Nacionalizar la banca

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ARTICULO DE OPINION
NACIONALIZAR LA BANCA
A lo largo del período 1800-2008, las economías avanzadas han conocido una sucesión constante
de crisis bancarias; sólo en el período que transcurre desde la Segunda Guerra Mundial en adelante,
en todo el mundo se han registrado unas 138.1
Hay dos clases de crisis bancarias: el estrés financiero (moderada) y la sistémica (grave). En el caso
del estrés financiero, la insolvencia del banco sólo afecta al capital de los accionistas, que se
evapora tras la quiebra. Pero en el caso de las crisis sistémicas, los efectos adversos sobre otros
agentes económicos pueden ser muy graves –que los especialistas denominan ‘economías externas
negativas’-, afectando a la marcha general de la economía.2
Sin embargo, no hay una definición objetiva aceptada de cuando un problema en el sector bancario
se convierte en sistémico. Esta incertidumbre y la posibilidad de contagio a otros bancos –por las
nutridas relaciones que existen entre ellos-, sugiere que un problema puede tener implicaciones
sistémicas, incluso si sólo una pequeña porción de los activos del sistema bancario se han
deteriorado.3
La más importante crisis sistémica ocurrió durante la Gran Depresión de los años 30 del siglo
pasado, que dejó tras de sí una larga estela de quiebras bancarias, y que obligó a los gobiernos a la
1
Carmen M. Reinhart y Kenneth S. Rogoff: Esta vez es distinto. Ocho siglos de necedad financiera,
Madrid, ed. Fondo de Cultura Económica, 2011, pp. 176 y 193.
2
Kenneth M. Ayotte y David A. Skeel Jr.: “Bankruptcy or bailouts?”, en Scholarship at Penn Law,
Paper 268 (Mayo, 2009), p. 2. Disponible en <http:Isr.nellco.org/upenn_wps/268>
3
Gerard Caprio Jr. y Daniela Klingebiel: “Bank insolvency: bad luck, bad policy, or bad banking?”,
en Annual Worl Bank Conference on Development Economics, The World Bank for Reconstruction and
Development (1996), p. 5. Disponible en <http://siteresources.worldbank.org/DEC/Resources/1870
1_bad_luck.pdf>
nacionalización de buena parte de estos bancos. Empero, se consideró que esta medida debía tener
un carácter transitorio, y cuando se pudo se procedió a la privatización de los bancos.
Algo semejante está ocurriendo en la presente crisis financiera: las nacionalizaciones comenzaron
en los EE.UU. y Gran Bretaña (que curiosamente son los focos del conservadurismo político
contemporáneo) y se extendieron a otros países desarrollados... como en España, donde cinco
bancos (Novagalicia, CatalunyaCaixa, Banco de Valencia y Bankia) esperan ser pronto privatizados
y otro (Unnim), ya ha sido subastado.
Empero, existen poderosos argumentos para defender el carácter público del sistema bancario, y
que rara vez aparecen en los medios de comunicación convencionales. Por ello, creemos oportuno
difundirlos para una mejor información de la ciudadanía.
Primero. Las medidas externas de control y regulación del sistema bancario son, según el
historiador de las finanzas Charles Kindleberger, ineficaces, pues tanto los bancos como las
agencias reguladoras las ignoran en la práctica. Además, según este mismo historiador, hacer que
estas medidas fuesen más estrictas no ayudaría mucho: la mala gestión de los bancos es difícil de
detectar, y cuando incurren en fraude aún más.4
Al final, se termina por recurrir al ‘rescate bancario’ con dinero público, solución que plantea los
siguientes problemas:
•
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Los costes fiscales para el Estado de las crisis bancarias sistémicas pueden ser sustanciales: una
muestra de 37 países en el período 1970-2007, arrojó un resultado medio de aproximadamente
el 13.3 % del PIB de los países afectados.5
La recapitalización de los bancos puede no ser suficiente si estos tienen mucho invertido en
‘activos tóxicos’, es decir activos muy depreciados –como sucede en todo ‘crac’ posterior al
estallido de una burbuja especulativa. Para enjugar sus pérdidas, los bancos se verán obligados
a vender activos, con lo que los precios de los mismos caerán aún más, lo cual aumentará las
necesidades de capital de los bancos; y vuelta a empezar. Para que las ayudas a los bancos no
sea tirar dinero a un pozo sin fondo, el economista Paul De Grauwe sostiene que es necesario
que los gobiernos ayuden a mantener el precio de estos activos, mediante compras masivas.6
Naturalmente, ello aumentaría el coste fiscal de los rescates bancarios.
4
Charles p. Kindleberger: Manías, pánicos y cracs. Historia de las crisis financieras, Barcelona, ed.
Ariel, 1991, pp. 205 y s.
5
Luc Laeven y Fabian Valencia: “Systematic banking crisis: a new databse”, en IMF Working Paper
08/224, Fondo Monetario Internacional (Noviembre, 2008), p. 24. Disponible en <http://www.imf.org/
external/pubs/ft/wp/2008/wp08224.pdf>
6
Paul De Grauwe: “The banking crisis: causes, consequences and remedies”, en CEPS Policy Brief, nº
178 (Noviembre, 2008), p. 9. Disponible en <http://210.34.5.17/UploadFile/2009-04-13-16-01-15.pdf>
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Los rescates bancarios pueden tener un coste añadido para los Estados, consistente en un
aumento del prima de riesgo de su deuda soberana, ya que los inversores juzgan que el rescate
socava la capacidad de un gobierno para hacer frente al reembolso de su deuda; esto, a su vez,
hace más profunda la crisis bancaria, al depreciar los bonos estatales en el activo de los bancos.
Así, el rescate bancario puede estabilizar el sector financiero pero constituir una ‘victoria
pírrica’ para los contribuyentes.7
Estas ayudas públicas plantean el problema que en economía se conoce como ‘riesgo moral’, es
decir que si los bancos saben que van a ser rescatados, asumirán más riesgos de los necesarios,
lo que puede dar lugar a ulteriores crisis bancarias.8
Finalmente, los políticos en el gobierno pueden rescatar bancos cuya quiebra no entraña riesgos
sistémicos, por puro interés personal: porque no quieren quedar mal ante la ciudadanía, o
porque aceptan presiones de banqueros poderosos con el fin de optar a mejores trabajos en el
sector privado. Ello redunda en detrimento de los contribuyentes y es un claro caso de
corrupción política, que se ha dado incluso en países desarrollados como Estados Unidos.9
Segundo. Si hay que rescatar a la banca con ayudas públicas para recapitalizarla, lo lógico es que el
contribuyente acceda, en contraprestación, a un derecho de control sobre la empresa bancaria. Se
trataría de actualizar aquel viejo principio que dio a luz a la democracia liberal moderna: “No
taxation without representation” (No a los impuestos sin representación).
Tercero. Podemos recordar las opiniones de Lord Keynes, posiblemente el economista más
influyente del siglo pasado. En efecto, este autor sostuvo la conveniencia de: 1) dirigir la política de
inversiones “sobre la base de consideraciones de largo alcance y en vista del interés social
general”; y 2) exonerar al capital productivo del pago del interés bancario –pues sólo por el hecho
de poseer el dinero, el capital financiero, sin añadir ningún valor a la producción, es capaz de exigir
el cobro de este interés, lo mismo que los poseedores de la tierra hacen con la renta agraria-; dicho
de otro modo, se trata de promover “la eutanasia del rentier”.10 Ambos objetivos se verían
claramente satisfechos si se concibiera el crédito como un bien público y se nacionalizase la banca.
Pero la triste coyuntura económica actual, dominada por el huracán de la crisis económica, y que
origina contradicciones sociales flagrantes -como el hecho de que el sistema bancario, que con una
mano recibe grandes sumas de dinero del Estado para su saneamiento, con la otra desahucia a miles
de familias-, nos proporciona otro argumento a favor de un nuevo estado de cosas que, como decía
7
Viral V. Acharya, Itamar Drechsler y Philipp Schnabl: “A pyrrhic victory? Bank bailouts and
sovereign credit risk”, en NBER Working Paper nº 17136, National Bureau of Economic Research
(2011), p. 1. Disponible en <http://archive.nyu.edu/bitstream/2451/31331/2/ADS_Paper_Aug2011.pdf
>
8
Robert Boyer, Mario Dehove y Dominique Plihon: “Les crises financières: analyse et propositions”,
en AA.VV.: Les crises financières, Paris, La Documentation française, 2004, pp. 147-150.
9
Frederic S. Mishkin: “How big a problem is too big to fail? A review of Gary Stern and Ron Feldman’
Too big to fail: The hazars of bank bailouts”, en Journal of Economic Literature, vol. XLIV (Diciembre,
2006), pp. 993 y s. Disponible en <http://www.business.unr.edu/faculty/rtl/791/toobigtofa
il.pdf>
10
Alessadro Vercelli: Keynesianismo, Barcelona, ed. Oikos-Tau, 1989, pp. 53 y 58.
también Keynes, se proponga “controlar y dirigir las fuerzas económicas en interés de la justicia
social y de la estabilidad social”.11
La titularidad pública de los bancos es una condición necesaria pero no suficiente para garantizar su
estabilidad futura: la historia reciente de las crisis bancarias demuestra que muchos de los bancos
que las han protagonizado, han sido de carácter estatal.12 -No hace falta mirar muy lejos para
convencernos de ello: en España hemos conocido la quiebra de las cajas de ahorros, entidades
semipúblicas pero que se han revelado sumamente corruptas y especuladoras. Así pues, otro
requisito adicional, fundamental para el correcto funcionamiento de las entidades nacionalizadas, es
el de su gobierno democrático y transparente, en el que la sociedad civil
–sindicatos,
asociaciones de consumidores y empresarios- esté ampliamente representada, trabajando con la
asesoría de funcionarios especializados.
Todos estos objetivos serían hoy fácilmente realizables si hubiese la suficiente voluntad política,
pues las bases materiales para lograrlo hace ya mucho tiempo que están dadas. En fecha tan
temprana como 1910, el marxista Rudolf Hilferding tuvo la genialidad de identificar lo que él
consideraba los dos rasgos principales del capitalismo ‘moderno’: la concentración empresarial en
pocas unidades productivas, y la fusión del capital bancario y el industrial –lo que denominó
‘capital financiero’, y que se expresa en el hecho de que los bancos asumen el control de las
empresas adquiriendo acciones de las mismas. En última instancia, según su previsión, unos pocos
bancos terminarían por ejercer “el control sobre toda la producción social.”13 Por tanto, se trataría
solamente de retirarle a unos pocos capitalistas esta inmensa concentración de poder económico a
favor de los poderes públicos.
Es este un proyecto –el de la nacionalización- que ha sido preparado intelectualmente por los
mismos políticos conservadores, acuciados por las circunstancias; en efecto, la canciller alemana
Angela Merkel reconoció, en octubre de 2008, en ocasión de unas ayudas millonarias a la banca
alemana, que “sólo el Estado puede restablecer ahora la confianza en los mercados financieros”,
añadiendo que ello “no se hacía en interés de los bancos, sino del pueblo.”14
Por último, una nacionalización del sistema bancario, además de brindar la oportunidad de someter
la actividad económica a una política de planificación, esencial para evitar desgracias como la
actual crisis financiera, impediría que el secreto bancario amparara: 1) el blanqueo de dinero (dirty
money, o dinero sucio) por parte del crimen organizado, y 2) la evasión de impuestos escondiendo
11
Robert Skidelsky: El regreso de Keynes, Barcelona, ed. Crítica, 2009, p. 191.
Luc Laeven y Fabian Valencia: ibídem, p. 19.
13
Rudolf Hilferding: El capital financiero, Madrid, ed. Tecnos, 1985, pp. 3 y 191.
14
<http://articles.economictimes.indiatimes.com/2008-10-12/news/28420776_1_hypo-realestaterescuepackage-guarantee-interbank-loans>
12
el dinero en paraísos fiscales, no sólo los tradicionales del Caribe, sino también los radicados en
Europa (Islas del Canal, la Isla de Man, Mónaco, Andorra, Liechtenstein, Malta, Gibraltar, Chipre,
Luxemburgo y Suiza, que convierten a nuestro continente en un auténtico coladero fiscal). Estas
preocupantes lacras de las sociedades modernas comprometen enormes cantidades de dinero: el
blanqueo de dinero procedente del narcotráfico, tráfico de armas y de inmigrantes produce, según
estimaciones de finales de 1997, unos 400.000 millones de dólares por año15; y en cuanto a los
paraísos fiscales, la Red de Justicia Global ha calculado que la cantidad de fondos mantenidos en
los mismos, es de aproximadamente 11,5 billones de dólares –con una pérdida resultante de
ingresos fiscales de cerca de 250 mil millones de dólares, que es cinco veces lo que el Banco
Mundial estimó que se necesitaría para lograr el Objetivo de Desarrollo del Milenio de las Naciones
Unidas, que propone reducir a la mitad la pobreza mundial para 2015.16
Que el sistema bancario es ‘colaborador necesario’ de estas prácticas criminales o inmorales, lo
deduce el periodista Josep Manuel Novoa del hecho de que ninguna policía del mundo detenga
cargamentos -transportados en barcos, camiones de gran tonelaje o aviones de carga- con fardos de
dinero.17
En definitiva, la nacionalización del sector del crédito sería tanto una exigencia ética como
económica.
CARLOS JAVIER BUGALLO SALOMÓN.
Licenciado en Geografía e Historia
Xirivella, Julio de 2012
Diplomado en Estudios Avanzados en Economía
15
Susan Strange: Dinero loco. El descontrol del sistema financiero global, Barcelona, ed. Paidós, 1999,
p. 146.
16
<http://www.taxjustice.net/cms/front_content.php?idcatart=2&lang=1>
17
Joseph Manuel Novoa: Bancos, banqueros, bandidos, Madrid, ed. Akal, 2009, p. 133.
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