El problema de los “Universales” reaparece una vez Guillermo de Ockam afirma que “universalia post rem”; que como los universales no son reales, sino que están después de las cosas, de la comparación de varias abstracciones “singulares” resultaría el concepto “Universal”, predicable él mismo de una pluralidad de singulares. Luego, Thomas Hobbes (1588-1679), al asumir la concepción nominalista de Guillermo de Ockam (1290-1349), insinúa que los“nombres”son señales, signos o marcas, rechazando la idea de que los universales nombren algo realmente existente. Sólo que, mientras para Ockam los Términos de primera intención sustituyen a las cosas, son como signos reales que están en lugar de las cosas, para Hobbes son signos de concepciones o fantasmas. Si el conocimiento es manipulación de signos, refiriéndose al raciocinio filosófico y los signos como tales, Hobbes al definir el signo como el antecedente evidente del consecuente y, a su vez, el consecuente del antecedente cuando se han observado antes consecuencias parecidas, concluye que el más experimentado es el que posee más signos. Sobre la importancia de los Universales pudo expresar Herbert Marcuse (1898-1979) que una posible alternativa a la sociedad unidimensional estaría en el compromiso histórico que aún tiene la filosofía en el tratamiento de los universales, puesto que: “Lejos de ser sólo un problema abstracto de epistemología o una pregunta pseudo concreta sobre el lenguaje y su uso, la cuestión del estatus de los universales está en el centro mismo del pensamiento filosófico, porque el tratamiento de los universales revela la postura de una filosofía en la cultura intelectual: su función histórica”338 Este mundo de los “Universales” también le merecería una preocupación por parte de Bertrand Russell,339quien los considera uno de los grandes problemas de la Filosofía. Para abordar los “universales lingüísticos” Preguntarse si los conceptos universales mediante los cuales pensamos los objetos particulares se corresponden con la realidad, es la manera “ontológica” de abordar el problema de los universales; preguntarse cómo se forman nuestros conceptos universales, es la manera “psicológica”; preguntarse cómo es el conocimiento, es la manera “epistemológica”. Igual podemos aproximarnos mediante el “nominalismo” (conceptualismo), el “realismo”, el “racionalismo”, entre otros. Las principales posiciones asumidas, con respecto a los universales, serían: El “realismo” (absoluto, exagerado, moderado), que asimila los universales con las entidades abstractas, según el cual los universales existen realmente con una existencia previa o anterior a las cosas; el “conceptualismo”, según el cual no existen las entidades abstractas en la realidad, sino sólo como conceptos de nuestra mente, es decir, como ideas abstractas. El “nominalismo” (moderado, exagerado y absoluto), que no reconoce entidades abstractas, cuyo supuesto común es que las especies, los géneros y, en general, los universales no son realidades anteriores a las cosas ni realidades en las cosas, sino que sólo son nombres, términos o vocablos que están después de las cosas como abstracciones de la inteligencia, y por medio de los cuales se designan colecciones de individuos. Y el racionalismo, innatismo y generativismo de N. Chomsky. El realismo absoluto y exagerado, es el de Platón; el realismo moderado, según el cual los universales existen realmente, pero como formas de las cosas particulares y teniendo su fundamento en la cosa, es el que más se aproxima a Aristóteles. En Platón, la palabra adquiere un valor ontológico no sujeto al uso ni a la arbitrariedad; a los sustantivos abstractos, como a las expresiones adjetivadas (la justicia, lo justo), corresponden realmente los objetos significados por ellos; a cada nombre corresponde un ente (cosa). Este criterio de realismo lógico se aplicaría no sólo a las proposiciones sujeto-predicado (universal), sino también a las proposiciones relacionales. En el Realismo (Platón), que reconoce a las entidades abstractas, los “universales” existen realmente con una existencia previa o anterior a las cosas. El Nominalismo, que no reconoce entidades abstractas, supone que los universales no son reales, sino que están después de las cosas como abstracciones de la inteligencia. 338 MARCUSE, Herbert. El hombre unidimensional. Cali: Edit. Planeta. 1986. Pág. 231. 339 Lo descrito acá sobre los Universales es retomado en buena medida de Bertrand Russell, en Fundamentos de Filosofía, Plaza & Janes, Barcelona, 1972. 400 En el Ámbito Categorial