ACOSTUMBRADOS A LO EXTRAORDINARIO Cuando el padre Ramón (Pachús) me pidió que escribiera sobre mi padre, me recordó cuando éramos pequeños y nos mandaban hacer una redacción sobre las vacaciones. Pero cuando me paré a pensar en ello, ví que se trataba de algo más profundo. Trataba de la relación entre dos personas y sus vidas. La suya y la mía. Si tenéis un rato hacedlo con vuestras personas queridas y veréis. Cuando eres pequeño tus padres son superhéroes, cuando eres adolescente son unos tiranos y cuando eres adulto te das cuenta de que son sabios. Pues bien, mi padre era un sabio, pero no de los de conocimientos (que también) si no de la sabiduría que da la vida. Y esto que vais a leer no es más que experiencia de vida y de Dios en ella. Con 16 años aprendió a jugar al ajedrez y al año siguiente era subcampeón de España juvenil. Le encantaba la música (en especial la clásica) y cuando no nos llevaba a escuchar zarzuela, en casa se oía ópera con su admirado Alfredo Kraus o María Callas. Siempre le recuerdo estudiando, como cuando con 33 años preparó el acceso a la Universidad, cuando estudió Físicas o como ya con 60 años hizo Ciencias Religiosas para poder realizar su verdadera vocación que era la de Diácono Permanente. Allí fue donde pudo poner en práctica todo lo que había vivido en su itinerario de Fé. Pero sin “cristazos” solo con cariño hacia los demás. En este momento en el que los ancianos son un estorbo y se les manda a residencias a él le encantaba hablar con ellos y escuchar su “batallitas” porque decía que no contaban historias, si no que ellos mismos eran la Historia. Aún cuando en muchos ámbitos, la vida del no-nato se defiende menos que la de los animales (con todo mi respeto a los animales, que por cierto adoraba) le gustaba dar la enhorabuena a los padres de los niños que bautizaba, y decirles que eran unos valientes por haber traído un niño al mundo. Él tuvo cinco y supo decir a cada uno lo bueno que teníamos. Dicen que se conoce la categoría de un guerrero por la valía de sus enemigos. Pues él debía de ser un gran guerrero porque durante su vida, al igual que Job tuvo que combatir mucho contra el Enemigo. El Señor le probó en muchos aspectos de su vida: sus hijos, el matrimonio, la economía y finalmente en la enfermedad. (“muchas son las pruebas que le esperan al justo mas de todas le libra el Señor”) Los que hemos tenido la suerte de nacer en familias cristianas, estamos acostumbrados a ver todo esto como normal, pero realmente es extraordinario. Es extraordinario que estuviera con mi madre como el primer día aún cuando llevaban 50 años juntos. Es extraordinario que ayudara a sus hijos en lo que le pidieran, aunque en algunos momentos pareciera poco razonable. Es extraordinario que ante ciertas ofensas, aunque no lo entendiera, no dijera nada y lo dejara correr, porque como le decía a mi madre: -calla, calla que discutir te hace mal. Porque mi padre era un hombre tranquilo y normalmente de buen humor (humor inglés, decía). Es extraordinario que durante los meses que duró su enfermedad no renegara de nada y tuviera esa paz que muchos de vosotros pudisteis ver en él. Esa paz que viene de Dios a través de la oración, tanto de su Comunidad como de todos los que rezásteis por él (desde la parroquia de la Inmaculada y San Saturnino, tanto en sus Comunidades Neocatecumenales como en su feligresía, hasta nuestro obispo D.Joaquin, sus vicarios D.Javier y D.José María y todos los sacerdotes y diáconos de la diócesis de Getafe y otros muchos como la parroquia de Santa Catalina Laboure,etc.) Diréis ¿Y no tenía nada malo? Pues como decía al principio, para un hijo su padre es el mejor. Todos sus defectos desaparecen y en estos momentos más. Y como también decía él para qué destacar los defectos de alguien cuando seguro que tiene muchas virtudes dignas de destacar. Finalmente, la fórmula que más le gustaba para despedir las celebraciones era: “Glorificad a Dios con vuestra vida. Podéis ir en paz.” Y él glorificó a Dios con su vida y yo diría que incluso con su muerte, o mejor dicho, con su forma de morir. Yolanda Gonzalez.