallo orientado en igual sentido, que “el hecho notorio de la desvalorización de la moneda es una realidad extrarregistral conocida por el adquiriente del inmueble, que importa para éste la imposibilidad de atenerse a lo que surge el registro para obtener el levantamiento de una medida cautelar dando un pago incompleto, limitado a las constancias del Registro, que él debe saber no son las que rigen en la realidad” (Fallos año 1989, fs. 265/268). En sentido contrario, la Sala Tercera sostuvo que en caso de compraventa del inmueble embargado- que puede hacerse de conformidad al art. 1174- la deuda que asume el comprador lo es sólo por el monto que se ha trabado la medida y se ha anotado en el Registro (Fallos año 1993 fs. 397/400). La jurisprudencia actual está dividida. En el orden nacional el plenario de la Cámara Comercial (Oct. 10-1983-“Bco. de Italia y Río de La Plata c/Cobeira Rey. Teresa” ED. 106-299) ha sentado la doctrina que el comprador de un inmueble embargado por suma determinada puede obtener el levantamiento de la medida depositando en pago el importe a que asciende. Por otro lado la Cámara Federal de Córdoba, 4ta. Circunscripción, en pleno (Agosto 15-1986-“Fisco Nacional DGI c/ Repaut SRL., ED 121-364) ha sostenido que el tercero que adquiere un bien embargado sin hacerse personalmente de la deuda de que se trata, debe responder por el monto actualizado de la misma y los accesorios de la ley. Como integrante de la Sala Primera de esta Cámara, me ha inclinado en el mismo sentido que este último fallo plenario año 1989 fs. 380/382 y año 1992 fs. 9/11), es decir, en concordancia con lo sostenido por la Sala IV. Desarrollaré mis fundamentos a continuación. Sostiene Guasp que embargar, no quiere decir si no afectar un cierto bien a un proceso, ligarlo o trabarlo de tal modo que no pueda más tarde desvincularse de las resultas del mismo (Derecho Procesal Civil, pág. .432). Es así que el efecto fundamental del embargo es distraer del patrimonio del deudor los bienes embargados con el fin de crear con ellos una masa separada, sometida a un régimen enteramente particular. En este sentido autores nacionales han sostenido que el embargo comporta aislar o individualizar un bien determinado para afectarlo al pago del crédito en cuya razón se ha trabado (Llambías – Tratado de Derecho Civil- Obligaciones, T. I, N° 395). En el punto, Palacio dice que el embargo es la afectación, por orden del órgano judicial de uno o de varios bienes del deudor, o presunto deudor, al pago del crédito sobre el cual versa un proceso de ejecución, o de un crédito que se reclama, o ha de ser reclamado en un proceso de conocimiento y que su primordial efecto consiste en individualizar uno o más bienes del deudor , asegurando de tal manera que el importe resultante de su eventual realización se destine a la satisfacción del derecho del acreedor (Derecho Procesal Civil,-T.VII- pág. 230/233 N° 1099/1011). En igual sentido se expide Alsina (Tratado Teórico Practico de Derecho Procesal C. y C., T.V .pág. 64. Buenos Aires 1962). Concretando, el propietario del bien queda sometido al deber jurídico de abstenerse de todo acto jurídico o físico que pueda provocar la disminución de la garantía que dicho bien resguarda, lo que indudablemente comporta una limitación a las facultades de disposición y goce. Si bien la indisponibilidad que entraña el embargo no es absoluta, pues la cosa embargada puede ser objeto de los contratos (art. 1174 CC.), con la expresa salvedad del “deber de satisfacer el perjuicio que del contrato resultare a terceros” (art. 1174. Art. 1179 CC.), la indisponibilidad es total en el sentido que afecta la cosa en sí, no parte de ella, impidiendo que la transmisión surta efectos contra el embargante en la medida que éste no sea desinteresado en la totalidad del crédito en razón del cual la medida se ha trabado (del voto de la minoría integrada por los Dres. Williams, Barrancos y Vedia, Martiré, Jarazo Veiras, Caviglione Fraga y Morandi en el Plenario de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial, ED. 106-299). Avalando la postura enunciada, Spota ha sostenido que el embargante puede desconocer la transmisión y considerar al bien como existente en el patrimonio del embargado, tal como si el acto no se hubiese realizado y consiguientemente entender que el embargo subsiste mientras no sea desinteresado en la totalidad del derecho, cuya protección se aseguró mediante la cautela (“Efectos del embargo frente al tercer adquiriente de la cosa embargada”, J. A. 1956-II-110 y ss.). Es así que los derechos del adquiriente de la cosa embargada quedan supeditados a los resultados del proceso en que se trabó la medida, ya que el embargo afecta a la cosa en sí misma y se transmite con ella, de modo que si a pesar del acreedor, el dominio se transfiere, sería siempre con el gravamen constituido en beneficio del embargante quedando la transferencia supeditada a las resultas del juicio (Corte Suprema J.A.46-453). En igual sentido ha sostenido el Alto Tribunal que el embargo constituye un acto jurisdiccional que impide que ese derecho procesal de garantía pueda ser desconocido en sus efectos, por vía de un acto de enajenación ajeno a la voluntad del acreedor embargante (Conf. Fallos 137-47 y 294-152). Coincidentemente la Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires dijo que “el embargo afecta la cosa en sí de modo que se transmite siempre con el gravamen constituido en beneficio del embargante” (LL. 106-295). Carece de justificación que el embargo sólo sirva como garantía por parte del crédito y no cubra la parte acrecida con posterioridad a la traba, pues lo lógico es pensar que el bien embargado responde por la totalidad del crédito asegurado por el embargo. No puede, pues, sostenerse que el embargo solo garantiza la suma por la cual se trabó, pues es la cosa en toda su aptitud solvente y no la suma dineraria lo embargado, y es el derecho creditorio en toda su extensión el que se halla amparado y no el importe del título, más la estimación provisoria indicada en la resolución. Dice Caviglione Fraga en su voto en el Plenario de la Cámara Nacional Comercial, que nos encontramos frente a la contraposición entre dos intereses o bienes por un lado, el del adquiriente – supuestamente de buena fe – de un inmueble embargado por la suma determinada y, por otro, con el derecho del acreedor embargante cuyo interés insatisfecho puede ser superior por el cual se anotó el embargo. Más concretamente, se trata de resolver el conflicto entre el valor regularidad y facilidad del trafico jurídico inmobiliario y el valor seguridad de los derechos que han obtenido tutela judicial. Y en la disyuntiva tenemos que escoger el interés dotado de mayor jerarquía social por lo que debemos preferir la solución que mejor preserve la autoridad y seguridad proveniente de un acto jurisdiccional no existiendo duda que el interés primordial a defender, es el del embargante (Voto del Dr. Jarazo Veiras, ED 106-317 y ss.). Resumiendo, en el conflicto entre el sucesor singular y la rápida negociación de bienes, y el respeto por la inderogabilidad de los actos judiciales por el mero acuerdo de los particulares, debemos inclinarnos sin hesitación por la segunda alternativa que nos lleva a sostener que la medida cautelar subsiste por todas las consecuencias de la ejecución frente al adquiriente particular. Las consideraciones precedentes no resultan desvirtuadas por el hecho de que el embargo se trabe por una suma determinada de registro inmobiliario, pues la Ley 17.801 establece que uno de los instrumentos inscribibles es el documento portante del embargo y ello a los efectos, principalmente, de darle oponibilidad a los terceros. Con tal inscripción de lo que toma conocimiento el tercero es de que contra el titular del dominio del bien que pretende adquirir se ha iniciado alguna acción judicial con indicación del Juzgado y Secretaria en donde tramita la causa. Y no siendo exigible la indicación del monto por el que el embargo se ha trabado, el hecho de haberse consignado la cuantía a la que la fecha de trabarse aquél ascendía la pretensión del demandante, no puede modificar la naturaleza de la medida cautelar y menos aún cristalizar la deuda. En otro orden, en ningunas de las previsiones de la Ley de Registro se encuentra norma o argumento valedero que autorice al sucesor individual o al escribano interviniente a soslayar la indisponibilidad dispuesta por el Juez sobre el bien, salvo que ella se traslade a la totalidad del precio y a las resultas del litigio en que fue decretada. La determinación del monto del embargo al tiempo de su traba y la anotación mediante el pertinente asiento, lejos de fijar el máximo de la responsabilidad pecuniaria a que queda sometido el inmueble embargado, significa que la medida cautelar ha sido dictada en amparo de un crédito pecuniario, cuyo importe definitivo resultará de la liquidación que oportunamente se practique en forma previa a su levantamiento toda vez que el monto que recogió el asiento registral no constituye sino un mero indicio del alcance del crédito al tiempo del dictado de la medida cautelar (cita del voto del Dr. Bustos Vocos, ED121-371). En realidad, lo más importante de la publicidad de la inscripción del embrago en el registro de la Propiedad, es que exterioriza la existencia de un juicio y que el inmueble embargado ha quedado a disposición del Juez (Elena Inés Highton y María Josefina Nabar “Venta del inmueble embargado”, LL. 1985-C-1193/1203). Los que sostienen la doctrina que el comprador sólo asume la deuda por el monto que se ha trabado la medida y se ha anotado en el Registro, se basan entre otros argumentos, en la similitud o analogía entre esta cautelar y la hipoteca y por tanto considerar de aplicación los artículos del C. C. relativos a este derecho real de garantía. Pero tal analogía, si es que podemos asegurar que existe, no puede llevarnos a confundir la naturaleza jurídica de un derecho real con la medida cautelar decretada por un magistrado. No podemos trasmutar el embargo en algo similar a un derecho real de garantía, olvidando el fin y objetivo principal de las medidas precautorias; ni hacer ilusorio el resultado de una decisión judicial, asegurando los elementos formativos del proceso para evitar daños y cambios de situaciones durante el trámite del mismo (Highton y Nabar; ob. cit., pág. 1193). Desde el otro punto de vista, la buena fe es el basamento fundamental de las relaciones jurídicas y económicas (doctr. arts. 1196 y 1198 CC.) y debemos preguntarnos si el tercero adquiriente que en época de inflación deposita sólo el importe del crédito por el que se trabó el embargo sin tener en cuenta la desvalorización monetaria puede ser considerado de buena fe. La buena fe no es otra cosa que “la creencia o ignorancia de no dañar un interés ajeno”, “la legítima ignorancia”, cuyos límites de aplicación se encuentran en la “ausencia de dolo o culpa” por lo que mal puede el adquiriente ser considerado de buena fe, si a pesar del conocimiento de la existencia del embargo que pesa sobre el inmueble por la certificación registral, adquiere el bien sabiendo que lesiona un interés ajeno al tutelado por el derecho. No puede argumentar buena fe, el que tomando conocimiento de la situación jurídica del inmueble por vía de la certificación registral, antes de que el notario labre el instrumento de transmisión, no se molesta en examinar el expediente, pues la buena fe no es compatible con una conducta negligente. La creencia de la bondad del acto debe estar apoyada en un compartimiento previsor y cuidadoso por parte del comprador, de acuerdo con la doctrina que emana de los arts. 512, 902 y 1198 del C.C. (del voto del Dr. Caviglione Fraga en el Plenario de la Cámara Nacional en lo Comercial, ED 106-319). En este sentido se ha sostenido que la buena fe importa diligencia y que dado que la inscripción del embargo exterioriza la existencia de un juicio, el tercero que no se molesta en examinar el expediente es negligente y no puede prestar buena fe (Highton y Nabar, ob.cit.; voto del Dr. Aliaga en el Plenario de la Cám. Federal de Córdoba, ED 121-364). Por todo lo expuesto, voto en la cuestión sometida a decisión de este Plenario, en el sentido que el adquiere de un inmueble embargado por una suma determinada sin la constancia de que aquella se halla sujeta a reajuste por depreciación monetaria, no puede liberar el bien al adquirirlo pagando el monto registrado, sino que debe responder también por la desvalorización monetaria. La Dra. Susana K. de Martinelli, dijo: Que por sus fundamentos adhiero al voto de la Dra. Liliana Loutayf de Genovese, habiéndose pronunciado en idéntico sentido, como integrante de la Sala 1ra. de esta Cámara, en fallos correspondientes al año 1989 (registrado a fs. 380/383) 1992 (fs. 9/11) y 1994 (fs. 443/445 y 473/474). El Dr. Alfredo Ricardo Amerisse, dijo: Integrando como juez ad-hoc la Sala III de esta Cámara suscribí el fallo que se registra en los folios 397/400 de 1993 donde se sostiene que el comprador de un inmueble embargado sólo queda obligado por el monto registrado en la Dirección de Inmuebles, y no por el importe de la deuda que es un asunto ajeno a sus intereses. En los considerados del pronunciamiento se dio como fundamento la función publicitaria que cumplen los registros de la propiedad en función de lo dispuesto especialmente por la Ley 17.801 (arts. 2, 21 y cc.) el art. 2505 del Código Civil, la Ley 21.309, así como los arts. 3135 y demás del Código Civil relativo a la hipoteca, asimilada bajo este aspecto a la finalidad del embargo. El otro fundamento radicaba en sostener que no parecía razonable obligar al comprador inmiscuirse en el expediente que originó la medida cautelar. Quedaban a salvo los supuestos en los que se hacía constar que la suma por la que se anotaba el embargo se hallaba sujeta a reajuste, conforme lo aconsejaba una ponencia del X Congreso de Derecho Procesal realizado en Salta en 1978. Traído nuevamente al análisis este punto con motivo de las sentencias con soluciones encontradas emitidas por las Salas de la Cámara, se abre la posibilidad de nuevo estudio desde otras perspectivas. Quien compra un bien inmueble embargado, sabe que compra una cosa sujeta a un juicio; pero no en el sentido litigioso que define el artículo 1455 del Código Civil; sino trabado en su disponibilidad para responder por una deuda contraída por el propietario. Así pues, el tercero comprador asume el carácter de sucesor a titulo singular, y en esas condiciones no puede adquirir sobre el objeto un derecho mejor que el que tenia aquél de quien lo recibió (doc. Art. 3270 CC.). Quiero significar con ello que aún cuando la cautelar no se hubiese anotado en el registro con la cláusula “sujeta a reajuste”, ello no empece para que llegado el momento, el tercero pague la deuda en las mismas condiciones que su antecesor; pues de acuerdo con el art. 3270, el embargo se mantiene en toda su extensión y efectos aún cuando el inmueble haya pasado en manos del tercero. Después de todo para las operaciones realizadas en época de inflación, la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha dicho que la “actualización del monto nominal no hace la deuda más onerosa en su origen, sino que mantiene su valor económico real frente al paulatino envilecimiento de la moneda…” (Fallo pub. en DE, 121-265). En consecuencia voto en igual sentido que lo hicieron las señoras jueces de Cámara que me preceden. El Dr. Roberto G. Loutayf Ranea. Dijo: 1) Debe destacarse, en primer lugar que el tema en discusión se vincula a los embargos sin monto o sin indicación del monto, en donde la medida afecta de modo irrestricto a la totalidad del bien (C. N. Com. en pleno, in re “Banco de Italia c/ Corbeira”, voto de los Dres. Viale, Bosch, Guerrero y Bengolea. E.D .106-299). 2) La Sala III de la Cámara de Apelaciones en lo C. y C. que integro desde su inicio, ha sostenido que cuando se traba embargo sobre un bien inmueble hasta cubrir una cantidad determinada, la garantía de la medida alcanza solamente hasta el monto por el que se ha trabajado el embargo (Capel.CC. Salta, Sala III, Fallos año 1985, pág. 195; año 1993, pág. 397; Id. Salta V, Fallos año 1983. Págs. 751/762). En tal sentido se ha considerado que en caso de compraventa del inmueble embargado, la deuda que asume el comprador lo es sólo por el monto que se ha trabado la medida y se ha anotado en el Registro (ALFREDO RODRIGUEZ SAGUER: “Monto de la deuda que asume el comprador de un inmueble embargado, art. 20 de la Ley 6435”, en ZEUS, T.27, pág. D -27; CCC Santa Fe, Sala 2da., en revista ZEUS del 17 de Mayo de 1984, fallo 5420), y puede obtener el levantamiento del embargo depositando ese monto por el que se trabó la medida (CN Com. en pleno 10-10-83, “ Banco de Italia y Río de La Plata c/ Corbeira Rey Teresa”, LL. 1983-D-476 Y E.D . 106-299; C. J. Salta, Sala III, año 1974, T. 19, pág. 659; Id. Id. Año 1976, T.21. pág. 145). El citado criterio resulta igualmente aplicable al caso de embargos sucesivos, en donde la prelación del primer embargante (art. 218. CPCC.) lo es por la suma por la cual se decretó y anotó la medida, que es el importe por la suma por el cual se decreto y anoto la medida, que es el importe que fija la extensión y alcance del embargo (CN Com. Sala A, L.L 1981 – C-77, con nota de FRANCISCO MAGLIARDI: “Derecho de preferencia del primer embargante”; JULIO O. CHIAPPINI: “Ampliación de embargos “, en revista ZEUS del 22 de febrero de 1984 ver OSVALDO A. GOZANI: “El derecho a la satisfacción integral del crédito. Prioridad del primer embargante y el embargo indeterminado”, LL. 1984-B-693). También se ha destacado que la situación es distinta en los casos en que el embargo se hace constar que la suma por la que se despacha la medida se encuentra sujeta a reajustarse, dispositivo éste que ya fuera aconsejado por el X Congreso de Derecho Procesal realizado en Salta en el año 1978, punto 2, ap. d) del Despacho N° 3 de la Comisión N° 1, pág. 59 de las Actas y Ponencias de dicho Congreso. Finalmente, el Tribunal que integro también ha destacado que constituye una situación particular la del adquiriente que deja pasar el tiempo desde la adquisición del bien sin depositar el monto por el que se encontraba embargado el inmueble en cuestión; en tal caso son a su cargo las consecuencias de su demora, sin que sea posible pretender hacer sufrir al ejecutante las consecuencias de tal dilación (CN Comp. Sala A., E.D.115-550; Id. Sala B, L.L. 1985-B-565). 3) Haciendo un nuevo análisis de la cuestión me convenzo que debe mantenerse el principio general de que el comprador de un inmueble sólo está obligado por el monto por el que se encuentra afectado el mismo al momento de su adquisición como consecuencia de los embargos existentes. Es la solución que corresponde como consecuencia de los embargos existentes. Es la solución que corresponde por aplicación de la normativa vigente, en especial, la Ley 21.309 y los arts. 3135 y c. c. Del CC. Relativos a la hipoteca, instituto que no obstante la diferencia es muy similar en este aspecto al embargo; es verdad que el embargo no constituye una hipoteca (el art. 3113 del CC. Señala que “no hay otra hipoteca que la convencional, constituida por el deudor de una obligación en la forma prescripta por este título”), ni se rige por las normas de esta última; sin embargo, y no obstante que se trata de institutos diferentes, también tienen cierta semejanza en algunos aspectos, en los que no se advierten motivos que impidan utilizar la analogía (art. 16 CC.), como lo es el de la publicidad registral y los efectos frente a terceros. La función publicitaria atribuida a los Registros Inmobiliarios por tales normas no pareciera admitir otra solución. Y los terceros, para cumplir con la diligencia debida a los efectos de conocer los embargos que afecten un inmueble, sólo están obligados a consultar las constancias que surjan de los respectivos Registros; no parece razonable obligarlos a inmiscuirse en el juicio principal para conocer el estado y alcance de la deuda que garantiza la medida, siendo que muchas veces se trata de algún complejo, y sobre todo, cuyo tenor definitivo no puede saberse hasta que existe sentencia definitiva y firme en todos sus aspectos y cuestiones. O sea, no es lo mismo que una escritura hipotecaria debidamente inscripta en el Registro Inmobiliario, cuyas constancias y contenido son definitivos y pueden fácilmente conocerse consultando el texto de la misma; y así, por tal motivo, los terceros no pueden pretender ampararse en el desconocimiento de las cláusulas, como ocurre con los locatarios que alquilaron el inmueble no obstante la existencia en la escritura de una clausula que prohíba su locación (Conf. PALACIO: “Derecho Procesal Civil”, Bs. As. Abeledo Perrot, T. VII, 1982, pág. 709). Por ello, aunque reconozco que existen opiniones en contrario (ELENA INÉS HIGHTON Y MARÍA JOSEFINA NABAR: “Venta del Inmueble Embargado”, LL. 1985C-1193, punto IV, ap. c) considero que no puede negársele sin más buena fe al tercero que no fue a ver el juicio. Es decir, siendo que el acreedor tiene la posibilidad- si le asiste derecho- de lograr que la resolución que despacha un embargo contenga todos aquellos datos que hagan a la debida protección de su derecho, existiendo un embargo trabado hasta cubrir un monto determinado debe entenderse que la garantía se extiende hasta ese monto, y el tercero de buena fe, adquiriente del inmueble en cuestión puede obtener el levantamiento de la medida depositando ese monto. Entiendo que es el criterio que mejor se adecua a la seguridad jurídica y a la equidad atendiendo a la conducta que cada interesado ha desplegado en la ocasión; no pareciera razonable que se le exigiera al tercero una mayor diligencia que la que le exige al acreedor embargante quien es el principal interesado y tiene a su alcance las vías idóneas para procurar la debida protección de su crédito. En tal sentido se ha dicho que el litigante es responsable por la apariencia del embargo si omite inscribir las modificaciones ampliatorias del monto a fin de cautelar el crédito cuyo cobro persigue en toda su dimensión. El comprador del bien sujeto a embargo ha confiado, como no podía ser de otra manera dada la normativa registral, en la apariencia, observando una diligencia ordinaria en el tráfico negocial. En este caso su buena fe queda configurada por la debida diligencia empleada (ANA RAQUEL NUTA, DOMINGO NICOLÁS ROTONDARO y FERNANDO FELIX PROSPERI; “Medidas cautelares y bloqueo registral” Bs. AS., Ed. La Rocca, 1989, pág. 62/63). La Corte de Justicia de la Provincia ha sostenido un criterio similar. En tal sentido dijo que cuando se decreta un embargo, el Juez debe determinar la suma o cantidad a la que debe acceder el bien afectado en garantía (art. 391 del CPCC. derogado, norma en cierta manera similar al primer párrafo del art. 213 del código vigente). Entonces, agrega el fallo, el bien embargado en esa forma sólo accede en garantía de esa deuda y por el monto determinado por el Juez. La garantía no puede ir más allá de ese monto, porque de lo contrario se estaría consagrando en todos los supuestos que los embargos son por monto indeterminado lo que desvirtuaría la intención del legislador y afectaría la seguridad de todas las operaciones. Más aún, dice el fallo, en los supuestos en que se embargaran inmuebles, las anotaciones y los informes del Registro de la Propiedad constituyen la radiografía de la situación jurídica del mismo. Y si una de esas anotaciones indica que el bien se encuentra embargado por una suma determinada significa que ese inmueble accede en garantía de una deuda determinada y hasta el monto especificado. De lo contrario, carecerían de toda relevancia las anotaciones de los embargos, porque la situación de los inmuebles no estaría determinada por las mismas, sino por las contingencias que pueden ocurrir en cada juicio, lo que está en contradicción con los anhelos pretendidos por la legislación registral (CJ Salta, Sala III 3-10-74, Rep. LL.XXXVII, pág. 669, sum. 1; “Boletín Judicial –Provincia de Salta”; N°XIII, año 1975, pag.159). 4) Sin embargo, puede decidirse que el principio general señalado se refiere a situaciones generales, pero no resulta aplicable cuando existen circunstancias fácticas particulares que aconsejan variar la solución (Conf. CN. Com. Sala B, 26-9-84, LL. 1985A-565). Así, el principio general señalado sólo resulta aplicable cuando el tercero adquiriente del inmueble es de buena fe, es decir, convencido de actuar conforme a derecho, tal como se desprende de los arts. 1051, 929, 2356, 4006, 4007 y cc. del CC. (Conf. LLAMBÍAS: “Cód. Civil Anotado” Bs. As., Abeledo Perrot, T.II-B, 1979, pág. 242, comentario al art. 1051; T. IV-A, 1981, pág. 92, comentario al art. 2356). Pero no en el caso que su actuación no haya sido de buena fe (FENOCHIETTO-ARAZI: “Cód. Proc. C. y C de la Nac.”, Bs. As., ASTREA, TI, 1993, pág. 798), todo lo cual dependerá de las circunstancias del caso (GUASTAVINO: “La protección a terceros adquirientes de inmuebles”, J.A. Doctrina, 1973, pág. 93; C. N. Civ. Sala F., 3-11-78; E.D. 83-524, citados por BELLUSCIO- ZANNONI: “Código Civil Comentado” Bs. As. ASTREA, T.4. 1994, pág. 729 y nota 18). En tal sentido se ha resuelto que la doctrina plenaria (LL.1983-D-476) que faculta al adquiriente de un inmueble embargado a levantar gravamen depositando el monto nominal registrado, tiene el carácter de interpretación genérica de la ley que en modo alguno puede enervar la necesaria y relevante ponderación de circunstancias relativas a la conducta de las partes y su incidencia en la oportunidad de pago con el que se pretende redimir el embargo. En la consideración de cada supuesto de aplicación de la citada doctrina plenaria es relevante la buena fe que pueda atribuirse al comportamiento guardado por el deudor embargado y por el tercero que pretende liberar el bien sobre el que recae la cautelar, puesto que quienes carecen de ella no pueden ampararse en los efectos solutorios, dada la inexistencia de uno de los requisitos para la validez del pago (C. N. Com., Sala C, 27-2-85, LL. 1985-C-401). Por ejemplo, no sería de buena fe el adquiriente que ha entrado en colusión con el embargado titular del bien para perjudicar al embargante (Conf. CN Com. en pleno, voto de los Dres. Viale, Bosch, Guerrero y Bengolea, considerando 2, E.D. 106-299). Una situación particular se presenta con la desactualización por la desvalorización monetaria en las épocas de plena inflación como las que vivió nuestro país. Si el embargante ha obtenido la inclusión de la clausula “sujeto a reajuste”, o ha ido solicitando la actualización del monto del embargo de manera que ha logrado una protección adecuada de su crédito, no se presentan mayores problemas. Pero qué ocurre si no existen las actualizaciones de la medida o la cláusula de reajuste: no se presentarían tampoco problemas si un adquiriente del inmueble, para lograr el levantamiento del embargo, deposita el monto del embargo debidamente actualizado de acuerdo a las constancias registrales. Más si el adquiriente a tales efectos pretende depositar únicamente el monto histórico del embargo, la situación es distinta: es verdad que el acreedor embargante pudo procurar las soluciones señaladas para proteger su crédito; pero una omisión del acreedor en tal sentido no puede justificar una conducta del adquiriente que aparezca evidentemente contraria a derecho, dado que este último no puede dejar de saber que el monto de la medida cautelar se ha desactualizado y que lo pretende depositar no se adecua a su real significación; una conducta del adquiriente que pretendiera el levantamiento del embargo sobre el inmueble adquirido depositando una suma totalmente desactualizada en relación al monto del embargo según las constancias registrales – y más aún si se trata de una suma ridícula como para considerar que se ha procurado una medida de tal naturaleza para garantizarla – no puede considerarse que sea de buena fe, ni puede el adquiriente alegar ignorancia del perjuicio que su conducta ocasiona al embargante; en tales circunstancias, entonces, debe responder por tal perjuicio por aplicación del art. 1174 del CC. (Conf. C. N. Civ., Sala C., 30-10-80, E.D. 92 – 166); o porque cabe presumir colusión entre vendedor y adquiriente (sobre todo si el precio es barato) que bajo ningún aspecto puede merecer protección, salvo, lógicamente prueba en contrario, todo lo cual dependerá de las circunstancias de cada caso. Como destaca Reimundín, el art. 1195 in fine del Cód. Civil dispone que los “contratos no pueden perjudicar a terceros” (REIMUNDÍN: “Cód. Proc. C. y C. de la Nac.”, Bs. As. Víctor P. de Zavalía, 1970, pág. 411). En consecuencia, y con el alcance señalado, voto en el sentido que, en principio, el comprador de un inmueble embargado por una suma determinada puede liberar el bien al momento de adquirirlo, pagando el monto registrado. El Dr. Marcelo Ramón Domínguez dijo: 1.-La temática que genera la convocatoria a plenario la he analizado como titular del Juzgado de 1ra. Instancia Civil y Comercial de Cuarta Nominación in re “PEREZ vs. ROMAN” (t.5 Folios 2.155/2.160- año 1982) ocasión en que sostuve que el pedido formulado por el tercero adquiriente de un inmueble que se hizo cargo del gravamen y que acompaña boleta de depósito judicial por el importe de la medida cautelar ordenada y que afecta el referido bien se trata – en rigor- de una sustitución de embargo, pues expresamente se peticiona su levantamiento por haberse depositado el importe que cubre el monto por el que se había despechado la medida. Y es sabido que para que proceda una sustitución, es requisito esencial que los bienes ofrecidos a cambio tengan igual valor que los primitivamente gravados, por lo que no cabe imponerle al embargante tal modificación si el valor del nuevo bien se intenta dar a embargo, no es razonablemente suficiente para cubrir el crédito reclamado. Tal enunciado – sostuve en aquella ocasión- puede ser considerado como un principio general en la materia a estudio. II.-El embargo trabado judicialmente garantiza el derecho del acreedor embargante. Podetti, en su “Tratado de las Ejecuciones” (Ediar 1952. Pág. 143) define el embargo “como medida judicial que afecta un bien o bienes determinados, de un deudor o presunto deudor al pago eventual de un crédito, individualizándolo y limitando las facultades de disposición y de goce” y en la nota 33 transcribe el art. 435 de nuestro anterior Código Procesal de la provincia que disponía: “El embargo sustrae a la propiedad de poder ser enajenada o gravada en perjuicio del crédito al cual responde. Queda ésta afectada especialmente al pago del mismo”. Es, entonces, el objeto de la cosa embargada la satisfacción del crédito por el cual se constituyera la medida cautelar mientras ésta se mantenga. La Corte Federal (Fallos 287-108) ha señalado en el mismo sentido que “El bien sujeto a embargo queda sometido a un régimen legal especial, que obliga al dueño de aquél a abstenerse de todo acto jurídico o físico que disminuya tal garantía del acreedor. Ello constituye una seguridad jurisdiccional que no es sólo de probabilidad de cobro sino de certeza”. En la revista La Ley (año 1985-C- 1.193/1.203) las Dras. Elena Highton y María Nabar en artículo titulado “Venta del inmueble embargado” señalan que les preocupa la tendencia jurisprudencial que sacralizando la inscripción registral, transmuta el embargo en algo similar a un derecho real de garantía, olvidando el fin y el objetivo principal de las medidas precautorias: no hacer ilusorio el resultado de una decisión judicial, asegurado los elementos formativos del proceso para evitar daños y cambio de situaciones durante el trámite del mismo, objetando el criterio sentado en el plenario Banco de Italia vs. Corbeira (LL. 1983 -D- 476) por entender que menoscaba el valor del embargo y afecta la eficacia de las sentencias y resoluciones judiciales. Las autoras en cita resaltan luego que, como primera aproximación, puede decidirse que la doctrina es pacífica en cuanto en considerar al embargo como una orden judicial que individualiza un bien determinado del deudor, afectándolo al pago del crédito en cuya razón se ha trabado, y que si hay consenso en que la inhibición impide a éste que pueda enajenar los bienes inmuebles que tenga o que pueda adquirir por cualquier título, mal puede pensarse en que aquél que obtenga su traba esté en mejores condiciones que quien, individualizando un inmueble, logró que se lo embargara en garantía de un derecho que se consideró verosímil, estableciendo un nexo entre el crédito y el bien embargado. Sostienen a continuación que el embargo exterioriza la existencia de un juicio por lo que la publicidad resulta de su inscripción en el registro, de suerte que el tercero va a adquirir el inmueble, sabe de la existencia de la afectación, del juzgado que decretó el embargo y de la carátula del expediente, lo que le permite informarse sobre el alcance de la medida. Y se preguntan si puede decirse que un tercero que va a adquirir el inmueble embargado puede alegar una buena fe cuando no consultó la causa judicial, inclinándose por la respuesta negativa, porque la buena fe importa diligencia, la misma que se requiere para el estudio del título. La lectura del artículo referenciado refuerza la posición que originalmente sostuviera en primera estancia y que voy ratificar en esta ocasión, cuando sostienen que el embargo traba la facultad de disponer del titular de la cosa embargada y que la inscripción del mismo exterioriza la existencia de un juicio, por lo que el tercero que no se preocupa en examinar el expediente no puede pretextar buena fe, a partir de la realidad que el embargo obstaculiza el tráfico jurídico y económico respecto del inmueble , siendo ilógico pensar que el embargado pueda vender el bien en igualdad de condiciones al no embargado. Es que si se acepta que el objeto embargado pueda enajenarse, lo es con el deber de satisfacer el perjuicio que del contrato resulte a terceros (art. 1174 CC.). Por otra parte quien tiene un bien embargado, debe pensar en pagar a su acreedor y no en vender o efectuar una negociación inmobiliaria que lo altere, y el comprador, a su turno no puede estar en mejor situación que el embargado. También sostuve en aquella sentencia que la garantía que ofrece el embargo abarca no sólo el monto nominal de la medida, sino también la depreciación monetaria correspondiente, a la que cabe considerarla dentro de los daños y perjuicios que resultaren a terceros, dejados a salvo por el art. 1174 del Código Civil, condición que inviste el acreedor embargante respecto del contrato de compraventa de la cosa embargada, recordando lo señalado por Francisco Ferrari Ceretti ( “Venta de los Bienes Embargados” en J.A. Doctrina 1973-65) de que el sucesor singular del deudor embargado- al igual que éste – no puede sustraer el inmueble a la acción de la justicia, porque ello no importaría un ataque al interés público y a la seguridad jurídica. EL Dr. José M. Aliaga en el pleno de la Cámara Federal de Córdoba (Fisco Nacional vs. Repaut S.R.L. en E.D. 121-364 y ss.) expone que del armónico juego de los artículos 1174, 1179, 2336 y 3266 del Código Civil se sigue que los bienes embargados no dejan de estar en el comercio y pueden ser enajenados, con la salvedad de satisfacer el perjuicio que se produzca a terceros, respondiendo el adquiriente como sucesor particular respecto a éstos con la cosa transmitida. Dicho artículo 3266 del Código Civil, en cuanto responsabiliza al sucesor particular y el art. 218 del Código Procesal, al proclamar la prioridad del primer embargante, brindan solución a la cuestión analizada, pues este último dispositivo establece que “el acreedor que ha obtenido el embargo de bienes de su deudor no ha afectado a créditos privilegiados, tendrá derecho a cobrar íntegramente su crédito…”. Si el embargo se trabo por el capital reclamado, con más lo estimado por accesorios legales, ello no obstaculiza para que el juez levante el embargo, el acreedor deba cobrar “íntegramente su crédito”, independientemente de la buena o mala fe del tercer adquiriente, el que cuando adquirió en escritura pública conocía la existencia del embargo y de las disposiciones legales vigentes, a tenor de lo dispuesto en el art. 20 del Código Civil. Y no es cuestión menor ni a mi entender que la medida de embargo se haya despachado y ordenado (conf. Fs. 8 y 18), por el capital con más una cantidad “que se presupuesta provisoriamente para accesorios legales”, que “que provisoriamente se calcula para responder a accesorios legales”, y así se registre en la Dirección General de Inmuebles según constancias de fs. 23, pues aunque aparentemente se trate de un problema semántico, lo provisorio de la cifra consignada está en directa relación con la incidencia de diversos factores que, ajenos a la voluntad del acreedor, determinan el acrecimiento del crédito, adquiriendo en particular relevancia entre éstos, el fenómeno inflacionario que afecta sobremanera su valor intrínseco, ya que no se puede desconocer el agudo proceso inflacionario que sufrió la economía de nuestro país en los últimos 25 años, por lo que la actividad de los jueces no debe limitarse a la aplicación literal de las leyes, sino que también deben interpretar la realidad fáctica, cuya recepción en nada se contrapone con los principios del derecho positivo. Considero oportuno recordar, y hacer propio, el criterio de la Sala IV (in re “Baiz vs. Armengot” – año 1989-265/268) y Reynoso vs. Arias (1990-199/201), en razón de que los firmantes de dichos pronunciamientos ya no integran el Tribunal, cuya doctrina comparto cuando sostienen que el tercer adquiriente de un inmueble embargado sufre los efectos de la medida precautoria en cuanto al negocio jurídico que celebró con el vendedor al no serle el acreedor no quede desinteresado, éste tiene una pretensión legítima y puede hacerla valer ante el tercero adquiriente. La inoponibilidad de la venta perdura así, mientras exista interés legítimo a favor del embargante (Morello y otros: Códigos…, t. III pág. 180 y comentarios al art. 218 del Código Procesal). Además, de acuerdo al régimen de los arts. 728, 758 y cc. del Código Civil, si no se desinteresa totalmente al acreedor abonando íntegramente el crédito del embargante (computada la desvalorización monetaria) no se cumple con los requisitos de integridad e identidad del pago, que no ceden ante los de publicidad y especialidad registral de la Ley 17.801, por cuanto la fe pública registral de los asientos es meramente formal, y no comprende la faz sustancial de los actos registrados (art.4), lo que equivale a decir que dichos asientos consagran una presunción “juris tantum” y no “iuris et de iure” de exactitud a favor o en contra del titular inscripto (Martínez (h) y Quaglia – Los Principios Registrales, en Estudios de Derecho Civil, Ed. Universidad, Bs. As. 1980-pag. 744). “La desvalorización del signo monetario argentino es un hecho notorio que no requiere demostración en juicio. Es un fenómeno de realidad extrarregistral y de publicidad generalizada. Frente a dicho hecho notorio, la función de la registración inmobiliaria no se agota con las meras constancias inscriptas en el Registro , es decir que la registración no posee una virtualidad monopolizante de la publicidad, de modo tal que, si la publicidad o divulgación de determinada situación se lleva a cabo con eficacia por distinta vía a la registral, no debe caerse en la tentación de exagerar la relevancia de la inscripción, atribuyéndole el objetivo publicitario de manera exclusiva y excluyente …Es que, si bien el tercero procede de acuerdo a la información registral que obtuvo, su conducta no se compadece en absoluto con el conocimiento que él posee a ciencia cierta de la realidad extraregistral discordante. Falta, en consecuencia, la intima convicción en el tercero interesado de que obra con arreglo a derecho, aunque externamente aparece respaldado por la información registral” (Antonio R. Coghlan- Teoría General de Derecho Inmobiliario Registral- Abeledo Perrot 1984, págs. 38 a 43). Por lo expuesto formulo mi VOTO en el sentido que el adquiriente de un inmueble embargado por una suma determinada, sin la constancia de su reajuste por desvalorización monetaria, debe responder por la depreciación operada respecto al crédito, no pudiendo liberar el bien adquirido abonado tan sólo las sumas nominales registradas. El Dr. Oscar Gustavo Koehle, dijo: La Sala Quinta que integro ha seguido el criterio puesto en el voto del Dr. Roberto Loutayf Ranea como principio general de acuerdo al antecedente que cita. La salvedad que hace- respecto de situaciones particulares- completa el estudio del tema y sirve para la solución de casos concretos, en los que la aplicación del principio a toda costa, pueda originar situaciones de injusticia. Por ello, me adhiero a su voto. El Dr. Luis Ramón Casermeiro, dijo: La actualización no hace más grande la obligación sino que, solamente, adecua el valor adquisitivo a fin de que esa obligación sea realmente satisfecha, aún cuando para ellos sea menester cancelarla con mayor cantidad de unidad de dinero corriente. Asimismo el embargo trabado hasta cubrir determinada suma significa que dicha medida debe responder por la obligación integral, por toda ella, para cancelarla de acuerdo a su valor adquisitivo, y sin tener en cuenta la mayor o menor cantidad de unidades que en un momento tienen un valor adquisitivo que servía para satisfacer a dicha obligación en ese momento. De ello resulta que para que el embargo cumpla con su misión y objeto de cautelar el pago de la obligación debe adecuar su garantía al valor adquisitivo para de esa manera, realmente cumplimentarlo. Si ello es así no puede levantarse un embargo por determinado número de unidades de dinero corriente que no alcanzará a satisfacer la obligación pues no tiene un monto de unidades que tenga el valor adquisitivo necesario para realmente cancelar la obligación. Por ello voto para que el comprador de un inmueble embargado por una suma determinada sin la constancia de que aquélla se halla sujeta a reajuste por desvalorización monetaria no pueda liberar el bien pagando el monto registrado sino que debe ser con más el monto por reajuste por desvalorización monetaria. La Dra. Graciela Carlsen, dijo: Por sus fundamentos adhiero al voto del Dr. Roberto Loutayf Ranea. El Dr. Jorge Garnica López dijo: Por sus fundamentos adhiero al voto del Dr. Roberto Loutayf Ranea. El Dr. Mario Ricardo D’ Jallad, dijo: Conforme expresa el Dr. Loutayf Ranea en su voto, la sala que recientemente integro, sostuvo que cuando se traba embargo sobre un bien inmueble hasta cubrir una cantidad determinada, la garantía de la medida alcanza solamente hasta el monto por el que ha trabado el embargo (Expte. N°-192/82, caratulado Pérez Roberto vs. Román Héctor Rolando Walterio registrado en el tomo III; 751, año 1983), fallo cuyos fundamentos comparto plenamente. Si bien la cuestión traída en voto ha perdido actualidad gracias a la estabilidad monetaria conseguida, resulta necesario y útil reafirmar la función publicitaria de los Registros de la Propiedad. Con mayor razón ahora, dada la integración de Argentina al Mercosur. Conforme se señala con singular acierto en el voto proyectado por el Dr. Alberdi, y suscripto por los Dres. Vaile, Bosch, Guerrero y Bengolea, en el plenario Banco de Italia y Río de La Plata vs. Corbeira Rey (E.D. 106: 317) es necesario imaginar la imposibilidad física de llevar a cabo la indagación en el expediente desde el cual se ordenó el embargo, cuando la compraventa se celebra en el lugar distante de aquel en el cual se haya radicado el proceso judicial. Por otra parte, como correctamente se afirma, no cabe requerir tal indagación, por no estar tal diligencia impuesta en la ley (art. 19 C.N.). Ya en nuestra ciudad al celebrarse el X Congreso Nacional de Derecho Procesal – año 1979- se aconsejaba dejar constancia en el oficio librado al registro de que la deuda asegurada mediante el embargo dispuesto, se encontraba sujeto a actualización. Si los gravámenes no perjudican a terceros sino mediante su inscripción registral, es obvio que sólo los perjudican en la medida de lo inscripto. No existen gravámenes por implicancia o extensión. Las anotaciones e informes del Registro de la Propiedad constituyen la radiografía de la situación jurídica del mismo (considerado 6° del voto citado). Lo anotado da derecho en la medida de lo registrado, pero no más. (Medidas cautelares y bloqueo registral; Nuta, Rotondaro y Prosperi, pág. 60). Más allá de las sólidas consideraciones vertidas en los votos me precedieron, estimo, que el fondo de la cuestión, en alguna manera se reduce a la diligencia del acreedor. No puede exigirse al tercero mayor diligencia que a éste. La Corte Suprema de Justicia de la Nación, al respecto hubo de afirmar que: “no puede invocar agravios de carácter constitucional contra la resolución que hizo lugar al pedido de levantamiento de embargo formulado por el tercero adquiriente del inmueble gravado que depositó en pago el importe nominal consignado en la traba, el ejecutante que omitió durante siete meses ampliar el embargo con la comunicación al registro de que la condena era por un monto sujeto a reajuste por depreciación monetaria, a pesar de haber podido hacerlo…” (Fallos 308: 1175, in re: Nielsen Guillermo vs. Ángel Tilli Maza). En mérito a estas consideraciones, y por compartir los fundamentos expuestos por el Dr. Loutayf Ranea en su voto, es que adhiero al mismo. El Dr. Juan Antonio Cabral Duba, dijo: Que el tema de convocatoria plenario se halla descripto por el voto precedente de la Dr. Liliana Loutayf de Genovese, con las necesarias relaciones puntuales de las construcciones jurídicas de los fallos emitidos por la Sala IV cuya dimensión doctrinaria es que de acuerdo al art. 728 y 758 del C.C. si no se desinteresa totalmente al acreedor abonado íntegramente el crédito del embargo, computada la desvalorización monetaria, intereses y costas (art. 218 C.P.C y C. ), no se cumple con la integridad e identidad del pago, requisitos que no ceden ante la publicidad y especialidad registral de la Ley 17801, cuya fe pública registral es formal y no comprende la faz sustancial de los actos registrados, lo que equivale a decir que dichos asientos consagran una presunción juris tantum y no iuris et jure de esa actitud a favor o en contra del titular inscripto. Como que la desvalorización monetaria es una realidad extra registral conocida por el adquiriente del inmueble, que importa para éste la imposibilidad de atenerse a lo que resulta del registro para obtener el levantamiento de una medida cautelar dando un pago incompleto, limitado a la constancia del registro que él debe saber, no son las que rigen la realidad (fallos año 1990, folios 199 y 201 y fallos 1989, folios 265/268). Por último, en sentido contrario la Sala III sostuvo que en caso de compraventa del inmueble embargado, la deuda que asume el comprador es sólo por el monto que se ha trabado la medida y se ha anotado en el registro (fallos año 1993, folios 397/400). De la evaluación de estos antecedentes estimo que debe mantenerse por principio general el sentado en último término por la Sala III de la Cámara de Apelaciones, y ello es así por las siguientes consideraciones. La analogía es un método de interpretación y aplicación de la ley lógicamente inobjetable, y la condición primera para que pueda emplearse es que las situaciones que se comparen, sean si no idénticas, de pronunciada similitud, pudiendo conducir a resultados fructuosos. Su procedencia requiere afinidad de hecho y una relación precisa en el caso previsto por la ley y el conflicto llevado a Tribunales, y que haya identidad de razones para resolver el conflicto en la misma forma que lo hace la ley análoga. En tal sentido la Ley 17.801 tiene en cuenta la situación jurídica del adquiriente de un inmueble embargado, respecto del acreedor embargante, disposición que consagra una asunción legal acumulativa de deuda, pero sólo por el monto que se trabó y anotó el embargo (art.2 inc. a) y 30 inc. b) Ley 17.801) y no por el importe del crédito que él cautela (ver Marta G. De Quero y otros – actualización del monto del embargo en semanario jurídico, año 6, N° 522, pág. 1 y sigtes. 27- 06-85. También Alfredo R. Sajer –Monto de la deuda que asume el comprador de un inmueble embargado (ZEUS, t. 27, pág. 1, Rosario). En la especifica analogía referida, sin excepciones, se interpretó que las cláusulas de estabilización o registro de la deuda original, que se rige por las normas de la Ley 21.309 (ADLA XXXVI-B-1093) para ser oponible a terceros en cuanto a su protección como derecho real hipotecario requiere la “Ineludible” registración (L.L. 1984-C-96); de forma que igualmente es ineludible inscribir y anotar las eventuales actualizaciones y/o ampliaciones de gravámenes para que tengan efectos respecto a terceros y partes. Que en el tercero explicativo, la construcción que puede dar adecuada solución con un grado de homogeneidad sobre el tráfico jurídico que hagan concluir con un grado de certeza la premisa necesaria y justa con una visión unitaria que permita deducir que otras reformulaciones en el campo económico sean excluibles en orden a la identidad histórica de los créditos que reflejen la aproximación a la realidad económica de la operación de origen; se obtiene con señalar que en la inflación argentina que principia en 1945 con un promedio anual del 20 % en los primeros veinticinco años, asciende al 50 % anual entre 1970/4; trepa al 200% en 1975/1979 y 300% entre 1980/1988y en 1989/90 la inflación anual (hiperinflación ) llega al 5.000%. Ante ello y períodos como señalados, la justicia conmutativa impone que se ejerciten los derechos y no se reserven. En el caso del plenario se deben anotar registralmente las actualizaciones y/o accesorios del crédito de origen. Lo contrario comportaría que la reserva de derechos pueda ser invocada para mejorar los términos en que quedo trabada una cuestión, sin que se los haya ejercido en los términos del interés perseguido con los accesorios. Si a ello se suma, que para considerar que los accesorios de intereses detraídos como límites racionales de segmento financiero, los jueces cuentan con las pautas de la realidad del mercado y con posterioridad en 1991, la jurisprudencia toma diferentes tasas de intereses (activas, pasivas promedio, de descuento en c/c, etc.); es evidente que los exponentes económicos corresponden a las alteraciones derivas en conjunto de la demanda de dinero, tipo de cambio y poder adquisitivo de la unidad monetaria. La funcionalidad de los accesorios y/o su consideración debe ante la magnitud de la materia, ser objeto de especificación y anotación preventiva. Caso contrario es provocar ondas concéntricas de nuevas expansiones sin límites de una deuda, sin el nivel de estabilidad jurídica, incorporándose variables económicas contingentes que deberá asumir el comprador del inmueble. La doctrina judicial ha establecido que el adquiriente de un bien registrable embargado no puede adquirir un derecho mejor ni más extenso que el que tiene el enajenante, ni tampoco le está permitido obrar en perjuicio del embargante ( art. 3266 y 1174 C. y C.). La publicidad de los registros es el medio idóneo para conocer perfectamente en qué medida el valor del bien está afectado por el embargo. Basta actualizar los índices comunes, la cifra de la cautelar desde la fecha de su inscripción a que el bien esté sujeto (S.T. Cba. Sala C. y Com., octubre 15-1987, Bco. Provincia Cba. Vs. Allende, Pedro en L.L.C. 988-725). Asimismo, la C. 3ra. C. C. Cba. Julio 22-1988- Arato, Juan c/ Blotta, Rafael en L. L. C. 1989- 619, fijó el criterio de que el monto del embargo preventivo debe ser actualizado automáticamente para evitar los continuos pedidos de ampliaciones con el consiguiente desgaste de ello acarrea, lográndose la vigencia de la medida cautelar ordenada. La aplicación de la teoría contraria sustentada en el plenario N° 13 de la C. A. Cba., importaría desconocer una realidad incontrastable e incurrir en un anacronismo. En dicho pronunciamiento con disidencia parcial del Dr. Díaz Reyna, que se comparte, se puntualizó que si no se indica en el embargo que su importe es actualizado ni se precisan los índices y modo de calcular el reajuste, el tercero adquiriente e interesado no puede ser obligado a responder más que por el monto nominal de la medida cautelar. Lo cual determina que solo efectivizaría la actualización y /o intereses toda vez que de ello se haya dejado constancia en el respectivo registro. Ello permitiría que quien adquiere un inmueble afectado por un embargo puede saber en el momento de concretar la operación cuál es el importe cierto del embargo, y por la otra superar la inmovilización del bien y que el propietario no se vea privado del poder de disposición que la ley le reconoce, ya que de mantenerse el criterio de que el adquiriente del inmueble queda sometido a resultados del juicio, tal derecho se torna ilusorio o de muy difícil ejercicio, creando un obstáculo a la venta de la propiedad, pues, tanto importa como exigirle al adquiriente que debe comprar un pleito, cosa que nadie quiere adquirir. Por último voy a permitirme insistir en lo afirmado anteriormente, por lo siguiente: El embargante que no inscribe la ampliación modificatoria del embargo trabado, produce una apariencia de una situación cautelar firme, y no es justo sacrificar los intereses del trafico jurídico y del comprador en aras de quien ha generado responsablemente una operación, por tanto sólo debe responder el adquiriente por el monto nominal que resulta del registro, a lo que sumo las siguientes razones. El embargo no altera la naturaleza jurídica de la obligación, ni crea un derecho real de garantía, ni podría crearlo, sino que tiende a asegurar el pago. E. art. 3266, part. 2. C. Civ. establece que el sucesor particular no está obligado con su persona o bienes, por las obligaciones del autor por las cuales lo representa sino con la cosa transmitida. Para concluir por último que el embargo es una excepción a la norma general de disponibilidad del patrimonio y en consecuencia su extensión debe interpretarse restrictivamente y con sujeción expresa al auto que lo ordena y no por la medida de la obligación, para lo cual si por razones de interés u otra causa que pudiere importar acrecentamiento, se hiciere necesaria su ampliación correspondería al acreedor solicitarla (art. 213, 541 inc. 1 C.P.C. y C.). En consecuencia con el alcance señalado, y compartiendo el criterio del Dr. Roberto Loutayf Ranea, voto en el sentido de que en principio, el comprador de un inmueble embargado por una suma determinada puede liberar el bien al momento de adquirirlo, pagando el monto del embargo registrado. Por ello, y teniendo en cuenta la votación precedente, LA CAMARA DE APELACIONES EN LO CIVIL Y COMERCIAL RESUELVE: En principio, el comprador de un inmueble embargado por una suma determinada puede liberar el bien al momento de adquirirlo, pagando el monto del embargo registrado; salvo mala fe. REGISTRESE, notifíquese y bajen los autos. Firmado: Dra. Liliana Loutayf de Genovese - Dra. Susana K. de Martinelli - Dr. Alfredo Ricardo Amerisse - Dr. Roberto G. Loutayf Ranea - Dr. Marcelo Ramón Domínguez - Dr. Oscar Gustavo Koehle - Dr. Luis Ramón Casermeiro- Dra. Graciela Carlsen - Dr. Jorge Garnica López - Dr. Mario Ricardo D’ Jallad - Dr. Antonio Cabral Duba.