http://www.unav.es/penal/delictum/ Los tipos incongruentes (I: la tentativa) 4.ª I. Tentativa.– II. Consumación. Agotamiento.– III. Tentativa inidónea («delito imposible»). Tentativa irreal.– IV. El desistimiento voluntario.– V. Relevancia del resultado en la responsabilidad penal (remisión L.14). Hemos partido de que una persona ha aparecido tendida en el suelo, con un puñal clavado en el pecho. Pero también cabe considerar que esa puñalada fuera precedida de uno o más intentos de alcanzar a la víctima. Supongamos que en el curso de una pelea, quien porta un puñal intenta asestar una cuchillada a su rival. Si la puñalada no llega a ese rival, pero está a punto de alcanzarle (pasa rozando –diríamos), ¿deja por eso de constituir un homicidio? Lo que está claro es que lo realizado demuestra la existencia de intención en el sujeto (buscaba esa finalidad), pero a la vez no es eficaz, no tiene el éxito que cabría esperar de esa acción. Sobre todo, no alcanza el éxito que buscaba el agente. De nuevo: ¿afecta a la antijuricidad de la conducta el dato de que el hecho quede incompleto? Si la intención era ésa, pero fue la conducta de la víctima lo que hizo desviar el puñal (la víctima se movió, o si fue una ráfaga de viento lo que desvió el proyectil lanzado), ¿no estaríamos beneficiando al agente si decimos que el hecho no es un homicidio? Con otras palabras: considerar que lo realizado es menos malo por el solo dato de que no se produjo el resultado es algo que beneficia al sujeto sin que lo merezca, pues nada ha hecho para lograrlo. Por otra parte, en estos casos de realización de un tipo sin que se produzca el resultado, no falta el dolo, la representación de que un curso de peligro va a producir un efecto concreto (la muerte de alguien, la fractura de una ventana…). Pero la realidad se queda corta en relación con la representación del agente. El agente «ha matado con el pensamiento»: se cree estar matando cuando en realidad está poniendo en marcha un curso de peligro que no alcanza el resultado. La situación se puede describir como una divergencia entre la parte objetiva y la subjetiva: lo representado llega más allá de lo efectivamente producido. Una situación que es inversa a los casos de error del agente sobre su conducta: la imprudencia. En ésta, el agente desconoce que está desplegando un curso de riesgo lesivo: ignora algo, desconoce el peligro desplegado. También ahora, en la tentativa, podemos hablar de una situación de divergencia entre lo representado y lo producido. Hasta aquí las semejanzas. Las diferencias comienzan ahora: la imprudencia se distingue de los casos de tentativa en que en aquélla se desconoce el riesgo que se despliega, mientras que en la tentativa se da por existente, se da por supuesto, lo que en realidad no se consigue. Lo que en la imprudencia falta (conocimiento del riesgo), se da en la tentativa. Y http://www.unav.es/penal/delictum/ 59 ¿¡Cómo que menos mal!? Conviene conocer la regla antigua «In delictis spectatur voluntas non exitus» (cfr. SCHAFFSTEIN, Die allgemeine Lehre…, p 95). Y también: «Quod vero dicitur: quantum intendis, tantum facis, habet locum in malis» (cfr. Tomás de Aquino, De malo, q. 2 a. 2 ad 8). 4.ª Los tipos incongruentes (I: la tentativa) al revés: lo que en la tentativa no se encuentra (el resultado), se produce en al tentativa. Esto es lo que significa la afirmación de que la tentativa es un tipo incongruente: la incongruencia se da en la divergencia entre la representación del sujeto y lo producido en al realidad. Veámoslo en C.41, que conviene comparar con el caso del jabalí (C.52). C.41 Caso del «rencoroso» «El procesado “... sentía cierto rencor por el que había de ser su víctima, al encontrarse con él en la ocasión de autos y comenzar un diálogo, sacó la navaja que habitualmente portaba en el bolsillo, acometiéndole y asestando con ella repetidos golpes, sin que conste su número, produciéndole heridas incisas múltiples en cara, tórax y abdomen que curaron a los 250 días de asistencia, quedándole como secuelas numerosas cicatrices en manos tórax y cara, con una longitud, dice gráficamente el factum, de más de 80 cm en total más la pérdida de fuerza muscular, cayendo de inmediato al suelo tras la agresión y yendo el procesado al Ayuntamiento donde manifestó que había matado a un hombre …”» (Caso doctrinal: Cfr. SILVA SÁNCHEZ, BALDÓ LAVILLA, CORCOY BIDASOLO, Casos de la jurisprudencia penal con comentarios doctrinales, Barcelona, 1997, pág. 367). I. Por rencor hacia una persona, el procesado asesta numerosos navajazos a otra persona, aun sin producirle la muerte; a continuación comunicó lo que había hecho diciendo que lo había matado. II. Partiendo de estos hechos, y de que no pueden modificarse, cabe decir, sobre la responsabilidad del “rencoroso” R., lo siguiente. II.1. Respecto a los numerosos golpes, cabe decir que constituyen una conducta humana, en la medida en que nada se dice sobre movimientos reflejos o inconsciencia. Asestar esos navajazos sólo puede explicarse como un proceso controlable por el sujeto, puesto que poco antes han dialogado, saca la navaja, golpea… Todo ello evidencia el autocontrol, luego la conducta humana. Existe, pues, conducta humana por parte de R. II.2. Una vez que sabemos que se trata de una conducta, vamos a ver si dicha conducta es típica. En concreto, hay que analizar la relevancia de las punzadas de R con su navaja en repetidas ocasiones en el cuerpo de la víctima. Dichos navajazos, suprimidos mentalmente (fórmula heurística de la condicio sine qua non) hacen desaparecer el efecto sobre el cuerpo de la víctima, por lo que es posible afirmar la relación causal navajazo-herida. Ahora bien, como esto no es suficiente para determinar objetivamente la relación de tipicidad, o imputación objetiva, que hay entre las punzadas de R y la víctima, hemos de continuar preguntándonos si además de http://www.unav.es/penal/delictum/ 60 Los tipos incongruentes (I: la tentativa) causales, esas puñaladas encierran un riesgo típicamente relevante a efectos de algún tipo. Constituyen, por un lado, el riesgo propio de la falta de malos tratos, de mera actividad, sin resultado, consistente en molestar y vejar a alguien, cosa que se da con el mero apuñalar; junto a este tipo, de escasa relevancia, se da por otro lado el riesgo propio del tipo de lesiones con medio peligroso (art. 148.1.º), que es de resultado; también es de resultado, por otro lado, el tipo de homicidio (art. 138), cuyo riesgo parece darse en este caso, debido a la reiteración de los navajazos, y las partes en que se dan (no tanto porque fueran en las manos, sino porque lo fueron en la cara y tórax). Pues bien, de estos dos tipos de resultado, el riesgo propio de las lesiones con arma se realiza en el resultado, pues nada se nos dice de que entre las numerosas puñaladas y las heridas sufridas se interpusiera un riesgo adicional de un tercero, ni de la propia víctima. No cabe decir lo mismo del riesgo propio del delito de homicidio, que, aun existiendo –como se ha dicho–, no se realiza en el resultado, pues no se produce finalmente la muerte de la víctima. En definitiva, cabe imputar objetivamente la falta de malos tratos, el delito de lesiones peligrosas consumadas, y el delito de homicidio, sólo en tentativa. II.3. Analicemos a continuación si, además, se puede imputar subjetivamente cada uno de esos tres riesgos ya imputados objetivamente. En cuanto a la infracción de malos tratos, se podría imputar como dolosa en la medida en que, si el agente sabe que porta un arma (que llevaba consigo habitualmente), que la esgrime (al ser navaja, debió abrirla) contra un sujeto (con el que acaba de estar hablando) al que golpea reiteradamente (las heridas en las manos indican que la víctima ofreció resistencia oponiendo las manos frente a los golpes, lo cual produjo cortes inmediatos que provocarían sangre, gritos…). Si es consciente de todo ello, es consciente del riesgo propio de maltratar a otro, pues lo realmente necesario para que su conducta sea dolosa, es que tenga conocimiento o una representación perfecta de los riesgos que conlleva empuñar un arma cortante en su búsqueda del cuerpo humano del afectado. E igualmente es consciente, por esas mismas razones, de que su conducta despliega el riesgo propio de las lesiones con medio peligroso (además: es consciente de que dirige la navaja contra el cuerpo), y del homicidio (es consciente de que entre sus numerosos golpes algunos van a partes vitales, cara y tórax). La conducta de maltratar se puede imputar subjetivamente como dolosa; la conducta de lesionar con arma o medio peligroso se puede imputar también como dolosa. En cambio, la conducta de matar presenta un problema, como se expondrá a continuación. El agente se representa, al dar los navajazos, que está matando. De hecho, al cesar de golpear, una vez ya la víctima en el suelo, se dirige a comunicar lo que había cometido, diciendo que había matado a un hombre. Esto muestra cómo el agente se había http://www.unav.es/penal/delictum/ 61 4.ª 4.ª Los tipos incongruentes (I: la tentativa) representado (ex ante) estar matando a un hombre, aunque después (ex post) no se produjera el resultado por él representado. Se da, por tanto, una divergencia entre la representación ex ante y la realización ex post de lo representado. En este caso, lo que se cree haber estado haciendo supera, por exceso, a lo sucedido en la realidad. Como divergencia que es, constituye un caso de error. Pero se diferenciaría de otros casos de error en que ahora la divergencia es por exceso: se representa más de lo que hace, mientras que en otros casos (los de error de tipo) se representa menos de lo que hace. En efecto, quien mata sin darse cuenta, sin ser consciente del riesgo que despliega, mata en situación de error (de tipo, que podrá ser, si se dan los requisitos exigidos, castigado por el respectivo tipo imprudente). Lo anterior muestra cómo las estructuras de la tentativa y la imprudencia encierran casos de error por divergencia entre lo conocido y lo realizado; con la diferencia de que son inversos: lo que en la tentativa se representa, falta en la imprudencia (error de tipo). Por lo demás, el grado de ejecución alcanzado y la peligrosidad de lo realizado, abonan afirmar que la tentativa estuvo cerca de la consumación. Más en concreto, que al agente no le faltaba hacer más para que se produjera el resultado de muerte que exige el tipo del homicidio. II.4. No hay nada en los hechos que nos permita afirmar la falta de antijuricidad, ni la ausencia de culpabilidad. No hay supuestos de causas de no punibilidad para estos casos. Por lo tanto, la conducta de R es antijurídica, culpable y punible. III. En conclusión: debe responder R de una falta dolosa de malos tratos consumada (art. 620.2.º); de un delito de lesiones peligrosas consumadas (art. 148.1.º); y, a la vez, de un delito de homicidio (art. 138) en tentativa. La primera infracción quedaría consumida en cualquiera de las otras dos, por cuanto la pena de estas es lo suficientemente grave para absorber la de aquella. Entre las lesiones dolosas consumadas y la tentativa de homicidio se entiende que existe una situación de concurso de normas y no de delitos, por cuanto la conducta típica de homicidio implica lesionar, pues no se puede matar sin menoscabar la salud e integridad del sujeto pasivo. Por tanto, la conducta de lesiones quedaría desplazada por la del homicidio, tipo principal que entra en juego antes que el otro, que sería subsidiario. Puesto que se trata de una tentativa acabada de homicidio, la pena no debería descender dos grados desde la mínima del homicidio consumado, sino sólo un grado, según doctrina jurisprudencial (art. 62). Cfr. además, C.52, C.53. http://www.unav.es/penal/delictum/ 62 Los tipos incongruentes (I: la tentativa) Las consideraciones anteriores exponen el aspecto estructural de la tentativa (es decir, que se trata de un tipo incongruente por divergencia objetivo-subjetiva). Hay otro aspecto no menos importante en esta materia, como es el de la sanción que merece tal tipo incongruente: si la del delito consumado o una menor. Se trata del aspecto político-criminal: cómo sancionar los casos de tentativa, cuál es su gravedad. Ciertamente se percibe socialmente que una conducta que no produce el resultado lesivo descrito en el tipo no necesita la pena del delito consumado. Intervienen entonces consideraciones de proporcionalidad, de evitación de excesos al penar… Dichas consideraciones podrían llevar a castigar menos al agente de un delito que queda en grado de tentativa que al de uno que produce un resultado de daño. Esto plantea la necesidad de distinguir unas tentativas de otras. Por una parte, hay tentativas a las que falta poco para llegar a la consumación; mientras que a otras sólo les falta la producción del resultado, y el agente ya no ha de hacer nada más. En el primer caso se habla de tentativas inacabadas, y en el segundo de tentativas acabadas. La atenuación de la pena prevista en el código penal español (descenso de la pena en uno o dos grados) se ha interpretado por la Jurisprudencia del siguiente modo: en casos de tentativa acabada, la rebaja lo es en un grado; y de dos en la inacabada. Es decir, el estadio de ejecución alcanzado determina la penalidad. Pero también influye el grado de peligrosidad del intento. ¿Cómo valorar la peligrosidad? Toda tentativa, por definición, resulta ex post, no peligrosa, pues entonces ya contamos con que el intento no fue suficientemente peligroso. Luego la peligrosidad de la tentativa se da ex ante. En efecto, es entonces cuando el agente y el espectador objetivo del entorno en esa situación perciben lo realizado como peligroso o no. Es esta la perspectiva a tener en cuenta. Pero aun entonces hay casos de tentativas que ya de antemano son peligrosas y se perciben como tal, mientras que las hay que se perciben como peligrosas sin que lo sean realmente. Es el caso de la tentativa inidónea, a distinguir de la idónea. Veámoslo en C.42. C.42 Caso «Ayamonte» «El acusado, Juan José C.M., mayor de edad, se encontraba el día 19 de junio del año 2000 en las dependencias del Juzgado de instrucción núm. 3 de Ayamonte, a las que había sido conducido a fin de participar en una diligencia de instrucción acordada por dicho Juzgado. Finalizada su práctica, solicitó ser recibido por la Juez de dicho órgano, doña Yolanda B.R. Situado en su despacho y sentado frente a ella, separados ambos únicamente por una mesa, el acusado pidió que se le retiraran las esposas que le sujetaban las manos. Accedió a ello la Juez y, una vez liberado el acusado, sacó http://www.unav.es/penal/delictum/ 63 4.ª 4.ª Los tipos incongruentes (I: la tentativa) su cartera del bolsillo trasero del pantalón y extrajo de ella una cuchilla de afeitar. A continuación, rodeando la mesa, se acercó hasta la Juez y la sujetó fuertemente haciéndole presa en el cuello con uno de sus brazos y causándole cortes con la cuchilla en dicha parte de su cuerpo, al mismo tiempo que gritaba las palabras "la mato". Los dos Agentes de la Guardia Civil que se hallaban encargados de la custodia del detenido, hoy acusado, eran don Daniel Fernando J.L. y doña Araceli Z.R. Se encontraba igualmente en el despacho el oficial del Juzgado don Luis N.M. […] Casi simultáneamente, el agente de la Guardia Civil señor J. L., con el propósito de reducir al acusado y de forzarle a que cesara en su acción agresiva contra la Juez, sacó su arma reglamentaria, que se hallaba sin cargador y sin bala en la recámara (es decir completamente descargada) y apuntó con la misma al acusado, acercándole el cañón hasta la cara. Y en ese momento, Juan José C.M. pudo coger o sujetar el arma con la que le apuntaban y retorció la mano del agente, que no tuvo más remedio que soltarla, quedando ésta en poder de aquél. Una vez Juan José C.M. tuvo el arma en su poder la dirigió contra el cuerpo del agente e intentó accionar el mecanismo de disparo, al mismo tiempo que repetía la frase "os voy a matar". Como quiera la pistola carecía de cargador y de munición, no se produjo ningún disparo ni llegó a percutir el mecanismo, a pesar de lo cual el mismo acusado dirigió el arma contra la otra agente de la Guardia Civil e intentó accionar el gatillo apuntándole al pecho. La circunstancia de que el arma estaba descargada no era conocida por el acusado, si bien lo estaba durante todo el momento de la conducción, ya que se trata de una consigna general adoptada por razones de seguridad. Una vez que el acusado pudo comprobar que su propósito de disparar el arma no obtenía el resultado querido, se quedó abatido y se sentó en el suelo siendo finalmente reducido y detenido […] El agente señor J. conocía que su propia arma carecía de munición y empleó dicha arma en el modo indicado, con el propósito de que el detenido, desconociendo tal hecho, desistiera voluntariamente de su actitud. […] Por su parte la agente señora Z. R., no dedicada habitualmente a este tipo de traslados y servicios, quedó sorprendida por lo inesperado de la situación, y en el momento en que le apuntaban con el arma de fuego tuvo la creencia cierta de que podía morir, sufriendo por ello un grave impacto emocional que degeneró en una neurosis postraumática, que precisó de tratamiento médico para su curación, requiriendo un total de 188 días hasta alcanzar la total sanidad y durante los cuales quedó impedida para el desempeño de sus ocupaciones habituales […]» (STS 20 de enero de 2003, ponente: Móner Muñoz; RJ 890). Sólo nos referiremos ahora a la responsabilidad penal de J.J., y dejamos al margen la del agente de la autoridad, que no parece presentar problemas. En el relato de hechos probados es preciso distinguir dos estadios: primero, los cortes con la cuchilla causados a http://www.unav.es/penal/delictum/ 64 Los tipos incongruentes (I: la tentativa) la Juez (I). Y el suceso de la pistola, desde que es arrebatada por J.J. hasta que éste es detenido (II). Conviene separar ambos, y en cada uno de ellos proceder cuidadosamente a analizar la responsabilidad de J.J. En concreto, sin variar en nada los hechos, cabe expresar los siguiente. I. No se perciben factores que afecten a lo que se considera acción humana, por lo que pasamos al análisis de la tipicidad. Respecto a la tipicidad del suceso I, es claro que aplicar una cuchilla sobre el cuello de una persona constituye un riesgo típicamente relevante cuando menos de vejación, amenaza con instrumentos peligrosos o malos tratos (art. 620.1.º), además de lesiones (art. 148), e incluso de muerte si es que los cortes afectan a partes vitales y son profundos (art. 138). Sabemos que la cuchilla fue aplicada cortando sobre el cuello a una persona a la que se mantenía agarrada, pero no se dice que fueran tan profundos que afectaran a una parte vital como la yugular, por ejemplo, por lo que hay que descartar que constituya un riesgo típicamente relevante de homicidio. El primero de estos dos riesgos no precisa un resultado, pues es de mera actividad, por lo que entendemos que con eso se cumple lo exigido en la parte objetiva del tipo (art. 620.1.º). El segundo de esos riesgos exige un resultado, porque es delito de resultado. Parece a todas luces que el resultado de lesiones es expresión precisamente de ese riesgo, pues nada media entre la acción de aplicar la cuchilla y el corte, nadie –ni la víctima, ni terceros– interpuso un factor de riesgo adicional. Por tanto, el corte es expresión de ese y sólo ese riesgo. Podemos afirmar entonces que se cumple el aspecto objetivo del tipo de lesiones (art. 148). En cuanto a la tipicidad subjetiva, es posible afirmar lo siguiente: J.J. conoce la capacidad cortante de la navaja (la guardaba dentro de una cartera, entre otras cosas, por ser peligrosa); conoce también que tiene delante a una persona a la que aplicar una cuchilla provoca miedo y tensión, por lo que sabe que ese instrumento es peligroso; conoce también que es sumamente peligrosa aplicada sobre el cuello, porque cuenta con este dato para provocar miedo y mantener alejados a las demás personas presentes. Luego, si sabe todo esto, ha de saber que está causando un mal a una persona; un mal que incluso pasa a cortar en el cuello. Se cumple el aspecto subjetivo de los tipos en cuestión, tanto amenazas y vejación (art. 620.1.º), como lesiones (art. 148). J.J. obra con dolo. Nada hay en los hechos relatados que permita afirmar la justificación de esa conducta, ni tampoco se menciona nada que afecte a la culpabilidad o punibilidad. Por lo tanto, en lo que se refiere a este primer suceso hay que afirmar que J.J. realiza las conductas típicas de los arts. 620.1.º y 148, de las que es culpable y por las que puede ser sancionado. II. En lo que se refiere al suceso siguiente (uso de la pistola a continuación), en primer lugar, nada permite afirmar la ausencia de acción humana en esa fase. En segundo lugar, en cuanto a la http://www.unav.es/penal/delictum/ 65 4.ª 4.ª Los tipos incongruentes (I: la tentativa) tipicidad de tal conducta, en el aspecto objetivo (prescindiendo ahora de la posible tipicidad del acto de desarmar a un agente de la autoridad) emplear una pistola para hacer que otras personas actúen de determinada manera es un factor que condiciona el actuar de éstas; es más, se trata de un factor que a cualquier persona haría actuar de acuerdo con quien esgrime el arma por temor fundado a males graves. Su conducta se ve condicionada efectivamente por el uso del arma por parte de J.J. Tenían motivo para temer por su vida a juzgar por las voces («os voy a matar»), sobre todo por parte de quien percibiera que J.J. «iba en serio», pues portaba un arma real (la pistola de un agente de la Guardia Civil). Es cierto que el guardia J.L. sabía que la pistola se hallaba descargada (era la suya), por lo que cabe entender que a él no le produce el mismo efecto que a los demás; en concreto, a Z., que desconocía estaba el arma descargada, el apretar el disparador frente a ella transmite un sentido inequívoco de causar inmediatamente un mal cierto, lo cual, en cambio, no puede afirmarse igual para J.L., como hemos dicho. Pero aunque sólo sea por el efecto sobre la agente Z., la conducta de J.J. despliega un riesgo suficientemente relevante como para condicionar la conducta de otro. Dicho proceder, por estos motivos, despliega un riesgo en el sentido del tipo de las amenazas (arts. 169 ss), delito de mera actividad, que no exige la producción de un resultado separado de la conducta; por lo que podemos afirmar la tipicidad objetiva de esa conducta como amenazas. Pero despliega además otros riesgos: en concreto, la acción de apretar el disparador puede afectar a la salud psíquica de las personas que consideren que el arma va a producir el efecto para el que ha sido fabricada, hasta el punto de producir un menoscabo relevante en la salud; por este motivo, la misma conducta despliega un riesgo en el sentido del tipo de lesiones (de carácter psíquico: art. 147-148). Puesto que nada se dice de un posible riesgo introducido por otros sujetos, hay que estar a que el resultado de efectivo menoscabo en la salud se debe al riesgo real creado por J.J. Es decir, que le es imputable objetivamente el resultado de lesiones. En cuanto al riesgo de matar por disparo de arma de fuego, hay que reconocer que un disparo sobre una persona viva constituye un riesgo que difícilmente puede evitarle la muerte. Sabemos, sin embargo que la pistola se hallaba descargada, por lo que el riesgo de lesiones y homicidio no se plasmó en el resultado de muerte. Habrá que afirmar la tipicidad incompleta –es decir, tentativa– de un delito de homicidio. En definitiva, su conducta constituye una tentativa de homicidio, un delito consumado de lesiones y un delito de amenazas consumadas. En el aspecto subjetivo, es posible afirmar la imputación subjetiva, el dolo, tanto de dicha tentativa y de las lesiones, como de las amenazas. En efecto, si sabe que porta un arma (se la ha tenido que arrebatar al agente J.L.), si sabe que ante ella, cualquier persona teme (todos se atemorizan), si anuncia además un mal («os voy a matar»), y efectivamente aprieta el disparador, hay que afirmar que conoce el http://www.unav.es/penal/delictum/ 66 Los tipos incongruentes (I: la tentativa) riesgo propio de los tipos en cuestión (que condiciona la conducta ajena, que causa una impresión de matar y que –según él se representa– puede llegar a matar). Luego su conducta es dolosa en los tres delitos. Llegados a este punto, conviene plantearse la naturaleza de esa tentativa (arts. 16.1 y 62). Quien emplea para amenazar y disparar una pistola desprovista de cargador no puede nunca, por mucho que apriete el disparador reiteradamente, matar a nadie de un disparo (no hablamos ahora de muerte por el susto). Se trata de una conducta incapaz de provocar el efecto deseado. Sin embargo, la representación del sujeto (J.J.) era la de que estaba efectivamente matando («la circunstancia de que el arma estaba descargada no era conocida por el acusado»): puede decirse que el acusado yerra sobre algo, sobre la capacidad lesiva de la pistola, a la que considera capaz de matar cuando no puede lograrlo en esas circunstancias. Su representación va más allá del efecto producido y cree que puede llegar a producir lo que en cambio es imposible. Esto es algo propio de la tentativa en términos estructurales: divergencia por exceso entre la representación y el efecto producido. Pero más allá de este problema estructural, hay que preguntarse si en términos valorativos constituye tentativa de un delito (por tanto, en principio algo merecedor de pena) una conducta que carece de capacidad para producir el resultado lesivo: disparar con una pistola descargada. Es el problema de la relevancia de las tentativas consideradas inidóneas. Obviamente una pistola descargada es instrumento idóneo para amenazar e incluso producir lesiones psíquicas, porque la virtualidad lesiva para la salud psíquica no procede del uso del arma de fuego como medio para disparar, sino como medio de comunicación (con otras palabras: con un arma sólo aparente se puede asaltar un banco a punta de pistola, sin disparar, pero no producir daños con disparos). Pero producir la muerte por disparo con un arma que no puede disparar parece algo imposible, bajo todo punto de vista, por lo que hay que afirmar la incapacidad absoluta del medio. Dicha tentativa merecerá un reproche penal si está revestida del carácter de peligrosa contemplada por un espectador objetivo situado ex ante que cuente con los conocimientos del autor. Dicho espectador objetivo no es la persona a la que le arrebataron la pistola (el único quizá en ese contexto que sabe que no puede matar, haga lo que haga), sino cualquier persona que en ese momento (ex ante, y no diez segundos después cuando J.J. se siente frustrado y abatido por no haber logrado su propósito) se ponga en el lugar del autor. Con estos condicionamientos, el baremo de peligrosidad de la conducta no es uno meramente físico o científico, sino uno que recoja la impresión que la acción del sujeto causa en el medio social en el que se produce, dentro de cierta racionalidad intersubjetiva. Es decir, que si en el contexto social, en el tiempo y lugar en que acaece, una persona espectador objetivo http://www.unav.es/penal/delictum/ 67 4.ª 4.ª Los tipos incongruentes (I: la tentativa) presencia aquella acción, y extrae la indubitada consecuencia de que se está matando a alguien, esa tentativa constituye una conducta valorada negativamente, y merecería sanción penal. No merecería – claro está– la sanción de una tentativa acabada peligrosa ex ante y ex post, pero para eso el art. 62 permite distinguir en la pena aplicable, la peligrosidad del intento. Podría pensarse que la redacción del art. 16.1 impide considerar como tentativas punibles sucesos como éste, pues excluye aquellas en las que objetivamente no se puede producir el resultado («actos que objetivamente deberían producir el resultado»). Eso sería correcto sin embargo si atendemos sólo a una perspectiva ex post, de manera que lo objetivo sería lo que a la vista de lo realizado ha sucedido; pero si adoptamos la perspectiva propia del Derecho penal, la de las conductas en el momento en el que el agente las va a realizar, es decir, ex ante, que es cuando se pueden evitar y cuando hay que atender a las condiciones del sujeto, el «objetivamente» puede entenderse como lo percibido en un contexto social intersubjetivo dentro de cierta racionalidad. Esto trae consigo que la percepción social del peligro propio de la acción es esencial: lo que en un contexto social concreto, en una época y lugar precisos, se entiende como peligroso es lo que será también peligroso a efectos del Derecho penal, siempre dentro de cierta racionalidad (es decir, hoy en día en España es racional pensar que una pistola aparente puede matar, pero no que puede matar una maldición lanzada por un echadora de cartas o un visionario del horóscopo, por mencionar sólo un ejemplo). Que ex post se compruebe que la conducta ni produjo el mal que cabía esperar, ni tampoco iba a poder producirlo de ninguna manera (estaba descargada, por ejemplo), es un dato a tener en cuenta para la sancionabilidad de la conducta: ese menor peligro –o incluso la ausencia de peligro– ex post aconseja una menor punición de la conducta. Pero obsérvese que la conducta en sí fue ex ante peligrosa, y lo que disminuye es sólo la sanción, por ser menos necesario castigarla con pena mayor. Por tanto, su conducta de homicidio intentado merecería sanción penal atenuada, dentro de los márgenes de la tentativa (art. 62). No se perciben elementos que afecten a la culpabilidad de manera relevante, de forma que podemos concluir diciendo que J.J. ha de responder por un delito de amenazas, uno de lesiones y uno de homicidio intentado. Dejamos de lado la cuestión de si apreciar los tres delitos sería desproporcionado, en cuyo caso podría evitarse entendiendo que las amenazas quedarían sancionadas con la pena de las lesiones y/o la tentativa de homicidio –concurso de leyes. Cfr. también C.72. http://www.unav.es/penal/delictum/ 68 Los tipos incongruentes (I: la tentativa) A diferencia del caso anterior, en C.43 se ofrece un supuesto en el que la peligrosidad parece descartada desde todo punto de vista. ¿Desde todo punto de vista? –No, pues el autor cree estar desplegando un riesgo, pero él es el único que así lo aprecia. No en cambio el espectador objetivo. Veamos ahora qué relevancia tiene entonces que sólo el autor sea quien atribuya un riesgo a su conducta que nadie más apreciaría. C.43 Caso «Manzanilla» M., que está embarazada, acude a Ñ., de quien sabe se dedica a practicar abortos, con el fin de solicitar que cause la muerte del fruto de la gestación, a lo que Ñ. accede. Para conseguirlo, administra a M. repetidamente infusiones de manzanilla. Tras varios días de sucesivas ingestas de manzanilla, M. desiste de continuar los consejos de Ñ. (caso doctrinal, basado sobre el enjuiciado por el RG alemán [vol. 1, p 439], propuesto en SILVA SÁNCHEZ/BALDÓ LAVILLA/CORCOY BIDASOLO, Casos de la jurisprudencia penal con comentarios doctrinales, Barcelona, 1997, pág. 371). En estos simples hechos se destaca cómo Ñ lleva a cabo repetidas actuaciones al proporcionar a M., embarazada, una serie de infusiones con la finalidad de provocar la muerte del feto. Se trata de responder a la cuestión de si esas actuaciones fundamentan responsabilidad penal. A partir de estos hechos, y centrándonos ahora sólo en Ñ, cabe señalar lo siguiente. Todo lo relatado en los hechos lleva a afirmar la concurrencia de una conducta humana: tanto el ofrecer, como el proponer, o el administrar una bebida, son procesos en los que resulta impensable que alguien se vea inmerso sin existencia de autocontrol por su parte. Precisamente la elección entre un medio u otro, entre una infusión u otra, o la reiteración de la administración de infusiones llevan a afirmar el autocontrol por parte de Ñ, que llevaría por eso mismo a cabo una conducta humana. Veamos entonces a continuación si colma la tipicidad de algún delito. Nos centramos, por razones obvias en el delito de aborto (arts. 146 ss.). ¿Resultan causales las infusiones administradas e ingeridas de la muerte del feto? De entrada, no hay muerte del feto, luego no hay que plantear la cuestión de la causalidad ni la consumación del tipo de aborto. Sin embargo, ha de considerarse si se trata de una conducta abortista (es decir, si es típica del delito de aborto), aunque de manera incompleta (se realizan algunos actos del tipo, pero no todos: tentativa). Para ello, se precisa que la conducta realizada despliegue al menos un riesgo en el sentido del tipo en cuestión. En este caso, el riesgo de la conducta no es que sea insignificante, sino que carece de toda relevancia para causar la muerte. Dicho con otras palabras: la ingesta de manzanilla no despliega el más mínimo riesgo para la vida. Luego la conducta no colma el tipo objetivo del delito de aborto. http://www.unav.es/penal/delictum/ 69 4.ª 4.ª Los tipos incongruentes (I: la tentativa) Sin embargo, sabemos que Ñ proporciona esa sustancia con la firme intención de provocar la muerte del feto: en la representación del agente sí existe el riesgo mortal, aunque en la realización se demuestre absolutamente ineficaz a esos fines. Con otras palabras: se trataría de un riesgo que sólo existe en la representación del agente, pero no en la realidad extramental. ¿Qué relevancia jurídico-penal puede tener tal situación? El riesgo sólo existe en lo que el agente se representa: en la medida en que se limite a eso, no hay un peligro que haga intervenir al Derecho penal. A partir del momento en el que la representación del peligro sea compartida en un contexto intersubjetivo, podríamos hablar de que existe un peligro «objetivo», que haría aconsejable la intervención del Derecho penal. Pero en este caso, no se da tal circunstancia, sino que todo queda en el hipotético planteamiento de Ñ. Su conducta resulta atípica ya en el plano objetivo en cuanto tal delito de aborto, por carecer su conducta del carácter peligroso que se precisa para el delito (tentativa irreal). Y su representación subjetiva no es suficiente, aunque se trate del propósito de cometer un delito, como para justificar la intervención penal. Cfr. también C.72. ¡Inténtelo usted mismo! http://www.unav.es/penal/delictum/ C.44 «El acusado Francisco Javier D. de la I., mayor de edad y sin antecedentes penales, el día 25 de julio de 1997 sobre las 3.45 horas transitaba por la calle Cantín y Gamboa de esta ciudad, cuando al llegar a la altura del número 35 de dicha vía, se detuvo y creyendo que no era visto sacó de una bolsa que llevaba, una llave de las denominadas fijas y con esta herramienta trató de forzar la persiana metálica que cerraba un local en el número antes mencionado, propiedad de "Cáritas Diocesana", deteniéndose en la operación al darse cuenta de que se acercaba un transeúnte, apartándose entonces un poco hacia la calle Asalto en donde fue detenido por agentes de la Policía Nacional que habían descubierto su actuación. En la bolsa que portaba el acusado se ocupó además de la llave que utilizó para intentar quebrantar la persiana otra del mismo tipo de mayor tamaño. No se produjeron desperfectos». (SAP Zaragoza núm. 23/1999, Sección 1ª, de 19 enero; ponente Cantero Aríztegui, ARP 117). AA.4 Notas de Derecho Anglo-Americano Se entiende por tentativa (attempt) el acto de realizar cierto esfuerzo para completar una determinada acción pero sin alcanzar el éxito. Se realiza con la intención de cometer un crimen pero falla momentos antes de que éste se complete. De acuerdo con el «Model Penal Code» la tentativa o attempt incluye cualquier paso sustancialmente importante para la comisión de un delito. http://www.unav.es/penal/delictum/ ¿Se llega a consumar el delito? ¿En qué medida influye la voluntad del autor? 70 Los tipos incongruentes (I: la tentativa) Attempt engloba casos fallidos, frustrados, que deben ser castigarse como tentativas de crimen. Sin embargo, no es tan sencillo determinar cuándo se da el attempt. Se diferencian claramente aquellos actos que, aun siendo parte de un proceso criminal suponen un delito independiente y deben castigarse como tal (consummated offence) de aquellos que dependen en cualquier caso de un crimen principal y no generan responsabilidad (inchoate offence). Uno de los problemas que se plantean es el de cuándo los comportamientos de un determinado proceso criminal deben ser penalizados y cuándo no. Los códigos europeos defienden una penalización restrictiva atribuyendo responsabilidad cuando así lo determine el código. La legislación anglo-americana es mucho más laxa en este aspecto, lo que deriva en un debate doctrinal entre dos teorías claramente diferenciadas: objectivist theory (teoría objetiva) y subjectivist theory ( teoría subjetiva). La teoría objetiva exige, para que una determinada acción genere responsabilidad, que la conducta del autor suponga objetivamente una violación de acciones prohibidas y que, subjetivamente, el agente tenga una clara intención de violar la ley. Únicamente entonces podrán castigarse sus acciones. La teoría subjetiva no cuestiona estas premisas pero centra su argumentación en la intención de infringir la ley por parte del autor. Para sus defensores la insistencia clara en la realización de una acción, independientemente de si ésta supone o no delito, debe generar responsabilidad si es realizada con el fin de cometer un delito. Para saber más SILVA SÁNCHEZ, «La regulación del iter criminis (artículos 16-18)», en El nuevo código penal. Cinco cuestiones fundamentales, Barcelona, 1997, pp 121-157. MIR PUIG, Derecho penal. Parte general, Barcelona, pp 286-304. ROXIN, Derecho penal. Parte general, I, trad. Luzón/Díaz/de Vicente, Madrid, 1997, pp 456-508. Para seguir trabajando: http://www.unav.es/penal/delictum/ José Antonio G.R., que conducía a 60 km./h., atropelló a una viandante en un vial C.45 urbano, en el que se halla limitada la velocidad a 40 km./h. Tras atropellarla, descendió del vehículo y se acercó a la víctima, con patentes muestras de nerviosismo, adoptando la decisión de huir de inmediato, sin adquirir certeza de si estaba frente a un cadáver o frente a un herido. La víctima había fallecido de forma inmediata al ser atropellada. (STS 20 de diciembre de 1991, caso citado por SILVA SÁNCHEZ/BALDÓ LAVILLA/CORCOY BIDASOLO, Casos de la jurisprudencia penal con comentarios doctrinales, Barcelona, 1997, págs. 371-372). http://www.unav.es/penal/delictum/ 71 4.ª VOCABULARY: Attempt Consummated offence Inchoate offence Objectivist theory Subjectivist theory 4.ª Los tipos incongruentes (I: la tentativa) C.46 «Ocurrió que la cocinera, deseando desembarazarse de la doncella de la casa, en que ambas prestaban sus servicios, que era su rival en amores, colocó debajo de la cama de aquélla una cantidad insignificante de pólvora, que al inflamarse, produjo una pequeña explosión, sin que la doncella sufriera daño alguno, con gran desencanto de la cocinera, que esperaba verla saltar por los aires en pedazos» (caso doctrinal propuesto por VON ROHLAND, recogido en SILVA SÁNCHEZ/BALDÓ LAVILLA/CORCOY BIDASOLO, Casos de la jurisprudencia penal con comentarios doctrinales, Barcelona, 1997, pág. 371). C.47 «Sobre las 19.45 horas del día 9 de julio de 1998 el acusado Ramón V. N., mayor de edad, conducía el turismo de su propiedad Citroën ZX, PO-...-AX por la C-550, en Dena-Meaño; en el punto kilométrico 36,750 estaba estacionado el turismo Ford Escort PO-...-BK, a cuyo volante se encontraba Isabel S. P.; fuera del turismo y descargando bultos por el portón trasero se encontraba su hija Isabel P. S. y el hijo menor de ésta, de tres años de edad, estaba en el interior del vehículo, en la parte trasera. Al llegar el turismo que conducía el acusado a la altura del Citroën estacionado y en paralelo al mismo, el ocupante que le acompañaba en el asiento del copiloto, y que no ha sido identificado, asomándose por la ventanilla lateral derecha y a unos 60 cm de distancia efectuó un disparo contra el Ford Escort, llegando a impactar el proyectil contra la esquina superior de la ventanilla trasera derecha, y sin detenerse prosiguió su marcha. No consta que entre el acusado y el autor material del disparo hubiera concierto o acuerdo previo en la acción ejecutada por el segundo. […] Minutos después, el acusado fue detenido a las 20.25 cuando se encontraba en el bar "Ye-Ye", sito en el cruce de la carretera de Vilariño con Barrantes, adonde había acudido con el acompañante autor del disparo; en el bolsillo de la puerta lateral derecha del vehículo se encontraba la pistola semiautomática marca Manurhin de calibre 7,65 mm con número de identificación 368.286, en perfecto estado de funcionamiento, con la que se había efectuado el disparo» (SAP Pontevedra núm. 1/2002, Sección 1ª, de 30 enero, ARP 247, ponente Picatoste Bobillo). C.48 «Resultando probado y así se declara que el día 7 de septiembre de 1996, sobre las 6.35 horas, miembros de la Guardia Civil tuvieron conocimiento que se estaba produciendo un alijo de hachís en la playa del Coral Beach, término municipal de Marbella. Dirigiéndose al lugar y cuando llegaron al mismo vieron a una furgoneta, matrícula H1-...-LJU, que circulaba a gran velocidad, con las luces apagadas, procedente de la playa. Con el fin de poder detener a la misma atravesaron el coche oficial, matrícula PGC-...-T, impactando la furgoneta contra el mismo, al no hacer maniobra de frenada alguna, siendo detenido el conductor de la misma Sergio L. de C., mayor de edad y sin antecedentes penales. Ocupándose en la furgoneta tres garrafas con 75 l de gasolina, un teléfono móvil y teniendo la misma los asientos traseros quitados. Dirigiéndose posteriormente a la zona de donde venía la furgoneta y encontrándose 27 bultos, con un total de 810 kilos de hachís con un valor de 162.000.000 de pesetas, y entre los mismos un transmisor Motorola que estaba conectado con el teléfono que fue encontrado en la furgoneta. La droga aprehendida iba a ser cargada por Sergio L. de C. y estaba destinada a donación o venta para terceras personas» (29 de marzo de 1999, RJ 3129, ponente Bacigalupo Zapater). C.49a «Alvaro , mayor de edad y ejecutoriamente condenado, entre otras por sentencia firme de fecha 14/7/00 por delito de robo violento, a la pena de 2 años de prisión, sobre las 2:15 horas del día 15 de mayo de 2002,con ánimo de apoderarse de lo que pudiera, pretendía, subido en una marquesina, forzar el barrote de una ventana y penetrar en la panadería …, propiedad de Jose Luis. Sita en la calle … de http://www.unav.es/penal/delictum/ 72 Los tipos incongruentes (I: la tentativa) Santander, cosa que no logró por la rápida intervención policial, que allí mismo procedió a su detención» (SAP Cantabria núm. 12/2004, Sección 3ª, de 16 febrero, JUR 82888, ponente Arias Berrioategortua). C.49b Los procesados aplicaron una palanca sobre la puerta del supermercado Mercadona de la ciudad de Girona, calle…, a través de la cual consiguieron entrar en una dependencia del establecimiento en el que sólo había contenedores de basura. A la vista de lo cual abandonaron el lugar sin poder llevarse nada consigo del establecimiento. (SAP Girona 7 de junio de 2004, RJ 422, ponente Escobar Marulanda). C.49c «[La víctima] había sido introducida en España por una vecina suya en Nigeria, la acusada Flora, mayor de edad y sin antecedentes penales, quien antes de iniciar el viaje, en diciembre de 2001, le había sometido al rito del "vudu", cortándole pelo de la cabeza así como las uñas de las manos, para asegurarse que accedería a todas sus pretensiones; que prometió darle un trabajo de peluquera, pero una vez en España la retenía en su domicilio y la obligaba a prostituirse en varios clubs, como el "Gallo de Oro", donde fue detenida por la policía. Que la golpeaba, sino accedía a sus pretensiones y no le daba el dinero que recaudaba con esa actividad y que le había hecho entregas por un importe total de veintiséis mil euros. […] Así procedían durante el primer año de estancia, pues después la permitían marchar sola en el tren o el autobús; que llegó a estar un mes escapada, pero volvió por miedo al "vudu" que le había practicado J.; que les había hecho entregas del dinero que ganaba hasta llegar a los catorce mil euros de los veinticinco mil que le exigían. Al iniciar una relación de noviazgo, se marchó nuevamente del domicilio y, siguiendo los consejos de su pareja, formuló denuncia, por no haber accedido los acusados a reintegrarle parte del dinero que les había entregado.» (STS de 25 noviembre de 2005, RJ 2006\186, ponente Giménez García). http://www.unav.es/penal/delictum/ 73 4.ª