Siglo nuevo NUESTRO MUNDO citos -tres hombres y dos mujeres- y a la usanza ‘gangsteril’ fueron ultimados por miembros de las fuerzas especiales contra guerrilleros. Echeverría trajo a nuestro país ‘especialistas’ sudamericanos y hasta a soldados excombatientes en Vietnam, expertos en contraguerrilla urbana y rural; después muchos fueron profesores en la UNAM. ¿Como estaría la cosa? dos situaciones actuales. Uno nacional: la comisión para investigar la Biblioteca José Vasconcelos, que se cayó en pedazos recién estrenada y que con remiendos se puso a funcionar a medias; nadie supo nada. El otro caso es el Distribuidor Vial Revolución de Torreón, que hubo que derrumbar y se está reconstruyendo; se formaron varias comisiones investigadoras y al igual que con la biblioteca no hubo ni habrá culpables. Estas obras son sólo dos monumentos más a la estupidez de nuestra investigación chata, en donde los culpables -al menos así parece- son los mismos que integran la comisión. También tenemos la investigación de Arturo Montiel, en el Estado de México, y la de los hermanos Bribiesca, hijastros de Vicente Fox... otros dos casos, y sus personajes más puros y blancos que la paloma de San Juan. Sólo falta que se nombre una comisión compuesta por puros profesores incondicionales al SNTE para investigar el enriquecimiento inexplicable de la maestra rural Elba Esther Gordillo... ¿Y usted qué opina de las comisiones en México? Correo-e: kinotre@hotmail.com La ‘comisionitis’ en México es interminable, para éste o aquél caso; los más recientes: Colosio, el Cardenal Posadas, el Fobaproa (robaproa), el fraude del 88 contra Cuauhtémoc Cárdenas, la que se hizo para investigar las muertes de cientos de periodistas en el país, la encargada de las muertas de Juárez, etcétera... es el colmo, hasta para la fuga del Chapo se formó una comisión. El dinero que se destina para las comisiones es mucho, y aunque en la mayoría de las ocasiones la gente común y corriente sabe cómo fueron y cómo están los diferentes casos, el gobierno se empeña en conocer la ‘verdad’ que, según ellos, es la que tendrá validez en la Historia. Necesitamos dejar de ser unos adolescentes, despojarnos de esa mojigatería que por años ha dañado tanto al país, y decir la verdad -la que el pueblo sabe y conoce, aunque para su desgracia (del pueblo) jamás se hará justicia. Como ejemplos tangibles pondré Palabras de Poder La benevolencia y la buena voluntad Jacinto Faya C uando nuestro corazón hierve de envidia o de odio, es imposible que logremos penetrar en el conocimiento de las personas y de las circunstancias. Podemos ser muy perspicaces, pero aún así el odio y la envidia nublan nuestra vista y no seremos capaces de observar con claridad. En cambio, cuando a nuestra perspicacia se asocia el amor y la benevolencia, la mirada de nuestro corazón se interna en el mundo de las cosas y de las personas, y nuestra alma nos capacita para emprender los asuntos más elevados y nobles a los que nos llaman nuestras naturales capacidades. La benevolencia consiste en la benignidad y buena voluntad que mostramos hacia las personas. Solamente podremos ser benignos cuando somos bondadosos. La benevolencia, la benignidad y la bondad son hijos del bien. Ya San Pablo nos había amonestado: “No nos cansemos de hacer el bien”. El individuo benevolente y benigno no pude serlo para ciertas personas y para otras ser malvada. Por eso, mucha razón tuvo el romano Publio Siro al haber escrito: sólo es hombre bueno el que lo es para todos. ¶ No hay mejor antídoto contra el estrés que vivir sintiendo el respeto y cariño de los demás La envidia y el odio nos ciegan, nos quitan la luz del entendimiento y nos conducen a un mundo de tinieblas. En cambio, la buena voluntad y la benevolencia nos llenan de luz el corazón y nos convierten en videntes. El odio y la envidia viven en la oscuridad, mientras que la bondad y la buena voluntad nos dan mirada de águila y un sol para penetrar con luz en los lugares más oscuros y recónditos del corazón humano. La benevolencia constituye uno de nuestros más preciados tesoros. Goethe, en una de sus supremas obras escribió: uno sólo está realmente vivo cuando disfruta de la benevolencia ajena. La frase de Goethe es absolutamente verdadera. No es lo mismo que existamos a que realmente estemos vivos. Existir en la soledad o con el desprecio y el odio de nuestros semejantes es vivir en la desconfianza, en el temor permanente a ser dañados por otros y ser testigos del desprecio que causamos. En cambio vivir disfrutando de la benevolencia de los demás es vivir plenamente. Sn • 49