Pasarlo bien

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medad y la misma muerte se deben vivir y disfrutar –¡sí, disfrutar!– desde
la alegría pascual.
mentalidad nueva
Ahora bien, el secreto de esta fruición pascual se encuentra en la
actitud confiada de abandono en manos de Dios. Cuando el corazón
vive inquieto es señal de que no es libre, porque se han trenzado lazos
y dependencias con personas y cosas. Por el contrario, la libertad verdadera se alcanza cuando desplegamos la propia vida ante el Señor y, así,
bien desnudos y pobres, dejamos que Él la modele según su designio
amo­roso. Por ello, en la medida en que Dios-amor actúa libremente en
ca­da uno de nosotros, somos libres. No se trata de un contrasentido:
de­ja­mos actuar a Dios y, a continuación, logramos una libertad que nos
hace disfrutar de la plenitud del cielo y, al mismo tiempo, de las criaturas
del Se­ñor en la tierra.
La libertad de Dios –escribe F. Casanovas– es la libertad del ser huma­
no. Pero esta libertad no quiere decir hacer simplemente lo que a uno
le gusta. Cuando Jesús afirma que su alimento es hacer la voluntad del
Padre (cf. Jn 4,34), nos enseña que la libertad es una experiencia de diálogo vivida en la confianza amorosa hacia el Padre. No hay, entonces, una
experiencia de placer más gratificante que la de encontrar el «tú» con el
que mantener un diálogo continuo de amor enamorado. Es importante
saber disfrutar y saber sufrir, saber vivir y saber morir, pero lo verdaderamente definitivo es cultivar y hacer progresar la relación nupcial con el
amor de nuestra vida, Jesucristo, que se nos hace presente en el rostro
humano del hermano.
Pasarlo bien
Pere Fibla
Seminario del Pueblo de Dios
C. Girona, 7, 3r 1a - 08010 Barcelona
Tel. 93 301 14 16
editorial@spdd.org
www.spdd.org
Ilustración: María Cardoso
Pasarlo bien, 2011
cardoso_maria@yahoo.com
Dep. Legal: B-42123-1983
Pensamientos 99 - octubre de 2011
Pasarlo bien
De hecho, todo lo que es verdaderamente humano ha sido asumido
y redimido por el Verbo encarnado, Jesucristo. Por eso, el hombre y la
En la medida que Dios-amor actúa libremente en cada
uno de nosotros, somos libres. La libertad de Dios es la
libertad del ser humano. Hay que dejarle actuar y, con docilidad, seguir su santa, sabia y feliz voluntad.
mujer de fe deben aprender a disfrutar de la vida que Dios nos regala.
El Señor quiere que nos lo pasemos bien y que no nos
ate nada ni nadie.
y a la privación» (Flp 4,12).
Nos quiere ver volar y cantar contemplando las maravillas de su amor en la naturaleza y en la humanidad, disfrutando del placer de la vida con alegría pascual.
No debería haber, por tanto, una dimensión de la existencia que quedara
fuera del ámbito de la fe. San Pablo nos dice: «Sé andar escaso y sobrado.
Estoy avezado a todo y en todo: a la saciedad y al hambre; a la abundancia
El creyente aprende así a disfrutar en lo poco y en lo mucho. En la
enfermedad experimenta el placer de ofrecerse a sí mismo en la ofrenda
que Cristo hace de sí mismo en la cruz. En el ágape y en la fraternidad
aprende a degustar cómo «¡es bueno y da gusto que los hermanos convivan juntos!» (Sal 133,1). En el dolor punzante de las discordias y persecu-
fundador del Seminario del Pueblo de Dios
ciones escucha la voz del Maestro que nos dice: «Bienaventurados seréis
cuando os injurien y os persigan y digan con mentira toda clase de mal
contra vosotros por mi causa» (Mt 5,11), etc.
El Señor quiere que lo pasemos bien y que no nos ate nada ni nadie. Hay,
por tanto, una manera de pasarlo bien en clave cristiana. Mejor dicho,
GLOSA
sólo se lo pasa verdaderamente bien quien integra todas las dimensio-
«Pasarlo bien» es una expresión jovial que muestra el anhelo humano
nes humanas en el gozo del Espíritu. Por un lado, se trata de deshacerse
de vivir a pleno pulmón. Pero esto no tiene nada que ver con el hedonis-
de todo vínculo esclavizador, y por otro, el Señor nos quiere ver volar y
mo, que sería buscar el placer en las sensaciones. Hay, también, quienes
cantar contemplando las maravillas de su amor en la naturaleza y en la
piensan que hemos venido a este mundo sólo a sufrir. Pero no podemos
humanidad, disfrutando del placer de la vida con alegría pascual.
contraponer el anhelo humano de felicidad a la necesidad de una vida
Los bautizados debemos reencontrar el lenguaje del placer en la
austera y religiosa, porque haríamos de Dios un rival del hombre. Dios
normalidad de cada día. Pero hablamos de un placer que abarca toda la
no nos ha creado para el sufrimiento, sino para la felicidad y la plenitud.
persona: cuerpo, mente, alma y espíritu. Toda la persona vive empapada
En todo caso Él nos hace descubrir a través del sufrimiento y de la cruz
de la unción del Espíritu que nos hace disfrutar de una vida nueva en la
el sentido pleno de la felicidad.
gloria del Resucitado. Y ya hemos dicho más arriba que la cruz, la enfer-
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