Tipo de documento: Fragmento de libro Autor: Luciana Lartigue Título del libro: La Revolución Mexicana Editorial: Ocean Sur Lugar de publicación: México Año de publicación: 2011 Páginas: 52-56 Temas: Fuerzas populares, Fuerzas políticas, México El Ejército Libertador del Sur La construcción de un ejército propio fue la respuesta más justa y apropiada que dieron los campesinos y trabajadores rurales para enfrentar el avance de las haciendas sobre los pueblos, la usurpación de sus tierras, los abusos permanentes de los jefes políticos locales y de las tiendas de raya. El glorioso Ejército Libertador del Sur reflejó la decisión popular más consciente de luchar para terminar con la miseria y la opresión que pesaban sobre sus hombros. Habían empuñado las armas para conquistar sus derechos. Y cuando Francisco Madero defeccionó ante la burguesía porfiriana y firmó los acuerdos de Ciudad Juárez, el Ejército Libertador del Sur decidió continuar la lucha. A pesar de todas las dificultades que se les presentaron en el camino, contaron con una dirección firme que les permitió avanzar con independencia de los intereses burgueses, sostener sus reivindicaciones y exigir su cumplimiento. El ejército zapatista se organizó en una guerrilla basada en milicias territoriales. Era prácticamente un pueblo en armas. Aunque no participaran del enfrentamiento directo, los campesinos entendían que todos formaban parte de la misma lucha. Las poblaciones colaboraban de diversas formas con los rebeldes y su apoyo fue fundamental. Desempeñaron un importante papel en el abastecimiento de víveres a los guerrilleros mientras saboteaban a las tropas federales negándose a entregarles provisiones. Participaban también de las emboscadas, brindaban información clave, lo que explica el nivel de éxito que los zapatistas tuvieron en el espionaje que les permitió realizar ataques por sorpresa y en contrapartida jamás ser sorprendidos. Cualquier campesino de Morelos podía ser un espía zapatista. Cuando las condiciones no estaban a su favor, los guerrilleros zapatistas no presentaban batalla. Se ocultaban en las montañas o bien escondían sus rifles y se disponían a trabajar tranquilamente la tierra. Al llegar, el ejército federal solo encontraba pacíficos campesinos arando sus campos. Pero cuando las circunstancias cambiaban a su favor, los rebeldes se reorganizaban de manera extraordinariamente rápida para aparecer donde menos los esperaban, lo que hacía sentir a los federales estar combatiendo contra un fantasma. Esta modalidad de lucha y organización permitió sostener la guerra durante nueve años y evitar ser aniquilados, aun cuando el enemigo fuera superior en número y armas. El gobierno aplicó las estrategias de represión más salvajes contra los zapatistas. El propio Madero envió al general Juvencio Robles, un asesino que había participado de la guerra contra los pueblos indígenas en la frontera del norte y había conocido allí los métodos del terror. Robles puso en práctica en Morelos la táctica que utilizan los ejércitos regulares contra las guerrillas populares: la tortura, los fusilamientos, las masacres, la quema de pueblos enteros, el desalojo de aldeas y el envío de sus habitantes a campos de concentración. De esta manera, el general conseguía aterrorizar las poblaciones y evitaba que los campesinos colaboraran con el Ejército Libertador y alojaran y abastecieran a los rebeldes que estaban ocultos en la montaña. Esta persecución salvaje fue puesta en práctica en casi todos los poblados del sur. Sin embargo, lejos de detener la rebelión, su efecto fue el contrario. Muchos trabajadores que escapaban a los incendios de sus casas se sumaron a las cuadrillas guerrilleras y engrosaron las filas zapatistas. Los campesinos insurgentes sufrieron en forma permanente la escasez de armas y municiones lo que limitó duramente su accionar. Se financiaban con los robos a los federales, a la policía y lo que lograban obtener en el mercado negro, pero esto nunca resultó suficiente. Aunque lograran tomar las ciudades, no podían mantenerlas en su poder. Los federales pronto las recuperaban ya que contaban con mayores recursos. Su fuerza estaba restringida al campo pues no conseguían controlar las ciudades. Los grandes medios de prensa, erigidos en portavoces de la burguesía, atacaron de manera permanente a las milicias zapatistas. Acusaban a sus hombres de bandoleros y ladrones. Sus crónicas no cesaban de inventar historias sobre los desmanes, robos y abusos. Su papel fue el de complementar en el plano cultural la tarea de atemorizar a la población. Los zapatistas eran conscientes de esta situación y así lo expresó Emiliano en una carta enviada el 6 de diciembre de 1911 a Giraldo Magaña, en la cual le daba a conocer el Plan de Ayala: «Nada nos importa que la prensa mercenaria nos llame bandidos y nos colme de oprobios; igual pasó con Madero cuando se le creyó revolucionario; pero apenas se puso al lado de los poderosos y al servicio de sus intereses, han dejado de llamarle bandido para elogiarlo». Esa misma prensa que intentaba desprestigiar a las fuerzas zapatistas, curiosamente olvidaba denunciar las atrocidades que las tropas federales cometían a su paso. Nada decían sobre las torturas, las ejecuciones y los incendios. El Ejército Libertador del Sur demostró una importante preocupación por la conducta moral de sus soldados. Una guerra sin duda es sangrienta y no faltan quienes aprovechan esta situación en beneficio propio, pero de ninguna manera puede decirse que el atropello fue un comportamiento deliberado de las tropas zapatistas. En el mismo Plan de San Luis, que sirvió de base a todos los planes que lo sucedieron, y en diversos comunicados firmados por el propio Zapata y otros jefes de su cuartel general, figuraron disposiciones relativas a estas cuestiones, así como al trato de los prisioneros. En el Plan de San Luis una de las cláusulas apunta lo siguiente: B.– Todos los jefes, tanto civiles como militares, harán guardar a sus tropas la más estricta disciplina; pues ellos serán responsables ante el Gobierno Provisional de los desmanes que cometan las fuerzas a su mando, salvo que justifiquen no haberles sido posible contener a sus soldados y haber impuesto a los culpables el castigo merecido. Las penas más severas serán aplicadas a los soldados que saqueen alguna población o que maten a prisioneros indefensos. Sobre algunos abusos cometidos por individuos de mala conducta Genovevo de la O dio a conocer el siguiente comunicado: Ejército Libertador, División de la O., Cuartel General: Ha tenido conocimiento este Cuartel General de algunos abusos cometidos por individuos de mala conducta, que dicen pertenecer a esta División y como el jefe de ella no autoriza esos abusos que desprestigian a toda la corporación, se hace del conocimiento del público que el propio jefe está dispuesto a castigar severamente cualquier falta que se cometa en su nombre y por lo tanto deben denunciárselas. Así mismo se ordena a los jefes, oficiales y soldados que pertenecen a esta División; desplieguen el celo posible por evitar esos males, teniendo en cuenta que hemos empuñado las armas para dar garantías a nuestro pueblo y para convertir en realidad las bellas promesas del Plan de Ayala, y se les exhorta para que estrechen los vínculos de unión y fraternidad con todos los compañeros de armas, teniendo en cuenta que cada soldado del Ejército Libertador es un hermano que como nosotros lucha por los mismos ideales, con nosotros persigue los mismos grandiosos principios. Reforma, Libertad, Justicia y Ley. El General de la División Genovevo de la O. Cuernavaca, septiembre 3 de 1915.