Prefacios del Robinson Crusoei Autobiografía: Robinson Crusoe como historia alegórica Daniel Defoe [Prefacio al Volumen II de Robinson Crusoe]* El éxito que la primera parte de esta obra ha encontrado en el mundo, no ha sido otro que el correspondiente a la llamativa variedad de su tema y a su agradable modo de ejecución. Todos los esfuerzos de la gente envidiosa por desestimarlo como un romance, por detectar errores en la geografía, inconsistencia en el relato y contradicciones en los hechos, demostraron ser infructuosos, y tan impotentes como maliciosos. El uso moral de cada incidente, las útiles inferencias religiosas que se derivan de cada parte, certifican la buena intención de hacerlo público, y deben legitimar todos los pasajes que puedan ser llamados invención o parábola en la historia. La segunda parte, si cuenta la opinión del editor, es (contrariamente a lo acostumbrado con las segundas partes,) tan entretenida como la primera en todo sentido, contiene incidentes igualmente extraños y sorprendentes, y la misma dosis de variedad en ellos; su uso moral no es menos serio o adecuado, tampoco; y sin duda, tanto para el lector serio como para el ingenuo, será igual de provechosa y entretenida; esto hace que las versiones abreviadas1 sean tan escandalosas como deshonestas y ridículas, pues creyendo que al acortar el libro reducen su valor, lo despojan de todas esas reflexiones, tanto religiosas como morales, que no sólo son las más altas bellezas de la obra sino que han sido calculadas para la infinita ventaja del público. Así dejan la obra desnuda, sin sus ornamentos más brillantes; y si al mismo tiempo sugieren que el autor ha sacado el relato sólo de su invención, le quitan la enseñanza que solo recomienda esa invención a los hombres sabios y buenos. Los daños que estos hombres infligen al propietario de esta obra es resultado de una práctica que todos los hombres honestos abominan; y él los desafía a que muestren la diferencia entre eso y asaltar los caminos o irrumpir en una casa. Si no pueden mostrar diferencia en el crimen, les costará mostrar diferencia en el castigo: y él les dice con respecto a esto que no ahorrará ninguna acción para hacer justicia. Daniel Defoe [Prefacio al volumen III de Robinson Crusoe]* Como se dice que la concepción de las cosas está primero en la intención y luego en la ejecución, así vengo ahora a revelarle a mi lector que el presente trabajo no es, simplemente, el producto de los dos primeros volúmenes, y que ellos pueden ser * De: The Farther Adventures of Robinson Crusoe (London, 1719). Una versión pirata abreviada, impresa para T. Cox en la Amsterdam Coffe-House, apareció en oferta, a comienzos de agosto, a dos peniques, compitiendo así con la oferta de la edición autorizada de Robinson Crusoe, de W. Taylor, que se vendía por cinco. * De: Serious Reflections during the Life and Surpirsing Adventures of Robinson Crusoe (London, 1720). 1 considerados producto de éste. La fábula2 siempre se hace para ilustrar la moraleja y no la moraleja para la fábula. He oído que la parte envidiosa y mal dispuesta de este mundo presentó algunas objeciones a los dos primeros volúmenes, alegando, a falta de mejores razones, que (como ellos dicen) la narración es falsa, que los nombres son prestados y que todo es un romance3; que nunca existió tal hombre y lugar, o tales circunstancias en la vida de un hombre; que está todo trabajado y embellecido por la invención para convencer al mundo. Yo, Robinson Crusoe, conservando aun mente y memoria en perfecta y saludable condición, y agradeciendo a Dios por ello, declaro aquí que la objeción es un invento escandaloso en el propósito y falso en los hechos, y afirmo que el relato, aun siendo alegórico, es histórico4, y que es la bella representación de una vida de desgracias nunca vistas, y con una variedad que no se encontrará en el mundo, sinceramente adaptada y concebida en función del bien común de la humanidad, y pensada desde el comienzo, tal como se demuestra ahora en mayor grado, para los más serios usos. Más aun, que hay un hombre vivo, y muy célebre, las acciones de cuya vida constituyen el justo tema de estos volúmenes, y a quien todo o parte del relato alude de la forma más directa, esto puede ser aceptado como verdad y en defensa de ello pongo mi nombre. La famosa historia de Don Quijote, una obra que muchos leen con placer, para el que conoce su sentido, fue una historia emblemática y una sátira justa del duque de Medina Sidonia, una persona muy destacada en España por la época. Para los que conocían el original, las figuras estaban vivas y se descubrían a sí mismas fácilmente, como también ocurre aquí, y las imágenes eran justas; y por lo tanto, cuando un escritor malicioso, pero necio5, en la plenitud de su bilis, habló –según sus palabras– del quijotismo de R. Crusoe, puso en evidencia que no entendía nada de lo que decía; y acaso le resulte un poco chocante que le diga que lo que empleó con fines satíricos fue el mejor de los panegíricos. No dejando que el lector sufra explicaciones más detalladas del asunto, le hago saber que las felices deducciones que me propuse derivar de las circunstancias de mi relato, van a compensarle abundantemente el que no posea el original para explicar el emblema; y que en mis observaciones y reflexiones de cualquier tipo en este volumen, cuando menciono mis períodos de soledad y de retiro, y aludo a las circunstancias del relato precedente, todas esas partes del relato son hechos reales en mi historia, cualesquiera sean las luces prestadas con que las represente. Así, el miedo y las fantasías que siguen al descubrimiento de las huellas humanas, y la sorpresa de la cabra vieja, y la cosa que daba vueltas en mi cama, y mi salto de terror, son narraciones históricas y reales; como lo son, también, el sueño de ser raptado por mensajeros, de ser arrestado por oficiales, el modo en que fui llevado a la costa por el oleaje del mar, el barco de fuego, la descripción del hambre; el relato de mi hombre Viernes, y muchos otros pasajes, muy concretos, que comentaré aquí, y cualquiera sobre el que haga alguna reflexión religiosa, son todos históricos y verdaderos en los hechos. Es totalmente cierto que tuve un loro y que le enseñé a llamarme por mi nombre, y un sirviente, primero salvaje y luego cristiano, cuyo nombre era Viernes, que me fue quitado por la fuerza y que murió en manos de quienes lo secuestraron, con lo que quiero decir que fue asesinado; todo esto es literalmente cierto, y si quisiera hacer revelaciones, muchas personas podrían testificar. La buena conducta de Viernes y su asistencia también hacen justa referencia a las ayudas que recibí de ese fiel salvaje en mis soledades y desgracias verdaderas. El cuento del oso en el árbol, y la lucha con los lobos en la nieve, también es asunto de historia verdadera; y en una palabra, las aventuras de Robinson Crusoe son el esquema completo de veintiocho años de una vida real que transcurrió en las circunstancias más 2 La narración. Ficción. 4 Esto es, verdadero y sustentado en los hechos. 5 El panfleto de Charles Gildon "La vida y extrañas y sorprendentes aventuras del señor D. de F.", aparecido en 1719, atacaba a Defoe y los dos primeros volúmenes de Robinson Crusoe. Este prefacio al tercer volumen es en buena medida una respuesta a la crítica de Gildon. 3 errantes, desoladas y angustiosas que haya jamás padecido un hombre, y en la cual viví tanto tiempo una vida de maravillas entre continuas tormentas, luché con la peor clase de salvajes y comehombres por incontables y asombrosos incidentes; fui alimentado por milagros más importantes que el de los cuervos; sufrí todo tipo de violencias y humillaciones, reproches injuriosos, desprecio de los hombres, ataques de los demonios, enmiendas del cielo y oposiciones en la tierra; tuve tantos altos y bajos en lo concerniente a la fortuna; estuve en un cautiverio peor que el turco, del cual escapé por una maniobra exquisita, como esa en el relato de Xury y el bote en Sallee; fui llevado al mar en la desesperación; me levanté de nuevo y fui de nuevo aplastado; y eso con más frecuencia quizás en la vida de un hombre que lo que jamás se supiera de nadie; naufragué mucho, aunque más en tierra que en el mar. En suma, no hay una circunstancia en el relato imaginario que no tenga su justa alusión al relato real y que concuerde parte a parte, paso a paso, con la inimitable vida de Robinson Crusoe. Del mismo modo, cuando en estas reflexiones hablo de tiempos y circunstancias de acciones particulares o de incidentes ocurridos en la soledad de mi vida en la isla, un lector imparcial será justo si lo toma como lo que es; o sea, que se dice de, o se remite a, esa parte de la narración real con respecto a la cual la vida en la isla es la alusión justa; y con esto creo que no solamente queda explicada la narración sino también muy justamente aprobada la parte real. Por ejemplo, en la última parte de este trabajo, llamada la “Visión”, empiezo diciendo: “Cuando estaba en el reino de mi isla, tenía multitud de extrañas ideas acerca de mis alucinaciones, etc.” Todas estas reflexiones son el justo registro histórico de un estado de aislamiento obligado de mi historia real que se representa por el confinamiento en una isla; y es tan razonable representar un tipo de encarcelamiento por otro, como lo es representar cualquier cosa que realmente existe con otra que no existe6. El episodio de mi sobresalto por la cosa en mi cama fue palabra por palabra un registro histórico de algo que pasó, y en efecto todas las cosas experimentaron muy poca alteración, salvo la que implica trasladar la escena de un lugar a otro. Mis observaciones sobre la soledad son las mismas, y creo que no debo seguir repitiendo que lo mismo de todas las referencias que se hacen aquí debe advertirse en las memorias de los volúmenes precedentes, y se recomienda al lector que decida por sí mismo a medida que avanza. Al margen de todo esto, aquí está el único fin bueno y justo para toda parábola o historia alegórica que haya venido a ocurrir, esto es, que ayude al progreso moral y religioso. Aquí se recomienda paciencia invencible en la más terrible miseria; aplicación infatigable y firme resolución en las circunstancias más desalentadoras. Digo, estas actitudes se recomiendan como el único camino para atravesar esos misterios y su éxito parece suficiente para estimular a la criatura más descorazonada del mundo. Si hubiera adoptado el modo habitual de escribir la vida privada de un hombre, y les hubiera ofrecido la conducta o la vida de un hombre que ustedes conocieran, y de cuyos infortunios y debilidades acaso se hubieran burlado injustamente alguna vez; todo lo que podría haber dicho no habría reportado ninguna diversión, y apenas habría tenido lectores y, en el mejor de los casos, no hubiera despertado interés; el maestro, como el más grande debe serlo, no sería honrado en su propio país. Los hechos que son elaborados para alcanzar el espíritu, deben ser extraños y para algunos totalmente desconocidos. Incluso los milagros del bendito salvador del mundo sufrieron la burla y el desprecio cuando se pensaba que habían sido realizados por el hijo de un carpintero; alguien de cuya familia y original tenían una pobre opinión, y cuyos hermanos y hermanas eran gente común como ellos. Todavía, sin embargo, queda pendiente una cuestión: si la instrucción de estas cosas tendrá lugar, cuando acepten que la escena, situada tan lejos, tuvo su original tan cerca de casa. Pero lejos estoy de preocuparme por eso, sintiendo que puedo estar seguro de que, si la obstinación de nuestra época cerrara los oídos a las justas reflexiones de este volumen, y a 6 Albert Camus cita esta observación como epígrafe de su novela Las ratas, 1948. las acciones anotadas en los precedentes, llegará una época en que los espíritus de los hombres serán más flexibles, en que no tengan espacio los prejuicios de sus padres y en que las reglas de la virtud y la religión justamente recomendadas, serán más gratamente recibidas de lo que acaso sean ahora, una época en que los hijos se levanten juiciosos contra sus padres, y una generación sea edificada por esa misma enseñanza que otra habrá despreciado. Rob. Crusoe. Daniel Defoe Serias observaciones* Introducción Habré aprovechado poco mis años solitarios y errantes si, luego de semejante escena de hechos asombrosos, como puedo llamar a mi vida, no tuviera nada que decir y no hubiera hecho ninguna observación que pudiera ser útil e instructiva, así como placentera y divertida para aquellos que vendrán después de mí. Cap. I SOBRE LA SOLEDAD Cuán incapaces de hacernos felices y cuán ineptos para una vida cristiana. Pueden estar seguros de que he revisado con frecuencia, y con diferentes pensamientos, mis nociones acerca de la larga y tediosa vida de soledad que he representado para el mundo, y de la que ustedes deben haberse formado algunas ideas de la vida de un hombre en una isla. A veces me he preguntado cómo pude soportarla, especialmente en los primeros años, cuando el cambio era violento y forzado, y mi naturaleza totalmente ignorante de cualquier cosa parecida. A veces también me he preguntado por qué debería haber pena o aflicción; al contemplar todo el drama de la vida que llevamos en este mundo, me parece que la vida en general es, o debería ser, un único acto de soledad. Pero veo que es natural juzgar la felicidad por la medida en que se adapta o no a nuestras inclinaciones. Todas las cosas se mueven en nuestros espíritus mediante innumerables movimientos circulares, que nos tienen como centro a nosotros mismos. Juzgamos acerca de la prosperidad, la aflicción, la alegría y la pena, la pobreza y la riqueza, y todas las varias escenas de la vida, digo, las juzgamos por su relación con nuestro yo: llevándolas hacia allí, las traemos a casa, como a las carnes que tocan el paladar con el cual las saboreamos; la parte alegre del mundo y la parte tediosa son una sola, y la llaman placentera o displacentera, según se acomoda a nuestro gusto. El mundo, digo, no es nada para nosotros fuera de lo que significa para nuestra inclinación. Toda reflexión es devuelta a casa, y nuestro querido yo es, en un sentido, el fin de nuestra vida. De aquí que pueda decirse con exactitud que el hombre está solo en medio de las multitudes y los apuros de los hombres y las ocupaciones. Todas las reflexiones que hace son para él mismo; todo lo que es molesto y penoso es saboreado solamente por su propio paladar. ¿Qué son las desgracias de otros hombres para nosotros? ¿Y qué nos importa su felicidad? Algo puede conmovernos, por el poder de la simpatía, y un giro secreto de los afectos; pero toda reflexión sólida está dirigida a nosotros mismos. Nuestras meditaciones son pura soledad en la perfección; nuestras pasiones se ejercitan en el retiro; amamos, * De: Serious Reflections during the Life and Surprising Adventures of Robinson Crusoe (London, 1720) 1-4. odiamos, codiciamos, gozamos, todo en privacía y soledad. Cuando comunicamos esas cosas a otro, lo hacemos para que nos ayuden a concretar nuestros deseos; el fin está en casa; el gozo, la contemplación, es todo soledad y retiro; gozamos para nosotros; y sufrimos para nosotros. ¿Qué es entonces el silencio de la vida? ¿Y cómo puede resultar penoso si el hombre tiene la voz de su alma para hablarle a Dios y para hablarse a sí mismo? Al hombre que es compañía para sí mismo no puede faltarle conversación; y aquel incapaz de conversar provechosamente consigo mismo, no puede conversar con nadie. Y sin embargo hay muchas razones por las cuales una vida en soledad, según lo que la época entiende por soledad, no es adecuada para la vida de un cristiano ni para la de un hombre sabio. Sin profundizar en las ventajas de la soledad y cómo debe ser administrada, deseo que se me escuche hablar de lo que la soledad es realmente. Pues debo confesar que tengo sobre ella ideas distintas a las que suscribe generalmente el mundo, y distintas también de aquellas a partir de las cuales actuaban los pueblos de los tiempos primitivos, y de tiempos posteriores también, dispersándose en desiertos y lugares poco frecuentados, o confinándose en monasterios, celdas y otros lugares parecidos, retirados, como dicen, del mundo. Todo lo cual, creo yo, carece de eso que denomino soledad y no responde a los verdaderos fines de la soledad, y mucho menos a esos fines que pretenden buscar luego aquellos que más han hablado de los retiros del mundo. En cuanto al confinamiento en una isla, si la escena hubiera sido situada allí por este mismo fin, no estaría totalmente equivocado. Debo reconocer que allí se suprimieron todos los placeres del mundo y se restringió la sociedad humana. Pero todo eso no era soledad. De hecho, ninguna parte de la narración lo era, excepto esa en que me entregué a la contemplación de cosas sublimes, y esa fue una parte muy breve, como mis lectores bien saben, en comparación con el extenso período de años que duró mi forzado retiro. Es evidente, por lo tanto, que como no encuentro en el retiro forzado a una isla nada que sea retirado, no estando los pensamientos en la calma requerida por un estado de retiro, ni durante un tiempo suficiente; así, puedo afirmar que disfruto mucho más la soledad en el medio de la mayor colección humana del mundo, esto es, Londres, mientras escribo esto, que lo que puedo reconocer haberla disfrutado en veintiocho años de confinamiento en una isla desierta i Nota. El mayor problema de traducción, en vinculación con el programa, es el juego entre "Story" y "History", permitido en inglés pero no en español. Para resolverlo, se optó por utilizar los términos "relato", "narración" y "episodio" como equivalentes de "story", evitando así confusiones con "history", a la que hemos traducido por "historia". Otro problema es la presencia del vocabulario de instrucción moral, decaído en nuestra época y nunca muy fuerte en nuestra cultura. Traducimos "Application" como "uso moral", entendiendo por esto aplicación práctica, moral, de un episodio narrado. La recurrencia de la palabra "just", "justo", debe entenderse en los dos sentidos que también posee en español, como "adecuado a la moral" y "exacto" u "oportuno". Hemos normalizado la puntuación y el uso de las mayúsculas. Traducido de Daniel Defoe. Robinson Crusoe. A Norton Critical Edition. An Authoritative Text, Contexts, Criticism. Ed. Michael Shingael. Londres, Nueva York, W.W. Norton & Company, 1994. Consignas: Una vez leídos los prefacios, responder las consignas en forma de ensayo. 1. [Prefacio II] ¿Cuál es el punto de ataque del autor y qué cualidades rescata del texto? 2. [Prefacio III y Serias Observaciones] ¿Cuál es el concepto de ficción estética de la época? ¿Por qué adopta la persona de Robinson Crusoe para escribir este prefacio? ¿Cuáles son sus objeciones y cuál es su concepto de soledad?