EL GLOBAL. 1 AL 7 DE NOVIEMBRE DE 2004 OPINIÓN 5 ANTONIO PARDO Consideraciones éticas de la clonación terapéutica El sesgo de la información recibida por la opinión pública, y por los enfermos teóricamente beneficiarios de las llamadas técnicas de clonación terapéutica, es brutal. Esto presiona también sobre los políticos, que no están mejor informados y el resultado es que varios ANTONIO PARDO PROFESOR DE HUMANIDADES BIOMÉDICAS DE LA UNIVERSIDAD DE NAVARRA Cuando en el año 1997 saltó el tema a la palestra con la clonación de la oveja Dolly, todo el mundo parecía de acuerdo en que la aplicación al hombre constituía una aberración ética. Sin embargo, ya ese mismo año, cuando se discutió la Declaración de la Unesco, se recomendó sólo que no se practicara la clonación reproductiva, es decir, producir seres humanos por clonación para que lleguen al estado adulto. Se abría así la puerta a otros fines, que no incluyeran el desarrollo del ser humano fabricado. Esa puerta abierta es lo que, poco después, comenzó a llamarse clonación terapéutica, es decir, la producción de un nuevo ser humano por clonación, que será empleado para tomar sus células (provocando inexorablemente su muerte) y emplear éstas para el tratamiento del enfermo que dona el núcleo con el material genético. Lo que se pretende con este proyecto es que las células que se empleen para insertar al enfermo sean histocompatibles con él, pues tendrían la misma dotación genética (cuestión no demasiado clara, pues trabajos recientes parecen mostrar que la cuestión de la histocompatibilidad de células embrionarias o células madre no es tan sencilla como disponer del mismo material genético). En el cambio de ideas sobre esta cuestión ha influido decisivamente la presión de los laborato- países han liberalizado su normativa, permitiendo dicha experimentación. El resultado es la apreciación benévola de una técnica que, básicamente, consiste en crear unos seres humanos para destruirlos y, teóricamente, curar a otros con sus restos. rios, que desean realizar las investigaciones con las células embrionarias. Ven en ellas un futuro prometedor, económicamente y a medio plazo. Sin embargo, los inversores deben ver en esas investigaciones algo que merece la pena apoyar. Las comunicaciones de laboratorios e investigadores a los medios de noticias interesantes sobre el futuro de los tratamientos con células madre se apoyaban en datos sesgados en optimismos sin ninguna investigación detrás o, simplemente, en falsedades. El sesgo de la información recibida por la opinión pública, y por los enfermos teóricamente beneficiarios de estas técnicas, es brutal. Esto presiona también sobre los políticos, que no están mejor informados:varios países han liberalizado su normativa, permitiendo dicha experimentación. El resultado es la apreciación benévola de una técnica que, básicamente, consiste en crear unos seres humanos para destruirlos y, teóricamente, curar a otros con sus restos. Afortunadamente, artículos más de fondo de semanarios comienzan a tratar de todas las dificultades que los artículos breves de diario no muestran. La clonación para obtener células madre embrionarias utilizables en el tratamiento de enfermos es una pura teoría. Apenas sabemos cuatro cosas muy básicas sobre dichas células o cómo transformarlas del modo que interesa, y ninguna sobre cómo realizar la clonación en el hombre o sobre la manera en que se integran las células injertadas entre los tejidos del enfermo de modo que reparen en vez de organizar un desastre. Lo que sorprende es que, simultáneamente con estos optimismos infundados, existen líneas de investigación con células madre procedentes del propio enfermo que ya tienen aplicaciones clínicas, como el tratamiento de pacientes infartados, y otras se encuentran en avanzada fase experimental con enfermos. Los bancos de células madre de cordón umbilical proliferan por todo el mundo: de ellas se han derivado con éxito células de córnea, de piel, etcétera. Ante estos datos, sólo cabe calificar de cerrilismo a quienes insisten, como única vía, en la clonación para obtener las células madre, sistema que ni siquiera se sabe si es técnicamente viable. Ante estos resultados tan prometedores de las células madre de adulto o de cordón umbilical,cabe preguntarse por qué no están todos los laboratorios investigando sobre estas cuestiones. Cabe responder que cambiar la línea de investigación de un laboratorio no es cuestión fácil ni rápida. Pero, sobre todo, que la ciencia no se mueve por modas.Ya hemos visto suficientes desastres por pensar que la electricidad (finales del XIX y comienzos del XX), la radiación (mediados del XX) o la genética (finales del XX) eran la solución, así, en singular, a todos los problemas sanitarios. Las células madre,obtenidas sin necesidad de destruir ninguna vida humana, y empleadas tras la experimentación pertinente, se irán sumando al arsenal terapéutico de la Medicina en estos próximos años. Pero no son la panacea. CARTA DE LA DIRECTORA greimundez@elglobal.net El copago y el pacto Cada vez que un partido político accede al Gobierno y se enfrenta al problema de la financiación sanitaria, comienzan a surgir rumores incitados desde las propias filas del ejecutivo acerca del aumento del copago. En su día, durante el Gobierno popular, la entonces ministra de Sanidad Celia Villalobos realizó varias declaraciones y desmentidos sobre este asunto. Ahora le toca el turno al Gobierno socialista y,cumpliendo con todas las previsiones, cada cierto tiempo se anuncia la posibilidad de aumentar la participación de los usuarios en el pago de las prestaciones sanitarias. Lo dijo el ministro de Administraciones Públicas, Jordi Sevilla, y lo desmintió la titular de Sanidad, Elena Salgado. Lo insinuó el responsable de Economía, Pedro Solbes, y, de nuevo, Salgado lo negó. Y, más recientemente, de una forma poco explícita, desde presidencia del Gobierno se señaló que ésta podría ser una de las propuestas de José Luis Rodríguez Zapatero durante la Conferencia de Presidentes. Enseguida, Sevilla y Salgado aclararon la cuestión. La palabra copago quema en la boca de los políticos, que son conscientes del desgaste que produciría un incremento de los pagos de los pacientes por el consumo de servicios sanitarios, pero también de la utilidad de esta medida a la hora de persuadir el sobreconsumo en el Sistema Nacional de Salud. Es lógico que desde el Gobierno no se quiera asumir el riesgo de tomar una decisión de este calado, pues está claro que se estaría poniendo en manos de la oposición la mejor arma política para soliviantar a la opinión pública. Quizá ese Pacto de Toledo sanitario del que tanto se habla Este pacto sanitario sería un gesto de responsabilidad política que evitaría que la Sanidad se utilizara como argumento de crítica entre los partidos políticos en las últimas semanas sea el camino para llevar a cabo una reforma en este sentido. El objeto del acuerdo, desde luego, no sería éste, sino estudiar las posibles vías para sacar a flote las cuentas sanitarias. Sólo propiciando un pacto en el que participen todas las fuerzas parlamentarias y los agentes del sector, incluidos los pacientes, se podrán adoptar medidas que favorezcan al Sistema Nacional de Salud sin poner en el punto de mira a ningún partido concreto, tanto para bien como para mal. La creación de este macroacuerdo sería un gesto de responsabilidad política que evitaría que, como de costumbre, la Sanidad se utilizara como argumento de crítica entre unas formaciones y otras. Los ciudadanos están ya aburridos de escuchar globos sondas sobre el copago, quieren una solución.