DE LAS CLASES ECUACIONALES, LO CALCULABLE Y OTRAS REVELACIONES DE LOS FUNDAMENTOS. Mi colega filósofa Mónica Jaramillo me hizo una pregunta a quemarropa, en medio de un tinto y un cigarrillo en don Cafeto, que no he tenido la oportunidad de contestarle personalmente. En verdad le hubiera debido indagar algo más sobre el sentido de su pregunta. Recordando la pregunta aparece como un “papayaso” u oportunidad para recalcar que en toda escuela de filosofía debería existir una sentencia a la entrada parecida y con el mismo espíritu de la que existía a la entrada de la Academia de Platón: “Que no entre aquí quien no sepa geometría”. Tal como ahora me la imagino, la pregunta me parece muy interesante, aunque tal vez la cambié, adaptándola a mis gustos y mis necesariamente escasos conocimientos. Era algo sí cómo ¿en las matemáticas todo se describe por ecuaciones? Debo decir en principio, que ésta es una inquietud de la Lógica Matemática, de la Teoría de modelos y de la llamada Álgebra Universal y que su respuesta puede parecer contundente y sencilla: los objetos que se pueden definir por ecuaciones son los más populares y los más fáciles de trabajar, pero en ningún momento son todos. Vale la pena profundizar algo sobre esta afirmación e intentaré hacerlo de manera coloquial, seguramente recaeré en mi terca apreciación sobre la importancia de que todos los filósofos y también los abogados (¿dónde estás Fermat?), manejen acertadamente los métodos de deducción formal. Por otra parte por no usar el lenguaje matemático, necesariamente careceré del rigor que tanto defiendo y en conjunto estas elucubraciones serán imprecisas. No conviene pues, suponer que con esta breve lectura se entenderán las cosas bien, pues es necesario entender los enunciados, condiciones y demostraciones de los teoremas, resolver problemas y ejercicios, para finalmente plantearse una buena cantidad de interesantísimas y sorprendentes preguntas, algunas de las cuales talvez no están resueltas por la humanidad en los momentos actuales. Estas elucubraciones quieren apenas ser motivaciones para entrar a estos apasionantes temas que digámoslo de una vez, en vez de ser totalizantes, dejan percibir un mundo muy extenso que no se puede ser atrapado por la racionalidad matemática. El uso de las ecuaciones y su manipulación no se le puede achacar a ningún matemático en particular. La llamada álgebra simbólica que precedió al álgebra retórica es sin duda una gran creación humana y comunitaria del renacimiento. El gran aporte cartesiano fue el relacionar las nacientes ecuaciones con las figuras geométricas de los griegos. A partir de Descartes y hasta finales del siglo XIX el análisis se centró en trabajar con estas ecuaciones, sin entender muy bien qué era lo que ellas representaban. Al igual que los infinitésimos, el concepto de función y el mismo concepto de número permanecen por tres siglos escondidos tras bambalinas, siendo ellos la base de ese gran edificio que se construía y que hoy constituyen las matemáticas de las carreras de ingeniería. En la segunda mitad del siglo XIX George Cantor estudiando el significado de funciones definidas por sumas trigonométricas infinitas descubre los números transfinitos. Podemos decir que el tránsito del siglo XIX al XX en matemáticas con la llamada crisis de los fundamentos supone una mirada retrospectiva (mejor introspectiva) de la matemática hacia la matemática. Los matemáticos aclaran, qué es un número, una función, una teoría axiomática, una ecuación, etc. En ello colaboran entre otros, Dedekind, Frege, Peano, Hilbert, Russell y claro el mismo Cantor. Hablar de la crisis de los fundamentos no es del todo acertado, más conveniente sería decir algo así como la “revelación de los fundamentos”. Me detendré y limitaré al popular concepto de función. Se dice por ejemplo, que el área de un triángulo depende de la base y la altura, es decir el área es función de la base y de la altura. Originalmente una función se concibe como una fórmula o manera (algoritmo) de relacionar diferentes variables. Así se entendía en un principio y así lo enseñan algunos profesores del siglo XXI tal vez porque no entienden las aclaraciones que se hicieron en el siglo XIX o porque suponen que como recurso pedagógico es válido. Aún en libros del 2004 se puede encontrar definiciones como: “Una función es una regla que a cada elemento de un conjunto llamado dominio le hace corresponder un único elemento de otro conjunto llamado recorrido”. Con la revelación de los fundamentos se concibe una función como un conjunto de parejas que cumple cierta propiedad pero que no necesariamente requieren una fórmula o algoritmo. Traduzcamos la pregunta de Mónica a este contexto así: ¿Hay funciones que no correspondan a una fórmula, ecuación y/o algoritmo? Y los números transfinitos nos ayudan a separar tales conceptos. Según la aritmética transfinita de Cantor hay muchos infinitos, en particular el infinito de los números naturales, que es el primer cardinal infinito, es estrictamente más pequeño que el de los números reales. Hablando en términos informáticos modernos, un conjunto tiene el infinito de los naturales (también se dice infinito numerable) si sus elementos se pueden colocar en una lista (infinita). Los números enteros, que incluyen los naturales y sus negativos, son infinitos numerables ya que los podemos colocar en una lista: 0,1,-1,2,-2,3,-3,… Realmente deberíamos ser algo más formales, aquí apenas sugerimos una lista, el lector intuirá qué sigue y podrá dar una fórmula o algoritmo para determinar el n-ésimo término. Un poco más laborioso y más divertido, es colocar los racionales (aquellos números de la forma p/q con p y q enteros) en una lista. Por ejemplo hagamos una lista (apenas la sugerimos) de los racionales positivos entre 0 y 1: 0,1,1/2,1/3,2/3,1/4,3/4,1/5,2/5… Se notará que los ordenamos según el denominador de la fracción irreducible y este orden no corresponde al orden usual. Aquí es importante resaltar que las palabras sobre un alfabeto finito son también un conjunto numerable y podemos pensar en un concepto bien amplio de palabra: por ejemplo se puede hacer una lista de todas las novelas y discursos que susceptibles de ser escritos en español o en cualquier lenguaje. Por tanto las ecuaciones y los algoritmos o reglas en un lenguaje determinado conforman un infinito numerable. Esto no es realmente sorprendente sino por el descubrimiento de Cantor de que existen conjuntos que no se pueden colocar en una lista, esto es infinitos no numerables. Por ejemplo, los números reales entre 0 y 1. Si hacemos cualquier lista de números reales entre 0 y 1 siempre faltará alguno, realmente la mayoría. Pues bien, el infinito de las funciones es más grande que el infinito de las ecuaciones, entonces hay muchas funciones, de nuevo realmente la mayoría, que no corresponden a ninguna ecuación. Es más, aquellas que tienen algoritmo para ser calculadas son enumerables, pues al fin y al cabo, los algoritmos son palabras sobre un alfabeto finito y por tanto los posibles algoritmos son numerables. Entonces podemos decir que la mayoría de las funciones no tienen algoritmos para ser calculadas. Mostrar una sola de ellas es muy difícil pues al intentarlo posiblemente estaríamos dando el algoritmo. Preguntas equivalentes se trabajan también con respecto a las estructuras y a sistemas lógicos. Hay estructuras algebraicas que se pueden caracterizar por axiomas que son ecuaciones y otras que no. Hay sistemas lógicos que se dejan axiomatizar finitamente y hay otros que no. El famoso Teorema de Gödel es un resultado sofisticado en este sentido. Limitándonos a las funciones ¿qué significa que su cardinal sea superior al de los algoritmos? Como ya se dijo, que la mayoría de las funciones no tiene un algoritmo, menos aún una fórmula que determine el valor asociado para un elemento dado. Los matemáticos, los científicos y los ingenieros, nos la jugamos con las que sí tienen algoritmos y esperamos aproximarnos a cualquiera que nos encontremos con aquellas que sí son calculables. Pero esto aunque no se niega práctico es, en cierto sentido, una ilusión. Las funciones de la vida cotidiana (son mucho más de las que uno espera) no tienen porqué tener una fórmula o algoritmo para calcularlas, es decir la mayoría son no calculables. Estas son las que entusiasman a los espíritus sensibles de los artistas. Hay entonces mundos en los que para entrar, es necesario despojarse de cualquier ropaje matemático.