La mala educación

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Euskal Herria
La mala educación
- solo en la web -
Fecha de publicación en línea: Viernes 13 de mayo de 2016
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La mala educación
Para el Gobierno del PP, la Audiencia Nacional y los grandes medios-empresas de comunicación, la cosa está
clara: el independentismo es algo ligado a la
violencia, o, cuando menos, a la etnicidad, la exclusión y la insolidaridad. Así, el pasado 8 de mayo, cuando Hasier
Arraiz compareció en juicio ante el
TSJPV y reconoció su militancia pasada en Batasuna, el diario El País, sin siquiera despeinarse, afirmó en titulares:
"Hasier Arraiz reconoce su
pertenencia a ETA". Y punto. Periodismo policial puro y duro.
Pero dejando de lado esas estridencias antiterroristas, intrínsecas ya al ADN de lo políticamente correcto y su
constitucional jurisprudencia, dentro de
amplios espectros de la vieja y nueva izquierda española existen también preocupantes "tics" -llamémoslos así- en
relación con este mismo tema.
Empecemos por preguntar: ¿ser "unionista" es ser menos nacionalista que afirmarse "independentista"?; ¿por qué
en el diccionario político diario se habla
una y mil veces de los nacionalistas y el independentismo vasco, catalán o gallego y prácticamente ninguna de los
nacionalistas y el unionismo español?
Claro está, para los unionistas españoles, que cuentan con un estado y unas instituciones asentadas en siglos de
historia, la autoafirmación
nacionalista-españolista es bastante innecesaria. No la necesitan. Su gobierno, tribunales, Constitución, fuerzas del
orden, Conferencia episcopal...,
hablan por ellos.
Decía Bertolt Brecht: "para los de arriba hablar de comida es de mala educación". Y añadía: "se entiende, ellos
siempre ya han comido". En esa misma
medida, para el unionismo español hablar del problema nacional, del derecho a decidir, de la opción
independentista..., es también de mala educación, sobre
todo en tiempos de crisis, y se entiende, pues hablar de esos temas cuestiona su propio status centralista (la
España indivisible e indisoluble de
soberanía única afirmada por la Unión Europea), al igual que hablar de hambre, paro, desigualdad y desahucios
incomoda a banqueros, panameños y monarcas.
En Euskal Herria, conformar alianzas políticas, electorales o no, con el independentismo vasco es considerado tabú
por parte de las fuerzas de izquierda y
alternativas españolas: "nos separa su independentismo", dicen. Sin embargo, referirse hoy al PSOE como
necesario aliado al que se oferta gobernar en
Madrid o conformar candidaturas conjuntas al Senado, no hace chirriar ningún principio político. El "¡vade retro!" no
existe para ellos. Ayer sí, cuando
las sedes socialistas supuraban casta. Hoy no.
Hay un segundo mantra que viene a afirmar que la reivindicación nacional y soberanista achata en buena medida la
social, subordinándola a la anterior. No
hace falta dar explicaciones al respecto. Es así, y punto. Naturalmente, la opción unionista y españolista no achata
ni subordina nada, sino que, por el
contrario, parece abrir espacios de concordia y solidaridad. El pecado se ubica siempre en el campo del
independentismo disgregador. La virtud, en el del
virtuoso unionismo demócrata e integrador.
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La gratuita afirmación de marxismo de manual y catequesis que afirma convergencias estratégicas objetivas entre
las fuerzas nacionalistas vascas, de
derechas e izquierdas, en perjuicio de las demandas sociales, contradice la realidad. En Euskal Herria, durante
estas décadas pasadas, el marco de pactos
políticos, acuerdos de gobierno y demás menestras institucionales que se han dado (municipales, forales y
autonómicos), ha sido cocinado de forma general
con ingredientes aportados por PNV y UPN, y aderezados por el PSE, PP y PSN. Lo mismo ha ocurrido en el
terreno socio-sindical, donde, mientras el
sindicalismo estatalista de CCOO y UGT ha sido pata esencial del contubernio UPN-PSN en Nafarroa, y
concertador principal con los distintos gobiernos del
PNV en la CAV, la mayoría sindical vasca (ELA, LAB, ESK, EILAS, EHNE) se ha situado en el terreno de la
confrontación frente a la política neoliberal de
los distintos gobiernos del PNV y UPN, y también del PSE y PSN.
Reivindicaciones nacionales y sociales suelen ir siempre bastante de la mano. No es casual así que la gran
contrarreforma política y social del PP haya
conllevado un proceso de recentralización competencial generalizado: laboral, financiero, educativo, función
pública... Tampoco extraña que la madre de
todas esas batallas reaccionarias (la reforma del PSOE del art. 135 de la CE que supeditó todo a los intereses de la
banca y las finanzas) haya supuesto la
militarización presupuestaria de las instituciones locales, forales y autonómicas y la supresión práctica de su
autonomía y competencias.
Aquí, en Nafarroa -es un ejemplo sin más-, diecisiete leyes aprobadas por el Parlamento Foral han sido luego
recurridas por el Gobierno del PP y
suspendidas por su Tribunal Constitucional. Ninguna de ellas trataba de temas "identitarios", sino de desahucios,
fracking, atención sanitaria a
inmigrantes, pagas extras de los funcionarios... La profundización en la política neoliberal ha incrementado la
centralización y el sometimiento de las
instituciones más cercanas a la ciudadanía. Reivindicar el derecho a decidir y la no intromisión estatal es cada vez
más necesario para poder avanzar
socialmente.
Tras meses de "digos" y "Diegos" y postureos mediáticos mil, habrá nuevas elecciones. Algunos nos dicen que es
preciso priorizar lo "social" frente a lo
"nacional". Se olvida que ambos aspectos están cada vez más unidos. Pero es que, además, se hace trampa con
las cartas. Se esconde el palo de los bastos y
las espadas constitucionales. Según parece, la única identidad nacional a supeditar a lo social es la minoritaria, la
vasca, la catalana... de la otra, de
la española, poco o nada se dice. Y tienen razón, no hace falta. La mayor baza con la que cuenta el unionismo
español es el silencio respecto a su
existencia. Ya lo he dicho antes. No hace falta que nadie lo defienda. El Estado, sus instituciones y los medios a su
servicio lo hacen por ellos.
Baja la carne, sube el pescado. La movilización y empoderamiento ciudadano disminuye mientras el mercado
bursátil del voto se dispara. Quizás yerre, pero
creo que el cambio a nivel estatal, de venir, no vendrá desde arriba y el centro, sino desde abajo y la periferia.
12/5/2016
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