Teoría del valor trabajo e interés originario Miguel Duranti (UBA) La teoría del valor trabajo es aún sostenida por los economistas marxistas más estrictos. Todo su análisis histórico, acerca del desarrollo y posible evolución del capitalismo, descansa en el fundamento teórico de que la única fuente relevante de valor proviene del trabajo que llevan incorporadas las mercancías. Con todo, resulta bastante difícil encontrar justificaciones directas de semejante principio, incluso dentro de la economía marxista. En este trabajo consideraremos tres posibles ¨pruebas¨ de dicha teoría y señalaremos sus fallas. Dichas ¨pruebas¨ han sido tomadas de Ernest Mandel, quien las denomina la prueba analítica, la prueba lógica y la prueba por el absurdo. Nos detendremos especialmente en esta última ya que se trata de aquella que más luz puede arrojar sobre el rol que cumplen los fenómenos del valor, del interés y del tiempo dentro de la acción humana. Se argumentará que la teoría del valor trabajo fracasa por cuanto no comprende que los fenómenos antedichos son fenómenos co-sustanciales a la acción humana misma. El economista marxista Ernest Mandel1 nos proporciona tres ¨pruebas¨ de la teoría del valor trabajo. La primera, denominada prueba analítica sostiene que si se procede a la descomposición del precio de cada mercancía en sus elementos constitutivos, si se retrocede lo suficiente, al final se encuentra sólo trabajo, por lo que el origen de todo valor es siempre y únicamente el trabajo humano. Es evidente que Mandel no retrocede lo suficiente ¿Por qué un hombre trabaja en primer lugar si no es para satisfacer una necesidad que considera valiosa? El origen del valor es pues subjetivo y reside en cómo valora y ordena sus preferencias el hombre que actúa. El valor desencadena el trabajo y no a la inversa. La segunda, denominada prueba lógica sostiene que el trabajo es aquello que hay de común a todas las mercancías2. Dentro de la multiplicidad de propiedades que estas poseen, el trabajo incorporado es la única significativa a la hora de entender el intercambio de mercancías. Pero la misma crítica anterior se le aplica a esta ¨prueba¨: más allá de que hay cosas que tienen valor y no son producto del trabajo, es evidente que aquello que tienen en común todas las mercancías es la de satisfacer necesidades. Si nos preguntamos por el origen de estas necesidades, nos encontramos con el hecho fundamental de que el hombre valora, prefiere y deja de preferir. El origen del valor reside pues, nuevamente, en la valoración subjetiva del agente. La tercera prueba, que analizaremos con mayor detenimiento, es la denominada prueba por el absurdo. Mandel nos dice que se trata de la prueba ¨más elegante y la más moderna.¨ Cito: ¨Imaginémonos por un instante una sociedad en la cual haya desaparecido totalmente el trabajo humano vivo, es decir, una sociedad en la que toda la producción estuviera automatizada en un 100 %.¨ ¨…El trabajo humano ha sido totalmente eliminado de todas las formas de la producción y de todas las formas de servicios ¿Puede subsistir el valor en esas condiciones? ¿Es posible que 1 Introducción a la teoría económica marxista, Bs, As., ed. Cepe, 1972, trad. Daniel Wagner. Ver también otra versión del texto bajo el nombre, Iniciación a la Economía Marxista Fuente: http://www.ernestmandel.org/es/escritos/index.htm, pp. 13-15 2 Ver también Karl Marx, El Capital, tomo I, cap. I, ed. Folio, Barcelona, trad. Juan M. Figueroa, R. Peñalosa, Miguel A. Muñoz Moya, y otros ,pp 15-17. exista una sociedad donde ya nadie tenga ingresos, pero donde todas las mercancías tengan un valor y continúen siendo vendidas? Esta situación sería manifiestamente absurda. Se fabricaría una masa enorme de productos cuya producción no ocasiona ningún ingreso, puesto que ningún ser humano intervendría en esa producción. Y se intentaría ¨vender¨ tales productos, para los que no habría ningún comprador. Es evidente que en una sociedad de este tipo, la distribución de los productos no asumiría la forma de una venta de mercancías, cosa que sería absurda además, por la abundancia que resultaría de la automatización general.¨ ¨En otros términos, la sociedad que elimina totalmente el trabajo humano en la producción… es una sociedad en la que ha desaparecido también el valor de cambio. Esto es una buena prueba de la corrección de la teoría: cuando el trabajo humano desaparece de la producción desaparece igualmente el valor.¨3 El ejemplo es de por sí defectuoso: las máquinas se van a seguir gastando, los recursos con que las máquinas trabajan seguirán siendo escasos, etc. Además ¿para qué hacer que las máquinas funcionen? Esto sólo tiene sentido si es que aún restan necesidades por satisfacer, con lo cual tendremos que concluir que aquello que las máquinas fabriquen seguirán teniendo valor. Y si esto es así seguirán siendo objeto de intercambio en función de cómo estimen los consumidores que lo producido puede disminuir su malestar. Aún así, el pasaje de Mandel deja en claro que está pensando en un contexto de plena abundancia de bienes y servicios. En consecuencia deberíamos preguntarnos si aún dentro de dicho contexto de abundancia podría subsistir el valor. Es evidente que si demostramos que esto es el caso, habremos probado que la teoría del valor trabajo es irremisiblemente falsa. Comencemos por reforzar el ejemplo de Mandel. Supongamos que la producción no proviene ya de máquinas, sino que nos cae de arriba. Más aún, pensemos que los objetos que podamos necesitar nos caen a voluntad, en función de nuestras propias percepciones acerca de lo que necesitemos para pasar de un estado de cierta insatisfacción, a otro estado estimado de mayor satisfacción. Efectivamente cabe pensar, como hace Mandel, que en este contexto el intercambio mercantil desaparecería puesto que nadie entraría en un intercambio para obtener bienes y servicios que puede obtener con un simple acto de la voluntad. Necesitamos cierta cantidad de manzanas, sillas, medicamentos, guitarras eléctricas, etc. y todo nos cae del cielo. Ahora bien, ¿es realmente esta una sociedad en la que no existe el valor? Si fuera así, ¿por qué otra razón deseamos que nos caigan ciertas cosas del cielo y no ciertas otras si no es porque las valoramos en más? Aún así, parecería que en este contexto no existe bien económico alguno puesto que la escasez parece haber desaparecido y un marxista podría decir que afirmar que el valor continúa existiendo bajo estas circunstancias es inocuo, puesto que no hace diferencia alguna a la hora de pensar la explotación dentro de una sociedad. El trabajo es la relación de equivalencia subyacente, que permite relacionar entre sí bienes que en el intercambio mercantil aparecen como completamente heterogéneos. La teoría del valor trabajo tiene solamente sentido en una sociedad en la que existe un intercambio generalizado de mercancías. Decir que subsiste el valor, dentro de las circunstancias descriptas por nuestro ejemplo es, cuando mucho, un fetiche de economista interesado corporativamente en hacer perdurar su profesión una vez instalada la patria socialista, pero es incapaz de brindar alguna diferencia significativa en la praxis. Así las cosas, para que nuestra crítica a la teoría del valor trabajo tenga sentido deberíamos encontrar al menos un recurso que sea escaso y que, por lo tanto, nos veamos en la necesidad de economizar. Asimismo, la naturaleza de dicho recurso deberá ser capaz 3 E. Mandel, op. cit. de brindarnos una diferencia significativa en nuestra manera de pensar el valor y las categorías económicas que de él se deriven. Las claves para responder a este problema nos la da el economista austríaco Ludwig von Mises,4 en polémica con Joseph Schumpeter5 respecto de la categoría de interés originario y de su pervivencia en una economía de giro uniforme. Según Schumpeter, bajo los supuestos imaginarios de esta construcción el interés desaparecería. Mises no acepta este aserto. El interés no depende de la oferta y la demanda o de la productividad del capital, sino que es un dato de la naturaleza humana: para que desaparezca el hombre tendría que valorar lo mismo una manzana lista para consumir, que una manzana a consumir dentro de 100 años. ¨Bajo la economía en uniforme giro no hay ahorro y acumulación de adicionales bienes de capital , ni tampoco consumo de los existentes bienes de tal tipo. Ambos fenómenos vendrían a variar las circunstancias de hecho concurrentes… Ahora bien, la magnitud del ahorro ayer practicado -es decir durante el período anterior al establecimiento de la economía en uniforme giro-, así como la del capital entonces igualmente acumulado, se correspondía con la cuantía de la tasa de interés. Si –imperante ya la economía de uniforme giro- dejaran de percibir interés los poseedores de los existentes bienes de capital, trastornaríanse las normas que venían regulando la distribución de los existentes bienes de capital entre futuras necesidades diversamente alejadas del momento presente. Esa variada situación exigiría nueva redistribución. Porque en la economía de uniforme giro no desaparece la diferente evaluación otorgada a satisfacciones disfrutadas en futuros más o menos distantes. Aún bajo la imaginaria construcción de referencia, las gentes atribuyen más valor a una manzana hoy disponible que a ese mismo fruto utilizable dentro de diez o cien años…¨ ¨He ahí el error en que Schumpeter incide al presentarnos su sistema estático. No basta con presuponer que el correspondiente equipo de capital fue ya ayer acumulado… Es, además, necesario indicar que fuerzas mantienen la invariabilidad. Si eliminamos al capitalista que recibe 6 intereses provocamos la aparición del capitalista que consume capital.¨ El interés originario corresponde pues a la preferencia temporal que tiene para el ser actuante el alcanzar sus fines antes que después. La valorización del tiempo es entonces sustancialmente diferente, respecto de la administración de cualquier otro bien económico. ¨Incluso en Jauja veríase constreñido el hombre a economizar el tiempo, a no ser que fuera inmortal… Aún cuando el individuo pudiera hallarse en situación de satisfacer de modo inmediato todos sus apetitos sin invertir trabajo alguno, habría, no obstante, de ordenar su tiempo, por cuanto hay satisfacciones que resultan incompatibles entre sí, al no poder ser disfrutadas simultáneamente. Hasta para este hombre el tiempo habría de resultar escaso, viéndose sometido a la servidumbre del 7 demasiado pronto y demasiado tarde.¨ Más aún, y contrariamente a lo que Mises sugiere, aún si el socialismo volviese inmortales a los hombres, estos tendrían que decidir cómo administrar su tiempo. Cabe imaginar al hombre inmortal como un ser que no experimenta necesidad fisiológica alguna. Para este hombre, las manzanas carecerían, por regla general, de importancia. Aún así, es de esperar que posea ciertas necesidades espirituales que no podrá disfrutar al mismo tiempo. Visitar el Louvre y la muralla China al mismo tiempo o correr una maratón y tocar una obra de Chopin en un piano de cola, son cosas que aún el hombre inmortal no puede hacer y sobre las cuales habrá de decidir subjetivamente un orden temporal de satisfacciones. 4 L. von Mises, La Acción Humana, tratado de economía, Sopec, Madrid, 1968, trad. Joaquín Reig Albiol, pp. 652-654 5 J. Schumpeter, The theory of economic Development, Cambridge, 1934, trad. por R. Opié, pp. 34-46, 54. 6 Mises, op. cit., pág. 653 7 Mises, op. cit., pág. 142, la negrita es mía, la cursiva es de Mises. Me parece que incluso es posible profundizar más en el ejemplo porque la administración del tiempo no se aplica únicamente a los fines (contemplar una obra de arte, convertirse en un concertista de piano, participar en una maratón, etc.) sino también a los medios para alcanzarlos. De modo que aún si supusiésemos que un hombre pueda satisfacer simultáneamente fines incompatibles, quedaría el problema de saber cómo decidiría entre los medios disponibles para satisfacerlos. Dado que por hipótesis el único recurso escaso es el tiempo, este hombre inmortal que nada en la abundancia de Jauja decidirá en función del método que le permita alcanzar sus fines en el menor tiempo posible. Estas especulaciones reforzarían aún más el ejemplo de Mandel. El socialismo no sólo generará una abundancia general de bienes y servicios, como si las cosas efectivamente nos cayeran de arriba, y nos volverá inmortales a todos, sino que además volverá a cada hombre coetáneo de sí mismo. De este modo, el hombre podrá dividirse en dos o más hombres iguales, y, sin dejar de ser la misma persona, podrá estar en dos o más lugares al mismo tiempo persiguiendo fines que, antes de la llegada del socialismo, eran imposibles de perseguir simultáneamente. De este modo, si el hombre tiene una escala valorativa con dos preferencias, no tendrá que resignarse a satisfacer una antes que la otra. Será omnipresente respecto de su escala de preferencias. Pero esto no le evitará vérselas con el factor tiempo. Por ejemplo, si quiere transformarse en un concertista de piano habrá de decidir cómo alcanzar su objetivo en el menor tiempo posible. Deberá decidir si comienza por aprender a leer música o si es más afín a su personalidad el sacar obras de oído, si comienza por estudiar a tal o cual compositor, etc. El optar por uno u otro curso de acción implica una valorización del tiempo, aunque simultáneamente su otro yo se encuentre escalando la cordillera andina a miles de kilómetros de distancia. Podría objetarse que si el hombre puede dividirse a voluntad, también podría dividirse respecto de los medios como lo hace respecto de los fines y que esto implicaría neutralizar el rol que juega el tiempo dentro de sus decisiones acerca de sus los cursos de acción posible. Continuando con nuestro ejemplo, si este hombre nuevo socialista duda, a los efectos de, transformarse en un gran pianista entre dos o más métodos de estudio diferentes que le permitan alcanzar su fin, sólo tiene que efectuar más divisiones de sí mismo y perseguir el mismo fin simultáneamente por todos los medios que sea capaz de conocer. Pero, lamentablemente para el socialista, esto sólo muestra que poseemos un conocimiento imperfecto y que estamos atados a la incertidumbre, pero no muestra que podamos prescindir del factor tiempo en nuestras decisiones: en última instancia, es el preferir alcanzar sus fines antes que después, combinado con su ignorancia respecto del futuro, lo que motiva a este hombre nuevo a dividirse a sí mismo sucesivamente. De modo que aún en este mundo socialista ideal la preferencia temporal, el interés y el valor se mantendrán. Ahora bien, ¿cuáles son las implicancias para el marxista coherente de estas especulaciones? Después de todo, no parece tener ninguna consecuencia práctica el llamar valor a la preferencia temporal, de la cual se deriva el interés originario, en un mundo en el que no se cobran intereses porque, por hipótesis, la abundancia hizo desaparecer el intercambio. Aún si es cierto que el interés originario es intrínseco a la categoría de acción, no genera ninguna ¨injusticia¨ en el mundo. El socialista podría decir que el llamar valor a una cosa así es inocuo. Mas si el socialista admite, como creo o que no tiene otro remedio, que el interés es intrínseco a la acción, entonces tendrá que admitir que no cabe suprimirlo mediante procedimiento institucional alguno. El admitir esto, tiene, de por sí, consecuencias respecto del sistema que el socialista pretende estructurar. En un mundo sujeto a la escasez de recursos, donde los hombres no son inmortales y no pueden dividirse a sí mismos a voluntad, es decir en un mundo muy parecido al nuestro, tendremos que aceptar que la preferencia temporal puede adoptar diversas formas, por ej. el cobro de intereses respecto de un cierto capital prestado. Por supuesto que el socialista podría impedir que el capitalista cobre intereses. Esto ciertamente puede hacerlo. Pero entonces, como señala el pasaje citado de Mises, tan pronto hacemos desparecer al capitalista que cobra intereses hacemos aparecer al capitalista que consume capital: no tiene este ya ninguna razón para no consumir en el presente aquello respecto de lo cual no le es permitido obtener ningún rendimiento futuro. Y si hacemos desaparecer al capitalista que consume capital, enviándolo al gulag, entonces hacemos aparecer a la comunidad socialista que consume capital más rápido, por la obvia razón que muchos consumen más que uno.