EL PROBLEMA DE LA VIVIENDA EN EL ECUADOR Fernando Carrión M. fcarrion@flacso.org.ec Publicado en Diario Hoy Fecha: 18 enero 2003 Quito - Ecuador El déficit de vivienda en América Latina, según la CEPAL, supera la cantidad de 25 millones de viviendas. Solventar esta carencia requeriría no menos de 125 mil millones de dólares. Si extrapolamos esta información para el caso ecuatoriano, se necesitaría más de 6 mil millones de dólares para satisfacer el déficit acumulado de un millón dos cientos mil unidades habitacionales. ¿Cómo se puede financiar esta cifra si, incluso, el presupuesto del estado es menor? ¿Qué política de vivienda se debe diseñar? En el país han existido tres políticas explícitas de vivienda. La primera, nacida en los años veinte a partir de un marco institucional aislado e inconexo, nacido desde el mundo de lo municipal y la seguridad social. En este caso el concepto de política de vivienda usado fue el "programas o proyectos residenciales". Posteriormente, a partir de los años sesenta, se tiene una política de vivienda que se generaliza por Latinoamérica, gracias a la difusión de los postulados y recursos provenientes de la Alianza Para el Progreso. Es una propuesta de un esquema de financiamiento que capta el ahorro interno, a través del sistema privado, cooperativo y mutual, así como del sector público (Banco Ecuatoriano de la Vivienda y del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social). Se establece un sistemas de ajuste monetario por indexación y un esquema de subsidios cruzados a la oferta. Es una propuesta de política que tiene como eje principal la intervención directa del Estado, mediante la producción y promoción de unidades residenciales, para lo cual se crea la Junta Nacional de la Vivienda. A partir de los años noventas hay un viraje importante en el diseño de las políticas, sustentada en la experiencia chilena. La propuesta se formula en un contexto de transición de una economía cerrada, liderada por el Estado, hacia otra centrada en el mercado. En este marco, los sectores público y privado tienden a cambiar sus roles tradicionales: el Estado deja de ser constructor inmobiliario y prestamista final, y el sector empresarial privado crea nuevas instituciones integradas al mercado de capitales, para captar ahorro interno y distribuir los recursos. De esta manera, el Estado pasa de constructor y promotor a cumplir tareas de regulación. En este contexto, se sustituye la banca estatal unipropósito (tipo Banco Ecuatoriano de la Vivienda) por la banca privada comercial multipropósito. El financiamiento habitacional surge de una triple consideración: primero, el Estado provee un subsidio directo a la demanda, a través de criterios objetivos y medibles que se sustentan en conceptos de focalización de la pobreza. La propuesta se sustenta en un cambio en el criterio de la entrega de subsidios: se transita del subsidio cruzado y a la oferta, a uno que privilegia la demanda. Segundo, el sector privado otorga créditos a través de múltiples entidades y mecanismos. Y, tercero, el usuario que aporta con el ahorro propio. En el Ecuador estamos en la antesala de este segundo modelo. Desde la época del presidente Durán Ballén se pretendió impulsar este modelo, habiéndose concretado algunas acciones específicas, pero sin que se lo implemente totalmente. Hoy, queda la impresión, que nos encontramos a la deriva y que no existe una propuesta específica. Esto obliga al nuevo Gobierno a retomar el tema, y para ello debe entenderlo como un problema nacional, que involucra a la sociedad y al Estado. Que es parte de las políticas territoriales, sociales y económicas. Que es un componente esencial del desarrollo económico y social, urbano y rural del país. Que debe ser una política de Estado, donde exista una cooperación entre lo público y lo privado.