Resistencia de 21 años, la transgresión del género Reseña del libro Sexo entre varones y entrevista con Guillermo Núñez Noriega1 Tatiana Sotres2 La primera publicación de Sexo entre varones. Poder y resistencia en el campo sexual fue en 1994. Actualmente cuenta con tres ediciones y cuatro reimpresiones en más de 20 años. Su autor, Guillermo Núñez Noriega considera que este libro es la “fotografía de un momento social e histórico de la ciudad de Hermosillo, que no es diferente a lo que pasa en otros estados del país”, porque hasta podría ser un parámetro para que la gente pueda entender su propia realidad sexogenérica. Sexo entre varones fue el resultado de una investigación de cuatro años que logró definir conceptos como existencia y campo sexual, dar una breve historia de la hegemonía en la medicina, la religión y los medios de comunicación; así como a la construcción social de lo masculino basada en los roles de género que otorgan poder a la trilogía de prestigio: hombre-­‐masculinidad-­‐heterosexualidad, aquella que da origen al personaje de una subcultura: el homosexual. Ahonda en la relación que tienen los discursos consumistas como la “afirmación del deseo”, y el contradiscurso de “los erotismos marginados” que resultan ser herejías por formar parte de las existencias sexuales. Incluso, Núñez Noriega considera que “ya son parte de la construcción del poder de los dominados, está en la conciencia de las estructuras emocionales de la población”, porque aquí es donde la religión comienza a tomar control, o lo tiene desde hace más de dos mil años, a pesar que en las últimas décadas se ha generado una “revolución cultural tan profunda que está transformando y alternando la historia”. En este libro, Núñez trabaja de la mano con algunas publicaciones del periódico El Imparcial, en donde se percibe una tendencia mediática sobre “la postura pecadora e incorrecta” de las relaciones entre varones. A través de notas informativas, columnas, editoriales y reportajes que advierten que estas conductas son descaradas y que están mal descritas en los códigos penales; donde se logra apreciar una persecución bajo el efecto panóptico, término que el autor adopta de Jeremy Bentham para “observar, censurar y castigar los excesos” de los homosexuales, considerados por los medios sonorenses como “criminales en potencia” por tener una clara diferencia al resto de la sociedad. Y es justo en la diferencia donde comienza el trabajo de campo, las entrevistas con los participantes que cuentan sus primeras experiencias sexuales, el proceso de aceptación de su homosexualidad, la influencia de la sociedad, las amistades y su relación con la iglesia para construirse como los hombres que son en ese momento. Guillermo Núñez considera que para lograr este vínculo es necesario construir confianza “en un tiempo para que te conozcan y puedan platicar contigo” pero una vez que se logra se puede enfrentar un problema: parar, porque “la gente tiene una necesidad de hablar de las cosas que han estado escondidas en el traspatio de la mente”. Es en la aceptación de los entrevistados donde se pierde el miedo, el terror a la homofobia de la que fueron víctimas; es en la construcción del campo sexual en diversos habitus forjados en la amistad que lograron marginar la heteronormatividad sonoroense y el discurso hegemónico; logrando así que la homosexualidad forme parte de la resistencia al poder, de la renuncia al sufrimiento por ser uno mismo, y sobre todo, del diseño que ponía a los homosexuales como sinónimo de promiscuidad; es decir, se integró en la “resistencia cultural” para generar cambios locales, legales y abrir nuevos retos en la sexualidad sonorense. El autor asegura que después de 20 años se han realizado varios cambios como la reforma al Bando de Policía y Buen Gobierno del Municipio de Hermosillo, para la aprobación de uno nuevo en 1999. En éste se había derogado el apartado “Faltas a la moral y las buenas costumbres” e incluía la no discriminación en sexo, edad, creencias religiosas o políticas, expresión de género, origen étnico, discapacidad, lengua, preferencia sexual o estilo de vestir; porque “se ha ido aceptando la noción de derechos y ha permeado en la cultura” que poco a poco ha ido normalizando “la diversidad sexual y las sexualidades no heterosexuales”, aquellas que actualmente se pueden ver en las jóvenes lesbianas, gays y trans porque “no entran en esos periodos de sufrimiento que las generaciones anteriores pasaron en la angustia, en el miedo; ahora se les ve más seguros, más confiados y asertivos”. La visión a futuro Núñez considera que aún hay grandes retos para las políticas públicas porque además de sumar la diversidad sexual hay que empezar a visibilizarla o incorporar “la noción de la perspectiva de género, que implique reconocer la identidad de los sujetos a los cuales va dirigida, es decir, no partir de uno universal, asexuado que sabemos que a última instancia termina siendo un varón, heterosexual, de clase media”. Insiste que hay mejorar los planes de estudio y los programas de las escuelas normales para tener un profesorado preparado en el campo. Y que estas tareas no son sólo para los gobiernos, también lo es para el activismo porque “la agenda no se agotó con el matrimonio, o con la adopción; sino que hay que pensar en cómo llevamos la perspectiva de la sexualidad a una visión de la transversalización de la política pública”. Para Guillermo Núñez Noriega el reto actual son las leyes de identidades sexogenéricas porque hay muchísima gente que forma parte de la población y no tiene documentos legales como actas de nacimiento, particularmente en los casos de las personas transexuales o transgénero. Otros temas que se podrían trabajar a partir de la incomodidad son “la bisexualidad y el poliamor, generan más inquietud porque tienen que ver con nociones muy centradas de lo que es el amor, la pareja, la familia y el parentesco”. O ahondar en la colonización de la vida afectiva “no sólo en las parejas del mismo sexo, sino de todas las personas”, por estar dentro del modelo consumista de mercado, aquel que ahora maneja las relaciones como un producto de desecho para romper las emociones y construir encuentros fugaces a través de las redes sociales o las aplicaciones. Es aquí donde Guillermo Núñez se refiere al amor líquido, al uso del término sociológico de Zigmund Bauman, porque las “las relaciones humanas que empiezan a incorporarse a ese modelo de vida, de consumo” sólo están “acumulado un conjunto de experiencias y entonces hay una sensación de que la vida de pareja o el amor no es para ellos y hay una desilusión muy fuerte”. La gran diferencia de los 90, es que la pareja no era un bien escaso, había una epidemia que estaba al alcance de cualquiera; pero 20 años después sólo hay “una valoración de múltiples encuentros casuales”, en donde las personas se fascinan con el consumo de las relaciones sexuales y se pierde “la calidad del vínculo afectivo, que tarde o temprano comienza a cobrar factura”. 1 Guillermo Núñez Noriega es licenciado en Sociología por la Universidad de Sonora, Maestro en Artes, especialidad en Humanidades por la Universidad Estatal de Arizona y Doctor en Antropología Cultural por la Universidad de Arizona. Es miembro y fundador de la Academia Mexicana de Estudios de Género de los Hombres, organización científica dedicada a los estudios sobre los varones y las masculinidades. 2 Tatiana Sotres es licenciada en Periodismo por la Escuela de Periodismo Carlos Septién García y colaboradora del Programa Universitario de Estudios de Género en el Departamento de Difusión, Extensión y Vinculación.