VITICULTURA DE L¨ALT DE BENIMAQUIA AL ALTO VINALOPO

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VITICULTURA DE L¨ALT DE BENIMAQUIA AL
ALTO VINALOPO: (REFLEXIÓN)
Con los últimos diez años de avance en la arqueología relacionada con la vid y el
vino en España, se ha logrado interpretar de una forma mejor los últimos yacimientos
encontrados. El trabajo multidisciplinario, que incluye ciencias auxiliares, ha permitido
revelar científicamente una directa relación de los materiales encontrados con el
consumo, comercio y lo más esperado: la elaboración del vino.
Varios son los yacimientos arqueológicos en España que ilustran la cultura y el
comercio del vino, sin embargo uno de ellos, el de L’Alt de Benimaquia (Denia,
Alicante) después de más de tres décadas de estudio desde su descubrimiento y
empleando nuevas técnicas, dejan de manifiesto que el Levante no solo fue una zona
importante de tránsito dentro del comercio del vino, sino que el cultivo de la vid y la
elaboración del vino ya eran prácticas culturales en la península desde el siglo VI a.C.
Después que los fenicios lograran finalmente introducir el cultivo de la vid y comenzara
a elaborarse vino en la península, se inicia así una larga y continua tradición que ha
perdurado hasta nuestros días, apoyada también por la influencia de la colonización
griega.
La viticultura ha jugado un papel clave en el desarrollo y progreso de la zona. En
los últimos 20 años se ha trabajado intensamente en el diseño de campo, aumentando las
densidades de plantación e interpretando de mejor forma las necesidades de la planta y
el suelo.
Durante años la investigación fomentó la viticultura intensiva, cambiando de lugar
una vez que el suelo estaba agotado, con empleo de medios artificiales para nutrir el
suelo y utilización de una serie de insecticidas y fungicidas, principalmente sistémicos,
poco respetuosos con el medio ambiente.
Hace unas décadas lo que se empleaba en campo eran tratamientos preventivos con
productos muy agresivos y de amplio barrido, capaces de eliminar tanto especies
perjudiciales como beneficiosas para el cultivo.
Actualmente se busca un manejo del viñedo lo más respetuoso posible con el
medio, preservando la biodiversidad y fomentando principalmente las especies
beneficiosas, no sólo las fácilmente tangibles, sino también las que menos vemos, como
por ejemplo las que viven en el suelo.
Para esto se han empleado técnicas como la utilizando de compost, en las que se
ha considerado no sólo su tratamiento de elaboración sino también su origen, factores
que junto con las fechas y formas de aplicación permiten obtener excelentes resultados,
desplazando en gran medida a los fertilizantes sintéticos. Así se logra enriquecer la
microflora del suelo e incrementar la materia orgánica. Para controlar plagas como por
ejemplo Lobesia botrana (polilla del racimo), la cual presenta ente 3 y 4 generaciones
que coinciden con el estado vegetativo y productivo de las viñas, se ha sustituido el
empleo de insecticidas sistémicos (aplicados preventivamente), por programas de
monitoreo de vuelo de machos detectando niveles de aumento de población
potencialmente significativos de atacar a las plantas, así se puede conocer si realmente
es necesario tratar y el momento exacto en que el tratamiento será más efectivo.
Continuamente se ha ido perfeccionando este control, integrando al monitoreo
programas de confusión sexual, que ayudan a impedir el encuentro entre machos y
hembras y, por lo tanto, disminuir el riesgo de posturas y nacimientos de larvas, siendo
éstas las que más dañan al cultivo. Estableciendo una densidad adecuada de dispositivos
con feromonas en terreno, se logra en la mayoría de los casos mantener la especie
bastante controlada, y si es necesario tratar, se opta por control biológico,
principalmente con Bacillus thuringiensis, bacteria que produce una endotoxina que
afecta por ingestión a las larvas.
Este bioinsecticida nos permite trabajar de forma más respetuosa y limitar al
máximo, en caso extremadamente justificados, el uso de productos químicos en el
control de plagas.
Considerando un manejo integral del viñedo, la agricultura de precisión ha pasado
a complementar lo anteriormente dicho, pues nos ha permitido interpretar de mejor
forma las necesidades de las plantas y comprender las diferencias varietales, tan
importantes en nuestra zona, en la que no solo intervienen las variedades autóctonas
como la Monastrell y Moscatel, sino también variedades foráneas, que en un lapsus de
tiempo relativamente corto se han adaptado muy bien a la región.
Varios son los parámetros que actualmente consideramos, tales como utilización
de dendrómetros para medir la contracción y dilatación del tronco de la cepa, humedad
del suelo a distintas profundidades que en conjunto con las mediciones de parámetros
meteorológicos, nos permiten llevar un historial del conjunto de variables que
interaccionan en una relación suelo, agua y planta. Esto es fundamental si queremos
interpretar las necesidades nutricionales y de agua que requiere cada variedad en
particular.
En el pasado, es sabido que la región ha tenido fama de exportar sus vinos a otras
zonas, no solo de España sino también de otros países, para potenciar ciertas
características en sus vinos. Parámetros como el color en los tintos y las altas
graduaciones alcohólicas fáciles de obtener incluso en producciones con altos
rendimientos, han fomentado este tipo de comercio.
Cambios en los gustos del consumidor, variaciones en el consumo del vino a nivel
mundial y una globalización cada día en crecimiento en conjunto con viticultores y
enólogos visionarios que han sabido entender este fenómeno han generado un vuelco en
las formas de producción, generando un enfoque dirigido a crear vinos de calidad,
caracterizando y representando a una denominación de origen con un reconocido
potencial para esta tipología de vinos.
Los desafíos son altos: lograr vinos tintos equilibrados implica no solo controlar muy
bien los rendimientos en la viña, sino obtener uvas con menor alcohol potencial y mayor
acidez natural.
Para alcanzar estos objetivos, y más bien para producir vinos premium de alta
gama, el manejo de campo va en función de controlar ciertos parámetros técnicos como
son: lograr un control del vigor de las cepas con sarmientos de menos de 1 cm de
diámetro, racimos pequeños dentro de los rangos de cada variedad, por ejemplo para
Monastrell, pesos de 120 a 140 gramos por racimo como máximo y para Cabernet entre
80 y 90. También muy importante es obtener un peso de bayas de menos de 1 gramo.
Todo esto realizando un manejo del follaje para obtener 1,5 m2 de superficie foliar
activa por cada kilo de uva producida, racimos bien ventilados y sueltos, con buena
iluminación para el caso de variedades pirazínicas y un riego y nutrición bien
controlados. La idea es obtener rendimientos de 4500 a 5000 kg/ha, con una planta
atlética, desvigorizada sin ser sometida a estrés excesivo. El riego en el caso de
plantaciones en las que se dispone de él, debe hacerse en función de las determinaciones
de humedad del suelo y de las condiciones de la planta, evitando estreses tanto de
exceso como de déficit. Estamos seguros que todo estrés excesivo se transmite al vino,
con lo cual se obtienen vinos más tensos, difíciles de beber y comprender.
Todo manejo en función de controlar los aportes hídricos contribuye a adaptar una
viticultura a los cambios ambientales que estamos presenciando y por lo tanto mantener
una producción mas sostenible.
Esta gestión integral en donde se realizan enormes esfuerzos por comprender la
planta nos lleva a una filosofía de manejo en que la calidad de la uva como materia
prima es fundamental en el proceso posterior de vinificación, y es la manera de hacer las
cosas bien para lograr los objetivos claramente definidos y con esto obtener vinos que
representen al Mediterráneo y a su gente.
Pepe Mendoza.
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