¿MUSICA CELESTIAL?

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¿MUSICA CELESTIAL?
BRANDÁN, David Alejandro
Escuela de Educación Técnica Nº 7 "Taller Regional Quilmes", Buenos Aires
Profesor Guía: MANIVESA, Elvira
Mi mundo son sólo cuatro paredes blancas.
Estamos viviendo los últimos capítulos de nuestra existencia, en los cuales todo
acontecimiento supera en demasía al anterior. Los ojos están cubiertos por vendas de temor, de
violencia, de desesperación y la elocuencia del ego es cada vez mayor. Las catástrofes que el
hombre está viviendo son el resultado de su propio decidir. Las maravillas se transforman en
ruinas, el fuego en frío, la belleza en fealdad, el amor en odio, la luz en oscuridad y la vida en
muerte. Si las aceptaciones hubiesen sido en su tiempo y forma, la salvación existiría. Ahora, ya
todo está perdido. Sólo nos queda sentarnos a escuchar, a oír el toque final.
Como lector aficionado que soy, me he dado cuenta del verdadero sentido de las cosas
aprendiendo a ver más allá de los horizontes, de saber interpretar los designios de toda fuente de
sabiduría. Muchos ven, otros observan; unos oyen, mientras que otros escuchan; algunos tocan
cuando en realidad están los que sienten.
Hoy, 6 de octubre del 2287, al momento que decidí leer este libro, del cual se desprenden los
mejores mensajes hacia la humanidad, me he dado cuenta que las palabras gritan. Es tarde para
arrepentirse y poder encontrar excusas o respuestas que nos ayuden a evitar este acto de calamidad
por el que estamos transitando. La humanidad de estos días ha pasado por peleas constantes hacia la
vida. El leer me ayuda a despegarme de la realidad y transportarme al mundo de la literatura, donde
todo es posible.
Un libro me quedaba pendiente: la Biblia. Con mis 77 años edad, cada día que pasó, fui
incorporando en mí lo más bello de los libros, de esas palabras que nacen, una a una, de lo más
recóndito del corazón del creador. Después de tantos años he decidido convertirme en autor, porque
nunca antes había experimentado lo mismo con otro texto, que cuando leí esta majestuosa obra.
Cuando la tomé entre mis manos, sentí que algo me iba a suceder. Al leer los pasajes de cada
evangelio, de cada epístola, de cada hecho, el alma se me ensanchaba cada vez más. Hasta que
llegué al Apocalipsis. Este relato escrito por el apóstol Juan en la isla de Patmos. La narración
apocalíptica no había sido de mi interés, pero en estos días me había dado cuenta de la repercusión
que en mi mente y en mi alma provocaba. Al leer cada capítulo me imaginaba y analizaba cómo
podría haber sido, cada situación en especial, más aun cuando los humanos estamos pasando por el
momento cumbre de la nuestra presencia sobre la Tierra.
Mientras escribo estas líneas con temor a lo que puede llegar a pasar, concluyendo la
situación, trato de explicar y relatar cada uno de los sentimientos que por mi cuerpo pasaron al leer
el texto de Juan.
En un momento de la lectura llegué al versículo 6 del capítulo 8, que se titulaba, Las siete
trompetas, y comencé a leer:
“Los siete ángeles de las siete trompetas se prepararon para tocar. Tocó el primero, y se
produjo granizo y fuego mezclado con sangre, que fueron lanzados sobre la tierra: se quemó la
tercera parte de la tierra, la tercera parte de los árboles ardió y toda la hierba verde se abrasó.
Tocó el segundo ángel su trompeta, y algo así como un inmenso cerro fue echado al mar: la
tercera parte del mar se convirtió en sangre, la tercera parte de los seres que viven en el mar
padeció y un tercio de los navíos naufragó.
Tocó el tercer ángel su trompeta, y una estrella grande, que parecía un globo de fuego, cayó
del cielo sobre la tercera parte de los ríos y de los manantiales de agua. La estrella se llama
Ajenjo: la tercera parte de las aguas se convirtieron en ajenjo, y mucha gente murió a causa de las
aguas que se habían vuelto amargas.
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Tocó el cuarto ángel su trompeta, y quedó afectada la tercera parte del Sol, de la luna y de
las estrellas: perdieron un tercio de su claridad, la luz del día disminuyó un tercio, y lo mismo la de
la noche.
Y mi visión continuó: oí a un águila que volaba por lo más alto del cielo y que decía con voz
potente: « ¡Ay, ay, ay de los habitantes de la Tierra cuando suenen el sonido de las trompetas que
los tres últimos ángeles van a tocar!».
Y tocó el quinto ángel. Vi entonces una estrella que había caído del cielo a la tierra. Le fue
entregada la llave del pozo del abismo, y del pozo subió una humareda como la de un horno
inmenso que oscureció el sol y el aire. ”
En el instante en que dejé de leer, miles de imágenes se proyectaron en forma de
diapositivas en mi mente. Me levanté del sillón y me dirigí hacia la ventana. Ya no era posible ver
la majestuosidad con que brillaban antes las estrellas. Esas palabras me estaban contando lo que en
realidad había pasado en tiempos anteriores a los míos; quizá la interpretación que le estoy dando
no es la que el apóstol haya querido expresar, pero mi ser lo tomaba de un modo particular. No
entraba en mi mente la idea de la coincidencia, sino de la realidad. Todos eso sucesos, en forma
metafórica, gritan y asustan a los hombres diciéndoles lo que vendría. Si tan sólo se hubiesen leído
estas líneas, como lo estaba haciendo yo en ese segundo, muchas cosas se podían haber evitado.
Comencé a hacer memoria y un escalofrío me corrió por todo el cuerpo.
En el año 2011 fue el primer toque de trompeta, cuando por la crisis definitiva del oro negro,
llevó a los científicos y empresarios a encontrar con urgencia una solución a ese desastre mundial:
el agotamiento de las plantas petroleras. Al ver que la extinción del petróleo fue definitiva,
decidieron usar el plan que tenían ya pensado desde hacía varios años para un caso de tan grande
envergadura como la sustitución del petróleo y sus derivados.
El laboratorio norteamericano Babilot & CIA descubrió el 11 de septiembre del 2011 la
solución para esta crisis. Encontraron en la corteza de los árboles una sustancia que trabajada
químicamente podría servir para emplearse como fuente de energía en los diversos planos de trabajo
que el petróleo realizaba.
Al año siguiente los científicos de este laboratorio recibieron el premio Nóbel de la
Ciencia… y la selva Amazona una brutal deforestación, quedando casi exterminada. Los
empresarios de esta compañía vendieron a un alto precio la fórmula y los desarrollos tecnológicos
para obtener el recurso, todo para deslindarse de los resultados espeluznantes que estas acciones
traerían. Las grandes compañías del “petróleo” compraron de inmediato las patentes del producto y
comenzaron con la tala de los árboles, justificando a los habitantes que al momento que retiraban
un ejemplar de la selva, plantaban cinco más. Un poco e insuficiente porcentaje de la humanidad se
puso en contra, ya que ellos le brindaban la solución para ese gran problema, siendo que les era
imposible no viajar en automóviles, en aviones; la movilización fue nula sin el petróleo, es por eso
que ante cualquier propuesta inmediata, sería apoyada por la mayoría. Tontos ellos, sin pensar en el
futuro.
Hoy, 200 años después, en el globo terráqueo esa zona de América del Sur figura como
Desierto Amazónico. Las complicaciones surgieron nuevamente, es verdad que salvaguardaron ese
momento en lo que es la industria del combustible, pero al pasar los años se dieron cuenta del brutal
asesinato que cometieron, ya que la promesa de la plantación sustituta nunca llegó, y mataron a uno
de los principales pulmones del mundo, y con eso trajo el toque de la segunda trompeta.
EL sonido de la música emitida desde esa trompeta fue uno de los peores. Al tener la
necesidad del tratamiento de los árboles, la producción fue instalada en las orillas del río Amazona
y sus afluentes, para poder allí llevar a cabo la destrucción. Como la obtención del combustible era
mediante un proceso que implementaba químicos bastante contaminantes, el uso debía ser
clandestino para no levantar, en tan poco tiempo, sospecha alguna de sus maniobras. Fue por eso
que los desechos eran colocados en tanques para luego poder ocultarlos. No fue otro lugar más que
el mar. Más de mil tanques de 200 litros fueron dispersados por el océano Pacífico. Estos tanques
tenían un sistema hermético bastante complejo, lo cual aseguraba, supuestamente, la vida marina.
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Pero todo llega a su fin, ya que el maremoto del año 2060 removió estos depósitos marinos
haciendo que se abrieran, provocando la peor catástrofe marítima de todos los tiempos: toda la vida
acuática fue exterminada, las personas que tenían la intención de salvar esta situación irremediable
sufrieron grandes enfermedades producto de los gases y sustancias de estos tanques. Más de un
millar de personas murieron. Fue así que el océano Pacífico fue totalmente destruido e imposible de
generar en él una fuente de vida. Se convertía así en el Océano Muerto. Como para querer calmar la
situación, la ONU y sus consejos adyacentes decidieron sentenciar a muerte a los responsables de
las empresas que cometieron este atroz delito mundial: en otras palabras, escondieron la suciedad
debajo de la alfombra.
Tercera trompeta. Las agua contaminadas. Lo que respecta a los años siguientes de la
instalación de las plantas de celulosa a partir del 2007, tuvo sus resultados con posterioridad, siendo
el quiebre de la situación. El agua potable estaba en su línea de finalización existencial. El particular
pensamiento de los seres humanos de lo eterno, de los recursos mortales, los cuales nadie elimina
fácilmente, quedó borrado de la mente de todos cuando el 18 de noviembre del 2130, el Congreso
General de los Recursos Renovables, reunidos en Afganistán, decretó el alerta máxima sobre los
puntos de agua potable. Cada país debía tomar las medidas necesarias para que cada habitante
consumiera lo mínimo e indispensable. La situación era crítica y desalentadora. Todo terminaba.
Los habitantes no se acostumbraban a las nuevas normas impuestas por cada gobierno.
Llevó casi cincuenta años para que cada individuo pueda aceptar la crisis. En el año 2189, se
pronosticaba unos cien años más hasta el agotamiento total del recurso.
La contaminación del aire había sido apartada al margen por la crisis del agua. Pero no se
hizo esperar el toque del cuarto ángel. La ciudad de Santiago de Chile fue la primera en
despoblarse, ya que la localidad no podía seguir conviviendo con tanto smog. Se llegó a la situación
tal de que los días eran noches, y las noches eran eternas, ya que la luz solar fue impedida por la
capa de contaminación que cubría a la región. Casos parecidos comenzaron a emerger en todo el
mundo. La gente buscaba otra alternativa, algunos podían inmigrar hacia otro país, pero la realidad
cruel e inevitable de casi todos los países afectados, era que el índice de pobreza superaba a más del
50% de la población total, haciendo que muy pocos puedan abandonar el lugar. No les quedaba más
que sufrir las consecuencias que otros habían generado. El egoísmo de muchos fue la desgracia de
todos. De apoco el mundo entraba en desequilibrio.
La lectura se interrumpió al momento de llegar a la visión acerca del águila, esa figura tan
representativa para los ciudadanos de Norteamérica. En definitiva, eso fue lo que ocurrió hasta el
momento de hoy. Los tres ay, ay, ay se comenzaron a escuchar hace 48 años. No fue el calor de un
horno precisamente, sino el ardor y el dolor de una guerra. El agua escaseaba, el aire era
irrespirable, el combustible estaba aniquilado, las cosechas tardaban el doble en dar sus frutos. Todo
el globo era un caos. Pero como era costumbre, el águila quiso imponer su mandato. Estalló la
muerte y la desolación. El primer ay fue el lanzamiento de una bomba atómica que destruyó el
principal opositor de este animal. Europa fue demolida en su mayor parte. Las consecuencias fueron
terribles. Llantos de niños, desesperación de madres buscando a sus hijos, ojos cubiertos de
lágrimas de sangre. Así fue como se logró de una manera escalofriante la menor utilización de lo
que más se temía por acabarse: el agua. Se infundió temor hacia ellos, y dominio sobre nosotros. El
segundo ay fue la adquisición de los hielos continentales, de la única fuente de agua potable
existente. Pero para poder tenerla en su poder, tuvieron que hacer uso de la fuerza. Y más sangre
corrió.
Aún no llegamos a los últimos versículos del relato, es que no creo que los vivamos.
Estamos, hoy en día, coexistiendo con el tercero de los ay, y la visión sobre la humanidad es
desalentadora.
Pensar que todo se nos fue dado. Desde lo más pequeño, como ser una gota de agua, hasta
lo más complejo: un día soleado. Insensatos los que pensaron que todo se renovaba, incoherentes
los que creyeron que todo era infinito, locos lo que pensaron que la vida era un juego.
La mente del hombre entró en un agujero negro, todo se destruye y se pierde. Qué compleja
de entender es la razón. Qué difícil de estudiar es el porvenir. Hay que entrar en conciencia que el
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final de las cosas puede estar a la vuelta de la esquina. No esperen el suave sonido de un
instrumento celestial, porque muchas veces pueden anunciar el final. Tengo miedo. Mucho terror de
lo que nos espera.
Es por eso que me quedo solo y agazapado en un rincón oscuro, esperando el final en mi
mundo, esta habitación de paredes blanca… y acolchonadas.
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