DOCUMENTACIÓN Por: José López Yepes LA FGRAGMENTACIÓN DEL CONCEPTO INTEGRADOR OTELIANO A Otlet se debe la invención y primera conceptualización de la nueva disciplina que nos ocupa. Sus aportaciones deben servir de punto de partida de esta lección, aportaciones que cabe resumir del siguiente modo: 1 . La institucionalización de las actividades de la información científica, actividades que tienen los precedentes más notorios en las tareas bibliográficas iniciadas, en puridad, en el Renacimiento y en el comienzo de las publicaciones periódicas de carácter científico en la segunda mitad del siglo XVII. 2. El Instituto Internacional de Bibliografía acomete desde una perspectiva íntegra y universal, en todas sus formas, la resolución del problema de la información de las fuentes en la investigación científica -problema motivado, fundamentalmente, por el crecimiento incesante de la bibliografía científica y otros del mismo corte ya examinados - con la elaboración del Repertorio Bibliográfico Universal y la cooperación bibliográfica internacional en todos los órdenes. 3. La filosofía del movimiento fundacional de Bruselas otorga a la categoría de documento un alcance universal; no descansa en la corriente biblioteconómica, sino que mira desde la perspectiva de las necesidades de fuentes de información por parte del científico o usuario de esta información y crea la figura del documentalista -necesariamente experto en el contenido de las materias sobre las que informa - o puente de enlace entre el productor de información y el usuario 4. Desde una perspectiva bibliográfica o de información científica, Otlet y La Fontaine utilizaron las clasificaciones biblioteco-bibliográficas en boga -singularmente la de Dewey-, perfeccionándolas para utilidad de la Documentación y la propia Biblioteconomía. En el Tratado de Otlet se advierte que dominaba en éste el concepto integrador de Documentación como dinamizador de la información guardada en los depósitos documentales -de ahí el verdadero carácter enciclopédico de su obra. Por otra parte, es justo señalar su rechazo a cualquier tipo de polémica conceptual, espíritu que ha mantenido la FID, dando cabida en sus publicaciones a distintas concepciones y denominaciones de la palabra «documentación»; y su resistencia a cambiar la antigua denominación del Instituto, la de Bibliografía por la de Documentación, acaso debido a la influencia holandesa. Pero el conflicto biblioteconomía/documentación y bibliotecario/documentalista tomó cuerpo, y el concepto integrador acuñado por Otlet fue resquebrajándose paulatinamente, produciendo ingente cantidad de trabajos. La envergadura del problema es tal que el conflicto ha llegado a nuestros días. También el concepto de Documentación ha experimentado convulsiones en su expresión gráfica, merced a otra polémica que atentaba contra el propio significante documentación. En efecto, cuando en el curso de la historia reciente de nuestra disciplina el contenido documental se ha visto desplazado por el contenido infor- mativo, han irrumpido nuevas denominaciones como Information Science, Informations-und Dokumentationswissenschaft e Informatika, entre las más importantes. Fue Th. P. Loosjes, holandés, el primero que trató de poner orden en el proceloso mundo de las definiciones de documentación en su libro On Documentation of Scientific Literature (última edición de 1973). El primer capítulo («What is Documentation?») presenta la concepción personal del autor, en forma de esquema o cuadro de las posiciones mantenidas en la polémica Biblioteconomía/Documentación y, de otra, un planteamiento general válido que trata de armonizar ambas vertientes concluyentes en el origen histórico de la documentación. En efecto, en la bibliografía sobre Documentación hay infinitas definiciones de esta ciencia, como prueban los estudios de Van der Laan (1947), Pietsch (1954), Verhoef (1960), Vicentini (1974) y Sagredo (1989), entre otros. Las definiciones discutidas pueden agruparse en dos tipos: 1) definiciones en relación con la Biblioteconomía; 2) definiciones sin relación con la Biblioteconomía. Las primeras pueden ser: a) definiciones globales o de superposición; b) definiciones paralelas o de yuxtaposición, y c) definiciones subordinadas o de infraposición. Las definiciones de superposición incluyen a la Biblioteconomía como parte de la Documentación. Todo es función de la Documentación a partir de la definición de Otlet --que recoge la FID-, Frank (1949) y Briet (195 l), así como Shera cuando se refiere a la Documentación como «organización bibliográfica» (1951). Las definiciones de yuxtaposición contemplan la Biblioteconomía y la Documentación como estructuras paralelas. Adelantemos que Pietsch (1954) afirma que los bibliotecarios «se ocupan» y los documentalistas «explotan» los documentos; Fill (1954) adscribe a los primeros la administración y a los segundos la explotación de los documentos y cree que las humanidades son campo específico de la biblioteca, mientras que las ciencias aplicadas y la tecnología son del dominio de la Documentación. Entre las definiciones de infraposición debemos citar la enunciada en la teoría de Kunze (1954), que considera a la Documentación una simple extensión funcional de la Biblioteconomía, existiendo matices diferenciales tan sólo en lo relativo a la amplitud de la bibliografía que concierne a unos y otros. En este contexto, Loosjes aporta una hipótesis de trabajo conciliadora sobre La base de los orígenes históricos de la palabra documentación y los procesos latentes bajo esta denominación. Así pues, y con el objeto de definir las analogías y diferencias entre documentación y biblioteca, Loosjes se ha remontado a los orígenes de la documentación y ha concluido el carácter bifocal de la misma. La documentación, definitivamente, descansa en dos esferas de influencia: por un lado, en el trabajo investigador (documentación pasiva), y, por otro lado, en la Biblioteconomía (Documentación activa), consideración desde la que se plantea el problema de la autonomía de la disciplina. Según el autor holandés, el límite entre los dos campos puede definirse, en general, así: «Mientras el trabajo sobre una colección disponible de material se refiera a una colección, es, indiferentemente a un nuevo proceso, trabajo de biblioteca; si, por el contrario, se refiere a un tema específico (esto es, no a la totalidad de una colección), es documentación. Documentación es, por tanto, el vecino del trabajo de investigación, al que, en efecto, no preocupa a qué stock pertenece el material» (1973: 4). Sobre el esquema de Loosjes, y en el intento de abrir un camino comparativo al estudio del concepto de nuestra disciplina, procede estudiar en un plano evolutivo las diversas doctrinas acuñadas para nuestro concepto defendidas por los correspondientes tratadistas. Cumple advertir que el concepto integrador otletiano se ha fragmentado, a mi juicio, por la polémica Biblioteconomía/Documentación en sus diversas fases de yuxtaposición, superposición, infraposición o independencia, y en tiempos recientes ha vuelto a tomar vigencia desde las tres perspectivas que denominamos biblioteconómica, documental e informativa. LA PERSPECTIVA BIBLIOTECONÓMICA DE LA DOCUMENTACIÓN Bajo este epígrafe hago comprender aquellas doctrinas que contribuyen a la dilucidación del concepto de Ciencia de la Documentación desde una perspectiva clara de subordinación de ésta a la Biblioteconomía. Se trata, pues, de adoptar el esquema facilitado por Loosjes para, en la medida de su utilidad para mi exposición, elaborar un balance evolutivo del concepto de la disciplina. Como punto de referencia a la exposición que sigue sí cumple anotar que la doctrina de todos los bibliotecarios actuales sitúa, junto a la tradicional función de la biblioteca como democratizadora y divulgadora de la lectura -la biblioteca pública-, una función esencialmente ligada a su naturaleza como medio de comunicación: «Hoy en día -afirmaba Liebaers- una biblioteca es cada vez menos un edificio, una colección de libros una institución aislada, y cada vez más un medio de comunicación, que transmite un mensaje o una información a un espíritu curioso y sensible». Bajo la sombra del énfasis de este nuevo matiz, la perspectiva biblioteconómica de la Documentación se esfuerza por considerar a nuestra disciplina extensión o prolongación de la Ciencia de la Biblioteca (1972: 127-133). 3.2.1. La teoría de Bradford Después del Tratado de Otlet (1934), y salvo algún intento de síntesis en el espacio intermedio, sólo Bradford con su libro Documentation, que conoció diversas ediciones, ahonda en la concepción de los fundadores del Instituto Internacional de Bibliografía, aportando una definición de Documentación y postulando la inserción de ésta en el contexto de la Biblioteconomía. Supone, así, la obra braffordiana, desde su enfoque particular, un impulso a las doctrinas documentarias y un nuevo cauce para la incorporación de nuevas aportaciones a las mismas. Documentation es una recopilación de trabajos anteriores y pretende llenar la laguna desde la aparición del Traité de Otlet, salvo la aparición de la primera parte de Die Decimal Massification de 0. Frank en 1946. Son dos los aspectos que, en principio, contribuyen a definir la nueva ciencia: un aspecto universal y un aspecto técnico. Por un lado, el primero, propio de la universalidad de la ciencia y su aplicación real: «La Documentación tiene una función vital en cualquier fase, desde el establecimiento de una luz científica hasta su aplicación a la producción de algún objeto destinado a nuestra vida diaria y a la subsiguiente mejora de ese objeto» (1961: 68). En segundo lugar, el aspecto técnico, funcional u operativo: «La documentación es el proceso consistente en reunir y clasificar por materias todos los registros de nuevas observaciones, poniéndolas a disposición, cuando sea preciso, del investigador o inventor» (1961: 66). Finalmente, Bradford formula una definición de documentación considerada arte que ha hecho fortuna: «El arte de la Documentación es el arte de reunir, clasificar y hacer fácilmente accesibles los documentos de todas las formas de actividad intelectual» (1961: 68). Por tanto, la Documentación se erige en proceso técnico de tratamiento determinado de documentos procedentes de cualquier actividad intelectual. En suma, un proceso que comporta las siguientes notas: recopilación, clasificación, accesibilidad, universalidad e intencionalidad científica. De otra parte, en la ya conocida controversia Documentación/Biblioteconomía, la posición de nuestro autor es clara, pues se sitúa dentro del panorama de las definiciones de subordinación y de complementariedad: «La Documentación no es otra cosa que un aspecto de este arte mayor que es la Biblioteconomía..., pues en tanto en cuanto la biblioteconomía se ocupa de todos los aspectos del tratamiento de libros, la tarea del documentalista consiste en hacer disponible la información original registrada en artículos de revistas, folletos, especificaciones de patentes y otros documentos semejantes» (1961: 69). Así pues, el documentalista se configura como un bibliotecario especializado en la difusión de los contenidos de material no librario, precisamente el material más abundante y necesitado de métodos de tratamiento especiales que soporta la Documentación, más netamente vinculada al progreso de los conocimientos científicos. 3.2.2. La teoría de Shera Fue Jesse H. Shera, sin lugar a dudas, el representante más destacado de la corriente de la perspectiva biblioteconómica, autor de numerosos trabajos sobre el tema. Sin embargo, es constante destacada en sus escritos la adaptación permanente de su teoría-y la crítica desde este horizonte a las aportaciones que otros autores han hecho a la teoría de la Ciencia d e la Documentación. La base de partida del pensamiento de Shera sobre el problema radica en la tesis de que la biblioteconomía general, la Biblioteconomía especializada y la documentación son constituyentes de una misma unidad histórica: la denominada organización bibliográfica. Aún más, «se puede concluir que la biblioteca especializada y la Documentación tienen una raíz común y que su divergencia ha sido en gran parte un accidente histórico» (1952-1953: 194). En efecto, durante más de cuatro siglos, la Biblioteconomía «fue casi sinónimo de bibliografía y los precursores de la moderna biblioteca pública sintieron que los problemas de mejorar las técnicas de organización bibliográfica eran capitales para la práctica de la propia Biblioteconomía» (1961: 19-20). Con el crecimiento de los fondos bibliográficos y de las publicaciones periódicas, las técnicas bibliotecarias y bibliográficas se fueron perfeccionando necesariamente, sobre todo las relativas a las de clasificación. Este momento está representado para Shera en 1841, cuando en Gran Bretaña se establecieron las famosas 99 reglas que constituyeron las bases de la catalogación durante varias generaciones y en el momento en que comienzan a tener verdadera importancia las publicaciones periódicas. El fracaso de la continuación de estas tareas por parte de la Biblioteconomía lo atribuye el autor a dos razones evidentes y fundamentales: la primera estribaba en la consideración de la biblioteca como ente en el que el acceso físico y el acceso al contenido eran eminentemente locales; la segunda razón, basada en la primera, se produce en el momento en que la revista se expande como notorio y abundante documento de información al que, por su naturaleza, no puede adaptarse fácilmente la clasificación topográfica, y, por otra parte, por la consideración de unidad bibliográfica distinta en cada artículo, falta de personal y recursos financieros para la catalogación de los mismos. La unificación de esta labor en un sistema bibliotecario podría haber resuelto el problema, pero en muchas ocasiones la distancia dificultó la resolución del mismo. Todo ello condujo a la biblioteca a relegarse a su vieja misión de conservadora física de los documentos. Precisamente -dice Shera- «la parte de la Biblioteconomía que se vio así separada fue recogida y desarrollada por el floreciente grupo de los documentalistas» (1961: 23), a pesar de que «... pioneros de bibliotecas como Edwards y Panizzi, en la Gran Bretaña; Jewett, Winsor, Cutter y Poole, en los Estados Unidos, habían considerado verdadero objetivo social de la biblioteca el establecimiento de la maquinaria bibliográfica necesaria para proporcionar el acceso tanto físico como de asunto a los documentos impresos» (1961: 24). Desde el enfoque mantenido por el autor norteamericano, tanto OtIet como La Fontaine, en su propósito de controlar la masa de conocimientos registrados en forma documental, recurrieron a los bibliotecarios y buscaron en la Biblioteconomía las técnicas para la clasificación de las bibliografías y ellos mismos contribuyeron, como es sabido, a la mejora de la clasificación biblioteconómica. Recíprocamente, el propio Dewey consideraba a su clasificación «no sólo un método para la disposición de los libros por tema, sino un mecanismo para la organización de todas las variedades de la información escrita». Pero, además, la propia bibliografía del Instituto dependía de la Biblioteconomía, pues su núcleo se constituía de los catálogos impresos de las grandes bibliotecas nacionales, aunque se pensaba someter sus materiales a un análisis de contenido más a fondo de lo que, hasta entonces, habían hecho los bibliotecarios. A esta actividad la denominaron Documentación. «El cisma que, de ese modo, se produjo en la Bibliotecología -sentencia Shera en 1968 no ha terminado todavía» (1968: 28). Por fuerza la Documentación necesitó ir más allá y, de acuerdo con el tratamiento de los documentos -entendidos universalmente -, hubo de ensayar nuevas técnicas para la organización y utilización de los diversos materiales distintos del libro. Lo cierto es que algunos bibliotecarios relacionaron estas actividades con su propio trabajo y los más siguieron apegados a tradiciones pasadas y, en definitiva, perdieron de vista la antigua concepción de los primeros bibliotecarios. Las conclusiones de esta evolución conceptual de la Documentación las resume el propio Shera: «I) hasta el fin del siglo XIX, la Biblioteconomía y la documentación eran esencialmente la misma cosa; 2) cuando la Biblioteconomía se dejó llevar por el culto popular de la educación universal y del autoperfeccionamiento, la Documentación, tomando prestadas las técnicas y, hasta cierto punto, los objetivos de los primeros bibliotecarios, se aventuró sola por las complejidades de la organización bibliográfica; 3) aunque las técnicas de la documentación fuesen originalmente las mismas de la Biblioteconomía, los documentalistas las perfeccionaron y ampliaron para la organización, utilización y reproducción de su material, y 4) al convertirse los documentalistas en pioneros de esa nueva disciplina -la organización bibliográfica-, un abismo cada vez mayor pasó a separarlos de los bibliotecarios» (1961: 37). Una de las últimas aportaciones de Shera al tema data de 1973 y constituye su trabajo Toward a Theory of Librarianship and Information Science, en que de nuevo admite el modelo cambiante de biblioteconomía de acuerdo con los tiempos y las estructuras sociales, así como la participación interdisciplinar en la investigación biblioteconómica. 5.3. LA PERSPECTIVA DOCUMENTAL DE LA DOCUMENTACIÓN La perspectiva otletiana, obviamente documental, tuvo continuadores que la sumergieron en la corriente biblioteconómica, como Bradford y Shera, sobre todo, pero otros, que podríamos alinear entre los defensores de la Documentación -manteniendo este término en niveles de paralelismo, superposición o independencia de la Biblioteconomía-, desarrollaron el concepto hasta darle la contextura que tiene en nuestros días. Es precisamente el objetivo de este epígrafe mostrar la evolución del concepto de nuestra disciplina en estos tratadistas, evolución que desde distintos ángulos trataron en su momento Pietsch (1968) y Capurro (1973). El primero, estrictamente evolutivo, a partir de la definición dada por la Deutsche Gesellschaft für Dokurnentation en 1954 -«documentación significa reunir, abrir y hacer útiles los documentos sistemáticamente»-, estudia el establecimiento de la Documentación o Información -una al lado de la otra- como ciencias y la exaltación de la información como efecto más genuino de la Documentación. 5.3.1. Las concepciones paralelas: Ditmas, Coblans y Verhoef El pórtico del estudio de las concepciones de la Ciencia de la Documentación, puramente paralelas, de transición o sucesivas de funcionalidad en relación con la Biblioteconomía, lo marcan las definiciones de Edith M. R. Ditmas, antigua directora del ASLIB británico, que en 1949 definió la actividad documental como «el sector de la bibliografía en que la principal preocupación recae sobre el perfeccionamiento de los medios para la utilización activa de los registros del conocimiento humano, en oposición a su custodia» (citado por Coblans, 1965), cometido que se ha predicado de las bibliotecas. En relación a este orden, la misma tratadista establecía en 1950 los límites con la Biblioteconomía a lo largo del mismo proceso de actividades: «La materia prima de la Documentación y la Biblioteconomía es la misma. La diferencia reside, principalmente, en el modo de tratarlas; la Biblioteconomía abarca el manejo de los documentos en todas sus formas materiales; la Documentación, el proceso de la extracción de su contenido intelectual para usarlo en la elaboración de otros documentos... La Documentación y la Biblioteconomía pueden ser descritas como dos secuencias de un mismo ciclo de actividades» (citado por Coblans, 1965). Debemos adelantar que la definición conciliadora de Ditmas hizo fortuna y el esquema del proceso único en que aparecen representados el factor estático de la descripción física de los documentos (Biblioteconomía) y el factor dinámico de la producción de información (Documentación) se ha constituido como esquema válido para muchos autores posteriores. Coblans planteaba en su trabajo ¿Qué es la Documentación? (1959) una cuestión de relativismo geográfico influyente en la concepción de esta ciencia. En efecto, «es imposible definir exactamente la palabra documentación por cuanto su significado difiere de país a país». El mejor punto de partida puede ser la tantas veces citada definición de la FID: «Documentar es reunir, clasificar y distribuir documentos de todo tipo en todos los dominios de la actividad humana» (1959: 259). Esta definición incluye a la Bibliografía, ciertos aspectos de la Biblioteconomía y la técnica del archivo. En suma, Coblans caracteriza el campo de la Documentación a partir de las siguientes notas: frente a las bibliotecas, la Documentación es provocadora y agresiva y, en consecuencia, diferente su filosofía: 1) el servicio es dinámico, y 2) el campo de especialización es más grande en todo tipo de documentos. Verhoef (1960) planteaba de un modo escueto y esquemático la posición de la Ciencia de la Documentación como conjunto de actividades paralelas y sucesivas en función de las que son objeto de estudio de la Biblioteconomía y, al igual que en el caso de Coblans, la base de partida es la definición ofrecida por la FID, definición amplia que se relaciona necesariamente con las actividades bibliotecarias. Como observación final apuntemos que el cuadro ofrecido por Verlioef se mantiene en la línea trazada por Ditmas en 1949. La matización propia de la Documentación comprende una parte del proceso documental, exactamente la fase llamada de distribución, en que el especialista se enfrenta con la abundancia de publicaciones que ha de seleccionar en un mínimo tiempo. Así, son factores inherentes al proceso documental propiamente dicho el factor de crecimiento de la bibliografía científica y el factor tiempo. La producción de documentos secundarios es, para el autor, tarea común a ambos especialistas y el resultado final -el producto último del proceso documental - es un repertorio bibliográfico, observación de indudable importancia por cuanto sitúa a la Bibliografía como fin último de la Documentación, o disciplina que aprovecha una serie de recursos para la confección de repertorios bibliográficos, en las mejores condiciones para el desarrollo de la ciencia y la mayor eficacia del trabajo intelectual que hace posible el mismo. 5.3.2. Las concepciones de superposición Entre los autores que defienden esta posición, destaca la documentalista francesa Suzanne Briet. Para ella, la nueva forma de información científica ha prosperado, sobre todo, en la investigación técnica y científica en sentido más estricto por la renovación casi constante de documentación que se opera en estos medios, mientras que en las ciencias humanas la documentación procede por acumulación y aparece más conservadora y tradicional. En cualquier caso, la Documentación -en el pensamiento de Briet- es ciencia, y ciencia instrumental al servicio de la producción científica de los conocimientos humanos y necesaria en el contexto de lo que se ha llamado y citado por todos los autores hasta la saciedad el fenómeno de la explosión de la información documental. Sin duda alguna, la investigación científica, en todos los órdenes, a todos los niveles y en todos los medios geográficos, ha tomado conciencia de la necesidad de la organización de la documentación e información científicas y el documentalista se erige como miembro del equipo investigador. De las líneas que Briet dedica a esbozar el panorama de la ciencia pueden extraerse las siguientes consecuencias: 1. La Documentación puede llegar a tener un «contenido interdocumentario» cuando comparando, seleccionando y estudiando documentos alcanza un carácter creativo. 2. La Documentación presta servicios rápidos. En este contexto, Briet cita al norteamericano Burchard y su opinión de que la ciencia encuentra su Waterloo en las bibliotecas, frente a los procedimientos típicamente documentales, como los resúmenes y las reseñas, de notoria rapidez en la difusión. 3. La Documentación tiene la servidumbre de no poder ser siempre manejada en su totalidad a causa de motivos extracientíficos, como es el caso de la documentación militar secreta. 4. La Documentación puede definirse como «técnica cultural nueva» y medio de desarrollo, como ya sugería Pages: «La documentación es a la cultura lo que la máquina es a la industria». 5. La Documentación es un nuevo humanismo generador de «otra raza de investigadores». El hombre, por medio de la documentación, se apoya en el legado de los antepasados para construir nuevos mundos científicos. Además, «una propiedad de la documentación moderna es la de coordinar sectores diversos en una misma organización». 6. La Documentación ayuda a la investigación a moverse fuera de la especialización demasiado estrecha y a caminar por los senderos tan fecundos de las relaciones interdisciplinares. El pensamiento de Briet se perfila aún más, en la prolongación de la línea fecunda de comparación del estatus de funciones de los bibliotecarios y de los documentalistas, en un artículo publicado, poco más tarde, con el título Bibliotecarios y Documentalistas. En el mismo, que data de 1954, vuelve al tema de la ya, en su tiempo, antigua controversia entre bibliotecarios y documentalistas, estudiándolo a nivel de instituciones internacionales y a nivel de tratadistas. Efectivamente, según Briet, la resistencia de los bibliotecarios a las normas de los documentalistas se basa en varias razones: la tendencia de los bibliotecarios a la conservación de los fondos; su formación cultural de carácter general, que les impide estar a cargo de las bibliotecas especializadas; las tareas de documentación bibliográfica o documental que puede ejercer el bibliotecario, sin ser especialista en la materia, lo que no hay que confundir con la Documentación, pues sólo cuando los bibliotecarios informan sobre su especialidad se acercan al documentalista, es decir, cuando pueden garantizar referencias, información y enseñanzas sobre su propia ciencia, la Biblioteconomía. 5.3.3. La teoría norteamericana E. B. Jackson, en su trabajo Inside Documentation, publicado en 1954, se mostraba de acuerdo con la definición elaborada por la Special Libraries Association norteamericana, esto es, «la Documentación es el arte encargado de: a) la creación de documentos; b) la diseminación de documentos, y c) la utilización de documentos» (citado por Mikhailov, 1973: 48), entendiendo por tales cualquier forma de información registrada. Por otra parte, un concurso establecido en 1955 por la revista American Documentation para fijar una definición de documentación seleccionaba tres definiciones correspondientes a H. Dyson -«Ciencia de la presentación y almacenamiento ordenado de los conocimientos registrados (records of knowledge), encargada de presentarlos de forma que puedan ser utilizados rápidamente y se establezcan las relaciones existentes entre ellos-, A. Seidell -«Procedimiento mediante el cual la reserva acumulada de conocimientos puede utilizarse para obtener nuevos conocimientos»- y E. Brownson -«Arte que facilita la utilización de los conocimientos especializados, registrados, mediante su presentación, reproducción, publicación, diseminación, recolección, almacenamiento, análisis semántico, organización y búsqueda»- (ídem, ibíd.: 49). Al año siguiente, 1956, J. D. Mack y R. J. Taylor consideraban la Documentación como «el conjunto de métodos necesarios para la presentación ordenada, sistematización y transmisión de los conocimientos especializados registrados, con el fin de asegurar la accesibilidad y utilización máxima de la información contenida en ellos» (citado por Mikhailov, 1973: 20). 5.3.4. La teoría de Pietsch En Alemania, Pietsch pertenece al grupo de tratadistas que más trabajan por la consolidación del concepto y cuya influencia penetra en nuestro país a través del Centro de Información y Documentación del Patronato «Juan de la Cierva», del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Las nociones de documento y documentación fueron esquematizadas por el mismo en los siguientes puntos: 1. Documento es la forma objetivada de una experiencia o de un conocimiento relacionado con determinado sector de las actividades del espíritu humano (para el profesor alemán, principalmente con la ciencia, la técnica y la economía). 2. Documentación es para la Asociación Alemana de Documentación, asesorada por la FID en 1954, «la sistemática recopilación, interpretación y preparación para el uso de los documentos». 3. La Documentación debe entenderse con referencia a la investigación científica, pues aquella es necesaria para abordar el estudio de una nueva cuestión. 4. La información «es la forma activa de la labor documental, o sea, la aportación de los conocimientos deducidos del estudio de documentos» (1966: 8). 5. La documentación científica sufre un proceso por el que una gran parte de lo publicado pasa desapercibido en el momento de salir a la luz y más tarde reaparece en forma de resúmenes, reseñas o en los manuales. A pesar de ello, las dificultades son innumerables por culpa de las diferentes lenguas y la inmensa multitud de especialistas que publican sus investigaciones a lo largo y a lo ancho del mundo. Ante esta situación hay que arbitrar los medios para asegurar que la documentación científica pueda llegar a ser utilizada por los usuarios. 6. La necesidad de información motivada por la explosión de documentación puede resolverse a través de los llamados Centros de Documentación. Es evidente que la posición de Pietsch en lo tocante al problema que nos ocupa se sitúa en la corriente definitoria del proceso documental establecido por la Deutsche Gesellschaft fur Dokumentation, a lo que hay que añadir su definición de información, por separado, que establece las primeras bases del binomio Documentación/Información, de tanta trascendencia en Alemania e incluso, como se ha sugerido antes, en España. Así, la información se erige en la activación de la documentación para la investigación, con lo que de este modo se enlazan indisolublemente Documentación, información e investigación. Por lo que se refiere a las características de la documentación científica, su ocultación, al salir a la luz, y su potenciación posterior, cuando se difunde la noticia de su existencia, es un fenómeno peculiar que, por su naturaleza, podemos calificarlo de «Guadiana informativo». Relevante es, asimismo, el planteamiento y la consideración formulados por el investigador alemán relativos a la ubicación de la información y de la información científica en el medio social y en la esfera de los individuos. Ante el torrente informativo, la sociedad debe requerir un mecanismo que la guarde y proteja del exceso de información y establezca la verdad ante los intermediarios de aquélla. 3.5. LA DOCUMENTACIÓN EN ESPAÑA El estudio amplio, acompañado de una antología de textos fundamentales de los autores que muestran de modo paladino la evolución del concepto de documentación en España, ha sido recogido en un trabajo publicado por el profesor Ros García y el autor de estas líneas con el título de ¿ Qué es Documentación? Teoría e historia del concepto en España (Madrid, Síntesis, 1993, 157), cuya consulta, en consecuencia, permitirá al lector profundizar y valorar más fehacientemente el cuadro evolutivo del concepto de la disciplina desde 1935 hasta nuestros días. En primer lugar, conviene reflexionar acerca del término que debemos emplear para designar el saber y la actividad social que entendemos por Documentación. En el cuadro que ofrecemos en el libro La Documentación como disciplina. Teoría e historia (1995: 294-300) aparecen los siguientes veintitrés términos empleados con desigual frecuencia y fortuna: - Biblioteconomía y Documentación. Ciencia Documental. Ciencia de la Documentación. – Ciencia de la Información documental. – Ciencias de la Documentación. – Ciencia de la Información. – Ciencias y técnicas de la Documentación. Documentación. – Documentalísmo. – Documentografía. – Documentología. – Documentación científica. – Documentación bibliográfica. – Documentación e Información. – Documentación e Información científica. Documentación general (1). – Documentación general (11). Información y Documentación. – Información científica. – Información y Documentación científica. – Información científica y técnica. – Informática. Técnicas de Documentación. - En relación con dichas denominaciones, procede efectuar las siguientes observaciones: 1. La expresión Documentación general puede entenderse (1) como una asignatura en la que se estudian todos los aspectos relacionados con la Documentación de modo resumido y que es común a toda Documentación especializada. También puede entenderse (11) como aquella parte de la documentación que se ocupa de los contextos organizados donde tienen las operaciones del proceso documental, es decir, el estudio de los sistemas, redes y centros de información y documentación. 2. La expresión Biblioteconomía y Documentación puede equivaler a Ciencias de la Documentación por cuanto puede englobar también la Archivística. En todo caso, es el nombre del área de conocimientos que recoge nuestros saberes y es el título universitario del bibliotecario y documentalista de primer ciclo. 3. A la luz del cuadro subsiguiente y del conocimiento de la bibliografía, cabe estimar que los dos nombres más utilizados para designar el conjunto de las disciplinas que nos ocupan es el de Documentación y el de Información y Documentación. El uso del primero se manifiesta sobre todo en el título universitario de licenciado en Documentación. El uso del segundo viene marcado por la influencia de los institutos del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas), y por el deseo manifiesto de dejar siempre patente el carácter informativo de la Documentación. Por lo que se refiere al concepto, en España se han producido notables progresos en lo que respecta al desarrollo conceptual de la Documentación en su nivel general o en su aplicación a determinados saberes (como el Periodismo o la Medicina) o bien en su estudio desde determinadas perspectivas y metodologías, como la informativa, la lingüística y la científica, esta última base de las documentaciones especializadas al servicio del crecimiento de los diversos campos del saber (López Yepes, 1995: 284-306). En resumen, la evolución de la Documentación en España, tanto a nivel teórico como práctico, ha experimentado un notable avance en todos los ámbitos (conceptuales, formativos, comerciales, etc.) como se observa en el último trabajo de Abadal (1994). El examen de los cuadros cronológicos que tratan de evidenciar los aludidos progresos demuestran la afirmación anterior y parecen evidenciar asimismo que la institucionalización docente plena de la Documentación está sirviendo de motor del cambio al mismo tiempo que la sociedad va reconociendo cada vez más sus necesidades informativas y la presencia cada vez más adecuada del profesional de la Información y Documentación y de estudiosos e investigadores (Abadal, 1994; López Yepes/Ros, 1993). En efecto, a finales de la década de los setenta aumentan ostensiblemente los ensayos sobre el concepto de «documentación», en gran parte debido a la convocatoria de plazas de profesorado en las universidades españolas para impartir disciplinas documentarias, lo que comporta la debida y preceptiva reflexión de los candidatos y, en consecuencia, la conformación progresiva de una teoría de la documentación y del documento desde una perspectiva general susceptible de especialización y aplicación a los distintos saberes y actividades sociales. En este ámbito, consideramos que han sido objeto de estudio y preocupación por los distintos autores, entre otras, las siguientes cuestiones: 1. Las cuestiones terminológicas, entre las que figura el nombre de la disciplina y la denominación de quien la estudia o la ejerce en el sector profesional. 2. La consideración de Documentación como disciplina independiente, como área de conocimientos (Biblioteconomía y Documentación) o como conjunción de diversas ramas del saber. 3. La consideración de Documentación como ciencia o como técnica. 4. El redescubrimiento, si así puede denominarse, de Otlet y de su obra, siendo en este sentido la aportación española de gran importancia, y, en general, el interés por la historia de la Documentación en el plano teórico. 5. La aplicación de la metodología de las ciencias informativas en el estudio de la documentación y la consideración ulterior de esta disciplina como ciencia informativa. Ello justifica su temprana inclusión en los planes de estudio de las facultades de Ciencias de la Información. 6. El establecimiento, en consecuencia, de la información documental como objeto de la Documentación y su desarrollo en forma de un proceso informativo de naturaleza especial. 7. La permanencia del debate sobre la configuración del profesional de la documentación y el estudio de las vías adecuadas para su formación como elemento insoslayable para el estudio del concepto de «documentación» en interacción recíproca. De la fecundidad de este debate, nunca concluido, es testimonio la reciente creación del título universitario de licenciado en Documentación (en 1992), lo que supone la definitiva institucionalización docente e investigadora de las disciplinas documentarias en su grado más elevado. 8. El acercamiento a la conceptualización de la Documentación desde otras perspectivas como la lingüística o la informativa. 9. La fijación de los criterios que permiten el aprovechamiento de los principios científicos y técnicos de la concepción general de Documentación a los distintos saberes, conformándose así la Documentación especializada y, como variedad de ésta, la científica. Ello ha comportado la oportuna reflexión de la naturaleza de la documentación médica, jurídica, periodística, etc. HACIA UNA DEFINICIÓN DE DOCUMENTACIÓN De modo esquemático, el concepto de Documentación y de documentalista puede establecerse sobre la base de cuatro factores: a) ciertos criterios obtenidos del examen de la bibliografía mas reciente b) determinación del objeto de la disciplina y su ubicación en el sistema de las ciencias; c) c) toma de postura acerca de la denominación de la disciplina, y d) una propuesta de definición de Documentación y de profesional de la Información y Documentación que naturalmente debe ser siempre objeto de contraste. a) Los criterios mínimos que nos permiten avanzar hacia una definición de Documentación son los siguientes: 1 . Un criterio pluralista, desde el ordenamiento que representan las distintas teorías y escuelas con idéntico objetivo. 2. Un criterio que considera la investigación científica, la obtención de nuevo conocimiento en general y la información para la acertada toma de decisiones como motor de este sector de conocimientos, lo que es propio de un quehacer de alto sentido teleológico que cumple su misión al remediar una necesidad de información. 3. Un criterio que predique de la Documentación su carácter de área de conocimientos autónoma, interdisciplinaria y de generalidad en relación con el resto de las disciplinas y actividades sociales para las que aquélla actúa como saber instrumental. 4. Un criterio que atribuye auténtica operatividad al quehacer documentario cuando se aplica a una disciplina, bien en su devenir investigador, bien n su aplicación como actividad en el medio social. 5. Un criterio que vincula la realización del proceso documental -y aun la naturaleza de la disciplina documental- al contexto organizado o sistema donde tiene lugar dicho proceso caracterizado por las crecientes necesidades de información y modificado por el componente altamente tecnológico (el medio es el mensaje) que caracteriza a la sociedad de la información de nuestros días. b) El objeto de estudio de la Documentación se basa, a nuestro entender, en el concepto de información documental y en el concepto de proceso documental como un proceso informativo de naturaleza peculiar por cuanto se da en el mismo una actividad de recuperación de mensajes informativos emitidos en procesos anteriores y que, mediante su conserva y tratamiento técnico, se difunden transformados con la finalidad de que sirvan de fuente de información para la obtención de nuevo conocimiento o para la acertada toma de decisiones en las organizaciones, empresas e instituciones. c) En cuanto a la denominación de nuestra disciplina, cabe hablar de cierta explosión terminológica. No obstante, la urgencia de llegar a un determinado consenso ha sido propuesta paladinamente por numerosos autores que, incluso, han apelado al estudio de la evolución de los nombres a fin de conformar mejor la definición, una definición que, como todas las que corresponden a una disciplina, debería expresar en un solo término el conjunto de problemas e ideas que pertenecen exclusivamente a su ámbito de trabajo, que le prestan identidad y que así debe ser reconocido por el resto de la comunidad científica. En España, los estudios realizados sobre el particular nos permiten avalar la persistencia de los términos Documentación e Información y Documentación, el primero de los cuales ha quedado mucho más fortalecido a partir de la creación, en 1992, del título universitario de licenciado en Documentación. En todo caso, esta denominación que, en España, cuenta con el mayor número de defensores se viene revelando en el concierto internacional como relativamente válida una vez aceptada su connotación informativa. Woledge, que ha estudiado con precisión el uso del término «documentación» en el Reino Unido, Francia, Alemania y Estados Unidos, concluye su trabajo advirtiendo que «parece no existen razones para abandonar lo que Shera llamó la familiar y eufónica documentación, con su historia, riqueza y misterio» (1983: 278). De otra parte, establecida la naturaleza autónoma de la disciplina también corroborada por su carácter de área de conocimientos independiente con el nombre de Área de Biblioteconomía y Documentación en el catálogo ad hoc formulado por el Ministerio de Educación y Ciencia, también procede ahora mostrar la ubicación de la documentación en el sistema de las ciencias. En nuestra concepción la documentación es una ciencia informativa de carácter social con una función mediadora entre el creador de la información y el receptor de la misma. Para Schrader es también esta función mediadora la que presta identidad al dominio que nos ocupa, todo ello sin perjuicio de constatar el progresivo avance de los dispositivos que permiten al usuario conectar directamente con las fuentes de información sin la aparente presencia del documentalista. d) Finalmente, y moviéndonos hacia el campo de las definiciones, partimos de la idea de que Documentación es rama del saber integradora de todos los saberes y oficios relacionados con el documento; general e instrumental al servicio de todos los saberes y actividades sociales; informativa, por cuanto tiene como objeto de estudio un proceso de carácter informativo; especializada, cuando se hace operativa al servicio de una determinada rama del saber o actividad social, y, por último, científica, cuando sirve de apoyatura para la obtención de nuevo conocimiento científico. En cuanto al término «documentación», éste puede entenderse: 1. Como Ciencias de la Documentación, esto es, como el conjunto de las disciplinas que tienen por objeto de estudio de un proceso informativo en el que se da una actividad de recuperación de mensajes emitidos en procesos anteriores y que, mediante análisis y tratarniento técnico, se comunican transformados con la finalidad de que sirvan de fuente de información para la obtención de nuevo conocimiento o para la toma de decisiones. 2. Como una de las Ciencias de la Documentación que tiene como objeto de estudio aquella parte del proceso documental consistente en la recuperación y difusión de mensajes documentarios y su aprovechamiento por parte del sujeto receptor o usuario a fin de que sirvan de base para la obtención de nuevo conocimiento o para la toma de decisiones. O, de modo más sintético, documentación es la ciencia general que tiene por objeto el estudio del proceso de adecuación y transmisión de las fuentes para la obtención de nuevo conocimiento. 3. Desde el primero de los supuestos, el término «documentalista» comprende de hecho el conjunto de profesionales y estudiosos que son sujetos emisores del proceso informativo-documental y que desempeñan su función en las distintas fases del mismo: producción, tratamiento y difusión de los diversos mensajes documentarios, y que aunque mantengan su antigua o nueva denominación tradicional (archiveros, bibliotecarios, bibliógrafos, documentalistas ... ), están ubicados en el marco más amplio del profesional de la Información y Documentación. BIBLIOGRAFÍA Abadal Falgueras, E. (1994): La Documentación en España, Madrid: Cindoc-Fesabid, XIII. Belkin, N. J. (1978): «Information concepts for Information Science», Journal of Documentation, vol. 34, núm. 1, marzo. Borko, H. (1968): «Information Science: What is it?», American Documentation, vol. 19, núm. 1, enero, pp. 3-5. Bradford, S. C. (1948): Documentation, Londres: Crosley Lockwood. Citamos por la edición Documentagao. 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