vi. conclusiones - Ayuntamiento de Granada

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Diagnóstico Ambiental para la Agenda 21 Local de Granada
VI. Conclusiones
VI. CONCLUSIONES
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Diagnóstico Ambiental para la Agenda 21 Local de Granada
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VI. CONCLUSIONES
En este apartado de conclusiones del Diagnóstico Aambiental para la
Agenda 21 Local del municipio de Granada, hemos querido resaltar un
conjunto de aspectos del funcionamiento de la ciudad que nos han parecido
destacables. Estos aspectos no son uniformes, ya que en unos casos se
trata de núcleos de problemas que destacan por aglutinar otros, por su
fuerza o por presentar gran número de interrelaciones, en otros casos por la
importancia intrínseca del aspecto tratado, pero en ningún caso se ha
pretendido hacer un “resumen” del diagnóstico ni un listado exhaustivo de
conclusiones.
El modelo de crecimiento difuso de la ciudad de Granada genera,
aumenta y complejiza multitud de problemas ambientales.
Desde hace veinte años la comarca de Granada se ha convertido en
una unidad funcional, que no tiene su correlato institucional. En el interior de
este área, que hemos venido denominando aglomeracion urbana de
Granada, se ha hecho cada vez más imperante una implantación territorial
caracterizada por una urbanización difusa, con uso extensivo del suelo, que
ha abandonado la tradición de crecimiento compacto. Este hecho trae
consigo el desarrollo de un nuevo concepto de ciudad, que se enfrenta a la
ciudad tradicional y que además está exacervando muchos problemas
ambientales: aumento excesivo del vehículo privado, pérdida en la calidad
del aire, aumento excesivo de consumos energéticos, aumento de los ruidos,
pérdida del carácter multifuncional de la ciudad, destrucción del paisaje
tradicional de la Vega.
Todos estos problemas se caracterizan por estar fuertemente
interrelacionados entre sí, de forma compleja. El aumento de urbanizaciones
en estructura difusa lleva directamente aparejado el incremento del uso del
vehículo privado, que a su vez genera más ruido, contamina el aire y dispara
los consumos energéticos contaminantes y necesita cada vez más espacio
para viario, que insulariza el paisaje agrario. Todo ello porque estas
urbanizaciones difusas carecen de los servicios propios de la ciudad
compacta (comercio, dotaciones públicas, ocio, etc). Al mismo tiempo se
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generan zonas unifuncionales (centros comerciales, sanitarios, industriales o
de ocio) junto a las grandes vías de comunicación para proporcionar
servicios a toda la población del área (Granada y aglomeración); lo que
potencia aún más la movilidad privada, no sólo de la periferia sino también
de la propia ciudad central, socavándose el modelo de ciudad tradicional.
La consideración, conceptual o práctica, de las consecuencias
ambientales negativas de este escenario obliga a tener en cuenta el modelo
de crecimiento de forma integral, ya que la fuerte interrelación de elementos
haría fracasar en mayor o menor grado operaciones sectoriales.
Falta de Responsabilidad Ciudadana.
Ésta está ligada al desarrollo en Granada de toda una serie de hábitos
de consumo inmoderados e irreflexivos, tanto de los recursos naturales
como de los espacios públicos, que aumentan la huella ecológica de la
ciudad a nivel global y local, y disminuyen la calidad de vida individual y
colectiva. Estas prácticas suponen incrementos importantes de la
producción de residuos (128.000 toneladas en el año 2000) y usos
ineficientes y degradativos de recursos naturales como el agua, la energía,
el suelo y otras materias primas.
Las razones de estos comportamientos pueden ser reflejo de una
visión distorsionada de la ciudad en sus dimensiones, posibilidades y
modelos más deseables de funcionamiento y racionalidad por parte de su
población.
Por otra parte, el desentendimiento de estos recursos naturales, una
vez se han convertido en “residuos”, explica las bajas tasas de reutilización y
reciclado, en relación a las cantidades totales generadas, que se dan en
Granada. Igualmente esta basura se arroja al suelo desconsideradamente
convirtiéndose en fuente de suciedad, conflicto muy crítico en la ciudad. El
deterioro de los espacios públicos viene asociado también a otras diferentes
manifestaciones, como el uso indiscriminado del coche y las motos, que
además de invadir el espacio físico de las personas, son una fuente
desmesurada de contaminación atmosférica. Otras prácticas, como los
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comportamientos nocturnos de los jóvenes durante la “movida”, son causa
de un problema social que además de afectar a la salud de los participantes
(enfermedades y accidentes por consumo de alcohol y tabaco entre otras
drogas) y al descanso de otras personas, se convierten en fuente mayor de
ruido, basura, malos olores y suciedad.
Todos los problemas ligados a la irresponsabilidad ciudadana,
comentados anteriormente, suponen además un aumento inmenso de los
costes públicos de forma directa o indirecta. Así por ejemplo el Ayuntamiento
de Granada destina 3.140.673.157 millones de pesetas a la gestión de
residuos y limpieza viaria, representando esta última aproximadamente el 50
% del total. Consideraciones en esta línea se podrían hacer en torno a la
gestión del agua, la energía, los cuidados hospitalarios, etc.
La resolución de los problemas ambientales necesita de la implicación
ciudadana en el ámbito individual y colectivo. Para participar se requiere un
sentido del compromiso y de la colectividad, que disponga a las personas a
intervenir y a organizarse en torno a redes para ocuparse en común de las
problemáticas de interés. Todo lo contrario, en Granada el tejido asociativo
es débil, al existir un escaso número de asociaciones en comparación con
otras ciudades europeas o españolas. Por otra parte, la iniciativa de éstas
para crear redes de trabajo entorno a preocupaciones concretas de la ciudad
no es algo habitual ni consolidado, lo cuál revela el escaso grado de presión
hacia acciones coordinadas que puedan ser realmente fuente de soluciones
a los problemas de la ciudad. Frente a esto, como cauces de participación
ciudadana, el Ayuntamiento crea las Juntas Municipales de Distrito y los
Consejos de Participación Municipal. No obstante, en la práctica los primeros
se caracterizan por una participación limitada de la sociedad civil, al ser
órganos consultivos y no vinculantes, y los segundos por la excesiva
fragmentación y descoordinación, aspecto negativo para afrontar la
complejidad de las problemáticas ambientales. Aún a pesar de las
limitaciones, se trata de experiencias valiosas, ya que sería positivo
aprovechar los conocimientos y vivencias de las personas que han estado
implicadas, tanto en los Consejos o Juntas de Distrito, como en las
asociaciones que funcionan corrientemente, para la creación de cualquier
plataforma o foro para la Agenda 21 Local de Granada.
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Insuficiencia de coordinación administrativa frente a los problemas
ambientales
Los problemas ambientales no se circunscriben a las fronteras
administrativas locales, regionales o nacionales. Sin embargo, las
competencias ambientales quedan dispersas por multitud de organismos,
áreas, secciones, departamentos, etc. perdiendo así la posibilidad de gestión
integral del medio ambiente. Para solucionar este problema sería necesario
la coordinación entre las diferentes administraciones involucradas. Pero esto
está lejos de la realidad actual, ya que en la mayoría de las ocasiones las
diferentes divisiones de la Administración actúan de forma independiente,
disminuyendo la eficacia de las acciones puestas en marcha.
Esta descoordinación generalmente es mayor entre las
organizaciones de distinto rango nacional, autonómico y local. Aunque
también es significativa entre distintas áreas de la misma Administración e
incluso dentro de la misma división, como se pone en evidencia en la gestión
del agua, gestión de residuos, movilidad, planificación de jardines, etc.
También existe un escaso intercambio de la información ambiental que se va
generando.
Todo esto se traduce en una no coordinación en la elaboración y
ejecución de proyectos, planes y programas que afectan al medio ambiente.
Perspectiva administrativa limitada
La administración posee en general una visión sectorializada de los
problemas ambientales. Así se pone de manifiesto en su propia distribución
estructural. En la mayoría de las ocasiones, únicamente se preocupan por
las competencias a las que han sido asignadas, sin realizar un análisis más
profundo sobre las causas que lo produce o las consecuencias que
conllevan las diferentes actuaciones.
Existen áreas administrativas que sí poseen una perspectiva
ambiental, pero en su mayoría, ésta es escasa y correspondiente a sus
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competencias. También se tiene una perspectiva correctora, cuando
aparecen los problemas es cuando se actúa, como se pone de manifiesto
en la gestión de los ríos y de los residuos.
En otras áreas ni siquiera se plantean sus repercusiones ambientales,
cubriendo el expediente con informes ambientales en sus proyectos que, al
final, terminan sin poner en práctica las recomendaciones que se establecen.
La degradación de los lugares identitarios de Granada y la limitada
percepción ciudadana
En la actualidad dos de los lugares que han conformado la ciudad de
Granada a través del tiempo se encuentran en un serio proceso de
desintegración. Tanto la Vega como el Centro Histórico, sufren hoy la
desarticulación de los elementos que los conforman como patrimonio de la
ciudad.
La Vega, paisaje cultural que acompaña a la ciudad de Granada
desde hace un milenio, se encuentra hoy en proceso de desaparición como
tal. Por un lado, desaparece como espacio físico por su urbanización. Por
otro, se desintegra por las alteraciones de muchos de los elementos que la
conforman como paisaje: caminos, tipologías constructivas, acequias,
abandono de cultivos, etc. siendo además, en conjunto, distorsionada por la
proliferación de nuevas vías de comunicación y nuevas tipologías
constructivas.
Por su parte, la degradación del Centro Histórico es elevada en
general (con diferentes niveles según zonas). La cualidad estéticaarquitectónica se ve afectada por su mala conservación, nuevas
intervenciones poco afortunadas, alteración de la trama urbana y, en suma,
fuerte alteración paisajísica. A ello se suma la pérdida de la población que le
da sus señas de identidad y la que permanece está envejecida. Todo esto,
más la falta de dotaciones y equipamientos públicos, hacen del Centro
Histórico un lugar que se desintegra. En este sentido, hay que poner de
relieve que el Centro Histórico, además de sus valores identitarios, está
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formado por barrios de la ciudad, y, como tales, deberían estar
completamente habitados, sobre todo en una ciudad que se expande.
La percepción de los ciudadanos sobre su ciudad tiende a construir
una idea de ésta a través de imágenes clave: Sierra Nevada, la Vega, la
Alhambra, la Catedral y su entorno, el Albaycín y el Sacromonte. Esta
percepción de la ciudad tiende a crear un modelo fijo que funciona como un
velo que impide percibir ciertos procesos de degradación. En el caso del
Centro Histórico, la atención puesta en algunos de sus hitos deja en
segundo plano el conjunto (hipersensibilidad con la Alhambra y desatención
del urbanismo histórico). En la Vega, una imagen gruesa de este paisaje
(“verde”, “agraria”, “extensa”) oculta la comprensión de la complejidad de sus
elementos y su fragilidad. Tanto en un caso como en otro, estas
percepciones sobre el Centro Histórico y la Vega muestran un afecto
ciudadano que no es capaz de traducirse en una actitud operativa para
salvaguardarlos. Actitud capaz de demandar, exigir, ayudar a la
administración y, en conclusión, participar en los procesos de cambio de
lugares tan significativos para la ciudad.
Inadaptación de la ciudad a su medio.
Descubrimos diversos síntomas de que la ciudad no considera cuáles
son las limitaciones y potencialidades ambientales del medio que la rodea,
de tal forma que, en el desarrollo cotidiano de la actividad urbana, estas
disfunciones son fuente de distintos problemas ambientales.
La vivienda es un claro ejemplo de esta inadaptación de la ciudad a
su medio (clima continental de temperaturas extremas), como consecuencia
de lo cual debe importar crecientes cantidades de energía no renovable para
poder acondicionar los interiores (bien a través de combustiones o de otros
medios de calentamiento que derrochan la energía). Las prácticas de
construcción deficientes en aislamiento, así como la proliferación de las
calefacciones individuales, afectan a la calidad del aire que respiramos,
disminuyendo la calidad de vida.
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Muy ligada a esta idea, está el hecho de que las características
climatológicas y topográficas de Granada conforman un tipo de atmósfera
peculiar, donde la presencia de capas de inversión que dificultan la
dispersión de los contaminantes del aire, es muy frecuente. Sin embargo, la
ciudad vive de espaldas a esta realidad sin poner en marcha estrategias
integrales de prevención y control de la contaminación atmosférica.
La propia artificialización de la ciudad que se ha descrito entorno a
sus ecosistemas fluviales, el diseño y mantenimiento de los jardines
urbanos, el proceso urbanizador de su Vega y la sucesión de actividades
que degradan la vegetación de sus cuencas, son desequilibrios cotidianos e
indicadores del bajo grado de armonía entre Granada y su medio. En este
sentido sorprende ver cómo ésta, conocida por la “ciudad del agua”, ha
degradado sus ríos hasta el punto de convertirlos en puros sistemas
cementados y abandonados al vertido de residuos sólidos y líquidos, y cómo
proliferan los desmontes de vegetación en zonas de fuerte pendiente donde
se incrementa el riesgo de erosión, frente a lo cuál se responde con
repoblaciones mal planificadas o de especies alóctonas que compiten con la
vegetación natural. Los jardines están diseñados de acuerdo con criterios
más propios de la arquitectura que de la ecología, de tal forma que
encontramos incongruencias como la utilización frecuente de especies
alóctonas, responsables de elevados consumos de agua (recurso cuya
gestión es conflictiva), o el estrangulamiento de los árboles de la ciudad con
hormigón y diferentes sistemas de tuberías. En este sentido, uno de estos
simbólicos exponentes de inadaptación, la ubicación bajo el Parque de
Federico García Lorca de una capa de zahorra, que lo separa del rico suelo
de la Vega. La actividad agrícola, por su parte, está basada en el cultivo de
especies cuyo crecimiento en las condiciones climáticas e hidrológicas de la
zona supone un alto deterioro, cuantitativo y cualitativo, de los recursos
locales (agua, suelo, biodiversidad) sobre los que se sustenta.
Insuficiente cumplimiento de la normativa ambiental
A lo largo del diagnóstico, se han descrito distintos problemas
ambientales que evidencian un frecuente incumplimiento de la normativa
ambiental (legislación y planes de gestión), tanto por parte de la
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administración y otras instituciones públicas, caso de la Universidad, como
de diferentes establecimientos, industrias, o de los propios ciudadanos,
pudiendo por tanto señalar que nos encontramos ante una situación
generalizada.
Estas infracciones son fuente de impactos ambientales que suponen
costes económicos y daños al medio ambiente y a la salud. Entre otros
podemos señalar las siguientes: superaciones de los niveles de
contaminación atmosférica por formas nocivas de materia (dióxido de
nitrógeno y partículas sólidas fundamentalmente) o de energía (ruido);
incumplimiento de los objetivos de reducción, reutilización, reciclado de
residuos y disposición en condiciones de seguridad de aquellos residuos que
no puedan ser aprovechados (recogidos desde las Directivas europeas
hasta los planes de gestión andaluces); niveles elevados de gestión
inadecuada de residuos peligrosos; superaciones de los límites permitidos
por contaminación de nitratos de las aguas del acuífero; incumplimiento de la
ordenanza de vertidos de tal forma que aparecen compuestos tóxicos y
elevadas concentraciones orgánicas en las aguas de depuración;
incumplimiento de las disposiciones reguladas por planes de protección
como el de la Vega y los ríos, etc.
Se describen diversas causas asociadas a esta problemática, como
un control poco sistemático y preventivo por parte de la Administración, que
frecuentemente actúa impulsada por denuncias u otro tipo de acciones
puntuales (con deficiencias de medios y personal y descoordinación), pero
sin que exista una política planificada e integradora de todas las variables
del problema. Así, por ejemplo, cuando se piensa en calidad del aire, solo se
alude al tráfico o a los filtros de las chimeneas (y nunca observando toda su
complejidad), pero no se contemplan cuestiones urbanísticas, procesos de
producción, etc.; o cuando se gestionan los residuos, la preocupación nunca
se acerca a la solución fundamental que es la reducción.
Paralelamente en el terreno empresarial, la despreocupación por las
cuestiones ambientales, se pone de manifiesto en la casi ausencia de
sistemas de gestión ambiental de sus establecimientos y procesos
productivos. Esta misma realidad es extensible a los propios centros de la
Administración y otras Instituciones Públicas.
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Utilización desigual de los recursos que sustentan la actividad
económica.
La economía granadina se encuentra escasamente diversificada, con
un sector industrial y agrario muy débiles y un sector terciario hipertrofiado.
En principio, prodríamos pensar que la debilidad del sector industrial nos
libra de las consecuencias negativas ambientales que suele acarrear, sin
embargo también desde el punto de vista de la sostenibilidad se aboga por
un equilibrio en la representación en la economía de los diversos sectores,
puesto que posibilita una menor dependencia de factores exteriores,
disminuye costes energéticos por transporte, favorece la diversidad de
empleos y en general dinamiza la sociedad.
Un sector terciario moderno se liga al resto de sectores. Por contra el
sector terciario de Granada es muy autorreferencial, dependiendo de sí
mismo y sobre todo del subsector de servicios públicos (Administraciones y
Universidad), de los que no cabe quizá esperar un mayor crecimiento. El
turismo, sin embargo, apoyado en recursos propios, se ha convertido en la
más definida esperanza para el crecimiento de la ciudad. Esta actividad
presenta varios problemas: se desarrolla en la ciudad de una forma muy
descompensada, sobreexplotando por un lado e infrautilizando por otro. El
turismo en Granada es un turismo netamente cultural, que se basa en el
patrimonio, recurso no renovable, frágil y con límites, que se expresan en
términos de capacidad de carga (hoy la Alhambra ya ha tenido que
establecer su límite).
La agricultura de la vega, por otro lado, se caracteriza por la
explotación intensiva altamente artificializada, produciendo contaminación de
los suelos y del acuifero, y realizando un consumo excesivo de agua. Por
otro lado, la actividad se ve sometida a la fuerte tensión de la presión
urbanística.
Tanto las limitaciones como las prevenciones en torno al patrimonio
como al recurso agrario de la Vega deben ser vistos desde el punto de vista
de una economía sostenible, donde el mantenimiento de los recursos locales
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es la única perspectiva racional para su explotación y la estrategia más
eficaz para garantizar su pervivencia futura.
Heterogeneidad y persistencia de problemas sociales
Los problemas sociales que presenta la ciudad de Granada son
comunes a los de otras ciudades de nuestro entorno más próximo o del país.
Pero el concepto de desarrollo sostenible estaría incompleto si no se consigue
la equidad y la cohesión social de la ciudad.
Si los ciudadanos son los actores y los receptores de la sostenibilidad
global entonces la sostenibilidad ambiental implica preservar la vida y el
bienestar humanos. Para conseguir un mundo más justo se debe incrementar
la distribución equitativa de los bienes, servicios y oportunidades entre la
población más desfavorecida. Los colectivos sociales más vulnerables a la
exclusión y la pobreza son los que acumulan más problemas sociales. La
acumulación de factores en su origen hacen difícil su eliminación sin unas
políticas integrales que aborden el problema en su conjunto.
La concentración en determinados barrios de la ciudad (Almanjáyar,
Haza Grande o Albaicín) de altas tasas de desempleo, la baja cualificación
profesional, familias en alto riesgo de pobreza, el analfabetismo, infraviviendas,
el hacinamiento familiar, alcoholismo, violencia doméstica, toxicomanías,
deterioro del mobiliario urbano y degradación de los espacios públicos y
jardines, poca infraestructura administrativa, cultural, deportiva, escasa
actividad comercial, etc. exige una política de cohesión social que rompa con la
polarización estructural y socioeconómica.
La igualdad de oportunidades para acceder a bienes y servicios básicos
(empleo, educación, sanidad, vivienda, prestaciones sociales) también se
extiende a otros colectivos que forman parte de la ciudad aunque sea
temporalmente como son los inmigrantes, los nómadas o los turistas.
Pérdida de la calidad urbana.
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Granada es una ciudad mediana, de unos 250.000 habitantes (unos
430.000 en toda la aglomeración), tradicionalmente inserta en el paisaje, con
unos pilares económicos de potencial impacto ambiental bajo, con un
patrimonio de reconocido prestigio mundial, sin embargo presenta una
paulatina pérdida de calidad urbana. Una de las ciudades más ruidosas de
España, que supera casi todos los días los niveles (de inmisión) permitidos
por la ley en dióxido de nitrógeno y partículas, que ha primado al coche
sobre las personas en el uso del espacio público disminuyendo así su
carácter de lugar de sociabilidad, que está perdiendo su tradicional carácter
de ciudad multifuncional (como ciudad mediterránea) y que ha ido dando la
espalda en sucesivas rupturas a sus históricas y peculiares características
urbanas, paisajísticas y arquitectónicas que la individualizan como ciudad
para entrar en un proceso de homogeneización y estandarización.
No obstante, es una ciudad con recursos, que precisa concebirse más
integralmente, articularse con su comarca y aunar esfuerzos sectoriales en
una perspectiva común que le permitan ir reconduciendo sus muchos
problemas que la alejan de la sostenibilidad.
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