QUEBRANDO EL VASO DE ALABASTRO JUAN 12:13 Dios intencionalmente usó este término “Puro” en su Palabra para mostrar que es verdaderamente espiritual. Pero si el vaso de alabastro no es quebrado, el nardo puro no fluirá. Por extraño que parezca, muchos están aun atesorando el vaso de alabastro pensando que su valor excede del ungüento. Piensan que su hombre exterior es más precioso que su hombre interior. Este llega a ser el problema de la Iglesia. Uno puede atesorar su astucia, pensando que es de gran valor; otro, sus propias emociones estimándose como una persona importante; otros se consideran grandes, sintiendo que son mejores que los otros y que su elocuencia supera a la de otros. No obstante, no somos coleccionistas de antigüedades, ni somos administradores de vasijas; somos aquellos que desean sentir solamente la fragancia del ungüento. Sin quebrar lo exterior, lo interior no fluirá. El Espíritu Santo no ha cesado de obrar. Un suceso tras otro, una cosa tras otra, revelan su mano sobre nosotros. Cada obra disciplinaria del Espíritu Santo tiene su propósito: quebrar nuestro hombre exterior para que nuestro hombre interior pueda hallar su salida. Sin embargo, aquí esta nuestra dificultad porque nos afligimos por pequeñeces y murmuramos ante las pequeñas perdidas. El Señor está preparando un camino para usarnos, Sin embargo, apenas su mano nos toca, y nos sentimos desdichados, aun al punto de discutir con Dios y volvernos negativos en nuestra actitud. Desde que fuimos salvos, hemos sido tocados muchas veces en varias maneras por el Señor, todas con el propósito de quebrantar nuestro hombre exterior. Estemos o no concientes de ello, la meta del Señor es de destruir este hombre exterior. “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, Para que la excelencia del poder sea de Dios, Y no de nosotros….” II Corintios 4:7 De modo que el tesoro está en el vaso de barro, pero si la vasija de barro no es quebrantada, ¿quién puede ver el tesoro que con tiene? ¿Cuál es el objetivo final de la obra del Señor en nuestras vidas? Es sin duda, quebrar el vaso de barro, nuestro vaso de alabastro, nuestra cáscara. El Señor ansía encontrar un camino para bendecir al mundo a través de aquellos que le pertenecen. El quebrantamiento es el camino a la bendición, el camino de la fragancia, el camino de los frutos, pero también es un sendero salpicado de sangre. Si hay sangre de muchas heridas. Cuando nos ofrecemos al Señor para estar a su servicio, no podemos ser indulgentes o mezquinos, debemos permitir al Señor que rompa por completo nuestro hombre exterior, para que el pueda hallar un camino para su expresión. EL MINISTRO INSTRUMENTO DEL ESPIRITU Constantemente nuestra ansiedad llega a la tensión, para delinear nuevos métodos, nuevos planes, nuevas organizaciones para el avance de la Iglesia y para la propagación eficaz del Evangelio. Esta tendencia nos hace perder de vista al hombre, diluyéndolo en el plan u organización. El diseño de Dios, en cambio, consiste en usar al hombre, obtener de él más que de ninguna otra cosa. El método de Dios se concreta en los hombres. La Iglesia busca mejores sistemas. Dios busca mejores hombres. “Fue un hombre enviado de Dios el cual se llamaba Juan” la dispensación que anunció y preparó el camino para Cristo estaba ligado al hombre Juan “Un Niño nos es nacido, hijo nos es dado” La salvación del mundo proviene de este hijo del pesebre. Cuando Pablo recomienda el carácter personal de los hombres que arraigaron el Evangelio en el mundo, nos da la solución del misterio de su triunfo. La gloria y eficiencia del Evangelio se apoyan en los hombres que lo proclaman. Dios proclama la necesidad de hombres para usarlos como el medio para ejercitar su poder por el mundo con estas palabras: “Los ojos del Señor contemplan toda la tierra, para corroborar a los que tienen corazón perfecto para con él”. Esta verdad urgente y vital es vista con descuido por la gente de nuestra época, lo que es tan funesto para la obra de Dios como sería arrancar el sol de su esfera, pues produciría oscuridad, confusión y muerte. Lo que la iglesia necesita hoy día no es maquinaria mas abundante o perfeccionada, ni nuevas organizaciones no métodos mas modernos, sino hombres que puedan ser usados por el Espíritu Santo, hombres poderosos en la oración. El Espíritu Santo no pasa a través de métodos, sino a través de los hombres, no desciende sobre la maquinaria, sino sobre los hombres. No unge a los planes, sino a los hombres (los hombres de oración). La predicación mas enérgicas y más dura del mundo ha de ser para si mismo. Esta será su tarea más difícil, delicada y completa. La preparación de los doce fue la obra grande, laboriosa y duradera de Cristo. Los predicadores no son tanto creadores de sermones como forjadores de hombres y de santo y el único bien preparado para esta obra, será aquel que haya hecho de si mismo un hombre y un asno. Dios demanda no grandes talentos, ni grandes conocimientos, ni grandes predicadores, sino hombres grandes en santidad y en fe y en amor y en fidelidad, (hombres grandes para con Dios). Demanda hombres que prediquen siempre por medio de sermones santos en el púlpito y por medio de vidas santas fuera de él. Estos son los que pueden modelar una generación que sirve a Dios. De este calibre fueron los cristianos de la Iglesia primitiva. Estos hombres de carácter sólido, predicadores de molde celestial, heroicos, firmes, esforzados y santos. Para ellos la predicación significa abnegación, penalidades, crucifixión del yugo y martirio, se entregaron a su tarea de una manera que dejó huellas profundas en su generación y prepararon un linaje para Dios. El hombre que predica tiene que ser el hombre que ora. El arma mas poderosa del predicador es la oración, fuerza incontrastable en si misma, que da vida y energía a todo lo demás. El verdadero sermón se forma en la oración secreta. El hombre de Dios se forma sobre las rodillas. La vida del hombre de Dios, sus convicciones profundas tiene su origen en la comunión secreta con el Altísimo. Sus mensajes más poderosos y más tiernos los adquiere a solas con Dios. La oración hace al hombre, al predicador, al pastor, al obrero cristiano y al creyente consagrado. El pulpito en nuestros días es pobre en oración. El orgullo del saber se opone a la humildad que requiere la plegaria. PENSAMIENTOS DE MINISTROS APOSTOLICOS “Considera lo que digo y el Señor te dé entendimiento en todo” (II Timoteo 2:7). - - “No solo el estar en la Iglesia es ser cristiano, tenemos que vivir una vida santa” “El orgullo y la vanidad no deben estar en nuestras vidas” “Seamos maestros de honestidad, no solamente diciendo, sino también haciendo” “Una cosa es hablar con Dios, y otras es cuando Dios habla con nosotros” “Dios es con nosotros y por nosotros y peleará cualquier lucha que nos afrente” “Cuando la medicina es aplicada, sana la herida. La doctrina es la medicina del alma; si no se aplica la doctrina, el príncipe de las tinieblas contaminará la herida” “Cuando nos desprecien, acordémonos de Jesús cristo y su amor para nosotros” “El diablo busca cómo hacer de nosotros una basura” Las lágrimas son la primera unción que todos los seres humanos derraman inconscientemente al nacer de la madre y son el ultimo acto de la vida cual triste recuerdo de nuestra humanidad que dejamos en este valle de sombra de muerte. Pues se ve que llora el que ama y también llora el que sufre y así mismo lloran los que son grandes, poderosos y nobles por las dos únicas grandezas que existen humanamente: la del amor y la del dolor. Por esto tiene tanto valor las lágrimas de Cristo; El lloró porque amó y lloró porque sufrió, en resumen el ministro de Dios tiene que sentir como Cristo sintió entregarse por amor como Jesús se entregó por nosotros.